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Estudio Bíblico Libro de Santiago

El Adulterio

Saludos cordiales amable oyente. Es un gozo para mí contar con su sintonía.


Gracias por sus oraciones por este ministerio. Nos hace tanta falta. Gracias
también por sus ofrendas sin las cuales sería imposible continuar con esta
obra. Estamos estudiando el libro de Santiago. Según los historiadores, la
conversión de Agustín, obispo de Hipona fue de lo más interesante. Luego de
un buen tiempo de haber oído y entendido el mensaje del Evangelio, Agustín
era reacio a recibir al Señor Jesucristo como su personal Salvador. Cierto día
se encontraba en un lugar apartado esperando la visita de una mujer con quien
mantenía relaciones ilícitas. Por un lado le acusaba su conciencia, hablándole
de lo vil de su vida de pecado, pero por otro lado estaba su pasión
desenfrenada por aquella mujer, pasión que era más fuerte que la misma
muerte. Estando en medio d esta lucha, oyó una voz que decía: Toma y lee.
Algunos creen que era la voz de un niño que jugaba cerca, otros creen que fue
la voz de algún vecino y ciertamente otros creen que fue una voz sobrenatural.
El hecho real es que Agustín tomó una Biblia y leyó el texto en Romanos 13:13-
14 donde dice: Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y
borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,
Ro. 13:14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la
carne.
Las palabras: Y no proveáis para los deseos de la carne se grabaron con
caracteres de fuego en su corazón y allí mismo se arrodilló, confesó su pecado
a Dios y recibió a Cristo como su único y suficiente Salvador. Instantes después
llegó la mujer a quien estaba esperando y tocando desde afuera suavemente
el cristal de la ventana de la habitación donde estaba Agustín dijo en voz baja:
Agustín, soy yo. Agustín abrió ligeramente la ventana, y mirando brevemente
a la mujer dijo: Pero yo ya no soy yo, e inmediatamente cerró la ventana y
también su mente para no caer en la tentación. Interesante ilustración de
victoria sobre la tentación, lo cual será el tema del estudio bíblico de hoy.
Le invito a abrir su Biblia en el libro de Santiago, capítulo 1 versículos del 12 al
15. Este pasaje bíblico nos habla de soportar la tentación. La tentación es la
solicitud a pecar que puede provenir de la naturaleza caída de todo ser
humano, o del mundo, o de Satanás. La responsabilidad de todo creyente es
soportar o resistir la tentación. Ahora bien, soportar la tentación no es nada
fácil, pero los creyentes hemos sido capacitados por Dios para ello. Dios nos
ha dado poder para decir: No a cualquier tentación por más fuerte que sea y
por tanto Dios tiene pleno derecho para ordenarnos a que vivamos vidas
santas. En el pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio de hoy
encontramos cuatro razones para soportar la tentación. La primera razón es
porque hay una recompensa. Santiago 1:12 dice: Bienaventurado el varón que
soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la
corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.

