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Introducción
El problema de la delincuencia juvenil, especialmente la violenta, es motivo de
preocupación pública y política que demanda soluciones urgentes basadas en iniciativas
legislativas, sanitarias, educativas y sociales con el objetivo de lograr una prevención
eficaz de la violencia juvenil (Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi, & Lozano, 2002). Las
dinámicas de legislación, intervención y gestión de la delincuencia juvenil se han
normalizado en muchos países y por lo general siguen las directrices establecidas por
organismos internacionales como la ONU, la OMS y la UNESCO. En este marco
destaca el especial interés por la delincuencia infanto-juvenil violenta que en ocasiones
se inicia muy precozmente (es el caso del bullying escolar o las bandas juveniles) y
cuyos efectos son devastadores para el desarrollo y la integración social de los jóvenes.
Una prevención eficaz de la violencia juvenil debería combinar técnicas variadas de
protección social, políticas de integración escolar y socio-laboral y una sólida
intervención sanitaria para evitar, neutralizar o minimizar el impacto de los principales
factores de riesgo sobre los menores. La intervención jurídico penal también debe
acompañar estas prácticas preventivas a fin de lograr la reducción de conducta violenta
y delictiva en los jóvenes. Las iniciativas judiciales y preventivas para combatir la
violencia juvenil implican la participación de agentes policiales, judiciales,
asistenciales, sanitarios y educativos coordinados en un trabajo dirigido y auspiciado
por las autoridades responsables de cada país y otras organizaciones que colaboren en
esta tarea. Los principales objetivos deberían ser aquellos niños o jóvenes en riesgo de
exclusión social y quienes ya han iniciado sus carreras delictivas.
2
Hay comportamientos infanto-juveniles que sin ser delictivos son la antesala de la
delincuencia futura, es el caso por ejemplo del mal comportamiento y el absentismo
escolar, los actos de gamberrismo, la crueldad con los animales, las peleas callejeras, los
enfrentamientos grupales asociados a protestas o eventos deportivos o el consumo
colectivo de alcohol y drogas. Pero no todos estos comportamientos son violentos. La
Criminología identifica las distintas conductas antinormativas realizadas por menores de
edad (niños y adolescentes) con tres términos: la conducta antisocial juvenil (a veces
también aparece en niños), la delincuencia juvenil y la violencia juvenil (Andres Pueyo,
2005; Rutter, Giller, & Hagell, 2000). Según T. Grisso (1998) los comportamientos
ilegales son comunes en la adolescencia. Los estudios longitudinales, basados en auto-
informes, indican que la mayoría de los adolescentes realizan en algún momento de este
período, conductas anti-normativas, pero solamente una pequeña proporción que oscila
entre el 6%-9% se convierten en agresores o violentos persistentes (Rechea, 2008).
Algunos autores consideran ciertas conductas delictivas tales como los actos de
vandalismo, las peleas callejeras o los daños contra la propiedad como estadísticamente
normativas (Borum & Verhaagen, 2006; Elliott, Ageton, Huizinga, Knowles, & Canter,
1983; Hirschi, 1969; Moffitt & Lynam, 1994). Es necesario distinguir la violencia
juvenil del resto de sucesos antinormativos para comprender las ventajas y utilidades de
la valoración del riesgo de violencia. En este capítulo se describirán técnicas de
valoración del riesgo de conducta violenta juvenil que no necesariamente son útiles en
la estimación del riesgo de conducta antisocial general o de la delincuencia común (de
consecuencias poco graves o no violenta) entre los adolescentes.
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variable (Steinberg & Morris, 2001) es difícil saber si una característica observada, por
ejemplo el bajo control de impulsos, refleja una característica innata o simplemente una
fase del desarrollo (Mulvey & Iselin, 2008). La tabla 1 extraída y adaptada del libro de
Borum y Verhaagen (2006) ejemplifica cómo varían ciertos predictores de la violencia
en distintas etapas del desarrollo:
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aunque mayormente se circunscribe al entorno social inmediato del individuo (por
ejemplo pares, escuela o familia).
