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Eorronrer Groso
'§7'idow,
Juan Antonio, 1935-
Curso de Metafísica / Juan Antonio \üflidow
1. Metafísica. I.- t.
CDD 22
lt0 20r2 RCA2
@ Editorial Globo
@ Juan Antonio §7idow Antoncich
Derechos Reserv-¿dos
ISBN
Thpa Rústica: 97 8-956-8663-28-5
Tapa Dura: 97 8-916-8663-29 -2
Inscripción Registro de Propiedad Intelectud N" 214.322
Primera edición, marr:,a de20l2
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna por
ningún medio sin permiso previo del editor.
JUAN ANTONIO \nDO§r
Curso de Metafísica
GI-oso Eorronrs
SnNrnco
20r2
A mis hi¡os
José Luis,
And.rés Santiago,
Felipe Frarucisco
y María de los Árugeles,
profesores de filosofia.
ÍxoIcE
Prólogo r3
Capítulo I
La Filosofía Primera: su natural eza r5
1. El sentido de los términos r5
2. El saber, perfección del hombre r6
,) El saber, bien en sí mismo r6
b) La memoria 17
c) La experiencia 18
d) El arte y la ciencia rg
e) El arte y la experiencia rg
f) Conocimiento de las causas ZO
g) Lo que distingue al sabio 2l
h) La sabiduría y el ocio 22
3. La sabiduría: su natu raleza 23
a) Primeras causas y principios 23
b) Propiedades de la sabiduría 24
c) Ciencia de lo más universal 26
d) La admiración 27
e) Ciencia libre y divina 28
f) La admiración es principio, no término 30
4. Contemplación y saber metafísico 30
Felicidad y contemplación 30
")
b) Caracteres de [a contemplación 3T
c) La contemplación se basta a sí misma 32
d) Superioridad del ocio 33
Capítulo II
Objeto de la metafisica 37
1. El orden de los saberes 37
a) La scierttia rectrix 37
b) Lo más inteligible 38
c) Objeto: Ias primeras causas 39
d) Objeto: Io más universal 40
e) Objeto: el ente inmaterial 4r
f u.lN ANroNro Moow Cunso o¡ M¡rnrÍsrcn
Capítulo II
La noción de ente 59
1. Lo primum cognfium y lo ente en cuanto ente 59
a) Significado de ente 59
b) Ente en cuanro enre 60
2. Noción rrascendental 6r
a) La universalidad de ente 6t
b) Ente y uno no son géneros 63
3. El principio de contrádicción 64
Capítulo I
El lenguaje de la metafísica 67
1. Los términos 67
a) Origen y uso de los términos 67
b) Términos principales 68
2. La analogía 70
a) Términos un ocos y equívocos 70
b) L semeja nza o analogía 7r
3. División de la anal ogía 73
a) P oporciónyproporcionalidad 73
b) Analogía de proporción 73
c) Analogía de proporcionalidad 75
d) Analogía de desigualdad 76
4. La analogía de ente 7B
a) La dificultad 7B
b) Proporcionalidad propia 7B
c) Proporción intrínseca 79
Capítulo V
Las nociones trascendentales B1
1. Los modos de ente B1
a) Lo que se añade a enre B1
b) Modos generales y específicos B2
2. El orden de las nociones rrascen lentales B2
l0
INorcr
Capítulo M
La división de ente: Ias categorías 99
1. EI problema 99
a)
El no-ser de los entes 99
b) El cambio 100
2. Las categorías o predicamentos 101
a) Primeras y iegundas intenciones 101
b) Predicables y predicamentos 102
3. La sustancia 102
a) lO2
b) da r04
c) a 105
4. El ac 105
a) La noción de accidente: la inherencia 105
b) Relación de sustancia y accidente 106
c) El orden de los accidentes 107
5. La cualidad 108
a) La división de la cualidad 108
7. La relación 113
8. pasión
La acción y la 1 15
9. habitus
Ubi, quando, situs, 115
10. accidentes
Relación entre los 116
Juer.r ANroNro'§ü'rpo.ur Cunso p¡ Mrre¡Ísrce
Capítulo WI
La división de ente: acro y porencia 1lg
1. La inteligibilidad del cambio 119
a) El problema t lg
b) La definición de cambio t20
2. Las nociones de acro y de potencia L2t
3. Forma y materia t22
4. El individuo 124
5. Ser y esencia r26
a) La distinción real r26
b) El ser es lo más íntimo y profundo de cada cosa r27
c) Ser: acro de todo acro t2g
Capítulo VIII
La hipóstasis y la persona 131
1. La hipóstasis o suppositum r3r
a) La subsistencia r3r
2. La persona r32
a) Origen y senrido del término r32
b) Hipóstasis: un todo íntegro r33
c) Definición de persona r34
3. La teología y el problema metafisico r35
a) La unidad de la hipóstasis r35
b) Hipóstasis y naru raleza r36
c) Significado y suposición de los nombres r37
d) La hipóstasis y su operación r39
Capítulo IX
La causalidad 143
1. La experiencia de causas y efectos r43
2. La noción de causa r44
a) Una definición r44
b) La relación de causalidad r46
3. División de las causas 147
a) Causas intrínsecas y extrínsecas 147
b) La causa eficienre: sus clases 148
c) La causa final 151
4. El orden de las causas r53
5. El principio de causalidad r54
ha sido obra generosa de uno de esos alumnos ffeles que hicieron buenas
qreguntas y que ha querido ver, proyectada en obra de imprenta, la secuencia
de aguellas lecciones en qu: él participó. Expreso aquí mi honda gratitud a
Guillermo Harding y a su familia.
Juan Antonio'§7idow
r5
Jueru ANroNro'Wrpow Cunso o¡ MprerÍsrcn
ARISTÓTELES, Metafisica, t, tz
(9tO a¡ Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así Io indica el
amor a los sentidos; pues, al margen de su utilidad, son amados a causa
de sí mismos, y el que más de todos, el de la vista. En efecto, no sólo para
obrar, sino también cuando no pensamos hacer nada, preferimos la vista,
por decirlo así, a todos los otros. Y la causa es que, de los sentidos, éste es
el que nos hace conocer más, y nos muestra muchas diferencias.l
El manzano desea por naturaleza dar manzanas; el hombre desea por natura-
leza saber. Hay semejanza entre lo uno y lo otro, aunque no la haya entre las
naturalezas respectivas del manzano y del hombre. Se trara de una analogía
de proporcionalidad: el manzano es a su fin como el hombre es al suyo. La
tendencia al fin corresponde en uno a una naruraleza determinada: se llama
determinación ad unum, y es la del manzano adar manzanas, no a otra cosa.
Esta determinación es ad unum particulare, pues el fin es sólo producir man-
zanasy no otras cosas. En este sentido, también el hombre, por su naturaleza
corpórea o animal, está determinado adunum:lo que engendra, por ejemplo,
es siempre un individuo de la misma naturaleza. La tendencia del hombre
en cuanto es un ser racional, en cambio, no es una determinación ad unum
particukre; puede determinarse, por ejemplo, a dar manzanas, pero no del
modo como las da el manzano, por determinación natural a eso, sino porque
puede tener en sí presente lo que es un manzano, de tal modo que puede
plantarlo, cultivarlo y cosecharlo, lo cual sería imposible si no supiese, por
lo menos elementalmente, lo que es un manzano. De esta manera, el saber
se constituye en el fin universal del hombre: todo lo que se reconoce como
propio de él en cuanto es hombre, corresponde de alguna manera a su saber.
Hay, de este modo, en el ente intelectual también una determinación Adunum,
16
Cnpírrrlo I: Ll Frr-osorin Pnr¡'¿pRA: su NATURALEZ.A
b) La memoria
Por naturaleza, Ios animales nacen dotados de sensación; pero ésta no
engendra en algunos la memoria, mientras que en otros sí (980 b). Y
por eso éstos son más prudentes y más aptos para aprender que los que
no pueden recordar; son prudentes sin aprender los incapaces de oír los
sonidos (como la abeja y otros animales semejantes, si los hay); aprenden,
en cambio, los que, además de memoria, tienen este sentido.
t7
\ü7roon,
JueN AN'roNro
pues es, en cuanto saber, más perfecto. Además, gracias a la capacidad de1
hombre para la reminiscencia, que es la parte activa de la memoria, puede él
revivir el deleite de pasadas sensaciones.
c) La experiencia
(...) Y del recuerdo nace para los hombres la experiencia, pues muchos
recuerdos de la misma cosa llegan a constituir una experiencia (981 a). Y
la experiencia parece, en cierto modo, semejante a la ciencia y al arte, pero
la ciencia y el arte llegan a los hombres a través de Ia experiencia. Pues la
experiencia hizo el arte, como dice Polo, y la inexperiencia, el azar.
Aristóteles señala que "los demás animales", es decir, los irracionales, "parti-
cipan poco de la experiencia". Esos animales, y entre ellos los más perfectos,
pueden tener muchos recuerdos asociados a su estimativa, pero difícilmente
podrá descubrirse en ellos experiencia. No son, simplemente, los muchos
recuerdos los que Ia constituyen, sino la unificación de ellos en virtud de
ciertas semejanzas, las cuales apuntan a una común naturaleza, aunque ésta
no se haga presente formalmente como tal en la sola experiencia. Es el co-
nocimiento en el cual el sentido toca al entendimiento, y en que participa,
en cuanto conocimiento, de lo propio delaraz6n. Lo universal está presente
en el objeto de Ia experiencia, pero aún sin expresión en cuanto tal. Es como
el caso de la madre de familia que trata las enfermedades de sus hijos: reco-
noce los síntomas y sabe cuál es el tratamiento que hay que aplica¡ aunque
probablemente no sepa explicar la naturaleza dela enfermedad ni el por qué
de tal o cual remedio; conoce la enfermedad en su realidad singula¡ no en su
naturaleza universal, lo cual es propio de la ciencia y el arte de la medicina.
Ahora bien, como lo universal, que es objeto propio de la ciencia y del arte,
existe en lo singular, es necesario que haya experiencia para alcanzarlas. Es decir,
es necesario que la naturaleza universal esté ya presente al sujeto, aunque no
aún formalmente en su universalidad, para que el entendimiento la descubra.
fui, el arte de la medicina es prácticamente imposible si no se sabe a qué y
cómo hay que aplicarla: por esto, entre un médico que sabe sólo la teoría y
una madre de familia experimentada es siempre preferible el criterio de esta
última. Puede haber muchos recuerdos de cosas semejantes, pero si no se les
une en virtud de su índole común, serán como las múltiples hojas llevadas por
el viento: el orden o relación entre ellos dependerá únicamente del azar. En
cambio, si se sabe que hay una naturaleza común, aunque no se Ia identifique
formalmente, se da el paso necesario previo a la ciencia o el arte.
El conocimiento de experiencia es el tercer escalón ascendente en la per-
fección del saber. Si es una misma realidad la que es objeto de la sensación,
de la sensación con memoria y de la experiencia, la diferencia entre estos
tres grados está dada por el modo del conocimiento, más imperfecto en Ia
sensación y más perfecto en la experiencia. Por lo cual este último es el más
deseable en razón de sí mismo.
d) El arte y la ciencia
EI arte y la experiencia
Pues bien, para la vida práctica, la experiencia no parece ser en nada in-
ferior al arte, sino que incluso tienen más éxito los expertos que los que,
sin experiencia, poseen el conocimiento teórico. Y esto se debe a que la
experiencia es el conocimiento de las cosas singulares, y el arte, de las
universales; y todas las acciones y generaciones se refieren a lo singular.
No es al hombre, efectivamente, a quien sana el médico, a no ser acci-
dentalmente, sino a Calias o a Sócrates, o a otro de los así llamados, gue,
además, es hombre. Por consiguiente, si alguien tiene, sin la experiencia,
el conocimiento teórico, y sabe lo universal pero ignora su contenido
singula¡ errará muchas veces en la curación, pues es lo singular lo que
puede ser curado.
r9
\ü'roow Cunso oe Mernrísrc¡
JunN ANroNro
20
CnpÍru¡-o I: Lrr Fu-osorÍ,q Pntu¡na: su NATURALEzA
Aristóteles da como carácter más propio del sabio el poder enseñar. Esta
capacidad del sabio radica en una propiedad del saber más perfecto: su comu-
nicabilidad. El conocimienro sensible, en cambio, no es comunicable como
el de la inteligencia, y en estricto sentido no puede ser enseñado, pues no es
posible en él verificar que algo sea objetivamente lo mismo en dos sujetos,
maestro y aprendiz. La percepción sensible, por depender necesariamente de
la impresión de un órgano, siempre hace presente algo según es Para el sujeto.
No es posible una objetivación mayor de lo sensible, que permita a ambos
sujetos estar conociendo, en estricto sentido, lo mismo. La única posibilidad
de enseñanza en el orden de la percepción sensible y de la experiencia es la
de inducir al aprendiz a la adopción de una disposición o actitud frente al
objeto semejante a la del maestro. Pero ese objeto no es de suyo comunicable.
Por esto, el experto sólo puede enseñar su oficio a un aprendiz obligándolo
a observar cómo él trabaja e induciéndolo a realizar su propia práctica a
imitación de la suya, la del maestro.
