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según el esquema que de ello deriva, y que se impone durante un cierto tiempo hasta
que se produce una revolución científica y es substituido por otro nuevo, es posible
reconstruir la historia de las interpretaciones de Platón como la sucesión de cuatro
paradigmas interpretativos fundamentales (pp. 27-37):
En primer lugar vendría el paradigma originario nacido con el propio Platón, con-
sagrado por sus discípulos directos y desarrollado en la primera Academia. Se caracte-
rizaría por una preeminencia de las doctrinas no escritas sobre los escritos platónicos.
En segundo lugar vendría el paradigma neoplatónico, basado sobre todo en los
textos escritos pero interpretados desde una perspectiva muy alegórica y utilizando
elementos fundamentales de las doctrinas no escritas. Pasando por cuatro momentos
específicos, este paradigma se mantendría durante toda la Edad Media y llegaría has-
ta el siglo XIX.
En tercer lugar vendría el paradigma romántico, surgido en el siglo XIX por obra
sobre todo de Schleiermacher y continuado en el siglo XX. Se basa en la preeminen-
cia casi absoluta de los escritos, excluyendo o limitando fuertemente el valor de las
doctrinas no escritas.
Finalmente, viene el paradigma propuesto por la Escuela platónica de Tubinga,
iniciado en la segunda mitad del siglo XX y que acabará sustituyendo al anterior pa-
radigma romántico. Sitúa en primer plano las doctrinas no escritas junto a los escri-
tos platónicos, y las presenta como necesarias para poder comprender adecuadamen-
te los mismos escritos y alcanzar una visión global del pensamiento de Platón.
mayor mérito que posee, sino sólo las de mérito menor, reservando las de mayor mé-
rito exclusivamente para la oralidad, pudiendo auxiliar y defender a las obras escritas
cuando es preciso:
Y lo que hemos de anunciar es que si, sabiendo cómo es la verdad, compuso estas cosas,
pudiendo acudir en su ayuda cuando tiene que pasar a probar aquello que ha escrito, y
es capaz con sus palabras de mostrar lo pobre que quedan las letras, no debe recibir su
nombre de aquellas cosas que ha compuesto, sino de aquellas que indican su más alto
empeño (…) Entonces, el que, por el contrario, no tiene cosas de mayor mérito que las
que compuso o escribió dándoles vueltas, arriba y abajo, en el curso del tiempo, unien-
do unas con otras y separándolas si se tercia, ¿no dirás de él que es un poeta, un autor
de discursos o redactor de leyes? (Fedro, 278c-e).
El profesor Reale reconoce que en estos textos Platón no dice explícitamente en
qué consisten exactamente esas “cosas de mayor mérito”, aunque si que lo hace en la
Carta VII. Además, del mismo texto del Fedro se desprende que esas “cosas de mayor
mérito” que pueden acudir en ayuda de lo escrito son las cosas que se remontan a los
fundamentos mismos de las cosas escritas y por eso le otorgan solidez, claridad y per-
fección. Y dado que en el pasaje entero se habla en varias ocasiones de los temas que
se refieren a las cosas justas, bellas y buenas, esas “cosas de mayor mérito” son sin
duda, en el sentido más elevado, los Principios primeros supremos (pp. 75-91).
En la Carta VII Platón se ocupa de los mismos temas que acabamos de ver en el
Fedro, pero en ella indica deforma más explícita los contenidos sobre los que se negaba
a escribir (pp. 94-102). Explicando su relación con Dionisio de Siracusa, Platón lamen-
ta que éste, como otros, pusiese por escrito las cosas más importantes que había escu-
chado de él, con lo que demostró que no las había entendido, pues estas cosas no pue-
den ser comunicadas como las otras, sino que sólo pueden ser confiadas a la oralidad:
En todo caso, al menos puedo decir lo siguiente a propósito de todos los que han escri-
to y escribirán y pretenden ser competentes en las materias por las que yo me intereso,
o porque recibieron mis enseñanzas o de otros o porque lo descubrieron personalmen-
te: en mi opinión, es imposible que hayan comprendido nada de la materia. Desde lue-
go, no hay ni habrá nunca una obra (s_ggramma) mía que trate de estos temas. El cono-
cimiento de estas cosas, en efecto, no es comunicable como los otros conocimientos, si-
no que después de una larga convivencia con el problema y después de haber intimado
con él, de repente, como la luz que salta de la chispa, surge la verdad en el alma y crece
ya espontáneamente. (Carta VII, 341b-d).
