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1°AÑO
AÑO 2018
Las Ciencias Sociales nos aportan las herramientas intelectuales necesarias para poder
hacer un análisis del presente, del pasado, de los cambios y continuidades y las
permanentes transformaciones de la sociedad. Su aprendizaje debe posibilitar a los
alumnos y las alumnas discernir y explicar los procesos que han vivido otras personas a lo
largo de la historia y su forma de relacionarse con la naturaleza, así como también
reconocer la existencia de múltiples interpretaciones que se disparan de un mismo
fenómeno social y adquirir la capacidad de analizarlos críticamente, de elegir y construir
herramientas para la sociedad del futuro.
ACTIVIDADES:
1
*Nota del autor: Indígena es toda persona que manifiesta descender de los pueblos y comunidades
autóctonos que “estaban antes” de los procesos de conquista, colonización y nacionalización que
desencadenó la expansión mundial de las naciones europeas.
rurales. Pero estas políticas de invisibilización de la diferencia fracasaron de unos años a esta parte,
tal cual lo demuestra la importante reemergencia de las identidades indígenas, el fortalecimiento de
sus formas organizativas propias y su accionar como actores políticos novedosos en el orden interno
e internacional.
A partir de esta constatación proponemos, entonces, adoptar un punto de vista distinto al citado.
Un enfoque que tenga en cuenta, en primer lugar, las consecuencias jurídicas que acarrea para los
pueblos indígenas el ser ubicados en una u otra categoría y, en segundo lugar, que pondere la
categoría social que sea más compatible con los objetivos y aspiraciones del grupo cuyos derechos
desea proteger.
Diversas definiciones de “pueblos indígenas”
El Relator Especial de la ONU, Sr. José Martínez Cobo, en su “Estudio del problema de la
discriminación contra las poblaciones indígenas”, define que: “Las comunidades, pueblos y naciones
indígenas son aquellos que, teniendo una continuidad histórica con las sociedades previas a la
invasión y colonización que se desarrollaron en sus territorios, se consideran a sí mismos distintos
de otros sectores de las sociedades que prevalecen actualmente en esos territorios, o en partes de
los mismos. En la actualidad constituyen sectores no dominantes de la sociedad y están
determinados a preservar, desarrollar y traspasar a futuras generaciones sus territorios ancestrales
y su identidad étnica, como base de su continua existencia como pueblos, de acuerdo con sus
propias pautas culturales, instituciones sociales y sistemas legales”.
El National Congress of American Indians en 1999, que propone reemplazar las definiciones por el
siguiente texto: “Los pueblos indígenas tienen el derecho colectivo e individual de mantener y
desarrollar sus identidades distintivas y a ser reconocidos como tales”.
Frente a tales planteos los Estados se han visto, en parte, obligados a aceptarlos incorporando el
autorreconocimiento como criterio fundamental para la definición de indígena, esto es: la
conciencia que los mismos tienen de su identidad indígena o tribal.
ACTIVIDAD:
EL IMPACTO DE LA CONQUISTA.
¿Cómo es posible que imperios tan fuertes como el azteca y el inca, fueran destruidos tan
rápidamente por unos centenares de españoles? Sin duda los invasores se beneficiaron de la
superioridad de las armas: espadas de acero contra lanzas de obsidiana, armaduras de metal contra
túnicas forradas de algodón, arcabuces contra arcos y flechas, caballería contra infantería. Pero esta
superioridad técnica parece que fue de una importancia relativa: los españoles poseían pocas armas
de fuego en el momento de la conquista, y eran de disparo lento; su impacto desde el principio fue,
como en el caso de los caballos, principalmente psicológico.
“Por todas partes vienen envueltos sus cuerpos, solamente aparecen sus caras. Son blancas, son
como si fueran de cal. Tienen el cabello amarillo, aunque algunos lo tienen negro. Larga su barba es,
también amarilla; el bigote también tiene amarillo... Los soportan en sus lomos sus «venados». Tan
altos están como los techos. Y cuando cae el tiro [del cañón]... Pues si va a dar contra un cerro,
como que lo hiende, lo resquebraja, y si da contra un árbol, lo destroza hecho astillas, como si fuera
algo admirable, cual si alguien le hubiera soplado desde el interior.”