2l
\ü(/toow
JunN A¡¡roNro
h) La sabiduría y el ocio
23
JunN ANrouro Moow
b) Propiedades de la sabiduría
LJna vez definido cuál es el saber que reúne en forma completa todas las
perfecciones que se encuentran en la mera sensación, en la sensación con
memoria, en la experiencia y en la ciencia o en el arte, Aristóteles se detiene a
considerar sus notas o caracteres. Siempre está presente lo que el común de la
gente aprecia como propio del sabio: no es, por esto, un análisis en abstracto,
sino una enumeración de dichas notas, según las descubren quienes buscan el
saber más perfecto, es decir, los filósofos. La primera nota es la ya señalada:
es el saberlo todo en la medida de lo posible. Las otras son las siguientes:
25
JuaN AuroNro Moow
El traductor, Valentín García Yebra, fuerzael lenguaje para expresar algo que no tiene rraduc-
ción exacta en castellano: ni el verbo scire, ni el término scibilis tienen exacra correspondencia
en nuestra lengua; como derivado de dicho verbo en castellano sólo existe la palab ra ciencid
(scientia).S. podría poner inteligible en vez de escible, con lo cual se salraría una diferencia
importante: no es lo mismo ser objeto de inteligencia y ser obieto de ciencia. Aunque esro
último sea ciertamente inteligible, está significado en cuanto derivado de principios; en cambio,
lo inteligible son rambién dichos principios.
26
C,rpÍrulo I: L¡ FrlosorÍe PnruERA: su NATURALEZA
saber que, en cuanto saber, es el más perfecto. Por lo mismo, es el saber que
tiene primacía sobre cualquier otro, pues versa sobre los fundamentos de
toda ciencia. Esta primacía, o e[ mando que a ella corresponde respecto de las
demás, la tiene porque conoce la primera de las causas, que es el fin último o
bien universal. Todas las cosas, en efecto, se ordenan a su perfección propia
en cuanto ésta es parte de la perfección del universo.
El nombre sabiduría corresponde a una sola ciencia, y no a varias, aunque
en su objeto estén comprendidas las diversas determinaciones entitativas de
todas las cosas. Al señalar las notas propias de la sabiduúa, y al hacer ver que
esas notas están necesariamente implicadas unas en otras, Aristóteles muestra
que, al no excluirse mutuamente no pueden constituir objetos separados:
son aspectos distintos de un mismo objeto. Es, además, un saber teórico o
especulativo, no práctico, aunque comprenda eminentemente a los saberes
prácticos. Es especulativa porque conoce lo que es, en cuanto tal, y Porque
se remonta ala raz6n de ser de lo que es, es decir, a los principios y primeras
causas: entre éstas la primera absolutamente es la causa final, pues es la causa
de la causalidad de las demás causas.
i La admiración
27
'Wroow Cunscl o¡ Mpr¡rÍsrc¡
JunN ANroNro
Es, pues, evidente que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino
9u€, así como llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para
orro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues ésta sola
es para sí misma. Por eso también sLr posesión podría con justicia ser
considerada impropia del hombre. Pues la natu raleza humana es escla-
va en muchos aspectos; de suerte qLle, según Simónides, ,,sólo un dios
puede rener este privilegio,,, aunque es indigno de un varón no buscar la
ciencia a é1 proporcionada. Por consiguiente, si tuviera algún sentido Io
que dicen los poeras (98 3a) y Ia divinidad fuera por naturaleza envidiosa,
aquí parece que se aplicaría principalmente, y serían desdichados toCos los
que en esto sobresalen. Pero ni es posible que la divinidad sea envidiosa
(sino gue, segírn el refrán, mienten mucho los poetas), ni debemos pensar
que otra ciencia sea más digna de aprecio que ésta. Pues la más divina es
28
CnpÍrulo I: [-c F¡Losorí¡ PnruERA: su NAT(.IRALEzA
también la más digna de aprecio. Y en dos sentidos es tal ella sola: pues
será divina entre las ciencias la que tendría Dios principalmente, y Ia que
verse sobre lo divino. Y ésta sola reúne ambas condiciones; pues Dios les
parece a todos ser una de las causas y cierto principio, y tal ciencia puede
tenerla o Dios solo o él principalmente. Así, pues, todas las ciencias son
más necesarias que ésta; pero mejor, ninguna.
29
.\V'toow
JrrnN ANroNlo
a) Felicid ad y conremplación
b) Caracteres de la contemplación
Esto parece estar de acuerdo con lo que antes dijimos y con la verdad. En
efecto, esta actividad es la más excelente (pues rambién lo es el entendi-
miento entre todo lo que hry en nosotros, y entre las cosas cognoscibles,
las que son objeto del entendimiento); además, es la más conrinua, pues
podemos contemplar continuamente más que hacer cualquier otra cosa.
Y pensamos que el placer debe hallarse mezclado en la felicidad, y la
actividad que se refiere a la sabiduría es, de común acuerdo, la más agra-
dable de las actividades conforme a la virtud; se consideÍa, al menos, que
Ia filosofía encierra placeres admirables por su purezay por su firm eza, y
es lógico que la existencia de los que saben sea más agradable que la de
los qr-re buscan.
Los textos de la Ética nicoruaquea se citan según la traducción al español de María Araujo y
Julián Marías (lnstituto de Estudios Políticos, Madrid, I 949).
3l
JunN ANroNro Moov, Cunso »e Msrnrístc,r
32
CnpÍrulo I: Ln Frlosorín PnrprERA: su NATURALEZA
33
Cunso o¡ Mrr¡rísr<:,r
buscamos como distinta de ella. Si, pues, entre las acciones virtuosas son
las primeras en gloria y grandeza las políticas y guerreras, y éstas carecen
de ocio y aspiran a algún fin y no se eligen por sí mismas, mientras que la
actividad de la mente, que es contemplativa, parece superior en seriedad,
y no aspira a ningún fin distinto de sí misma, y tener su placer propio
(que aumenta la actividad), y la autarquía, el ocio y la ausencia de fatiga
que pueden darse en el hombre y todas las demás cosas que se atribuyen
al hombre dichoso parecen ser evidentemente las de esta actividad, ella
será la perfecta felicidad del hombre, si ocupa el espacio entero de su vida,
porque en la felicidad no hay nada incompleto.
(...) Si, por tanto, la mente es divina respecto del hombre, también la vida
según ella es divina respecto de la vida humana. Pero no hemos de tener,
como algunos nos aconsejan, pensamientos humanos puesto que somos
hombres, ni mortales puesto que somos mortales, sino en la medida de
lo posible inmortalizarnos y hacer todo Io que está a nuestro alcance por
vivir de acuerdo con lo más excelente que hay en nosotros.
35
CAPITULO II
OBJETO DE LA METAFÍSICA
Este rexro y los siguientes de Santo Tomás de Aquino se citan según traducción propia,
l.A.\7.
37
Juer.r ANroNro \üftoow Cunso oe I\4 ErÁ,rÍstc,q
En la orquesta sinfónica o en el coro hay algo que rige y algo que es regido.
Lo que rige es el autor, mediante la partitura, y el director, que interpreta,
llevándola a la práctica, la idea del autor; lo regido son los músicos. De este
modo, Ia multitud constituye un orden, determinado por la intención de un
fin, intención que ha de hacerse efectiva por la acción de aquel que rige. fuí
también el alma, o principio vital, da un orden al viviente, en razón del cual
éste es uno y sus partes u órganos concuerdan entre sí, teniendo como fin
natural el bien del organismo completo. Si dicho principio cesa de ejercer su
acción unificadora, el cuerpo se disgrega o descompone, es decir, deja de ser
uno. También se verifica esta unidad en el orden que por naturaleza tienen
las apetencias inferiores en relación con las superiores. Aunque el dominio de
éstas sobre aquéllas a veces se frustre por defecto de la voluntad, corresponde
a la perfección natural de los afectos sensibles el ser asumidos por ella y, de
este modo, ordenados por la razón.
Lo mismo ocurre con los distintos saberes, como lo ha explicado fuistóteles.
Todos ellos se ordenan al conocimiento de la verdad ¡ por ello, a la perfección
del hombre. Es ésta la común y natural intención de todos los saberes. Por
lo cual, hay necesariamente un orden del cual son parte todos ellos, según
concurran en mayor o menor grado a la consecución del fin común. Ahora
bien, la pauta o principio de este orden no puede ser extrínseco al saber
mismo. Es el principio en razón del cual se juzga a los diversos saberes, y el
juicio implica superioridad sobre lo juzgado. Se trata, por consiguiente, de
un saber, aquel desde el cual se juzga, que, en su excelencia o perfección en
cuanto saber, trascienda a todos los saberes particulares.
b) Lo más inteligible
actúan según voluntad propia, sino según voluntad de otro. Lo que en tiempo
de Aristóteles se entendiera por "naturalmente siervos" en el orden de la vida
humana en sociedad es otra cuestión, que no necesita ser aclarada aquí para
entender lo que se debe enrender: el hecho es que dondequiera y comoquiera
se organicen para emprender una obra común un hombre de intelecto fuerte
y otro de cuerpo robusto pero de inteligencia débil, necesariamente ha de
mandar el primero, sea abiertamente, sea a cencerros tapados.
Aplicando los ejemplos al orden del saber, es claro que tiene la primacía y
rige, es decir, fija la intencionalidad común, el saber más sabe¡ o sea, el más
inteligente. Es más inteligente el que mejor intelige, y obviamente, aparte de
Ia mayor o menor potencialidad intelectiva del sujeto, el que mejor intelige
es el que conoce lo más inteligible. El saber primero es, por consiguiente,
aquel cuyo objeto es lo que de suyo es más inteligible.
39
.fueN ANrouro'WIoow Cunso o¡ lvfrrnpísrc¡
41
\ü(/toow
JunN ANroNlo Cunso oE M¡rn¡isrc¡
42
CnpÍrulo II: On¡ero DE LA ur,rerÍsrcR
43
\Wroow
JueN ANroNro Cun.so oe N,{r'r,qrísrc.r
Ahora bien, la perfección de una cosa no puede ser en otra según el ser
determinado que tiene en aquélla; por ello, para que le sea natural ser en otra,
es menester considerarla sin aquello que por naturaleza la determina.
Y, puesto que las formas y las perfecciones de las cosas son determinadas
por la materia, por ello es que una cosa es cognoscible en Ia medida en
que es separada de la materia. Por lo cual es preciso que también aquello
en que se recibe la perfección de la cosa sea inmaterial; si fuese material,
la perfección recibida sería en ello según un ser determinado, y así no
sería ahí en cuanto cognoscible, es decir, en cuanto siendo la perfección
de uno, Ie sea propio ser en otro.
44
Cnpírur-o II: OslEro DE r-A ¡utE'rn¡ÍsIc¡
g) Unidad de la metafísica
45
JunN ANroNro'Wroow
Toda ciencia se define por su objeto formal, es decir, por la unidad inteligible
de la cual como ciencia se ocupa. Aunque haya divársas realidades o aspec-
tos de una realidad comprendidos en ese objeto formal, la ciencia ., or.,
Porque es objeto o subiectum scientiae: lo cual significa
que esas d spectos se comprenden mutuamente,-de tal
modo que uno implica el entendimiento del orro. Así,
en el caso de la metafí enre
el conocimiento de las s son
del ser de las cosas: es la m
ente en cuanto ente, o en cuanto es. una misma ciencia conoce al ente y a
las causas del ente. Por orra parte, las sustancias inmateriales son universaÍes,
no en razón de su singularidad, sino en la de su inmaterialidad, pues por
el conocimiento son todo. Y si lo perfecto es fin de lo imperfectá, dichas
sustancias son causas primeras de todo lo que es y no es el ser.
Lo cual deja en claro que, aunque esta ciencia considere dichos tres as-
pecros, no los_considera, sin embargo, a cada uno de ellos como su objeto
formal (ut subiectum), sino sólo al ente común. pues, en efecto, es objeto
(subiectum) de una ciencia aquello cuyas causas y propiedades buscamos,
y no las mismas causas buscadas. El conocimiento de las causas de algún
genero es el fin al cual alcanzala consideración de la ciencia. Aunqui el
objeto de esta ciencia sea el ente común, se refiere sin embargo tód" ,
aquello que es_separado de la materia según el ser y la razón. puesto que
se dice_separado según el ser y la ruzón no sólo aquello qu. .r,r.r." prréd.
ser en la materia, como Dios y las sustancias intelecrualés, sino también
aquello que puede ser sin materia, como el ente común. Lo cual no sería
así si dependiese de la materia según el ser.
46
mismo, verificado en el conocimiento de los entes inmateriales, es lo que
descubre en todo su horizonte al ente en cuanto tal.
i) Los nombres
Por tanto, conforme a dichos tres aspectos según los cuales se atiende a la
perfección de esta ciencia, surgen tres nombres. En efecto, se llama ciencia
divina o Tbología, en cuanto considera dichas sustan cias. Metafisica en
cuanto considera el ente y Io que se sigue de él; pues lo transfísico se halla
por vía de resolución, como lo más común luego de lo menos común. Se
llama, en cambio, Filosofia priruera en cuanto considera las primeras
causas de las cosas. Así, por consiguiente, queda claro cuál sea el ob,ieto
(subiectum) de esta ciencia, de qué modo se relaciona con las otras ciencias,
y con qué nombres se la llama.
Los nombres señalados por Tomás son los que da a este saber Aristóteles.
La Tbologia es la ciencia de lo divino, o de lo más perfecto, es decir, del
intelecto. Así, la reflexión por la cual se conoce Ia naturaleza del entendi-
miento es propia de esta ciencia primera. LaMetafisica es el saber acerca del
ente en cuanto ente: adaptando su significado original a uno literal, Tomás
señala que este saber es transfísico, es decir, que su objeto trasciende, por
su misma razón de ente, el orden de los entes corpóreos: si sólo tuviésemos
certeza acerca de la existencia de estos últimos, la ciencia primera sería Ia
física, no la metafísica. Por último, según la sabiduría investiga sobre el
origen universal o primero de toda certeza, es llamada Filosofia primera.
