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Septiembre 21 

La perturbación de las relaciones


A la mujer dijo [Dios]: Multiplicaré en gran manera los dolores en
tus preñeces … y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
Y al hombre dijo: … maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás
de ella todos los días de tu vida. Génesis 3.16–17
La desobediencia de nuestros primeros padres condujo a la ruptura de las tres
relaciones fundamentales: con Dios, unos con otros, y con la tierra.
En primer lugar, Adán y Eva se escondieron, y comenzó la más terrible de las
tragedias, la de que los seres humanos creados por Dios a la semejanza de Dios
y para Dios ahora pretendían vivir sin él. Todo nuestro sentido desorientación
brota en última instancia de esta alienación de Dios. Como dicen las Escrituras:
‘vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vues-
tros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro’ (Isaías 59.2).
En segundo lugar, además de culparse el uno al otro, Adán y Eva descubrieron
que su relación sexual se había desviado. La promesa de ser fructíferos (Génesis
1.28) estaría acompañada ahora tanto de dolor como de placer, y en lugar del
compañerismo inicialmente dispuesto entre ambos géneros ahora habría discor-
dia: Adán se ‘enseñoreará’ sobre su esposa (3.16).
En tercer lugar, aunque Adán y Eva habían recibido dominio sobre la tierra, y la
responsabilidad de cultivar y cuidar el huerto, ahora la tierra quedaba maldita y
la tarea de cultivarla se volvería una lucha esforzada (vv. 17–19).
Muchos dicen que la historia de Adán y Eva es un mito, es decir, un relato teoló-
gicamente veraz, pero no histórico. No coincido. Sin duda la serpiente que habla
y los árboles con sus nombres colocados en el huerto parecen ser míticos, porque
reaparecen más adelante en las Escrituras con un sentido obviamente simbólico.
Pero el apóstol Pablo afirma claramente la historicidad de Adán. Afirma que el
pecado y la muerte entraron al mundo por medio de la desobediencia de un solo
hombre, Adán, y así también la salvación y la vida nos han sido dadas por la obe-
diencia de un solo hombre, Jesucristo (Romanos 5.12–21). Su argumento dejaría
de ser convincente si la desobediencia de Adán no fuera tan histórica como la
obediencia de Cristo.
Solo por medio de Cristo y del evangelio de la reconciliación iba a ser posible
remediar esta triple alteración en las relaciones.

Para continuar leyendo: Colosenses 1.15–20

274 | La caída

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