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EMIR RODRIGUEZ MONEGAL

El mundo de José Donoso


Un verdadero novelista no puede evitar ser un crea- por la que circulan, libres y hechizadas, las criatu-
dor de mundo. Ese mundo puede ser vasto (como ras de su invención.
el de Balzac o el de Dickens) y confundirse, en
las apariencias, con la realidad exterior haciendo
la competencia al estado civil, ocupándose de una Una carrera literaria
sociedad entera, reconstruyendo una época y mul-
tiplicando así falazmente los simulacros humanos. Entre el año de 1960, en que Donoso publica un
Pero también puede ser un mundo voluntariamente volumen de cinco cuentos con el título de uno de
coofinado ( como el de Flaubert o el de Hen!)' ellos, El charleston (dos de los cinco ya habían
James), un mundo estrTCtamente particular que sólo sido recogidos en un librito de 1956), y el año de
retieIa un asp,ªcto, casi siempre el mismo, de la 1966, en que publica sucesivamente dos novelas,
r¡alidad y que sin embªrgo, a través de ese úníco El lugar sin limites, en México (Joaquín Mortiz),
aspecto, casi maniáticamente explorado, manifiesta y Este Domingo, en Chile (Zig-Zag), además de la
e~ cifra el mundo entero 'A esta segunda raza de colección de Los mejores cuentos (también Zig-
novelistas pertenece sin la menor duda José Do- Zag), José Donoso ha estado trabajando su narra-
noso. tiva en silencio, un silencio sólo interrumpido por
El mundo que su obra crea es el de la vida fa- la publicación periódica de articulas criticas, suma-
miliar chilena en este centro del siglo que le ha mente agudos, y por la leyenda de sus triunfos en
tocado vivir al narrador. Es un mundo en el que el extranjero. Son esos seis años en los que su
siempre se da la misma experiencia repetida: el nombre, proyectado meteóricamente en Chile a la
salvaje descubrimiento de la violencia que yace aparición de su primera novela, Coronación (1957),
debajo de la superficie aparentemente convencio- comienza a ser reconocido y discutido en toda
nal de una sociedad bastante estratificada y bur- América Latina y obtiene, en 1962, el Premio de la
guesa. El narrador acota ese mundo en su contex- Fundación William Faulkner para la mejor novela
to semifeudal, semiurbano con una lucidez cada chi!ena del último quinquenio. Esos seis años de
día más aterradora. Es un mundo en que ricos y aparente silencio han servido para que Donoso
pobres, las Dos Naciones de que hablaba Disraeli madure prodigiosamente como novelista y para que
en su famosa novela panfletaria, viven inextricable- emprenda una nueva obra, El obsceno pájaro de la
mente mezclados; un mundo en que las catego- noche, que es sin duda su más ambicioso proyecto
rías sociales, separables en el análisis social y hasta la fecha.
económico, no lo son en la esfera más profunda No es inútil, antes de repasar con algún detalle
de las pasiones; un mundo en que la realidad su- su obra, marcar dos o tres aspectos de su carrera
perficial de todos los días esconde y libera, de literaria que han permitido a Donoso situarse en la
tanto en tanto, los más horribles monstruos de la posición casi única que ocupa actualmente en la
razón. novela chilena. Nacido en 1924, educado en un co-
Naturalista y onírico, literal y simbólico, tradicio- legio inglés de Santiago (donde tuvo de condiscí-
nal y renovador, José Donoso ha creado' en tres pulos a Carlos Fuentes y Luis Alberto Heiremans),
novelas y un puñado de cuentos todo un mundo Donoso pertenece a esa generación chilena del 50
que lleva indiscutiblemente su marca y que lo re- que ha publicitado con tanto esfuerzo Enrique La-
presenta a él con la misma potencía con que el fourcade y que realiza, en aquella nación de Amé-
universo ficticio de Clarice Lispector, de Juan Rulfo, rica Latina, una puesta al día completa de las le-
de José Lezama Lima o de Martínez Moreno re- tras nacionales. Se produce hacia esa fecha en
presenta a dichos singularísimos creadores. Más todo el continente un acceso a la modernidad que
que fatigosas comparaciones con novelistas latino- equivale a la registrada en el Modernismo por Ru-
americanos de entonación más épica (comparacio- bén Daría y sus secuaces, sólo que ahora es sobre
nes en que hoy tanto abundan las gacetillas lite- todo la influencia masiva de las letras anglosajonas
rarias chilenas) resulta útil vincularlo con creado- la que determina estétioamente el nuevo rumbo li-
res como aquellos que ya han logrado transformar terario.
su autobiografía en ficción, sus obsesiones perso- Ese cambio de influencias no es casual.
nales en mito, sus terrores y sueños lúcidos en En la propia Francia es cada día más evidente des-
realidad imaginaria, su universo interior en tierra de los años veinte la influencia de la cultura an-
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glosajona. Muchos de los escritores latinoamerica- mo tema. En la más ambiciosa de las tres, en esa
nos, que no han descubierto aún el inglés, la reci- Coronación que abre el tríptico, se echan las bases
ben, tal vez sin advertirlo del todo, via París y de la crónioa familiar. Aquí, Misiá Elisa Grey de
con interesantes nombres franceses. Pero Donoso Abalos resulta el símbolo del tronco familiar de
(como Fuentes, como Cortázar, como Sorges) ha una familia que ha ido perdiendo terreno en la
recibido esa influencia directamente de sus orí- sociedad chilena y está reducida a esa vieja, loca
genes. Su dominio del inglés es impecable desde y moribunda, que vive encerrada en una casa de-
la infancia, escribe en esa lengua sus primeros cuen- crépita (símbolo de la familia y de ella misma), y a
tos, estudia dos años en Princeton, enseña inglés un nieto cincuentón, Andrés Abalos, que represen-
y literatura inglesa en Chile, actualmente vive en ta la otra cara de la misma decadencia: el debili-
los Estados Unidos, como escritor residente de la tamiento de las energías vitales masculinas, la
Universidad de lowa. abulia, la sangre adelgazada hasta la inercia.
