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El bautismo de Jesús

Mr. 1:9-11: El bautismo de Jesús es también su primera aparición en público y el inicio de su


misión como el Mesías esperado. Este pasaje refleja la condición de Siervo que adoptó nuestro
Señor Jesús y que Marcos va a recalcar a lo largo de su libro, Jesús fue al bautismo, a uno que
“llamaba al arrepentimiento y a la confesión de pecados” sin embargo Jesús fue inmaculado, sin
pecado, pero esta es una muestra de la humillación que voluntariamente aceptó, Él mismo
reconoció que “…el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida
en rescate por muchos” (Mr. 10:45), es por ello que se puso en la fila de los pecadores, para ser
identificado con ellos y ser el representante de todos los pecadores. Así fue bautizado por Juan,
quien inicialmente solicitaba más bien ser bautizado por Jesús, de quien dijo, no era “digno ni
de desatar encorvado la correa de su calzado”. El hecho de que Jesús acuda al bautismo de Juan,
reconoce a este último, como verdadero profeta de Dios.

Salido de las aguas descendió el Espíritu Santo en forma de paloma, lo cual se puede referir a la
unción de Jesús para el inicio de la misión que venía a realizar, esto no significa que el Señor no
tuviera al Espíritu antes de ese momento, Pedro lo interpreta:

“37 Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea,
después del bautismo que predicó Juan:

38 cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste
anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él”.

Hechos 10

Se indica también que los cielos fueron abiertos, lo cual refleja la plena y total comunión entre
Dios Padre y Jesús, su Hijo limpio de todo pecado, no había impedimento alguno en su relación
íntima. Y esto sería ratificado a través de la voz que dijo: “Tú eres mi Hijo amado, en Ti tengo
complacencia”, esto anunciaba la “plena aprobación del Padre a la misión del Hijo de buscar y
salvar a los que estaban perdidos, y le aceptaba como el Mediador, el Sustituto y el Fiador del
nuevo pacto”.

Tentación de Jesús

Mr. 1:12-13: Jesús es el Siervo que vino a dar su vida, a sufrir y entregarse por los pecadores, es
así que inicia ese camino de aflicción y sufrimiento, el Espíritu Santo guía al Señor a ese momento
de preparación por el cual debía pasar, el cual Satanás aprovechó para tentar a Jesús. De forma
paralela podemos ser testigos de los ataques del enemigo, que son mucho más fuertes cuando
procuramos buscar con ahínco a Dios Padre en oración. Estemos preparados para recibir los
ataques del enemigo confiados en que Cristo, quien está en nosotros, nos librará de toda
tentación, como ya Él lo hizo.

“¿Cuál era el propósito divino detrás de esta tentación? El primer Adán, en las óptimas
condiciones del Edén, cedió ante la tentación del diablo, pero el “postrer Adán”,
Jesucristo, resistió las más sutiles tentaciones del adversario en medio del desierto,
habitado por las fieras, en las peores condiciones posibles, y así manifestó claramente
su capacidad para emprender la Obra de la salvación.

Al mismo tiempo, éste fue su entrenamiento para ser nuestro sumo sacerdote, capaz de
socorrernos cuando somos tentados (He 2:18) (He 4:15-16)”.
Jesús principia su ministerio

Mr. 1:14-15: Juan el bautista fue encarcelado y posteriormente asesinado por declarar con
firmeza y valentía la Palabra de Dios, debemos ser conscientes de que el camino que seguimos
es un camino angosto, sin embargo sabemos que Jesús está a nuestro lado y que nuestra
esperanza está más allá de la muerte (Sal.48.14) Jesús entonces continúa con el mensaje de
salvación, ingresa a Galilea para proclamar las buenas noticias. Deja claro a través de su mensaje
que Dios mismo se ha acercado y que todo aquel pecador que se arrepintiere puede ser parte
de su reino, “el Reino que el Señor proclamaba se basaba sobre el perdón de Dios a los hombres
arrepentidos”. El momento que habían esperado por mucho tiempo había llegado a través de la
persona de Jesús. “Arrepentíos y creed, esta doble exhortación señala la responsabilidad de los
cada persona, los hombres pueden entrar en el Reino por confesar su pecado y volver su rostro
al Salvador colocando en él toda su confianza”. Gracias demos al Dios Trino que lo hizo todo, se
hizo hombre, se humilló mezclándose con los pecadores, aceptó el sufrimiento y aflicción
producto de la misión encomendada, dio su vida en rescate por muchos, se hizo siervo. ¡Que
nuestra oración sea cada día como la de Juan: “que yo mengüe y que Cristo crezca en mí”!

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