El conocimiento de estas cosas más grandes y de mayor mérito sólo es posible me-
diante la oralidad dialéctica, pues requiere una larga serie de discusiones hechas en
estrecha comunión entre el que enseña y el que aprende hasta que nazca en el alma
del que aprende la luz que ilumina la verdad. Requiere cierta comunidad de vida y
cierta capacidad, dotes especiales y un largo trabajo, lo que excluye a la mayoría de
los hombres. Como indica el propio Platón, nadie podría, tanto por escrito como oral-
mente, exponer esas materias mejor que él, pero no serviría de nada ante los no capa-
citados:
Sin duda, tengo la seguridad de que tanto por escrito como de viva voz, nadie podría ex-
poner estas materias mejor que yo; pero sé también que, si estuviera mal expuesto, na-
die se disgustaría tanto como yo. Si yo hubiera creído que podían expresarse satisfacto-
riamente con destino al vulgo por escrito u oralmente, ¿qué otra tarea más hermosa ha-
bría podido llevar a cabo en mi vida que manifestar por escrito lo que es un supremo
servicio a la humanidad y a sacar a la luz en beneficio de todos la naturaleza de las co-
sas? Ahora bien: yo no creo que la discusión filosófica sobre estos temas sea, como se
dice, un bien para los hombres, salvo para unos pocos que están capacitados para des-
cubrir la verdad por sí mismos con unas pequeñas indicaciones. (Carta VII, 341d-e).
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a partir de las doctrinas no escritas a las que ellos conducen y que presuponen conti-
nuamente. De hecho, entre las supuestamente abundantes alusiones de los diálogos a
esas doctrinas últimas, Krämer destaca las más especialmente significativas: Protágo-
ras, 356e-c; Menón, 76e – 77b; Fedón, 107b; República, 506d – 507a y 509c; Parménides,
136d-e; Sofista, 254b-d; Político, 284a-e; Timeo, 48c-e; Leyes, 894a (pp. 112-118).
Es importante también el que se considere que al completar la teoría de las Ideas o
Formas contenida en los diálogos con la teoría de los Principios primeros y supremos,
dicha teoría de las Ideas o Formas no pierde su importancia, sino que precisamente
gana en consistencia y en coherencia al presentarse sus bases objetivas ausentes en los
escritos (pp. 161-164).
Emprende entonces el profesor Reale la tarea de mostrar la reinterpretación de los
diálogos más significativos de Platón a partir de la teoría de los Principios primeros y
supremos de la realidad, que incluso producen las Ideas o Formas, tal y como ésta se
halla formulada en la tradición posterior, y especialmente en Aristóteles, pues él la
transmite sin mezclarla con su propia filosofía como hacen Espeusipo y Jenócrates, o
con alguna simple alusión, como hace Teofrasto, que aún así aportan fundamentales
informaciones (pp. 38-44 y 214-265). Veamos algunos ejemplos significativos de las
reinterpretaciones de los diálogos realizadas por la escuela de Tubinga y por el profe-
sor Reale:
Relectura del Fedón (pp. 137-158). En este importante diálogo Platón muestra la
existencia de un mundo inteligible o esfera de las realidades que no son sensibles sino
solamente pensables y que son la verdadera causa o explicación de lo sensible. Esta
afirmación de las Ideas es acertadamente señalada por las lecturas tradicionales. Pero
el diálogo indica algo más, pues alude al Uno (Fedón, 101c) y luego apela a la necesi-
dad de encontrar en los análisis un principio que ya no necesite de ningún otro princi-
pio (Fedón, 101d – 102a, 107a-b), lo que no se refiere a una Idea en general relacionada
con el tema del que nos ocupemos, como se ha sostenido, sino a los Principios prime-
ros y supremos que según la tradición no escrita se hallan por encima de las Ideas.
