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Una de las escenas más reveladoras en la literatura iniciática la podemos encontrar en el Canto

Trigésimo Cuarto del Inferno (XXXIV) de Dante Alighieri. Como sabemos, Dante nació en una familia
afianzada en el partido de los güelfos blancos de Florencia, es decir, se formó políticamente como
afiliado de la facción contraria, enemiga terrenalmente, en la Guerra Espiritual. Sin embargo, a pesar
que luchó activamente en ciertas batallas contra el bando gibelino (hiperbóreo), fungió también
como administrativo de varios cargos de la ciudad y su ideología apuntaba, más bien, a ciertos
aspectos coincidentes con la Estrategia. Por ejemplo, enarbolaba un discurso secularizador contra
la tiranía del Papado y por la estructuración independiente del poder político de Florencia y los
estados de la Provenza. Era activo defensor de la existencia del Sacro Imperio Germánico,
independiente y libre del yugo pontifical y golen, es decir, de la Sinagoga de Satanás, aunque,
también, tal visión podría haber correspondido a la vertiente sinarca revolucionaria y templaria que
ya comenzaba a proyectar las corrientes políticas e ideológicas modernizadoras. Sin embargo, tal
enfrentamiento culminó con su secuestro por parte del tan nefasto y odiado Papa Golen Bonifacio
VIII (de quien Gregorio IX dijera “os habéis encaramado como un zorro, reinaréis como un león, y
moriréis como un perro”) y su ulterior destierro de su amada Florencia, a donde jamás regresaría
nuevamente, y lo cual pesó terriblemente en el alma del poeta el resto de su vida.

Pero, más bien, enfoquémonos en su labor “iniciática”. Es indudable que Dante fue instruido en el
esoterismo, esto es notorio en su obra poética hermética y en su vida misma respecto al “Amor
cortés”. ¿Fue Dante un iniciado sinarca o un iniciado hiperbóreo? No lo sabemos y nunca podremos
estar seguros, pero existen ciertas resonancias que nos tientan a confesar que pudo tener cierto
contacto con fuerzas (sociedades o maestros) del espíritu. Mas, como se evidencia en su obra
misma, ambas vertientes estuvieron presentes. Guenon, este erudito y maestro sinarca, trata
certeramente la relación de la obra de Dante con las doctrinas y escuelas sinárquicas en su libro,
más o menos mañudo, como toda su obra, “El Esoterismo de Dante”, evidenciando la presencia de
una inspiración oculta, de orden iniciático. Numerología, doctrina masónica, rosacrismo,
orientalismo esotérico, etc., se encuentran reveladas mistéricamente en las páginas de la Divina
Comedia. ¿Fue Dante un maestro templario, un “caballero Kadosch”? Nuevamente repetimos que
tal respuesta no puede ser respondida a cabalidad.

Ciertamente, Dante pertenece a la cofradía de aquellas ilustres figuras y hombres misteriosos del
Conocimiento y la Ciencia, que, sin poder evidenciarlos y vincularlos a un determinado rito, sociedad
o doctrina iniciática, han dejado marcada su muy abundante y rica obra llena de doctrina gnóstica y
metafísica. Como sucede con Leonardo, Verne, Goethe, etc., muy dificultoso se hace entonces,
analizar dichas obras desde la parcialidad de una doctrina o gnosis. Como éste último, Dante se
caracteriza por la sincretización esotérica entre la tradición golen y la Tradición primordial,
desarrollando una obra eclécticamente iniciática; mezclando figuras latinas y griegas, mitologías,
(Helena, Virgilio, Minos dentro del Infierno judeocristiano, etc.) con escatología hebrea y oriental;
mitos paganos e indoarios, caballería y órdenes medievales, mezclados con construcciones
ocultistas y masónicas, etc., todo muy propio de los iniciados sinarcas. No podemos decir, ante este
panorama tan flagrantemente confuso, que nos decantamos por defender a tales figuras como
representantes de la Gnosis Hiperbórea. Pero, como sucede insoslayablemente en el mundo
empírico, es decir, material, este espinoso y crucial panorama nunca suele ser tan extremista., y
presenta, como dice el Pontífice, ciertas arbitrariedades tácticas, en donde ambas estrategias se
encuentran en pugna dentro y fuera del Hombre y sus instituciones.
El mismo nombre “Divina Comedia” ya nos estaría dando, a nuestro parecer, una valoración
trascendentemente “alegre” de este drama llamado evolución del alma, “Gran Obra hermética” o
progreso jerárquico de la Metafísica. Como restándole significancia y drama. Dante elige a Virgilio
como cicerone en las esferas metafísicas, es decir, a un pagano por excelencia. Sin embargo, en el
desarrollo del poema, nos encontramos, en especial en la segunda y tercera parte, es decir
Purgatorio y Paradiso, con una doctrina eminentemente teosófica. Es cierto que tal escuela no
existía entonces, de donde se puede deducir que los precursores de “sabiduría” de éste, que
sabemos oriundo de Oriente, ya actuaban abiertamente en Europa. Esto no es de sorpresa puesto
que la SH nos revela que tal “hilo conductor” o “nexo esotérico e iniciático entre Oriente y
Occidente”, no es más que la influencia golen cabalística, presente desde la India brahamánica,
pasando por Medioriente y cercano Oriente con los cultos esotéricos del Islam y el Judaísmo
esotérico, hasta arribar a la Europa Católica y Druida. Tal panorama se evidenciará recién con la
oficialización de la Teosofía, que uniría definitivamente ambos hemisferios bajo la batuta de la
Masonería y el New Age. En Paradiso, Dante compone un Cielo totalmente sacado del esoterismo
sinarca, es decir, ordenado jerárquicamente, con la visión templario-masónico de Dios, hasta con la
enumeración de la angelología teosófica, en dónde, inclusive, se hace mención de los Seraphines
(Siddhas Traidores) como los más altos seres del Cielo.

