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Celebración del triduo

pascual
JUEVES SANTO

Comenzamos con esta oración:

¡Conviértenos a ti, Señor...!

Señor, quiero convertirme a ti... no a mí, no a ser yo


mejor...
Señor, quiero dejar de mirarme a mí, y empezar a mirarte a
ti..., mi Dios y único Señor...
Señor, quiero convertirme a ti, no a cambiar yo de vida,
con mis fuerzas y con mis conquistas autosuficientes...
Señor, quiero convertirme a ti... para que el centro de mi
vida seas tú, sólo tú, mi Dios y Señor, y me olvide de mis cosas
y de mí...
Señor, quiero ocuparme sólo de ti... de extender tu Reino a
los demás...
Señor, quiero dejar de lado mi vida y mis intereses
egoístas, para interesarme sólo por ti, y servir humildemente a
los demás...
Señor, conviérteme a ti, a tu palabra, a tu presencia...; así
dejaré de fiarme tanto de mis palabras, de mis proyectos y de
mis realizaciones...
Señor, quiero convertirme a ti..., dejar mis caminos y mis
juicios humanos, y empezar a caminar por tus caminos...
Señor, quiero que seas la única ocupación de mi vida, que
la obsesión de mi corazón seas tú, sólo tú...
Señor, quiero convertirme, día a día, más a ti, en los
pequeños detalles que constituyen mi trabajo diario...

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Señor, ayúdame a convertirme a ti... Yo solo no puedo...
Tanto lo he intentado y siempre vuelvo a quedarme encerrado
en mí...
Señor, ayúdame a convertirme a ti... Sal a mi encuentro,
alienta mi esfuerzo, acoge mis pasos vacilantes...
Señor, ayúdame a empezar cada día, sin desanimarme por
la debilidad de ayer... Hoy es un día nuevo, sin estrenar..., y
quiero convertirme a ti...
Señor, ayúdame a convertirme a ti... Que sienta en mi corazón
tu Espíritu, como una luz que ilumina mi camino hacia ti... y que
me impulsa con el calor de su amor... Señor, conviérteme tú a
ti...
Después del intento de cada día, sé tú mi hogar donde me
encuentre contigo al atardecer del día...
Señor, conviérteme a ti... Sé tú mi descanso..., mi
sueño...,mi amanecer de cada día... Señor, conviérteme a ti...
Señor, conviérteme a ti...

(Después de dar la bienvenida a los jóvenes podemos


empezar nuestra reunión con una lluvia de ideas
acerca de la Pascua). Preguntar:

1.- ¿Cuál es la fiesta más importante para un


cristiano?
2.- ¿Qué es la Pascua para ti?
3.- ¿Cuándo comenzó y que significa Triduo
Pascual?
4.- ¿Con qué intenciones vienes a celebrar la
Pascua?

CLAVES LITURGICAS

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● En orden de importancia, esta celebración es la de
menor relieve en la Semana Santa, aunque sea una de la
mayor asistencia de fieles.
● Debe procurarse que la celebración de hoy no aparezca
como la “Eucaristía” por antonomasia (aunque esto es lo que
sucede en muchas comunidades); la de hoy es un anticipo de
la Eucaristía Solemne que es la de Pascua (Vigilia Pascual).
● No hay elementos extraordinarios hoy, salvo:
a) El traslado de la Eucaristía al Monumento, al final de
la celebración para tener un rato de oración,
contemplación y acompañamiento por todo lo que le
sucedió a Jesús dicha noche;
b) El lavatorio de los pies; donde se realice, debe
hacerse recordando a la Comunidad que San Juan no
narra la institución de la Eucaristía, sino el lavatorio de
los pies, o sea, su equivalente que es el servicio a los
hermanos
PRESENTACION: Hacia la Pascua 2019

La primera fiesta cristiana fue el domingo. Por eso es


llamada "fiesta primordial", “día de Señor”. Se celebraba cada
semana y, probablemente, hasta la primera mitad del siglo II,
fue la única fiesta. Sin embargo, a mediados del siglo II
aparece la primera fiesta anual: la Pascua. Esta debe ser
interpretada, no como una contra-partida del domingo, sino
como una solemnización anual de la misma. Pascua es como
un domingo cualificado. Ambas fiestas -domingo y pascua-
celebran el único acontecimiento pascual de Cristo.
 La primera, a ritmo semanal.
 La segunda, de forma más solemne, una vez al año, en
coincidencia cronológica con la pascua de los judíos. Por
eso la llamamos «la fiesta por antonomasia» o “la madre
de todas las Vigilias”, pues en torno a ella irá configu-
rándose el conjunto del año litúrgico.
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La pascua, tanto por su significación etimológica como por
su contenido teológico, debe ser definida como paso. Por eso,
la celebración pascual es una reactualización, un memorial de
la pascua de Cristo, entendida como «paso de este mundo al
Padre» (Jn 13,1).
Y todo este misterio nosotros lo celebramos en lo que
llamamos Triduo Pascual. El Triduo Pascual, que nos
disponemos a celebrar, no siempre ha sido como lo conocemos
y lo celebramos hoy, y no hablamos sólo de los contenidos de
las celebraciones, sino de ellas en sí mismas. El Jueves Santo,
en concreto, fue tenido durante mucho tiempo como el final de
la Cuaresma y fuera, por tanto, de dicho Triduo.
Para nosotros, el Jueves Santo es el pórtico del Triduo
Pascual, y hemos de esforzarnos en insertarlo fuertemente en
sus raíces pascuales para que no se quede, como muchas
veces está sucediendo, en una celebración altamente emotiva
y sentimental en la que recordamos, sí, el mandato del amor, el
lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía y del
sacerdocio, pero que apenas nos hace sentirnos al comienzo
de ese camino que nos va a llevar a la Pascua.
La Pascua necesita empezar ritualmente donde empezó
históricamente: en el Cenáculo, para que nadie reduzca la
grandeza total de la Eucaristía, para que nadie la utilice como
una devoción empequeñecida, para que nadie la descentre de
su auténtico centro que es precisamente la Pascua. Si el
momento culminante de este Triduo es la celebración
eucarística de la Vigilia Pascual, no se puede olvidar que todo
fue anunciado en la Última Cena, y que la Iglesia ha
conservado en su corazón la palabra que le permite celebrar la
Pascua de Jesús con el nuevo rito por El instituido. Por tanto,
Vigilia Pascual y Jueves Santo se reclaman mutuamente y
ambos se con-centran en el misterio de la Cruz gloriosa del
Viernes Santo, en la inmolación del genuino y único Cordero
Pascual.

