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Cuando existen posibilidades de elección, los factores principales que deben tenerse en
cuenta son los siguientes:
Las aguas subterráneas, cuya temperatura es constante, son en conjunto más atrayentes,
a priori, que las aguas de superficie, expuestas a una contaminación procedente de los
vertidos de la vida moderna; y la elección debe efectuarse considerando no sólo los
factores conocidos en el momento de la decisión, sino los que puede aportar un futuro
próximo.
Sin embargo, las aguas subterráneas raramente se mantienen puras a lo largo de todo el
año: es necesario estudiar su evolución, como en el caso de las aguas de superficie,
especialmente durante los períodos de fuertes precipitaciones, en los que pueden
enturbiarse considerablemente y aun contaminarse por la influencia de la capa freática
de algún río próximo. La contaminación puede proceder también del suelo, debido al
uso de pesticidas o al vertido de aguas residuales de origen animal o humano. Aunque
esta contaminación sea menos frecuente y más limitada, corrientemente, en las aguas
subterráneas que en las aguas de superficie, su efecto es más duradero en las primeras,
debido a su pequeña velocidad de paso a través del terreno y a la lentitud en recobrar el
equilibrio perdido. Por último, en las aguas subterráneas la contaminación se efectúa
gradualmente y por ello existe el peligro de que no se detecte a tiempo, si no se realizan
análisis sistemáticamente. Es preciso, por tanto, juzgar un agua por el conjunto de sus
características.
la resistividad y el pH,
el TAC y el TA,
el CO2 libre,
Los sulfatos y cloruros, medidos por separado o globalmente por el SAF (contenido en
sales de ácidos fuertes), definen el carácter más o menos salino de un agua destinada al
abastecimiento público. Un contenido excesivo no sólo es nocivo para el hombre
(aunque el uso habitual hace que puedan admitirse contenidos que sobrepasan
ampliamente el límite aconsejado de 250 mg/l), sino que es además origen de
corrosiones en las tuberías metálicas.
En este último caso, cuanto más salina es un agua, más debe elevarse su TAC.
El hierro y el manganeso no son nocivos por sí mismos, pero deben eliminarse. Aunque
la legislación española, al igual que las normas francesas, tolera un contenido máximo
(Fe + Mn) de 0,3 mg/l, con un límite de 0,1 mg/l para el manganeso, pueden presentarse
graves inconvenientes muy por debajo de estos limites; se han visto aguas negras en
tuberías de pequeña circulación de una red de agua con un contenido menor de 0,05
mg/l de manganeso y lo mismo para el hierro. Por ello, es necesario conocer con
precisión la concentración de estos metales (las aguas subterráneas, por lo general, son
ricas en estos elementos), y, antes de utilizar como coagulantes sales ferrosas o férricas,
estudiar bien el problema.
El oxígeno disuelto debe estar presente en cantidad suficiente para que un agua sea
agradable para la bebida y para que pueda transportarse sin dar lugar a corrosiones en
las tuberías metálicas. Aunque las aguas subterráneas son generalmente pobres en
oxígeno disuelto, esta ausencia no puede considerarse como un índice de
contaminación: el oxigeno inicialmente presente al principio del recorrido subterráneo,
ha podido tomar parte en un proceso de autodepuración natural. En este caso, es
necesario airear el agua antes de su utilización.
El plancton debe examinarse con la mayor atención ya que su presencia puede ser causa
de graves problemas, en las instalaciones de tratamiento, en las redes de distribución, o
en los depósitos de agua. Se encuentra especialmente en aguas superficiales, en las que
el fitoplancton (de origen vegetal) se une con frecuencia al zooplancton (de origen
animal). El fitoplancton experimenta desarrollos muy fuertes y rápidos, en primavera y
verano, que pueden bloquear las estaciones de tratamiento mal concebidas, producir
malos sabores en el agua y propagarse en las redes de distribución donde pueden ser
causa, indirectamente, del deterioro de las tuberías metálicas. El zooplancton es aún
menos tolerable. Cuando comienzan a propagarse ciertas especies en una red de
distribución, es muy difícil eliminarías y aún más desagradable encontrarlas en
suspensión en el agua.
Bajo el punto de vista bacteriológico, la mayor parte de las aguas se desinfectan antes de
su distribución en un abastecimiento público: este tratamiento es necesario para destruir
las bacterias y gérmenes patógenos que un agua de superficie contiene prácticamente
siempre. En el caso de aguas profundas, es sólo una medida de seguridad, ya que
normalmente son bacteriológicamente puras. Las aguas superficiales pueden
contaminarse más fácilmente con virus y por ello deben desinfectarse con más
intensidad que las aguas subterráneas, las cuales no están, sin embargo, libres de tales
contaminaciones.
Para concluir esta relación de cualidades y defectos de las aguas que pueden utilizarse
para un abastecimiento público, puede decirse que si bien las aguas subterráneas,
tomadas a mayor o menor profundidad, ofrecen más seguridad que las aguas
superficiales, bajo el punto de vista de la contaminación, presentan, sin embargo,
numerosos defectos que con frecuencia se tiende a ignorar.
En efecto, los defectos de las aguas superficiales son, en general, más aparentes que los
de las aguas profundas, cuyo tratamiento puede ser, en realidad, mucho más delicado
(véase, especialmente: "Eliminación de hierro y manganeso", página 624). En el cuadro
siguiente se resumen las principales diferencias que presentan los dos tipos de agua:
puede añadirse que algunas capas subterráneas pueden verse afectadas, igualmente, por
contaminaciones bacterianas y por microcontaminantes minerales u orgánicos, si no
tienen una protección suficiente, pero que se desconfía menos en este caso que en el de
las aguas de superficie. En general, debido a la limpieza que presentan cuando emergen,
las aguas profundas pueden dar una falsa impresión de seguridad, por lo que su empleo
debe ir siempre precedido de un examen tan completo como en el caso de las aguas
superficiales.
PRINCIPALES DIFERENCIAS ENTRE AGUAS SUPERFICIALES Y AGUAS
PROFUNDAS
Características examinadas Aguas superficiales Aguas profundas
Temperatura Variable según las Relativamente constante
estaciones del año
Turbiedad, materias en Variables, a veces elevadas Bajas o nulas
suspensión
Mineralización Variable en función de los Sensiblemente constante,
terrenos, precipitaciones, generalmente mayor que en
vertidos, etc. las aguas de superficie de la
misma región
Hierro y manganeso Generalmente ausentes, Generalmente presentes
divalentes (en estado salvo en el fondo de cauces
disuelto) de agua en estado de
eutrofización
Gas carbónico agresivo Generalmente ausente Normalmente presente en
gran cantidad
Oxigeno disuelto Normalmente próximo a Ausencia total en la mayoria
saturación de los casos
Amoníaco Presente sólo en aguas Presencia frecuente, sin ser
contaminadas un índice sistemático de
contaminación
Sulfuro de hidrógeno Ausente Normalmente presente
Sílice Contenido moderado Contenido normalmente
elevado
Nitratos Poco abundantes en general Contenido a veces elevado,
riesgos de
metemoglobinemia
Elementos vivos Bacterias (algunas de ellas Frecuentes ferrobacterias
patógenas), virus, plancton
La diferencia entre los dos orígenes: agua subterránea, agua superficial, no impone
sistemáticamente la elección de una u otra, ya que no existen dos criterios para la
pureza, uno para las aguas de superficie y otro para las aguas subterráneas. Es un
problema de calidad que exige un juicio de conjunto en cada caso.