Estos datos exteriores certifican la presencia de Ese mundo de ruina burguesa (los Abalos fueron
una influencia perdurable. Al publioarse Corona- alguien en la sociedad chilena, eran miembros de
ción, Donoso declaró que dos de sus escritores la oligarquía, hubo hombres que llevaron el ape-
favoritos eran Dickens y Henry James. No es di- llido a su culminación), esa decrepitud es sólo una
fici! encontrar la huella de ambos en esa construc- de las dos caras de la moneda que ofrece Donoso
ción grotesca, entre patética y vulgar, que es su en Coronación. Contrapuntístioamente, ese mundo
primera novela. De Great Expectations, del novelis- está mostrado no sólo desde el punto de vista de
ta victoriano, ha tomado Donoso no sólo ciertos la vieja y su nieto, sino también desde el punto
rasgos de humor y el personaje de la gran vieja de vista de la servidumbre que rodea y hasta cier-
loca, sino también el nombre de la muchachita de to punto domina a ambos. Hay dos viejas sirvientas,
la que se enamora el protagonista (Estela, en am- Rosario y Lourdes, que representan también una
bos libros) y que en buena medida ocupa con res- suerte de prolongación decadente del mundo bur-
pecto a él una situación emocionante equivalente. gués y que serán las encargadas de coronar a la
Como la Estela de Dickens, la de Donoso es una vieja, en una escena de calculado y terrible de-
tentación que pone la vieja al alcance del protago- lirio simbólico, y hay una joven sirvienta, Estela,
nista. De James, de esa laberintica novela que se una muchacha del campo, que Andrés Abalos, co-
llama The Spoils of Poynton, ha tomado Donoso dicia en un último espasmo de su dudosa virilidad.
el símbolo de la casa como imagen del ser mater- Pero si las viejas sirvientas están tan comprome-
no, y también de James ha tomado el narrador tidas en la ruina y decadencia de la casa, la joven
chileno alguna de esas viejas a la vez espantables no lo está y busca y encuentra una salida entre-
e inútiles, como el espantapájaros de The Aspern gándose a Mario, un muchacho que es repartidor
Papers. Si ahora detallo estas influencias, que el de un almacén vecino. Con este personaje mascu-
autor mismo se ha encargado de subrayar, no es lino y su familia entra en la novela toda una por-
para disminuir a Donoso ni a la novela que le dio ción del lumpen chileno. Hay que decir desde aho-
fama, sino para situar en su contexto más exacto ra que esta es la zona menos convincente de la
esta filiación literaria que se reconoce en él como obra. Si Donoso puede apelar a su propia expe-
en tantos otros importantes narradores de la Amé- riencia para reconstruir la decadencia de la oli-
rica Latina de hoy. garquia o el mundo semifeudal de las sirvientas,
La paradoja que subyace esta evidencia es sin de nada le sirve su observación exterior para re-
embargo muy grande. Marcado desde la infancia construir la realidad de las poblaciones margi-
por la influencia de la lengua y de la literatura an- nales. En su descargo hay que apuntar que no es
glosajonas, Donoso es chilenísimo y su mundo, el único de los narradores latinoamericanos que
en los niveles más superficiales, es casi costum- ha fracasado en este intento. Se podría hacer una
brista. larga y honrosa lista. Más vale utilizar el proce-
dimiento inverso y afirmar que con excepciones tan
notables como la de Manuel Rojas en Hijo de la-
La crónica familiar drón, el lumpen es estéticamente inexistente en las
letras latinoamericanas. Para encontrarlo hay que
Al margen de las influencias literarias, es eviden- ir a los libros, admirables y terribles, de Oscar
te que Coronación puede considerarse como el Lewis sobre México y Puerto Rico.
primer volante de un tríptico que tiene como tema Pero lo que ahora importa señalar es que en
visible la decadencia de la familia chilena y apa- Coronación ya aparece uno de los temas centra-
rece ilustrado en tres novelas diferentes que pue- les de lo que será, más adelante, la entraña de
den considerarse como variaciones sobre un mis- Este domingo: la vinculación existencial que hay
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entre el mundo emocional de la oligarquía y el de breve de las dos últimas novelas) Donoso presen-
las clases pobres. En esta primera novela, el tema ta una acción simple que tiene en realidad dos
sólo aparece esbozado. Será la vieja loca la que tiempos. En el presente se cuenta cómo Pancho
descubra antes que nadie que el nieto codicia a Vega viene a cumplir su amenaza de violar tanto a
la joven sirvienta. Andrés había visto las palmas la Japonesita (virgen y patrona de un burdel de
rosadas de las manos morenas de Estela y ha- pueblo) como a su padre, un marica que llaman
bía sentido primero una repugnancia, como ante la Manuela. La acción no sale de ese pueblo de-
un espectáculo obsceno. Pero misiá Elisa ve más crépito y casi no sale de esos tres personajes.