De los otros nombres que se han empleado después de Tomás para designar
este saber primero se puede prescindir, aunque su uso no puede ser ignora-
do: se trata sobre todo de los nombres Tbología natura.l o Tbodicea, y de
Ontología. Además, a causa del equívoco que resulta de emplear el término
Tbología en el sentido aristotélico, parece conveniente llamar Tboría del
conocimiento o Gnoseología a aquella parte que se ocupa de lo que es el
conocimiento.
Para definir y así identificar una ciencia se determina cuál sea su objeto
material y cuál su objeto formal. Este último se subdivide en objeto formal
terminatiuo o quod, y en objeto formal motiuo o quo, o ratioformalis sub qtta.
El objeto material es la realidad o entidad considerada: por ejemplo, si digo
veo a Fulano, es Fulano Ia realidad vista; pero lo que veo de Fulano puede
ser solamente su cara, o su silueta visto de frente, o su silueta visto de perfil,
etc.: éste es el objeto formal terminativo de mi visión. Por último, este acto
de visión está también determinado por la luz que ahíhaya, por la posición
47
JueN ANroNro Moow Cunso os Mr.r.,rrÍsrc¡
a) Abstracción y separación
El comentario de Santo Tomás de Aquino al De Trinitate de Boecio sufrió, como pocos otros
rexros, alteraciones debidas a distracciones de los copistas . La versión alterada es la que se
incluye en las ediciones de las obras completas de Tomás: Piana, Parmensis, Wués; y es, en
buena parre, la responsable de que, en [a tradición escolástica, al menos desde Cayetano, se
haya interpretado mal la doctrina de Tomás sobre el objeto formal quo de la metafisica. El
rexro es restablecido recién en la edición crítica de Bruno Decker (E.J. Brill, Leiden, 1965).
Este rexro restablecido es el que se incluye en la edición de las Opera omnia de Roberto Busa,
S.l.; en cambio, [aversión espuria es la que aparece en la edición Marietti, OpusculaTheologica,
vo[. II (Roma, 1954).
48
hay separación real, ral como si absrraigo hombre de brancura diciendo
el hombre no es blanco, significo q... ñay separación real. por lo cual, si
en la realidad hombre y blanco no se hallan separados, el intelecto será
falso. Por tanto, Por esta operación el intelecto nt puede verdaderamente
absrraer sino aquello que es separado en la realidid, como cuando digo
que el hombre no es asno.
Las dos operaciones del intelecto rienen como fin hacer presente algo en el
sujeto.-T,a primcra, la simple aprehensión, hace presente lo que es una cosa,
el quid, la quiditas o la esencia, la natura rei: es lo significado por los meros
términos o nombres, simples o compuestos. Así, la palabra animal significa
una noción simple, definible, acerca de la cual no se dice nada: es la iimple
presencia, como objeto, de lo que es algo. La segunda, el juicio afirmativo o
negativo, se refiere al ser de la cosa, sobre el cual hay un pronunciarse: por esro,
el juicio ha de conformarse a la cosa, diciendo lo que ella es o no es. La rercera
operación del entendimiento, el raciocinio, en realidad es un juicio mediato,
es deci¡ es un juicio que se enuncia en cuanro fundado en juicios anteriores
o premisas, de modo que está comprendida en la división bipartita.
La primera operación, o simple aprehensión, simplement. h".. presenre
una unidad inteligible. El concepto, que es su verbo o manifestaciónlnterior
no es, por esto, ni verdadero ni falso, pues esta operación no considera expresa
o formalmente la adecuación o inadecuación entre el conocimiento y la cora.
Simplemente se desracan en el intelecto cierras unidades inteligibles, sin con-
siderar lo que sea o no sea la cosa misma. En cambio, la segunda operación, el
iuicio, tiene como fin descubrir la conformidad entre el mismo intelecto y la
cosa: en cuanto manifiesta esta conformidad, el juicio es verdadero; en cuanto
manifiesta como conforme lo que no es conforme, o viceversa, es falso.
En €onsecrencia, por la simple aprehensión es posible hacer presente una
unidad inteligible sin rener presenre aquello a lo cual en la realidad está unida,
pues su finalidad es sólo esa: destacar lo inteligible sin considerar aquello a lo
cual va unido en la realidad. Esto es propiamente lo que se denomina abs-
tracción:,por ejemplo, tener cognoscitivamente presente lo que es hombre,
sin considerar el ser varón o muje¡ aunque en la realidad necesariamente sea
Io uno o lo otro. Por el contrario, la segunda operación, según su finalidad,
para prescindir de determinaciones como las señaladas
-sei varón o mujer-
tiene que adecuarse a lo que es en la realidad: de este modo, la proposición
sócrates no es mujer es verdadera porque en la realidad de sóciates no está
comprendido el ser mujer. No es que mediante una absrracción se considere
lo que es sócrates sin considerar el ser mujer: es que expresamente se separa
lo uno de lo otro, manifestando que ser sócrates er.luye el ser mujer. por
esto, la operación por la cual se separan dos unidades inreligibles refiriendo
esta separación a la realidad, no puede ser llamada abstracción, sino separatio,
separación.
49
JueN ANroNro wtoow
50
estos tres casos no puede haber abstracción por la cual se enrienda algo sin
considerar aquello a lo cual está unido en la realidad.
Ha¡ dos casos, sin embargo, en que, dándose unidas dos cosas o aspecros
reales de alguna cosa, puede una ser entendida sin enrender Ia otra. Ásí, se
puede observar, en primer lugar, que si bien la noción de animal está im-
plicada en la noción de pie, no ocurre lo mismo a la inversa, y así puede ser
entendido animal sin entender pie: es deci¡ se puede entender lo que sea un
animal sin entender lo que sea un pie, o que el animal tenga pies. No se trata,
obviamente' del conocimienro de algún animal sin pies, .ó-o ,.r, gusano,
ni que a una pobre bestia se le corten los pies y siga siendo bestia: se irata de
un orden de prioridad entre nociones, no de realidades concreras o especí-
ticas. Por orra parre, es posible también el conocimiento de cierras fo.mas
sin conocer el sujeto en el cual son, cuando éste no es parte de la definición
o inteligibilidad de aquéllas. Se puede conocer la blancura, sin considerar la
nieve o la nube en la cual exisre, pues no hay relación necesaria de aquélla
a éstas. En esros dos casos hay abstracciones que puede realizar el inteLcto,
en orden a destacar ciertas esencias o formas sin ionsiderar ni las partes del
rodo esencial, ni el sujeto de determinadas formas.
Hay, pues, una precisión importante en cuanto al uso del término abstrac-
ción:-es una operación propia de la simple aprehensión, no del juicio. Es
aquella que conoce separadamente lo que está unido en la realidad. La del
luicio, por tanro, no puede ser llamada abstracción, porque lo que conoce
separad.amente \o conoce asi porque es separado en la realid"á, y lo q.r.
hace presenteel .iuicio negativo es precisamente esta separación, .o-o .., l"
proposición el hombre no es asno.
51
\ülInow Cr-rnso oE Mr,.r.q.rísrc¡
JueN ANroNro
Hay dos clases de abstracción, las cuales son de distinta especie, y no dos
grados de una operación de la misma naturaleza. La distinción entre ambas
ér po. su objetorespecrivo. LJna conoce algo en su razón de forma; la otra
conoce algo en su razón de todo.
Se ha visto que la forma sustancial no puede ser abstraída de su materia,
pues su nociórimplica referencia a ésta. Las formas accidentales tampoco
prr.de., ser consideradas con prescindencia de su sujeto, que es la sustancia.
Los accidentes, como por ejemplo ser blanco o ser anciano, o estaf de pie,
siempre se enrienden de un sujeto, una sustancia, la cual, atlqY. sea tácita-
aquello determinado
-.ri., esrá presenre en la noción del accidente como de los
por é1. Pero hay un orden, enritarivo y lógico en el advenimiento
accidentes a Ia sustancia corpórea. Y según este orden, el accidente cantidad
adviene a la sustancia sin suponer otros accidentes. En cambio, los restantes
accidentes de la sustancia corpórea suPonen, en cuanto determinantes con-
cretos de dicha sustancia, a la cantidad: en la noción de color, por ejemplo,
está comprendida la noción de superficie, o en la de ayer la de continuidad
t.-por"l. Lo que se llama en general cualidades sensibles, o formas acci-
deniales perceptibles por los sentidos, no puede ser entendido si se prescinde
del número y de la extensión.
En cambio, el número y la extensión pueden abstraerse de los demás ac-
cidentes: es propio de la perfección de las ciencias matemáticas el prescindir
completamente d.l"s
formas sensibles. En la consideración de las Propiedades
del círculo o del octógono, verbigracia, no se requiere atender al color que
habrían de tener esas figuras si fueran concretas. Cuando el hábito matemático
52
no está desarrollado en el sujeto, éste requiere de referencias sensibles para
entender las operaciones con números: por ejemplo, el niño que aprende
a sumar y a restar con manzanas o con las cuentas del ábaco; pero cuando
el hábito está desarrollado, el matemático conoce en un plano de completa
abstracción. Ért" .r la abstracció n formae a mdterid, válida únicamente para
el conocimiento de la cantidad, pues no hay otras formas que se puedan
abstraer, de este modo, del sujeto al cual determinan.
Es claro, sin embargo, que esto no supone una existencia separada del
número y de la cantidad. Hay referencia a un sujeto, pero no al sujeto con-
creto al cual la cantidad determina como dimensión o figura. La noción de
cantidad implica que hay un sujeto, pero no cuál sea o cómo sea en la rea-
lidad: es lo que se llama materia inteligible de la cantidad. El supuesto de
inteligibilidad de la cantidad es la sustancia en cuanro sujeto de dimensiones:
esta materia inteligible es distinta de la materia sensible o sujeto real de las
cualidades sensibles.
La abstracción matemática es la única por la cual se conocen formas pu-
ramente tales. No tiene como objeto esencias, sino formas, de las cuales sólo
impropiamente se puede decir que tengan esencia. No ha¡ en sentido propio,
esencia de cinco; quizás pueda decirse que Ia hay del círculo o del cuadrado,
lo cual es así en razón de que Ia geometría añade al número la determinación
espacial. Por esto, al comparar esta abstracción de las matemáticas con la abs-
rracción totius d pdrtibus, resulta claro que no se trata de dos grados de una
irbsuacción de la misma naturaleza, sino de dos abstracciones que, aunque
operaciones ambas de la simple aprehensión, son, en razón de su objeto, de
distinta especie. Ha¡ no obstante, varias y diversas ciencias matemáticas,
por lo cual lo adecuado es nombrarlas así, en plural: aunque convengan en
el objeto formal motivo, difieren en razón del objeto formal terminativo,
pues, como se ha visto al comparar el número y Ia figura, hay en ésta alguna
determinación formal que no se encuentra en aquéI.
53
Juar.r ANro¡.¡¡o'Wloow Cunso oe ll4er,rrí.src,r
Thl como hay formas que no pueden ser abstraídas de su materia y otras que
pueden ser conocidas con prescindencia del sujeto concreto al cual determinan,
así hay todos cuyas partes se incluyen en su inteligibilidad y otros que pueden
ser entendidos haciendo abstracción de sus partes. Que sea lo uno o lo otro
depende de lo que objetivamente sea ese todo y de la índole de la relación
suya con sus partes. Cuando el todo resulta de la composición de sus partes,
es obvio que al entenderlo no se puede prescindir de éstas: así, para conocer
la sílaba no se puede hacer abstracción de la letra, o para tener noción de
lo que es el hombre hay que tener presente lo que es el cuerpo y el alma, o
para definir un concepto hay que conocer las partes de su comprensión. En
estos casos las partes son, según su noción, anteriores al todo, o se entienden
concomitantemente con é1. Son partes de la especie o de la forma, es decir,
que son esenciales al todo.
El caso de un todo distributivo es distinto: es el todo el que está presente
en sus partes, y está completo en cada una de ellas. Es la totalidad a la cual
se la llama universalidad. En la cual el todo es anterior a sus partes, por lo
cual entra en la definición de éstas, pero no éstas en la del todo. Aunque
no tenga existencia en sí, el todo universal tiene existencia en sus partes,
a las cuales se las denomina partes subjetivas, pues son los sujetos en los
cuales es y de los cuales se dice o predica dicho todo universal. Sócrates y
Platón son sujetos de los cuales se dice hombre. En la realidad no existen
otros hombres que los individuos: éstos son reales, pero también es real, en
ellos, su naturaleza humana, que para ser entendida en cuanto tal, y no en
cuanto sea la de Sócrates o la de Platón, debe ser abstraída de los individuos
o partes subjetivas suyas, por lo cual a esta operación intelectual se la llama
abstracción uniaersalis a particulari: se conoce lo universal con prescindencia
de lo particular. La relación del todo a las partes es, en este caso, accidental,
en el sentido de que ninguna de las partes está implicada necesariamente en
la noción del todo.
54
No hay abstracciones opuestas a éstas, por las cuales la parte se abstraiga
del todo o la materia de la forma, pues la parte, o no puede ser abstraída
por el intelecto del todo, si es parte de Ia materia, en la cual se pone la
definición del todo, o puede existir sin el todo, si es parte de la especie,
tal como la línea puede existir sin el triángulo, o la letra sin la sílaba, o el
elemento sin el mixto. En aquello que puede estar dividido según el ser
tiene lugar más la separación que la abstracción.
tmpoco, cuando decimos que la forma se abstrae de la materia, debe
entenderse esto de Ia forma sustancial, pues la forma sustancial y la ma-
teria que le corresponde dependen recíprocamente, y una no puede ser
entendida sin la otra, en razón de que el acto propio se da en la propia
materia. Pero sí se entiende de la forma accidental que es la cantidad y
la figura, de las cuales la materia sensible no puede ser abstraída, ya que
Ias cualidades sensibles no pueden ser entendidas si no se ha entendido
la cantidad, como es manifiesto en la superficie y el color; tampoco la
materia sensible puede ser entendida como sujeto del movimienro, si no
seentiende lo cuantitativo.