1.2. Cantidad de agua necesaria y seguridad de suministro
En la elección entre aguas de diversos orígenes, hay que tener en cuenta la cantidad
necesaria y las posibilidades de suministro locales o a una distancia razonable. En el
caso de aguas profundas, si se trata de capas pobres o ya muy utilizadas, deberá contarse
con la reserva necesaria: en el caso de aguas superficiales, deberá conocerse el caudal
mínimo de estiaje, ya que existe el peligro de que se produzca un empeoramiento fuerte
de su calidad durante los períodos más secos.
La contaminación del agua tiene esencialmente cuatro orígenes, tres de ellos normales y
uno accidental:
- Los vertidos de aguas usadas de origen animal (estercoleros, establos, etc.) o humano.
Las aguas usadas de origen animal influyen con frecuencia en la calidad de los pozos,
de los manantiales próximos o de las capas poco profundas y de poca capacidad. Las
aguas residuales domésticas contaminan los ríos, por vertidos directos, o por vertidos
parcialmente depurados, procedentes de las instalaciones de tratamiento. Estos vertidos
aportan una contaminación constituida por materias en suspensión, detergentes,
materias orgánicas, fosfatos, bacterias y en algunos casos virus.
- Los vertidos de aguas o líquidos residuales industriales, son tan diversos que se
encuentran en ellos todos los contaminantes conocidos, radiactivos o no, posibles
cancerígenos, de origen mineral u orgánico, en una proporción que es función del
tratamiento previo.
- Elementos radiactivos.
2.2.2. HIDROCARBUROS
Daños y toxicidad:
- formación de una película que impide la oxigenación de las aguas de superficie y que
limita su autodepuración:
- toxicidad. Deberá temerse en las aguas de bebida para contenidos superiores a los
umbrales de olor y sabor. Se han comprobado afecciones cutáneas debidas a productos
de adición del mazut. Un riesgo mayor puede proceder de los hidrocarburos cíclicos
sospechosos de ser cancerígenos (3-4 benzopireno, por ejemplo), aumentando el peligro
en presencia de otros compuestos (productos tensoactivos).
2.2.3. DETERGENTES
Agentes de superficie aniónicos. Durante mucho tiempo, las sustancias más utilizadas
han sido productos «duros» o poco biodegradables, de cadena ramificada, como los
alquilbencenosulfonatos (ABS), que eran los principales responsables de los problemas
planteados por la presencia de detergentes en las aguas. Representaban, según los
países, el 80 al 90 % de la producción total, antes de que las autoridades sanitarias
decidieran su sustitución por detergentes de cadenas lineales biodegradables, al menos
en un 80 % (Ley de 25 de septiembre de 1970, en Francia, cap. 34). Entre estos últimos,
el más utilizado es el L.A.S.
Ayudantes:
- aumento del contenido en fosfatos, procedente de los polifosfatos combinados con los
agentes de superficie, que favorece la eutrofización de los lagos y el desarrollo de
plancton en los ríos; en algunos países, una gran parte de los polifosfatos se ha
reemplazado por el N.T.A. (ácido nitrilotriacético);
Los detergentes no son tóxicos para las bacterias, algas, peces y otros organismos de un
río, siempre que su concentración se mantenga inferior a 3 mg/l.
Las enzimas que se añaden actualmente a los detergentes no tienen ningún efecto
perjudicial sobre los medios receptores ni en las estaciones de tratamiento.
Influencia de los detergentes biodegradables.
En efecto, los productos de la biodegradación de los detergentes lineales son muy poco
tóxicos.
Sin embargo, su parte no degradable es más tóxica para los peces que los detergentes no
biodegradables.
De acuerdo con los estudios que se realizan actualmente, se esperan nuevos detergentes,
aniónicos y no iónicos, casi totalmente biodegradables (alcoholes de cadena lineal)
cuyos productos de adición presentarán igualmente mejores características.
De forma general, puede decirse que los detergentes no son nocivos por si mismos, y
que sus acciones nocivas indirectas quedarán muy reducidas cuando pueda limitarse la
formación de espumas gracias al empleo de productos totalmente biodegradables. Es
preciso, no obstante, mantener un control riguroso de los productos de adición para
evitar, por parte de ellos, cualquier riesgo de toxicidad.
Se denominan pesticidas los productos utilizados en la lucha contra los organismos que
son nocivos para la salud o que atacan los materiales y recursos vegetales o animales
necesarios para la alimentación.
(paratión);
- sustancias minerales: azufre, sulfato de cobre, arseniato de plomo y de calcio. Los dos
primeros se utilizan todavía, con bastante frecuencia, en tratamiento fitosanitario.
La contaminación se debe a las aguas de lluvia, cuando éstas son violentas, y a las aguas
de infiltración. Se ha encontrado paratión en capas situadas a 60 m de profundidad. A
veces, los pesticidas son absorbidos por el suelo y arrastrados más tarde con él, hacia el
agua, al producirse una erosión. Los factores que influyen en la contaminación del agua
por los pesticidas son su solubilidad, su resistencia a la degradación física y bioquímica,
la naturaleza del suelo y el volumen e intensidad de las lluvias.
- Influencia en los caracteres organolépticos. Los pesticidas pueden ser causa de malos
olores y sabores, variando el umbral de estos dos factores entre 0,1 y 1000 µg/l, según
los productos. Así, es suficiente 1 µg/l de HCH para dar sabor al agua, mientras que el
umbral del sabor del DDT es de 1 mg/l.
- Efecto sobre la fauna acuática. Los pesticidas tienen una acción directa que se traduce
en una intoxicación lenta o aguda, y una acción indirecta que se manifiesta por la
desaparición del plancton, la reducción del contenido en oxigeno y la modificación del
pH y del contenido en gas carbónico. Los insecticidas organoclorados son mucho más
tóxicos para los peces que los organofosforados, mientras que los herbicidas lo son
mucho menos que los insecticidas en general.
- Efectos sobre el hombre. Existen intoxicaciones en forma aguda o crónica. Las formas
agudas no proceden del agua pero si pueden proceder las formas crónicas, ya que los
pesticidas tienen un efecto acumulativo. El tejido adiposo acumula principalmente los
productos organoclorados; el hígado y los riñones son sensibles al DDT. En conjunto,
los pesticidas organofosforados son mucho más tóxicos para el hombre y los mamíferos
que los organoclorados, excepto el malatión, compuesto fosforado poco tóxico, y el
endrine, compuesto dorado (prohibido en Francia) que tiene una toxicidad elevada.
Esta forma de contaminación proviene de los microorganismos y virus aportados por los
distintos vertidos. Pueden afectar tanto a las aguas de superficie como a las aguas
subterráneas; se estudian en el capitulo 28.
Sabores y olores: los más corrientes son los sabores a cieno, tierra y moho, debidos a los
actinomicetos y a ciertas cianofíceas que segregan diversos compuestos, principalmente
geosmina. Las principales ramificaciones de algas pueden producir, asimismo, olores
muy desagradables: clorofitas, crisofitas (crisoficeas, diatomeas), cianofitas. Según la
naturaleza y la concentración de las especies que se encuentran presentes, los tipos de
olores pueden ser muy diversos: aromáticos (análogos a los olores de ciertos frutos,
flores y legumbres), a pescado, a hierba, a cieno, a podrido, a corcho...
Sustancias tóxicas: algunas cianofíceas elaboran productos tóxicos para los animales
superiores. Generalmente estas sustancias son intracelulares y, por lo tanto, no
representan un peligro inmediato si se eliminan las algas durante el tratamiento, pero se
desconocen sus efectos a largo plazo (acumulación por el organismo) si subsisten en
forma de trazas en las aguas después de la muerte y descomposición de las algas.
