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1- El problema que plantea el autor en el libro es la capacidad de los docentes

que hacen del alumno un tonto, en el sentido que lo dejan como si no supiera
nada. Esto se da debido a que los docentes tienen una autoridad, tienen un
saber, que lo exponen, y el, es el único juez que se para enfrente de la clase a
impartir el conocimiento, sin que el lo explique, nadie lo entiende, y esta es la
forma de ver a la educación según el autor. Como si el docente es el que se va
a encargar de “enseñar” y “evaluar” al alumno, por mas que el alumno no
precise del docente y pueda aprender cosas por afuera, este docente no le va a
dar ningún crédito a este trabajo por parte del alumno.
Explica el autor, que este tipo de docentes, no son aquellos que llenan las
cabezas de los alumnos con material inútil, sino que son los que mas saben,
los que mejores intenciones tienen para con sus alumnos. Mientras mas sabio
sea el docente, mas le parecerá la distancia entre lo que el sabe y lo que sabe
el adolescente. Mientras mas educado, mas es la distancia entre lo que hace
un niño para descubrir la verdad, que es tantear a ciegas, que entre usar un
método determinado. Según este tipo de docentes es necesario para que el
alumno aprenda mejor, explicar mejor.
La pregunta que se me ocurre es: ¿Es necesario el rol del docente, como
portador de la verdad, como explicador? ¿El docente explicador, es lo mejor
para nuestras aulas?

2- Considero que este es el problema porque es lo que se deja entrever en


todo el relato que nos hace de ese docente, que se plantea distintos
problemas. Esa diferencia que hemos venido viendo en el curso, la de
ignorante, infancia, saber, poder, se encuentra en este relato. Creo que es
este, ya que constantemente debemos plantearnos, como docentes, el no caer,
en ninguno de los falsos conceptos que hemos estado viendo, que no queden
simplemente como ideas sueltas, que nos desapeguemos un poco del orgullo y
construyamos en conjunto.

3- “Entendámoslo bien y, para eso, expulsemos de nuestra mente las imágenes


conocidas. El atontador no es el viejo maestro obtuso que llena la cabeza de
sus alumnos de conocimientos indigestos, ni el ser maléfico que utiliza la doble
verdad para garantizar su poder y el orden social. Al contrario, el maestro
atontador es tanto más eficaz cuanto es más sabio, más educado y más de
buena fe. Cuanto más sabio es, más evidente le parece la distancia entre su
saber y la ignorancia de los ignorantes. Cuanto más educado está, más
evidente le parece la diferencia que existe entre tantear a ciegas y buscar con
método, y más se preocupará en substituir con el espíritu a la letra, con la
claridad de las explicaciones a la autoridad del libro. Ante todo, dirá, es
necesario que el alumno comprenda, y por eso hay que explicarle cada vez
mejor. Tal es la preocupación del pedagogo educado: ¿comprende el
pequeño? No comprende. Yo encontraré nuevos modos para explicarle, más
rigurosos en su principio, más atractivos en su forma. Y comprobaré que
comprendió.”

4- “El hecho estaba ahí: aprendieron solos y sin maestro explicador. Y lo que
ha sucedido una vez siempre puede repetirse.”
“El explicador es el que necesita del incapaz y no al revés, es él el que
constituye al incapaz como tal. Explicar alguna cosa a alguien, es primero
demostrarle que no puede comprenderla por sí mismo. Antes de ser el acto del
pedagogo, la explicación es el mito de la pedagogía, la parábola de un mundo
dividido en espíritus sabios y espíritus ignorantes, espíritus maduros e
inmaduros, capaces e incapaces, inteligentes y estúpidos La trampa del
explicador consiste en este doble gesto inaugural. Por un lado, es él quien
decreta el comienzo absoluto: sólo ahora va a comenzar el acto de aprender.
Por otro lado, sobre todas las cosas que deben aprenderse, es él quien lanza
ese velo de la ignorancia que luego se encargará de levantar. Hasta que él
llegó, el niño tanteó a ciegas, adivinando. Ahora es cuando va a aprender. Oía
las palabras y las repetía. Ahora se trata de leer y no entenderá las palabras si
no entiende las sílabas, las sílabas si no entiende las letras que ni el libro ni sus
padres podrían hacerle entender, tan sólo puede la palabra del maestro.”

5- Como vemos, los alumnos habían logrado superar las expectativas del
docente, ellos no habían necesitado de lo que el docente sabia, habían
trabajado como los niños, “a gatas en la oscuridad”. Este proceso he llegado a
verlo, tanto en el aula como fuera de ella, siendo estudiante, recuerdo que era
algo que hicimos, e incluso nos iba mejor a veces de esa forma. Considero que
un docente explicador, tal y como lo plantea el autor, es un insulto al alumno, si
deja de lado las cosas que el alumno trae de afuera, si deja de lado la
cotidianeidad, entonces, simplemente esta programando a otros, así como
otros lo programaron a el. Sin embargo, como docentes de filosofía, nos
corresponde sacarnos un poco esta venda que los demás nos han colocado en
los ojos, dejar de lado el orgullo, aceptar que no sabemos, aprender del otro,
no reducirlo simplemente a nada o menos incluso que eso. Es muy
enriquecedor cuando a los alumnos les interesa un tema, y uno sabe sobre ese
tema, aunque sea algo afuera del aula, y lo trata, y le busca la vuelta para que
sea filosófico, es entonces, cuando los alumnos están dispuestos a construir
conocimiento junto al docente. En mi experiencia como alumno, no me
agradaban los docentes que se ponían en un plano superior, por esto, con los
alumnos de la practica trato de ponerme al mismo nivel que ellos, dentro de lo
posible, porque es mucho mas apasionante de esa forma, incluso ellos se
abren mas a algunas temáticas que con anterioridad no habían tocado e
incluso con otros docentes no trabajan. De esta forma, la materia se hace mas
agradable para ellos, ellos lo incorporan a su vida y lo utilizan como
herramienta, que es así como yo veo a la filosofía.

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