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Cognición y

lenguaje

Introducción a
la Psicología

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Cognición y lenguaje
Para definir cognición diremos que son los procesos por los cuales
adquirimos y usamos el conocimiento. Revisar el pasado, contemplar el
futuro y pensar posibilidades son algunas de las tareas que resultan claves
para la cognición humana.

En esta lectura revisaremos aquello que se conoce como pensamiento


dirigido, que es la forma en que buscamos resolver problemas y tomar
decisiones (Morris, 2009). En estos procesos, el lenguaje juega un papel
destacado.

A continuación, analizaremos los bloques con los que se construye el


pensamiento, el modo en que empleamos el lenguaje, las imágenes y los
conceptos para estructurar y dar sentido a nuestra experiencia.

Cuando realizamos una tarea cualquiera, ya sea manejar u organizar la


agenda de parciales o finales de la carrera, utilizamos la cognición. En la
cabeza tendremos frases del tipo los finales son en agosto, que fueron dichas
por personal de la universidad, o imágenes del calendario con las fechas
marcadas en rojo y usaremos conceptos como antes, después, grupo,
apuntes, libro, mucho y poco, entre otros.

Este proceso de considerar las fechas de examen para prepararnos utiliza los
tres pilares de la cognición:
- lenguaje;
- imágenes;
- conceptos (Morris, 2009).

El lenguaje es un sistema flexible de comunicación que usa sonidos, reglas,


gestos o símbolos para transmitir información (Morris, 2009). El lenguaje
humano es semántico, es decir, tiene significado y, además, nos permite
intercambiar información detallada acerca de todo tipo de objetos y
acontecimientos. Podemos hablar y liberarnos del aquí y ahora y hablar de
aquello que ya pasó o que queremos que pase, incluso, podemos describir
un lugar y una situación a alguien que nunca estuvo allí. En este sentido, el
lenguaje permite desplazamientos, ya que podemos comunicar tiempo y
espacio. También podemos considerar las distintas soluciones ante un
problema y ensayar las alternativas antes de actuar. Otra característica del
lenguaje es que podemos combinar sonidos para formar nuevas palabras,
arreglar palabras y frases y organizar las frases y oraciones (Morris, 2009).

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Para lograr esto, el lenguaje requiere que se cumplan ciertas reglas y
estructuras. Mejor dicho, gracias a las reglas y las estructuras del lenguaje
podemos lograr estos niveles de comunicación y cognición.

El lenguaje hablado se basa en unidades universales de sonido llamadas


fonemas que indican cambio de significado (Morris, 2009). Ejemplos de
fonemas son los sonidos /p/ y /b/ que sirven para distinguir entre pata y
bata. En sí mismos los fonemas no tienen un significado inherente, pero
pueden agruparse para formar palabras o partes de palabras.

Cuando combinamos significativamente los fonemas logramos un morfema,


que es la unidad mínima de significado del habla, por ejemplo, las palabras
simples, los sufijos y los prefijos (Morris, 2009).

Las palabras pueden unirse en pensamientos aún más complejos. Para que
esto tenga sentido existe una serie de reglas para la estructuración de
oraciones. Estas reglas son aquello que los lingüistas llaman gramática. La
gramática, a su vez, se puede dividir en sintaxis y semántica (Morris, 2009).

La sintaxis son las reglas para organizar las palabras en las frases y las
oraciones gramaticales. El orden de las palabras suele determinar el
significado, ya que Facundo fue a la universidad hoy no es lo mismo que la
universidad fue a hoy Facundo.

La semántica describe cómo asignamos significado a los morfemas, las


palabras, las frases y las oraciones en un lenguaje. Se refiere al contenido del
lenguaje. Para esto necesitamos saber que las oraciones tienen una
estructura superficial y una profunda, que son las palabras y las frases
usadas para formar una oración y el significado subyacente de una oración,
respectivamente (Morris, 2009).

La sintaxis y la semántica permiten realizar aquello que Noam Chomsky


llama transformaciones entre la estructura superficial y la profunda. Cuando
alguien quiere comunicar una idea empieza con un pensamiento, luego elige
frases o palabras que expresen esa idea y, por último, produce los sonidos
del habla que componen esas palabras y frases. Cuando escuchamos y
tratamos de comprender el proceso esto se da a la inversa, se comienza con
los sonidos del habla, se reconocen las palabras y las frases y se extrae el
significado (Morris, 2009).