¿Cómo es y cuánta violencia hay entre los jóvenes? Para formular una respuesta a
esta cuestión es práctico distinguir tipos de violencia juvenil: violencia escolar,
violencia en el ámbito familiar, violencia interpersonal (incluyendo iguales y pareja),
violencia grupal, y la violencia social o comunitaria que agrupa conductas que no se
recogen en las categorías anteriores. En cualquier de ellas los actos violentos pueden
incluir agresiones físicas, uso de armas, amenazas, coacciones, abusos sexuales y actos
vandálicos, entre los más frecuentes.
La clave de la evaluación del riesgo de violencia recae en conocer los factores que
más fuertemente se asocian con la conducta violenta, y de esta manera no solo lograr
una caracterización del nivel de riesgo de los individuos, sino también poder realizar
recomendaciones de tratamiento y rehabilitación que, a su vez, son efectivas en la
medida que se adecúan al nivel de riesgo del individuo, a sus necesidades particulares y
a su nivel de “responsividad” particular (Andrews, Bonta, & Hoge, 1990; Godwin &
Helms, 2002).
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hace muy difícil “desligar” estos factores y saber su efecto independiente. Esta
combinación cristaliza en un momento concreto, cuando quien delinque decide iniciar
su acción delictiva. En ese momento se combinan múltiples procesos en el individuo
(cognitivos, emocionales, volitivos) que a su vez estarán supeditados a las influencias
de factores situacionales.
D. Farrington (2002) ha definido los factores de riesgo como los “factores previos
que incrementan el riesgo de ocurrencia, inicio, frecuencia, persistencia y duración de la
conducta antisocial”. Una de las clasificaciones de los factores de riesgo de violencia
más útiles a los fines de la intervención es la que se detalla a continuación y que se basa
en el potencial de cambio de estos factores (Douglas & Skeem, 2005):
1
Se debe contemplar que sean rasgos más bien duraderos de la personalidad, es decir caracterológicos, y no solamente la
presentación de fenómenos del desarrollo de aparición común durante la adolescencia.
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o Relaciones paterno-filiales empobrecidas
o Agresiones entre miembros de la familia
Factores escolares
o Baja motivación y absentismo
o Rendimiento escolar deficitario
Factores socio-comunitarios
o Asociación con pares antisociales
o Vínculos sociales débiles o ausentes
o Pobre apoyo social e institucional
o Vivir en barrios con tasa de criminalidad elevada (por ej. con fácil acceso
a armas o drogas)
o Desorganización del entorno social inmediato
Factores de oportunidad, por ejemplo el acceso a víctimas potenciales
Por su parte, los factores protectores han recibido mucha menos atención en la
literatura hasta recientemente. Desde hace pocos años la investigación ha comenzado a
enfocarse sobre aquellos individuos que dejan de delinquir después de un período de
participación en actividades delictivas. Así, se han comenzado a estudiar los factores de
protección, tanto individuales como ambientales, que ayudan a que los jóvenes desistan
de estas conductas (Fougere & Daffern, 2011). Los factores protectores son aquellos
aspectos de un individuo y de su situación que contribuyen a una disminución en la
probabilidad de ocurrencia de la conducta delictiva o violenta por tener un efecto
directo sobre los problemas de comportamiento o por moderar la relación entre los
factores de riesgo y las conductas delictivas (Fougere & Daffern, 2011; Godwin &
Helms, 2002; Jessor, Van Den Bos, Vanderryn, Costa, & Turbin, 1995). La resiliencia
es uno de los factores de protección potencialmente más importantes (Godwin & Helms,
2002), aunque su conceptualización y medición no es del todo consistente a lo largo de
los estudios (Fougere & Daffern, 2011).
El SAVRY (Borum, Bartel, & Forth, 2000), que será descrito más adelante en este
capítulo, es la primera herramienta de evaluación del riesgo que incorpora éste y otros
factores de protección, además de los factores de riesgo habituales en estos protocolos.
En este instrumento los indicadores de los “rasgos de personalidad resiliente” son: un
cociente intelectual superior al promedio, sólidas habilidades de resolución de
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problemas, adaptabilidad, buenas habilidades de afrontamiento y una autoestima
saludable (Borum, Bartel, & Forth, 2000). Los otros factores protectores que incorpora
son: la participación en ámbitos pro-sociales, un apoyo social fuerte, vínculos y
patrones de apego sólidos, actitud positiva hacia la intervención y la autoridad y un
compromiso sólido con la escuela. En términos generales podemos afirmar que el
compromiso con la escuela, el buen rendimiento escolar, la motivación para continuar
la educación, un “temperamento resiliente”, los vínculos positivos con familiares u otros
modelos pro-sociales y la asociación con pares convencionales, son posibles
mecanismos que permiten a los jóvenes contrabalancear el impacto negativo de los
factores de riesgo (Godwin & Helms, 2002).