La victoria española fue ciertamente facilitada por las divisiones políticas y étnicas del mundo
indígena: los imperios azteca e inca habían sido construidos por sucesivas conquistas. Algunos
grupos veían en la llegada de los invasores una oportunidad para librarse de la dominación opresiva:
tanto era así, que fueron los mismos indios quienes proporcionaron el grueso de sus ejércitos
conquistadores a Cortés y Pizarro, los cuales eran tan numerosos como los ejércitos azteca e inca
contra los que luchaban. En México, los recién conquistados totonacas se rebelaron contra
Moctezuma y se aliaron con los españoles, quienes inmediatamente recibieron una ayuda decisiva
de los tlaxcaltecas. En Perú, la facción de Huáscar se unió a Pizarro, quien también consiguió la
ayuda de grupos tales como los cañaris y los huancas, los cuales se negaron a aceptar el dominio de
los incas.
El resultado del conflicto no dependió sólo del poder de las fuerzas en oposición: desde la
perspectiva de los vencidos, la invasión europea también contenía una dimensión religiosa, incluso
cósmica. Pillajes, masacres, incendios: los indios vivían verdaderamente el final del mundo; la
derrota significaba que los dioses tradicionales habían perdido su poder sobrenatural. Los aztecas
creían que eran el pueblo escogido de Huitzilopochtli, el dios Sol de la guerra; su misión era someter
bajo su gobierno a los pueblos que rodeaban por todas partes a Tenochtitlan. De este modo, la caída
de la ciudad significó infinitamente más que una derrota militar. Además terminó el reinado del dios
Sol. En lo sucesivo, la vida terrena perdió todo su sentido, y desde que los dioses murieron sólo les
quedaba a los indios el morirse:
“Muramos, pues, Muramos, pues, Para nosotros los dioses están realmente muertos.”
En la sociedad de los Andes, el Inca, como hijo del Sol, mediaba entre los dioses y los hombres, y se
le adoraba como a un dios. Representaba en un sentido el centro corpóreo del universo, cuya
armonía garantizaba. La muerte del Inca representaba la desaparición del punto de referencia
viviente del universo, la destrucción brutal de este orden. Y es la causa por la que todo el mundo
natural participaba en el drama de la derrota:
“El sol vuélvese amarillo, anochece, misteriosamente;...
La muerte del Inca reduce al tiempo que dura una pestañada.
La tierra se niega a sepultar a su señor, y los precipicios de rocas tiemblan por su amo, canciones
fúnebres entonando,...
Como que esto era lo que nos habían dejado dicho los reyes, los que rigieron, los que gobernaron tu
ciudad:
Que habrías de instalarte en tu asiento, en tu sitial, que habrías de venir acá.”
LA CIUDAD COLONIAL.
“El sitio no fue elegido con el mismo criterio en Brasil que en Hispanoamérica. En Brasil hubo
preferencia por los lugares altos susceptibles de ser bien definidos, en tanto que en Hispanoamérica
se optó generalmente por lugares llanos. De aquí que en los trazados difieran, pues aunque en Brasil
no falto una cierta tendencia a la geometrización
o, al menos, a la regularidad, la topografía de los
lugares altos impuso sus propias reglas. A partir
de 1580-cuando Brasil quedo unido a la corona
española- se tendrán más en cuenta las normas
de regularidad que España imponía a sus
colonias. En estas, la regla fue el trazado en
damero, generalmente con manzanas cuadradas
y con una plaza aproximadamente en el centro de la traza. La plaza mayor debía ser el centro de la
ciudad; a su alrededor se construirían la iglesia, el fuerte o palacio para la sede del gobierno y el
cabildo o ayuntamiento. Para las iglesias y conventos de las diversas órdenes se reservaban solares,
y el resto se repartía a los pobladores en lotes regulares.”
Romero, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Siglo XXI, 1986. Pág. 62.
“Distinta concepción de los métodos que debían utilizarse tuvieron en España y Portugal. Este
último confió la tarea a los señores que recibieron las tierras aptas para la agricultura, en las que
empezó a producirse azúcar, tabaco y algodón, y donde surgieron las plantaciones y los ingenios,
unidades económicas y sociales sobre las que se organizó la vida de la colonia. Centros
administrativos, las ciudades fueron durante largo tiempo simples factorías que daban paso a la
riqueza que se embarcaba para Europa. Fueron los señores de la tierra los que dibujaron la primera
fisonomía del Brasil colonial, en tanto que las poblaciones urbanas- artesanos pequeños
funcionarios, clérigos y pequeños comerciantes- fueron sobrepasados. Y hasta el siglo XVIII solo
alguna ciudad –Salvador de Bahía y la Recife holandesa- insinuaba su capacidad de influir sobre la
poderosa aristocracia terrateniente, que amaba la vida rural y residía en medio de sus posesiones.