La sustancia, en cambio, que es la materia inteligible de la cantidad,
puede ser sin cantidad: por esto, considerar la sustancia sin la cantidad
más pertenece al orden de la separación que al de la abstracción.
Las dos clases de abstracción explicadas porTomás son las únicas abstracciones,
en senddo estricto, en virtud de las cuales se constituyen las ciencias particu-
lares. Por la abstracción mediante la cual se conoce la forma prescindiendo
de la materia sensible se constituyen las ciencias matemáticas. No hay otra
abstracción de este tipo: es decir, no hay otra forma, que no sea la cantidad,
que pueda ser abstraída de su materia del mismo modo como ella abstrae de
la realidad sensible en la cual existe. Por ranro, cuando se habla de abstrac-
ción formae d ffictteri*, la referencia es a Ia operación intelectual por la cual
se constituyen en el sujeto las ciencias matemáticas. No hay otra abstracción
de esta naturaleza. Y tampoco hay grados en esta abstracción, como los que
llama Cayetano, introduciendo la confusión que dura hasta hoy, grados de
Ia abstracción formal.
La abstracción por la cual se conoce el todo con prescindencia de sus partes
accidentales es la operación intelectual por la cual se constituyen en el sujeto
las ciencias naturales. Estas convienen entre sí en el objeto formal motivo,
y difieren en razón de los objetos formales terminarivos, en los cuales están
respectivamente comprendidas distintas determinaciones formales, como,
por ejemplo, la del movimiento de las cosas inanimadas y la del movimiento
propio de un ser vivo. Entre estas distintas determinaciones formales hay,
en muchos casos, fronteras inciertas, como en este ejemplo, en el que la
noción de movimiento es común a Ia física y a la biología, aunque difiera
en sus definitivas determinaciones. Toda ciencia que renga por objeto una
naturaleza universal, emplea esta abstracción para aprehender dicha natura-
leza. En lo que difieren, por ranto, estas ciencias naturales es en el todo que
55
JueN ANrouto'WIoow
Cunso or MErnrísrca
56
incluye en la inteligibilidad de las cualidades sensibles, pero no a la inversa.
La cantidad no supone en su noción ni gún otro accidente, sino sólo al sujeto
de todo accidente, la sustancia en cuanto tal. La Pregunta' en consecuencia,
es: ¿puede conocerse la sustancia haciendo abstracción de la cantidad? La
respuesta es negativa si se trata de una abstracción en sentido propio, pero,
tal como se trataba de saber si las partes pueden ser sin el todo, lo que en
este caso hay que preguntarse es si pu de existir una sustancia sin cantidad.
Si la respuesta es positiva, el acto cognoscitivo correspon iente ha de ser un
iuicio negativo, una se?d.ratio, que c mo proposición modal se expresaría
así: No necesÍuiamente la sustancia posee cantidad, o Es posible que la
sustancia sea sin cantidad, o Puede haber una sustÍLncia inmaterial, o El
ente no necesíriamente es material.
Se trata, por consiguiente, de saber si hay sustancias inmateriales. Si sé
que las ha¡ el horizonte del conocimiento se amplía notablemente, Pues
sé que ser y ser corpóreo no es lo mismo. El conocimiento de los entes
corpóreos es lo primero que se da en el entendimiento humano. Mediante
la mera abstracción, éste no puede trascender el mundo de lo material. Pero,
si se da en nosotros con certeza el saber que hay sustancias inmateriales,
con ello descubrimos el orden del ente en cuanto ente, ya no del ente en
cuanto corpóreo.
Aquí se halla una de las principales diverge ncias entre el texto de Tomás que tradicionalnlente
se usó 1, el que ha restableciclo la edición crítica. En aquella se lee: "Otra segúrn la operación
por la cual se fbrman las quididades de las cosas, )r qLre es Ia abstracción por la cual se ,rbstrae
la forma de la materia sensible, y ésta corresponde a la rnetafisictt". Este término ruehrtsica,
puesto ahí en vez de materurítica, ha sido posiblemellte una de las causas por las cuales se ha
sostenido tan reiteradamente que el objeto formal cluo de Ia metafísica es una abstracción
formal.
i7
JunN ANroNro Vroow CuRso oe ltl p-r,rrÍsrc..r
58
CAPÍTULO III
LA NOCIÓN DE, ENTE,
a) Significado de ente
59
JunN ANroNlo W¡oorv
Hry una ciencia que contempla el ente en cuanto ente y lo que [e co-
rresponde de suyo. Y esta ciencia no se identifica con ninguna de las que
llamamos particulares, pues ninguna de las otras especula en general acerca
del ente en cuanto ente.
C¡pÍrulo III: L,r Noctóx nr
2. Noción trascendental
a) La universalidad de ente
61
JunN ANroNlo Moow
SI.JSTANCIA
Porfirio, filósofo neoplatónico del siglo III d.C., presenra esre cuadro de la relación enrre
conceptos en su inrroducción a las Categorírts de Aristóteles.
62
Crpr;'.: ... -.'. .,''.:)r F\il
3. El princiPio de contradicción
64
y no es"3. No hay una sola enunciación, precisa e invariable, pues lo que se
expresa es la simple oposición, en cualquier cosa y bajo cualquier respecto,
entre ser y no ser.
Se puede observar que la primera enunciación aristotélica se refiere al plano
objetivo de la cosa sobre la cual se juzga, en la cual no cabe de ningún modo
la contradicción, es decir, excluye absolutamente su no ser. En cambio, Ia
segunda fórmula apunta al plano subjetivo de aquel que juzga: es imposible,
dada la naturaleza de la inteligencia, que alguien crea en verdad que lo que es
no es, que ser es lo mismo que no ser. Aunque el lenguaje humano lo soporta
rodo o iasi todo, es imposible que en Io que alguien entiende o cree acerca de
lo signiftcado por el lenguaje se dé la identificación entre ser y no ser'
Eita oposición está presente en todo juicio verdadero: si digo el hombre
no es camélido, estoy manifestando, simplemente, la oposición entre ser
hombre y no serlo. Es imposible cualquier conocimiento de las cosas tal
como son en sí mismas s' se ignora esta oposición, Pues ignorarla implicaría
sostener, por ejemplo, que ser hombre es lo mismo que no ser hombre. Esta
oposición es la que se entiende cadavezque se juzga, y se la entiende en cuanto
necesariamente presente en cualquier juicio. La oposición entre ser y no ser'
cuya evidencia es lo que manifiesta el principio, se expresa ordinariamente
en todos y uno de los juicios particulares. Nadie, ni el más simple y
cada
elemental de los hombres, puede pensar o decir algo con sentido sin aplicar
este principio. Todo acto de la inteligencia se perfecciona en el reconocimiento
de eite principio según se verifica en algún determinado objeto.
Se podría observar que el principio de contradicción es, en su enuncia-
ción, negativo, y que de los juicios regidos por él muchos, o la mayoría, son
afirmativos. Algunos han sostenido, fundándose en esta observación, que el
primer principi,o del entendimiento sería el de identidad, y no el de contra-
áicción. sin embargo, la afirmación del ser propio de una cosa sólo se da en la
medida en que se Iá distingue de su no-ser: esta distinción es Ia que marca el
perfil o .r.oiro que define el ser propio; destacar éste o identificarlo supone,
iomo la más básica de las operaciones, distinguirlo de su no-ser. Es como el
conocimiento del punto en el horizonte: su percepción es el darse cuenta de
que, Como mero punto, o como meramente ente, es lo simplemente opuesto
a no haber nada, es decir, a nada. El ser propio de algo es lo que se destaca
respecto de su no ser.
La consideración de lo que es en cuanto que es consiste en un acto re-
flexivo, es decir, en el acto por el cual se reconoce lo que es propio de algo en
cuíurto que es. No es la reflexión sobre una noción pura y desnuda, sino que
tambiénlo es sobre el primer juicio, el principio de contradicción. Es propio
de la inmaterialidad dél acto intelectivo este volver sobre sí y descubrir, como
fundamento de todo acto suyo, el ser en su oposición al no ser.
65
CAPITULO IV
EL LENGUAJE, DE LA METAFÍSICA
1. Los términos
67
JrraN ANroNto \Vtoorx'
b) Términos principales
sER (esse): como infinitivo, es el nombre del verbo, y significa el acto por
el cual algo está puesto en Ia realidad'
ENTE (ens): participio activo o de presente del verbo ser. Estos parti-
Es el
cipios tienen una significación con-rpuesta: se refieren primero al acto y luego
al suieto que realiza el acto; así caminante significa el que olo que c¿rmina,
en que hay referencia, primero, al acto de caminar y, se¡;undo, al sujeto que
lo realiza. Atendiendo ál modo de signiftcar, ente se refiere primero al acto
de ser y en segundo término al sujeto que es. La diferencia con lo significado
por los parti¿ipios de otros verbos está en que en éste el acto de ser pone
su;.to, ., decir, que el acto de ser no adviene a un sujeto ya constituido
"l
comá td, al modo áel ,.to de caminar, o de amar, o de estudiar respecto del
sujeto que camina, o que ama, o que estudia. No obstante, en Io significado
pá, hay una distinción real enrre lo que es y su ser. A lo primero, el lo
"rra.
qo", ,. le ,..ono.e como esencia, sujeto en cuanto es potencia respecto del
acto de ser.
Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (circa 480-525): Liber de persona et duabus naturis
in Christo clntra Eurychem et Nestorium.
68
C,rpírulo IV: El LENGUAJE DE IA ¡'ar,rnrÍslce
69
f ueN An-roNlo \}ftoort'
2.La analogía
b) La semejanza o analogía
a) Proporción y proporcionalidad
Son conceptos tomados de las matemáticas los que, por analogía, se apli-
can para dar razón de la primera división de la analogía.2 Proporción es la
relación o referencia de una cantidad a otra, como tres a uno, que expresa la
relación de triple, o cien a uno, que expresa la de céntuplo. Se trata de dos
cantidades determinadas, que al medirse mutuamente expresan la propor-
ción correspondiente. Por otra parte, proporcionalidad es la relación entre
dos proporciones, que no se miden mutuamente, pero que responden a una
misma medida: se expresa una proporcionalidad cuando se dice, por ejemplo,
dos es a cuatro como tres es a seis: ambas proporciones expresan la misma
razón de mitad. Se puede observar que cuando hay proporcionalidad, no
importa la magnitud mayor o menor de las cantidades, sino la semejanza
de las proporciones. Al decir uno es a dos o cien es a doscientos estamos
diciendo lo mismo, pero no del mismo modo: hay, por tanto, semej anza o
analogía. Ért".o...rponde a una noción análoga,la de mitad o medio, que
se verifica de diverso modo en cada una de las proporciones.
b) Analogía de proporción
73
JueN AuroNro'Wroow Cunso oE Msnrísrc¡
74
I
C¡pírulo IV: El LENGUAJE DE LA ¡rr¡rnrísrc¡
c) Analogía de proporcionalidad
75
Juer.r AxroNlo'Wroow Cunso o¡ lvlsr¡rísrc¡
d) Analogía de desigualdad
In I Sententiarum, d. 19, q. 5, a. 2 ad l.
Cnpírulo IV: El LENGUAJE DE LA tuprnrÍslcn
77
\ü7roow
JueN AruroN¡o
4. La tnalogía de ente
a) La dificultad
Luego de clasificar los distintos tipos de semejanza, según los grados de par-
ticipación en una misma forma, Tomás se refiere a aquello que se relaciona
entre sí sin participar de una forma común, ni específica ni genérica, "sino
según una cierta analogía, según el mismo ser es común a todas las cosas".4
La cuestión que ahora se plantea es, ¿qué clase de analogía es esa cierta
analogía?
Se trata de una noción, ente, que se dice de todas sus diferencias, por lo
cual no puede, de ningún modo, abstraer de ellas y lograr, a Ia manera de un
género supremo, la unidad propia de una forma. No ha¡ por consiguiente,
en relación con la analogía de ente, ningún tipo de univocidad, como se ha
visto que la hay en las analogías de proporción extrínseca, de proporcionali-
dad impropia y de desigualdad. Se pueden descarrar las rres, por ranro, como
analogías de ente y de los demás términos que, como ente, significan nociones
que se dicen de sus diferencias, como verdadero, bueno, uno, etc. En efecto,
ente no se dice por mera denominación extrínseca, ni por metáfora, ni como
género que ha abstraído de todas las diferencias.