Aspecto del agua: color y/o turbiedad debidos a las secreciones de la microflora y a las
excreciones de la microfauna.
Este tratamiento puede efectuarse de forma más o menos completa, según los defectos
que deban corregirse. Pueden ser necesarios varios procedimientos, y, en este caso,
deberá estudiarse su combinación de la forma más razonable. tanto desde el punto de
vista de la eliminación de dichos defectos, como de las condiciones locales de
instalación.
Este estudio tiene además por objeto llegar a la realización más económica en gastos de
primera inversión y en gastos de explotación. Debe efectuarse teniendo en cuenta todas
las posibilidades que ofrece actualmente el automatismo y con una exigencia de
seguridad de explotación que garantice en todo momento la entrega de agua de la mejor
calidad sin riesgo de fallos accidentales.
Al efectuarse una toma de agua superficial, deben tenerse en cuenta las materias que
ésta pueda contener. Una buena concepción de la toma de agua es el punto de partida de
su tratamiento.
En un lago, de nivel sensiblemente constante, la cota del punto de toma del agua debe
elegirse de forma que, a lo largo de todo el año, los contenidos del agua en materias en
suspensión, materias coloidales, hierro y manganeso, y plancton sean lo más bajos
posibles. Igualmente, la temperatura del agua debe ser mínima.
Por último, hay que tener en cuenta las posibilidades de inversión de las distintas capas
de agua del lago, fenómeno que se produce bajo la influencia de las variaciones de
temperatura.
Una toma efectuada en un embalse de nivel de agua variable, debe tener en cuenta los
mismos fenómenos, lo que exige la construcción de torres con tomas de agua a distintas
alturas, según las estaciones.
Una precaución indispensable, antes del llenado de un embalse cuyas aguas se destinan
al consumo humano, es la destrucción y eliminación de la capa vegetal de la zona
inundada, con el fin de evitar la eutrofización (ver página 965) del embalse.
Una toma en un río debe concebirse teniendo en cuenta los diferentes materiales que
puede arrastrar; tierra, arena, hojas, juncos, hierbas, restos de embalajes especialmente
de plástico, cuerpos flotantes, capa de espuma o hidrocarburos, etc. No existe un
modelo de toma ideal, sino diversos tipos adaptados no sólo al material que arrastre el
río, sino también a su régimen y a sus posibilidades de navegación o de acceso a las
orillas. En consecuencia, pueden efectuarse tomas por el fondo, laterales, por sifón, etc.
Cada caso requiere un examen particular.
Según la naturaleza de las aguas que se toman, el primer tratamiento posible consiste en
un desbaste, que tiene por objeto eliminar las materias de tamaño grande que pueden
dificultar los restantes tratamientos.
Desbaste:
Si las materias en suspensión de gran tamaño son poco abundantes y no hay peligro de
que deterioren la reja fina o su dispositivo de limpieza automática, si lo hubiere, estas
dos operaciones pueden reducirse a una sola.
Estos elementos son necesarios si el contenido en materias que transporta el agua es
grande. No es suficiente, sin embargo, si el agua arrastra hojas o hierbas que pueden
pasar a través de las rejas; en este caso, es necesario añadir:
- un tamizado en tambor rotatorio (sólo utilizable con niveles de agua poco variables) o
sobre bandas de tamizado, en el caso de niveles de agua variables. Este tamizado se
efectúa generalmente con mallas de 1 a 5 mm. La limpieza debe ser automática, en
función de la pérdida de carga. La falta de este aparato, por razones de economía, es con
frecuencia causa de perturbaciones en la explotación de muchas instalaciones,
especialmente cuando existe un bombeo de elevación;
- un desarenado que puede situarse, según las condiciones de toma, antes o después del
tamizado (eventual). Este desarenado es indispensable cuando el agua debe
transportarse por una tubería o canal de gran longitud, cuando es necesario efectuar un
bombeo, o cuando los aparatos de tratamiento que siguen pueden verse afectados
seriamente por la presencia de cantidades apreciables de arena;
La protección de las tuberías de agua bruta puede necesitar un pretratamiento por cloro
o uno de sus compuestos (hipoclorito, dióxido de cloro).
Cuando un agua rica en materias orgánicas y en plancton debe recorrer, hasta la estación
principal, un acueducto de gran longitud, es indispensable prever en el punto de partida
un tratamiento con un oxidante sin el cual existe el peligro de que se reduzca
rápidamente el caudal de la tubería debido al desarrollo del plancton sobre las paredes
de la misma. Este pretratamiento es necesario, igualnente, en tuberías de pequeña
longitud, en el caso de presencia de mejillones de agua dulce (Dreissena polymorpha)
3.1.3. PRECLORACIÓN
Esta precloración puede consistir en una simple cloración, una cloración al «break-
point», o una supercloración.
En precloración conviene adoptar una dosis de cloro ligeramente superior a la del punto
crítico, siempre que esto sea posible y no dé lugar a unas dosis demasiado fuertes de
cloro. Se consigue así, por una parte, la destrucción total de los gérmenes patógenos y,
por otra, la eliminación máxima de las bacterias, de los gérmenes comunes, del plancton
y de las cloraminas; se obtiene también el menor sabor posible.
Estas ventajas son especialmente apreciables en ciertos períodos del año; en otros, sin
embargo, en los que la calidad del agua no es tan mala, pueden ser suficientes dosis de
cloro inferiores a la del punto crítico.
Por último, en el caso de aguas de superficie que pueden contener virus, conviene
efectuar una cloración por encima del punto crítico, con un tiempo de contacto
prolongado.
- dióxido de carbono (CO2), que hace agresiva al agua; su eliminación por aeración se
efectúa a la presión atmosférica.
Esta aeración debe ser más o menos completa, en función de la mineralización del agua.
Efectivamente, puede ser necesario eliminar sólo parcialmente el gas carbónico de
forma que la porción restante sirva para incrementar la mineralización del agua, por
reacción sobre productos neutralizantes;
La protección de las tuberías de agua bruta puede necesitar un pretratamiento por cloro
o uno de sus compuestos (hipoclorito, dióxido de cloro).
Cuando un agua rica en materias orgánicas y en plancton debe recorrer, hasta la estación
principal, un acueducto de gran longitud, es indispensable prever en el punto de partida
un tratamiento con un oxidante sin el cual existe el peligro de que se reduzca
rápidamente el caudal de la tubería debido al desarrollo del plancton sobre las paredes
de la misma. Este pretratamiento es necesario, igualnente, en tuberías de pequeña
longitud, en el caso de presencia de mejillones de agua dulce (Dreissena polymorpha).
3.1.3. PRECLORACIÓN
Esta precloración puede consistir en una simple cloración, una cloración al «break-
point», o una supercloración.
En precloración conviene adoptar una dosis de cloro ligeramente superior a la del punto
crítico, siempre que esto sea posible y no dé lugar a unas dosis demasiado fuertes de
cloro. Se consigue así, por una parte, la destrucción total de los gérmenes patógenos y,
por otra, la eliminación máxima de las bacterias, de los gérmenes comunes, del plancton
y de las cloraminas; se obtiene también el menor sabor posible.
Estas ventajas son especialmente apreciables en ciertos períodos del año; en otros, sin
embargo, en los que la calidad del agua no es tan mala, pueden ser suficientes dosis de
cloro inferiores a la del punto crítico.
Por último, en el caso de aguas de superficie que pueden contener virus, conviene
efectuar una cloración por encima del punto crítico, con un tiempo de contacto
prolongado.
- dióxido de carbono (CO2), que hace agresiva al agua; su eliminación por aeración se
efectúa a la presión atmosférica.
