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PUBLICACIONES DE LA ASOCIACiÓN
DE DIRECTORES DE ESCENA DE ESPAÑA
EL ARTE
, DE LA DIRECCiÓN
ESCEN ICA·es, sobre todo, un manual,
un libro básico de consulta con el que discurrir
por el proceso de trabajo del director de
escena. Desde el inicio de los ensayos a la labor
de puesta en pie, explicada con distintos y
pormenorizados ejemplos prácticos,
Curtis Canfield ha procurado, a lo largo de sus
páginas, desarrollar una metodología coherente,
más allá de obras y estilos. "
El lector interesado encontrará en este libro
propuestas técnicas 'co n las que afrontar la
compleja tarea de la puesta en escena. .
El análisis del texto, el libro de dirección,
el movimiento de los actores... son algunos de
los puntos tratados rigurosa y sistemáticamente
para establecer, con criterios profesionales, el
difícil ejercicio del arte de la dirección escénica.
•
CURTIS CANFIELD
(1903-1926), director de escena
y profesor de la Universidad de
Yale y de Pittsburgh, publicó este
libro en 1963. Desde su aparición,
se convirtió rápidamente en un
referente básico de la dirección
de escena en las universidades
estadounidenses. Alejado del
sectarismo de ciertas cofradías
teatrales norteamericanas,
El arte de la dirección escénica
está abierto a la exposición
de procesos y procedimientos
guiados por el afán de hallar
sentido a la práctica concreta
para llegar hasta la creación
del espectáculo
El arte de la
dirección escénica
de
Curtis Canfield
Dibujos de W Oren Parker
Publicaciones de laADE
Imprime:
Comuniland, S.L. Almansa, 94 - 28040 Madrid - Tel.: 91 4422049
El arte de la
dirección escénica
de
Curtis Canfield
Traducción de Leonor Tejada
Revisión de Carlos Rodríguez
Dibujos de W Oren Parker
INTRODUCCIÓN 9
Reflexión y saber
por Juan Antonio Hormigón
en cierto modo el santo y seña del camino que deseamos transitar. La obra
de este profesor de la Universidad de Harvard une a su condición de manual,
ser compendio y balance crítico de las diferentes posturas que coexisten en
el proceso de puesta en escena. Pensamos que se trata de un texto claro, pre-
ciso y útil. Alejado del sectarismo de ciertas cofradías teatrales norteameri-
canas, y abierto por el contario a la exposición de procesos y procedimientos
guíados por el afán de hallar sentido a la práctica concreta para alcanzar el
objetivo previsto, que no es otro que la creación del espectáculo.
Al libro de Canfield seguirán otros. En primer lugar uno mío titulado
Trabajo dramatúrgico y puesta en escena/que a partir de la amplitud y carac-
terísticas que el concepto de «dramaturgia» ha alcanzado en la actualidad,
plantea cuestiones metodológicas en su aplicación a la práctica escénica
del director.
Dentro del capítulo de recuperaciones, lo más importante será sin duda
para nosotros la preparación de un volumen que recoja el pensamiento y
reflexiones sobre el teatro de José Luis Alonso Mañes. Trágicamente desa-
parecido hace algunos meses, José Luis Alonso ha sido durante años no sólo
uno de lo más importantes directores de escena de nuestro país, sino un
maestro para muchos de los que hacen teatro en España en la actualidad.
Aunque no dejó textos amplios y sistemáticos sobre su forma de tra-
bajo, su sentido del teatro, su valoración del actor, etc., es posible rescatar
«notas sobre el montaje» de muchos de sus espectáculos, reflexiones verti-
das en los programas de mano, entrevistas y otros documentos que reve-
lan en buena medida sus gustos, sus propósitos y las vías mediante las cuales
realizaba su labor. Este volumen va a exigirnos una investigación minu-
ciosa y exhaustiva, nada fácil de llevar a cabo aquí y ahora en donde tan-
tos documentos, fotografías, bocetos, etc., de nuestra reciente historia
teatral se han volatilizado. Nuestro propósito es hacer un balance y dejar
un testimonio para conocimiento y consulta de quienes hacen y harán tea-
tro en el futuro.
Nuestra colección de «Teoría y práctica del Teatro» programará en el
futuro una obra capital como es La Dramaturgia de Hamburgo de Lessing,
un formidable estudio sobre la evolución del personaje en la literatura dra-
mática desde el barroco, La crisis delpersonaje en el teatro moderno, de Robert
Abirached; una antología de textos sobre el teatro del director ruso Vajtangov,
etc. Con todo ello deseamos contribuir al desarrollo de la bibliografía tea-
tral y dotar a quienes crean el hecho escénico en España de instrumentos
valiosos de reflexión y saber.
INTRODUCCIÓN 11
Agradecimiento
Prefacio
Este libro trata del arte del director de escena. Estudia primordial-
mente al director mismo, como artesano más que como artista; se refiere
a las técnicas y los métodos que aplica para lograr ciertos efectos y tam-
bién a las cualidades y percepciones que debe tener para convertirse en
experto dentro de su profesión.
Poco se ha intentado hacer para tratar la mística del arte de la crea-
ción, de la teoría estética o de una filosofía del teatro. Se presupone que,
antes de poder dar a todos esos importantísimos pasos que elevarán sus
producciones al plano del arte, el director debe poseer cierta capacidad,
el don de saber aprovechar sus instrumentos de trabajo. Antes de poder
pintar una obra maestra hay que aprender a manejar el pincel y a orga-
nizar la paleta. Si no se sabe cómo controlar el medio de expresión que
se ha escogido, toda la imaginación artística del mundo de nada servirá.
y lo mismo pasaría con un escultor que no pudiera golpear su cincel con
un mazo sin hacer trizas el bloque de mármol.
El hombre o la mujer que se lanza a un oficio o carrera en el campo de
la dirección debe poseer una personalidad capaz de fusionar los talentos
de muchas personas en un solo acto de creación común, para que el resul-
tado final sea -es de esperarse- una obra de arte y no simplemente una
muestra de diligente habilidad.
Sin embargo, se puede alegar que el artesano viene antes que el artista,
ya sea en el dominio de la pintura, la escultura o la producción de obras,
y que una producción escénica debe ser hábil y eficaz antes de poderse cali-
ficar en verdad como artística. En realidad, se puede enseñar y aprender
mucho acerca de la técnica y el oficio necesarios para que una producción
cause efecto en el auditorio. Aun el que ya posee la capacidad de elevar una
producción al nivel del arte, puede tener algo que aprender para dar mayor
14 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
nitidez y tersura a las técnicas básicas; precisamente por eso siguen escri-
biéndose libros sobre el tema. Ya se han impreso muchos que son muy úti-
les. Sabedor de ello, he intentado evitar repeticiones indebidas de 10 que
se ha dicho muchas veces con anterioridad acerca de los rudimentos, los
movimientos fuertes y débiles, la posición del cuerpo, las divisiones del
escenario y otras cosas más. Se supone que el lector está familiarizado ya
con esos elementos básicos y que anhela estudiar aspectos de esta rama que
no han sido totalmente cubiertos aún, pero que resultan muy necesarios.
Los procedimientos recomendados y las demostraciones llevadas a cabo
en este libro se fundan más en la lógica y la analítica que en una base intui-
tiva o emocional. Las funciones, cualidades y campos de responsabilidad
del director están descritos o definidos; y se sugieren varios medios para
enfocar los problemas individuales o colectivos de la actuación.
Se sigue una progresión paso a paso, desde que el director lee el manus-
crito por primera vez, a través de las diversas etapas de la preparación, hasta
la representación final.
La Primera Parte considera la obra teatral en sí y se ocupa de lo refe-
rente al análisis y la interpretación. La Segunda Parte se limita a los pro-
blemas reales que implica poner una obra en escena. Las discrepancias y
diferencias principales entre los diversos métodos directoriales han sido
estudiadas con toda la objetividad posible.
Inevitablemente, son siempre directores quienes escriben libros sobre
dirección, y éste no representa la excepción. Existe en todos ellos una
tendencia natural a colocar al director, de manera implícita o explícita,
en el nivel más elevado de la jerarquía teatral. Algunos han ensalzado la
figura del director fuera de las proporciones que guarda su verdadera con-
tribución a la representación.
Para conservar una justa perspectiva de las cosas, digamos desde el prin-
cipio que tengo una conciencia como cualquiera de este hecho histórico:
que muchas obras han conseguido el éxito ante el público sin haber dis-
frutado de una verdadera dirección. Y siempre tengo presente la idea res-
trictiva, la humildad alentadora, de que pocos directores han alcanzado el
pináculo del triunfo en una producción sin haber gozado de la colabora-
ción de buenos actores o buenas obras.
Los profesores John Gassner, Alois Nagler, Nikos Psacharopoulos y el
señor Robert Starnes, colegas en la Escuela Teatral de Yale, han leído este
manuscrito y me han brindado valiosas sugerencias desde sus diferentes
puntos de vista. Les estoy agradecidísimo, aunque sin olvidar que no siem-
pre estuvieron de acuerdo con mi punto de vista.
Ralph C. McGoun y Charles Ensign Rogers, que fueron durante mucho
tiempo mis colaboradores en Amherst College, me han proporcionado
material de producción y demás. El señor Rogers ha tenido la generosidad
de permitir que haga uso de sus diseños para el primer acto de El dilema
INTRODUCCIÓN 15
CURTIS CANFILED
CAPÍTULO PRIMERO
El oficio de director
Cada quien recibe de la Fortuna cierto
talento natural interiory cierto ámbito
exterior; a cada quién es dado, mediante
la másjuiciosa combinación de ambos,
cierto máximo de capacidad.
CARLYLE: SartorResartus.
ral, el éxito de una producción depende de lo que hayan sidos los efec-
tos para crear respuestas acumulativas, emocionales y demás, en un audi-
torio, noche tras noche, durante un largo período de tiempo. Para bien
o para mal, en la época moderna ha recaído sobre el director la misión
de ser arquitecto del plan maestro de una producción, así como el eje-
cutivo que lleva ese plan a la práctica. Debe ocuparse de cálculos con-
cienzudos y concebir y arreglar sus planes en forma tal que la producción
se mantenga dentro de sus límites fijados, sin que parezca haber sido pla-
neada, sobre todo cuando se trata de obras realistas. Por eso, aun cuando
todo lo relacionado con la representación esté previamente ordenado, sis-
tematizado y tan bien lubricado en su operación como cualquier meca-
nismo, debe aparecer ante las miradas de los espectadores como algo
espontáneo, cálido, viviente y nada mecánico. Los actores deben decir
sus parlamentos como si acabaran de improvisarlos, la «ilusión de la pri-
mera vez» y el efecto general deber tener el mismo frescor la noche de la
centésima representación que la primera.
res que las de ellos para hacerles interpretar un personaje, decir un parla-
mento o efectuar un movimiento de un modo y no de otro.
Existe otra diferencia significativa. El plan maestro que para una pro-
ducción ha establecido el director debe estar basado en el texto de la obra.
El director no está en libertad de expresarse a sí mismo en forma ilimitada,
como hacen los artistas de otros medios, quienes sacan su inspiración y
seleccionan su tema directamente de su libre imaginación o del infinito
mundo de la naturaleza.
El pintor y el escultor están en libertad de escoger lo que deseen decir,
sin restricciones, siempre que se atengan a los límites de su medio. El direc-
tor no está en condiciones de hacerlo. El autor es quien escoge el tema y
decide cómo habrá de tratarse, no él. El medio del autor dramático se con-
vierte así en material del director, y todas las energías creadoras que con-
suma deberán gastarse sobre ese material. No pueden cambiarlo ni agregarle
nada sin permiso.
Esta limitación no reduce en sentido artístico alguno la importancia del
director. Aun cuando su tarea se encuentra en gran parte restringida a la inter-
pretación de las ideas originales de otra persona, eso no significa que no pueda
trabajar en forma creativa dentro de su propio medio, es decir, con los acto-
res y el escenario, lo mismo que nuestros directores de orquesta no van a ser
menos considerados como artistas por el hecho de que su material es exclu-
sivamente la partitura que los compositores les han proporcionado.
Existe una analogía más grande aún entre la dirección teatral y la direc-
ción musical. Cada una implica dos procesos separados, aunque estén
sobre planos afines. En el primer caso las decisiones deben tomarse res-
pecto a lo que dice el texto; es el sector de la interpretación. El segundo
es el campo de la ejecución. Aquí se deben hallar soluciones a los proble-
mas de cómo expresar mejor el significado dramático en términos de pre-
sentación. Para el director, esto significa hallar el modo de expresar el
material del texto a través del arte escénico.
La interpretación y la presentación abarcan todo el campo de acción de
la dirección de escena. Ambas tienen la misma importancia. La acción con-
sumada, los bellos decorados, una dicción clara, movimientos expresivos,
junto con detalles oportunos en el guardarropa y los efectos luminosos, no
sirven de nada si la obra pierde su auténtico significado o no lograr desta-
carlo. Y, recíprocamente, un director puede poseer el concepto más exci-
tante y lleno de imaginaCión respecto de lo que significa una obra, y, sin
embargo, por carecer de aptitud para presentarla, no ser capaz de lograr
que los actores expresen ese significado mediante su actuación.
Cualquier acto de interpretación, por su naturaleza misma, es inevita-
blemente subjetivo, ya sea en música, en literatura o en teatro. Lo mismo
que se dice de la belleza -que reside en los ojos de quien la contempla-
puede decirse de una obra, una pintura o una partitura musical: que reside
EL OFICIO DEL DIREcrOR 23
en las percepciones del intérprete. En un sentido muy real, lo que hace una
orquesta sinfónica es tanto tocar las notas de la partitura como revelar la
imagen que de ésta ha quedado impresa en la mente del director. Ocurre
lo mismo en el teatro; no es sólo el texto, exclusivamente éste, lo que pro-
porciona su material al actor, al diseñador y al técnico: es el texto tal como
lo ha comprendido el director. La visión o corazonada del director acerca
de lo que deberían ser los decorados sirve de punto de partida al escenó-
grafo. Y, según la importancia del control que sobre ellos tenga el director,
los actores no proyectan sus propias imágenes, independientemente con-
cebidas de los personajes, sino las que han sido formadas y modificadas
para ajustarse a las ideas del director respecto a lo que deben ser.