En el texto citado del comentario de Tomás al primer libro De las
Sentencias, se clasifica como tercer modo de la analogía Ia que es secundum
intentionem et secundum rssr, según la intención y según el ser. "Esto es
cuando no hay identificación ni en la inrención común, ni en el ser: tal como
ente se dice de sustancia y de accidente. Y es necesario, en este caso, que la
naturaleza común tenga algún ser en cada uno de aquellos de los cuales se
dice, pero diferente según razón de mayor o menor perfección". Es decir, que
corroboramos la ausencia de alguna base de univocidad, sea por parte de la
cosa, sea por parte de la intención o concepto, en la cual se pueda hacer pie
para desde allí verificar las relaciones de semejanza. En esto radica el riesgo
cercano de que el entendimiento simplemenre se pierda, y que se llegue a
pensar así que todo esto no es orra cosa que un arrificio de palabras. Es ésta
la tentación nominalista, que explica en buena parte lo que ha ocurrido con
la ciencia metafísica desde el siglo XIV en adelante.
b) Proporcionalidad propia
c) Proporción intrínseca
79
CuRso or I\'1r.r¡rístc¡
JueN AxroNto Wto<trv
80
CAPITULO V
LAS NOCIONES TRASCENDENTALES
81
I ti,rN ANroN Io V/r oclrv
Hombre expresa un modo de ser distinto del modo de ser expresado por
burro. Aunque en ambos casos se podría empleat sin cometer equivocación,
el término ente para referirse a uno y a otro. Sin embargo, ambos términos,
hombre y burrá son excluyentes en Io que significan: es decir, cada uno
expresa un modo de ser que excluye otros modos. A éstos los llama Tomás
-ádor especiales de ente, por cuanto corresponden a especies o naturalezas
delimitadas, las cuales se entienden también como grados de entidad, es decir,
como diversas maneras de participar en el ser común. También sustancia y
accidente son dos modos de ser que en cuanto tales se excluyen, aunque de
ambos pueda decirse simplemente que son, o que son entes.
82
CapÍrrrlo V: Lns NocroNES TRAScENDENIALEs
83
Cunso op MrrnrÍstcn
JunN ANroNto'W'lPow
Es
De manera negativa se dice de todo ente la ausencia de contradicción.
lógica la
deci¡ que todo .ít. excluye su propio.no ser' A la negación.en se
Si el nombre algo designa la división de todo ente respecto de los otros entes'
es decir, expresa que un ente no es lo otro, hay otro asPecto, sin embargo, que
parece contradecir lo anterior, y es la conveniencia entre entes. Conveniencia
implica un ser lo otro; convienir -venir con-, significa, en el lenguaje común,
una asimilación, un participarse el uno al otro, el tener, bajo algún resPecto,
la misma forma. La conveniencia de todos los entes está Presente en el orden
cósmico, pero esa totalidad en que las partes mutuamente convienen se da
de una manera perfecta en aquello a lo cual compete serlo todo, es decir, el
ente inmaterial. Las operaciones propias del ente inmaterial son las de inte-
lección y de volición. Por la inteligencia, el sujeto es de alguna manera todo,
en cuanto las cosas se hacen presentes, tal cual son, en é1, sin que éste por
ello se altere. Por la volición, el sujeto tiende a la cosa tal como ella es en sí
misma, uniéndose y asimilándose a ella. Por el entendimiento, las cosas son
según el ser de quien entiende; por la voluntad, quien quiere se asimila a la
cosa querida, y es según el ser de ello. En ambos casos hay una conversión:
de la cosa a la inteligencia, y del sujeto aPetente a la cosa apetecida.
La conveniencia de todo ente al entendimiento es la verdad' Es propia
de todo ente, aunque en relación con el entendimiento humano dicha con-
veniencia sea contingente. Pero todo ente, en cuanto tal, es inteligible. Es
decir, que la relación con el intelecto es intrínseca a todo ente' Por lo cual
la noción de verdadero es convertible con ente, y es, Por ello, una noción
trascendental.
85
\ü7roow
JrrnN ANroNro
3. La verdad
a) La noción de verdad
86
C,rpÍruro V: [..rr.s NocIoNEs TRASCENDEN rALES
suya, sino como forma de aquello que se le hace presente. Lo cual supone la
inmaterialidad -por lo menos relativa, como en el caso de los sentidos- de
ese sujeto, pues gracias a ella éste se tiene presente como sujeto. Se llama
también relación de adecuación porque el sujeto y la cosa se igualan (del
verbo adaequo).
Esta adecuación del sujeto y la cosa existe en virtud de la aptitud que
tiene dicho sujeto para tenerse presente en cuanto sujeto. Esta reflexión, en
razón de la intrínseca inmaterialidad del cognoscente, no tiene límite: el
sujeto es de alguna manera todo. Y si bien los sentidos son cognoscentes, la
razón perfecta de conocimiento está en el intelecto, del cual el sentido sólo
participa su condición cognoscitiva, que se da en él menguada debido a su
dependencia de la materia. Ser intelecto es ser conforme a lo que es todo ente.
Y esta conformidad es la verdad. Ahora bien, esta relación de conformidad
ha de ser considerada no sólo desde el intelecto al ente, sino desde éste al
intelecto, pues todo lo que es posee una interna coherencia, un orden o una
¡ezón de ser propia, es decir, una entidad que, en cuanto tal, es el trasunto
de un intelecto. Esta relación, que puede parecer accidental si se la considera
desde la única perspectiva del intelecto humano, es necesaria, pues emana
del mismo ser de la cosa, por el cual ella es inteligible.
La conformidad entre la cosa y el intelecto, como dice Tomás, se da for-
malmente en el intelecto y no en la cosa. Ahora bien, el juicio es el acto del
intelecto por el cual se manifiesta o expresa formalmente la adecuación de la
cosa y el intelecto. Pero este juicio, si es acto de un intelecto creado, es poste-
rior a dicha adecuación, pues es el acto reflexivo por el cual el sujeto descubre
en sí tal adecuación. No es, por tanto, el juicio del intelecto creado "lugar
originario" de la verdad, como se afirma según alguna interpretación del pen-
samiento de Tomás, sino el lugar en que la verdad se manifiesta formalmente
como tal. De este modo, la adecuación del intelecto y la cosa, descubierta en
virtud de una reflexión por el intelecto creado, tiene su origen en un juicio
del intelecto increado, el cual sí es lugar originario de la verdad.
87
JunN ANroNIo'WIoow
Cunso oe Mrr,rrÍsrca
88
Cnpírulo V: [¡s NocIoNEs TRAscENDENTALES
1,
quieras ir fuera; vuélvete a ti mismo; en el hombre interior habita la verdad"
la cual no dene sólo un sentido en la comunicación mística del alma con Dios,
sino que lo posee, y rigurosamente, e todo lo que se refiere al acto mismo
de la inteligencia por el cual se reconoce la verdad de algo.
Llama la atención que Tomás de Aquino, en otras obras distintas al De
Veritate, reúna las definiciones de laverdad en dos gruPos, y no en los tres que
aquí se han considerado. En la Samma Tbeologiaé junta en una sola clase a
las definiciones de los grupos segundo y tercero del De Veritau.La razón de
esta divergencia está en que el juicio, al manifestar la verdad, la pone en acto:
lo que existía en potencia en el intelecto humano, en su misma naturaleza
de intelecto, se actualiza, se presenta formalmente como verdad mediante el
acto del juicio. No hay contradicción entre ambos pasajes, pues la verdad se
halla originariamente en el intelecto en cuanto tal, que en el caso del hombre
es potencia, y que requiere en é1, en la inmaterialidad de la mente, del acto
que, volviendo sobre sí, a la vez descubra y manifieste la verdad, es decir, la
adecuación, radicada en el intelecto, entre éste y la cosa.
La verdad es el objeto de todo acto de conocimiento. Sin embargo, en el
hombre hay conocimientos que, aun ue verdaderos, no alcanzan a ser cono-
cimientos de la verdad por la cual son verdaderos: se trata del conocimiento
de los sentidos y el de la simple aprehensión.
c) Laverdad en el sentido
IYoli foras ire; in teipsttm redi; in interiore homine habitdt ueritds (De uerut religione, caP. 39,
n. 72).
I, q. 16, a. I in c.
89
\ühoorx,
JunN ANroNro Itl ¡. r lríslc;¡
d) El intelecto y la verdad
Larazón de esto es que las realidades más perfectas, como las susrancias
intelectuales, tornan sobre su esencia de un modo completo: en cuanto
conocen algo puesto fuera de sí, proceden en cierta manera hacia fuera; en
cambio, en cuanto conocen que conocen, comienzan a volverse hacia sí,
pues el acto de conocimiento es medio entre el cognoscente y lo conocido.
Pero esta vuelta es completa en la medida en que conocen sus propias
esencias, por lo cual se afirma en el libro De Causis que todo el que sabe
su esencia, vuelve sobre su esencia de manera completa.
Ahora bien, el sentido, que enrre otras potencias es la más próxima a la
sustancia intelectual, comienza a volverse hacia su esencia, puesto que no
sólo conoce lo sensible, sino que también conoce que siente; sin embargo,
C,rpírulo V: L¡,s NocroNEs rRÁscENDENTALEs
4. El bien
a) La noción de bien
9r
JueN ANroulo Moow Cunso oe Iv{ e'r,lrÍsrc.,r
Que las nociones de ente y bueno sean convertibles supone que todo ente es
bueno. Ahora bien, como antes se ha visto, no son términos sinónimos, pues
en la noción de bueno se connora algo explícitamente que en la noción de
ente no se halla explícito. Esto que se agrega es la referen cia ala perfección,
en cuanto es el término al cual naturalmente todo ente tiende. Per-factum es
lo acabado, lo completo o lo íntegro, y es objeto natural de apetencia, pues
todo ente apetece su ser completo. Este ser completo es, como es obvio, la
misma entidad de la cosa en su plenitud: por consiguiente, su noción no
corresponde a algo diverso de ente.
Lo que llamamos bueno riene, en consecuencia, razónde fin. Ahora bien,
es fin, en primer lugar, lo que de suyo o absolutamente es un bien, como
lo es, por ejemplo, la verdad, perfección del intelecto. Es un bien que tiene
raz6n de tal en sí mismo y no en cuanro subordinado a orro: es la perfección
simpliciter naturalmenre apetecida por todo ente. Es lo que se llama un bien
honesto.
Por otra parte, la posesión del bien honesto también tiene razón de fin,
aunque no sea un bien en un sentido absoluto. Ningún bien puede ser ajeno
al sujeto que lo apetece, pues la noción implica la referencia al apetito, y no
ser ajeno significa que se le apetece en su real participación por el sujeto.
Este es el bien deleitable, que está siempre unido al bien honesto en cuanro
éste es el fin, como está unido, por ejemplo, el acro propio de conocimiento,
con la plenitud subjetiva que implica, a la verdad que es el objeto de dicho
acto y el fin.
Por último, están aquellos bienes que son tales no por ser fines en sí
mismos, sino por recibir su condición de bienes de los fines a los cuales
se ordenan. Son los bienes útiles, que son aquellos cuyarazón de bien no
está en ellos mismos, sino en los fines para cuya consecución son útiles. Un
cuchillo es un bien en la medida en que corre, o unlápiz en Ia medida en
que escriba. Los bienes materiales son de esra última clase, aunque puedan
accidentalmente converrirse para algún sujeto en fines, como el cuchillo para
un coleccionista o el dinero para un avaro. Lo cual es posible debido a que
la apetencia, en los entes cognoscentes, se especifica por el bien según cómo
sea aprehendido. De aquí que el avaro pueda aperecer la posesión de dinero
como si esto fuese su mayor perfección.
Los términos ente y bueno no son sinónimos, aunque sus nociones sean
convertibles. Esto supone, como antes se ha visto, que Ia noción de bueno
agrega algo a la de ente, en el sentido de establecer explícitamente algo que
pertenece a todo enre, pero que esra noción no hace explícito. Lo que distingue
a ambas nociones es, pues, el modo que pone la noción de bueno. Está álo
explicado por Tomás de la siguienre manera:
9)
Cnpírulo V: L,qs NocIoNEs TRAScENDENTALES
La actualidad básica de todo ente es aquella por la cual está Puesto en la rea-
lidad: esto es, el ser cosa, es decir, sustancia, o sujeto del acto de ser. Ahora
bien, teniendo a la sustancia como sujeto, hay o puede haber en ella otras
actualidades que suponen el simple acto de ser, Pero que son distintas de é1,
y que en razón de ellas no es que la sustancia sea o no sea, sino que es o no es
de-tal modo o tal forma. Si distinguimos dos cosas en cuanto una es blanca
y la otra negra, no las estamos comparando en cuanto, en absoluto, sean o
no sean, sino en cuanto sean de un modo o de otro. Si alguno de esos modos
fuese contrario a lo que la sustancia debía ser en atención a su fin, ese modo
será malo, pero no sería el simple no ser de la sustancia. Al contrario, si el
modo en cuestión perfecciona o co-pleta el ser de la sustancia, es llamado
bueno, como, poiejemplo, la aprobación de un examen o la práctica de
una virtud moral.
Para que una cosa sea sirnpliciter buena ha de tener todas las determina-
ciones que, aáadidas al ser susrancial, lo completan. La primera condición,
.o*o .i obvio, es que la cosa sea: es el supuesto de toda bondad, aunque
considerada sólo en .rt. no pueda ser denominada bondad simpliciter,
"tp..to
A primera bondad corresponde la expresión
sino sólo secundum quid. esa
popular "peor es nada".
Para calificar, en consecuencia, a algo de bueno simpliciter, es necesario
que posea, primero, la actualidad sustancial, es decir, que §ea. Segundo,
93
Ju,rN ANroNro §ftootv
Una conocida expresión escolástica dice: bonum est sui dffisiuum, el bien
es de suyo difusivo. Lo que es bien de suyo, es decir, el bien honesro, es
naturalmente comunicable: su participación no sólo no lo agota, sino que
lo actualiza en el sujeto al cual se comunica. Los bienes mareriales, -en
cambio, Ios cuales no son bienes de suyo, son por naturaleza excluyentes:
la posesión o el uso de estos bienes por uno, impide la posesión o uso
simultáneos por orro.