Figura 1: Dirección del movimiento en la producción y comprensión del


habla

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Fuente: Morris, 2009, p. 261
De esta forma, las palabras, las frases y las oraciones conforman algunos de
los bloques de construcción del pensamiento. Otro de estos bloques son las
imágenes o las representaciones mentales no verbales de experiencias
sensoriales (Morris, 2009).

Las imágenes son extremadamente poderosas, ya sean visuales, auditivas u


olfativas. A partir de ellas, podemos ver a nuestros amigos, escuchar la
melodía de nuestra canción favorita, recordar el modo de enviar mensajes
de texto de nuestro primer celular y hasta sentir el aroma del perfume del
jardín cuidado de nuestra vecina, aun luego de años o a miles de kilómetros.
Esto quiere decir que podemos pensar en cosas si usamos imágenes. Utilizar
la imaginería mental para resolver problemas es algo que hacemos todos los
días.

Podemos comparar imágenes que se nos presentan, por ejemplo, los dibujos
de volúmenes que están en la figura a continuación y decir si la imagen de la
izquierda es o no la misma que la de la derecha en los tres casos.

Figura 2: Patrones Geométricos

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Fuente: Morris, 2009, p. 263

Invariablemente, para comprobar si en los tres pares coinciden las imágenes


de la izquierda con las de la derecha, hay que rotar la imagen mentalmente
para compararla con la otra.

Ahora te pedimos que hagas la prueba y veas si alguna de las tres no


coincide. Al final de la lectura, encontrarás la respuesta correcta. Presta
atención, sobre todo, a cómo haces para comprobar la coincidencia, es decir,
qué proceso cognitivo pone en marcha.

El tercer pilar de la cognición que veremos es el de los conceptos, que son


categorías mentales que sirven para clasificar objetos, personas y
experiencias. Proporcionan una forma de agrupar o categorizar las
experiencias para que no tengamos que sorprendernos cada vez que vemos
un animal peludo, de cuatro patas, que mueve la cola y emite un sonido
similar a guau y podamos decir que vimos un perro.

“Los conceptos proporcionan una forma de agrupar o categorizar las


experiencias de modo que no tenemos que sorprendernos al encontrarnos
con algo nuevo”. (Morris, 2009. p 262 ).Así, no es necesario inventar una
nueva palabra cada vez que vemos algo.

Este proceso de tomar un objeto percibido y colocarlo en una categoría no


es rígido, sino que se pueden modificar las categorías para incorporar un
objeto que no se enmarca exactamente en ninguna, pero sí en nuestra
experiencia. Los conceptos suelen completarse con mayor información a
medida que incorporamos datos o nuevos objetos a cada categoría.

A su vez, los conceptos se organizan en jerarquías, en las que la categoría


más específica y estrecha se encuentra al fondo y la más general, en la parte

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superior. Por ejemplo, Vento es un elemento del subconjunto Volskwagen
que, a su vez, es un subconjunto de la categoría auto, que es un subconjunto
de medios de transporte.

Estos conceptos no siempre son claros y definidos como quisiéramos pensar.


En muchos casos son borrosos, no son excluyentes y están mal definidos.
Por ejemplo, la mayoría podemos distinguir un ratón de una rata, pero pocos
pueden producir una lista exacta de las diferencias. Entonces, ¿cómo
podemos manejarnos en el mundo con conceptos tan borrosos y poco
claros? La respuesta puede estar en la utilización de los prototipos, es decir,
una imagen construida en la mente que representa un ratón y otra que
representa a una de una rata. Luego las usamos en nuestros pensamientos
para compararlos con el animal que vemos, el que se parece más prevalece
y, así, decimos que estamos en presencia de ese animal. Es decir, decidimos
qué es más probable o razonable en función de los hechos con los que nos
enfrentamos.

Esta forma de usar las categorías y los conceptos es lo que permite


comprender chistes como el que se muestra en la figura a continuación.

Figura 3: ¿Mouse?

Fuente: [Imagen sin título sobre un gato frente a una computadora]. (s. f.) Recuperado de
http://www.gifsanimados.org/data/media/56/computadora-y-ordenador-imagen-
animada-0003.gif

Respecto de las diferencias culturales que pueden presentarse a la hora de


analizar la cognición, el lenguaje juega un papel muy importante, ya que
está ligado a la expresión y la comprensión del pensamiento. Incluso,
algunos autores hablan de un determinismo lingüístico del pensamiento.