Debe justificar éste el derecho de ejercer ese tipo de autoridad, y el único
medio de lograrlo es demostrar que posee la capacidad de ver en un manus-
crito cosas que no resultan evidentes para el lector corriente, ni pueden
discernir en una síntesis total los distintos colaboradores de la producción.
Lo que él puede ser depende de la suma de factores que constituyen su
personalidad: sus conocimientos, su experiencia, su sensibilidad, sus ins-
tintos, y el poder de su imaginación.
¿Cómo procede el director en su calidad de intérprete?
Por supuesto, de muchas maneras. Pero se espera que, en general, saque
de una obra compleja cualesquiera ideas y significados que esté él prepa-
rado para seleccionar, por su sensibilidad, sus prejuicios y los propósitos
inmediatos que le sean propios, entre la diversidad de alternativas que la
obra le brinde. Cada simple idea o partícula de significado, que ha enten-
dido de ese modo y que conserva, deberá finalmente sintetizarse, por medio
de la intuición o del raciocinio, hasta lo que puede reconocerse como con-
cepto total. Y esto, al suministrarle el tema de la obra y las conclusiones
que su entendimiento saque de la forma en que el autor ha enfocado su
tema, forma la estructura esencial o el fondo de significado sobre el que
habrá de edificar su producción.
Cuando trata una obra moderna de algún autor vivo, aun el director más
voluntarioso y creador tiene que dominar cualquier impulso de dar a la misma
significados diferentes u opuestos a los del autor. Este es dueño del texto, y
nadie puede variarlo sin su consentimiento. Entonces, el director debe limi-
tarse al descubrimiento de la intención del autor y; una vez descubierta, podrá
dedicarse a tratar la producción en forma tal que esa intención se vea lograda.
Sin embargo, en el caso de obras revividas, cuando el autor no anda por
ahí defendiendo sus derechos y cuando la obra en cuestión es harto conocida
y frecuentemente presentada, poco se puede hacer para impedir que el direc-
tor aparte su atención de lo que el autor quería destacar y adopte un enfoque
cuyo propósito principal sea adaptar y, en caso de necesidad, transformar el
texto de modo que refleje finalmente lo que el director desea y coincida con
ello. El esfuerzo principal, entonces, va dedicado al descubrimiento de signi-
24 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
ficados nuevos, ángulos nuevos, insistencias nuevas; y todo ello para lograr la
creación de una visión fresca, original o insólita de la vieja obra.
Ni duda cabe de que la presión de la personalidad del director que escoge
ejercerla sobre el material del texto, y más adelante sobre los actores, puede
introducir cambios, ya menudo lo hace, hasta en obras registradas en la
Sociedad de Autores. Las variaciones pueden ser leves o tal vez importantes;
todo depende de la fuerza de voluntad del director. Lo que la producción
representa puede ser distinto, mejor o peor de 10 que el creador inicial había
pretendido. Lo que debe observarse es que, salvo en el caso improbable de
un director carente de voluntad o de ideas propias, algo del director quedará
pegado al producto final tal y como el auditorio llegue a contemplarlo.
SU CONTRIBUCIÓNA LA PRODUCCIÓN
al relato que Raguel hace, a desgana, de las razones por las cuales su hija
no se ha casado. Todo ello resulta juguetón y pícaro.
La escena se desarrolla en un jardín rodeado de muros, dentro del cual
se levanta la suntuosa morada de Raguel en Ecbatana.
CAPíTULO SEGUNDO
Leer una nueva obra es una aventura, feliz o infortunada, según los casos.
El director o productor aprende a tiempo a contemplar esa experiencia con
un optimismo prudente y el empeño de no permitir que una superabun-
dancia de malos guiones embote el convencimiento de que el que está a
punto de leer podría ser una obra maestra.
cida cuyo valor ha sido' proclamado por los elogios impresionantes de los crf-
ricos. El director del teatro de la comunidad o el colegio,deberá ponderar, sin
embargo, los defectos de una obra nueva y compararlos con el resto y la opor-
tunidad que representa el probar un terreno inexplorado, etc. ¡Quién sabe
cuándo tropezará con un talento' nuevo capaz de enriquecer realmente al tea-
tro. todo! La respuesta de un auditorio a la obra original será tal! vez de un calor
extraordinario. Los nuevos escritos suelen despertar un interés más agudo que
las obras viejas y quizá demasiado conocidas. Esto se debe tal vez a que el audi-
torio ha sido acostumbrado por largo tiempo a considerar que tales obras están
en proceso y no son productos terminados, aun cuando se les presenten sin
ninguna clase de explicación. El director que disfruta de la confianza de sus
espectadores puede seguir adelante, por lo general, presuponiendo que cual-
quier efecto nuevo tendrá un recibimiento afable, y que está llevando a cabo
un servicio real y creador para la comunidad así como en favor del dramaturgo.
Al estudiar cualquier libreto, nuevo o viejo, el director debe ser positivo.
y receptivo, no crítico en el sentido negativo de la palabra, o por lo menos
no excesivamente crítico. En ese momento conviene probar y percibir atri-
butos, no detenerse ante los defectos; es corto el número de obras grandes
que hay en el mundo. Las realidades prácticas que encierra el hecho de poner
en escena obras de teatro durante una temporada exige que el director oponga,
a sus más elevados principios artísticos, la fría realidad de que, en teatro como
en poesía, «el más grande de todos los escritores sólo tiene un momento por
aquí y otro por allá» l. Pedir que toda obra nueva soporte favorablemente la
comparación con Hamlet, Eljardín de los cerezos, La muertede un viajante o
Tartufo es el mejor medio para mantener un teatro en la oscuridad. Es muchí-
simo más práctico y probablemente mejor, buscar y hallar un término entre
lo ideal y lo posible, lo perfecto y lo alcanzable.
Evidentemente, mientras lee, el director anda en busca de un significado,
de la intención del autor, de la esencia, y para todo aquello es menester que
tenga conciencia intelectual; pero también deberá permitir que, de ser posible,
la obra lo acepte emocionalmente. Porque el teatro hace primero un llamado
a los sentimientos, y después al intelecto. Las ideas de una obra pueden inte-
resar muchísimo al sector del auditorio que piensa, y sin embargo, las pasio-
nes que despierte serán lo que le dé el efecto al nivel de la masa. Las ideas,
cuando son populares y estimulantes, agregan dimensión y profundidad. Pero
no debe olvidarse que el teatro es una forma de arte que se dirige a la multitud,
de golpe. La prueba del éxito de una obra al despertar una reacción colectiva
reside en el poder que tenga para provocar risa o lágrimas, para excitar nuestra
pasión y simpatía hacia algunos personajes o nuestro resentimiento y odio hacia
otros. Y cuanto más insistamos en que el público se aleje de la obra para poder
1 Cartade RobertFrost a Sídney Cox, 2 de enero de 1915, en el librode Sergeant, Elizabeth
Shepley, Robei t Frost, The Trial by Existence: Nueva York, Holt, Rinehart and Winston,
In c., 1960.
PRIMER CONTACTO CON EL LIBRETO 43
SITUANDO LA OBRA
Las obras difieren tan ampliamente en forma, tono e intención que una
de las primeras cosas que tal vez desee el director será calificar la obra de
44 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
ESTILOS TEATRALES
EL REALISMO
EL NATURALISMO
EL IMPRESIONISMO
rico para obras que tratan de las clases superiores -como en el caso de
Chejov- el resultado se llama impresionismo. En realidad, en ambos se
emplea el mismo procedimiento. Cada uno de los personajes parece envuelto
en su propio monodrama. Sólo se nos permite vislumbrar un poco de cada
a la vez, tomándolos, como quien dice, en fragmentos sueltos, como las
piezas de un rompecabezas. Sólo al final se juntan los fragmentos, y se
suman en el espíritu del espectador, para formar un conjunto coherente.
Ese mismo estilo fragmentado, combinado con intenciones más som-
brías y mucho más alejadas de la realidad, desciende casi en línea recta del
naturalismo hasta el actual Teatro del Absurdo, con su vida de la clase más
baja y todo.
El impresionismo, como el naturalismo, es una variante del estilo realista.
El término proviene de un estilo de pintura que intentaba reproducir escenas
de la naturaleza, tal como las suaviza y difumina la atmósfera circundante de
aire y luz. Los pintores impresionistas produjeron estos efectos eliminando
de su paleta el color negro, evitando las líneas duras y construyendo sus pin-
turas con pinceladas cortas de colores primarios, impuestos a veces en tan
estrecha yuxtaposición, que la combinación debe ser lograda por los ojos del
espectador situado a la distancia precisa. La línea quebrada y la vaguedad rie-
lante de los estudios de almiares de Monet, bajo diferentes condiciones de
luz, y La Grande fatte, de Seurat, son ejemplos muy conocidos de esa técnica.
Aplicada al teatro, la palabra describe un estilo literario basado más o
menos en los mismos principios que ese arte pictórico. Sus mejores ejem-
plos son las obras de dimensiones normales de Anton Chejov, aun cuando
algunos dramaturgos contemporáneos, entre ellos Saroyan y Odets, han
adoptado acertadamente ese estilo.
Chejov, de conformidad con su colega Gorki, pensaba que el mejor medio
de llevar a escena con veracidad la vida observada, consistía en evitar los con-
vencionalismoscomunes y los clichés de la dramaturgia común y corriente.
También aplicó él la técnica quebrada, para confeccionar las características
de sus personajes en una serie de pinceladas espaciadas, dándonos impresio-
nes fugaces de la vida y el carácter de un personaje, de modo que la persona
completa sólo se revelará cuando el observador tuviese la oportunidad de reu-
nir, a veces retrospectivamente, las partes sueltas diseminadas por el texto.
No es que esa técnica sea totalmente nueva en la dramaturgia. La revela-
ción pospuesta ha sido siempre un caballito de batalla de los escritores de
cualquier género teatral. La diferencia reside en el hecho de que estos frag-
mentos separados de revelación autobiográfica, por lo menos en la forma en
que Chejov los manejó, parecen en los más de los casos salir a la luz o ser
expresados espontáneamente, a menudo sin que parezcan venir a cuento en
la conversación de la escena. El resultado, a pesar de cierta vaguedad y dis-
persión, especialmente en su modo de presentarse la asociación lógica de
ideas, es la creación de escenas que encierran la vivacidad de lo real, y tanto
PRIMER CONTACTO CON EL LIBRETO 49
EL IRREALISMO O TEATRALISMO
pana: mferenciar más, este estilo de los; lugares, comunes y, en verdad" nam-
bié:n de algunas, cosas de la naturaleza que resultan demasiado' clanas.
Los personajes del drama expsesionista son" más. que' individuos, tipos,
grandes, generales y slmpáti(';os, y las obras escritas en este estilo. manifies-
tan cualesquiera mensajes:que encierren acerca delhomhre en té:rminos, g~ne~
rales, más:que mediante un grafismo específico y personal; Las.características
de los, actores se desperserrajizaa mediante máscaras o maquillaje, el movi-
miento' es, rrrecánico, el: paisaje deformado, a menudo cor» la intención de
sug.e.1dr cómo aparecen las cosas, al las miradas del personaje priincipal; todo;
ello se combina pana expresa. la vida!moderna bajo el efecto' efela máquina!..
Ni este estilo) ni su heredero, el constructsvisme, llamado, así p(1lJiq:ue el
esqueleto. estructuna] de los decorados; queda exp.uestr01 al Las miradas; de ros
espectadores (y generalmente con los mismos, resultados. antiestéticos que
produciría quedarse contemplando huesos)" ha sobrevivido; en grado, nota-
ble en el teatro nomeamericanc actual..
El surrealismo" como su contrapareida estilística en pinuura, pfesenta a
la vista una combinación de elementos de apariencia natural o, por lo menos"
reconocibles empíricamente" CaD! símbolos subjetivos y frecuentemente dis-
torsionados, como: los relojes funcl.idos de Dalf, en extrafies contextos. y yux-
taposiciones. insólitas. La caja de arena en Sand Box, de'.Albee, el aeroplano
«Fugitivo» de' Camino' Rea4.1a criatura que va a atada a la cuerda en Esperando
a Godot, de Beekett, están ahí para tener un significado y para transmitir
sugerencias de significado en la forma que se pretende de la mayo fía de los
símbolos. Algunos dramaturgos. surrealistas, sin embargo, los emplean como,
medio para envolver el proceso en un aura de oscuridad, a veces en busca de
un efecto cómico intencional. El chiste surge cuando se trata de decir qué
de 10 que se está viendo, es profundo o carece de sentido.
Una vez que ha identificado el estilo de una obra, el director puede esta-
blecer una base de comparación con otras de carácter similar y, armado de
este conocimiento, hallarse en una posición mejor que la que tendría de
no ser así para determinar el plan de producción más adecuado a la misma.
La teatralidad, en la mayor parte de los casos, requiere un estilo artifi-
cioso de actuación, que comprende exageradas desviaciones de lo que se
considera como normal en las actitudes, los movimientos, los diálogos y
las expresiones de los rostros de los actores. Tales anomalías de comporta-
miento y de aspecto tienen por objeto hacer coincidir, y aun destacar, las
desviaciones de la realidad contenidas en el texto y requeridas por la deco-
ración. Los trajes y el maquillaje son llevados a extremos de extravagancia.
Estas producciones se llaman estilizadas, otro término poco afortunado,
porque todas las producciones, ya sea naturalistas o de otra clase, tienen
un estilo. Sin embargo, la palabra quizá sea adecuada par describir la hipér-
bole teatral impuesta a la producción de tales obras, que rompe el modelo
de ilusión y entra en el dominio de lo sugestivo y lo irreal.
PRIMER CONTACTO CON EL liBRETO 51
ESCUELAS TEATRALES
CAPíTULO TERCERO
El contenido de la obra
Casipuede decirse que una obra debe-
ría serproducto de doshombresgenia-
les: uno que creara el argumento y otro
que escribiera el diálogo.
DIDEROT.
LATRAMA
ELTEMA
puesta será «no», siempre que la esposa siga siendo prostituta de corazón.
Una obra puede plantear una pregunta y llegar al telón final sin haber hallado
la respuesta y, en cambio, plantear una pregunta más importante aún.