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b) Los factores de riesgo no son independientes, sino que suelen presentar una
alta correlación entre ellos. Por ejemplo el recibir castigos paternos y el
inicio precoz de conducta violenta son ambos factores de riesgo de la
delincuencia juvenil y a su vez covarían entre ellos (Straus & Mouradian,
1998).
c) Las asociaciones con el criterio o resultado (la conducta violenta) pueden ser
de carácter genérico (por ej. la historia de violencia en la infancia es un buen
predictor de la violencia en la adolescencia) o específico (por ej. los abusos
sexuales sufridos de parte de un hombre adulto puede incrementar en las
víctimas de sexo masculino el riesgo de futuros delitos de pedofilia).
¿Para qué sirven los factores de riesgo si no nos permiten explicar de forma causal el
comportamiento antisocial? El estudio de los factores de riesgo y de protección es útil
porque solo conociendo estos factores podremos evaluar el riesgo (estimar la
probabilidad) de que se produzca en el futuro una conducta delictiva determinada y
actuar en consecuencia. La utilidad de los predictores de la conducta violenta es esencial
en la Criminología porque permite intervenir antes de la ocurrencia del delito y por
tanto permite realizar intervenciones preventivas que, paradójicamente, se pueden
desarrollar desconociendo las “verdaderas causas” de la delincuencia (Andres Pueyo &
Redondo-Illescas, 2007).
11
identificar riesgos, no solo de reincidencia violenta, sino también de suicidio, de
autolesiones o de violencia dentro de la institución. Estas herramientas son útiles para
adaptar los recursos, los tratamientos y las intervenciones al nivel de riesgo de cada
individuo y así prevenir decisiones basadas solamente en el tipo de delito que se ha
cometido (Redondo-Illescas, 2008).
12
ambientales en que se encuentra. También es importante tener en cuenta el plazo de
tiempo para el cual se realiza la estimación pronóstica, los profesionales deben
reconocer la diferencia entre las estimaciones a corto y a largo plazo (Grisso, 1998), y
recordar que la mayoría de los jóvenes desisten en su conducta delictiva con el paso de
los años.
A los pasos antes mencionados deben sumarse algunas consideraciones sobre las
fuentes de datos a utilizar. El examen de los factores de riesgo y la información
necesaria, para hacer una estimación del riesgo, se nutrirá no sólo de la entrevista con el
joven (donde las habilidades de entrevista del profesional serán cruciales para entablar
una relación de confianza), sino también de otras fuentes de información, como por
ejemplo los registros policiales y penales si los hubiera, escolares y de salud mental, u
otros registros oficiales que aporten información sobre la conducta del joven. Asimismo
se debe apelar a informantes colaterales (por ej. padres, maestros, tutores u otros
profesionales) que conozcan bien al individuo y puedan brindar información fiable y
verosímil (Grisso, 1998). Seguramente el acceso a estos datos variará en función de las
diversas jurisdicciones y el profesional estará condicionado por las normativas de sesión
y uso de datos confidenciales vigentes en su ámbito de acción. No obstante, es
recomendable que el profesional se esfuerce por obtener la información suficiente y
necesaria para alcanzar una evaluación confiable y emitir un informe de valoración del
riesgo verosímil a sus interlocutores.
2
Actuarial es sinónimo de cuantitativo, matemático y hace referencia a un conjunto de técnicas
predictivas basadas en el cálculo cuantitativo de los riesgos futuros.
13
utilizan un método consistente y sistemático para recoger y combinar la información y
obtener un nivel total de riesgo. Los datos que se recogen deben haber demostrado una
correlación estadística con la conducta a predecir. Los árboles de decisión y las redes
neuronales son ejemplos de estos abordajes. Un método alternativo para la evaluación
del riesgo de violencia es el llamado “juicio profesional estructurado” que permite a los
profesionales obtener, pesar y combinar la información de acuerdo a su propio juicio, a
la vez que les proporciona unas directrices sobre los factores de riesgo a considerar y
cómo valorarlos.