Esta idea es bastante intuitiva (es decir, se espera que sea correcta, ya que
no es disonante con ideas previas que la mayoría tenemos), aunque llevada
a los trabajos de campo no resulta comprobada. Algunos pueblos no poseen
en su idioma las palabras para nombrar algunos objetos o las sutilezas que

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diferencian a otros, pero al mostrarles estas diferencias pueden percibirlas.
En realidad, el idioma influye en el modo de pensamiento, pero no parece
restringirlo hasta el punto de un determinismo lingüístico.

Ya hemos visto cómo la percepción puede verse afectada por la cultura y la


condición de género. También vimos que la cognición incluye la percepción
y la memoria, entre otros factores, por eso, es válido suponer que nuestra
cognición se vea afectada por cuestiones culturales y de género.

Respuesta a la prueba de imágenes rotadas: en A son la misma pieza, en B


son la misma pieza y en C no coinciden.

Solución de problemas
Hasta ahora, analizamos cómo pensamos y describimos el contenido de
aquello que pensamos. Ahora veremos cómo usamos el pensamiento o la
cognición para resolver problemas y tomar decisiones.

Habitualmente, cuando incorporamos información sobre nuestro entorno,


transformamos los datos para que se ajusten a nuestro marco de referencia
mental, solo que en algunas ocasiones necesitamos acomodar nuestra
estructura para poder asimilar los nuevos datos. Esto se hace más evidente
ante la necesidad de solucionar un problema.

Algunas veces, cuando consideramos un problema, lo vemos como muy


sencillo de resolver y otras nos encontramos con un nivel de dificultad que
nos parece imposible de solucionar. Estos últimos casos requieren de
estrategias que no son evidentes para resolverlos, por eso, es importante
conocer los tres aspectos de la solución de problemas, que proporcionan un
marco de referencia útil para investigar sobre este tema. Estos son:
- interpretación;
- estrategia;
- evaluación (Morris, 2009).

El primer paso en la resolución del problema es interpretarlo, lograr una


representación del problema y dejarlo definido. Esta etapa tiene una
importancia fundamental, si lo representamos en forma errónea gastaremos
recursos invaluables.

Luego viene el segundo paso, que consiste en la selección de una estrategia


para solucionar este problema y la evaluación de avances en relación con
una meta fijada. Algunas estrategias son proceder por ensayo y error,
recuperar información de soluciones anteriores a problemas similares o usar
un algoritmo o un enfoque práctico (heurística).

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El ensayo y error es una estrategia que consiste en probar todas las
alternativas posibles hasta dar con la que soluciona el problema. Por
ejemplo: si nos prestaron un despertador que no conocemos y a la mañana
suena antes de tiempo, ensayaremos todas las posibilidades de apagarlo que
se nos ocurran hasta silenciarlo. Este tipo de estrategia funciona muy bien
cuando las opciones son limitadas, pero suele implicar un desgaste de
energía innecesario.

La recuperación de información consiste en recurrir a la memoria de largo


plazo y recuperar datos sobre cómo se resolvió el problema en el pasado.
Esta es una estrategia muy útil cuando se necesita una solución rápida. Por
ejemplo: ¿dónde están las llaves? Primero recurrimos al lugar en el que las
guardamos habitualmente y ahí están.

Los algoritmos consisten en un método detallado para la solución de


problemas, que garantiza una solución correcta. Son muy útiles para
problemas más complicados, que requieren estrategias más complejas.
Seguramente conocen y utilizan muchos algoritmos a diario, como por
ejemplo, multiplicar por tres cifras o preparar arroz.

Cuando encontramos un problema complejo que no tiene un algoritmo


asociado, podemos recurrir a la heurística, que son reglas prácticas que si
bien no garantizan una solución como el algoritmo, ponen a nuestro alcance
la posibilidad de hallarla.
Gran parte de la solución consiste en decidir que heurístico utilizar para un
problema determinado. Los más comunes son (Morris, 2009):
- escalamiento: cada paso nos acerca progresivamente a la meta final;
- submetas: se descompone el problema en trozos más pequeños, más
manejables y sencillos de resolver;
- análisis de medios y fines: combina los anteriores, que implica
analizar la diferencia entre la situación actual y el fin deseado para
poder reducirla;
- trabajo retroactivo: consiste en recorrer el camino a la inversa, desde
la meta deseada hasta las condiciones actuales.