Esta aeración debe ser más o menos completa, en función de la mineralización del agua.
Efectivamente, puede ser necesario eliminar sólo parcialmente el gas carbónico de
forma que la porción restante sirva para incrementar la mineralización del agua, por
reacción sobre productos neutralizantes; si el agua presenta un defecto de oxígeno; con
la aeración se consigue entonces:
- el aumento del contenido en oxígeno con el fin de que el agua sea agradable para la
bebida. Aportando oxígeno a un agua rica en amoníaco o en sulfatos, se consigue, en
ciertos casos, combatir la anaerobiosis y evitar la corrosión de tuberías metálicas.
3.1.5. CLARIFICACIÓN
Esta clarificación puede ser más o menos completa según la turbiedad del agua, su color
y su contenido de materias en suspensión o coloidales y de materias orgánicas. Puede
efectuarse, en función de estos distintos factores:
Fig. 418. - Los 10 filtros Aquazur de 80 m2 cada uno y sus pupitres de mando. Caudal
total 4 800 m3/h. Estación de tratamiento de SAINT-ETIENNE (Francia).
También puede inyectarse una dosis pequeña de coagulante y efectuar una coagulación
parcial de los coloides, formando flóculos muy finos (microfloculación) los cuales, con
o sin ayudante, se retienen por filtración. De esta forma no se consigue el valor mínimo
de materias en suspensión, de color, o de materias orgánicas. Sin embargo, puede ser
suficiente si el agua bruta no está muy contaminada.
Este tratamiento se aplica a las aguas que presentan una o varias de las características
siguientes:
Cuando se teme que los contenidos de materias en suspensión puedan ser superiores a
los 2 000 a 3 000 g/m3 durante un tiempo prolongado, es necesario prever:
En periodo de crecida, puede ser necesario añadir también un reactivo neutralizante para
corregir el pH del agua. Este reactivo puede no ser útil durante el resto del tiempo.
El segundo decantador recibe, por tanto, un agua de calidad que varía dentro de unos
límites aceptables y puede dar siempre, después de una coagulación total y floculación,
un agua decantada de buena calidad.
En este caso, es en general suficiente una coagulación total combinada con una
floculación y una decantación en una sola etapa. Puede efectuarse en un floculador,
seguido de un decantador estático, o en un decantador-floculador de rasquetas, de
recirculación de fangos o de lecho de fangos.
Para obtener el resultado óptimo de decantación, debe ajustarse, con la mayor precisión,
la dosificación del reactivo coagulante y el pH de floculación, corregido eventualmente
por un reactivo de neutralización.
Si se acepta una calidad inferior de agua, manteniéndola dentro de los límites de las
normas oficiales, puede reducirse la dosis de coagulante, con o sin empleo de ayudante.
En los países en los que está autorizado el uso de ayudantes de síntesis para el agua
potable, se ha intentado reducir la dosis de coagulante por adición de ayudantes
catiónicos. La elección del tipo y dosis de coagulante se hace después de efectuar
ensayos de laboratorio.
Por último, para que sea óptima la eficacia de los distintos reactivos, es preciso que se
efectúe la floculación en un medio concentrado de flóculos: en esto se basa el empleo de
los decantadores-floculadores, en los que se tiene la mayor concentración posible de
fangos floculados (no de materias en suspensión).
Cuando lo permiten las características del agua y los precipitados forma-dos por
floculación, estos precipitados pueden separarse por flotación: con esta técnica se
consiguen fangos de elevada concentración y, a veces, se obtiene una economía de
reactivo.
Para hacer frente a esta limitación, puede emplearse una filtración en dos etapas, pero, a
pesar de ello, con este esquema no se alcanza el rendimiento de una clarificación por
coagulación total-floculación. decantación y filtración. Cuando un agua poco
contaminada está fuertemente coloreada, o tiene un contenido apreciable de hierro o
manganeso, puede utilizarse una coagulación parcial sobre filtro, precedida de una
ozonización. En este esquema, el ozono trabaja como agente oxidante y no como
coagulante. La experiencia muestra que su inyección no modifica el potencial Z del
agua. La filtración a través de filtro bicapa se adapta especialmente a este tratamiento.
3.1.6. DESINFECCIÓN
Objetivos de la desinfección:
Con el empleo de ozono puede reducirse el tiempo de contacto a unos 5 mm, con la
misma dosis residual que en el caso anterior, y sin que la dosis que debe añadirse esté
influenciada por el nitrógeno amoniacal.
- Puede interesar, también, llevar esta desinfección más allá de los criterios oficiales y
fijarse como objetivo la eliminación total de los gérmenes comunes; para ello es
necesario, en general, tratar el agua con una dosis de desinfectante mucho más fuerte,
que dé lugar a un contenido residual libre considerable.
En el caso del cloro o de sus compuestos, es preciso inyectar una dosis superior al punto
critico durante un tiempo de contacto de una hora, por lo menos. El cloro residual libre
es función de la naturaleza del agua y de los gérmenes que se desea eliminar.
En el caso del ozono, la experiencia indica que debe emplearse una dosis tal que se
mantenga al menos 0,35 mg/l durante un tiempo aproximado de 4 mm. Este criterio es
el mismo que el que se sigue para la destrucción de los virus.
- Eliminar ciertos parásitos, como es el portador de la bilharciosis. Para ello puede
practicarse una superdoración. También puede efectuarse una superozonización con una
dosis de ozono residual de 0,9 mg/l.
Puede emplearse también cloro o hipoclorito antes de un tratamiento final sobre carbón
en grano, que elimina las materias orgánicas que producen los sabores y cataliza la
reducción del cloro en exceso. Después de la filtración sobre carbón activo, puede
efectuarse una adición suplementaria de cloro, en una dosis muy pequeña, destinada a
mantener cloro residual en la red de distribución, sin peligro de malos olores, a menos
que se deban a las mismas conducciones, a su revestimiento, o a sedimentos anteriores.
La acción del cloro está muy influenciada por el pH; cuanto más elevado es éste, mayor
es la dosis de cloro residual que debe mantenerse para obtener la misma eficacia, con un
mismo tiempo de contacto. Debe tenerse en cuenta este factor cuando se efectúa una
neutralización para elevar el pH del agua filtrada.
- Las clorominas reducen o eliminan, generalmente, los sabores que podrían encontrarse
en un tratamiento sólo con cloro. Pueden ser eficaces, aunque no siempre, cuando se
quiere evitar el sabor a clorofenol.
- Con los rayos ultravioletas se obtiene una buena desinfección y una eliminación
completa de los virus, a condición de que se apliquen sobre una capa de agua de poco
espesor, con una potencia suficiente y renovando las lámparas antes de que acusen una
fuerte pérdida de su poder emisivo. El agua debe ser clara, sin turbiedad ni color,
desprovista de hierro, de coloides orgánicos o de microorganismos planctónicos, ya que
estas impurezas podrían formar sedimentos sobre los tubos, que reducirían
considerablemente la penetración de los rayos.
Si se cumplen estas condiciones, toda célula viva, activa o esporulada, atacada por los
rayos ultravioletas, muere o, al menos, no puede reproducirse o actuar sobre el medio
ambiente.
Sólo se consigue una seguridad total de tratamiento, con una instalación ampliamente
dimensionada, bien controlada y mantenida, y utilizada con agua de calidad constante a
lo largo de todo el año.