y mejor. Descubre en esa repugnancia la atrac- aunque en realidad hay un cuarto que es el que
ción sexual y en su locura, se la grita al nieto con su presencia o ausencia explica profundamen-
y a la muchacha. Más tarde, Andrés habrá de re- te toda la situación. Es don Alejo Cruz, propietario
conocer la verdad de eso que al principio tomó de los fundos de los alrededores y verdadero due-
como otra prueba más del abismo de locura y ño del pueblo y de sus habitantes. En un tiempo
obscenidad en que ha caído su abuela. Terminará anterior al presente de la novela, ha sido don
por reconocer en él la codicia sexual soterrada por Alejo el que forzó, en una noche de orgía, a la
los años. Manuela a acostarse con la madre de la Japone-
Aquí alcanza Donoso uno de los temas más im- sita y engendrar esa hija tan perversamente naci-
portantes de su mundo novelesco: la develación de da. Ahora, en el presente, es también don Alejo
esas pasiones que se ocultan debajo de la impe- (el verdadero Dios de esta historia, el dador de
cable superficie de las convenciones burguesas. vida y de muerte) el que busca liquidar el pueblo
Pero en Coronación el tema aparece presentado, para recuper·ar sus tierras y convertirlas nuevamen-
mostrado, explicado. Hay poca o muy poca capaci- te en viñas, el que acecha a la Japonesita, a la
dad de explotarlo alusivamente. Todo está allí, en Manuela, al propio Pancho Vega, el que suelta al
esa primera novela, pero todo está como a tare. Es final los perros feroces que tal vez maten a la
decir: todo está entrevisto por el autor sin que le Manuela. El hombre, el padre, es también un Sa-
sea posible al mismo tiempo encontrar la forma turno que devora a sus miserables hijos.
de desarrollarlo poéticamente. De ahí que Corona- Pero no es de esta zona de la novela que quiero
ción abuse de las motivaciones exteriores del con- hablar aquí sino de la otra, la que prolonga en
flicto y caiga en lo grotesco, para culminar en una distinto ambiente y temperatura la crónica familiar
absurda y doble escena teatral en que Estela trata iniciada en Coronación. Desde este punto de vista,
de ayudar a Mario y a su hermano que quieren El lugar sin límites es como una versión exagera-
robar I·a platería de la casa (otro símbolo de ese da, agria, de la primera novela. El mundo familiar
poder inútil de la oligarquía decadente), mientras está totalmente desintegrado por la visión grotes-
Misiá Elisa se despeña en la muerte, objeto mano- ca. El hogar, la casa, es un burdel. La muchacha
seado por el culto también inútil de las dos cria- es virgen pero es también una put·a frígida; el pa-
das, y Andrés se deja deslizar a la locura. La cró- dre es un patético marica que piensa y viste como
nica familiar degenera en melodrama social. mujer; y esa otra figura paterna, don Alejo, que es-
taba conspicuamente ausente en Coronación, es
aquí una de las fuerzas destructoras. La crónica
Varios puntos de vista familiar, sí, pero convertida en una caricatura te-
rrible.
En las dos novelas que completan este tríptico Desde este punto de vista, Este domingo devuel-
imaginario, Donoso vuelve al tema pero con una ve al lector al mundo más convencional de Coro-
mayor profundidad y economía de recursos. Ante nación y hasta ciertos aspectos de la nueva nove-
todo, porque ninguna de las dos se propone cu- la parecen acentuar aún más el aspecto crónica,
brir un campo tan vasto como el de Coronación. el aspecto costumbrista. De ahí que no sea extraño
Tanto El lugar sin límites como Este domingo con- que los más apresurados de sus críticos sólo
centran la acción y concentran sobre todo el punto hayan visto en Este domingo la reducción del ámbi-
de vista. Salvo pequeñas excepciones todo está to de Coronación, como si se tratara de una se-
mostrado en ambas novelas desde los personajes gunda parte pero más simple, menos ambiciosa,
centrales y no hay (como en Coronación) el peli- de la misma obra. En apariencia es así, y sería
groso propósito de identificarse con personajes del muy fácil demostrar que con esta novela Donoso
lumpen. Cuando el autor mira desde dentro de un vuelve a recorrer el camino ya andado con su pri-
personaje, se trata casi siempre de un personaje mera. Otra vez toda la acción gira en torno de
con el que puede identificarse real o emocional- una familia; hay una abuel·a dominante que se con-
mente. En El lugar sin límites (la primera y la más funde simbólicamente con la casa; hay una rela-
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clan casi incestuosa pero no sexual entre esa la Violeta se enlazan indisolublemente las dos pa-
abuela y un hombre de la familia, en este caso rejas, ya que ella ha sido amante de don Alvaro y
el marido. También como en Coronación la vida ahora lo es de Maya. La unión queda incluso sim-
del grupo oligárquico aparece inextricablemente bolizada por el crimen: Maya, que es un psicópata
mezclada cgn la del grupo de sirvientes o depen- y cae en unos trances que él mismo llama «la
dientes. Lás pasiones atraviesan aquí, una vez mano negra", termina matando a esa mujer. La
más, las barreras de las clases. sangre derramada une para siempre a los cuatro
Es claro que no conviene extremar los paralelos. personajes.