A su vez, cuando estamos en nuestra vida diaria y no en los aspectos


teóricos, encontramos factores que afectan nuestra capacidad de pensar.
Uno de los factores más frecuentes está en relación directa con la
motivación o activación emocional, ya que para resolver un problema
necesitamos estar motivados y movilizar adecuadas cantidades de energía.

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Otro factor que influye es la disposición mental, que es una tendencia a la
aproximación y la percepción de los problemas de cierta manera. Esta
disposición es la que determina qué información recuperaremos para buscar
una solución. Algunas veces esto resulta favorable y otras puede resultar un
obstáculo.

Un tipo de disposición mental que obstaculiza seriamente la solución de


problemas es la llamada fijación funcional, que es percibir solo un número
limitado de usos para un objeto e interferir, de esta manera, en la solución
del problema. El aprendizaje consiste en asignar funciones correctas a los
objetos, pero necesitamos apertura para poder pensar otras formas de
empleo diferentes a las que ya conocemos para superar esta fijación
(Morris, 2009).

Cuando hablamos de solucionar problemas, en el campo del conocimiento


que sea, vemos que existen expertos y novatos. Cada uno aporta lo suyo, ya
que la pericia en un área por la experiencia es una ventaja e implica que no
necesitamos de la misma preparación que un principiante, sin embargo, este
último no tiene el mismo nivel de fijación funcional y puede brindar
respuestas novedosas y creativas.

Cuando ya tenemos a la vista las diferentes soluciones posibles a un


problema determinado, puede surgir el conflicto de la toma de decisiones.
En esta etapa, la tarea es encontrar la mejor solución posible o la que mejor
se acerque a nuestras metas y objetivos.

Las decisiones pueden ser triviales (qué ropa me pongo) o cuestiones de vida
o muerte (operar o no un tumor), la persona puede tener solo dos opciones
o cientos, puede saber muy bien qué quiere y necesita o no tener ni idea,
puede tener gran cantidad de información sobre las opciones o ignorar casi
todo o puede tomar la decisión en forma rápida o marearse en la indecisión.

Podemos determinar, generalmente, si hemos podido resolver


adecuadamente un problema en cambio, las decisiones suelen dejarnos una
duda sobre si tomamos la correcta. No es posible predecir con precisión el
resultado de una u otra decisión, por eso, habitualmente las decisiones se
basan en probabilidades.

Los diferentes modelos de tomas de decisiones se pueden agrupar en los


siguientes:
- Toma de decisiones lógicas:
 modelo compensatorio.
- Toma de decisiones heurísticas:
 representatividad;

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 disponibilidad;
 sesgo de confirmación.

El modelo compensatorio consiste en seleccionar un conjunto de criterios,


calificar en estos cada una de las opciones y sumar las calificaciones para ver
qué tan bien se ajusta cada opción a esos criterios. Este modo funciona bien
con decisiones en las que tenemos toda la información y es posible evaluar
los pros y los contras.

Cuando no tenemos mucha claridad o enfrentamos una decisión con poca


información disponible, podemos utilizar la representatividad, que consiste
en juzgar la nueva situación en función de su parecido con otra similar del
pasado.

El modelo heurístico de disponibilidad consiste en tomar la decisión basada


en la información más fácilmente accesible, sea esta precisa o no.

Cuando empleamos el sesgo de confirmación, advertimos o recordamos la


evidencia que apoya nuestra creencia e ignoramos la evidencia contraria.
Este fenómeno se relaciona con el hecho de ver relaciones y conexiones
como patrones de causa y efecto que, en realidad, no existen.

Estos heurísticos son defectuosos a la hora de definir una elección, pero en


el mundo real, el de los hechos, no es necesario que las decisiones sean
perfectas para que los resultados sean satisfactorios.

Un factor importante a la hora de evaluar posibilidades para decidir es el


marco de referencia, que es la perspectiva desde la cual tomamos la
información. Un cambio en el modo de referenciar la información nos puede
llevar a un cambio en la decisión, aunque los hechos no hayan cambiado
sustancialmente.

En resumen, como vimos anteriormente, la toma de decisiones puede verse


afectada por la presión, ya sea ejercida por otros o percibida por la persona.
Una forma de mejorar esto es el entrenamiento en emergencias simuladas.

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Referencias
[Imagen sin título sobre un gato frente a una computadora]. (s. f.)
Recuperado de
http://www.gifsanimados.org/data/media/56/computadora-y-ordenador-
imagen-animada-0003.gif

Morris, C. (2009). Psicología. México: Pearson Educación.

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