Relectura de la República (pp. 315-361). En República 506d – 509c Platón realiza el
tratamiento más extenso de todos los realizados en sus escritos acerca de la doctrina
del Bien, y sin embargo dicho tratamiento dicha mucho de ser completo y satisfacto-
rio. De hecho al inicio y al término de su análisis él mismo indica las limitaciones que
se impone al ocuparse del tema, pues aunque afirma que conoce lo que es en sí mismo
el Bien, su esencia, añade que formular su definición implicaría elevarse a un nivel su-
perior al de la discusión que se está manteniendo, por lo que dejará mucho de lado y se
limitará a precisar lo estrictamente necesario para solucionar el problema ético-político
que se está planteando. Se afirma así que el Bien posee una esencia cognoscible, pero
ésta no se revela. Se afirma que el Bien es fundamento de toda virtud y de todo cuanto
es útil y valioso, siendo además causa de la cognoscibilidad de las cosas conocidas y
causa de la facultad de conocer que posee el ser humano, que es incluso causa del ser y
de la esencia, pero no se da ninguna explicación. Se afirma incluso que el Bien se co-
loca por encima del ser, pero, una vez más, no se explica cómo ni por qué. Frente a
esta situación, el paradigma hermenéutico tradicional deja estos problemas como
insolubles y se limita a señalar que serían tratados en un diálogo posterior que
Platón planeaba escribir pero no escribió. Sin embargo, indica el profesor Reale, to-
das estas remisiones y referencias encuentran sentido gracias a la tradición indirecta
u oral. En realidad, en República Platón proporciona las suficientes indicaciones para
que pueda orientarse perfectamente aquél que conoce sus doctrinas reservadas a la ora-
lidad, aquél que puede ocuparse de la cuestión de los Principios primeros y supremos,
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paso del no-ser al ser, sólo puede producirse sobre la base de las dimensiones y de las
operaciones matemáticas y geométricas, gracias a los entes matemáticos intermedios,
que según la tradición oral, están conectados a su vez con las Ideas-Números y con los
Principios primeros.
que se realiza del Sofista. Como hemos visto, el profesor Reale niega que en este diá-
logo se expongan las cinco Ideas supremas que permiten combinar las demás Ideas
específicas, y cita para ello un texto, Sofista, 254b-d, en el que se dice que no se van a
tratar todas las Ideas, sino algunas de las consideradas mayores, lo que se interpreta
en el sentido de que en el diálogo no se explica la trama lógica de la totalidad de las
Ideas, y ni siquiera las Ideas más importantes. Se destacan después diversas referen-
cias al Uno, que según las doctrinas no escritas se encuentra por encima de las Ideas,
y por tanto se concluye que de manera indirecta o solapada Platón está reflejando su
doctrina oculta más allá de lo meramente afirmado por escrito.
Pero si se lee con atención el pasaje citado y su contexto, se aprecia que en ese mo-
mento Platón sólo se está refiriendo a tres de las Ideas genéricas, el ser, el reposo y el
movimiento, añadiéndose en análisis posteriores dos ideas más, lo idéntico y lo dis-
tinto, con las que a lo mejor sí que se explica la totalidad de las Ideas genéricas. Es
más, aunque no fuese así, aunque hubiese otras ideas genéricas supremas o mayores
que no se analizan, no parece legítimo deducir de este hecho, como hace el profesor
Reale, que como el plano o ámbito suprasensible no está explicado en su totalidad se
admite la posibilidad de que exista algo por encima de las Ideas genéricas o mayores.
4. Conclusión
De la crítica realizada a la concepción global del pensamiento platónico que de-
fienden el profesor Reale y la escuela de Tubinga puede desprenderse un rechazo total
de este libro, lo que no sería exacto. Más allá de que se compartan o no sus principa-
les afirmaciones, lo cierto es que se trata de un libro importante que puede resultar
útil para toda persona interesada en la filosofía de Platón, pero que, eso sí, no pienso
que pueda servir como introducción o como vía de acceso a dicha filosofía, sino más
bien como un interesante complemento. A lo largo de casi mil páginas el profesor
Reale intenta justificar su postura con extensos y prolijos análisis de múltiples pasa-
jes platónicos, análisis que en muchas ocasiones exigen del lector el detallado con-
traste con las propias lecturas o convicciones, que resultan enriquecidas después del
proceso.
DR. VICENTE LOZANO
Universidad Francisco de Vitoria