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Abre bien ojos y orejas cuando vayas a volar. ¡Nunca sabes con qué te vas a encontrar!
Por los aeropuertos y aviones pasa tanta gente que son una fuente incesante de anécdotas curiosas. Te
contamos cinco de las últimas que se han visto u oído.
1. Bésame… poco
Recientemente nos hemos enterado de que en el aeropuerto danés de Aalborg, con una curiosa zona para
despedidas bautizada como «Kiss and goodbye», han limitado las despedidas amorosas entre viajeros y
acompañantes a tres minutos. Y son muy estrictos: ni uno más. Los responsables del aeropuerto han desvelado
que no tienen nada en contra de los besos de película, pero que la cosa se complica cuando se acumulan
demasiados coches en dicha zona, lo que provoca molestias a los demás usuarios del aeropuerto.
3. De ratones y azafatas
La azafata de American Airlines Louann Giambattista acaba de demandar a la compañía en la que trabaja por
haberla acusado de llevar ratas ocultas en su ropa interior durante un vuelo. Al parecer, un piloto asegura
haber visto un bulto con aspecto de ser vivo en el bolsillo de la azafata, y otro miembro de la tripulación contó
cómo parecía que alimentaba a alguna mascota a escondidas durante el viaje. A todo esto, ella, amante de los
roedores, asegura que, además de una locura, es falso. Lo curioso es que nunca se le encontró mascota alguna.
Te has asegurado de llevar un sólo bulto de mano, con las medidas reglamentarias y pese al calor que hace
dentro de la terminal, aguantas estoicamente el abrigo de paño que tendrás que ponerte al llegar a tu destino,
porque no te cabe dentro de la bolsita.
El kiosko está cerrado, no tienes libro porque has tenido que decidir entre la lectura o el cierre de la maleta y
te acaban de cobrar 7€ como mínimo por un café volcán (y eso que lo has pedido templado) y un croissant
para paisanos de un lugar llamado Lilliput.
Te despides de tu acompañante y te dispones a cruzar ese limbo maldito que divide el espacio atestado de
familiares llorones y el espacio atestado de pasajeros malhumorados a punto (o no) de embarcar.
Te vas acercando al filtro y entre el bullicio de gente empiezas a oir algo que al principio suena así:
“cintonesordptátilesulseranillosjetostálicos enladeja”.
Poco a poco empiezas a vislumbrar una especie de Teniente O´Neil degradada a soldado raso y enfundada en
unos pantalones azul marino.
¿Os acordáis de aquel juego que hacíamos en el cole, en el que cada uno elegía ser un país y Mónaco siempre
era el jefe que declaraba la guerra al otro país para salir corriendo? El de “Mónaco declara la guerra
contraaaaaaa…” (bueno, igual me voy de juego globalizado y resulta que sólo existía en mi ciudad…)
Bueno, pues esa es la cara que O´Neill te pone mientras te grita como si no hubiera un mañana:
- ¡Cinturones, ordenadores portátiles, pulseras, anillos y todos los objetos metálicos en la bandeja!
Así que nada. Vuelves a dejar la bandejita, te sientas en la silla y te descalzas. Te pones esa mierda de plástico
para no ensuciarte los pies en el terrazo de la terminal. Pero claro, eso no te aisla del frío y te toca volver a
ponerte a la cola del filtro.
Por fin llegas de nuevo al arco y con los pies más fríos que el culo de Pingu te dispones a pasar:
- Pase señorita
(PIIIIIIIIIIIII)
- Salga. ¿Lleva algún objeto metálico?
- No, ninguno
- Salga y vuelva a pasar
(PIIIIIIII)
¿Seguro que no lleva ningún objeto metálico? ¿Tiene algún implante?
- Sí, seguro. No, no tengo.
- Pase. Una compañera le va a cachear.
Y ahí estás tú. A las 5 y 10 de la mañana en medio del filtro. Piernas abiertas, brazos abiertos tipo
espantapájaros y la tipa de turno tocándote los muslos…
- Vale, puedes seguir
- ¿Y por qué pito?
- Puede que la frecuencia esté muy alta
Respuesta tonta donde las haya…¿Y si está muy alta qué pasa? ¿Que detecta la densidad ósea y pita?
Arco pasado, te dispones a recoger tu maletita de mano y tu bandeja, pero el “benemerito” que ojea la
pantallita de los rayos-x dice:
- Abra la maleta por favor. ¿Puede sacar esa bolsita que lleva ahí?
- ¿Esto? Es mi neceser, pero los líquidos los llevo en esta bolsita a parte.
- Ábralo…No puede llevar ese cortauñas.
- Pero, pero…si es minúsculo! ¡Viene incorporado en la lima!
- Da igual, es un objeto peligroso y pone en riesgo la seguridad del vuelo. Tiene que dejarlo.
- ¿Pero ustedes creen en serio que puedo matar a alguien con un cortauñas?
- Es un objeto prohibido en el equipaje de mano. Nadie habla de matar…y ni se imagina las cosas que pueden
ocasionar la muerte si se usan de manera malintencionada: hasta un prendedor del pelo o un bolígrafo.
- Bueno, vale…¿Quiere el removedor de cutículas o el palito de naranjo por si golpeo al comandante con él en
la cabeza y le dejo inconsciente?
Y sí, señores…esto es lo que hay. Con razón, sin razón, comprensible o incomprensible, éstas son las reglas
del juego y hay que cumplirlas.
Si os sirve de consuelo, os cuento que los tripulantes que vamos a operar un vuelo también pasamos por el
arco de seguridad y el scaner.
Será que si el comandante quiere atentar, no le basta con estrellar el avión directamente. O si uno de los tcp´s
quiere matar al comandante, no le basta con entrar en la cabina y cargárselo con lo que quiera…
Eso sí, los filtros de seguridad y la parafernalia milonguera de las limas de uñas pierde toda su credibilidad
con cosas como la que me pasó hace unos años en un vuelo en el que todavía se daba comida caliente.
Una adorable anciana que embarcó en silla de ruedas y que se pasó 5 minutos protestando porque no habían
dejado pasar a su hijo hasta el avión para despedirla, sacó una mega navaja (no sé si suíza, rumana o húngara)
y se dispuso a abrir uno de los panecillos de la comida, como quien corta un trozo de queso tierno.
Me quedé petrificada.
- Es mi navaja. Era de mi marido. Tiene muchas cosas, mira alaja…tiene 2 cuchillos, uno corta más que el
otro, tiene también este pincho que Manolo usaba para hacerle agujeros al cinturón, tiene…
Alucinante la destreza con la que la abuelita manejaba la navaja…
Eso sí, oigan…no se pasen de los mililitros permitidos, que se quedan sin su perfume. Aunque sea de Clive
Christian.