Sei sulla pagina 1di 5

Fausto y la naturaleza del

símbolo masónico.
24 noviembre, 2017

Todo eso que el mundo llama inteligencia y ciencia no es más que vanidad y
orgullo.

M.·.M.·. J. W. Goethe
Si bien el título de este artículo podría
resultar ambicioso y hasta petulante, entre hermanos debo decir que lo que este trabajo pretende no es
más que ofrecer una lectura muy personal de lo que el símbolo ha representado y gatillado en mi proceso
de aprendizaje masónico. Y es que cuando al masón se le ofrece la luz, no solo debe preguntarse cómo
llegará a alcanzarla, sino que, por sobre todo, debe cuestionar qué es eso que se desea alcanzar. La luz, la
verdad, el conocimiento, el saber, son conceptos difíciles de diferenciar filosóficamente, pero que para
nosotros adquieren diversos sentidos en cada paso de nuestra formación y perfeccionamiento.

El método de enseñanza y aprendizaje masónico se centra en el símbolo y su interpretación, entendido


éste como fuente cargada de significados múltiples, complementarios, que brindan al mundo un nuevo
valor, y al intérprete una nueva lectura de lo que le rodea. Interpretar el mundo es, a mi modo de ver, una
forma de entender qué hacemos los hombres en él, y de qué modo nuestras experiencias dan paso a una
particular manera de estar y de ser como sujeto individual y como sujeto social. Sin embargo, la mayoría
de las veces, y casi siempre en el mundo profano, esa experiencia se torna dicotómica y por lo tanto,
reduccionista: bien y mal, arriba y abajo, hombre y mujer, vida y muerte, etc. se transforman en la
estrategia de abordar el mundo y a sí mismo. Esta mirada polarizada del universo, obliga al sujeto a
renunciar a una parte de la realidad para poder optar a la otra, en una constante
pérdida. Es decir, se enfrenta a la experiencia de la renuncia. En la historia y en la literatura
encontramos sendos representantes de esta perspectiva: Ulises renunció a la familia por la Patria, Moisés
renunció al poder para salvar a su pueblo, Dante renunció a la vida para recuperar el amor, Don Quijote
renunció a la realidad para ejecutar el deseo, Hamlet renuncia a sí mismo para alcanzar la verdad. Como
vemos, cada uno de estos personajes, que representan – de mejor o peor forma – el proceso de
maduración del pensamiento y la moral humanas, se han debido enfrentar a la obligación de elegir, optar
por una de las mitades en las que se fracturaba del Universo, la que se creía más propicia,
honrosa, necesaria o libertaria. Vemos entonces un permanente abandono, una mutilación de la n
aturaleza que impide ser consciente del conjunto, del absoluto.

Para el pensamiento Masónico, el Universo no se reduce de este modo. Uno y otro se entienden en
expansión y dinámica relación de cambio, por lo que todas las estructuras duales y auto-aniquilantes son
insuficientes. Aquí es donde me planteo algunas preguntas que deseo compartir, y que me parece se
hacen necesarias para construir críticamente el pensamiento masónico moderno. ¿Cómo hace el Masón
para alcanzar el conocimiento? ¿Qué pierde y qué gana el Masón en esa búsqueda? ¿Qué relación
epistemológica establece cada hermano, en tanto individuo, con la Verdad anhelada? El Masón ansía la
Verdad, la busca, porque cree en ella. Y en su utilidad ve el ejercicio de una masonería desde el
individuo para la sociedad. Cree en la existencia y trascendencia de esa verdad, mas no en su
universalidad o univocidad. Para iniciar su búsqueda la M.·. ha rechazado históricamente la
observancia del mundo en blanco y negro, y ha optado por la construcción y comprensión triádica del
universo. En ese triángulo finito e infinito a la vez, el H.·.M.·. puede depositar las herramientas con las
que desea iniciar su búsqueda, sean cuales sean: Dios, Razón, Doctrina, Justicia, Verdad, Belleza, etc.,
pero debe hacerlo instalando en cada una de las aristas de ese triángulo las diversas posibilidades de
entendimiento, logrando así, teóricamente, alcanzar el Justo medio, el Equilibrio.

Hoy quisiera poner de manifiesto que hasta ahora, la tríada que me lleva hacia la búsqueda del
conocimiento, que llamaré por ahora Belleza, es la compuesta por elementos históricamente
relacionados de forma irreductible: el Hombre, el Lenguaje y la Naturaleza. Este sistema simbólico no es
nuevo, y ha llevado a Hermanos a plantearlo en numerosas áreas del saber. La ciencia,
fundamentalmente, desde el s.XVIII se preguntó por la forma de dominar el mundo desde la tekné (la
técnica), así como también lo hiciera la literatura desde Iluminismo, el racionalismo o el naturalismo
más pragmático y menos estético. Un caso interesante sobre este tema es el que se nos presenta en la
obra inmensa “Fausto” del Q.·.H.·. que D.·.O.·.E.·. J.W. Goethe. El mito fáustico, de procedencia
folcklórica y tradicional, nos plantea el problema del hombre que desea el conocimiento absoluto, para
alcanzar el espíritu del mundo, el Zeitgeist hegeliano, pero que se enfrenta a su propia limitación
humana. Fausto le entrega su alma al Mefistófeles a cambio del saber absoluto, sin llegar a abarcarlo.
Este mito, es la síntesis del problema que subsiste en la construcción de un universo en disputa diádica, y
que lleva indefectiblemente, tal como lo ha planteado Horkheimer en numerosas obras, a la crisis de la
autodestrucción del sujeto moderno.