La dosis de ozono necesaria varía mucho, según la calidad del tratamiento previo. Así,
con agua de superficie muy contaminada y perfectamente tratada, es necesario, por
ejemplo, de 1 a 1,2 g de ozono por m3 de agua para obtener una dosis residual de 0,4
g/m3; después de un tratamiento mal concebido o mal llevado (mala precloración,
dosificación insuficiente de coagulante, etc.) es necesario 1,7 g de ozono por m3 de
agua para obtener la misma dosis residual. La calidad del tratamiento previo y su
explotación tienen, por tanto, una gran influencia sobre las dosis que deben preverse.
A diferencia del cloro, que es muy sensible al pH del medio, éste tiene poca influencia
sobre la dosis de ozono necesaria para la desinfección.
Cuando se exige una dosis residual elevada, deben tomarse varias precauciones: es
preciso, en primer lugar, prever una eliminación eficaz del ozono no disuelto que escapa
por las salidas a la atmósfera de las torres de contacto (ver cap. 15, página 423); es
necesario tener en cuenta, igualmente, la proximidad de los primeros usuarios del agua
así tratada; aunque el ozono es un gas inestable, con un contenido en ozono residual
libre de 0,4 g/m3, al cabo de más de una hora, se detectan todavía trazas del mismo en
el agua. Por ello, si el tiempo de retención en el depósito de agua tratada es corto,
pueden plantearse problemas de corrosión a los usuarios próximos a la instalación de
tratamiento. Se recomienda, en este caso, que se proceda a una neutralización del ozono
en exceso en el agua de distribución.
Efectivamente, basta que algunos elementos del fito o del zooplancton se mantengan
vivos en el agua tratada y en el agua distribuida; encontrarán su alimento en las materias
orgánicas que forman una capa mucilaginosa sobre las paredes de las conducciones.
Este plancton que no encuentra ningún desinfectante residual, tiene el peligro de
proliferar y producir, de nuevo, malos sabores.
Por ello, después de la ozonización, se realiza con frecuencia una inyección, en dosis
muy pequeña, de un desinfectante residual persistente, con el fin de evitar estas
proliferaciones. Puede emplearse con este fin cloro, o mejor dióxido de cloro, sin
peligro de que se produzcan de nuevo sabores, puesto que el ozono ha oxidado
previamente las materias orgánicas que podrían ser su causa. Este desinfectante residual
puede inyectarse, en continuo, en una dosis pequeña, o, en discontinuo, en una dosis
mayor, de forma que subsistan trazas en el extremo de la red de distribución. Debe
estudiarse en cada caso la mejor solución, dependiendo ésta del tipo de red.
3.1.7. ADSORCIÓN
El lugar relativo, dentro de una cadena de tratamiento, de las etapas de desinfección por
ozono o cloro, y de adsorción con carbón activo, debe ser objeto de estudios específicos,
en cada caso.
Los fangos reunidos tienen una concentración en materias secas que varía,
generalmente, entre 2 y 1 5 g/l. En algunos casos en los que el agua bruta está muy
cargada, puede llegarse a concentraciones mucho mayores, hasta más de 100 g/l.
Constituye esto, sin embargo, una excepción que corresponde a períodos de crecidas de
los ríos en los que llega a ser admisible realizar vertidos directos. La contaminación, en
este caso, es fundamentalmente mineral.
Para determinar el tratamiento de fangos más conveniente, debe efectuarse, en cada caso
particular, un estudio técnico y económico.
- sabor metálico;
con
La forma del hierro en el agua depende, ante todo, del pH y del potencial de oxidación-
reducción; en la figura 419, se ve que el hierro puede pasar de una forma disuelta (por
ejemplo, Fe2+ o FeOH+) a una forma precipitada (FeCO3, Fe(OH)2 o Fe(OH)3), al
aumentarse el potencial (oxidación), el pH, o ambos. El manganeso sigue una ley
análoga. Sobre estos principios se basan, en general, los diferentes tratamientos que se
enumeran seguidamente.
Esta técnica es la que se utiliza con mayor frecuencia, especialmente para aguas de
pozo. Eventualmente puede añadirse un cierto número de tratamientos suplementarios,
tales como: corrección de pH, oxidación química, decantación, etc. Siempre es
necesario airear un agua de origen profundo, desprovista de oxígeno, aun cuando se
utilice igualmente un oxidante químico.
A veces resulta conveniente realizar una precloración, que acelera la oxidación del
hierro y permite la eliminación química del amoniaco. Sin embargo, también puede ser
contraproducente, si no puede alcanzarse el punto critico; en efecto, se suprimen
entonces ciertas acciones biológicas de desferrización y nitrificación, sin que pueda
ejercerse un efecto oxidante suficiente. Por ello, toda precloración debe supeditarse a
unos ensayos previos.
La primera parte del tratamiento de desferrización se basa en una oxidación del hierro
bivalente por el oxigeno del aire. Esta aeración puede hacerse (ver cap. 13):
La ventaja de las instalaciones del segundo tipo consiste en la posibilidad de hacer que
trabajen a la presión de impulsión en la red, sin bombeo de recogida. Por el contrario, la
aeración a la presión atmosférica permite generalmente la evacuación, de forma más
económica, del gas carbónico agresivo, que exige un tratamiento costoso de
neutralización cuando su contenido es elevado.
• (1)
(2)
siendo la constante k función de la temperatura y del poder amortiguador del agua bruta.
Según las técnicas utilizadas, el precipitado formado puede contener mayor o menor
proporción de carbonato ferroso, más cristalino que el hidróxido férrico; esta
particularidad explica las notables diferencias observadas en el funcionamiento de
algunas instalaciones: la talla efectiva del material filtrante puede estar comprendida
entre 0,5 y 1,7 mm, y la velocidad entre 5 y 20 m3/(m2 • h), si no es más.
También, por las mismas razones, es muy variable el peso de hierro retenido por unidad
de superficie filtrante: 200 a 2500 g de Fe por m2 de arena, según los casos. De forma
general, los filtros bicapa (antracita + arena) se adaptan muy bien a la desferrización.
- Una torre de oxidación, que comprende un lecho de lava volcánica muy pura y porosa,
que divide el agua y le asegura, por contacto con el aire, una gran superficie de
oxidación.
- Un filtro lavable por retorno de agua e inyección de aire. Puede combinarse este filtro
con la torre de oxidación.
Fig. 420. - Instalación de desferrización a presión.
Las estaciones por gravedad llevan una aeración a presión atmosférica (ver página 369),
seguida de una filtración abierta o cerrada (en este último caso, con o sin bombeo de
recogida).
- presencia de color, turbiedad, ácidos húmicos, agentes que dan lugar a complejos, etc.,
que implica la adición de un coagulante (sulfato de aluminio o cloruro férrico) en dosis
superior a unos 10 g/m3 de producto comercial.
Cuando un agua bruta contiene manganeso, suele ser en presencia de hierro. Pero los
procesos de desferrización que acaban de examinarse, generalmente son insuficientes
para la eliminación eficaz del manganeso: la precipitación en forma de hidróxido o la
oxidación con oxígeno sólo serían posibles en el caso de un pH demasiado alcalino (9 a
9,5 como mínimo); a veces es posible la oxidación con cloro, pero en presencia de un
fuerte exceso de cloro, que debe neutralizarse seguidamente.
Por el contrario, se obtiene una oxidación suficientemente rápida con dióxido de cloro,
permanganato potásico u ozono, que llevan al manganeso bivalente al estado de
oxidación + 4 y lo precipitan en forma de dióxido de manganeso:
Según estas reacciones, las cantidades teóricas de oxidante que deben utilizarse son,
respectivamente, para 1 mg/l de Mn (II):
Para el manganeso, los valores del pH de precipitación son del orden de 9,2 para el
carbonato y de 11 ,5 para el hidróxido, respectivamente.