Pero nos encontramos con el escenario opuesto, o por lo menos distinto, en la primera parte, es
decir, Inferno. El Inferno de Dante se configura, indudablemente, como una revelación poética del
Misterio hiperbóreo de la visita al Hades o Inframundo como Iniciación. Como en los cantos órficos
y en los misterios de Eleusis, Dante viaja al Infierno para encontrar a Beatriz, su espíritu; es, entonces
aquí, en donde se encontraría la vertiente hiperbórea en Dante. Dante estudió provenzal, es decir,
la lengua de Oc, lengua que utilizó en algunos versos dentro de Purgatorio. Usualmente Dante es
conectado a la tradición albigense de los Fedele d´Amore, hecho que resalta en su relación mística
con Beatriz, su Dama. ¿Habrá tenido Dante acercamientos con la iniciación cátara o con algunos
maestros Puros? Tampoco lo sabemos. Sin embargo, lo que más llama nuestro interés, y como
prefigura al inicio, es la escena en dónde Dante se encuentra en el último círculo del Infierno, es
decir, ante Lucifer. Dante, al igual que Goethe (Mefistófeles, el astuto engañador), no tiene al
parecer una acepción esotéricamente positiva de Lucifer, es decir, pagana. Ciertamente, más que
resaltar el argumento iniciático, que es claramente peyorativo, queremos denotar ciertos aspectos,
puntuales y determinados, del canto de donde evidenciaremos una revelación eminentemente
gnóstica como lo entiende la SH, aunque, si bien, toda la primera parte abunda en tales
relacionamientos interpretativos.

Por ejemplo, Dante da a las tres cabezas de Lucifer los colores pontificios del Opus Hiperbóreo, es
decir, Blanco, Negro y Rojo (Albedo, Nigredo y Rubedo). Además, reconoce a Lucifer como Seraphin,
al dotarle de tres pares de alas, en esta ocasión, de murciélago, hecho que condice con la SH. Antes,
y lo más importante de todo, es el porqué Dante pinta el último rincón del Infierno, en donde
“descansa Lucifer”, dormido, “ni vivo ni muerto, ni muerto ni vivo”, como un lugar CONGELADO,
lleno de hielo. Si fuéramos inocentes y “académicos”, podríamos dar varias interpretaciones
circunspectas y pragmáticas al respecto, como hace el mismo Guenon, al atribuirle una connotación
masónica; pero nosotros creemos fehacientemente que Dante SABÍA, O SE LE HABRÍA SIDO
REVELADO, la verdadera naturaleza de la Antártida, conocida ya en ese entonces por círculos
secretos. Como sucede con Lovecraft y Poe, la existencia de la Antátida, como patria de los
hiperbóreos, no sería un paradigma tan reservado ya desde la antigüedad, y tal revelación prosigue.
Algo de relevante significancia encontramos, también, en el hecho que la pareja “desciende por el
cuerpo peludo” de Lucifer para salir por el otro hemisferio, es decir, salen por el Polo Sur, “y
entonces salimos a ver las estrellas”, justo antes del Amanecer (¿la Estrella de la Mañana?). Ellos
descienden, pero luego se encuentran “ascendiendo”, como sucede en los relatos de la Tierra
Hueca, en dónde al entrar y bajar, se termina subiendo y saliendo. Lucifer, entonces, se encuentra
entre el Reino de Hielo y el centro de la Tierra. Esto no puede ser solamente poética ni doctrina
sinarca.

Todo esto es muy exuberante en interpretaciones. Cierto es que Dante Alighieri es una figura
ambivalente a la hora de entrar en disquisiciones de orden esotérico, pero, indudablemente, su obra
poética, ya sea como sea tomada, será siempre conocida como uno de los grandes capítulos en la
historia de la Gnosis.

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