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Y la Eucaristía de la Vigilia, todavía no suficientemente
apreciada, valorada y celebrada, acumula todo el sentido de la
Pascua. Desde el Jesús Resucitado es como podemos y
debemos contemplar el misterio del Cená-culo y el de la Cruz.
La Vigilia Pascual recapitula y sintetiza todo el misterio de
Cristo. Por eso la Iglesia primitiva concentraba en esta
celebración todo el misterio pascual del Señor. Hoy, el Triduo
Pascual, sin perder la unidad del misterio, desglosa los tres
acontecimientos (Cristo Muerto, Cristo Sepultado, y Cristo
Resucitado) que dan sentido pleno a la memoria de los
sacramentos pascuales.
En todo caso hay que resaltar el papel central de la
Eucaristía en la noche de pascua. Ese es el momento en que la
comunidad realiza, a nivel de misterio, su «tránsito» pascual.
Es el paso de las tinieblas a la luz, de la noche al día, de la
tristeza del ayuno a la alegría de la fiesta. El Señor glorioso,
triunfador de la muerte, se ha hecho presente en medio de los
suyos. A través de la celebración la Comunidad experimenta,
junto con Cristo, su «paso de este mundo al Padre».
No es fácil determinar la fecha en que la Iglesia comenzó a
celebrar la pascua una vez al año. Tampoco es fácil señalar si
el inicio de la celebración anual de la pascua apareció a un
tiempo en todas las Iglesias. La opinión más generalizada hoy
día supone que la comunidad de Roma no celebró la fiesta
anual de la pascua hasta que la introdujo el papa Sotero hacia
el 165. Este paso se llevó a cabo por influjo de las Iglesias de
Oriente que, desde el 135, celebraban ya en domingo la fiesta
anual de la pascua. En todo caso, puede afirmarse con una
cierta seguridad que, en la segunda mitad del s. II, todas las
Iglesias celebraban anualmente la fiesta de pascua.
Respecto a la forma de la celebración, habría que decir
que se trata de una celebración nocturna que se inicia con la
caída del sol, entrada ya la noche, y termina al alba. En una
primera época, la noche de pascua estuvo fuertemente
marcada por un clima de ansiosa espera. La comunidad se
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reunía para esperar la vuelta del Señor resucitado. Durante
este tiempo de espera vigilante la comunidad escuchaba la
palabra de Dios a través de lecturas del AT y del NT, cantaba
salmos y oraba insistentemente al Señor ansiando vivamente
su venida. El encuentro con el Señor glorioso tendría lugar en
el momento de la eucaristía. En ese momento -al celebrar el
banquete eucarístico- se rompía el ayuno, mantenido
celosamente por la comunidad durante varios días antes de la
pascua. Entonces comenzaba la fiesta.

(Esta reseña se puede leer o se les puede explicar. Una vez


hecha se puede comentar brevemente qué les ha parecido,
qué les ha llamado la atención, qué conocían o no… Por qué
se dice que la Eucaristía de la Vigilia, todavía no es
suficientemente apreciada, valorada y celebrada…)

DIOS HABLA: A la escucha de la Palabra de Dios

Ex. 12, 1-8. 11-14

«El día 14 del primer mes, al atardecer, es la Pascua del


Señor» (23, 5). Es una prescripción del Levítico que el judío de
toda época y lugar ha procurado siempre cumplir: empezaron a
celebrar esta fiesta en Egipto (Ex. 12), la rememoraron los
liberados de la esclavitud, en Guilgal, con Josué (Jos 5, 10 ss.)
y continúan esta tradición muchos judíos de hoy. En la época
del NT era la fiesta judía más importante.
La etimología «pascua», así como sus orígenes, nos son
totalmente desconocidos.
El texto recoge tradiciones muy antiguas, aunque su
redacción última sea posterior al destierro, después de la
cautividad de Babilonia. Se divide en dos partes:
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1.- Versículos del 2-11: Ritual del sacrificio y comida de la
víctima pascual. De un rebaño de ganado menor se separa un
animal, consagrándolo a la divinidad. La Pascua se celebra al
comienzo de primavera (primer mes del año, llamado Abib o
Nisán), cuando resurge la vida, y en ella ha de participar toda la
comunidad. Con la sangre del animal sacrificado se rocían los
dinteles de las puertas, como rito de defensa contra los malos
espíritus y posibles desgracias, costumbre parecida a otras
actuales como la herradura tras la puerta o el ramo de olivo o
palmera del Domingo de Ramos atado al balcón de la casa
como escudo protector o clavado en el mismo campo para
evitar los pedriscos... El banquete se celebra al atardecer y su
preparación es muy rápida: se comen hierbas del desierto que
no necesitaban cultivo, se asa el animal al fuego... Todo esto,
así como los detalles del v. 11, evocan las comidas-sacrificios
de gente nómada tras su jornada pastoril. El origen de la
Pascua pudo muy bien ser una fiesta de pastores.
2.- Versículos del 12-14: Explicación de estos ritos. La
nueva vegetación que surge en primavera es de enorme
importancia para la pobre economía de una sociedad pastoril.
En sus orígenes, la Pascua pudo ser una fiesta de pastores en
la que se celebraba esa fuerza misteriosa de la naturaleza que
irrumpe en campos y praderas. Israel, al adoptarla, le dio un
nuevo significado de tipo histórico: la liberación del pueblo de la
esclavitud egipcia. Si para los antiguos nómadas la Pascua, en
primavera, evocaba el «paso» de la muerte a la vida en la
naturaleza, para los judíos conmemoraba el «tránsito» de la
esclavitud-muerte a la liberación-vida. En agradeci-miento al
Dios liberador, Israel celebrará esta fiesta anualmente.

Reflexiones. El libro de la Misnah, que recopila las leyes


orales judías, evoca el espíritu con el que este pueblo
celebraba la Pascua en la época posterior al NT. Dice así: «En
toda... generación, es un deber para el hombre considerarse a
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sí mismo como si hubiera salido de Egipto... No a nuestros
Padres solamente El los salvó, el Santo, ¡bendito sea!, sino
también a nosotros mismos nos salvó en ellos... Por este
motivo, tenemos el deber de dar gracias, alabar..., glorificar y
bendecir a Aquél que hizo para nuestros Padres y para
nosotros todas esas señales: a El que nos sacó de la
servidumbre hacia la libertad, de la angustia hacia la alegría,
del duelo hacia la fiesta, y de las tinieblas hacia la gran Luz, y
de la opresión hacia la liberación. Y cantemos en su presencia
un cántico nuevo: Aleluya».

—¿Qué sentido tiene nuestra Pascua? ¿Sacamos a


alguien de la servidumbre a la libertad, de la angustia a la
alegría, del duelo a la fiesta...? El magnífico gesto de Jesús de
hoy nos exige bastante más que lavar unos pies ya limpios.
Hay que meter, sin miedo y hasta el fondo, nuestras
cuidadosas manos en los nauseabundos problemas de la vida
para intentar dar alivio a los que los padecen.

—El v. 11 afirma que nuestra celebración de la Pascua no


es sólo un recuerdo de lo que acaeció en aquel tiempo, sino
también una exigencia: estar prontos para una nueva marcha
en el momento en el que Dios lo pida. Marcha que implica
ruptura con nuestra vida sedentaria de comodidad, con nuestra
sociedad de consumo... rumbo a lo desconocido, a la dura
condición de peregrinos, de seres comprometidos con la
liberación de nuestro mundo. Este debe ser nuestro
compromiso con el Dios liberador.