El saber, bien del entendimiento, si ha sido alcanzado por uno, un sabio,
no ve impedida por ello su posesión por otro, al mismo tiempo y de la misma
manera: al contrario, el que uno posea un bien de esta índole es condición
positiva para que orros participen también de é1, como es el caso del sabio
que puede enseñar. Esta propiedad del bien de ser comunicable es la base
para la existencia de un bien común de la sociedad, entendido como bien
del todo, pues, aunque éste comprenda otros diversos bienes, incluidos los
materiales, éstos no podrían consrituir unidad si no existiese ese bien común
superior, que es el fin que unifica.
d) El mal
94
Crrpírrrlo V: L,rs NocroNES TRAscENDENTAT-Es
5.La belleza
a) Belleza y bondad
b) La noción de belleza
96
Cnpírulo V: [.ns NocroNEs TRAScF.NDENTALES
97
CAPÍTULO VI
LA DIVISIÓN DE ENTE: LAS CATEGonÍas
1. El problema
H^y una mezcla mutua de los géneros. Lo ente y lo otro penerran a través de
todos y se compenetran mutuamente, así lo otro, al participar de lo ente, por
esta participación es; es, sin embargo, no aquello de lo cual participa, sino
:::"JJJ iT .
":;',':"' [", : .i.t i: ::
",'* i: :]:
: :#' :;T: ;:'.'i:1:Í;
otro respecto del resto de los géneros. Otro respecto de todos ellos, no es,
pues, ni alguno de ellos en particular, ni la totalidad de los otros menos
Puede discutirse el uso del artículo neutro con ente. La razón de este uso es la mayor indeter-
minación que dicho artículo da al nombre, el cual es un parricipio de presenre. Si se dice lo
que camina, en vez de el que camina, h"y una mayor indeterminación, y por ranro explícita
universalidad, en la intención con que se aplica el nombre: diferencia que rambién se da enrre
lo que es y el que es. Pero si se prefiere discutir, me abstengo.
Cunso os M¡rnríslcn
JueN ANroN¡o'WtPow
b) El cambio
El problema del no-ser del ente se hace presente también como problema
del cambio, pues éste implica siempre ditho no-ser. El movimiento, desde
La
luego, .r rrn prr"r, ser lá que no ré-.,", o un de.iar tl'e ser lo que se era'
g.r;t".ió" y l" .orr,rp.ión observada en. el mundo físico son también un
forn..rr", a ser desde il t o-t.t y el dejar de ser desde el ser'
por otra parte, es claro que si re pr.rede plantear el problema del cambio,
es porque a éste se l. pu.áe obse.ra. desde fuera, es decir, desde
lo que,
.orridér"do bajo idéntico respecro, no cambia. Por esto no es posible darse
cuenra, por ejémplo, de maÁera directa e inmediata, del movimiento de
rotación de la tierra, si se es parte de lo que rota. Pero se puede observar el
El sofista,259 a-b.
CnpÍrulo VI: I-rr orusróN DE ENTE: Les cnrncoRÍ.cs
t01
\WIoow Cunso or Mpreristcrr
JueN ANroNto
b) Predicables y predicamentos
3. La sustancia
a) La noción de substantia
r02
CnpÍrulo M: Le olusróN DE ENTE: r,c,s cnrpcoRins
Categorías, 5 .
CepÍrulo VI: Ln orvrsróN DE ENTE: r-Rs cnrpcoRÍns
c) Propiedades de la sustancia
4. El accidente
105
JunN ANroruto'Wroow Cunso o¡ lvl¡rnrÍsIc,r
106
CnpÍrut.o VI: Ln orvrsrór.¡ DE ENTE: r-ls cRr¡coRÍRs
tienen ser propio. Por último, respecto de los accidentes propios y necesarios
de la sustancia -aquellos que, según el orden de los predicables, se clasifican
como propiedades-, ésta es su causa eficiente: a la sustancia espiritual del
alma humana, por ejemplo, se debe su racionalidad. Los accidentes que no
son propios de la sustancia, dependen de causas eficientes extrínsecas.
r07
Cunso o¡ MErn¡Íslc.r
JueN ANroN¡o\ü'lpow
sujeto (substantia)
en un sujeto
(accidens) bajo algún res-
pecto en el sujeto
según deter-
según tiempo: quando
minación
extrínseca
según [o que según lugar: ubi (dónde)
mide al sujeto
totalmente extrín-
seco al sujeto
5. La cualidad
a) La división de la cualidad
110
CnpÍrulo VI: Ln nlvrsróN DE ENTE: LRs cRrr,coní,rs
Etica nicomaqueax, T .
Cunso os Mer¡.rístcn
JueN ANroNIo'W'toow
6. La cantidad
l12
Cnpíru¡-o VI: t-r DrvrsróN DE ENTE: r-rs cnrrcoRins
7.La relación
Véase Pitirim A. Soroki., Achaques y manías de k sociología mod.erna y ciencias afi.nes, versión
española (Aguilar, Madrid, I 964). Este auror llama testomanía y quantofrenia a las Preten-
siánes 1o que no es cuantificable.
d. -ádir y de expresar cuanrirativamente
Véase Tomás de Aqui no, Quaestiones disputatae de Potentia Dei, q.7 , a. 9 in c.
I r3
JunN ANroNro'W'roow Cr¡nso Dr Mer.cFÍsrc.{
1)4
C.rpÍrulo VI: t l prvrslóN DE ENTE: l-Rs cRrr,coRÍns
8. La acción y la pasión
115
Cunso oe N4er.rrrÍsrc,r
JunN ANroNto'WIoow
116
CepÍrulo VI: Le orvrsróN DE ENTE: r-ns cnreconÍns
a) El problema
Se ha visto que una primera respuesra al problema del cambio es la que dan
las categorías: éstas lo acotan y lo identifican. Más que respuesra, es una
aproximación al problema bajo el punto de vista metafisico y lógico. Lo que
sigue a continuación es la necesidad de considerar la realidad del cambio, lo
cual no consiste sólo en la determinación de su especie.
La dificultad radica en que el objeto propio de la inteligencia humana,
aquél al cual ésta se adecua, es lo universal y necesario, y si hay algo obvio en
la realidad del cambio es que se trata de algo singular y contingente. Ha¡ por
esto, una aprehensión del cambio por los sentidos, la cual es naturalmente
anterior al intento de explicarlo: y entre los cambios que perciben los sen-
tidos, el que es más directamente evidente es el movimiento local, es decir,
el desplazamiento de un cuerpo de un lugar a otro. Es un sensible común,
esto es, percepdble por más de uno de los senddos externos. El movimiento
local es percibido directamente por la vista y por el tacto.
Existe, en consecuencia, por una parte la evidencia sensible ¡ por otra, la
exigencia lógica del entendimiento: el movimiento o devenir, en que lo que es
no es (no era o no será), se contrapone a la necesidad de lo que es en cuanto
opuesto a su no ser. Es la vieja oposición entre el permanente fluir del cual
dan testimonio los sentidos y la necesaria identidad postulada por el intelecto.
El problema tiene su raíz afincada en la necesidad de explicíü que es propia
del entendimiento: aparentemente, dar curso a esta explicación sería llevar
la realidad del cambio al plano de la necesidad, es decir, de lo inmutable: en
otras palabras, a su negación. La experiencia del cambio y su explicación son
aparentemente excluyentes, a menos que se vea a la inteligencia no como
algo encerrado en sus categorías, sino como lo que es, por tanto, como una
facultad cognoscitiva abierta a la universalidad de lo real.
Desde luego, Ia experiencia del cambio se ordena según sus especies.
Las categorías nos han dado el marco dentro del cual se desenvuelve, de
modo que ya no se trata de un informe comenzar a ser o dejar de ser, sin
I lg
Moow Cunso or Msrnrísrcn
JunN ANrouro
base de identidad estable, sino de una alteración tal o cual, acotada según
los disdntos modos de ser. Hay cambio correspondiente a cada una de las
diez categorías, el cual, según indica Aristóteles, se puede reducir al cambio
sustancial, al cualitativo, al cuantitativo y al de traslación local. Este último
es el más patente a los sentidos, y con él suele identificarse, en su acepción
más corriénte, el movimiento. La imaginación, en efecto, cuando se habla
de movimiento, tiende a poner como objeto a un cuerpo desplazándose en
el espacio. Es, por ello, lo que más claramente sirve de ejemplo Para tratar
de la realidad del cambio. En todo caso, si bien el movimiento no es
"...."
un género común respecto de sus especies, hay en cada una de éstas un prin-
cipi,o, que es la posibilidad real del cambio, y un término, que es aquello en
qu. el iambio t. .ottt,r-" y, Por lo mismo, acaba. A lo primero se le llama
potencia, djnamis, y a lo segundo acto, enteléjeia.
b) La definición de cambio
3. Forma y materia
su forma, es decir, que estos principios, potencia y acto, no sólo dan raz6n
de la generación o de la creación poética en cuanto son procesos asimilables
al movimiento, sino también de lo que ya fue engendrado o creado.
El ente corpóreo es compuesto. No es por lo mismo por lo cual es tal
(hombre, manzano o hipopótamo) y por lo cual es material: hay un suPuesto
común a todos los entes corpóreos, que es la materia, la cual de suyo es inde-
terminación pura, es decir, es lo contrario de aquello por lo que un ente es tal
o cual. Es obvio, en consecuencia, que así como el entendimiento no puede
definir una realidad corpórea teniendo en cuenta sólo el elemento genérico o
indeterminado de ella, tampoco la cosa puede ser en sí misma sólo materia.
De aquí que se descubra su carácter compuestot son dos principios, oPuestos
y complementarios, Ios que constituyen su realidad y dan, por tanto, razón
de ella. La forma es el acto determinante y la materia es la potencia de suyo
determinable y, en cuanto principio real de la cosa corpórea, determinada
por la forma. La forma constitutiva de la cosa según su sustancia es la forma
sustancial. La materia en su indeterminación radical es la rnateria prima. La
materia es potencia, lo cual significa que no tiene ser en sí. Pero tiene ser en
la sustancia corpórea, no como algo agregado a ella, sino como constitutivo
de su realidad. El ser que tiene en la sustancia es el de la potencieecttnlizada
por la forma o, si la actualización no es de tal modo perfecta como Para que
la materia quede inmutada, es el de la potencia en cuanto tal, es decir, en
cuanto abierta a otras actualizaciones posibles. Este ser real potencial es el
propio de la materia prima.
Es clrro que la distinción entre la forma sustancial y la materia es real. No
se trata de una distinción puramente lógica, aunque por cierto es también
lógica. Se trata de la constitución de la cosa misma, no de la de un concepto,
,,r.rqr.r. las distinciones conceptuales correspondan al conocimiento de lo
real. Ahora bien, cuando se habla de distinción real en este caso y en otros en
que se trata de una composición de acto y potencia, no se la puede entender
como una distinción entre cosas o realidades. Por el contrario, es la distinción
entre principios constitutivos de la realidad de la cosa, los cuales no son ellos
mismás cosás ni pueden, por tanto, tener realidad propia. Su ser es el de la
cosa, pero son, en cuanto principios de ese ser, mutuamente irreducibles.
No son separables, pues lo que habría que entender como separación sería la
corrupción o muerte del ente así constituido, el cual deviene otro, u otros, en
la medida en que la materia es determinada por otras formas. La excepción,
en la que p,r.á. hablarse de una separación, está dada por la muerte del
hombri, .., q.r. la forma sustancial, en razínde su intrínseca inmaterialidad,
subsiste sin su materia.
La realidad corpórea no puede ser reducida a un solo principio. Desde
cualquier punto de vista desde el cual se la considere, flsico, metafísico o
lógico, aparece la inevitable composición. En el orden de los predicables, se da
laiomposición de género y diferencia; en el orden universal de la definición'
r23
\Wroow Cunso or MprnrÍsrca
JunN ANroNro
4. El individuo
124
Cnpírulo VII: L,c otvlsróN DE ENTE: ACTo Y PoTENCIA
r25
JunN ANroNro
\Vroow
Cunso »e MEr,lrísrce
5. Ser y esencia
a) La distinción real
Q.D. de Anima a. l, ad 17 .
r27
JueN ANroruro'W¡oow Cunso or Mrrarislca
r28
participado. No es lo mismo entender lo que algo es, y saber si eso es. El que
haya una lógicade la distinción no signifiia, siñ embargo, que la distinción
sea puramente lógica. La limitación de nuestra inteligencia y de nuestro
lenguaje en lo que respecra a esre rema puede llevar fáci"lm..r,. , considera-
ciones falsas. Desde luego, si hablamos de recibir y de ser recibido, se piensa
espontáneamente en algo real que recibe, cuya realidad sería, obviaÁente,
anterior al acto de recibir y a lo recibido. Lo cual, rratándose de una explica-
ción acerca del ente, es un sinsenrido. Estamos trarando no de realidad.r q.r.
compongan una tercera, sino de los principios constiturivos de la realidad.
Para no pasar por alto los inevitables matices que no están formalmente
expresados por nuestro lenguaje común, habría qu. ,rrr. continuamente la
frase a modo de: a modo de recibir y de ser recibldo, a modo de participar
y de ser participado, o, como dice el mismo Tomás, a modo de potencia y
acto (ut ?otentia et actu).