Si bien es verdad que nosotros interpretamos el mundo de otro modo, lo cierto es que ni la M.·. ni el
Masón están libres de ser tentados por la consecución rápida y sin esfuerzo de su Verdad. Vender el
alma al diablo, como hizo Fausto, sería el equivalente a un Masón que construye su catedral sin haber
pulido y modelado su piedra bruta. Fausto pecó de ambición, y su condena comenzó cuando creyó que
dominando todo el saber humano se transformaría en divinidad. El saber divino es divino y el saber
humano es humano, atrevo a aventurar. Dada la imposibilidad ontológica de acceder y pertenecer al
mundo como hombre y como divinidad a la vez – salvo honrosas excepciones, como la de Cristo -
, ansiar el conocimiento absoluto podría llevar al sujeto a la tragedia, en tanto proyecto
individual fracasado, en tanto modernidad encarnada, cristalizada en cada sujeto pese a todos los
esfuerzos por perdurar. Fausto busca no solo triunfar sobre sí mismo, como entiendo busca la M.·., sino
que salió a perseguir y dominar el mundo, y vio en la acción la vía para conseguirlo. La consciencia de
Fausto, esencialmente contradictoria y crítica, no fue la causante de su tragedia. Su tragedia surge
cuando, obviando su humanidad, pretende ser el recipiente de una verdad absoluta, unívoca y total.

En este sentido, el valor asignado al lenguaje y cómo cada sujeto buscaría re-crear el mundo a través de
su uso, fraguarían la tríada fundamental que da cuerpo y sentido al símbolo masónico, y la
razón por la que el proyecto fáustico fracasa. Fausto reconoce la tríada sujeto-
lenguaje- naturaleza (como fragmentos de un individuo en búsqueda de poder) pero es incapaz de
entender que la construcción originaria del Símbolo no responde a contextos históricos, e incluso ni
siquiera filosóficos, pues establece vínculo con la esencia del universo. ¿Ha perdido la M.·. su
vinculación con su lenguaje y la Naturaleza? Estoy convencido de que no.

Creo que nuestra aproximación al lenguaje mantiene ese nexo con el universo. ¿Cómo puede ser esto
así? A través de un símbolo originario y natural, cuyo contenido no es sino la síntesis de la esencia del
universo y sus misterios. ¿Existe ese lenguaje? Para Giambattista Vico, filósofo del lenguaje del s.XVII,
ese lenguaje es el lenguaje heredado por la divinidad, el lenguaje creativo y creador, el lenguaje de Adán
y de sus hijos. Recordemos que “al principio fue el Verbo”, por lo que la palabra era capaz de hacer,
nombrar, nominar y destruir. Este Verbo es la acción. Qué debemos ser los Masones sino Acción. La
interpretación de nuestros símbolos no debe queda en la especulación, en la metáfora puramente retórica
del sofista. El lenguaje M.·. es una más de sus herramientas. No deseamos dominación ni ambicionamos
poder. Sin embargo apostamos por el cambio de la sociedad. La consecución de dicha meta está
completamente permeada por nuestras palabras y nuestros actos. Si lográramos que cada una de nuestras
palabras se transformaran en acción, en potencia creativa, la línea de meta estará más cerca. No podemos
reunirnos únicamente en la reflexión, tan necesaria como es. La única salida está en otro lenguaje, que
no se disocie del mundo, sino que sea parte de él, un lenguaje originario y creativo que permita la unidad
de la tríada inicial (sujeto-lenguaje-naturaleza), especular en tanto cada de una de ellas es parte y reflejo
de la otra.

Si Fausto logra configurarse como sujeto, definitivamente no lo hace como demiurgo, pues finamente
sucumbe al deseo de poder y de dominación. Las dos almas fáusticas se resuelven – no pudo haber sido
de otro modo – a favor del proyecto moderno, y por lo tanto en contra del individuo. El alma del
demiurgo se aniquila bajo la acción del desarrollo impulsada por el alma del moderno, pues Fausto
domina, mas no es en la Naturaleza ni logra la unidad con ella. Nosotros, los masones, no podemos, no
debemos caer en la tentación de la dominación, salvo en la de nosotros mismos. De este modo, el
individuo y su sociedad mantendrán el vínculo natural con el lenguaje de la acción, la única que permite
el cambio, la renovación y rompe la inercia de la autosuficiencia del proyecto fáustico.

Autor: FDLT.

https://granlogiamixta.cl/2017/11/24/fausto-y-la-naturaleza-del-simbolo-masonico/

Potrebbero piacerti anche