D. Tratamientos biológicos
Ciertos productos, tales como pirolusita, CZ, etc., pueden incluirse dentro de esta
categoría. Pero estas técnicas sólo son aplicables a pequeñas instalaciones, y con dosis
reducidas de hierro y manganeso, en un agua desprovista de materia orgánica, que son
poco frecuentes en Europa.
Carbón activo: sólo se consigue la retención total del hierro y del manganeso, después
de la aplicación de un oxidante potente, como el ozono o el permanganato. Este
procedimiento es costoso, pero está justificado cuando es preciso eliminar también los
malos sabores.
3.2.2. NEUTRALIZACIÓN-REMINERALIZACIÓN
Esta neutralización se realiza (ver cap. 14) por aeración, por adición de reactivos
alcalinos (cal, sosa, carbonato sódico) o por filtración sobre productos alcalinotérreos
(mármol, Neutralite, Akdolite, Magno, etc.). Estos tratamientos, con excepción de la
aeración, dan lugar a un incremento de la mineralización del agua. Si esta
mineralización es insuficiente para evitar que el agua sea corrosiva frente a las
conducciones metálicas, aunque se encuentre en equilibrio carbónico, debe efectuarse
una mineralización complementaria (ver cap. 14).
Para reducir la dureza del agua, debida generalmente a un exceso de calcio, puede
efectuarse un desendurecimiento por resinas intercambiadoras de iones, o por
descarbonatación con cal.
Desendurecimiento con resinas (ver cap. 10, página 321): este tratamiento se aplica
exclusivamente a aguas claras o clarificadas.
Las resinas catiónicas intercambian sus iones sodio con los iones calcio del agua. No se
modifica su grado alcalimétrico ni su contenido en sulfatos y cloruros; la mineralización
cálcica es sustituida por una mineralización sódica.
Se obtiene así agua con un grado hidrotimétrico nulo, que no es agradable para la
bebida. Es preferible mantener un cierto TH residual (8 a 15 ºF), desendureciendo
únicamente una parte del caudal, que se mezcla, a continuación, con el caudal restante.
Electrodiálisis (ver cap. 1 2), en el que, por medio de membranas especiales y bajo la
acción de una corriente eléctrica, se divide el agua a tratar en dos partes: una solución
salina concentrada y un agua parcialmente desmineralizada. Este procedimiento sólo se
aplica en el caso de aguas poco salobres, ya que la capacidad de caudal de las
membranas disminuye cuando aumenta la salinidad del agua que debe tratarse. Sólo es
económico cúando se trata de agua cuya salinidad sea inferior a 3 g/l que lleva a 0,5 g/l.
Cuanto menos salina es el agua, mayor es el consumo de corriente, debido al incremento
de resistividad del agua desmineralizada. Por ello, este procedimiento apenas se utiliza
para tratar aguas con una salinidad inferior a 0,5 g/l.
Osmosis inversa: en este caso, el agua pura atraviesa las membranas bajo la acción de
una presión superior a la presión osmótica.
Otra diferencia fundamental: puede tratarse un agua de salinidad inferior a 500 mg/l con
un grado muy fuerte de reducción de su mineralización (e independientemente de la
salinidad inicial) y un gasto muy pequeño de energía. Este procedimiento se adapta lo
mismo a las aguas muy concentradas, como es el agua de mar, que a las poco salinas
cuya calidad se quiere mejorar.
3.2.5. FLUORURACIÓN Y ELIMINACIÓN DEL FLÚOR
Estos defectos se manifiestan, según los individuos, con unos contenidos muy variables
de flúor en el agua. Es necesario desechar o tratar las aguas que contengan más de 1 a
1,5 mg/l, expresado en flúor.
Se comprende, por tanto, que pueda preverse, según los casos, una aportación artificial,
o la eliminación de este elemento.
A. Fluoruración
En algunas aguas naturales se encuentra hasta 10 mg/l de flúor. Debe reducirse este
contenido hasta 1 mg/l aproximadamente (el límite admisible es tanto menor cuanto
mayor es la temperatura media anual).
En la práctica, se utilizan:
- o bien apatito sintético, que puede obtenerse en el agua por una mezcla,
cuidadosamente controlada, de cal y ácido fosfórico.
Estas sustancias pueden añadirse, en forma de polvo fino, al agua a tratar: por otra parte,
su acción puede combinarse entonces con la del sulfato de aluminio (véase más
adelante). Pero, generalmente, es preferible acondicionarías de forma que se constituya
un material filtrante, que debe regenerarse periódicamente.
Se estima que son necesarios 50 mg/l de magnesio para eliminar 1 mg/l de flúor.
B 4. Filtración sobre carbón activo: este tipo de tratamiento (regeneración con sosa y
gas carbónico) sólo puede aplicarse si se trabaja en medio muy ácido (en principio, pH
3, como máximo) y se practica seguidamente una recarbonatación, lo que le hace
inaplicable en la mayoría de los casos.
En todos los casos, para definir el tratamiento más conveniente, deberán realizarse
ensayos previos (si es posible, sobre el terreno), así como un estudio económico.
Una preaeración en cabeza de un decantador que funcione sin precloración (puesto que
el cloro es un veneno para las bacterias nitrificantes) o a la entrada de filtros que
funcionen a poca velocidad, da lugar a una nitrificación parcial cuyo proceso puede
completarse por reinyección en el suelo de un agua aireada de nuevo y recogida a
continuación, después de una percolación bastante larga.
Los nitritos, intolerables en un agua de bebida, se transforman fácilmente en nitratos por
la acción de un oxidante (cloro u ozono).
A. Eliminación de algas.
Puede limitarse la proliferación de algas reduciendo con cal el contenido del agua en
CO2 asimilable.
Se evita el desarrollo de algas no coloreadas, en las tuberías, por tratamiento del agua
con cal, o por una desinfección cloro-cobre.
Por último, puede impedirse el desarrollo de algas en decantadores y filtros abiertos, por
adición de unos gramos de carbón activo en polvo por m3. Su acción es debida al
obstáculo que opone a la penetración de los rayos solares en el agua, pero, para que se
produzca la coagulación con las algas microscópicas que pudieran encontrarse presentes
en el agua bruta, es necesario efectuar al mismo tiempo una dosificación de cloro. Se
encuentran actualmente en el comercio algicidas de uso reservado a las aguas
industriales, especialmente sales derivadas del amonio cuaternario, pentaclorofenato
sódico y ciertos derivados organosulfurados.
B 1. Microtamizado (ver cap. 9): puede efectuarse una filtración sobre un microtamiz si
el agua sólo contiene algas y no presenta valores considerables de turbiedad, coloración,
materia orgánica, etcétera.
El paso de malla de las telas debe adaptarse a las especies que se quiere eliminar;
generalmente está comprendido entre 10 y 40 micras.
En todos los casos, sin embargo, los elementos de reproducción (esporas o huevos,
según los casos) sólo se eliminan de forma imperfecta y el microtamizado, para ser
eficaz, debe ir seguido de una cloración.
- en cabeza de una instalación de filtración lenta, para aliviar su trabajo durante los
períodos de crecida de plancton;
Fig. 427. - Conjunto de 8 filtros dobles, cargados con carbón activo en grano, para
tratamiento de agua de río. Caudal: 1 500 m3/h. LUBECK (R.F.A.).
Un agua bien tratada deberá tener, por tanto, un umbral igual a 1, que expresa la
ausencia de mal sabor. En algunos países se practica una medida del olor; en Francia, se
considera preferible situarse en las mismas condiciones de apreciación que el
consumidor, aunque una medida del olor pueda ser, con frecuencia, más sensible.