La limitación de la inteligencia y del lenguaje no ha de llevar, en conse-
cuencia, a la conclusión de que esto sea absoluramente inentendible y de que
todo lo que se pueda decir sobre ello sea juego de palabras. Los dos extremos
que se han dado al tratar el problema metafísico de la finitud de los entes
son, por una parte, que todas las distinciones en este orden son solamente
de razón (con lo cual nada se explica del orden real), o que las distinciones
sol tan reales que casi se puede considerar a la esencia y al ser como dos
realidades que se unen.
r29
JueN ANroNro \ftoov, CuRso r>e N 1 Er.rpísrc.r
los entes inmateriales no son más perfectos, en cuanto entes posibles, que los
corpóreos; pero si son, su perfección es mayor. Esto marca la más profunda
diferencia enue los entes que son, pero no son el ser, y el Ser subsistente, aquel
cuya esencia consiste en ser, y del cual los entes participan el ser. De suyo, el
Ser primero es, pues es el Ser. De suyo, los entes no son, pues no son el Ser;
sólo participan del Ser, o lo reciben. De aquí que la existencia de los entes
esté dependiendo permanentemente de la acción creadora de Dios, quien
crea de modo semejante a como la luz ilumina. Mientras está iluminando, las
cosas son iluminadas; si deja de iluminar, todo vuelve a la oscuridad. Así, Ias
cosas, si dejan de estar siendo creadas por el Creador, vuelven de inmediato
a la nada, que es lo suyo.
"El ser es lo más íntimo a cualquier cosa, y lo que más profundamente está
presente en todo". La razón es que el ser es el acto de todo acto, y Ia perfección
de toda perfección. No hay en los entes ninguna perfección que, como el ser,
penetre hasta sus últimos intersticios. No hay nada mejor que la existencia. AI
intentar explicar esta intimidad del ser se manifiesta la gran limitación de los
conceptos y del lenguaje, cuya capacidad de significación sucumbe cuando se
trata de explicar qué se entiende por el acto de ser. Esto es, sin embargo, lo
que se halla en la base de todo entendimiento, pues siempre se conoce algo
en la medida en que se pueda decir de ello que es. Pero cuando se reflexiona
sobre este término y su significado, Ia limitación del entendimiento humano
induce a reducir tal significado, y así se concibe al ser como algo genérico e
indeterminado, o como la cópula que une a un sujeto con su predicado, o
como la mera esencia de algo. Aunque estos sentidos del término ser sean
válidos y atingentes, está claro que hay que remitirse al sentido principal, pues
es allí donde lo adquieren esas otras acepciones. Reducir a éstas el significado
de ser hace perder totalmente de vista por qué haya que entender que el
acto de ser es "lo más íntimo a cualquier cosa y lo que más profundamente
está presente en todo". El ser es la más profunda y grande perfección que el
Creador está dando gratuitamente a cada criatura.
130
CAPÍTULO VIII
LA HIPÓSTASIS Y LA PE,RSONA
l. La hipóstasis o suppositum
a) La subsistencia
131
Ju,rN AN roNto W'tootxr
.llo, p.rt.ñ.ce: así, poi ejemplo, se atribuye mérito o culpa al sujeto singular,
a la hipóstasis, no a L r"i.rr"l.r" o esencia. La operación es, en cuanto acto, el
ejerciéio de la existencia: por esto en ella se reconoce la existencia real, como
Ia del perro cuando muerde.
2. La persona
r32
C¡,pÍrulo VIII: L,l Hrpósrnsrs y LA pERsoNA
r33
Ir'.lN ANroNro \Vtoorv Cunso o¡ l\4e r¡,r,íslc,l
Hay que tener en cuenta también, por otra parte, que la unión de dos o
más, en sí misma considerada, a veces constituye algo íntegro y otras veces
no: así, en la piedra la combinación de los cuarro elementos, hacen algo
íntegro, por lo cual lo que está constituido por los elementos puede en la
piedra ser llamado suppositum o hipóstasis, lo cual es esta piedra, pero no
persona, porque no es hipóstasis de naturaleza racional. Por el contrario,
la composición de los elementos en el animal no constituye algo íntegro,
sino algo que es parte, es decir, el cuerpo: es necesario que advenga algo
otro para que el animal sea completo, a sabet el alma; por lo cual la com-
posición de elementos en el animal no constituye su?plritumo hipóstasis,
ya que este animal como un todo es hipóstasis o supposirum. Pero no por
esto es menos eficaz en el animal que en la piedra Ia composición, sino
mucho más, pues está ordenada a una realidad más noble.
c) Definición de persona
t34
Por último, el intelecto es la función activa de la hipóstasis inmaterial:
consiste, si se puede decir así, en el ejercicio de su propia inmaterialidad, o
en el ejercicio activo de la propia autoposesión. El ente inmaterial es per-
fectamente uno en sí mismo, con unidad autoposeída, de tal modo que no
es solamente uno, sino ri,nico. Por esto, es la hipóstasis perfecta, capaz de
poseerse reflexivamente sin ningún límite de parte de su inmaterialidad. La
limitación en el caso del hombre proviene no de su condición racional, sino
de que ésta radica en un cuerpo que impone sus propias condiciones.
La noción de persona, en consecuencia, es de perfección absoluta, y
puede por lo mismo entenderse no solamente del hombre y de las sustancias
inmateriales, sino de Dios mismo. Por esto, el término persona es nombre de
dignidad en el orden entitatiyo, esto es, entre todas las hipóstasis, y no sólo
lo es en el orden moral, o en el psicológico, o en el jurídico. Esta dignidad de
la persona consiste en su perfecta unidad que es al mismo tiempo completa
universalidad: la persona es de alguna manera todo.
a) La unidad de la hipóstasis
Así, por consiguiente, en los hombres en general la unión del alma y del
cuerpo constituye la hipóstasis y el suppositum., porque no hay nada más
fuera de estos principios. En cambio, en Nuestro Señor Jesucristo, además
del alma y del cuerpo, adviene una tercera sustancia, la divinidad. Por tanto,
no es separadamente suppositum o hipóstasis, como tampoco persona, lo
que está constituido por cuerpo y alma, sino que es suppositum, hipóstasis
o persona aquello que consta de las tres sustancias, a saber, del cuerpo,
del alma y de Ia divinidad, y d. este modo Cristo es una sola person a, y
así también vn suppositum y una hipóstasis.
De distinto modo adviene el alma al cuerpo, y la divinidad a ambos. Pues
el alma adviene como forma del cuerpo existente, por lo cual ambos cons-
tituyen una naturaleza, que es llamada naturaleza humana. En cambio,
la divinidad no adviene al alma y cuerpo a modo de forma, ni a modo de
parte: esto es contrario a la noción de perfección divina. Por lo cual, por
la divinidad y por el alma y cuerpo no se constituye una naturaleza, sino Ia
misma naturaleza divina, que existe en sí misma íntegra y pura, de un modo
incomprensible e inefable asume para sí la naturalezahumana constituida
de alma y cuerpo, lo cual ocurre por su infinita virtud. Vemos, en efecto,
que cuanto mayor es la virtud de un agente, tanto más perfectamente se
aplica a sí mismo un instrumento para completar una obra. Por tanto,
así como la virtud divina, en razón de su infinitud, es infinita e incom-
prensible, así el modo por el cual Cristo une a sí la humana naturaleza,
como un cierto órgano para realizar la salvación humana, es pafa nosotros
inefable, excediendo toda otra unión de Dios con la criatura.
135
\rVrnow Cu nscl oe M r-r,rrístc,r
JrrnN ANroNro
b) Hipóstasis y naturaleza
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sap?lsitum; el alma y el cuerpo son tomados para sí por la personalidad de
la persona divina, para que sea la persona del Hijo de Dios, como también
la persona del hijo del hombre, e hipóstasis y suP?osfium.
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Jt rr ANroNro'\X/'roow Cu psc-r or IVI Er¡rísrc;,r
que lo esté por el que significa la naturaleza humana, se puede decir indi-
ferentemente lo que es de la naturaleza divina y lo que es de la humana,
como, por ejemplo, si decimos que el Hijo de Dios es ererno, o que el
Hijo de Dios es nacido de la Virgen, así de manera semejante podemos
decir que este hombre es Dios, y que creó las estrellas, y que ha nacido,
que ha muerto y que ha sido sepultado.
Lo que se predica de algún suppositum, se predica de él según alguna forma
o materia, tal como Sócrates es blanco según la blancura, y racional según
el alma. Se ha dicho ya que en Cristo hay dos naturalezas y un suppositum.
Por tanto, si se refieren al suppositum, indiferentemente puede predicarse
de Cristo lo humano y lo divino. Sin embargo, hay que discernir según
qué se diga, pues lo divino se dice de Cristo según la naturaleza divina, y
lo humano según la humana.
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C,rpÍrrrro VIII: [-,r rrrpós'1..',srs y r-A pERSoNA
d) La hipóstasis y su operación
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Junr.r ANrouo \W'roorv
r40
percibir sensiblemente sean actos específicamente distintos, y por lo mismo
inconfundibles y mutuamente irreductibles, es indudable que allí donde hay
facultad sensible en un sujeto inteligente, la percepción del sentido ParticiPa
de alguna manera de la perfección propia del entender. Lo cual se puede
comprobar observando lo que es la contemplación estética o sensorial: aun
cuando es un acto propiamente del sentido, no está reducido a lo puramente
sensorial, pues de alguna manera se hace Presente al que contempla el ser de
lo contemplado. No se trata de entender, sino de ver o de oír, pero el ver y el
oír de un sujeto inteligente, aunque específicamente idénticos al ver y oír de
un animal irracional, se elevan, en Ia unidad existencial de la hipóstasis, a una
perfección que trasciende lo puramente sensible, sin anularlo o menguarlo,
sino al contrario, elevándolo a una más plena condición de conocimiento.
Es lo propio del sentido transido de inteligencia'
Puis bien, es ésta la condición de la hipóstasis racional o persona. Es la
condición por la cual se establece, en comparación con todos los entes infe-
riores, o no racionales, una diferencia que no es de grado, sino ontológica.
Es ésta la razón, además, por la que el lugar de estudio del ser personal sea la
metaffsica, y no la psicología o la ética. La inteligencia no es sólo una facultad
superior a otras, sino la capacidad de la hipóstasis para asumir el objeto propio
de todas las otras facultades, elevándolas a la perfección existencial propia
del sujeto inmaterial. La persona es el microcosmos en que la unidad del
universo y la diversidad de sus partes descubren su razón de ser o su medida:
en primer lugar en el Dios personal, y luego en las criaturas que son personas
poi participación, es decir, las sustancias inmateriales y los hombres.
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CAPÍTULO Ix
LA CAI.JSALIDAD
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J unN A¡.¡r-oN Io \ü't oow Cunso »r, i\ I rr..rrÍsrr.,l
perro está vivo, autrque el vivir no sea de suyo sensible: Io es per accidens. La
condición para que algo que no es sensible sea aprehendido de este modo
mediante lo sensible, es que eso que no es sensible sea objeto propio de otra
facultad cognoscitiva, el intelecto. Y aunque en las bestias no haya intelecto,
el sentido, en cuanto tal, participa de la naturaleza cognoscitiva que se da
per se en el intelecto, por 1o cual, dondequiera haya conocimiento sensible,
por elemental o mínimo que sea, allí hay en propiedad conocimiento, es
decir, una cierta presencia intelectiva participada. La diferencia obvia entre
el hombre y el animal irracional, es que en aquél, al aprehender el sensible
per accidens, lo conoce intelectualmente, y en cambio éste lo tiene presente
sólo virtualmente.
La observación de la conducta animal, que puede ser la de uno mismo
en cuanto sujeto de esa clase de fenómenos, lleva a la comprobación de que
ella no consiste sólo en una sucesión de momentos inconexos, ni en un
movimiento en el cual la continuidad se deba sólo a la inercia debida a un
primer impulso. Hay una coherencia en el movimiento del ser vivo que sólo
tiene explicación por la presencia de un principio en el mismo sujeto, y que
es, en el ejemplo que se ha puesto, lo que explica la existencia de reacciones
como la del perro al prever la pedrada. Hay algo que el perro tiene presente,
porque lo conoce, aunque ello aún no haya ocurrido: lo cual es posible sólo
en la medida en que el perro tenga presente el efecto al percibir la causa.
Esta presencia se da en la medida en que hala en el sujeto -en el Perro u otro
semejante- lo que se llama experiencia, o por lo menos -si rehusamos atri-
buir experiencia, en senddo propio, a los animales irracionales-, el recuerdo
asociado a la estimativa.
Esta misma observación, enfocada hacia los fenómenos que a uno mismo
lo afectan, y que viene a ser una reflexión sobre los propios actos cognosciti-
vos, es lo que hace posible la actividad del intelecto por la cual se aprehende
lo que es una causa y un efecto y en qué consiste la relación de una y otro.
Es obvio que la posición forzadaen la cual se Pone Hume -y que despertó a
Kant, según propio testimonio, del "sueño dogmático"-, de reconocer en los
fenómenos ffsicos sólo la sucesión, pero no una dependencia natural, impide
hablar de una relación real de causalidad. Es un reduccionismo que niega la
capacidad del entendimiento para reconocer lo que es una realidad, y que
desconoce el ser de las cosas para dejar solamente el fenómeno.
2. La noción de causa
a) Una definición
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Cnpírulo IX: Ln cAUSALTDAD
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'Wtoow
JunN A¡¡roNIo
b) La relación de causalidad
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y conocido es real únicamente en el cognoscente, pero no en lo conocido:
el acto de conocer es real en el sujeto qu..o.ro.a, paro rro en la cosa que se
conoce. Thmpoco es real en el creador la relación i la criatura.
La causalidad es objeto de la metaftsica, porque su realidad no está cir-
cunscrita a un modo determinado de se¡ sino que supone únicamente la
perfección del acto de ser, en cuanto es de suyo .ám,rri."ble. un sujeto, en
Ia medida en que es perfecro, puede hacer partícipe a otro der actá por el
cual lo es.