(Se puede utilizar como momento de reflexión o dinámica


el número 1)

ROMPIENDO ESQUEMAS

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No era una cena cualquiera. Era la noche de la cena de la
Pascua, el momento de recordar ritualmente la noche de la
liberación. Y por eso, estaba todo estructurado. El día 10 del
mes de Nisán, cada familia -o con los vecinos, si la familia era
pequeña- debía procurarse un cordero o cabrito macho, sin
defecto, con cuya sangre marcar las jambas y el dintel de la
casa, tal y como hicieron los hijos de Israel en Egipto, asarlo al
fuego y comerlo a toda prisa, acompañado del pan ácimo de la
premura y las verduras amargas que iban a recordar el mal
trago pasado en el desierto camino de la tierra prometida. Una
cena en la que representar, comiendo de pie, preparados para
salir, con las ropas y las sandalias para el camino, aquella
última cena en Egipto huyendo de las tropas del Faraón,
Jesús lo sabía. La había celebrado otras treinta y tantas
veces. Pero aquella cena era especial; era la cena de
despedida de sus amigos. Y por eso, no escatimó en romper
moldes y dejar grabadas ciertas imágenes en el corazón de los
que le acompañaban. Muchos detalles nos informan de ello.
Por ejemplo, quiénes eran sus invitados. Normalmente
aquella debía haber sido una noche en familia, una noche en la
que reunirse con padres, hermanos, primos, parientes... para
comer con ellos el cordero de la Pascua, Jesús rompió
esquemas y se puso a cenar con sus amigos, con esas
personas que tantas cosas habían compartido los tres últimos
años junto a Él. Dicen que también allí en aquél cenáculo
estaban las mujeres: Jesús nunca las dejó al margen, siempre
tuvo palabras para ellas y un hueco para tratarlas como lo que
también son y otros les negaban: imagen de Dios con la misma
dignidad que cualquiera de sus hijos; a muchos eso también
les escandalizaba.
Quizás los más puritanos y estrictos cumplidores de la ley
se sintiesen irritados de ver la falta de respeto de Jesús y sus
amigos; cenaban postrados, de tal forma que el evangelio de
hoy nos indica que Jesús se levantó (incluso que incumplió la
norma de estar con 'la cintura ceñida', quitándose el manto y
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ciñéndose una toalla), o que el discípulo al que Jesús tanto
quería tuviese la cabeza recostada en su pecho antes de
preguntar al Maestro acerca de quién iba a ser el traidor.
Es posible que otros se molesten y llenen de "ira santa" al
ver que Jesús no respetó lo que la Agadá de Pesaj indica como
lo correcto en una noche así.
El caso es que Jesús sabía que debía romper moldes. Y
debía hacerlo, en primer lugar, para que aquella cena tuviese
toda la fuerza que merecía: era un auténtico sacramental
valioso no por el rito en sí, sino por ese valor de memorial y de
actualización que siempre debe tener cualquier rito -de lo
contrarío, caemos en el mero cumplimiento y en la superstición
incluso-. En adelante, cuando aquellos discípulos celebrasen la
cena de la liberación deberían evocar la nueva liberación, la
definitiva, la que iba a dejarles Él.
Y por eso interrumpió Jesús la cena para dejarles
impactados con la imagen del Maestro haciendo la labor del
esclavo: lavar los pies de los comensales. Uno a uno. Con
esmero. Sin dejarse a nadie. Al amado y al traidor. Al
impetuoso, al falto de fe, a los preocupados por querer ser más
que los otros, a los inteligentes y a los torpes. Sin distinción. "Y
si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies... haced
vosotros lo mismo".
Todo un signo para romper esquemas y poner en el centro
lo que es fundamental: nuestro Dios no quiere otro sacrificio,
otra ofrenda ni otro rito que el de amar. Con todas las
consecuencias. En un mundo y una sociedad tan preocupados
por cumplir preceptos, pero tan vacíos a veces de compromiso
por el otro, esa lección de amor que Jesús empezaba a dar en
ese momento y que culminaría horas más tarde daba nuevo
sentido a aquella cena, y hacía que, para siempre, recordarla
con el signo sensible del pan y el vino fuera calificado como el
"Sacramento del Amor".

ROMPAMOS ESQUEMAS
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Pues bien: un día como hoy quizás también nosotros
debamos buscar, sobre cualquier otra cosa, lo que da origen a
nuestros ritos y recuperar ese amor primero que está en su
origen. Nuestro Jueves Santo debe estar marcado por el amor;
no puede ser una mera representación casi teatral de un Jesús
que encarna el sacerdote y unos discípulos encarnados por
varones de la comunidad... ¡Qué poco le hubiese gustado a
Jesús quizás que nos quedemos sólo en ese gesto a veces
demasiado vacío de contenido! Él, que no estableció
diferencias entre varón y mujer, rico o pobre, enfermo o sano,
culto o Ignorante..., quizás gustaría más de ver una asamblea
unida por el amor y la unión de quienes se saben hijos de Dios
y con la misma dignidad. Mucho mejor, quizás, que seamos
capaces de lavarnos los pies unos a otros y estemos al servicio
de la mujer maltratada, el inmigrante sin papeles, el pesado al
que nadie aguanta, el anciano que vive solo, el alcohólico que
pide a la puerta de nuestra iglesia y al que nadie le da nada
porque nos estafa -ni siquiera soluciones a una vida sin salida-
o al que tenemos al lado y le negamos ese poco de atención
que a todos nos gusta que nos presten.
Hoy los cristianos comenzamos un triduo, una gran
celebración continua que dura tres días, y en la que decimos
que "morimos al hombre viejo y renacemos como hombres
nuevos". Y no sé yo muy bien si somos conscientes de todas
las "vejeces" que abandonar. Hoy, el Maestro y el Señor, nos
enseña a amar desde actitudes bien concretas: el servicio, que
consiste en ponerse a los pies del otro para hacer cosas
desagradables sin pedir paga ni recompensa (y eso debe
darnos que pensar en las veces en que nos negamos a que
nos pisoteen, o nos otorguen tareas desagradables, o no
tengan cuando menos palabras de agradecimiento y alabanza
a nuestra tarea); nos enseña a ser capaces de amar como Él
amó a todos: a Juan, a Pedro... y a Judas (y eso debe darnos
que pensar en las veces en que confundimos el auténtico
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'amor', que es buscar siempre lo mejor para el otro, con la
sensación de 'cariño' o los meros sentimientos... si lo
confundimos jamás seremos capaces de amar al enemigo, o al
que nos traiciona, nos niega o nunca encuentra tiempo para
nosotros). Hoy vemos a un Jesús que nos ama con todas las
consecuencias; que tiene tanto amor por nosotros que no se va
a echar atrás cuando le pidan explicaciones de por qué nos
defiende, que no se retractará cuando le amenacen con la
muerte, que nos defenderá delante de cualquiera (y eso nos da
que pensar sobre nuestra incapacidad para defender otros
Intereses que no sean los propios, sobre nuestras traiciones a
los demás...). Un Jesús que no 'ama' en abstracto, sino en
concreto, tan concreto como para enseñarnos el auténtico
sentido de la palabra 'amigos' (y quizás también sea bueno que
hoy pensemos sobre qué tipo de 'amigos' somos para los
demás...).
Hoy Jesús nos deja varios regalos para recordarle y revivir
la experiencia de aquella Cena. Pan, vino... insignificantes;
pero que para nosotros se convierten en sagrados, como lo es
para una novia el anillo que le regaló su novio cuando le pidió
la mano, que no sólo le hace recordar, sino también volver a
vivir aquella experiencia. Así de sagrado es para nosotros ese
pan tras el que vemos su Cuerpo que se entrega, ese vino tras
el que hay tanto amor como para derramar hasta la última gota
de su Sangre. Tan sagrado como hoy poder reencontrarle en la
figura de quienes hacen esto en su Memoria.
Demos gracias por tanto amor... pero no caigamos en la
tentación fácil de celebrar sólo un bonito rito; eso sería
traicionar a quien ha querido que detrás de todo gesto, por
encima de cualquier otra cosa, pongamos amor.
Jesús nos espera en la Eucaristía, en la Acción de Gracias a
nuestro Padre. ¡No faltes!

(Podemos leer o meditar en grupos y responder a las distintas


preguntas que se hacen del apartado titulado:
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¿D) QUÉ LES PASA A NUESTRAS CELEBRACIONES? No
quedarnos en lo amargo si no pasar a lo alegre y festivo).