Es frecuentísimo que una obra haga una exposición acerca del tema, y
entonces la intriga servirá para poner a prueba o demostrar esa exposición,
o para demostrarla de tal modo que se pueda sacar una conclusión confir-
mándola o refutándola. Esa conclusión es la tesis o lección. Macbeth y la
locura de su esposa sugieren que lo que Shakespeare intentaba agregar era
que la ambición manifiesta que lleva al crimen obtiene su merecido castigo.
De El miembro de la boda se puede sacar la conclusión de que la ado-
lescencia posee una elasticidad que se sobrepone a las decepciones y per-
mite que el joven se vuelva hacia nuevos intereses y una nueva vida; y esto
en contraste con la edad, representada por la madre adoptiva de Frankie,
Berenice Sadie Brown, que no puede librarse del pasado.
Casa de Muñecas somete a un matrimonio convencional, unilateral, a
la prueba del despertar de la conciencia de una mujer. Su lección evidente
es que en el matrimonio no puede existir una unión verdadera mientras
el hombre no acepte que su esposa es, social e intelectualmente, su igual,
y respete los derechos de ella como individuo. Si se aplica este caso espe-
cífico al matrimonio en general, diríase que Ibsen abogaba a favor de una
reforma de la actitud social predominante hacia el matrimonio, y que
parecía basarse en la idea de que mientras se observaran las apariencias
exteriores era cosa natural y aceptada que el esposo considerara a su mujer
como juguete y propiedad suya.
En Un tranvfa llamado deseo, Tennesse Williams sugiere lo inevitable
de un conflicto entre la representante de una clase social decadente y corrom-
pida, aunque amable, yel de otra que sólo defiende lo que es vulgar y bru-
tal, pero al mismo tiempo honrado, en la sociedad norteamericana. En el
choque se destruye el símbolo de la nobleza decadente.
La gata sobre el tejado de zinc caliente se propone demostrar que gran-
des sectores de nuestra sociedad acaudalada se hallan corrompidos y que
sus componentes están mutilados o enfermos, tanto en el sentido moral
como en el físico. La triste conclusión parece ser que no hay salvación.
Una pregunta importante que plantea El dilema del doctor es el valor
relativo de la vida humana. Para ejemplificarlo el dramaturgo nos ofrece
una situación específica. Hace la pregunta: un artista inmoral de genio
indiscutible habrá de ser salvado de la muerte a expensas de otro hombre,
un cualquiera perfectamente respetable. En este caso el doctor, represen-
tando a la sociedad, castiga al artista que insulta a la moral convencional
y lo deja que muera. Pero la obra es una comedia y sus conclusiones nos
muestran a la sociedad castigada y al genio ensalzado.
Wintersetcoloca a un adolescente ante un dilema en el cual ha de esco-
ger entre una vida cuya motivación es el odio y la venganza y otra caracte-
EL CONTENIDO DE LA OBRA 57
LINDA CA BijJ}: Cuando escribes que vas a llegar, se vuelve todo sonri-
sas y habla del porvenir... y se muestra magnífico. Luego a medida
que se acerca el memento de tu llegada, se va poniendo nervioso y,
por último... para cuando lIegas... alega, y parece enfadado contigo.
Yo creo que lo que pasa es' que no se puede decidir a... a sincerarse
contigo. ¿Por qué os odiáis tanto los dos? ¿A qué se debe?
LINDA: ... ¡Y túl ¿Qué ha pasado con el amor que sentías por él? Erais
tan amigos ...
BIFF: Me arrojó de esta casa, no lo olvides.
LINDA: ¿Por qué lo hizo? Nunca he sabido por qué.
BIFF: Porque yo sé que es un fraude y no le gusta tener cerca a ninguno
que lo sepa.
LINDA: ¿Por qué un fraude? ¿En qué? ¿Qué quieres decir?
BIFF: No me eches a mí toda la culpa. Es cosa entre él yo. No tengo más
que decir...
CARACTERIZACIÓN
'Cuando hay muchos -asp.ectos de carácter entre [GS cuáles se pliLede esco-
ger, como ocurrecon Hamlet, eldirecror está en libertad de enfocar los que
mejor sirvan para realizar su visión predeterminada de 10 que deberá repre-
sentar Harnlet, y reducir o modificar los que no le sirvan. El estilo individual
del actor y su calidad, así como su aspecto físico, proporcionan las principa-
les variantes que permiten a la interpretación de un papel conocido diferir de
otra. Para eso, es juicioso que el director acentúe los .aspectos temperamenta-
les del personaje que mejor se ajustan a la capacidad y Iapersenelidaddei actor.
Para analizar a un personaje hay .queestablecer primeramente 'su rela-
cióncon la situación original y determina'!" hasta qué punto está involu-
eradoen ella. ¿Es protagonista o antagonista, activo 'o pasivo, sometido o
dominante? De no ser uno ni otro, ¿de qué lado está y qué puede ganar o
perder, de producirse uncambio «[e la situación? Una vez 'que está situado
en la acción, .establecer otros hechos respectG a él, 'su ocupación, sus creen-
cías y su posición .en la vida es ya cuestión de rutina. También es impor-
tante saber 10 qae na estado haciendo justoamuesd.e ql'Le se levantara el
telón, y la naturaleza de suestadoemocional, sus objetivosdenrro de la
obra y el poder latenteque .encierraen sí para realizarlos.
Tomemos un ejemplo oonocido: Macberh.
Los hechos conocidos enlo 'qae le concierne se revelan muy pwnto. Es
un general cornhariente que acabade lograr una victoria ;en elcampo de
batalla, un ílwmibre acostumbrado a la violencia y a cobrar vidas ajenas.
Tiene que ser un 'hombre de fuerza física poco común, para haher podido
descoser a Maodcnwald «desdeel ombligo hasta las .qQlijadas», que (es pre-
cisamente lo que acaba .de hacer, Por 1-a descripción .de los .estra,gos'que ha
causado en losnoruegos, debemos inferir ·que ha 'sido verdaderamente fre-
néticoen elcampode 'batalla, mostrando una afición por la matanza may
superior a las necesidades del oonflicso.
D..e \1:0<10 dio no ,es difícil sacar la conclusióa de ,que ha de representar
lunej emplar tan podemso ·.COliO pe1igwso, incontrolable y henétioo cuando
seexcita, tal vez a la merced ya de crisis 'o ataques ·que se habr:áu de rnani-
fesrarc1ur.ante la escena del banquece, lA p.eS2!T de d.1G, el eqliLe viene descrito
a través :.de [aevideacia .del iteXito ces :l1n. hombre de gran viralidad,
Sinerabargo, debemos observar qlie:su primera reacción ante la ¡pmteda
de las BruJas no (es [a de un !homn.te de acción .irrdlexiw), todo músculo, Lo
quedicen [as Brujas al saludarlo .como futur,G neyle hace enmudecer y refle-
xionar; queda Kextáti.co», ..según dioe Banquo. Su prim.er paríamearo aparte
r,eve1-a URamente que se abalanza hacia .la(contemplación de gran.des ;empr,e-
sas, «el tema imperial». 1Esp.eoula daT.a y tajan.t.emente 'Sobre.1GS dGS medíos
que .se abren ante :él para acceder al rroao, L-a intensidad de su repulsa a la
ideadeasesinar a Duncan, perspectiva llaneada 'que le haoeencrespar los
cabellos y brincar el corazón .dentro del p.echo, puede hallarse únicamente
.en un hGmbre sensibleque tiene el sentimienr» profundamente arraigado
64 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
del bien y del mal y cuyas emociones no son sólo violentas sino también capa-
ces de salir fácilmente a la superficie. Y sin embargo, tiene perfecto control
de sí mismo. Un momento después de su perturbación emocional ante la
idea de matar a Duncan, se vuelve amable y cortés con Angus y Ross y mues-
tra amistad y consideración hacia su colega, el general Banquo.
Lady Macbeth nos dice mucho más acerca de este aspecto suyo, en el
acto 1, escena 5. Nos enteramos por ella de que él está «demasiado lleno de
la leche de la amabilidad humana para adoptar el camino más corto» hacia
la corona, pues tiene, según ella, la ambición pero no la maldad necesarias
para alcanzarla.
El cuadro que comienza a surgir es el de un hombre con tendencias vio-
lentas, que las domina perfectamente, al menos por algún tiempo, mediante
la sensibilidad moral. Esas dos características opuestas habrán de formar la
base de su lucha interior hasta el momento de la decisión, cuando resuelve ase-
sinar al rey: la ambición al trono, convertida por su esposa demoníaca en un
deseo salvaje, se opone a la fuerza de la conciencia, que le impide momentá-
neamente asumir el horror del regicidio. En un sentido más amplio, hay quien
piensa que estos dos aspectos de su naturaleza pueden tomarse como expre-
sión de la lucha universal entre la barbarie y las fuerzas de la civilización cris-
tiana que ya se aproxima. Toda la acción subsiguiente, hasta el descubrimiento
que hace MacDuff del asesinato de Duncan, está caracterizada por escenas
alternas, en las que Macbeth es alternativamente presa de una fuerza y de otra.
Una vez que el director se haya detenido definitivamente en semejante
idea o teoría respecto a un personaje, por evidente o sencillo que sea-y
cuanto más sencillo sea mejor lo entenderá el espectador-, dispone, para
trabajar, de un concepto, de una imagen informativa de la personalidad en
cuestión, de la cual partirá para iniciar al actor en su trabajo de creación del
personaje. Lo demás es, en gran parte, cuestión de enriquecer y agregar deta-
lles, relacionándolos con el concepto principal, siempre que sea posible.
Cuando esto se lleva a cabo correctamente, el resultado debería ser el habi-
tual, pero siempre deseable ideal de unidad con variedad. El trazo simpli-
ficado de los rasgos principales del personaje está ahí como un monolito,
pero más refinado, sombreado y profundizado por variaciones de detalle.
AMBIENTE
los tonos emocionales que tanto varían en el primer acto. El sol brillante
y los aguaceros de abril alternan en rápida sucesión, como si lucharan por
predominar, y alternativamente, las avecillas de fuera cantan y callan, ajus-
tándose exactamente al curso de la acción, que también alterna entre come-
dia y drama. Las tempestades que se oyen fuera del escenario, ya sean en
El Rey Lear, La Tempestad, de Ostrovski, Tío Vania, de Chejov, Winterset,
de Anderson, y hasta La gata sobre el tejado de zinc caliente, no proporcio-
nan sólo acción tras los bastidores, sino que reflejan y, al hacerlo, intensi-
fican los cataclismos emocionales de los personales mismos. El chirrido
sereno del grillo familiar de Tío Vania acentúa y difunde la idea de que,
finalmente, la paz ha entrado en el hogar perturbado de Vania con la par-
tida de los elementos perturbadores, el Profesor y su esposa. Yen esa misma
obra, Telyegin interpone la dulce música de su guitarra cuando los tem-
peramentos se caldean, como esperando que sus acordes apacigüen los sen-
timientos lastimados. El fonógrafo de Amanda llena de nostalgia El zool6gico
de cristal, y el sonido de la flauta en Muertede un viajantetransporta a Wílly
Loman al pasado yal recuerdo de su padre pionero. El gemido de la sirena
de niebla en Rumbo este hacia Cardiff, de O'Neill, sirve como recordatorio
constante de la niebla que envuelve al buque y acaba por causar la muerte
del personaje principal. La aceleración progresiva del compás del tambor
en El Emperador[ones, sincronizado al principio con el latido del corazón
humano, aumenta la excitación de la huida de Jones por el bosque.
Estos medios de dar vida al diálogo, aunque considerados a veces fala-
ces por los espíritus literarios, son un procedimiento teatral legítimo y muy
importante. Es incumbencia del director emplear esos efectos en cantida-
des exactas y en el momento oportuno. Para ello, hace falta tener juicio,
buen gusto y, frecuentemente, saberse dominar considerablemente.
Algo que debe recordarse es que, aun cuando los efectos ambientales
pueden rodear e impregnar una escena, lo esencial es el humor que los acto-
res revelan. Un director que se exceda en cuanto a los elementos circun-
dantes, a expensas de los actores y de lo que estén haciendo, corre el peligro
de perder la atención del auditorio, debido a la falta de acción.
ESTRUcruRA y SIGNIFICADO 67
CAPíTULO CUARTO
Estructura y significado
LYSIDAS: ¡Cómo, Señor! Cuando la
prótasis, la epítasis, las peripecias ..•
DORANTE: ¡Bah, señor Lysidas! Nos
abrumáis con vuestras bellas palabras...
Humanizad un poco vuestro discurso
y hablad con mayor claridad.
MOLIERE: La Critique de l'Ecole des
Femmes.
Aun cuando está práctica haya pasado de moda, tiene por 10 menos la
virtud de recordarnos que cada acto encierra su identidad especial y re]Jre-
senta un segmento total y específico de progresión teatral en el desarrollo
del argumento.
Si el dramaturgo no proporciona un título que explique el tema de cada
acto, no será malo que 10 haga el director. Es un medio de ayudarse y de
ayudar a los actores a mantenerse en el camino principal de la intriga. Los
actores muestran tendencia a dejarse dominar por los detalles desde que
comienza el período de ensayos. Para evitar que los árboles no les dejen ver
el bosque, el director puede, mediante el empleo de títulos, hacer que su
atención se concentre en la estructura orgánica maciza de la obra, no sólo
al iniciar los ensayos sino mientras éstos avanzan. Es un medio muy jui-
cioso de mantenerlos constantemente enterados de las relaciones entre cada
uno de los momentos teatrales y los bloques del argumento de que forman
ESTRUCTURA y SIGNIFICADO 69
Es posible planear este tipo de estructura ortodoxa de una obra con una
certidumbre casi mecánica. El comienzo presenta la complicación; se intro-
ducen los personales, se describe la situación, y se inicia el paso hacia la
acción siguiente, yen ese momento es precisamente cuando empieza el
cambio en la situación original o cuando alguien comienza a cambiarla.
Después viene la consumación, una continuación del cambio en la situa-
ción inicial, mediante la acción creciente con una tirantez de la tensión
hasta la culminación principal, ese instante explosivo en que algo se pro-
duce para impedir un retorno a la situación original: en otras palabras, en
el momento de la culminación llega la acción a un punto decisivo, a una
crisis irrevocable.
y finalmente, las consecuencias, cuando la situación que ha sido lle-
vada al punto decisivo por el. clímax, se lleva más allá de ese punto y expone,
en la caída de la acción o desenlace, los intentos de los personajes para ajus-
tarse a las situaciones que siguen al momento culminante. El fin o catás-
trofe, el suceso terminal, es el resultado final del clímax y muestra ya a los
personajes dentro de relaciones nuevas e inalterables entre ellos; y éstas son
las mismas relaciones, pero elevadas a un nuevo nivel de intensidad.