- El ozono tiene una gran eficacia. Sin embargo, puede suceder que el mal sabor sea
debido a la presencia de varias sustancias al mismo tiempo; en ese caso, puede preverse
un tratamiento en dos fases, por ejemplo, con carbón activo en polvo (simultáneo a la
floculación-decantación) seguido de un afinado con ozono después de la filtración. A
veces son necesarios los dos productos para conseguir una desodorización total.
La acción del ozono puede variar en función de la temperatura. Se observa que, para
temperaturas inferiores a 5 ºC, la acción del ozono sobre los compuestos causantes de
los malos olores es pequeña.
Por esta razón, cuando hay que tratar un agua de temperatura variable, interesa
generalmente combinar la acción del ozono con la del carbón activo.
- Cloración, en dosis superior al punto crítico, seguida de eliminación del cloro residual
(pág. 342 y 402).
- Empleo de otros métodos como son el tratamiento con agua oxigenada y la filtración
sobre dióxido de manganeso con carbón activo.
Algunos sabores son debidos también a la combinación del cloro con ciertas materias
nitrogenadas y a la formación de tricloruro de nitrógeno NCI3, de olor a geranio.
Para identificar el olor especial del tricloruro de nitrógeno en el agua, basta compararlo
con el de una muestra preparada de la forma siguiente: en un frasco de 500 ml, se
introducen 250 ml de agua destilada, a los que se añaden unos cristales de cloruro
amónico y después agua de cloro en cantidad justamente suficiente para que una
pequeña parte de la muestra, tratada separadamente con ortotolidina, dé inmediatamente
una ligera coloración amarilla.
El dióxido de cloro (pág. 405) destruye eficazmente los clorofenoles, pero en mucho
menor grado el tricloruro de nitrógeno.
El sabor a clorofenol debido a la reacción del cloro con el alquitrán de hulla de las
tuberías, desaparece normalmente con bastante rapidez.
Los tratamientos mecánicos o por coagulación no tienen efecto sobre los fenoles. La
filtración lenta no los elimina totalmente.
El pH tiene una gran influencia en la dosis de ozono que debe utilizarse: ésta se duplica
si el valor del pH baja de 12 a 7.
Acción del carbón activo: el carbón activo en polvo, aun después de una precloración,
reduce el contenido en fenoles, de una forma más o menos completa, según su
naturaleza, la dosis y el tipo de carbón y la concentración del medio.
Si se quieren eliminar totalmente los fenoles, es necesario efectuar una filtración sobre
carbón activo en grano.
En general, los fenoles son adsorbidos fácilmente por los distintos carbones en granos,
aun después de agotados por materias orgánicas.
B. Hidrocarburos
Aparte de los vertidos accidentales que pueden paralizar temporalmente una instalación,
las películas de hidrocarburos que sobrenadan se eliminan generalmente en la toma de
agua y las trazas que pasan a la planta de tratamiento se retienen por coagulación-
floculación, decantación y filtración sobre arena.
Si estos hidrocarburos dan sabor al agua, puede eliminarse éste, introduciendo carbón
activo en polvo en el decantador, en dosis pequeñas (5 g/g de hidrocarburos). Con una
filtración final sobre carbón activo en grano, se obtendrá una eliminación total.
El ozono destruye totalmente los hidrocarburos policíclicos del tipo 3-4 benzopireno,
sospechosos de ser cancerígenos en presencia de otros compuestos, como son los
detergentes.
C. Detergentes
Se inyectan para ello grandes cantidades de aire, bajo un espesor pequeño de agua; debe
efectuarse, además, un tratamiento complementario de las espumas concentradas, por
evaporación, o con carbón activo. Conviene conocer el contenido en fosfatos del agua
tratada y reducirlo si es necesario.
Se observa una primera fase en la que la cantidad de ozono que debe emplearse varia en
forma logarítmica en función de la reducción del contenido en detergente (ver fig. 428).
Una vez alcanzado un cierto grado de eliminación (70 a 95 % según los casos) se
comprueba la presencia de un contenido residual de detergentes que no puede
destruirse. Este contenido residual, sin embargo, es siempre inferior a los valores que
pueden considerarse excesivos por sus efectos indirectos.
S Acción del carbón activo: el carbón activo elimina los detergentes duros por
adsorción. Su poder de retención es mucho más elevado para los detergentes que para
los fenoles (2 a 5 veces, según los carbones), para una misma concentración final en el
equilibrio. Se utiliza, generalmente, carbón activo en polvo inyectado en la fase de
decantación en la que el pH no desempeña un papel importante. Pueden conseguirse
reducciones del 50 % del contenido en detergentes con dosis de 1 2,5 a 25 g/m3 de
agua, según la naturaleza de los detergentes y el tipo de decantador utilizado (estático o
de lecho de fangos concentrados en carbón).
Aunque teóricamente pueden obtenerse reducciones superiores al 90 % con carbón
activo en polvo, en la práctica no es necesario llegar a estos resultados, los cuales, por
otra parte, exigirían el empleo de dosis muy fuertes (40 a 80 g/m3), no económicas.
Cuando el contenido en detergentes es muy fuerte, debe recurrirse a una filtración sobre
carbón activo en grano.
Acción combinada del ozono y del carbón activo: Puede ser interesante combinar el
carbón activo en polvo con el ozono si los contenidos en detergentes presentan puntas
de fuerte concentración o si se quiere llegar a un contenido residual muy pequeño (el
umbral de percepción es aproximadamente 0,01 mg/l).
D Pesticidas
La filtración lenta tiene un efecto limitado sobre algunos pesticidas. Como tampoco
elimina todos los fenoles ni todos los detergentes, no puede consi-derarse como un
procedimiento moderno de afino.
Acción del cloro, del dióxido de cloro y del permanganato potásico: el cloro y los
peróxidos no actúan sobre los pesticidas dorados. El permanganato ataca parcialmente a
algunos (como el lindane). Por el contrario, hay herbicidas (compuestos orgánicos) que
se degradan fácilmente con el cloro, el dióxido de cloro y el permanganato. Estos
oxidantes no son suficientemente eficaces frente al conjunto de pesticidas presentes en
las aguas de superficie.
Acción del ozono: unos pesticidas son poco sensibles al ozono (Dieldrine HCH, ...);
otros, organoclorados, como el Aldrine, se destruyen con dosis de 1 a 3 g/m3, si su
contenido corresponde al que generalmente se encuentra en las aguas de superficie.
- Con carbón activo en polvo, utilizado en una dosis máxima de 20 g/m3, se eliminan
los sabores producidos por la mayoría de los pesticidas normales. Con algunos
productos (DDT), se obtiene ya una buena reducción con una dosis de 5 g/m3, y en el
caso del Aldrine y el Dieldrine, se obtiene una reducción del 99 % con una dosis de 10
g/m3.
- Con carbón activo en grano, se llegan a reducir los pesticidas hasta un contenido de
trazas.
E. Metales pesados
Acción de los coagulantes: la coagulación con sulfato de aluminio sólo elimina muy
bien la plata, el plomo y el cobre, reduce aproximadamente en un 50 % el contenido de
vanadio y de mercurio, y reduce sólo en un 10 % el de cinc. Por lo que se refiere al
níquel, al cobalto, al manganeso y al cromo, no experimentan reducción alguna
mediante el tratamiento de coagulación.
Acción del carbón activo en polvo: las dosis que normalmente se utilizan (20 g/m3) son
poco eficaces para la eliminación de metales pesados. Sería necesario adoptar dosis de
tratamiento mucho mayores.
F. Conclusión
El medio más eficaz de lucha es el carbón activo, que puede emplearse unido o no al
ozono.