1.- MOMENTO DE REFLEXION - DINAMICA DE GRUPO

A) SOY UN SER LLAMADO A LA LIBERTAD

I. SER PERSONA
La realización del hombre o mujer como tales consiste en
llegar a ser persona, a ser plenamente consciente y libre ante si
mismo y ante la realidad. En llegar a tener la capacidad de
responder a las preguntas que conlleva la propia existencia o a
buscar la respuesta fuera de si y dentro de uno mismo sin caer
ni en los sociologismos ni psicologismos falsos.
Una dificultad que encontramos para ello, es la tendencia a
querer SER NIÑO: a recibir todo hecho, a sentirse feliz si se le
da lo que le gusta o infeliz si no se le da; a vivir irracionalmente,
movido por caprichos, estados de ánimo, situaciones que le
pueden. Los porqués de esta situación suelen ser: "porque
quiero", "porque me apetece", "porque me da la gana", "porque
me gusta".

II. VALORES QUE INTEGRAN LA PERSONALIDAD

a) AUTOCONCIENCIA: Tener un conocimiento suficiente


de si mismo (cualidades y defectos, posibilidades y limites) y de
la realidad social (cultural, familiar, ambiental...).
b) Libertad como RESPONSABILIDAD: No depender
irracionalmente de ninguna persona, situación, colectivo. Tomar
mis propias decisiones. Tener criterios y opiniones propias,
capacidad para relacionarse desde si mismo, sin alienarse ni
evadirse en un colectivo y tomar las responsabilidades ante
uno y ante los demás que exige una vida compartida.
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c) Sentido crítico como CREATIVIDAD: Deseo de
construirse como persona. Ser el promotor de la propia vida, el
que decide sobre ella. Tener la capacidad de orientar y
organizar mi vida (estudio, trabajo, familia, tiempo libre...) con la
orientación y ayuda de los que acompañan el proceso
personal.
d) CAPACIDAD DE DIALOGO: Buscar el contraste y la
comunicación con otras personas. Tomar concien-cia de que la
persona no se hace sola, sino en relación con los demás; a
veces, en la obediencia a los demás.
e) APERTURA A LAS REALIDADES VALIOSAS: Descubrir
aquellas razones y dimensiones de la persona que tienen un
valor en si mismas, que dan calidad y humanidad a la
existencia humana, que la potencian, que la liberan, que la
hace crecer, superarse, trascenderse .
Para ello, formarse una conciencia crítica orientada a
integrar los valores. Descubrir la razón de la propia existencia
en la entrega a los demás.
f) LIBERTAD: Entendida no en un sentido perfeccionista:
verse libre de ataduras, totalmente independiente; ni en un
sentido infantil: hacer lo que me da la gana. Sino, entender la
libertad como:
* ACEPTAR mi proyecto de hombre y de persona en
referencia a unos valores que descubro en el mundo y en las
personas que me rodean.

Esto implica:
- Tomar la vida como un empeño, una conquista que nunca
se acaba.
- No parar. El que se para, deja de vivir, le hacen tomar
una vida que no es suya (alienación) = huir de la lucha por
temor y miedo. La vida no es algo que se me da, sino algo que
debo alcanzar día a día.
- Soy un ser que no está hecho, que tengo que construir.

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DESARROLLO DE LA REUNION

Proponer algunas preguntas para comenzar el diálogo:

a) Haz una lista -ordenada de más a menos- de lo que más te


gusta hacer.
b) ¿Qué es lo que más estimas en las personas?
c) ¿Qué piensas que es lo que más esclaviza a la persona en
la sociedad que vivimos?
d) ¿Conoces alguna persona libre?
e) ¿En qué eres dueño de ti mismo y en qué no?
f) ¿Qué experiencia tienes de los valores que hemos señalado:
autoconciencia, responsabilidad, creatividad, capacidad de
diálogo, apertura a los valores, libertad...?
Señala otros que consideres importantes en tu propio
proceso.

Hacer un intento de síntesis de lo que hemos hablado,


señalando aquellas cosas a las que queremos dar especial
relieve en nuestra vida dentro del plan que Jesús de Nazaret
NOS PROPONE.

B) UN DIA DE EXCURSION

Teresa y Luis con sus hijos Lucía, Juan y Raúl, (19, 14 y 8


años) forman la familia Ríos y han decidido ir de excursión al
campo con el fin de que el contacto con la naturaleza les
acerque a Dios.
Un sábado eligen un lugar un poco lejos. Tras un viaje
divertido y agradable en carro, llegan a su destino. Aparcan y
pasean por un lugar, un poco árido, pero con vistas a un valle.
Después de jugar un rato largo toda la familia junta, empiezan
a tener hambre. Hace mucho que desayunaron. Habría que
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pensar en comer. La mayoría quiere acercarse primero al
mirador para disfrutar las preciosas vistas del valle. Pero Juan
(14 años) tiene hambre y no quiere ir al mirador. Sus padres y
hermanos tratan de convencerle con el panorama tan bonito
que van a disfrutar. Pero Juan insiste. Quiere salirse con la
suya a toda costa. Por fin su padre le hace reflexionar sobre su
postura: No debes imponer lo que te apetece por encima de lo
que todos desean. Tienes que pensar en los demás.
Una vez en el mirador, estuvieron observando la belleza
del valle que se divisaba desde allí. Luis rezó en voz alta:
Gracias, Dios mío, por el maravilloso regalo de la naturaleza.
Todos permanecieron un rato en silencio admirando el gran
regalo de Dios.
Al ponerse en marcha Raúl, (8 años) el más pequeño,
juega en el borde del mirador, y Teresa le coge del brazo para
evitar un accidente. Lucía (19 años) le dice: Raúl, no siempre
vas a tener a papá y a mamá detrás de ti para evitar que te
caigas. Tienes que ser responsable y cuidarte por ti mismo.
En el carro, camino del restaurante, Lucía cuenta que su
mayor ilusión sería tener el móvil que acaba de salir al
mercado. Teresa le dice: Te lo compro si estás dispuesta a no
tener dinero de bolsillo durante un año, y por lo tanto no poder
salir con tus amigos, ni ir al cine ni a un concierto, ni comprarte
nada de ropa, ni poder hacer un regalo a nadie, ni.... Lucía
interrumpe: Para, para, mamá. No quiero renunciar a mi vida
por un móvil. Su madre añade: Hija, te estaba poniendo a
prueba. Quería saber hasta qué punto estarías dispuesta a
esclavizarte por un móvil. Me alegra mucho tu decisión.

C) LA CONVERSIÓN, UN CAMBIO DE VALORES

En una sociedad como la nuestra, en la que hay que ser


fuerte, destacar y pensar sólo en uno mismo, resulta paradójico
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que tengan tanto éxito las campañas de solidaridad, las
llamadas que se hacen desde los medios de comunicación
para desembolsar unas monedas y tranquilizar la conciencia.
Es que quizá nos creamos que, con amansar nuestros
sentimientos, con acallar el llanto de los que sufren y llenar un
poco el estómago de los que tienen hambre, hemos cumplido.
Frente a esta postura conformista, nos encontramos hoy con un
mensaje más radical. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de la justicia, porque ellos serán saciados (Mt 5, 4-6).