En la exp-licación de la noción de causa suele hacerse especial referencia
.
a la causa eficiente. La razón de esta primacía está en qrr. d. ella es de la
cual se tiene más directa experiencia: ei natural que la cü..pt,.r"lización se
alimente de esta experiencia, puesto que no hay otra q,.r. ,..rg, las mismas
características de evidencia. Sin embargo, en la definición que se ha dado
de causa no se excluye su aplicació., ótr^ clases, distintas áe la causa efi-
"
ciente o agenre. A ellas se ha hecho referencia, y son, además de la eficiente
o causa agente, la causa final, la causa formal y la carrsa material, a las
cuales se agrega la causa ejemplar. Las propiedadás o caracrerísticas de cada
una de estas clases se verán a continuiciSn. Lo que se puede verificar al
considerar esta división es que el términc¡ causa, ságún ya se ha observado,
no es unívoco, esto es, 9ue se dice analógicame.rt. á. las distintas clases de
causas; es decir, que no se puede entender Io mismo cuando se trata acerca
de cada una de esas clases.
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ANroNlo'W'loow Cunso oE Mr.rnrÍstce
Junr.r
149
JrrrN ANI«¡N ro
\ü(/t
oou, Ctrnso or' lr{r rlFís¡r-l
1r0
c) La causa final
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Cunso oe MernrÍslcn
JunN ANrouto'Wtoow
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El fin objetivo es el mismo bien, en su realidad propia, apetecido por el
sujeto; el fin formal -llamado también subjetivo- es la posesión de aguél
por el sujeto. Así, Dios es el fin objetivo del hombre, y la unión con El es
su fin formal.
G) Por último, y acogiendo un punro de vista teológico, es necesario distinguir
entre fin natural y fin sobrenatural. El primero es la perfección de las
cosas naturales, entre ellas el hombre, que puede ser alcanzado, por ello,
mediante las capacidades naturales. El segundo corresponde a la parti-
cipación gratuita por las criaturas intelectuales de la vida divina, el cual
pár elo tásciende absolutamente las potencias naturales, y sólo puede ser
álcanzado medianre las capacidades infundidas directamente por Dios.
Así, amar al prólimo como a uno mismo es un fin natural, pero amarlo
como Cristo lo ama es un fin sobrenatural.
Un aforismo escolástico dice: causae ad inuicem sunt cttl¿sde' las causas son
recíprocamente causas. Si se considera cuál es el efecto propio de cacla una
de lás causas -eficiente, final, ejemplar, formal y material-, se puede ver que
esos efectos no son independientes entre sí: la acción eficaz del agente es la
que da forma a una mareria, la cual singulariza lo hecho; a su vez, esa forma
ré proy..t, desde el ejemplar concebido por el agente; todo esto con un
sentido, es decir, con una finalidad.
El que las causas sean recíprocamente causas significa que unas dependen
d. ot.ai en el ser caüsas. De este modo, la causa eficiente no actuaría dando
forma a una mareria si no hubiese un motivo para ello, es decir, un fin: así,
la causa final es causa de la causalidad de la causa eficiente, pues ésta, para
ser causa, supone Ia intención de un fin, tal como no hay un movimiento sin
una direcció.r. D. -rt.ta semejante, es el agente, actuando Por un fin, el que
da forma a una materia: por lo cual dicho agente es causa de la causalidad de
la forma. Ésta da una especie a la materia, constituyendo así el compuesto,
o enre corpóreo, el cual riene su principio de singularización en la causa
material, lá cual de esta manera impone individualidad a Io que se produce
y al resto de las causas. La función, en este contexto, de la causa eiemplar se
cumple en ranto Ia forma de la causa eficiente se Proyecta en la forma de la
cosa producida. El manzano no produce manzanas si su naturaleza no está
ordenada aello: esta naturaleza es la que eficazmente da Ia forma de manzana
a su fruto, el cual incorpora la materia de la cual se hace, Ia cual singulariza
así la manzana producida.
El orden de las causas supone, pues, en primer lugar, que todas ellas con-
vergen en la producción de una realidad, sobre la cual influyen _de diversas
.rr"Á.."r, es áecir, causan bajo distintos resPectos dicha realidad. Se puede
r53
_f
uaN AN roNro \ü/roow
determinar cuáles son dichos respectos, es decir, precisar cuáles son los distinros
modos según los cuales la realidad producida es efecto. En otras palabras, de
cada una de las cinco causas depende, como es obvio, un efecto; sin embargo,
no hay cinco efectos independienres, pues la realidad producida, según se ha
dicho, es una. Las causas concurren, por consiguiente, en la producción de
un efecro, el cual depende, en su condición de efecro, de manera distinta: es
decir, ser efecto se entiende de cinco nianeras distintas, 1o cual supone que
también el ser causa no se predica unívocamente de las cinco .",rrrr, sino por
analogía, la cual es de proporcionalidad propia en cuanro la noción de causa,
que no es una noción genérica, es predicable de cada una de las diversas clases
de causa, y de proporción intrínseca en cuanro a la suposición del término,
o referencia a alguna relación real y singular de causalidad.
La dependencia mutua entre las causas supone un orden entre ellas. Tal
como confluyen en la producción de algo uno, siendo esro efecro, bajo dis-
tintos respectos, de cada una de las cinco causas, se hace necesario considerar
cuáles son las dependencias de cada una de ellas, o de qué modo son causas
de la causalidad de las otras.
En primer término, se ha visto ya que la causa final es causa de que la
causa eficiente lo sea en acto, es decir, es causa de la causalidad del
A su vez éste, al dar forma a una materia, es causa de la causalidad formal,"g.rt..
pues la forma no se aplicaría a la materia si no fuese por la acción de la causa
agente, la cual, si bien depende del fin, también depende de la determinación
que a su acción da la causa ejemplar. AI aplicarse a la mareria, la causa formal
da a ésta la condición de sujeto, de aquello en lo cual se hace lo producido:
es, de este modo, la causa formal causa de la causalidad de la matéria, la cual
produce su efecto al imponer su singularidad a la forma.
La primera de las causas es, en consecuencia, la causa final. La intención
del fin es el principio que pone en acro a todas las orras causas. La segunda
es la causa ejemplar, que inspira el modo según el cual la causa eficiente ha
de ponerse en acto para alcanzar el fin; modo que, a su vez, está también
definido por el fin. La tercera es, según ya se infiere, la causa eficiente. La
cuarta es la causa formal, la cual se pone en acto en virtud del agente y del
ejemplar. La última es la causa material, que es efecto de las otras cá,rr"r, p..o
que a su vez es la causa que impone a las otras la concreción y las condiciones
que de ésta emanan.
5. El principio de causalidad
r54
sino el de toda realidad; por último, el principio es por sí evidente, es decir,
que no depende de otro principio para ser directamente inteligible. Estos
caracteres corresponden, como es claro, a lo que propiamente y en sentido
pleno es principio, pues también se puede dar este nombre a aquello que lo
sea respecto de una ciencia particular, como son, por ejemplo, los axiomas
en las matemáticas.
Ya hemos considerado al primero y más elemental de estos principios: el
de contradicción, el cual simplemenre comprende la imposibilidad de que
el ser y el no ser de cualquier cosa se den simultáneamenre y bajo el mismo
respecto. Es lo que se entiende, referido a la realidad propia de cualquier ente,
cadavez que se entiende algo. Con algo semejante nos encontramos cuando
se trata del principio de causalidad, el cual supone el de contradicción, y lo
aplica a todo lo que de cualquier manera es o exisre, pero que no posee en sí
mismo su razón de ser. Un ente limitado en su ser bajo un cierto respecto es
-lo cual es obvio-, pero bajo otro respecto no es, en cuanto no es por sí, o
en cuanto está privado de ser por hallarse en potencia, o por ser acto de una
potencia, que de suyo es limitante, etc.
Para explicar cuál sea el principio acerca del cual rraramos, es necesario
enunciarlo. Esto no significa, según ya se explicó a propósito del principio
de contradicción, que su aplicación como fuente de inteligibilidad dependa
de su enunciación, ya que por su condición de principio está implícito en
Io que de él deriva. Por esto, las ciencias parriculares no necesitan investigar
sobre los principios universales, a pesar de que su carácrer científico depende
precisamente de su aplicación. Pero la metafísica, en razón de ser la ciencia
primera, debe necesariamente reflexionar sobre todos los principios, por Io
cual a ella sí importa enunciarlos.
Hay muchas enunciaciones posibles del principio de causalidad, las cuales
podrían resumirse en la siguiente: lo que no es por sí, y es, es por otro. Lo
que expresa el principio es que hay necesariamente una causa cuando en una
cosa no hay razónsuficiente de su propio ser. Su enunciación, en consecuencia,
parte de la verificación de esta ausencia de razón suficiente, la cual se mani-
fiesta de diversas maneras: en la limitación entitativa, en la composición, en
Ia potencialidad, en la contingencia, etc. Esta diversidad es la que da lugar a
las distintas enunciaciones. Por ejemplo: todo lo que se hace tiene causa;
todo lo que se muerye es movido por otro; toda cosa cuyo ser es distinto
de su naturaleza, tiene ser por otro; todo compuesto tiene causa.
Se ha presentado antes el ejemplo del volar de una piedra: es algo patenre
a los sentidos, es decir, es evidente que esa piedra, la que estoy viendo, vuela.
Sin embargo, sé que el volar no es propio de la piedra, como es propio de
ella, en cambio, el caer por su peso. En otras palabras, el hecho patente de su
vuelo no tiene explicación en la misma piedra que vuela: por consiguiente,
y puesto que se trata de un hecho evidente, esa explicación debe darla otro,
al cual, precisamenre en cuanto da realidad e inteligibilidad a tal hecho, se
155
Juer.r ANrouro Moow Cu nso o¡ lvl¡r.,r¡Ísrc.r
le llama causa. Ahora bien, aquello que se hace presente al intelecto de una
manera inmediata es la existencia de algo finito o carente en sí de razón de
ser. Es la realidad del volar de una piedra, la cual produce espontáneamente
perplejidad, que puede resolverse en estupidez -simple estupor y embota-
miento de la inteligencia- o en admiración. Esta última, que es propia del
que se sabe ignorante acerca de la naturaleza completa del hecho, es la que
incita al conocimiento acabado, es decir, al descubrimiento y reconocimiento
de la causa por la cual ocurre aquello que es aparentemente insólito.
En el ejemplo, lo primero que se busca, para entender lo que sucede, es la
causa eficiente, pues es la que explica la existencia del hecho. Por lo mismo,
a partir de la consideración de ella, lo que conocemos de la causa es que
existe, es decir, que hay algo real a lo cual se le puede imputar el hecho. En
este caso, el principio que se ha aplicado es el de causalidad eficiente, pues es
ésta, la eficiencia o la fuerza que le dio el impulso a la piedra, la que explica
la realidad del hecho. Pero esto no significa que el principio de causalidad
sea sólo el de causalidad eficiente: también el principio comprende a las
otras causas. Así, la dirección que toma la piedra en su vuelo corresponde
ciertamente a una intención, sea natural o deliberada, inserta en lo que dio
el impulso eftcaz. Por la vía de la intención, o causalidad final, no se llega a
conocer la existencia en sí del fin: sin embargo, se conoce la existencia del
fin en el orden de la intención, y esto en cuanto dicha intención está real y
manifiestamente presente en la realidad del efecto: en nuestro ejemplo, en
el movimiento de la piedra. También, según el ejemplo que hemos romado,
se puede inferir, a partir de la percepción de la piedra que vuela, que se rrara
precisamente de una piedra o de algo pesado, y no de una pluma o de un
papel. Lo cual significa que también se puede conocer, a partir del efecto,
esto es, del hecho de experiencia inicial, Ia causa formal ¡ mediante ella, la
causa material del mismo hecho.
En el principio de causalidad se funda la lógica de la demostración cientí-
fica. Del conocimiento de la naturaleza de la causa se infiere el conocimiento
de la naturaleza del efecto. Y también, a partir del conocimiento de algo en
cuanto efecto -es decir, en cuanto carente en sí de razón de ser- se llega a un
cierto conocimiento de Ia causa: básicamente, que existe. Este conocimienro
de la causa a partir del efecto constituye la llamada demostració n quia, en
que se responde a la preguntaacerca de si algo es o existe. Es el tipo de de-
mostración que se sigue en las llamadas pruebas de la existencia de Dios, y
que en realidad son demostraciones de que hay una primera causa del ser de
los entes. En este caso, el conocimiento del efecto es causa del conocimiento
de la causa: el orden del proceso lógico es inverso al orden real. En cambio, la
demostración cuya secuencia es conforme al orden real de la causalidad, y por
la cual se conoce lo que es el efecto, es llamadapropter quid.Es aquella en
que, por ejemplo, del conocimiento de la naturaleza de una cosa, se deducen
de ella sus propiedades.
156
Cepírulo IX: l¿ cAUSALIDAD
PLATON:
El sofista
ARISTÓTN ES:
Metafisica
Etica a NicómAco, libro K (n
ANICIO MANLIO TORCUATO SE,VE,RINO BOECIO:
De Persona et duabus naturis contra Eutycbem et Nestorium
ANTONIO MILLÁN-PUELLE,S :
Fundarnentos de Filosofia
Léxico fi.losófi.co
CORNELIO FABRO:
Curso de Metafisica
LOUIS DE RAEYMAEKE,R:
Filosofia del ser
G.-M. MANSER:
La esencia del tornismo
THOMA MARTA ZIGLIARA:
Summa Pbilosophica. Ontohsio
159