En realidad, Este domingo posee una estructura Estos dos niveles de la acción permiten a Do-
que es a la vez más simple y más compleja que noso oponer los distintos planos sociales y enri-
la de Coronación. En la superficie es más simple quecer de comentarios no explícitos esa situación
porque no ambiciona, como la novela anterior, cu- que en el resumen tal vez peque de excesivamente
brir todo el campo social y dar cabalmente el esquemática. Sería posible llevar un poco más le-
lumpen que aquí aparece sólo vislumbrado y en jos el examen de la novela y advertir que toda ella
una suerte de culminación pesadillesca. Pero si está centrada en un tema: esa maternidad de la
bien Donoso ahora se reduce lo hace para profun- Chepa, que su marido compara varias veces con
dizar. De modo que lo que se pierde en amplitud, la de una perra parida, se manifiesta en varios
se gana en intensidad. La novela, por otra parte, planos: con los nietos, sin duda, pero sobre todo
se sitúa en dos planos narrativos nítidamente se- con ese muchacho que ella protege y al que ter-
parados y que permiten un valioso contrapunto. La mina amando. Pero en un último plano atroz, esa
perspectiva es doble: en un plano, la acción está misma maternidad incestuosa culmina cuando la
presentada (en tres capítulos que aparecen impre- Chepa, en su delirio de amor, va a una población
sos en letra cursiva) desde el punto de vista de oallampa en busca de Maya y es acosada por los
uno de los nietos. Es el mundo de la infancia para niños pobres, los niños tahures, los niños conver-
el que cada domingo significa la culminación del tidos por la miseria en perros de presa. Entonces,
fin de semana en casa de la abuela. Desde la pers- esta mujer que era toda maternidad tiene una re-
pectiva del anónimo narrador (uno de los nietos) la beldía y se levanta contra los juegos ilegítimos
abuela es una vieja que los recoge en su amplio de estos niños pobres, juegos que la tienen a ella
y maternal regazo, que participa de sus juegos, de centro y de víctima. Es fácil comprender que
que es un ser a la vez cotidiano y fabuloso. Nada en el plano de la acción simbólica que disimula la
saben ellos de su verdadera vida, de sus frustra- novela, esos juegos de los niños pobres equivalen
ciones, de sus pasiones contenidas. Para los niños a los juegos (por el autor calificados de legítimos)
nunca ocurre nada si ellos no lo inventan. Pasan, que tenían con ella sus nietos. El fabuloso entierro
aparentemente inmunes, por la tragedia de los de Mariola Roncafort, personaje imaginado por los
mayores, concentrados en sus creaciones imagina- nietos, encuentra su equilibrio en la grotesca per-
rias. Es el suyo el mundo gratuito por excelencia: secución de la Chepa por los niños desposeídos
el mundo irresponsable de la infancia burguesa. y rapaces de la población callampa.
Pero en otro nivel de la novela (el de los dos ca- Por este camino, Donoso recupera en Este do-
pítulos más largos que presentan la acción direc- mingo algunos de los temas de Coronación. Pero
tamente, a través de la impersonal tercera persona esta lectura de la novela no agota por cierto sus
de la narración convencional), la historia de los múltiples significados.
mayores cuenta una cosa muy distinta: la abuela,
Josefina Rosas de Vives, a quien llaman la Chepa,
es una mujer cincuentona que ha encontrado entre La crueldad desnuda
sus pobres a Maya, un hombre joven al que se
siente atraída incestuosamente; el abuelo, Alvaro El último cuento que recoge I'a selección de Zig-
Vives, es un hombre que ya siente el aletazo Zag (Los mejores cuentos) puede facilitar una cla-
del cáncer y que evoca retrospectivamente una ve importante para llegar a una lectura más pro-
aventura que tuvo con la Violeta, sirvienta de su funda de la obra de Donoso. Se titul,a «Santelices"
casa. Tanto el abuelo como la abuela sólo cono- y es de 1962. En la superficie cuenta la historia de
cen la pasión a través del contacto emocional con un hombre más bien tímido y mediocre, que vive
personas de la clase pobre. Para perfeccionar la en un cuarto de pensión y trabaja en una oficina, y
simetría, Donoso hace que el joven que la Chepa cuya única p'asión es coleccionar fotografías de ani-
protege vaya a vivir a casa de la sirvienta, ya vie- males salvajes. Una visita al zoológico no satisface
ja, y tenga con ella una consumación sexual de la del todo sus ansias. «Sediento, buscaba escenas
pasión que arde inútil en la abuela. A través de feroces, donde la actualidad de las fauces humean-
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tes, estuviera teñida aún con el ardor de la sangre, El diseño del tapiz
o en las que el peso del animal dejara caer toda
su brutalidad sobre la víctima espantada. El pe- Sí desde el punto de vista superficial las novelas
cho de Santelices palpitaba junto con la víctima y de Donoso parecen reflejar simplemente una rea-
para salvarse del pánico pegaba sus ojos al agre- lidad familiar, una crónica de costumbres (anda
sor para identificarse con él." por ahí un crítico que hasta habla de incantadoras
Para aliviar sus tensiones, Santelices se concede crónicas), para una lectura más honda el mundo
la libertad de poner con tachuelas sobre las pare- que encubr8n esas ficciones es un ámbito de vio-
des de su píeza de pensión las fotografías de l'éls lencia, de pesadilla, de terror. En la primera no-
fieras. "Permaneció largo rato tendido en la cama vela, en Coronación, la entonación fuertemente gui-
con la luz velada, más que mirándolos, sintiéndo- ñolesca de ciertos episodios estaba contrapesada
los adueñarse de su pieza. Se liberaron rumores por el humor, la ironía y hasta el distanciamiento
peligrosos que podían no ser más que una pata que tomaba muchas veces Donoso. En las dos no-
en un charco, una rama quebrada o el repentino velas posteriores, ese distanciamiento no es tan
erguirse de orejas puntiagudas. Acudieron cuer- visible pero suele disimularse tras la máscara de
pos de un andar perfecto, guiños de ojos que un humor macabro (como en El fugar sin /imites)
al oscurecer fulguraban hasta quemar, olores, bo- o de una ternura evocatíva (como en Este domin-
canadas de aire usado en pulmones poderosos, go). Pero ya sea la ironía, o el humor o la ter-
presencias, roces, calor de piel extendida sobre nura, los recursos estilístícos y emotivos de que
la elegancia de músculos precísos, toda una ener- se vale Donoso no consíguen disímul'ar la natura-
vante íncitación a participar en una vida candente, leza terrible de las sítuacíones que sus novelas
a exponerse a ser fauce y sangre, víctima y agre- presentan.