España, en cambio, imagino su imperio
colonial como una red de ciudades. Sin duda
en ciertas regiones prevaleció la influencia
de las grandes haciendas, o mejor, de los
viejos encomenderos que se hacían fuertes
en sus dominios rurales. Pero, a diferencia
de Portugal, asignaba a la colonización una
trascendencia que no se agotaba en la
explotación económica. Vagamente unas
veces, muy categóricamente otras, España afirmaba una misión que debía realizar un grupo
compacto, una sociedad nueva que mantenía sus vínculos y velaba por el cumplimiento de aquella.
Era una misión que sobrepasaba el objetivo personal del enriquecimiento y la existencia personal
del encomendero. Debían cumplirla todos, y el instrumento que se puso en funcionamiento para
lograrlo fue la ciudad (…).
La red de ciudades que debía crear una América hispánica, europea y católica; pero, sobre todo, un
imperio colonial en el sentido estricto del vocablo, esto es, un mundo dependiente y sin expresión
propia, periferia del mundo metropolitano al que debía reflejar y seguir en todas sus acciones y
reacciones.”
Romero, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Siglo XXI, 1986. Pág. 11-14.
ACTIVIDAD:
1. ¿A que hace referencias la primera cita cuando señala que la fundación de una ciudad es un acto político?
2. ¿Qué normas imponía España a sus colonias en relación a la organización de la ciudad?
3. En un cuadro comparativo señalar las características de la ciudad en Brasil y la ciudad en Hispanoamérica.
EL TRABAJO INDÍGENA.
Los tres tipos de trabajo aborigen Fueron: encomienda, mita y yanaconazgo. El primero consistía en
la cesión de un grupo de aborígenes a un español (encomendero) para que percibiera y cobrara para
sí los tributos que debían aportar los indios mediante su trabajo. A cambio, el encomendero debía
cuidarlos, proveerles vestimenta y alimento, e instruirlos en la fe católica.
Con la encomienda, la Corona pretendía que se poblaran y defendieran los territorios conquistados;
sin embargo, los abusos de los encomenderos fueron numerosos y muchos sacerdotes misioneros
alzaron su voz contra éstos, tal el caso de fray Bartolomé de Las Casas.
La mita -de origen incaica-, fue un repartimiento de nativos para emplearlos en trabajas públicos. 15
días al año en trabajos domésticos, 3 a 4 meses como pastores, 10 meses como mineros. Se les
pagaba un jornal y no podían ser escogidos para el turno inmediato.
La mita era una institución prehispánica, utilizada en los tiempos de la dominación inca. Cada aldea
proveía al Inca de cierto número de servidores, los mitayos, que trabajaban en 105 cultivos, en la
reparación de templos y caminos y participaban en las guerras. Los mitayos trabajaban en forma
rotativa, en turnos que duraban de una a tres semanas, y luego volvían a sus aldeas. Durante ese
lapso, el Inca proveía a sus mitayos la bebida, el alimento y la vestimenta necesaria para su trabajo.
Cuando los españoles derrotaron a los incas, se apropiaron de ese método de explotación de los
campesinos. El sistema rotativo de mitayos provistos por las comunidades campesinas se utilizó,
sobre todo, para la extracción de plata del cerro del Potosí, en el Alto Perú (actual Bolivia).
La manutención de los trabajadores no la hacían los españoles sino que quedaba a cargo de sus
respectivas aldeas. Además, los turnos se fueron haciendo cada vez más largos y los servicios se
superponían mientras en las aldeas indígenas disminuía el número de trabajadores y la vida de la
sociedad se veía afectada.
El yanaconazgo era también una institución prehispánica. Los incas elegían en las aldeas servidores
personales. Los yanas o yanaconas perdían sus vínculos con sus aldeas de origen y, por lo tanto,
dependían para su supervivencia exclusivamente del inca. Los españoles conservaron esta práctica,
pero al tomar cada vez más trabajadores y usarlos para trabajos serviles, se vela afectada la
economía comunitaria de las aldeas que cada vez perdían más mano de obra.
ACTIVIDAD: