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PROFESIÓN SOLEMNE

RITOS INICIALES.

Antífona de entrada

¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!


Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén.

En el nombre del Padre, y del Hijo,


y del Espíritu Santo.

El pueblo responde:

Amén.

El sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo con la siguiente fórmula

El Dios de la esperanza,
que por la acción del Espíritu Santo
nos colma con su alegría y con su paz,
permanezca siempre con todos vosotros.
ACTO PENITENCIAL

Humildes y penitentes,
como el publicano en el templo,
acerquémonos al Dios justo,
y pidámosle que tenga piedad de nosotros,
que también nos reconocemos pecadores.

Señor, ten misericordia de nosotros.

El pueblo responde:

Porque hemos pecado contra ti.

El sacerdote prosigue:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

El pueblo responde:

Y danos tu salvación.

El sacerdote concluye con la siguiente plegaria:

Dios Todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:
Amén.

ORACIÓN COLECTA

La gracia del bautismo, Señor,


ha fructificado en estos hijos tuyos
con tal fuerza que ahora desean seguir más de cerca
las huellas de Jesús;
concédeles tender siempre a la perfección evangélica,
aumentar la santidad de la Iglesia
y fortalecer su misión apostólica.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo


que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Proclamación del Evangelio.


LLAMADA O PETICIÓN

Mientras quienes van a profesar permanecen de pie, el maestro llama a los


candidatos a la profesión.

Acérquense quienes van a recibir la profesión solemne:

Candidatos responden

- Presente.

Luego, el celebrante pregunta a quienes van a profesar, con estas palabras:

- Queridos hermanos,
¿Qué pedís al Señor y a su santa Iglesia?

Todos los que van a profesar responden a la vez.

Nosotros N.N. que, por la misericordia de Dios, hemos conocido en vuestra


comunidad la vida dedicada al Señor por la consagración religiosa, te
pedimos, Padre, humildemente que nos admitas en la profesión solemne en
esta familia de los Hermanos Descalzos de la bienaventurada Virgen María
del Monte Carmelo para alabanza de Dios y el servicio de la Iglesia.

El celebrante y todos responden:

Te damos gracias, Señor.

HOMILÍA O EXHORTACIÓN.
RITO DE LA PROFESION.

INTERROGATORIO.

Celebrante.

- Queridos hermanos, muertos al pecado y consagrados a Dios por el


Bautismo, ¿Queréis consagraros más estrechamente a Él por la
profesión solemne?

Profesos:

- Sí, quiero.

Celebrante:

- ¿Queréis, con la ayuda de la divina gracia, abrazar y guardar hasta la


muerte la misma vida de castidad perfecta, obediencia y pobreza, que
eligieron para sí Cristo el Señor y su Madre Virgen?

Profesos.

- Sí, quiero.

Celebrante:

- ¿Queréis aspirar con empeño constante durante toda la vida a la caridad


perfecta para con Dios y el prójimo, siguiendo fielmente el Evangelio, y
observando la regla de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen
María del Monte Carmelo?
Profesos:

- Sí, quiero.

Celebrante:

- ¿Queréis, bajo el impulso del Espíritu Santo y la protección de la


Virgen María, patrona de la Orden, gastar generosamente toda vuestra
vida en servicio del pueblo de Dios, con oración constante y actividad
apostólica?

Profesos:

- Sí, quiero.

Celebrante:

- Dios, que comenzó en vosotros la obra buena, El mismo la perfeccione


hasta el día de Cristo Jesús.
Todos responden:
- Amen.

ORACION LITANICA

Todos se ponen de pie. El celebrante, con las manos juntas, vuelto al pueblo,
dice:

Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso,


para que, por la intercesión de la Virgen María,
derrame la gracia de su bendición sobre estos siervos,
a los que ha llamado al seguimiento perfecto de Cristo
en nuestra familia Teresiana,
y les confirme bondadoso en su santo propósito.

El diácono advierte:
Pongámonos de rodillas.

El celebrante se pone de rodillas delante de su sede; quienes van a profesar se


postran o ponen de rodillas, los demás se ponen de rodillas. En el tiempo
pascual y en los domingos, todos, excepto los que van a profesar, permanecen
de pie.

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.


Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Santa María, Madre de Dios. Ruega por nosotros.
San Miguel. Ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios. Rogad por nosotros.
San Elías profeta Ruega por nosotros
San Juan Bautista. Ruega por nosotros.
San José. Ruega por nosotros.
Santos Pedro y Pablo. Rogad por nosotros.
San Juan. Ruega por nosotros.
Santa María Magdalena. Ruega por nosotros.
Santos Esteban y Lorenzo. Rogad por nosotros.
Santa Inés. Ruega por nosotros
San Basilio. Ruega por nosotros.
San Agustín. Ruega por nosotros.
San Benito. Ruega por nosotros.
San Bernardo. Ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo. Rogad por nosotros.
San Ignacio de Loyola. Ruega por nosotros.
San Juan de la Cruz Ruega por nosotros
San Vicente de Paúl. Ruega por nosotros.
San Juan Bosco. Ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena. Ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús. Ruega por nosotros.
Santa Teresa del Niño Jesús. Ruega por nosotros.
Santos y santas de Dios. Rogad por nosotros.
Muéstrate propicio. Líbranos, Señor.
De todo mal. Líbranos, Señor.
De todo pecado. Líbranos, Señor.
De la muerte eterna. Líbranos, Señor.
Por tu encarnación. Líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección. Líbranos, Señor.
Por el envió del Espíritu Santo. Líbranos, Señor.
Nosotros que somos pecadores. Te rogamos, óyenos.

a) Para que hagas más fecunda la vida


de la Iglesia, con la oblación y el
apostolado de tus hijos.
Te rogamos, óyenos.
a) Para que aumentes continuamente
los dones del Espíritu Santo en tu
siervo el Papa N., y en los demás
obispos.
Te rogamos, óyenos.
b) Para que ordenes la vida y el
trabajo de los religiosos al progreso de la sociedad humana.
Te rogamos, óyenos.

b) Para que lleves a todos los hombres


a la plenitud de la vida cristiana.
Te rogamos, óyenos.
c) Para que conserves y aumentes en
todas las congregaciones religiosas
la caridad de Cristo y el espíritu
que animó a sus fundadores
Te rogamos, óyenos

c) Para que asocies más plenamente a


la obra de la redención a todos los
que profesan los consejos evangé-
licos.
Te rogamos, óyenos.
d) Para que compenses con tus dones
el sacrificio que representa para los
padres de estos siervos tuyos la
entrega de sus hijos.
Te rogamos, óyenos.
d) Para que de día en día configures a
estos hijos tuyos con Cristo, el
primogénito entre muchos hermanos.

Te rogamos, óyenos.
e) Para que concedas la virtud de la
perseverancia a estos hijos tuyos.
Te rogamos, óyenos.
e) Para que bendigas, santifiques y
consagres a estos hijos e hijas
tuyos, hermanos y hermanas
nuestros.
Te rogamos, óyenos.

Jesús, Hijo de Dios vivo. Te rogamos, óyenos.


Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

El celebrante se levanta, y, con las manos extendidas, dice:

Escucha, Señor, las súplicas de tu pueblo,


y con tu gracia prepara los corazones de tus siervos,
para que el fuego del Espíritu Santo
purifique de toda mancha los corazones que se consagran a ti,
y los inflame vivamente en el fuego de la caridad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.

Diácono:
Podéis levantaros.

PROFESIÓN.

Al acabar la oración, los que van a profesar se acercan individualmente al


superior provincial, y de pie y en sus manos, leen la fórmula de la profesión.

BENDICIÓN SOLEMNE O DE CONSAGRACIÓN DE LOS


PROFESOS

Los religiosos que acaban de profesar se ponen de rodillas ante el celebrante, y


éste con las manos extendidas delante del pecho, dice la oración de bendición.

Oración de Consagración para los Religiosos

Oh Dios,
fuente y origen de toda santidad,
que de tal modo has amado a los hombres
que los ha hecho partícipes de tu divinidad,
y no has permitido que este designio de tu amor
lo extinguiera el pecado de Adán
ni lo cambiaran los delitos del mundo.
Ya en el comienzo de los tiempos
nos diste en Abel un ejemplo de vida inocente;
suscitaste, además, en el pueblo hebreo
varones santos y mujeres ilustres en toda virtud,
entre las que sobresale la Hija de Sión,
la Santísima Virgen María,
en cuyas entrañas virginales
se encarnó para la salvación del mundo,
tu Palabra, Jesucristo nuestro Señor.