♦ Sentir la llamada a la conversión es recordar el camino


que hizo Jesús hasta encontrarse definitivamente con el Padre.
Jesús, sabiéndose poseedor de la verdad, no se enfrentó
violentamente a los que defendían «la injusticia», sino que,
desde la mansedumbre que brota del amor, se acercó a ellos
buscando un cambio en su corazón...
Hay quien dice que los cristianos estamos llamados a
ofrecer siempre la otra mejilla; pero esto parece que no va con
nosotros: ¿cómo vamos a permitir que, por creernos hermanos,
nos tengamos que comportar como primos?
A San Francisco de Sales le gustaba decir que se cazan
más moscas con una cuchara de miel que con un barril de
vinagre. ¡Cuánta razón tenía el Santo! Gandhi, que no era
cristiano, entendió a la perfección cuál es el secreto y el tesoro
que se esconde tras la mansedumbre: quien es capaz de
denunciar la injusticia padeciéndola en sus propias carnes se
convierte automáticamente en profeta que anuncia y construye
la verdadera justicia.
♦ La justicia no se impone, se propone con el testimonio; y
éste es mucho más veraz cuando se da con la propia vida.
Jesús, convencido de que estaba cumpliendo con la
voluntad del Padre, subió al monte de los olivos a rezar; y lloró
amargamente por él y por su pueblo: tuvo que sufrir en su vida
las calumnias que contra él se vertían y al final de su vida
aguantó las afrentas y golpes de quienes le perseguían...
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Nuestra preocupación no tiene que ser, pues, la de imponer a
los demás nuestra forma de ver las cosas o nuestros criterios
personales, sino la de añorar que esos criterios se impongan
por el valor que encierran en sí mismos.
♦ Jesús nunca permaneció indiferente ante quien se sentía
solo o abandonado, ante quien padecía el castigo de la
incomprensión o la indiferencia de los demás, ante quien, por
ser coherente con sus propios ideales, se veía excluido y
marginado por la mayoría... y todo esto le llevó a padecer
desde la mansedumbre con ellos. Su pasión no comenzó en
Viernes Santo, empezó el mismo día que, viendo las
necesidades de sus compatriotas y escuchando el grito y el
clamor de cuantos vivían a su lado, se puso a caminar con ellos
sirviéndoles en cuanto necesitaban. Su compromiso por los
más pobres era un desprecio de lo estipulado por los doctores
de la Ley en nombre de Dios; y por eso se vio privado de
muchas compañías; pero nunca le faltó la compañía y la
cercanía del Padre.
Dios colma con creces el hambre, la sed, la soledad y la
incomprensión de cuantos se hacen solidarios con los
hambrientos, los sedientos, los que están solos o se sienten
incomprendidos...

D) ¿QUE LES PASA A NUESTRAS EUCARISTIAS?

Jesús dedicó su existencia a anunciar y realizar la Buena


Noticia, dando su vida día a día por los sin vida: ese fue el
núcleo de su estilo de vivir. La dio hasta el final en su muerte. Y
la víspera de que lo mataran, queriendo resumir y condensar
toda esa vida en un símbolo vivo, y ofrecerlo a sus discípulos
para que expresaran su adhesión a El, hizo la eucaristía. Y la
dejó para siempre como memorial de su entrega y expresión
para los discípulos de su adhesión a El. Cuando la vida de los
18
cristianos no produce vida para los sin-vida, la Eucaristía no es
verdadera.
¿Por qué ese título? ¿Por qué la palabra "justicia"? Porque esa
palabra tiene fuertes resonancias en la tradición última
teológica al hablar de los bienes que trae Jesús como
contenido de su salvación. Digamos desde el principio que,
cuando hablamos de "justicia", estamos pensando en una
expresión llena de luz de San Pablo VI, eje de su encíclica
“Populorum Progressio”, el progreso o salvación integral de la
persona y de los pueblos. Esta salvación integral abarca el
conjunto de bienes que hacen que el hombre viva la vida digna
de los hijos de Dios, la que el Padre soñó en su proyecto.
Engloba al mismo tiempo unas condiciones de vida materiales
y humanas básicas (alimentos, vivienda, cultura...) y el
conocimiento y la apertura al Misterio de Dios y de Jesús y de
la nueva comunidad. Y supone un correcto desarrollo de la
persona, de las relaciones interpersonales y sociales, en el
funcionamiento justo de las estructuras económicas, sociales y
políticas.
Esto quiere decir que, si no estamos comprometidos con el
establecimiento de "la justicia" en el mundo para todos, la
celebración de la Eucaristía está vacía y es falsa. Estando bien
asentado que a nivel teológico como a nivel teórico que en la
Eucaristía se nos convoca a la justicia, ¿cómo es que -con
demasiada frecuencia- los que más comulgan (personas y
países) son los que menos practican la justicia?. ¿Qué les pasa
a nuestras eucaristías? ¿Por qué no producen "la revolución"
que se suponen deben producir en las personas y en los
grupos que toman parte en ellas?
La cuestión no es nueva, ya San Pablo, en su primera
carta a los Corintios, abordaba ya plenamente el asunto. Así
-les dice Pablo- "os resulta imposible comer la cena del Señor".
¿Por qué? ¿Cuál es la razón profunda de esa incompatibilidad?
S. Pablo la explícita enseguida narrando la cena del Señor
(1ªCor 11,17-27).
19
La razón profunda es que en la eucaristía se actualiza y se
hace presente a un ser, Jesús, que culmina en su muerte su
entrega para dar vida. Y se invita a los cristianos, al comer
y beber su cuerpo y sangre, a vincularse a Jesús,
asumiendo como modo de vida ese estilo de Jesús.
Lógicamente, si nuestra vida real contradice ese estilo, como
pasaba en los corintios, estamos negando y falseando la
Eucaristía. Si no hay entrega en el amor mutuo, en las obras,
no hay eucaristía verdadera.
Si Pablo volviera ¿qué se encontraría? ¿Responden
nuestras eucaristías a una celebración "que convoca a la
justicia"? Creo que valdría la pena que volviéramos a revisar
nuestras celebraciones desde este punto de vista. Lo vamos a
intentar aquí. No para juzgar a nadie (como a veces nos ha
pasado creyéndonos en el fondo "los más puros": ¡qué
imbecilidad!), pero sí para no caer en la rutina, y despertar,
para impulsarnos. Nos estamos jugando constantemente la
verdad de nuestra fe.

RETRATO DE UNA EUCARISTÍA (cualquier parecido con la


realidad no es pura coincidencia):

Quiénes están: Algunas religiosas. Un grupo de "buena


gente", sin casi más relación entre ellos que el venir a misa.
Prácticamente todas mujeres. Casi nunca alguien joven. Entre
los asistentes, algunas personas que casi no se hablan y se
hacen la guerra. Y el barrio fuera, con su pobreza, su
marginación parcial, sus vidas rotas, su indiferencia-hostilidad
con la Iglesia y las cosas que se hacen en la Iglesia. Decimos
que es una comida a la que asiste mucha gente que no come;
un banquete al que los comensales llegan serios, allí se ponen
más serios todavía, y del que salen con cara de circunstancias;
además muchos van a regañadientes, como el que tiene que
cumplir con una obligación molesta, o por mera rutina, o por
convencionalismo social; con mucha frecuencia los que
20
participan en esta comida no se conocen, ni se tratan, y si
tienen rencillas o divisiones entre ellos, las rencillas y las
divisiones siguen como si tal cosa, como si los asistentes jamás
hubieran comido juntos. Y para colmo de los increíble, durante
la comida se dice, como la cosa más natural del mundo, que
los participantes están asistiendo al banquete del amor y la
hermandad; y lo curioso es que nadie se extraña de que allí se
diga tal cosa. En fin, no creo que haga falta de seguir
describiendo lo extravagante que resulta este banquete. Tan
extravagante que se parece a cualquier otra cosa menos a un
banquete, de tal manera que si, por la razón que sea, los que
han estado en el “banquete eucarístico” tienen que celebrar un
banquete de verdad, al terminar la misa se van a otro sitio y se
ponen a banquetear en serio y como Dios manda.
Conste que no estoy bromeando. Porque la eucaristía es
para cualquier cristiano algo tan serio que ni remotamente se
puede tomar a broma. Lo lamentable y verdaderamente trágico
es que todo lo que acabo de decir es la pura verdad. Y no sólo
es la pura verdad, sino que, sobre todo, debemos reconocer
que si entre los cristianos pasan esas cosas, la explicación está
en que en la Iglesia se ha producido un enrarecimiento de tales
pro-porciones que las palabras ya no responden a los hechos,
ni los gestos a la vida. Es decir entre los cristianos, las palabras
van por un camino y los hechos van por otro. Los símbolos no
corresponden a lo que se trata de simbolizar. Y entonces ocurre
lo más extravagante del mundo. Exactamente lo que ocurriría si
viéramos que en un pueblo la gente se abraza sin quererse, se
da la mano sin conocerse o se besa, sin que exista ningún lazo
en común. Y eso es justamente es lo que sucede en cada misa:
allí los cristianos comen del mismo pan a lo mejor incluso
beben de la misma copa, se dan la mano, entonan
rutinariamente cánticos de amor y de amistad, se dicen que
todos son hermanos y que se quieren mucho, pero la verdad es
que muchos no se conocen, otros se desprecian, a unos les
interesa poco o nada lo que les pasa a los otros, unos tienen
21
de sobra y otros carecen de lo indispensable, unos lo pasan
muy bien y otros lo pasan fatal. En fin, un cúmulo de
contradicciones, que no hace falta describir porque todo el
mundo se las sabe de memoria.

¿Qué quiere decir todo esto? Tendremos qe revisar


nuestras celebraciones: ¿Reflejan realmente la vida, lo que
pasa?
¿Están atentas al sufrimiento de los sin vida?
¿Reflejan los signos de vida presente?
¿Hay clarividencia sobre las estructuras que generan la
muerte hoy? ¿Se denuncian?
¿Sobre los poderes reales: el entramado económico y la
política al servicio de la economía de unos pocos, el
abatimiento de los luchadores por la justicia, de la clase
obrera?
¿Asumimos todo eso con el realismo y la esperanza de
Jesús?
¿Cómo sale y se reflejo todo eso en la celebración?
¿Cómo se expresa?
¿Cómo está garantizada en nuestras celebraciones la
conexión entre la Palabra-Símbolo y la vida?

Muchas veces la desazón, la desilusión por “lo poco que


se arregla” y, por consiguiente, la desazón por las
celebraciones, proviene de que miramos solamente lo que
hacemos nosotros. No tenemos una mirada larga y profunda
que nos contempla a nosotros y a la Historia y a nuestra acción
en ella, como verdaderamente es: somos llevados y
arrastrados en una GRAN CORRIENTE, en un RÍO DE VIDA
que es la infinita energía de Dios, de donde arrancamos, “en
Quien vivimos, nos movemos y existimos”. El es “el Río que
nos lleva” hacia una Huma-nidad y unas personas que sean
como El, traspasados por el amor, llenos de vida en plenitud, a
la medida de Cristo. El será allí nuestra Justicia cumplida. Ese
22
Horizonte y esta Realidad actual, de Dios que nos lleva, que
“tra-baja por nosotros”, no la podemos olvidar. Será nuestro
ambiente, nuestro “medio vital”, también en nuestras cele-
braciones. Estas no son nuestras celebraciones: nosotros nos
sumamos a la celebración que realiza Jesús –básicamente en
su vida y simbólicamente en su Cena-, que El actualiza en la
eucaristía. Así nuestra pequeñez, nuestra debilidad cabalga
sobre su onda vital que nos lleva hacia el Horizonte Infinito.
Si nos acercamos a este modo de celebrar, nuestras
eucaristías serán vivas, todo lo contrario de rutina-rias.
Imprevisibles, movidas, distintas. Serán agridulces: transidas,
consumidas del sufrimiento de la vida, pero es-peranzadas y
alegres.

PARA ORAR UNA NOCHE DE JUEVES SANTO


ACOMPAÑANDO A MARÍA, LA MADRE DE JESÚS

MUSICA: suave...

MONITOR 1:
Hoy, Jueves Santo, después de haber celebrado la CENA
DEL SEÑOR, nos reunimos, en esta noche, nuestra comunidad
de hermanos y amigos, en silencio..., en adoración...,
23
queriendo velar... junto a El, que siempre está velando por
nosotros. Queremos acompañar al Señor, evocando la noche
negra y trágica del primer Jueves Santo, el único, el que marcó
para siempre esta noche tan gozosa del Jueves santo...
Gozosa, porque en esta noche vibramos con el llanto de
aquella noche triste de Jesús, pero que iluminó para siempre
nuestras noches trágicas...
Esta noche fue tremenda para Jesús. Soledad...,
abandono de todos..., incomprensión..., miedo..., angustia...
Fue la más oscura de las noches de los hombres, donde Jesús,
Dios hecho hombre, se quedó a merced de un destino
misterioso y desgarrador... silencio...

MÚSICA: suave...

MONITOR 2:
Esta noche fue también muy dolorosa para María, su
madre. Desgarradora... Ella estaba viviendo los últimos
hachazos de un destino fatal: La crucifixión de su hijo... ¿Qué
había hecho la virgen María para tener que sufrir tanto? ¿Su
corazón destrozado podrá aguantar hasta el final junto al dolor
de su hijo?
Esta noche fue tremenda para María... Le acaban de
arrebatar de sus brazos a Jesús..., y ahora, sola, con sus
amigos —sus hijos, como los llamaría Jesús después—, con
ellos se queda sola en su alma, y su corazón roto, pegado al de
su hijo... silencio...

MÚSICA: “Sola en tu soledad”…suave...

MONITOR 3:
Esta noche santa (santa, porque estamos con el Señor...)
queremos pasarla con ella, como Juan..., María Magdalena...,
Santiago..., María la mujer de Cleofás..., Marta..., Lázaro...,

24
quizá Nicodemo... ¿Quién más estaba... allí con ella...? ¿Te
acuerdas...? silencio...

MÚSICA: una canción invitando a la oración...

MONITOR 2:
La tarde ha sido muy densa... Jesús acaba de celebrar la
Pascua con sus apóstoles y sus íntimos... Muy cerca de él, es
posible que estuviese su madre..., ¿por qué no iba a estar ella
en la última cena? Ha sido una celebración de la Pascua, que
sella para siempre la historia de una alianza eterna y definitiva
entre Dios y los hombres...
María ha vivido unas horas sagradas... Se condensaba en
Jesús, en este instante..., toda la historia de Dios con los
hombres...
Su emoción llegó al límite al ver a Jesús... partir su pan y
su vino con todos...
Tomad..., comedme..., dejad que sacie de vida vuestra
hambre..., sentidme dentro de vosotros... como una savia
nueva, divina...
Comed mi cuerpo y bebed mi sangre..., que será
entregada por vosotros día tras día... perpetuamente...
Todos estáis saciados del mismo pan... y bañados por la
misma sangre... Sois hermanos..., sois míos..., sois todos
uno..., como el Padre está en mí y yo en vosotros...
Sois uno, sois una pina..., una familia... con la misma
sangre y los mismos apellidos...
silencio...
MÚSICA: muy suave... muy serena... muy callada...
MONITOR 1:
Así iba María, acompañada de sus íntimos..., por las calles
oscuras y empedradas..., a casa de uno de ellos...