sor." Tanto la sacrílega coronación de Misiá Elisa,
Como Baudelaire en aquel famoso poema como la brutalidad con que Pancho Vega y su
("L'héautontimorouménos,,), el protagonista de 00- cuñado Octavio castigan y manosean a la Manue-
naso podría decir: la, como la degradación de la Chepa en Este do-
Je suis la pfaie et fe couteau! mingo, son sólo ejemplos de esa violencia sote-
Je suis /e soufflet et fa joue! rrada que estalla de pronto y arrasa con las con-
Je suis fes membres et fa raue, venciones sociales, con las convenciones afectivas,
Et fa victime et le bourreau! hasta con las convenciones sexuales. Hay un mo-
mento en que la violencia desgarra la piel del
El final de la historia es que Santelices no con- mundo y la fiera salta. Ese momento llega para la
sigue siquiera tener la satisfacción vicaria de dejar vieja de Coronación cuando toda su sexualidad re-
sus fieras sobre la pared. La dueña de la pensión, primida de mujer oligárquica, casta y frígida 'él la
Bertita, una virgen marchita que lo ofende con su fuerza ("Los hombres son todos unos cochinos"
obscenidad femenina, lo fuerza a sacar I'as foto- es no sólo su lema, sino el de toda su clase), se
grafías de las paredes. El único recurso que le convierte en obscenidad maligna: la curiosidad con
queda a Santelices es entretenerse en contemplar, que registra y diagnostica el deseo que despiert'él
desde la alta vent'élna de su oficina, a una mucha- en su nieto la sirvientita. Pero también dentro de
cha que juega allá abajo en un jardín con sus Andrés salta la fiera, al descubrir en su vida es-
gatos. Poco a poco, Santelices se convence que, téril de solterón el ramalazo del deseo. En El fu-
de noche, el jardín (el paraíso o el infierno terre- gar sin límites (cuyo titulo proviene de Christopher
nal) se puebla de fieras. Una noche acude a su Marlowe y designa el infierno) la violencia subya-
oficina con unos anteojos de larga vista; los enfo- cente es más clara y está más a la vista, como
ca sobre el jardín, ve poblada la selva que anhela, está más a la vista el perverso origen sexual de
se asoma 'él la ventana, acaba arrojándose por ella, esa violencia. Al atreverse a presentar a un traves-
al corazón mismo de ese mundo de fieras. ti, un marica que se viste de española y que ha-
En ese cuento se puede ver, condensado, el bla como si fuera una mujer, devela el autor chi-
tema de toda la obra de Donoso. Ese tema es la leno una de las raíces de esa víolencía soterrada.
súbita liberación de la violencia, la fier'él que está Porque lo más abismal de ese infierno sobre el
dormida dentro de cada uno y que despierta para que vuelca sus miradas esta novela no es la exis-
saltar hacia afuera, la crueldad desnuda. Cada uno tencia aislada de la pobre Manuela, sino el hecho
de sus cuentos, cada una de sus novelas, es una de que ese guiñapo despierte realmente en los
variación sobre ese único tema. Para verificarlo hombres que se le acercan una turbia sensualidad,
bastará con volver rápidamente sobre las tres no- una sexualidad que al negarse se convierte en la
velas. más cruel violencia. También en Este domingo el
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contraste entre los juegos, totalmente metafóricos, La situación es más compleja en El lugar sin /i-
de los niños ricos (los juegos legítimos) con los mites porque a diferencia de las otras dos novelas
juegos peligrosos de los pobres marca precisamen- en ella hay dos personajes masculinos fuertes: don
te la diferencia entre un mundo de violencia pura- Alejo, que es una figura paterna, y Pancho Vega
mente simbólica y un mundo de violencia total- que se enfrenta al primero en un acto de parrici-
mente real. dio simbólico. O tal vez no tan simbólico porque
Pero si bien es fácil verificar esa constante de don Alejo ha sembrado de hijos los alrededores y
un tema y de un motivo en la obra narrativa de quién sabe si Pancho no es también hijo suyo.