Él es la imagen de la santidad querida por ti:


se hizo pobre para enriquecernos,
se hizo siervo para devolvernos la libertad.
Por su misterio pascual
redimió al mundo con amor inefable
y santificó a su Iglesia,
a la que prometió los dones del Espíritu.
Tú, Señor, bajo la inspiración del Paráclito,
has atraído innumerables hijos
hacia el seguimiento de Cristo,
para que, dejadas todas las cosas
y ligados con el vínculo del amor,
se unan a ti con ánimo ferviente
y estén al servicio de todos los hermanos.
Mira, Señor, a estos hijos tuyos,
a quienes has llamado según tu providencia,
y derrama sobre ellos el Espíritu Santo,
para que puedan cumplir fielmente con tu ayuda
lo que hoy, llenos de alegría, han prometido.

Mediten atentamente y sigan con constancia


los ejemplos del Divino Maestro.
(Abunde en ellos una castidad sin mancha,
una pobreza alegre,
una obediencia generosa.
Te agraden por su humildad,
te sirvan con sumiso corazón,
te amen con caridad ferviente.

Sean pacientes en la tribulación,


firmes en la fe,
gozosos en la esperanza,
activos en el amor.)
Su vida edifique la Iglesia,
promueva la salvación del mundo,
sea signo preclaro de los bienes celestes.

Señor, Padre Santo,


sé para estos hijos tuyos apoyo y guía,
y cuando lleguen al tribunal de tu Hijo,
sé recompensa y premio,
para que se alegren de haber consumado
la ofrenda de su vida religiosa;
así, afianzados en tu amor,
disfrutarán de la compañía de los santos,
con quienes te alabarán perpetuamente.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén

ACOGIDA DE LA COMUNIDAD.

El celebrante pronuncia las siguientes palabras:

Públicamente ratifico que formáis parte de nuestra comunidad


y sois miembros de esta familia de Hermanos descalzos
de la bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo,
para que desde ahora todo lo tengáis en común con nosotros.

Y se puede añadir:

Desempeñad fielmente el ministerio que la Iglesia os encomienda,


y ejercedlo en su nombre.

Y todos los miembros de la familia religiosa asienten diciendo:


Amén.
LITURGIA EUCARÍSTICA

Mientras se canta el ofertorio es recomendable que algunos de los religiosos


que acaban de profesar, lleven el pan, vino y agua para el sacrificio
eucarístico.

El sacerdote se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un


poco elevada sobre el altar, dice en secreto:

Bendito seas, Señor, Dios del universo,


por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida

A continuación, el sacerdote, inclinado, dice en secreto:

Acepta Señor, nuestro corazón contrito


y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.

Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en
secreto:
Lava del todo mi delito,
Señor, limpia mi pecado.

Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando


las manos, dice la siguiente fórmula.

Orad, hermanos, para que,


llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable
a Dios, Padre todopoderoso.

El pueblo responde:

El Señor reciba de tus manos este sacrificio,


para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien
y el de toda su santa Iglesia
Oración sobre las ofrendas

Recibe en tu bondad, Padre,


las ofrendas y los votos de tus servidores
que hoy profesan definitivamente los consejos evangélicos
y confírmalos en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo aclama:
Amén.

PREFACIO

La vida religiosa como servicio de Dios por la imitación de cristo

V. El Señor esté con ustedes


R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Porque él mismo,
como fruto inmaculado nacido de una Virgen,
proclamó felices a los puros de corazón,
enseñándonos con su ejemplo a practicar la castidad.
Cumplió perfectamente tu voluntad
y haciéndose obediente hasta la muerte
se ofreció a ti como Víctima agradable.
Y ahora a los que renuncian, por su amor,
a los bienes terrenos,
los consagra más plenamente a tu servicio,
asegurándoles que encontrarán un tesoro en el cielo.
Por eso, con los ángeles y los santos
cantamos sin cesar,
el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

Santo eres en verdad, Padre,


y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que, por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
de manera que sean
Cuerpo y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
que nos mandó celebrar estos misterios.

Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
tomó pan, y dando gracias te bendijo,
lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:

TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,


PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

Del mismo modo, acabada la cena,


tomó el cáliz, dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos diciendo:

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL,


PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS
Y POR TODOS LOS HOMBRES
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Luego dice la siguiente fórmula.

Éste es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo prosigue, aclamando:

Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

Así, pues, Padre,


al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,


y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos
con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1.Que él nos transforme en ofrenda permanente,


para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo, san José,
los apóstoles y los mártires,
[san N.: santo del día o patrono]
y todos los santos,
por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2.Te pedimos, Padre,


que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.

Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
al tu servidor, el Papa N.,
a nuestro obispo N.,
al orden episcopal,
a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.

*Dígnate, Señor,
fortalecer en su santo propósito a estos hijos tuyos
que hoy se han unido para siempre a Ti
con los vínculos de la vida religiosa,
y concédeles manifestar en tu Iglesia
la vida nueva y eterna
que Cristo nos adquirió con su redención.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia


que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.

A nuestros hermanos difuntos


y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,

Junta las manos.

Por Cristo, Señor nuestro,


por quien concedes al mundo todos los bienes.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados,
dice:

Por Cristo, con él y en él,


a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE COMUNIÓN

Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas,
dice:

El amor de Dios ha sido derramado


en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:

Padre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Prosigue él solo:

Líbranos de todos los males, Señor,


y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.

El pueblo concluye la oración aclamando:

Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.

Dice el sacerdote en voz alta:

Señor Jesucristo,
que dijiste a tus Apóstoles:
«La paz os dejo, mi paz os doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia,
y conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.

Junta las manos.

Tú que vives y reinas


por los siglos de los siglos.

El pueblo responde:

Amén.

El sacerdote, añade:

La paz del Señor esté siempre con vosotros.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

Dice el sacerdote.

En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,


daos la paz como signo de reconciliación.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte
del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:

El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,


unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.

Mientras tanto se canta el cordero.

A continuación el sacerdote, dice en secreto la siguiente oración.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,


que, por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco


elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade una vez:

Señor, no soy digno


de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Antífona de comunión

Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.

El sacerdote dice en secreto:

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna

Después toma el cáliz y dice en secreto:

La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.


Comunión.

Si el sacerdote hace la purificación, dice en secreto:

Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio


el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos aproveche para la eterna.

OREMOS.

Oración después de la comunión

Señor, rico en misericordia,


después de recibir con alegría los divinos misterios
te pedimos que enciendas con el fuego del Espíritu Santo
a estos servidores
que hoy se entregan a ti
y los unas a tu Hijo para siempre.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN

Al acabar la oración después de la comunión, los religiosos que acaban de ser


consagrados a Dios se colocan delante del altar y el celebrante, vuelto hacia
ellos, con las manos extendidas sobre ellos y sobre el pueblo, dice:

Dios, autor de todos los dones,


os llene de la gracia celestial
para que edifiques su pueblo Santo
con los trabajos de vuestra vida
y la santidad de vuestras costumbres.

Todos:
Amén.

Celebrante:
El mismo os haga testimonios y signos
del amor divino
en medio del mundo.

Todos:
Amén.

Celebrante:
El, que se ha dignado llamaros en la tierra
Al perfecto seguimiento de Cristo,
guiados por María Virgen,
al final de vuestra vida os reciba bondadoso en el cielo.
Todos:
Amén.

Finalmente bendice a todo el pueblo:


Y a todos vosotros,
que habéis participado en esta celebración,
os bendiga Dios Todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Todos:
Amén.
SALVE SOLEMNE

Se canta la salve solemne

Celebrante

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.

Todos responden.

Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

OREMOS

Señor Dios nuestro, que has honrado a la Orden del Carmen con la
advocación especial de la bienaventurada y siempre Virgen María, Madre de tu
Hijo: concede a cuantos hoy celebramos su recuerdo que, guiados por su
ejemplo y protección, lleguemos hasta la cima del monte de la perfección que
es Cristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

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