25
Y seguía rumiando en su corazón... Tomad... y
comed...
Tomad... y bebed...
Y sentía que sus ojos se humedecían..., sintiendo a Jesús
latir dentro de sí..., como una pasión del corazón..., pero... rota
su alma porque se lo han llevado atado al palacio de Caifas,
como al más criminal de los malhechores.
María gustaba amargamente la presencia y, al mismo
tiempo, la ausencia fatídica de su entrañable Jesús...
silencio...
MÚSICA:
MONITOR 3:
Vamos a quedarnos en silencio... acompañando a María,
caminando a su lado..., sintiendo su pena..., su vivencia de
Jesús, sintiendo su corazón herido de muerte... de tanto sufrir...
En silencio... Sin decir nada... con nuestro corazón inundado de
una profunda piedad de hijos...
Que nos sienta a su lado..., compartiendo su espada de
dolor..., rumiando... con ella...
"Tomad... y comed..." Estad unidos... Sed uno todos
juntos... Formad una piña junto con ella...
Como una familia en la que acaban de condenar a un
hermano..., sentimos el desgarrón de su ausencia..., y el calor
de un inmenso dolor compartido... silencio...
MÚSICA: suave..., serena..., callada…

DIÁLOGO CON MARIA


Con estas INVOCACIONES leídas pausadamente... u otras
espontáneas...
LECTOR 1:

26
Madre nuestra..., queremos estar esta noche contigo...,
queremos estar a tu lado..., queremos darnos cuenta de tu
dolor, del desgarrón que sientes porque temes que hagan lo
peor con Jesús...
Madre nuestra..., queremos que nos sientas cerca...,
queremos aliviar tu pena..., enjugar tus lágrimas...
Madre nuestra..., queremos pedirte perdón por lo que le
está ocurriendo a Jesús... Mucha culpa tengo yo...
Madre nuestra..., déjanos acompañarte estas horas a tu
lado...
Madre nuestra..., queremos estar a tu lado..., en silencio...,
compartiendo..., mirándote y sintiendo tu pena...
Madre nuestra..., queremos que nos sientas cerca..., de
los tuyos..., de tu familia..., de la misma comunidad de tu hijo...
Madre nuestra..., déjanos estar esta noche contigo...
acompañándote... y consolándote...
silencio

MÚSICA: una canción a la Virgen cantada entre todos... o una


canción escuchada…

MONITOR 1:
Cuando llegamos a casa de Juan, nos sentamos todos
muy cerca..., junto a María..., como quienes sienten la
necesidad de vivir el mismo dolor compartido..., apoyados unos
en otros... Esta noche es única.
María está sin Jesús... No se le borra de su mente... Su
rostro, demacrado por tanto llanto contenido..., sus ojos ajados
por el agotamiento..., muestran una pena muy honda...
Por la mente de María empiezan a pasar recuerdos...,
multitud de recuerdos... Entre silencios... y frases cortas...,
entre susurros..., lágrimas..., y medias palabras..., fue
desgranan-do las pinceladas de su historia..., de la historia de
su casa..., de la historia de Jesús en su alma...

27
Es la historia más viva y más auténtica de Jesús... Los
momentos cumbre y los ordinarios..., los días felices y los días
corrientes... y vulgares... Evocaba a José..., a Jesús..., a los
tres... ¡Si al menos estuviese ahora José...! —susurraba.
Nos quedamos en silencio..., escuchando..., sintiendo y
observando a la virgen María, madre nuestra..., apenada y
destrozada hasta lo más profundo de su ser...
silencio... cinco o diez minutos...

MUSICA: Ave María de Schubert u otra parecida...

LECTURA DE LA PALABRA

LECTOR 2: Lectura reposada..., con pausas..., gustándola...

"Alégrate, María, llena de gracia... El Señor está


contigo...
Ella se turbó al oír estas palabras... No temas, María, has
hallado gracia delante de Dios... Concebirás en tu seno... y
darás a luz un hijo..., a quien pondrás por nombre Jesús...
Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo...
El Espíritu Santo vendrá sobre ti... y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra... Por eso, el que nacerá
será Santo... y será llamado Hijo de Dios...
He aquí la esclava del Señor..., hágase en mí... según
tu palabra..." (Lc 1,26-28)

MÚSICA: Ave María de Schubert u otra parecida...


silencio... cinco o diez minutos...

MONITOR 2:
Aquí empezó todo... No sé cómo deciros... siguió María...,
entrecortada..., con medias palabras..., perdida su mirada...
Parecía un sueño aquel ángel..., su voz..., su presencia...

28
No acababa de entender (nunca se acaban de entender
las cosas de Dios...).
Pero mi alma se inundaba de cielo..., de luz divina..., de
paz inmensa... Allí empezó todo... repetía...
Hágase lo que tú quieras... Tú eres mi Dios y mi Señor...
Tú eres mi todo... Sí... Dios mío... Lo que tú quieras y como tú
quieras... No puede ser de otra manera.. Quiero ser para ti toda
entera, como tú eres para mí...
Desde entonces todo siguió igual... pero mi vida empezó a
ser distinta... Me sentía vinculada a Dios desde mis entrañas...
como suya..., totalmente suya..., como poseída por él..., y él...,
sí, él... totalmente mío…, en mis entrañas...
Pronto empecé a sentir sus latidos dentro de mí... Pero
qué sufrimiento con José. El no sabía nada... Yo confiaba en el
Señor... Por fin... todo volvió a su sitio. El Señor le desveló el
misterio...
María se fue quedando en silencio poco a poco...
Sollozaba serenamente... y escondía su rostro entre sus
manos... silencio... unos minutos...

MONITOR: 3
Nos quedamos en silencio..., sintiendo el llanto de la
Virgen... y rumiando su confidencia.., la intimidad de su alma...
SILENCIO... cinco o diez minutos... MUSICA: suave...

COMUNICACIÓN DE SENTIMIENTOS invocaciones, o


alabanzas espontáneas, por ejemplo:

LECTOR 1:
María..., ¡qué dicha estar y vivir tan cerca de Dios...!
María..., ¿cómo puede ser Dios todo en la vida...?
María..., ¿cómo viviste tan llena de Dios...?
María..., ¿cómo dijiste tan pronto un sí total al Señor...?
María..., te alabo... y te bendigo... ¡Bendita tú entre las
mujeres...!
29
María..., ¿se puede ser esclavo del Señor...? ¿Cómo...?
María..., ¿cómo amabas tú a Dios...?, ¿cómo te sentías amada
por él...?
María..., gracias por tu Sí a Dios... gracias porque existes...
María..., gracias por tu confidencia... por compartir esta noche
de Jueves Santo tu recuerdo y tu intimidad... silencio... unos
minutos...

MUSICA: o una canción... silencio... cinco o diez minutos...

LECTURA DE LA PALABRA

LECTOR 2: Lectura reposada..., gustándola...

"Subió también José desde Galilea, de la ciudad de


Nazaret, a Judea, a la ciudad de Belén... para
empadronarse. Y sucedió que, mientras ellos estaban
allí..., se le cumplieron los días del alumbramiento... Y dio a
luz a su hijo..., lo envolvió en pañales... y lo acostó en un
pesebre... porque no tenían sitio en la posada..." (Lc 2,4-7)

silencio...

MUSICA: suave...

MONITOR 2: ¡Qué gozo tan infinito cuando tuve a Jesús


estrechado en mi pecho... Tan pequeño...,tan frágil..., tan
indefenso...! Era un trozo de mi ser..., aquí, entre mis manos...,
lleno de vida..., lleno de Dios...
Nos sentíamos solos José y yo... con el niño... Pero
apenas lo notábamos... ¡Estábamos tan contentos los dos...!
silencio...