Donoso (sería asimismo fácil mostrar la misma te- Pero esto aqui no importa. Lo sea o no, Pancho
mática ~multiplicándose en los catorce cuentos se comporta como hijo que viene a arrebatar el
recogidos en volumen), ya no es tan fácil señalar poder a don Alejo. La situación del viejo en el
por qué ese tema y por qué esa motivación subya- pueblo es la de un Dios destructor. Sólo Octavio
cen este mundo a la vez familiar e infernal. Una (que viene de fuera) es capaz de enfrentarlo sin
hipótesis puede adelantarse, hipótesis que tiene temor alguno. Los demás se someten a sus deseos
sobre todo el valor de un instrumento de trabajo y hasta existen sólo por decisión suya. La clave
analítico ya que requería un estudio mucho más de este poder está en los dos capítulos de racconti
pormenorizado de toda la obra del que se puede en que se cuenta cómo por una apuesta de la Ja-
realizar aquí. Esa hipótesis tiene en cuenta no sólo ponesa con don Alejo, la Manuela engendra en
la constancia del tema de la violencia que irrumpe ella una hija, la Japonesita. Acá queda en claro
destrozando la superficie del mundo familiar sino ese complejo papel de Dios creador y destructor
esa doble naturaleza, algo ambigua, del mismo que tiene don Alejo. Por eso mismo, la situación
mundo familiar. Es siempre un mundo que se basa, edípica se pone más completamente al desnudo
por un lado, en una mujer, una madre o una abuela, cuando Pancho Vega viene a forzar a la Japone-
frustrada sexual mente o ya demasiado vieja para sita (y de paso a la Manuela), como una forma
que esa frustración importe en un plano inmediato, evidente de su desafío a la autoridad de don Alejo.
y, por otro lado, se basa en las relaciones franca-
mente incestuosas de esa mujer con un hombre
de su familia o un hombre más joven. No es ne- El travesti hasta en los nombres
cesario ser un devoto del Dr. Freud para reconocer
acá la situación edípica básica de la sociedad bur- Es claro que la Manuela introduce un elemento
guesa. En Coronación hay una abuela nonagenaria a primera vista inesperado en la economía edípica
y un nieto cincuentón; la violencia estalla indirec- de El lugar sin /imites. Por eso mismo, conviene
tamente por la presencia de una muchacha que examinar el tema con más amplitud. Aparece aquí
la abuela arroja (metafóricamente) sobre el nieto un hombre que se comporta obviamente como una
y que lo enciende de deseo frustrado, revelando la mujer, un padre que es a la vez una madre, un
fiera que dormita en él. Es muy característico, por ser ambiguo y ambivalente. En las otras novelas
eso mismo, que en dich'a novela esté ausente toda de Donoso no hay, a primera vista, nada similar.
figura paterna. (Aunque ésta aparece en el raccon- Pero una segunda mirada revela otras cosas. ¿Qué
to, no decide la acción principaL) En Este domingo son, al fin y al cabo, los protagonistas masculinos
la situación edípica es múltiple, porque la Chepa de Coronación y de Este domingo, sino dos proto-
es abuela de sus nietos legítimos al mismo tiempo tipos enmascarados de la Manuela? Lo que en el
que es abuela simbólica de esos niños pobres que nieto cincuentón es mostrado como una apatía, sú-
ella protege con cristiana caridad y que casi la bitamente cortada por el ramalazo de deseo que
matan al final; pero en otro nivel, la Chepa mantie- despierta la sirvientita, puede interpretarse tam-
ne una relación muerta con su marido al tiempo bién en otra clave. Hay un episodio, bastante equi-
que se enamora de un hombre más joven que tie- voco, en que el protagonista se siente tentado de
ne hacia ella los sentimientos más incestuosos po- acercarse a pedir fuego a unos camioneros, y que
sibles. Tampoco es casual que Maya haya sido a la luz de El lugar sin /imites adquiere otro senti-
abandonado de niño por su madre y que frente do. Del mismo modo, el abuelo de Este domingo
a la Chepa mantenga una actitud de sumisión, no tampoco es un prototipo de virilidad. Es cierto
sólo servil sino filial, al mismo tiempo que la de- que en su adolescencia tuvo una gozosa aventura
safía, la insulta y hasta la veja. Cuando el mucha- carnal con la Violeta pero también es cierto que ese
cho tiene relaciones con la Violeta, a la que ter- episodio (uno de los más hermosos del libro) está
mina asesinando, esa posesión y ese crimen son marcado por su pasividad, por un dejarse hacer
simbólicos. La Violeta está aquí en lugar de la estremecido de muchacho frente a la decisión y
Chepa. la sabiduría de la Violeta, que es unos años mayor
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y ya sabe de qué se trata. Incluso, las reacciones lencia. En esa violencia suelen ser sobre todo las
del abuelo frente a Maya son bastante equívocas. víctimas. En Coronación la violencia interior que
Aunque lo echa de su casa y hasta no tiene em- sufre don Andrés lo lleva a la locura, en tanto que
pacho en denunciar con crudas palabras a su mu- la abuela muere en una grotesca ceremonia. En
jer la naturaleza de la pasión que ella siente por Este domingo, don Alvaro es devorado por un cán-
el muchacho, sus reacciones instíntivas frente a él cer mientras su mujer se sume en la senilidad.
aportan algunos sígnos que revelan una perturba- En El lugar sin límites, cuando todas las másca-
ción singular: Maya tiene un grueso lunar sobre ras han caído, es la violencia sexual que se ejerce
el labio y ese lunar se convierte de alguna manera finalmente sobre la Manuela que revela todo. In-
en un centro de obsesión para don Alvaro. No cluso queda en el aire del relato una última posibi-
hay que olvidar, además, que los nietos lo llama- lidad de violación: la violencia de las fauces de los
ban la Muñeca porque era «muy blanco, muy blan- perros que ha soltado don Alejo contra Pancho
co, como de porcelana envejecida y teníamos la Vega y que quizá acaben por devorarse a la Ma-
teoría [díce el narrador] que se echaba polvos». nuela, la que sería doblemente violada y precisa-
La ambigüedad de este apodo encuentra su equi- mente por los dos hombres que en la novela re-
valente en el mismo nombre de Maya, la más bella presentan una virilidad indiscutida.