De estos cinco enfoques, el juicio clínico (no estructurado) es el que tiene un soporte
empírico más débil aunque, como se mencionó previamente, es el más familiar a
profesionales y jueces. Aunque este enfoque ha demostrado un precisión mayor que el
simple azar, la baja sensibilidad y especificidad de estos juicios indica que los
profesionales cuando únicamente utilizan el juicio clínico predicen la violencia futura
de forma relativamente imprecisa (Hoge & Andrews, 2003). En los últimos años
numerosas investigaciones han demostrado que los juicios profesionales sobre el riesgo
alcanzados con instrumentos que estructuran y orientan al profesional en el proceso de
la evaluación son más precisos que los juicios clínicos no estructurados y que la mera
suma de los factores de riesgo (para un resumen ver Borum & Verhaagen, 2006).
Conclusiones
La demanda dual de asegurar la seguridad pública a la vez que se promueve una
desarrollo positivo del delincuente juvenil requiere a los profesionales del sistema
judicial tomar complejas decisiones sobre el riesgo de violencia futura y la adecuación
de sus intervenciones sobre estos jóvenes (Grisso, 1998; Mulvey & Iselin, 2008). La
relevancia de la tarea de evaluar el riesgo futuro de violencia reside en las
consecuencias que las decisiones a las que asiste pueden tener sobre el individuo y sobre
la seguridad pública (Borum & Verhaagen, 2006). En el caso de que el profesional
decida que el niño, adolescente o joven tiene un riesgo bajo de comportarse
violentamente hacia sí mismo o hacia los demás, las actuaciones subsecuentes serán
mínimas y seguirán las pautas que se aplican en la mayoría de los casos. Pero a medida
que aumenta el riesgo estimado, también lo hace la complejidad de las intervenciones a
implementar para gestionar este riesgo a fin de minimizar la ocurrencia de la conducta
violenta o de reducir el impacto de su efecto.
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La evaluación del riesgo debe ser contrastada con la gestión del riesgo3, y estos
conceptos se complementan entre sí. La gestión del riesgo se refiere a un proceso que
implica también la evaluación de los cambios en el riesgo inmediato de un delincuente y
la elaboración de métodos para reducir ese riesgo. Siguiendo la propuesta de Andrews y
Bonta la evaluación del riesgo servirá para emparejar el nivel de gestión (por ej. el nivel
de supervisión dentro y fuera de la prisión) con el nivel de riesgo del joven o menor
evaluado. Por otro lado, se ha demostrado que si las evaluaciones de riesgos no están
bien hechas esto puede dar lugar a que un delincuente de bajo riesgo reciba el mismo
nivel de supervisión que un delincuente de alto riesgo o viceversa, lo que no es un modo
eficaz de asignar los recursos limitados y puede, casi inadvertidamente, aumentar el
riesgo para la comunidad.
3
Conjunto de acciones dirigidas intencionadamente a reducir el riesgo de que sucedan comportamientos
violentos en el futuro.
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20
Tabla 1. Factores de riesgo de violencia juvenil en distintas etapas del desarrollo
Factor de riesgo Presente en Predice violencia Referencia
en:
- Comportamiento antisocial Niñez Adolescencia y Loeber &
temprano (delincuencia, uso de (6 a 12 años) adultez temprana Farrington
sustancias, agresión) (12-25 años) (2000)
- Padres antisociales (delincuentes,
violentos o con psicopatologías)
- Pares antisociales Adolescencia Adolescencia tardía Lipsey &
- Comportamiento antisocial previo (12 a 15 años) y adultez temprana Derzon
(delincuencia, agresión y violencia (15-25 años) (1998)
física)
- Actitudes y desempeño escolar
- Condiciones psicológicas
- Relaciones padre-hijo
21
Tabla 2. Enfoques de la evaluación del riesgo y sus componentes estructurados
Adaptado de Skeem & Monahan (2010)
Componentes estructurados del proceso de
evaluación del riesgo de violencia
Enfoques y herramientas* Identificar Medir factores Combinar Estimación
factores de riesgo de riesgo factores de riesgo final de riesgo
Juicio clínico no-estructurado
DSM1 (por ej: tr. disocial) X
SAVRY, EARL-B/G X X
YLS, YLS/CMI X X X
CATS, ASSET X X X X
*Para una descripción de las herramientas ver tabla 3
1
DSM= Manual estadístico y diagnóstico de los trastornos mentales
22
Tabla 3. Instrumentos de evaluación del riesgo de violencia juvenil
Youth Assessment and Evalúa riesgo, necesidades y factores protectores en Adolescentes entre 14 y Incluye una versión breve de “pre-cribado” que arroja un
Screening Instrument jóvenes y ayuda a desarrollar planes de intervención. 21 años. Diseñado para nivel de riesgo global y una evaluación completa extensa
(YASI; Orbis Partners, Clasifica a los jóvenes en función de la probabilidad su uso en jóvenes dentro que genera puntuaciones de riesgo y de protección para
2006) de tener futuros arrestos y/o delitos violentos. del Sistema de Justicia 10 dominios (por ej. historia legal, familia, escuela,
Juvenil (en el Estado de comunidad y pares, alcohol y drogas, tiempo libre, etc).