El carbón activo solo no es suficiente para eliminar todo tipo de contaminación (algunos
cuerpos lo atraviesan sin ser absorbidos). La elección entre el carbón en polvo y el
carbón en grano, así como la del tipo que debe utilizarse, está relacionada con la
naturaleza de la microcontaminación, con las exigencias que se fijen en el agua tratada,
y con las posibilidades de regeneración del carbón.
Con el ozono solo se consiguen resultados que no pueden obtenerse con el carbón
activo, especialmente en su acción desinfectante.
Cuando una estación de tratamiento está equipada con una desinfección por ozono y una
instalación de afino con filtros de carbón activo, no pueden darse unas reglas generales
sobre la colocación de estos filtros con relación a los ozonizadores.
4. ESTACIONES DE TRATAMIENTO
Los grupos GSF DEGRÉMONT responden a las siguientes características: son unidades
de tratamiento completas, que trabajan a presión, y están destinadas a suministrar agua
potable a partir de un agua bruta medianamente cargada, con una turbiedad máxima de
500 mg/l. Para valores superiores de turbiedad, se recomienda intercalar, entre la toma
de agua bruta y el bombeo que alimenta al grupo GSF, un predecantador estático, que
consiste generalmente en una simple excavación, y que es suficiente para que
sedimenten las materias más pesadas, con el fin de reducir la carga del agua a unos
límites admisibles en el GSF.
Estos grupos están constituidos por una electro-bomba de agua bruta, que la impulsa a
través de un decantador del tipo CIRCULATOR a presión, seguido de unos filtros de
arena, y envía el agua tratada a un depósito situado a una altura mínima de 10 m sobre
el suelo. Con este depósito se asegura el lavado de los filtros, por retorno de agua, así
como la distribución del agua tratada.
Filtros Filtros
Caudal Decantador
diám etro Volum en m ínim o del
Tipo m áxim o en diám etro en núm ero
en mm depó sito en m 3
m3/h mm
Fig. 429. - Grupo semifijo GSF tipo O y filtro de carbón activo. Caudal: 1,5 m3/h
Centro Nacional de Estudios Espaciales. OUAGADOUGOU (Alto Volta).
4.1.2. INSTALACIONES «BIDONDO»
De caudal superior a los GSF, estas instalaciones suelen abastecer de agua potable a una
comunidad o un pueblo, a partir de un agua bruta medianamente cargada. Funcionan a
presión y constan principalmente de uno o varios decantadores horizontales con
recirculación de fangos, de filtros de arena con lavado por retorno de agua, y de una
dosificación de reactivos (coagulante, neutralizante o corrector de pH y desinfectante)
inyectados mediante tres bombas dosificadoras.
VB 10 10 1 - Ø 2 l L = 5 l 1 - Ø 1600
1 - Ø 2,5 l L = 5 1 - Ø 2000
VB 15 15 l
VB 20 20 2 - Ø 2 l L = 5 l 2 - Ø 1600
VB 30 A 30 3 - Ø 2 l L = 5 l 3 - Ø 1600
2 - Ø 2,5 l L = 5 2 - Ø 2000
VB 30 B 30 l
- en las instalaciones tipo C.R., con lavado por retorno sólo de agua;
- en las instalaciones tipo C.S., con lavado por aire comprimido, combinado con un
retorno de agua.
La elección entre las dos formas de lavado depende de la naturaleza del agua bruta.
Conviene adoptar para el depósito de agua filtrada el mismo diámetro que para el
decantador, con el fin de poder utilizar los mismos encofrados en la construcción del
hormigón armado. Existen numerosos modelos normalizados de instalaciones
AQUAZUR, cuyos caudales están comprendidos entre 10 y 100m3/h y que se pueden
adaptar a las calidades de agua que normalmente se encuentran. En el caso de aguas
cargadas, es necesario un desbaste previo del agua bruta.
Los elementos mecánicos auxiliares, bombas de agua bruta y de agua tratada, bomba y
compresor de lavado, y dosificadores de reactivos, se dispo nen dentro de un edificio en
el que puede instalarse, eventualmente, un transformador eléctrico o grupos alternadores
Diesel.
Fig. 432. - Instalación Aquazur tipo CR 60, Le Brulé (La Reunión). Caudal: 40 m3/h.
4.2. Estaciones medianas y grandes
4.2.1. PRINCIPIOS
Las estaciones de mediana y gran importancia se conciben según los mismos principios
de tratamiento, dictados por las características del agua bruta y la calidad deseada para
el agua tratada. La realización de estos principios varia en función de la importancia de
las estaciones, de las condiciones locales de instalación, de los reactivos disponibles y
de su suministro, etcétera.
Por ejemplo:
- Los filtros abiertos de hormigón son del tipo de colector de inyección de aire, para
pequeñas superficies filtrantes, y del tipo de canal agua-aire, en el caso de grandes
superficies.
- las características físicas del agua: carga de materias en suspensión, color, falta de
oxígeno o exceso de gas carbónico;
Se encuentran en este caso las aguas subterráneas, normalmente de buena calidad, pero
que se enturbian en ciertos períodos del año (fig. 433).
Fig. 433. - Coagulación parcial sobre fitros cerrados, con neutralización eventuaL
Fig. 434. Estación tipo Aquazur TAIAMA (Sierra Leona). Caudal: 50 m3/h
Este esquema podría completarse con una preozonización si, a una turbiedad baja, se
une un fuerte color.
B. Aguas de turbiedad media, con color, materias orgánicas, etc.:
Cuando lo permiten la naturaleza del agua y la calidad del fango, puede utilizarse
también un flotador, como en el caso de Guingamp (fig. 435).
En este caso, los reactivos se introducen en una cámara de mezcla, seguida del
floculador, del flotador y de los filtros.
una inyección eventual de carbón activo en los decantadores de lecho de fangos tipo
Pulsator;
- un depósito de retención;
- decantación;
C. Aguas cargadas:
Los decantadores son del tipo de rasquetas con floculador interior de paletas. El
floculador podría ser igualmente exterior.
Fig. 442. - Decantación en una fase - Filtración. Estación tipo BAGDAD (Iraq). 100
mgd
Fig. 445. - Estación de tratamiento de agua del Orne para abastecimiento de agua
potable a CAEN (Calvados). Caudal: 2500 m3/h.
Fig. 446. Instalación de desferrización provista de 2 torres de oxidación y 12 filtros a
presión. Estación de bombeo de TOURCOING (Francia). Caudal: 500 m3/h.
Puede completarse este esquema con una precloración para luchar contra las bacterias,
una neutralización, por reacción con un reactivo alcalino o por filtración final sobre un
producto neutralizante, una eliminación de manganeso por tratamiento con un producto
aluminoso especial, o una filtración sobre carbón activo en grano para eliminar los
malos sabores.
Las figuras 422, 423 y 447 representan los tres esquemas más utilizados:
Entre los diversos tratamientos especiales, ofrece gran interés y se encuentra muy
extendido el correspondiente al agua de preparación de bebidas gaseosas. El esquema
448 se refiere a una instalación que comprende una descarbonatación con decantación,
en presencia de una dosis fuerte de cloro, una filtración sobre arena, un almacenamiento
de agua filtrada para lavado de los filtros y toma, por bombeo, hacia una filtración sobre
carbón activo en grano, seguida a veces de una filtración de seguridad para retener,
eventualmente, los finos de carbón activo.
Fig. 448. - Instalación de tratamiento de agua para bebidas embotelladas.
Fig. 450 C. - Estación de tratamiento de San Martín Palermo II, para abastecimiento de
agua potable a BUENOS AIRES. Caudal: 36000 m3/h.