de las ninfas de la mitología griega y que en la En el mundo burgués que presenta con tan ate-
novela sírve para desígnar no a una mujer sino a rradora visión este novelista chileno la violencia
un hombre. El travestí de la Manuela aparece aquí, desnuda es la sexualidad. O dicho al revés) y con
es cierto, sólo en los nombres. mayor precisión: aceptar la sexualidad equivale
Por eso no me parece excesivo afirmar que de a aceptar la violencia desnuda. De ahí que esa
algún modo, la Manuela significa la culminación de crónica familiar de la decadencia de una oligarquía
estos personajes equívocos y torturados. Como los y la turbia ascensión de otras clases que parece
protagonistas de Oscar Wilde que siempre tendían ser, a la mirada superficial, el tema de las novelas
a llevar una doble vida (aunque ambas fueran ino- de Donoso, resulte ser en definitiva la crónica se-
centes a la luz de la censura victoriana), estos per- xual de una decadencia, de una corrupción, de una
sonajes de las dos últimas novelas de José Donoso pasión pervertida en sus orígenes mismos. En uno
también parecen estar ocultando siempre otra for- de sus mejores cuentos, tal vez el mejor que haya
ma de vida, de ser, que es más auténtica, más escrito, y que se titula «Ana María.., ha dejado
abismal mente, suya. En la Manuela esa otra forma Donoso una clave para comprender bien esta otra
aparece al desnudo. O mejor dicho: asume el as- crónica. Cuenta allí la historia de un viejo cuida-
pecto, a la vez grotesco y patético, del travestí. En dor de una obra que suele sentarse a mediodía a
un cierto nivel, no sólo la Manuela disfraza su sexo. comer junto al tejido de alambre de un jardín bur-
Todos los personajes lo hacen. Incluso los que es- gués. Una niñita, descuidada por sus padres que
tán heterosexual mente definidos revelan al análisis prefieren hacerse el amor a la hora de la siesta,
una naturaleza ambigua. Esas mujeres, abuelas te- viene a espiarlo y poco a poco se va uniendo al
rroríficas o tiernas y amamantadoras, que pueblan viejo por lo que es un amor incandescente. El vie-
las novelas tienen una energía sexual detenida y que jo queda hechizado por los ojos de la niñita, se
se ha canalizado incestuosamente. En los hombres, siente hundir en su decrepitud, se entrega a una
el complejo edípico reduce la virilidad o la canali- relación que otros sólo verán como corrompida,
za hacia las formas más brutales. Si Andrés Aba- y termina aceptando huir con la niñita. El final del
los y don Alvaro están como castrados y sufren cuento, en su economía, en su ambigüedad, en su
tentaciones homosexuales, don Alejo y Pancho Ve- riqueza, ilustra admirablemente este aspecto cen-
ga, o Mario y Maya, usan su virilidad para des- tral del arte de Donoso:
truir, para castigar, para matar. El travesti, real o «Ana María corrió a través del jardín, saltó, voló
simbólico, es la clave secreta de este mundo in- más bien, por encima de la acequia, exponiéndose
fernal. a los medallones de luz flotante que caían a través
Las raíces emocionales de la violencia profunda del boscaje diluyéndolo todo. El viejo la aguardaba
que se apuntaban más arriba aparecen ahora más junto al alambrado. La niña le dijo:
claras. Atraídos y repelidos a la vez por una si- «Upa, upa.....
tuación que los desborda, encerrados en el círcu- «El viejo la levantó, depositándola a su lado.
lo edípico, horriblemente tentados por una situa- Temblaba un poco porque era muy viejo y sabía
ción incestuosa o reaccionando violentamente con- lo que iba a suceder, y no sabía tantas cosas. Ana
tra ella por expedientes no siempre perversos, los María se sentó en el suelo a su lado y sacó los
personajes de Donoso viven sometidos a presiones zap'atos de la bolsa. Rogó al hombre:
tales que sólo pueden escapar de ellas por la vio- «Tatos. Pon paUtas.....
84 EMIR RODRIGUEZ MONEGAL

«El vieJo se arrodilló para calzarla con manos de puta» y regala a Estela. Ese chal rosado reapa-
torpes. Luego se pusieron de pie bajo el sauce, el rece convertido en camisón (en «Santelices», por
anciano encorvado y oscuro junto a la niñita con ejemplo) y es también prenda de la Manuela en
la bolsa al brazo. El la miró, como si esperara algo. El lugar sin límites. Sobre el cuerpo de Estela, o
Entonces Ana María le sonrió como en los mejores sobre el cuerpo de virgen marchita de Bertita o
tiempos, desde lo hondo de sus ojos fosforecentes sobre el cuerpo decrépito y equívoco de la Ma-
y azules: nuela, el chal es símbolo de la sexualidad femeni-
«Mi amó», le dijo: na en su aspecto doblemente tentador y repug-
«Y tomando al viejo de la mano lo hizo caminar nante. Como las manos rosadas de Estela que don
fuera de la sombra del sauce, al calor brutal del Andrés contempla primero con asco y luego con
mediodía de verano. Lo iba guiando, llevándoselo, deseo. Como la boca de Estela que ella le niega
y le decía: y que él ve, impotente, que ella entrega a Mario.