La recompensa se expresa primeramente con la palabra bienaventurado. Esta


palabra significa dichoso, extremadamente feliz. A todos nos gusta disfrutar de
la dicha, de la felicidad, de ser bienaventurados. Una manera de lograr esto es
soportando la tentación, no cediendo a la insinuación a pecar que puede
provenir de nuestra vieja naturaleza o del mundo controlado por Satanás o del
mismo Satanás. Si alguna vez ha experimentado victoria sobre la tentación
sabrá lo dichoso que uno se siente después de haber dicho no a alguna
tentación. En realidad no hay palabras para expresar ese gozo, esa dicha de
salir victorioso de la tentación. Además de ser bienaventurado, el varón que
soporta la tentación recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los
que le aman. La corona de vida se refiere tanto a un galardón en el cielo como
a una calidad de vida en la tierra. Si quiere tener una vida plena de significado
en este mundo y coronas como recompensa cuando salga de este mundo,
empiece por resistir cualquier tentación que le sobrevenga. Interesante que la
corona de vida es algo que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando un
creyente cede ante la tentación, está atentando contra el amor de Dios. El
amor es el vínculo más fuerte entre dos personas. Por eso, la infidelidad en el
matrimonio tiene un impacto devastador en los esposos. Se ha atentado
contra el amor entre ellos, el vínculo más fuerte. El pecado o el caer en la
tentación afecta a Dios como usted no tiene idea, porque atenta contra el
vínculo de amor que Él tiene con el creyente. La segunda razón por la cual los
creyentes debemos soportar la tentación, es porque Dios no tiene ninguna
relación con la tentación. Las insinuaciones a pecar son totalmente ajenas a
Dios. Mal puede por tanto un creyente ceder a algo en lo cual Dios no tiene
nada que ver. Santiago 1:13 dice: Cuando alguno es tentado, no diga que es
tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él
tienta a nadie;
Recordemos que tentación en este caso es una solicitud o una insinuación a
pecar. El texto nos dice que cuando uno es tentado, jamás debe decir que esa
tentación viene de Dios. Hacerlo sería equivalente a afirmar que Dios está
solicitando que el creyente peque, lo cual es lo más ridículo que se podría
imaginar. Dios es santo, amable oyente y por eso Él no puede ser tentado por
el mal, ni él tienta a nadie. ¿De dónde entonces proviene la tentación? Esto
nos lleva a nuestra tercera razón para soportar la tentación. Debemos soportar
la tentación, porque la tentación tiene su raíz en la naturaleza caída del
creyente. Santiago 1:14 dice: sino que cada uno es tentado, cuando de su
propia concupiscencia es atraído y seducido.
La raíz de la tentación no está en Dios sino en la naturaleza caída del creyente.
Esa vieja naturaleza produce la concupiscencia, o el anhelo ferviente por algo
que ofende a Dios. Es interesante la manera cómo actúa la naturaleza
pecaminosa. Dice el texto que atrae y seduce. Ambas palabras vienen del
mundo de la caza y la pesca. Atraer describe a la presa saliendo de su ambiente
natural que le brinda protección, como cuando un cazador atrae a un animal
salvaje por medio de un sebo. Seducir describe a atrapar un pez por medio de
una carnada que esconde un anzuelo. Así actúa la vieja naturaleza, es experta
en dorar la píldora letal, en engañar con sebo, en esconder el anzuelo en la
carnada. La naturaleza pecaminosa dice a un joven por ejemplo: Prueba un
poco de droga. Te sentirás estupendamente bien. No habrá ninguna mala
consecuencia. Pero esconde el anzuelo que se llama drogadicción. Cuando el
joven cede a la tentación, el anzuelo se habrá clavado y será tarde para que el
joven se libere, quedará atrapado, a merced de la droga. Así actúa la tentación
que proviene de la naturaleza pecaminosa que usted y yo la llevamos dentro.
La tentación, además de provenir de la naturaleza pecaminosa del creyente,
puede provenir también del mundo controlado y energizado por Satanás. Es
un mundo que por fuera luce esplendoroso, pero por dentro es corrupto hasta
la médula. El mundo apela a los deseos de la naturaleza pecaminosa del
creyente para atraparle como a un pez con anzuelo. Allí está, por ejemplo, la
publicidad de las bebidas alcohólicas. ¿Qué es lo que utiliza esta publicidad?
Hermosos paisajes, esculturales mujeres, apuestos galanes, risa a flor de
labios, luces multicolores, felicidad a raudales. ¿Pero qué es lo que esconde?
Alcoholismo, pobreza, enfermedad, hogares destrozados, hijos abandonados.
La tentación también puede provenir de Satanás y sus demonios. Con él se
completa esta trilogía de impiedad. La carne, el mundo y el diablo. De
cualquiera de estas fuentes puede provenir la tentación. La última razón para
soportar la tentación es porque caer en la tentación resulta en muerte.
Santiago 1:15 dice: Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da
a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Cuando el creyente atesora en su mente una tentación y la acaricia y piensa
en ella y se deleita en ella, es como si la tentación o la concupiscencia hubiera
concebido. En su debido tiempo dará a luz. El hijo indeseado se llama pecado.
Todo esto es un proceso. Nadie que peca lo hace de un momento a otro.
Siempre existe un proceso. El adúltero no cae en adulterio de la noche a la
mañana. La inmoralidad sexual comenzó mucho tiempo atrás cuando vio a
aquella mujer y dejó que en su mente se anide pensamientos impuros con ella.
Allí la concupiscencia concibió. En el momento menos pensado dará a luz el
pecado que ensucia el espíritu, el alma y el cuerpo con el adulterio. Pero el
proceso no se detiene en el pecado. El pecado, siendo consumado da a luz la
muerte dice el texto. El resultado final es la muerte. No sólo la muerte física
como lo que produjo el pecado de Adán, sino también lo que es peor, una
muerte espiritual, la separación de Dios. En el caso de los creyentes, el pecado
da a luz un deterioro de la comunión con el Padre, una pérdida del gozo de la
salvación y una vida miserable en la tierra. Bienaventurado el varón que
soporta la tentación dice nuestro texto. Hay razones poderosas para soportar
la tentación. Que Dios nos ayude a aplicarlas en nuestra vida.

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