MONITOR 3:

30
Su rostro se humedece con las lágrimas..., brillan sus
ojos..., como quien está viendo a Dios... Su mirada se pierde
lentamente... y sus palabras enmudecen... Su silencio nos
contagia... de gratitud..., de amor..., de pena...
Está rota... Su hijo... ¡Qué noche más negra...! ¿Dónde
estará Jesús...? se preguntaba en su alma... ¿Qué estará
ocurriendo? ¿Qué estarán haciendo con él...? silencio...

MÚSICA: suave...

MONITOR 1: Llegan noticias confusas... Jesús está siendo


interrogado por Anás.., suegro de Caifás, sumo sacerdote...
Éste había aconsejado a los judíos que convenía que muriera
un solo hombre por el pueblo...
A todos nos sobrecogió una indignación tremenda... una
protesta... María rompió a llorar..., conteniendo su llanto...,
cubriendo su rostro con sus manos...
Un silencio..., unas lágrimas..., un dolor sereno...,
intenso..., en nuestro corazón y en nuestra alma...
Todos teníamos nuestro pensamiento en Jesús... Allí...,
ante Anás..., los escribas y los fariseos... los ancianos del
pueblo...
JESÚS... SOLO..., callado..., indefenso..., a merced del
odio y la injusticia... ¿Cómo estará Jesús por dentro...? ¿Qué
estaría sintiendo en su alma...? ¿Cuáles serían sus pensa-
mientos...?
En su corazón sentía el dolor... de su madre... ¡Es tan
buena..., tan dulce..., tan delicada...! ¡La ternura de una madre
nunca se olvida...!
A Jesús, en estos momentos de soledad y abandono..., la
presencia de su madre en su alma... le da cobijo.., calor...,
alivio...
Silencio... ante el misterio incomprensible de Jesús solo,
abandonado... ante un tribunal religioso... que busca el modo
de condenarle...
31
Silencio... al lado de María, su madre..., acompañándola
muy cerca... con nuestra mirada... con nuestro corazón lleno de
amor..., haciéndole más suave su pasión..., su dolor...
Silencio... Música: suave...

LECTURA DE LA PALABRA

LECTOR 1: Lectura reposada..., gustada...

"Su padre y su madre estaban admirados de lo que se


decía de Jesús... Simeón les bendijo y dijo a María, su
madre... Éste está puesto para caída... y elevación de
muchos en Israel...,
¡Y a ti misma... una espada te atravesará el alma...! a
fin de que queden al des-cubierto... las intenciones de
muchos corazones..." (Lc 2,33-35) silencio.

MONITOR 2: María rompió el silencio... con una voz


apagada..., entre lágrimas y palabras entrecortadas...

MONITOR 3:
¡Y qué espada..., Dios mío...! Desde aquella tarde..., sí...
Sería la madre de Dios... Así acepté el misterio..., con un sí
total... rotundo... ¡Cuántas incomprensiones... y críticas...!
¡Qué espada..., Dios mío...! En Belén... En Nazaret...
Cuando huimos a Egipto, sufrimos mucho... sabiendo que
Herodes estaba asesinando niños para asegurarse así de que
mataba a Jesús... En Jerusalén le perdimos... ¡Qué angustia
buscándole entre la gente...!
¡Qué espada..., Dios mío...! Y bien sabes tú, mi Dios, que
no me quejo...! ¿Podré llevarla clavada hasta el final...?
Nos quedamos solos los dos... José murió... Lloramos
mucho... Lo echábamos de menos... José era nuestro apoyo,
nuestra seguridad... Era tan humilde..., tan callado..., tan
servicial... La muerte de José cambió mi corazón... Sólo tenía
32
ya a Jesús...; con él mi alma se iluminaba..., mi corazón
gozaba... ¡Disfrutaba tanto estando con Jesús en casa...!
¡Era tan bueno...! ¡Tan cariñoso...! ¡Tan delicado
conmigo...! ¡Siempre pendiente de mí...! A María se le hace un
nudo en la garganta... ¡Es tan bueno...!
¿Por qué ahora le condenan...? ¡Qué espada..., Dios
mío...!
Poco tiempo pude disfrutar de él... Me dijo que tenía que
irse... ¿Dónde..., Dios mío...? Tenía que predicar..., hablar a la
gente.., curar a los enfermos..., vivir con los más pobres y
necesitados, hablarle de Dios a su pueblo... Fue siempre
haciendo el bien a todos... ¡es tan bueno...!
Tenía que darles una buena noticia: Que el Reino de Dios
está presente entre ellos... Que se conviertan a Dios... Que
abran sus corazones a su Reino... Silencio...

MONITOR 1: María se queda en silencio..., como quien está


soñando..., con la mirada perdida en su historia... Silencio...

MONITOR 2:
Allí empezó de nuevo mi calvario..., mi cruz..., mi espada...,
cuando se fue de casa..., cuando me quedé sola... ¡Qué
espada..., Dios mío...!
No me acostumbraba a estar sin él... No sabía dónde
estaba... Algunas veces venía a casa a comer o dormir... pero
pocas... ¡Había cambiado tanto su vida...!
Vivía en el campo..., en la calle..., entre la gente... Había
noches que se las pasaba orando a su Padre Dios... Cuando
yo podía, acudía a donde estaba él..., lo escuchaba..., y
cuando despedía a la gente me quedaba con él... hablándole
de nuestras cosas... Esos ratos eran un oasis... en medio de mi
soledad... Silencio…

MUSICA: suave…

33
MONITOR 3
Así, María nos va desgranando sus recuerdos... sus
vivencias profundas... de Jesús... Sus alegrías... y su dolor...
sus sueños íntimos y sus temores... sus sentimientos... y sus
ilusiones...
Poco a poco... todos nos hemos ido quedando en
silencio..., absortos..., embebidos en María..., escuchándola...,
acogiéndola..., sintiendo su cercanía..., vibrando con su dolor y
con su pena...
Sigamos escuchando María sus recuerdos de Jesús..., sus
confidencias..., su intimidad en nuestra alma...
Acompañemos a María, nuestra madre..., en esta hora...,
la más amarga de todas... Que en esta hora de la muerte de su
hijo... encuentre en nosotros el abrazo y el beso de su hijo...
Silencio...

MÚSICA: o una canción..

ORACIÓN FINAL
Madre nuestra,
estamos junto a ti en esta noche de Jueves
Santo...
Madre nuestra,
enséñanos a amar...,
enséñanos a sufrir...,
enséñanos a compartir...
Madre nuestra,
estamos junto a ti,
y queremos que tú estés a nuestro lado...
Madre nuestra,
queremos acompañarte
en estos momentos de soledad y de martirio...
Madre nuestra,
queremos escuchar y rumiar en nuestro corazón
tu confidencia,
34
tus sentimientos y tu vivencia de Jesús...
Madre nuestra,
tú estuviste siempre muy cerca de Jesús,
aunque en la sombra...;
enséñanos a estar siempre muy cerca de Jesús...
Madre nuestra,
tú viviste la pasión y la muerte de Jesús...,
compartiendo como nadie su dolor, su agonía, su
amor hasta el final...;
enséñanos a sentir vivamente la pasión de
Jesús... y a llevar en nosotros los sufrimientos del
Cristo doliente de hoy...
Madre nuestra,
enséñanos a amar...,
enséñanos a sufrir...,
enséñanos a compartir...

(Se da la bendición y se despide la Asamblea…)

35

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