«Mamos..., mamos...». En Coronación el tema de la boca aparece en sus
•• EI viejo la siguió.» dos extremos de atracción y repulsión, porque si
Hasta cierto punto, «Ana María» sintetiza la si- está la boca de Estela, aparece también la boca
tuación básica de la pareja, tal como la ve Donoso: de Dora (cuñada de Mario), boca desdentada y re-
la niña (de tres años) es como una imposible Eva pelente como su misma sexualidad gastada. No es
que arrastra al viejo Adán (ya decrépito y totalmen- casual que Donoso oponga en una escena de bus-
te pasivo) fuera de la sombra de ese sauce, lejos cada simetría, el abrazo de Estela y Mario al
del paraíso de la inocencia al que no volverán ja- abrazo de Dora y René: en tanto que el primero es
más. Otros cuentos, otras novelas mostrarán va- la culminación de una sexualidad gozosa, el se-
riantes de esa situación básica. El viejo no será gundo representa todo lo que el sexo tiene de
tan viejo ni la niña tan niña en Coronación; en horrible ceremonia repetida.
Este domingo, los papeles estarán invertidos y será En Este domingo, ya se ha visto, es la boca de
la abuela la que se vea arrastrada fuera del paraí- Maya la que tienta con su grueso lunar a la Chepa
so por un muchacho de equívoco nombre; en El y perturba a don Alvaro. En El lugar sin límites el
lugar sin límites el travesti agregará otras másca- símbolo llega a su más exasperante expresión cuan-
ras a la situación y revelará nuevas profundidades do se convierte en la boca de la Japonesa que la
del mismo tema. Pero en todas las novelas y en Manuela se niega a besar en el simulacro de for-
todos los cuentos, el tema que subyace es la pér- nicación con que culmina su aventura con ella. Al
dida del paraíso, la corrupción de la inocencia, la final, la Manuela sucumbe a esa boca como su-
violencia que termina engendrando la sexualidad. cumbe su dudosa hombría al abrazo carnal, con-
Los viejos mitos de la Biblia, los viejos mitos que virtiéndose por primera y única vez en su vida
ha cultivado y desarrollado la sociedad burguesa, en un hombre capaz de penetrar y fecundar. Ese
siguen alimentando hondamente esta crónica ya no episodio, que Donoso describe magistralmente y
simplemente familiar y costumbrista. que cabría comparar con episodios sexuales tan
brillantemente metaforizados como algunos de Cor-
tázar en Rayuela o de Lezama Lima en Paradiso,
Un lenguaje de símbolos demuestra lo que ya era obvio: la boca es la se-
xualidad femenína, a la vez tentadora y rechazante.
La casa como símbolo de la madre, el disfraz de No sería imposible continuar por esta línea de
la Manuela como imagen de la ambigüedad sexual, análisis completando así lo que ya se ha descu-
el jardín como paraíso. Habría que volver a exami- bierto por otro camino. Así, por ejemplo, cómo no
nar las novelas y los cuentos para ir relevando to- ver una relación profunda entre esos símbolos (el
das estas imágenes, y otras, que permiten descu- camisón rosado, la boca, pero también la casa que
brir el verdadero mundo interior de estas narracio- es el cuerpo mismo de las abuelas y que Donoso
nes. Habría que volver a recorrer el camino, des- describe morosamente en Coronación y Este do-
andarlo, para mostrar todas las veces que Donoso mingo) y las fauces de los perros que suelta don
se vale de ciertas imágenes para sugerir este pro- Alejo y que tal vez destrocen a la Manuela en El
fundo mundo subterráneo de las obsesiones, las lugar sin límites, o las bocas de esas otras fieras
culpas, los complejos, los terrores. sobre las que se precipita Santelices en el cuento
Uno de los símbolos más explícitos, y por lo tan- homónimo. La sexualidad femenina es un abismo,
ta más fáciles de señalar, es el chal rosado que es la destrucción, el anonadamiento. Por otra parte,
aparece en Coronación como regalo de cumplea- la virilidad también es destrucción. Basta advertir
ños que don Andrés hace a su abuela y que ésta, que en El lugar sin límites, Pancho Vega aparece
en un golpe de obscena lucidez, califica de «chal simbolizado por su camión colorado, cuya bocina
EL MUNDO DE JaSE DONOSO 85

horada y penetra el silencio del pueblo, anuncian- naso: una realidad torturada y pesadillesca, una
do la llegada del violador. En Este domingo, Maya realidad que completa el mundo de la superficie,
corona su carrera matando simbólicamente a la que lo lastra de sombras, que lo duplica en claves
Violeta, como ya se ha visto. ¿A qué seguir? La terribles. Es'a realidad es también parte de la obra
violencia que está soterrada debajo de la cautelo- de José Donoso y conviene que los lectores (y los
sa apariencia de la sociedad burguesa es la sexua- críticos, naturalmente) no dejen de verla porque
lidad desnuda. allí se encuentra una de las razones de la natura-
Pero hay que detener el análisis. Con lo dicho, leza profundamente perturbadora y original de la
creo, basta para certificar la presencia de una rea- creación de este narrador chileno, cuya plena ma-
lidad más honda en estas novelas y cuentos de Do- durez se inicia realmente ahora. D

Dibujo de Federico Vilés

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