Virginia [EUA]).
Youth Level of Al igual que la versión de adultos (LSI-R) se dirige a Niño/as de 12 a 17 años Cuenta con 42 ítems
Service/Case detectar niveles de riesgo de reincidencia general y agrupados en ocho áreas criminogénicas (historia
management necesidades criminógenas sobre las que intervenir. delictiva, familia/padres, educación/empleo, relaciones
4
Inventory (YLS/CMI; Ver adaptación en población española en Graña con pares, abuso de sustancias, ocio/recreación,
Hoge & Andrews, 2003) Gomez, Garrido Genovés & González Cieza (2011) personalidad/comportamiento y actitudes/orientación).
4
Diversas herramientas derivadas del LSI han sido desarrolladas para los jóvenes. Dada la gran superposición entre sus contenidos aquí se describe solo una como un ejemplo representativo de estas adaptaciones.
24
Tabla 4. Herramientas específicas para evaluar el riesgo de violencia sexual en jóvenes
Nombre Objetivo Población Estructura
Juvenile Risk Assessment Es una versión modificada del RRAS (Registrant Jóvenes que han Cuenta con 13 ítems que se agrupan en tres áreas:
Scale (JRAS; New Jersey Risk Assessment Scale) para adultos. Ha demostrado cometido delitos historia de delitos sexuales, comportamiento antisocial y
Attorney General's Office, validez predictiva tanto para el riesgo de reincidencia sexuales. características ambientales.
2006) sexual, como no sexual. El factor de conducta
antisocial general se ha mostrado como el de mayor
capacidad predictiva (Hiscox, Witt, & Haran, 2007).
Juvenile Sex Es un listado de chequeo que revisa de forma Adolescentes entre 12 Cuenta con 28 ítems que componen cuatro factores:
Offender Assessment sistemática los factores de riesgo asociados con los y 18 años con o sin impulso/preocupación sexual, comportamiento
Protocol-II (JSOAP-II; delitos sexuales y la criminalidad en general. antecedentes de impulsivo/antisocial, intervención clínica y
Prentky & Righthand, 2003) delitos sexuales. estabilidad/ajuste de la comunidad.
Estimate of Adolescent Sex Listado de chequeo empíricamente guiado que estima Adolescentes entre 12 Cuenta con 25 ítems (16 dinámicos y 9 estáticos) que
Offense el riesgo de reincidencia o delito sexual a corto plazo. y 18 años con o sin abarcan cinco dominios:
Recidivism (ERASOR; antecedentes de Intereses/actitudes y comportamientos sexuales, historia
Worling & Curwen, 2001) delitos sexuales. de agresiones sexuales, funcionamiento psicosocial,
funcionamiento familiar/contextual y tratamiento.
Juvenile Sexual Offense Herramienta para evaluar el riesgo de reincidencia Adolescentes varones Evalúa 12 variables pertenencientes a siete dominios:
Recidivism Risk sexual. entre 12 y 18 años al historia de delito sexual, características del delito,
Assessment Tool-II momento del delito historia de tratamiento, historia de abuso, educación
(JSORRAT-II; Epperson, base. especial, disciplina escolar, delitos no-sexuales.
Ralston, Fowers, DeWitt, &
Gore, 2006)
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