Salta a la vista que estos términos se aplican fundamentalmente a los
acontecimientos externos de la intriga y describen simplemente el arreglo
mecánico de la acción. Salvo porque han proporcionado el marco, pero se
refieren a la esencia del tema dramático, de la tesis, de las caracterizacio-
nes y del propósito de la obra, aun cuando reposan sobre valores dramáti-
cos que dependen del tiempo y la oportunidad, como son el suspenso, la
inversión y el descubrimiento.
Debido a que el escribir es un arte y, por lo tanto, no está sometido a
leyes de ninguna clase como se supone que lo está cualquier ciencia, los
EsTRUCTURA y SIGNIFICADO 71
tral, aun cuando el tipo de conflicto presentado puede variar desde un com-
bate físico violento hasta una diferencia de opinión o de actitud. Cuando
un conflicto proporciona la base teatral y es la causa del impulso de la obra,
las fuerzas contendientes se pueden formar primero, para después ponerse
en movimiento. Los temas en disputa se deciden entonces en el punto de
colisión, el momento de la decisión, y éste suele ser el momento de la más
alta intensidad emocional. Fuera de este encuentro en su punto de esta-
llido en la culminación, es donde se prepara la nueva situación, y comienza
a surgir después. En el desenlace se da tiempo a que las fuerzas agotadas se
repongan y afloje la tensión, aun cuando sólo sea para que el auditorio
pueda recuperarse de toda esa actitud en los destinos de las dramatis per-
sonae, antes de prepararse para el crescendo final que hace bajar el telón.
La mayoría de las obras avanzan con un movimiento palpitante, con
momentos de tensión que alternan con otros de alivio, en una sucesión de
gradaciones ascendentes y descendentes. La energía que impulsa a la acción
hacia esos puntos culminantes puede derivarse de una fuente emocional
sicológica o física. Sea cual fuere su naturaleza, debe representar una reu-
nión ascendente de presiones crecientes que conduzcan a la explosión ine-
vitable, la cual irá seguida por la disipación o decadencia de esa energía en
la gradación ascendente. El punto más elevado representa la culminación
principal o crisis. Así, si se intentara imaginar la intensidad cambiante de
una obra en forma gráfica, el resultado sería parecido a la línea quebrada
de una hoja de temperatura y el punto más alto podría hallarse en cual-
quier parte de la hoja, aunque fuera al principio. Casi siempre se aislará
cada pulsación en su propia escena, y cada una de esas subdivisiones secun-
darias, cuidadosamente examinadas, podrá aparentemente contener en
forma más pequeña el mismo impulso ascendente hacia el clímax y des-
cendente hacia el anticlímax, que existe en la obra total.
Por supuesto, nada impide la inclusión de más de un momento culmi-
nante en cada escena; en verdad, en la demostración que sigue aparece toda
una serie de ellos.
Las cimas y los valles del contorno estructural de una obra son la guía
del director, y éste debe seguirlos fielmente, para que la edificación emo-
cional completa de una representación no se eche a perder. Debe ajustar el
paso, el ritmo, el timbre vocal, el número de movimientos y la velocidad
de éstos, en la más exacta proporción posible, con los puntos culminantes
y sus contrapartidas. Si respeta la forma exterior de la obra, sabrá cuándo
aumentar la tensión emocional y cuándo aflojarla. El fino matizado, el
sombreado, y la diversidad; todo esto se consigue cuando el momento cum-
bre de la función corresponde exactamente a las variaciones estructurales
descritas.
Si una obra contiene una gradación principal, el director debe medir y
ordenar las secundarias de tal modo que no opaquen o excedan en tensión
ESTRUCTURA y SIGNIFICADO 73
SINOPSIS
Acto V. Epílogo.
J ennifer se ha vuelto a casar y Ridgeon descubre que ha cometido un
«crimen desinteresado». Jennifer ensalza a Louis hasta la apoteosis en la
biografía idealizada que de él se ha escrito: «La historia de un rey entre los
hombres».
Título: «La muerte del héroe».
DE LA ESTRUCTURA A LA IDEA
Lo que debe asegurarse ahora son los valores que dan a la pieza su calidad
de obra literaria y de comentario de la vida. Estos son: la elección del tema,
el estilo ingenioso, chispeante, con que se desarrolla el tema, las personali-
dades independientes y la revelación tajante de sus motivos, el contraste entre
lo que el artista considera una conducta aceptable y la opinión de la socie-
dad y, finalmente, la atmósfera entre seria y cómica de la comedia.
76 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
Pero no lo ven con los ojos del amor. Para]ennifer es un genio indefenso,
una criatura a la cual la devoción de ella debe proteger contra la pobreza y
la indiferencia del mundo. En vez de censurarlo por sus devaneos, que para
ella son insignificantes y carecen de importancia, censura a las mujeres que
le han inducido a la tentación. Para ella, esas humoradas de él son simples
síntomas de aberraciones irreflexivas de un genio, y no deben tomarse en
serio. Como es mujer inteligente y que no lo juzga con total candidez,
Shaw se ve obligado a mostrar en Louis algo de ese encanto y profundidad
que atraería a cualquier mujer como Jennifer. ¿Qué puede decirse en su
favor? Para empezar, que es un maestro de la pintura. Intelectualmente, no
teme a nada (muere bien). Es naturalmente poeta, tiene una sensibilidad
que reacciona óptimamente a la belleza, y se muestra desinteresado en su
dedicación al arte. Tiene un sentido notable del humor, cosa que no lo aban-
dona ni en sus últimos momentos; tiene la rectitud de reconocer su «ego
perturbador» y se siente feliz al abandonar la vida y entrar en la única inmor-
talidad en que cree: «el corazón de mi hermosa ]ennifer». La defensa final
que hace de su postura presenta un caso tan elocuente como el que se pueda
presentar para los aventajados rebeldes del mundo, que habrán podido fas-
tidiar a la sociedad entera pero cuyas contribuciones a ésta serán fuente de
enriquecimiento perpetuo. Y, finalmente, posee el don de la elocuencia,
lengua de poeta a la vez que mano de artista:
1 Dietricb, [ohn E., Play Direction, Nueva York: Prentice Hall, Inc., 1953
2 Véase también el análisis de la escena entre Ridgeon y Jennifer en el Acto I de El dilema
del doctor.
80 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
CASA DE MUÑECAS
CAPÍTULO QUINTO
El estilo literario
POLONIa: ¿Qué leéis, mi señor?
HAMLET: Palabras,palabras, palabras.
Hamlet, II, 2.
(La señora Borkman .estásentada, tejiendo, tiesa, rígida. Se oyen las cam-
panillas de un trineo que pasa.)
SRA. BORKMAN: (Escucha, sus ojos brillan de entusiasmo y susurra inuolun-
tariamente.) ¡Erhart! .iPor fin!
(Se levanta y descorre un poco Las cortinas, para mirar por la ventana.
Parecedecepcionada J se sienta en el sojá, reanudando su tarea. Entonces entra
la criada por la puerta de] vestíbulo, con una tarjeta de visita en una bandeja
pequeña.)
EL ESTILO LITERARIO 103
BARNWELL: ¡Trueman! ¡Amigo mío, tanto como anhelaba verlo! Y aquí está.
No me atrevo ni a mirarlo (Llora.)
TRUEMAN: ¡Oh, Barnwel1, Barnwell!
BARNWELL: ¡Piedad, piedad! ¡Cielo santo! Estaba listo para morir, pero no
para esto.
TRUEMAN: ¡Cuánto he sufrido desde que te vi por última vez! ¿Qué dolor
me ha causado la ausencia! ¡Oh! ¡Verte en este estado!
BARNWELL: Ya sé que es horrendo. Siento la angustia de tu alma generosa...
Pero he nacido para matar a todos los que me aman. (Ambos lloran.)
TRUEMAN: No he venido a hacerte reproches; pensaba traerte consuelo;
pero me había engañado, pues no tengo ninguno que ofrecerte. He
venido a compartir tus penas, pero no soy capaz de soportar las mías.
BARNWELL: En verdad, mi sentimiento de culpabilidad es algo que no pue-
des imaginar; es cosa que los buenos e inocentes como tú jamás podrán
concebir, pero no tengo ahora más dolor que el que siento por ti. En
tu pesar comprendo que sigues amándome; pero me parece extraño,
cuando veo lo que soy.
TRUEMAN: No hablemos más de eso; no puedo recordar más que tu virtud,
tu amistad tierna y honesta, nuestra situación dichosa de antaño y nues-
tra miseria presente. ¡Oh!, si hubieras confiado en mí cuando la her-
mosa seductora te tentó por primera vez, todo se podría haber evitado!
BARNWELL: ¡Ay! Tú no sabes 10 despreciable que he sido. Mi primera y
menor ofensa ha sido faltar a la amistad. Tan alejado estaba ya de la
amistad, tan dedicado a la autora de mi ruina, que si hubiera insistido
en que te asesinara... creo que lo habría hecho.
EL ESTILO LITERARIO 105
Lo malo de este fragmento es, entre otras cosas, que trata en vagos térmi-
nos generales del dolor, la pena, la piedad, la culpabilidad y el remordimiento,
presentándolos en sucesión tan rápida y con emoción tan frenética que pare-
cen una lista de males sin relación alguna con personas reales, una recitación
exageradamente férvida y no una exposición personal de los sufrimientos de
Barnwell y su amigo. La gramática es correcta; los discursos no tienen un
ritmo desagradable, pero no aparece nada inesperado en el significado, o que
no sea común en la forma en que el significado se expresa. Es un diálogo de
admiraciones acerca de pasiones, pero tan inflado y poco definido que resulta
más cómico que conmovedor. Los dos personajes se expresan del mismo modo;
y ni se puede vislumbrar con exactitud hacia dónde avanza la escena.
El director se preocupa siempre por 10 que el diálogo significa, por el efecto
cognoscitivo y connotativo que las palabras causan en el público. También se
preocupa por el sonido, el canto que hacen las palabras al caer de labios de
los actores, y por el efecto de esos tonos y cadencias en el oyente. No hay que
decir que su deber consiste en explotar cualquier posibilidad evocativa que
presenten las palabras, para estimular el interés y conservar la atención del
público. Pero si ha de lograr algún éxito en ese asalto de los sentidos, la obra
debe brindarle un material que tenga textura verbal y estilo literario para poder
trabajar. Cuando una obra carece por completo de estilo o, al revés, tiene
mucho estilo y nada más, el director no deberá perder su tiempo tratando de
explotar algo que no existe, en el primer caso, o que resulta tan rígido o arti-
ficial como para desalentar los experimentos vocales, en el segundo.
OBRAS EN VERSO
de barriada. Sólo así podrá esperar el logro de cierto equilibrio entre las exi-
gencias antagónicas de las conversaciones poéticas y de la ilusión realista.
Los extremos a los cuales puede llegar la rigidez del formalismo poético
podrían comprobarse tratándose de una obra escrita totalmente en versos
heroicos pareados, cuyo ejemplo damos aquí:
Por fuera inmaculada, inocente por dentro,
No temía al peligro, pues ignoraba el mal.
Esta forma resulta tan artificial que al actor le cuesta mucho trabajo
intentar experimentos vocales. Es tonto tratar de decir líneas semejantes
con naturalidad, debido a la perfección misma de su regularidad mecánica
y la monotonía absoluta de su ritmo. Todo se opone a que sean aceptadas
como discurso humano, incluyendo los finales rimados, la aliteración, la
simetría con equilibrio exacto en los dos versos yámbicos heptamétricos,
divididos ambos en dos mitades que son antítesis una de otra. Tal vez sea
bueno que en la actualidad los actores y los directores no tengan que pre-
sentar muy a menudo obras escritas en ese estilo.
PROSA POÉTICA
Es en textos del término medio, o sea en obras en prosa que tienen algo
del ritmo y la riqueza verbal del verso, y en obras en verso que tienen algunas
de las cadencias naturales de la prosa, donde el director y el actor encuentran
los ejemplos más fértiles y fructíferos, a los cuales dedicar sus constantes esfuer-
zos, para aumentar el eco que en el espectador pueda lograr una producción.
Cualquier director de oído sensible sabe que pueden escribirse en prosa los
parlamentos, pero que en realidad poseen algunas de las cualidades de ritmo,
de equilibrio y frecuentemente de métrica, 10 mismo que el verso. Esta es una
de las razones por las cualesoímos citar tan frecuentemente a TennesseeWilliams,
Eugene O'Neill, John M. Synge y otros como escritores de prosa poética.
Como ejemplo de 10 dicho, veamos nuevamente una obra que hemos
estudiado ya, El dilema deldoctor. No puede avanzarse mucho en la lectura
sin sentirse impresionado por la regularidad del compás en muchos de los
parlamentos, especialmente por los de Sir Paddy Cullen. Se podría espe-
rar que, siendo irlandés, Sir Paddy cayera más fácilmente que los demás en
un hablar cantante, pero Ridgeon, tipo anglosajón claramente marcado,
también 10 hace. Con un arreglo leve en cuanto a la forma en que se asien-
tan los parlamentos en la página, encontramos versos libres o cualquier
otra forma poética reconocible.
Yo se lo digo, Colly,
El cloroformo ha causado muchas perturbaciones,
Pues con él todo idiota puede ser cirujano ...
'"'~
Nada tiene de malo tu espinazo
y nada de malo tiene tu corazón;
Lo único que anda mal es tu razonamiento...
'"'~
Esto sólo conviene a tontos y salvajes...
'"'~
Deja reposar, hombre, tu tonto lapicero,
y piensa en tu importancia...
'"'~
Déjeme recostarlo en la almohada, señora,
Así estará mejor...
más aparte aún de sus: cO'Iega's. más: jóvenes, cuyas: 'teorías contempla con el
juicio escéptico de la: edad.
Los dramaturgos: irlandeses han sido nrás propensos· que' otras; escrito-
res de la lengua inglesa a explotar la tonadilla cantada del discurso corriente.
Por ejemplo, O'Casey emplea con frecuencia" como Shaw, un pentámetro
o tetrámetro yámbico, aun cuando aparece como prosa sobre la página:. En
Juno and th« Paycock todos los, persorrajes, excepto' e] intruso Benrham,
dicen parlamentos que más: tarde o más: temprano constituyen una métrica
reconocible.
JUNO: Porque tÚ y yo'ya sornes medianamente viejas,
Por haber consumido, en parte nuestras vidas...
ff?\~
.0
Pe..'if~ p,or Dios, .que esra noche [a pierna me mata,
Mañana pm: la mañana, alas ocho horasexactas
Colgará .desde ran <c.omo .e1 Kíllimanjaxo.
.'"'~
¡¡Oh, mi :ui.ña'!iS:tdl~!Stella, porestrella.
'"'~
Tu.!aerm:lJ.1'la no se ha vuelco borracha.
'"'~
{[lUuis.te .qiRe ;viwj¡r lea.esras ceridicionesl
,,",~
¡Hola Sranleyl
Aquí estoy, recién ha.fiada y :per1Illllada,
Sintiéndomecome fIT:ainao.te 'Y nuevo ser humano...
'"'~
Bien,
Jamás me he preocupado por gente poco firme.
'"'~
Sí, Stella es mi hermanita pequeña y adorada...
'"'~
Aquí los tienen todos, todos esos papeles.
y yo se los entrego.
'"'~
STEVE: Te llamé por la mañana
y volví a telefonearte
A la hora de comer...
112 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
'"'~
Están librando -he encontrado limonada- un torneo...
,fTA""'"
""''''''''
[Enla wida marrímonial, tres
son compañfa, per.o dos no.
Repe.tición:
RICHARD: ¡O, Dios, Dios,
Dios, Dios, Dios, ¡preven tales males!
~~
~~
Aliteración:
THOMAS: ... el hipo levemente regocijado [El efecto menguante del
adverbio también es característico de otro comediógrafo británico
famoso, Noel Coward.]
ffl\t-<:":\:
MrZO"W; Se oculta en una: nnrbe carnresf
10's talones de Catarina..
PAt-<:":\:
NrcolÁS:
crapuloso" perveE"SO' y poca pa!E"CO'.
ffl\'t-<:":\:
PAt-<:":\:
THO'MA-S: m pues:la envolvente yedra, el espino,
las ccrrvulaciorres de corrvolvulus •..
m-It-<:":\:
THOMAS; Probablemente pasó-
Profundamente preocupado por una tr atta perra...
Iffl~'
Hipérbole:
ALrzON: ... y los árboles brillaban como un caudal de cristal roto.
PA~
Anacronismo:
RICHARD: ¡Sanctus fumus!
Incongruencia:
ALIZON: ¿Ni padre ni madre?
RICHARD: No que yo sepa.
ALIZON: No debes mostrarte engreído por eso.
El orgullo es un pecado mortal.
'"'''"''
TAPPERCOOM: Totalmente. Un exceso de flema
En el sistema solar. Se dirigía
Hacia una escupidera celestial.
'"'''"''
NICHOLAs: Oh, blastodermo de injusticia.
'"'''"''
THOMAs: Vos, burbujeante y nebuloso charlatán,
Babeante, aleteante, litúrgico
y ampuloso, miserable anciano...
Vocabulario elaborado:
TAPPERCOOM: ... Todo el asunto no es sino una serie de
disparates anfigusiosos y sultilocuentes.
Una vez que ha reconocido estos procedimientos literarios, el director
debe hallar el medio de ajustarse a las extravagancias que representan con
una exuberancia adecuada en la actuación y la elocución. La actuación debe
exagerarse, para que haga juego con las hipérboles de la comedia.
IMÁGENES Y METÁFORAS
nica que tiene Thomas de lo fea que es la vida y,. por el momento, su punto
de vista, más bien ácido, en cuanto al amor romántico:
ALIZON: Los hombres son extraños. Es casi inesperado
Descubrir que hablan inglés. ¿No lo creéis así?
RICHARD: Les suceden cosas.
ALIZON: ¿Qué cosas?
RICHARD: Maquinaciones de la naturaleza;
Lo mismo que hace abril con la tierra.
ALIZON: ¡Ojala fuera cierto!
Mostradrne cómo a un hombre le suceden narcisos.
RICHARD: Es cosa fácil.
THOMAS: Y también abrojos, y helechos
Para los colchones de las damas, y sombras nocturnas mortal y
La necesidad de ruibarbo.
y tenemos, luego, la descripción que de Jennet hace Nicolás:
Si el mar tiene alma, ahí fuera está,
La flora muerta a medianoche, el último capullo
De Satanás...
Pero, por lo general, las flores de la obra son dulces, desde los narcisos
que lleva Humphrey en la mano, hasta su aplicación más personal de la
imagen, pasando por la compasión, o mejor dicho la diferencia, que hace
Margaret de Alizón con una vellorita,
Algún día reventaré mi capullo
De calma, y floreceré en histeria.
2 Spurgeon, Caroline, Shakespeare's Imagery. Nueva York: The Macmillan Company, 1336,
p.18.
120 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
""~
MIO: Ahora vosotras todas, potencias silenciosas
que mandáis la celliscay la oscuridad ...
... que caiga con la lluvia algo de dulzura.
El choque antag6nico de la verdad con la mentira, del bien contra el
mal y de la vida con la muerte, aparece en una serie de imágenes en las que
tropiezan el fuego y el agua. Mio se compara con una llama destinada a
quemar las mentiras que han ensombrecido el nombre de su padre, y el
fuego mismo se emplea para expresar la verdad de la inocencia de aquél.
Lo mismo que en Romeo y Julieta, sirve el fuego para describir el amor que
siente Mio por Miriamne y ella por él. Se emplea también para describir
el aspecto personal de ella:
MIO: Alumbra desde dentro ...
un cáliz blanco, lleno de fuego, una flor en llamas:
eso es tu rostro.
y Miriamne le devuelve el cumplido en los mismos términos:
y tú habrás de beber la llama I y nunca
mermará. Y alrededor de tu cabeza I
arderá por siempre Ila aureola que ahora arde ahí.
Se ha hecho un uso intensivo de imágenes antitéticas de fuego yagua
en el punto culminante, cuando Mio descubre por fin la identidad de los
criminales que cometieron el homicidio por el cual se ejecut6 injustamente
a su padre:
¡Que llueva!
¿Qué pueden hacerme ya? La noche está incendiada
por lo que sé.
Y:
Que la noche hable fuego
y que la ciudad se vaya con la marea, porque fue un hombre
y ahora os conozco, y ese es mi día.
A lo largo de toda la obra, los contrastes entre luz y sombra son lo más
vívidos posible. No hay medios tonos:
GAUNT: He mandado hombres por ese largo pasillo
hacia la luz enceguecedora y la ciega oscuridad.
""~
MIO: Esa noche,los guardas,
caminando bajo chorros de luz más brillantes que la luna llena...
""~
MIO: Te digo que he vivido
por su inocencia, vivido para verla brillas I y cegarlos a todos...
122 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
Como se dijo antes, una cosa es para el director reconocer los hilos meta-
fóricos que sostienen el todo, y algo muy distinto hallar el medio para ase-
gurarse de que el público habrá de reconocerlos. Aun si no lo consigue y el
público no tiene conciencia de su efecto, las metáforas pueden lograr cierta
reacción subconsciente, y esto, generalmente, merece la pena intentarse.
Lo que no debe hacerse es cortadas so pretexto de que son meras repeti-
ciones. Las repeticiones de Wínterset, como las de otras muchas obras más,
son parte del doble proceso de evocar el ambiente adecuado y de dar a enten-
der, mediante una asociación repetida, el concepto que tiene el dramaturgo
de los personajes, no como simples individuos sino como símbolos repre-
senranres de fuerzas más grandes que ellos. En Wínterset, Mio representa la
verdad, Miriamne el amor, y Trok la muerte. Tal vez no se pueda hacer más
que .dar énfasis vocal a las palabras que hacen avanzar al conflicto entre opues-
tos elementalesde las imágenes principales, y énfasis espacial a los persona-
jes, cuando expresan metáforas. Tal vez eso baste. El director evitará sin duda
debilitar los parlamentos y no dejará que los actores los supriman ni intro-
duzcan mímica o movimientos capaces de hacerlos pasar inadvertidos.
Evidentemente, los actores deberán entender perfectamente la red de
metáforas.
El uso imaginativode1lenguaje, más marcado en las obras escritas en
verso, sólo tiene un fin': aumentar el deleite del auditor. Los efectos ver-
bales descritos SOR medios para ese fin. Agregan una dimensión más a una
forma de comunicaciónque puede también interesar mediante intrigas
cautivadoras, tesis de alto significado y personajes humanos lo suficiente-
mente atractivos para apoderarse de nuestra atención y hacernos vivir emo-
cionalmente a través de 10 ,qlie hacen y sienten. Tomados en conjunto, dan
a unaobra su estilo literario, cuaíidadque establece la dicotomía entre el
esfuerzo del jornalero y la obra grande.
PROCEDIMIENTOS TEATRALES
LAIRONfA
EL SUSPENSO
INVERSIÓN
DESCUBRIMIENTO
PREFIGURACIÓN
CAPÍTULO SEXTO
dibujo maravilloso. ~~
de Jenniíer?
SRA. DUBT.DAT: Me llamo jennifer. ¡--U
Rrrozox r E.. un nombre extraño. d
SRA. DUBl!.DAT: No en Cornualles. Soy de
c~
allí. Ustedes dicen Oulnevere,
RtDOEON: {r~Pi/i~lldo lo! nombre! compla.
dt"nt~m.t'nll'l Gulnevere. j ennlfer, {vuelvt'. a mi·
rar ./ dibujo] SI, C< realmente un dibujo
maravilloso •. Perdone usted Pero s cuedo ere-
guntar u está. en venta? Lo compraré.
S"
Su. DU:BWAT:AOhJ quédese con él. Es mlo ¡
él me lo dio. Tómelo, Tómelos todos. Tome
/IX
todo 10 que haya.¡ pida 10 que sea ; pero "í.lvelo.
Puede hacerlo, lo haré, debe hacerlo.
RWPl:;NNV: ¡.,,[tntra dando unales dI rnquJI-
tud] Acaban de llamar del hospital para decir
.y
~V1Ya. usted inmedia.tamente ... está murién- R~
dese un paciente, El coche espera,
RlIXJWN: [con intoltTanciaJAI Qué desatino!
ti
Salgo. de aquí, [Muy ¡4JtUiado] ¿Cómo se le
OCUTl"e interrumpirme de este modo?
" Xi])
RwnNNy:+E. que ••• dtj
RmoroN: Sllenclo. l No se da. cuenta de que
estoy ocupado? Salga..
Sin comjJr#nd,r, R,dpenny SI ,sfuma.
Su. Du:ar.DAT: (' u"J • • aJ'] 1\ Doctor, una Á XD
palabra. mú antes. de que se vaya. rrn
RroowN:,."Siénte.e. No es nada.
I\S~+
XIL
MODELO DEL LIBRO DE DlRECCI6N: Páginas de una edición de El dilema del Doctor,
pegadas en las hojas de un cuaderno.
DETERMINACIÓN DEL MOVIMIENTO ESCÉNICO 133
Cortes al guión, plana de la escena y natas de movimiento escénica. Señales de atención e indi-
cación de la entrada de las actores, así cama efectos sanaras, agregadas en tinta raja.
134 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
del actor y de sus dones creativos. Se dice que los resultados inevitables de
este procedimientos son representaciones mecánicas, poco veraces, caren-
tes por completo de espontaneidad y naturalidad.
Se alega, además, que cuando un director fija el movimiento antes de los
ensayos, y en ocasiones hasta antes de escoger a los actores, en la calma e inti-
midad de su estudio, no puede tomar en cuenta las personalidades especiales
y las inmensas variaciones de estilos de actuación de las personas que, final-
mente, representarán los papeles. Como no conoce sus aptitudes especiales
ni sus atributos individuales, no puede explotarlos como debiera; porque
ignora sus debilidades no puede organizar el movimiento de tal modo que
sean reducidas o disimuladas. ¿Yde qué sirve que se haya planeado todo meti-
culosamente por adelantado si, cuando el director exige un movimiento pre-
determinado, el actor se da cuenta de que, materialmente es incapaz o no está
sicológicamente preparado para hacerlo, o bien considera que está fuera de
su estilo, o que es contradictorio tal vez con su entendimiento del papel? A la
inversa, tal vez el director no se haya dado cuenta de que un actor se mueve
en forma llena de gracia y puede lograr movimientos mucho más eficaces que
los que tenía planeados para él, y hacerlos con mayor frecuencia. Cuando
tiene a los actores allí, frente a él, el director disfruta de la ventaja inmediata
de ver clara y exactamente lo que pueden y no pueden hacer, y le es posible
determinar el movimiento de acuerdo con sus observaciones en el terreno..
El tema de los sentimientos de los actores se destaca siempre en este
tipo de argumentos. Y 10 que lo hace más delicado es el conflicto latente
de autoridad entre director y actor, en renglones donde la responsabilidad
creadora es difícil de definir y deslindar categóricamente. ¿Quién tendrá
la última palabra en estas cuestiones de colocación y movimientos, cuando
las.instrucciones del director pasan por alto la forma en que el actor com-
prende su papel, dominio en el que sin duda habrá éste de disfrutar de
cierta posibilidad de elección?
Vamos a tomar el caso de un director que confía totalmente en el jui-
cio del actor acerca del punto del escenario en que debe hallarse en un
momento dado, y del mejor medía de llegar hasta allá. Si esa confianza es
absoluta, no hay necesidad de planear nada. Porque si el director ha pla-
neado que un actor cruzará hacia la derecha, ¿qué puede hacerse, sino aban-
donar la idea, cuando la intuición del actor lo incita a pasar a la izquierda?
Este tipo de director está convencido de que su papel primordial consiste
en asegurarse de que el actor haga a gusto 10 que está haciendo. Y su con-
clusión es que cualquier movimiento o posición que le «parezca correcto»
al actor será, automáticamente, la más aceptable y eficaz. Aplaza la distri-
bución y el movimiento de los personajes hasta el último momento, por
esa misma razón. Entonces, actor y director podrán emprender juntos. la
tarea. El actor obtiene una parte significativa en la tarea de creación, espe-
cialmente en 10 que concíerne a sus deseos subjetivos. Así se siente con-
136 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
EL PRop6sITO DE LA ESCENIFICACI6N
plan maestro. Por eso, es necesario 'que en el puesto de mando haya una per-
sonaque tenga una visión objetiva del efecto total que deberá lograrse.
Las zonas sucesivas de actuación deben escogerse en relación unas con
otras, del mismo modo que los movimientos de un actor dentro de la zona
deben relacionarse con los movimientos y posiciones de todos los demás acto-
res que toman parte en la escena. Porque sólo cuando las zonas han sido esco-
gidas todas ellas y en secuencia apropiada, podrán considerarse como parte
del intento de toda la operación del movimiento escénico, el cual es apro-
vechar el plan físico de la escenificación de tal modo que ejerza un ataque
calculado y variado sobre las emociones de los espectadores; ataque que, ade-
más, produzca la reacción máxima, sea cual fuere su naturaleza.
En esta acción concertada es en lo que debe pensar el director, y es pre-
cisamente en lo que no puede pensar el actor que ya está concentrado en
su papel.
Una vez 'que esto se ha entendido, resulta obvio que la escenificación
es responsabilidad del director y de nadie más. Permitir que un actor mar-
que sus posiciones y movimientos varios es tan insensato como permitir
que uno de los músicos de una orquesta sinfónica decida en qué momento
de la partitura iniciará su entrada, y en qué clave y con qué tiempo.
El actor dejado a su libre albedrío para decidir por cuenta propia, gra-
vitará hacia la zona más importante o la luz más fuerte. ¿Quién se lo va a
reprochar? Es pedirle demasiado que arregle sus movimientos teniendo en
cuenta la utilización pasada y futura de esa zona.
Además, si se concede a un actor semejante autoridad, no se justificará
el no dar a los demás miembros del elenco la misma facultad. La confu-
sión que causaría una aplicación tan equivocada de los principios demo-
cráticos, dentro de una operación que debe estar tan bien controlada y
urdida como es la producción de una obra de teatro, resulta demasiado
lamentable para que la consideremos aquí.
Cuando un actor anda por el escenario, no se mueve dentro del vacío,
salvo cuando tiene que decir un monólogo o un soliloquio. En circunstan-
'cias normales, hay otros actores presentes. Un actor no puede mover un
músculo sin efectuar cierto cambio visible en sus relaciones materiales o psi-
cológicas con sus colegas actores o con el conjunto. Si adopta una postura
o hace un movimiento porque le resulta cómodo, siempre existe la posibi-
lidad de que al hacerlo incomode a sus colegas actores y les haga sentirse
incómodos, pues ellos no pueden evitar sentirse afectados por todo lo que
él hace. Y él no está en condiciones de justipreciar el efecto que su postura
o su movimiento tendrá sobre el conjunto. El director sí puede hacerlo, sen-
DETERMINACIÓN DEL MOVIMIENTO ESCÉNICO 139
tado como está en un punto desde donde logra una visión objetiva del cua-
dro en su perspectiva total; y esa diferencia de perspectiva es lo que da al
director su mayor ventaja sobre el actor cuando surge algún conflicto entre
ellos respecto a la conveniencia o eficacia de las posiciones relativas.
Aun cuando es posible, y hasta conveniente, admitir el valor de los sen-
timientos de un actor y la validez de sus instintos cuando éstos son alega-
dos como guías que le permiten hallar el camino hasta el corazón de su
personaje, es algo totalmente diferente aceptarlos como piedras angulares
sobre las cuáles habrá de edificarse la arquitectura de una escena. Los sen-
timientos son imposibles de predecir y totalmente transitorios. Están deter-
minados, hasta cierto punto al menos, por presiones subjetivas que van
desde las condiciones de la vida familiar del actor y el estado de su con-
ducto intestinal hasta el tamaño del tipo con que han escrito su nombre
en los carteles o la lucha que libra con su id. Si siente hoy que le agrada y
conviene representar una escena abajo ya la izquierda, nadie puede vati-
cinar que no habrá de querer representarla mañana abajo ya la derecha. Y
el director que se deja guiar de ese modo por corazonadas y emociones no.
tiene que echarle en cara a nadie si la coreografía de la producción revela
un plan que no se ha percibido con claridad ni ejecutado racionalmente.
Eso no quiere decir que un director deba mostrarse indiferente a los
sentimientos de un actor, ni esforzarse por hacerlo sentirse feliz frustrando
sus deseos legítimos de contribuir en forma creadora a los problemas comu-
nes. Si tiene que hacer ajustes secundarios en su escenificación para satis-
facer al deseo del actor, deberá hacerlo. Pero las razones que tenga el actor
para desear el camino deben ser sensatas, y el cambio mismo habrá de repre-
sentar una mejora que no altere el diseño básico en ninguno de los deta-
lles importantes.
He oído decir recientemente a un director que «no había dado a sus
actores ni una sola indicación». Lo dijo como si hubiera de enorgullecerse
de ello en vez de avergonzarse. Podría agregarse que los resultados logra-
dos por ese método «sin dirección» eran punto menos que caóticos.
Una escuela de dirección que aboga porque se evite escrupulosamente
dar instrucciones explícitas y órdenes positivas a los actores, bajo el pretexto
de que se les debe incitar a que encuentren su propio medio de expresión,
sus propios conceptos respecto a los papeles y, en ciertos casos, sus propios
movimientos y su mímica escénicos, sin ayuda ni estorbo por parte de nadie,
considera que la tarea principal del director consiste en estimular al actor
para que éste entre en un estado de actividad creativa yen apartarse después
de juzgar del resultado. Lo que se espera lograr mediante esta abdicación de
la autoridad directiva es la espontaneidad, la veracidad y la individualidad
de la actuación, así como la confianza en el entusiasmo del actor, que se
supone proviene de su convicción de estar haciéndolo todo por sí solo.
La cosa sale más o menos así:
140 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
El actor tiene sus propias tareas, formidables éstas, que cumplir. Debe
primeramente descubrir la naturaleza del personaje que ha de interpretar
y penetrar profundamente en esa naturaleza. Debe comprender la actitud
del personaje ante cualquier situación de la intriga y frente a cualquiera de
los demás personajes involucrados con él en cada una de las situaciones.
Debe entender lo que quiere decir el personaje en cada una de las palabras
que expresa, debe identificar correctamente las emociones que se supone
siente en cada momento dado y proceder de algún modo para que esas
emociones parezcan ser genuinamente más suyas.
En la siguiente fase de su preparación, debe hallar el medio técnico que
le permite trasmitir esas emociones al público. Y esto es sólo el comienzo.
Debe ensayar expresiones faciales, porte del cuerpo, posturas gestos y acti-
tudes físicas, hasta encontrar una combinación de todo esto que parezca
más veraz y efectiva. Pero el juicio en cuanto a lo que parece más veraz y
efectivo habrá de ser pronunciado finalmente no por él sino por el direc-
tor, al observar éste desde fuera los resultados de los experimentos del actor.
El volumen, el tono, el tiempo, el ritmo y el timbre de su voz también
deben ajustarse al personaje, a cada emoción y a cada idea, de modo que
el pensamiento y el sentimiento se proyecten juntos con la fuerza exacta y
en el momento oportuno.
Estas son tareas principales que exigen la mayor concentración de los
sentidos y la imaginación. Pedirles otras, que naturalmente caen fuera de
la esfera de responsabilidad del actor, es pedirle que asuma funciones que
le son materialmente inasequibles. No puede dejar el escenario y contem-
plarse a sí mismo desde la sala. Y pocos actores poseen la adaptabilidad
necesaria para ser simultáneamente creadores de una cosa tan complicada
como un plan de escenificación y, al mismo tiempo, críticos objetivos de
esa misma creación.
142 EL ARTEDE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
Vamos a considerar ahora algunas de las objeciones que hemos oído res-
pecto a la fijación con anterioridad a los ensayos. ¿Tiende este método, si
está detallado exactamente, a destruir la naturalidad y espontaneidad de
una escena?
Yo diría que sí. Pero sólo si esa escenificación carece de espontaneidad,
de naturalidad y de lógica. Si así lo quiere, un buen actor puede hacer que
cualquier movimiento razonable y adecuado parezca natural, o hacerlo'
parecer torpe y poco natural si tal es su intención.
Supongamos que un director muy detallista pida al actor, desde el pri-
mer ensayo, que se siente en el momento exacto en que dice cierta palabra
de un parlamento, o quizás una sílaba particular de esa palabra. Suponiendo
que el director tenga buenas razones para desear que el actor haga ese movi-
miento, y también que ha explicado dichas razones al actor, ¿qué ocurrirá
en la práctica, en el teatro?
El buen actor obedece al director.
Y entonces, ¿qué pasa?
Hay por lo menes cuatro semanas de ensayos por delante. Cuando el
actor ejecuta día tras día ese movimiento, lo convierte en su segunda natu-
raleza y, por consiguiente, al llegar la noche del estreno habrá logrado trans-
formarlo en cosa propia, siempre que sea un movimiento adecuado, claro
está. Para entonces habrá logrado también el sentimiento o la actitud debi-
dos, para justificar plenamente el hacerlo. Hasta puede haber encontrado
mejores razones que las que le dio el director al indicárselo.
¿Debe un director tener que esperar hasta haber estudiado las persona-
lidades y decidido respecto a las aptitudes físicas y demás de quienes habrán
de representar los papeles, antes de decidir en qué punto habrán de encon-
trarse en cada uno de los momentos de la escena, y cómo y cuándo habrán
de llegar a él?
No debería ser necesario. En el ensayo se pueden hacer los ajustes perti-
nentes para cada estilo individual. Sin embargo, lo esencial es que una buena
escenificación básica no dependa de la personalidad del actor ni de sus apti-
tudes. Los movimientos están planteados para personajes, no para actores.
A dónde va un personaje y lo que hace está determinado por el entendimiento
de las relaciones entre personajes, tal como se hallan en el texto, y por su con-
cepto fundamental de las ideas teatrales que se supone expresen los movi-
mientos y las situaciones escénicas. El que cruza a la derecha es Willy Loman,
ya sea Lee Cobb o cualquier otro quien represente el papel.
La escenificación previa es sólo eso: una base para iniciar el trabajo.
Uno de los propósitos de los ensayos consiste en corregir, ajustar, afinar,
agregar o restar cosas del movimiento previamente planeado. Y pocos direc-
DE:rBRMlNAOrÓN DEL MOVIMIENTO ESCÉNICO 143
¿Hasta qué punto de refinamiento hay que llevar ese plan inicial?
¿Basta que el director, antes de reunirse con su elenco, anote en su libro
de dirección las indicaciones esquemáticas de las zonas de actuación y unas
sugerencias generales, sin detallar, acerca de los movimientos dejando esos
detalles exactos para más adelante? ¿O deberá estar ese plan de distribu-
ción y de movimientos anotado en todos sus detalles, indicando hasta el
menor gesto o giro, en forma inexorable y al pie de la letra?
Dos cosas determinan las respuestas a esas preguntas. La primera es la
experiencia y el temperamento del director; la segunda, la experiencia y
calidad del talento que maneja, en cuanto a la interpretación.
Si el director es meticuloso, minucioso y exacto, y si quiere que sus ensa-
yos transcurran bien y en orden, planeará detalladamente la escenificación.
Si no lo es, no lo hará.
Con profesionales competentes, hasta el director más meticuloso deberá
evitar poner las barras de las T y los puntos sobre las íes en su Libro de
dirección. Indicará solamente, por ejemplo, que habrá que cruzar durante
cierto parlamento, y el actor que sabe su oficio echará a andar en el momento
debido y con el pie correspondiente. El actor cuya técnica esté muy desa-
rrollada, puede decir instintivamente hasta dónde deberá efectuar el cruce,
sin tener que pedir que el director se lo mida en centímetros; y puede sen-
tir hasta dónde debe acercarse a otro personaje para satisfacer las exigen-
cias de la escena. De no ser así, el director podrá ajustar su colocación con
una sola palabra.
Algunos directores famosos, al principio de sus carreras, planeaban de
antemano todos los movimientos, prestando una atención escrupulosa a
todos los detalles. Al aumentar su experiencia fueron abandonando tal exac-
titud, pues la práctica constante y un dominio creciente del oficio hacían
innecesario ese trabajo preliminar. Quizá sea éste el proceso natural por el
cual evoluciona la dirección.
Pero sea cual fuere el momento en que se planee la escenificación, el
sentido común exige que un director que ha de trabajar con un grupo inex-
perto le proporcione directivas explícitas, y se las dé al principio, para poder
confiar que logrará seguridad y exactitud en los aspectos mecánicos de la
representación.
En obras que exigen movimientos normales, estilizados y estrictamente
rítmicos, habrá que proporcionar una coreografía exacta, lo mismo que
en el ballet, y tener cada paso, vuelta y gesto sincronizados con el ritmo
del diálogo. Aquí no existe diferencia en cuanto al elenco: puede estar
compuesto de profesionales veteranos o de aficionados novatos; sólo se
puede lograr una exactitud absoluta en la ejecución si existe una exacti-
DETERMINACIÓN DEL MOVIMIENTO ESCÉNICO 145
CAPíTULO SÉPTIMO
central único, que será un sofá o una mesa de comedor. Para las escenas
con varios personajes, se puede considerar que el decorado completo, de
pared a pared, constituye esa unidad.
Una cosa hay de cierto: si un director pretende obtener un diseño de
movimientos escénicos que aproveche todas las zonas de actuación dispo-
nibles con mayor ventaja, no podrá enfocar por separado cada una de las
escenas y llegar a una decisión final acerca de dónde habrá de representarse
ésta antes de pasar a la siguiente. Todas las escenas de un mismo decorado
deben contemplarse en bloc. Debe ver todo el transcurso y progresión de
las escenas tomadas en conjunto, antes de comprometerse con una sola,
con una excepción posible: la escena culminante. Esta puede ser el punto
giratorio alrededor del cual gravitan todas, y por eso suelo convenir que
escoja los movimientos escénicos de ésta antes que nada. Es su manejo de
la progresión dinámica de la actividad escénica, a medida que las escenas
transitan de una zona a otra, lo que determinará la fuerza, la continuidad,
la construcción, la claridad y el poder emocional del acto entero.
Pensar como director significa, en parte, imaginarse a los personajes en
acción; sentirse obligado instintivamente, al leer un fragmento del texto,
a considerar las posiciones que deben asumir los personajes en relación
mutua para expresar el significado de la escena completa. Y una de las pri-
meras decisiones que deben tomarse se refiere a si ese significado habrá de
expresarse mejor con los personajes sentados o de pie. Este es uno de los
diversos factores que afectan la elección que hará de la zona de actuación.
Otro puede ser la convicción subjetiva del director de que algunas zonas,
en virtud de su posición geográfica, poseen ciertos valores sicológicos o
emocionales en más alto grado que otras. Alexander Dean tenía la sensa-
ción de que las escenas amorosas íntimas salían mejor cuando se represen-
taban abajo ya la derecha, sin tomar en cuenta, al parecer, el decorado, la
colocación de los muebles ni la iluminación. Cuando se es perfectamente
subjetivo, resulta difícil justificar los sentimientos de este tipo, y de nada
sirve discutir su validez. Sin embargo, debemos señalar que otro director
estará igualmente convencido de que las escenas de amor se logran mejor
abajo ya la izquierda.
El hecho es que cualquier zona del escenario puede revestirse de valores
emocionales e interés ambiental. Todo depende del decorado, la ordenación
de los muebles, el color y la intensidad de la iluminación. Debe aclararse
también que en este mismo decorado y con la misma colocación de los mue-
bles, los valores emocionales pueden cambiar radicalmente con sólo alterar
la iluminación. Una zona que había sido cálida y atractiva puede convertirse
en un lugar tedioso y aborrecible con sólo cambiar las micas del reflector.
Por muy socorridos que sean estos elementos materiales de la produc-
ción, su importancia es secundaria en cuanto a la potencia de emoción y
ambiente que puedan evocar los actores. Es sólo cuestión de interés aca-
EL DESARROLLO DEL PLAN MAESTRO 153
démico resolver en qué parte puede representar una escena de amor una
estrella como Audrey Hepburn, siempre que podamos oírla y verla, y que
la zona empleada no haya perdido su poder de retener la atención por haber
servido ya para demasiadas escenas previas.
LA DIVISIÓN EN ESCENAS
derecha, con el sillón de Paddy más abajo de la chimenea y ésta situada pre-
ferentemente dentro de la pared derecha. Puede haber una mesita lateral que
haga juego con el sofá, posiblemente más arriba, y una lámpara o dos que
contribuyan a fortalecer el ambiente de hogar y calor. Un librero contra la
pared, a la derecha de la puerta de entrada, equilibrará la mesa del otro lado.
La puerta misma, como se ha decidido ya, estará en el centro arriba, para que
los personajes puedan volverse en cualquier dirección al salir a escena. El
plano aproximado tal como se enfoca hasta ahora aparece a continuación:
~UEUA MESA
I
I
mOl
SOfA
CHIMENEA
'OSIUA
[ SILlON
t
FIGURA 2: PLANO APROXIMADO DEL DIRECTOR
FIGURA 3: PLANO PERFECCIONADOPARA EL ACTO PRIMERO DE El dilema del doctor POR EL PROFE-
SOR CHARLES E. ROGERS, PARA LA PRODUCCIÓN DE AMHERST MARQUERS, EN AMHERST COLLEGE.
VÉASE FOTOGRAFfA DEL DECORADO TERMINADO EN LA pAGINA 164.
en ese plano. Los artículos necesarios pueden ser representados por obje-
tos recortados en cartón, a escala. Se pueden poner éstos en un lado u otro,
moviéndolos hasta que se encuentre la mejor posición. El director los dibu-
jará entonces a lápiz sobre el plano.
Para completar la primera fase de su trabajo (el escable cimiento de zonas
de actuación) el director determinará los límites de cada una de las zonas
sobre el plano terminado, indicando los muebles y poniendo número a las
sillas, para simplificar los apuntes correspondientes del Libro de dirección.
Zona central, Schutzrnaker permanece fuera del lado social. Puede sen-
tarse en la silla 2 ó 3 {S. N.O 2 o N.O 3}. Puesto que la silla 3 estaba incluida
El DESARROlLO DEL l'EAN MAESTRe '15,9
]~
<:; I
FI@11l/A' 4: EsCENA!. 1
en: la¡zona¡ de la¡ escena¡ 1, serfa traili vez naejer desviar eL foco; Imc1'<lllia: ci:ene.'-'
ch~. Fa]! eso, parece mejon serrrarlo en fa. s~Jila: 2. Ridgeo'D; ccnserva aillg,ot:<;1:e:
S,Ul actitudprofesion'<l!1 si actúa a:la¡izquIerda de Scnut=a&el'" en e1l~cf0
pJTofeslonal;; y contraniando las, i!ndicac1O'ffes de Shaw; el tono cerememiosr»
de la escena: prevalecerá! si Ricl!g,eon sigcre en pie la: mayor parte del úe:mpo,..
160 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
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FIGURA 7: EsCENA 4
162 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
En este punto ya sabe el director que debe establecer el lugar que habrán
de ocupar dos recién llegados más, después de Walpole: Blenkinsop y B. B.
Ya se ha hecho a la idea de que las relaciones de Blenkinsop con Ridgeon son
del tipo que le incita a quedarse fuera del círculo de calor y amistad que rodea
la chimenea. La silla 2 es el lugar más probable para Blenkinsop, y por eso
no debe sentarse ahí Walpole. También se ha decidido que B. B. andará mari-
poseando. Y sin embargo, también Walpole es una personalidad dinámica y
acometedora, y difícilmente se quedará quieto en el mismo sitio. Por consi-
guiente, habrá de quedarse de pie hasta que, finalmente, tenga que dejar paso
a la personalidad más fuerte, B. B. Esto exige que Walpole cruce hacia Paddy
para estrecharle la mano. Después de que Paddy le rebate lo de la «ganzúa
del ebanista», continúa la escena con Ridgeon. Shaw lo coloca sentado en el
sofá justo antes de la entrada de B. B., pero esto complica demasiado las cosas
con el decorado actual. Dos personajes más han de entrar y dirigirse direc-
tamente al centro, y esta zona se encontrará atestada. Para aliviar la posibi-
lidad de presión ulterior sobre la derecha, Walpole puede permanecer sentado
un instante en el sofá, levantarse después y dirigirse a la silla 3 o hacia el pros-
cenio, cerca del ángulo del escritorio, y sentarse ahí. De ese modo ofrece un
buen blanco a B. B. para que se le acerque después de haber estrechado las
manos de Ridgeon y Paddy, y desempeña a la vez una función muy útil al
producir una composición bien balanceada.
FIGURA 9: ESCENA 5
---r-
!V'J'.-'
~1
FIGURA 10: EsCENA 6
Procedimiento.
Primeramente se trazan a lápiz los cuatro practicables, tal como los ha
descrito el dramaturgo:
I
CICLORAMA r-----t---:~-
UPISA ROCOSA
!
I
I
I
I
I
I
I
I
I
ct
FIGURA 12: PLANO DE ANDERSON PARA WINTERSET
1 Las indicaciones «izquierda" y «derecha» el texto han sido invertidas aquí, para poder
emplearlas en términos de izquierda y derecha del escenario, lo cual significa izquierda y dere-
cha del actor que estd en escena,frente alpúblico.
168 ELARTEDE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
tos adicionales en otras zonas, so pena de que los amantes tengan que actuar-
las siempre en el mismo lugar, o de pie, cosa que sería de 10 más desacertado.
Por ahora, aceptemos el hecho de que Miriamne está sentada en el b~rde
rocoso arriba y a la derecha, o sea hacia la izquierda de D. 2E. El Vagabundo
entra «por entre las rocas del otro lado», o sea por la izquierda. Después de
algo de pantomima en la choza de la Mujer de las Manzanas, cuya ubica-
ción no se ha determinado, se arrebuja en su cama improvisada «en el rin-
cón», 10 cual sólo puede significar arriba a la izquierda.
Entran las Dos Muchachas «rodeando la casa de apartamentos» (D. 2E).
Tienen que atravesar el escenario y hacer mutis por la izquierda. Justo antes
de hacerlo ven al «Vagabundo dormido», 10 cual provoca el comentario de
una de ellas. Entonces el Juez llega por «la derecha» y «sube hacia el
Vagabundo» para hablarle.
Si el director intenta seguir estas indicaciones, se encontrará con difi-
cultades. El Vagabundo ve a Miriamne al llegar por la izquierda, y ella lo
ve a él, pero no se sugiere que las Muchachas ni el Juez Gaunt la vean a ella.
En verdad, éste no debe verla. Pero si está sentada arriba a la derecha y llega
Gaunt por la derecha y arriba, habrá de atravesar directamente por debajo
de ella para llegar hasta el Vagabundo que está a la izquierda. La razón
indica que el Juez Gaunt, que se ha extraviado y está preocupado por des-
cubrir dónde se encuentra, hablará con la primera persona que vea, en este
caso el Vagabundo. Pero, por la forma en que se ha explicado su llegada a
escena, tropezará forzosamente con Miriamne, la pasará por alto, y atra-
vesará el escenario para llegar adonde está el Vagabundo. Hace falta dema-
siada credulidad para justificar, por el desconcierto en que él se encuentra,
que no haya divisado a Miriamne. Aquí, el movimiento escénico debe corre-
gir esta falta. Sería mucho mejor que Gaunt entre por la izquierda, ya que
el Vagabundo está de ese lado; así, el Juez lo verá a él antes que a Miríamne.
Si este razonamiento es correcto, ¿qué practicable habrá de utilizar
Gaunt: el del primer término o el del foro? Este, por supuesto. De otro
modo, si entra más abajo que el Vagabundo y del mismo lado, 10 único que
podría vislumbrar de él el público sería su perfil antes de que se volviera
hacia arriba para dirigirse al Vagabundo. Y así no tendrá que atravesar en
medio círculo antes de encontrarse en una posición lo suficientemente
fuerte para representar la escena.
Pero no es tan sencilla la cosa. La geografía del decorado alega en con-
tra de este expediente. Porque, según el libreto, si D. 2E conduce a una
calle y 1. lE a otra calle, 1. 2E tendrá que dar al río. ¿Yqué estaba haciendo
allí el Juez Gaunt?
Si la razón ha de prevalecer, 1. 2E no es el lugar correcto para que entre
Gaunt.
Una solución mejor es obedecer al texto y permitir que Gaunt salga a
escena por la misma entrada común de la calle por donde llegaron las
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EL DESARROLLO DEL PLAN MAESTRO 169
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debe salir a escena con fuerza y de modo que pueda moverse un poco. La
ciudad a la que increpa debe, por lo tanto, hallarse en el lado opuesto de
su entrada. Las piedras y la entrada del río se han situado ya a la izquierda,
por lo tanto Brooklyn, que habrá de señalar Mio más adelante, podrá estar
del otro lado del río, fuera del escenario, arriba, derecha. La lógica impone
que Trock entre por 1. lE, atraviese el escenario y diga el parlamento clave
colocado de tres cuartos derecha, en la zona abajo derecha.
Geográficamente, el plano parece algo así:
D. lE es, pues, el «callejón» y conduce, por la cuesta, al depósito y a
una calle.
D. 3E es un camino ancho en el lado más próximo a la orilla, y con-
duce hacia una calle. Es el punto de salida más importante.
1. lE está considerado ya como parte de la estructura del puente, quizá
una entrada abierta en forma de arco de mampostería. Conduce a una calle
y servirá de entrada general. Puesto que Lucía debe llevar su cilindrera hacia
fuera del escenario y nuevamente hacia dentro, y como el paso rocoso de
los dos practicables del último término y la salida en cuesta de abajo dere-
cha son de difícil acceso, 1. lE deberá ser lo suficientemente amplio para
dejarle ir y venir fácilmente.
1. 2E conduce hacia abajo, a la orilla del río.
Quedan unos cuantos detalles por resolver, antes de que se pueda com-
pletar el primer proyecto.
Son necesarias dos pequeñas estructuras, la choza de Piny y el refugio
de Lucía, donde ésta guarda la cilindrera. Pero por muy chiquitas y poco
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1. 2. E SENDA DEL .10
SENDA DEL uo D-J.f
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l.l.E SAliDA DEL PUENTE
A LA CALU D-l·E
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FIGURA 17: PLANO DEL ESCENÓGRAFO
174 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
CAPíTULO OCTAVO
x avanzar
X3 avanzar tres pasos
178 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
PRINCIPIOS GENERALES
Las escenas clave pueden fijarse las primeras, y seguidamente las secun-
darias o de transición. Pero si el trabajo de selección de las diversas zonas
de actuación ha sido llevado a cabo en forma cabal, el director preferiría
tal vez comenzar por el principio y seguir adelante con el acto, para lograr
continuidad de construcción en la secuencia de las escenas.
La naturaleza de las relaciones entre los personajes al comenzar la escena
debe ser establecida antes que nada. La colocación inicial corre el riesgo de
no tener significado a menos que esté basada en una idea que exprese 10
que son los personajes el uno para el otro. Sus actitudes, disposiciones o
ideas acerca de la vida pueden ser idénticas y armoniosas o totalmente
opuestas. La colocación original y, más adelante, los movimientos, habrán
de reflejar esa identidad o esa oposición.
Las diferencias y semejanzas entre los personajes pueden ser de tipo
social, religioso, filosófico, moral, psicológico, étnico, político o emocio-
nal. Pueden depender de la edad, el sexo, el apetito, los intereses funda-
mentales o, en realidad, de cualquiera de las cosas que unen a la gente o la
separan. Sea cuales fueren las relaciones, deben poder deducirse de la forma
en que el director haya comprendido la tesis de la obra, el tema esencial,
la naturaleza de los personajes y sus objetivos personales específicos.
Lo que sean unos para otros al principio deberá, por tanto, presentar
un contraste con 10 que vayan a ser unos para otros al final. Entonces, cada
paso dentro de la evolución progresiva de ese cambio o desarrollo deberá
observarse y comprenderse, ya sea sutil o evidente, antes de que nada se
asiente en el Libro de dirección.
Sólo entonces estará preparado el director para maniobrar sus figuras
con cierta confianza por la zona del escenario que haya sido escogida, pues
la justificación principal para hacer que se muevan es ilustrar con la acción
cualquier movimiento psicológico u otro que el dramaturgo haya indicado
con palabras. Es el único medio que tiene a su alcance para lograr el único
propósito que no puede rehuir lícitamente ningún director, y que consiste
en lograr que cada movimiento sugiera, señale o aclare todo matiz de las
EL DIRECTOR FIJA LA ESCENIFICACIÓN DE LA OBRA 179
sonaje a la salida por donde deberá hacer mutis tras su línea final, y los
movimientos de ajuste, planteados para abrir un grupo en forma tal que se
pueda ver y oír, sin interferencia, a un actor dado.
Cuanto más ingenioso e inventivo se muestre un director para descu-
brir razones que hagan un movimiento aceptable, mejores serán los resul-
tados. La motivación puede proporcionarse simplemente colocando un
objeto de utilería que puede utilizarse, por ejemplo una cigarrera, un bolso
o un vaso de vino, en un lugar estratégico, y haciendo que el personaje atra-
viese para ir a tomarlo.
Los movimientos para dar énfasis suelen ser útiles y corrientes. Sin
embargo, hay que señalar que aun cuando es generalmente cierto que un
actor llama la atención tan pronto como se pone en movimiento, sólo lo
hace en relación con los que permanecen inmóviles. El que permanece
inmóvil mientras los demás van y vienen también destaca, por contraste.
Un movimiento escogido para atraer las miradas del público puede ser un
gesto, un movimiento de la cabeza, una ceja que se levanta o unos pasos.
Es evidente que la naturaleza y la fuerza del movimiento habrán de tener
el grado exacto para lograr el grado explícito de énfasis deseado.
Una de las principales tareas del director consiste en buscar en el texto
las «líneas de movimiento». Estas son parlamentos, frases y hasta palabras
que le parecen exigir cierto gasto de energía física a medida que se van
diciendo, y que con movimiento parecen más elocuentes, positivas, enfá-
ticas y «conformes al tipo», que sin él.
Un personaje puede moverse por la simple razón de que la emoción lo
impulsa. Si se desea intensificar el énfasis o la emoción, se empleará un
movimiento fuerte, o sea un movimiento hacia el público o desde una zona
débil del escenario a otra más fuerte. Esos movimientos agregan una sacu-
dida adicional, cuya fuerza de efecto está determinada por la cantidad de
energía física que se ha puesto en el movimiento. A la inversa, un movi-
miento débil alejándose del público o hacia los lados pierde atención, reduce
la sacudida y hasta puede sugerir una contradicción irónica entre lo que
dice un personaje y lo que realmente quiere decir.
Cuando son necesarias expresiones físicas de sentimientos -odio, amor,
ira, esperanza, temor y demás-, el director debe decidir si pueden ser pro-
yectadas únicamente por la actitud corporal, reposando el actor pero uti-
lizando cierto tipo de esfuerzo físico que implique movimiento. No debe
pasarse por alto la tercera posibilidad: una combinación de ambos.
Una vez que se ha fijado la intensidad del sentimiento, la respuesta mus-
cular del actor puede ser modificada o aumentada para corresponder a la
situación y la actitud del personaje ante esa situación.
El énfasis vocal, la intensidad con que se dicen los parlamentos durante
un movimiento pueden contribuir aún más que el movimiento mismo a
transmitir el grado deseado de sentimiento. Un movimiento debe consi-
182 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
Sigue la escena:
EMMY: (anuncia) La señora Dubedat, (Ridgeon deja la copa y se acerca al
escritorio).
Entra la señora. Emmy hace mutis y cierra la puerta. Ridgeon, que ha
asumido una actitudprofesional impenetrable y algo distante, se vuelve
hacia la dama y la invita, con un gesto, a sentarse en el sofá.
SRA. DUBEDAT: (En voz baja y apremiante) Doctor...
RrDGEON: (Secamente) Espere. Antes de empezar, permítame decirle que no
puedo hacer nada por usted. Estoy ocupadísimo. Le he enviado un men-
saje con mi vieja sirvienta y usted no ha querido aceptar esa respuesta.
SRA. DUBEDAT: ¿Cómo podría aceptarla?
RrDGEON: Usted la ha sobornado.
SRA. DUBEDAT: Yo...
RrDGEON: Eso no importa. Ella me ha suplicado que la reciba a usted. Pues
bien, ahora me lo oirá decir a mí: con la mejor voluntad del mundo,
no puedo aceptar un nuevo caso.
SRA. DUBEDAT: Doctor, tiene usted que salvar a mi esposo. Debe salvarlo.
Cuando se lo explique ya verá que debe hacerlo. No es un caso ordina-
rio. No es como cualquier otro. ¡Oh! Créame, no lo es. Se lo puedo
demostrar: (Revuelve algo en su cartera) he traído unas cosas para ense-
ñárselas. Y lo puede usted salvar: los periódicos dicen que usted puede.
RrDGEON: ¿Qué padece? ¿Tuberculosis?
SRA. DUBEDAT: Sí. Tiene el pulmón izquierdo ...
RrDGEON: Ya. No tiene usted que hablarme de eso.
SRA. DUBEDAT: Usted puede curarlo si quiere. Es cierto que puede, ¿ver-
dad? (angustiada). Oh, dígamelo, por favor.
RrDGEON: (reconviniéndola) Se va a mostrar tranquila y va a dominarse ¿no
es cierto?
SRA. DUBEDAT: Sí. Le pido perdón. Sé que no debería... (Abandonándose
de nuevo) Oh, por favor, diga que puede, y entonces me portaré bien.
RrDGEON: (Malhumorado) No soy curandero; si quiere curaciones tendrá
que ir con la gente que las vende. (Rehaciéndose, avergonzado por el tono
de su voz). Pero tengo en el hospital diez pacientes tuberculosos cuyas
vidas creo poder salvar.
SRA. DUBEDAT: ¡Gracias a Dios!
186 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
RrDGEON: De nada sirve que mire. (Pero, de todos modos, mira) ¡Hola! (Toma
uno y se acerca a la ventana para estudiarlo.) Sí: esto es bueno de veras.
Sí, sí. (Mira otro y vuelve hacia ella). Estos están muy bien hechos. Sin
terminar, ¿verdad?
SRA. DUBEDAT: Se cansa enseguida. Pero ya ve usted ¿verdad? que es un
genio. Ya ve que merece ser salvado. ¡Oh doctor! Me casé con él sólo
para ayudarle a empezar: yo tenía suficiente dinero para capear el tem-
poral durante los duros años del comienzo ... para permitirle seguir su
inspiración hasta que se reconociera su genio. Y le serví de modelo: los
dibujos que hizo de mí se vendieron enseguida.
RrDGEON: ¿Tiene usted alguno?
SRA. DUBEDAT: (Sacando otro) Sólo éste. Fue el primero.
RrDGEON: (Devorándolo con la mirada) Es un dibujo maravilloso. ¿Por qué
lleva el título de Jennifer?
SRA. DUBEDAT: Me llamo Jennifer.
RrDGEON: Es un nombre extraño.
SRA. DUBEDAT: No en Cornualles. Soy de allí. Ustedes dicen Guinevere.
RrDGEON: (Repite los nombres complacientemente) Guinevere, Jennifer. (Mira
nuevamente el dibujo). Sí: es realmente un dibujo maravilloso. Perdone
usted, pero ¿puedo preguntar si está en venta? Lo compraré.
SRA. DUBEDAT: Oh, quédese con él. Es mío: él me 10 dio. Tórnelo. Tórnelos
todos. Tome todo 10 que haya, pida 10que sea, pero sálvelo. Puede hacerlo,
10 hará, debe hacerlo.
REDPENNY: (Entra dando señales de inquietud) Acaban de llamar del hos-
pital para decir que vaya usted inmediatamente ... está muriéndose un
paciente. El coche espera.
RrDGEON: (Con intolerancia) ¡Qué desatino! Salga de aquí. (Muy fastidiado)
¿Cómo se le ocurre interrumpir de ese modo?
REDPENNY: Es que ...
RrDGEON: Silencio. ¿No se da cuenta de que estoy ocupado? Salga. (Sin
comprender, Redpenny se esfuma.)
SRA. DUBEDAT: (Levantándose) Doctor, una palabra más antes de que se
vaya.
RrDGEON: Siéntese. No es nada.
SRA. DUBEDAT: Pero el paciente... Dijo que estaba muriéndose.
RrDGEON: Oh, para ahora ya estará muerto. No se preocupe, Siéntese.
SRA. DUBEDAT: (Sentándose y derrumbándose) ¡Oh! A ninguno de ustedes
les importa. Ven morir gente a diario.
RrDGEON: (dándole palmaditas) ¡Qué tontería! No es nada. Yo le había dicho
que entrara a decírmelo. Pensaba que iba a querer librarme de usted.
SRA. DUBEDAT: (Escandalizada por su falsedad) ¡Oh!
RrDGEON: No ponga esa cara de susto: nadie se está muriendo.
SRA. DUBEDAT: Mi esposo sí.
188 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
ANÁLISIS DE LA ESCENA
Esos lapsos, que suavizan algo su actitud distante, revelan que Ridgeon es
humano y tiene un sentido algo áspero del humos. Con esto basta para que
su capitulación final resulte aceptable. Y sirven para algo más. El hecho de
que resulte inasequible y terco despierta mucha simpatía en favor de Jennifer.
Ella pide perdón, cuando debería pedirlo él aun cuando sólo fuera por la forma
severa en que la trata; ella admite estar equivocada, cuando él es quien se está
portando brutalmente: todo eso nos convence, y finalmente 10 convence a él
y le hace desear poder darse de patadas por haberse portado tan mal.
Se prepara otro rechazo:
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su silla, la debilidaddelmovimiento
dependerá su resolución. Un paso
Bl puede bastar.
SRA. DUBEDAT: Doctor, tiene
usted que salvar a mi esposo. A
Debe salvarlo.
A Debe aprovecharse cualquier
oportunidadpara expresar la agita-
ción y ansiedadde la Sra. Dubedat
mediante el movimiento. La inmo-
vilidad desmentirla su tensión. El
leve movimiento anterior de Ridgeon
para alejarse es razón suficientepara
que ellaseacerque a él, hastadebajo
de la S. 3. Debido a lo limitado de
la zona de actuación, previamente
fijada alrededor del escritorio, los
movimientos habrán desercortos, un
paso o dos a lo sumo.
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196 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
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RrDGEON: (Malhumorado)
A No hay curandero; si quiere cu- A Da un paso atrás (a 1) que le
raciones debe ir con la gente que permitirá enderezarse cuan alto esy
las vende. (Rehacíéndose, avergon- pasar por detrds de su silla y mds
zado por el tono de su voz). A Pero arriba. A Fortaleciendo el senti-
tengo en el hospital diez pacientes miento de culpabilidad con un movi-
tuberculosos cuyas vidas creo miento, X más arriba D de S. 4.
poder salvar.
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FIGURA 33.
214 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
CARR: Creí que habías dicho que Carrllega a un paso detrás de Mio,
no volverías más al Este. y habla mientrasaparece.
MIO: A Sí, pero ... me he ente- A Se vuelve bruscamente D al
rado de algo que me ha hecho cam- final de la rampay seagarra a la 1
biar de opinión. de la baranda. Carrpermanece en
la rampaa la D de Mio.
FIGURA 34.
216 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
daba encogida contra el muro del edificio y en aquella zona la luz estaba
baja. Mio salía primero, llegaba arriba centro mirando al edificio y como
tratando de reconocerlo. Daba una leve muestra de reconocimiento antes
de volverse a la izquierda, frente a Carr que había permanecido abajo y
a la izquierda. Se volvía después de decir «pesca», en respuesta a un gru-
ñido incrédulo de Carr, que justificaba la repetici6n de la línea: «De
pesca. Es la pura verdad». El primer torpe avance en forma de curva fue
reemplazado por un avance en línea recta de· izquierda a derecha, con
una vuelta hacia Carr al terminar. Este arreglo tenía, además, la ventaja
de dejar libre a Miriamne para hacer mutis por D. lE., sin tener que
pasar al lado de Carro
La lecci6n que debe aprenderse en este caso es que el movimiento escé-
nico previamente fijado no debe considerarse absoluto ni definitivo. Todo
director comete errores y siempre tendrá que estar dispuesto a enmendar-
los. Este surgi6 porque inicialmente se prest6 demasiada atenci6n a lafirma
de la escena, y no a su sustancia.
El segundo encuentro en el Acto 1, escena 3.
(Después de una pausa Mio regresa de la L solo. Se queda parado a corta
distancia de Miriamne.)
MIO: Parece que va a llover.
(Ella permanece callada.)
¿Vives por aquí cerca?
(Ella asiente con la cabeza, gravemente.)
Supongo
que pensaste que te lo dije en serio ... que me esperaras aquí.
(Ella asiente de nuevo.)
Lo había olvidado hasta que recibí ese invierno
en toda la cara. Será mejor que entres.
No soy de tu clase. No soy de la clase de nadie, s6lo la mía.
Estoy esperando que todo esto pase.
(Ella se levanta).
Es mentira. Lo pensaba...
Lo pensaba cuando lo dije ... pero hay tanta negrura
arremolinada dentro de mí... ninguna chica puede saberlo.
Por eso, vete. Eres el angelito de alguien
y te estarán esperando.
MIRIAMNE: Sí, me marcho.
(Se vuelve.)
MIO: Y diles
cuando entres donde hace calor
y se aman los unos a los otros,
y mamá viene a besar a su cariñito, diles
que lo retengan mientras puedan, créeme, mientras puedan:
218 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
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MIO: No soy de tu clase. No soy de la clase de nadie, sólo la mía.
Estoy esperando que todo esto pase.
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f7?\t<:':\
f7?\t<:':\
Una vez que tiene la noci6n bien clara de las fuerzas alternas, atracti-
vas y repelentes, que obran en Mio, el director podrá pasar a traducir estas
fuerzas en una serie progresiva de pasos, avances y vueltas, para ilustrarlas
fuertemente en términos de posiciones escénicas concretas. Esto se debe
lograr sin obligar a los actores a que respeten un patr6n rígido y mecánico
de movimientos, que fácilmente podrían parecer ridículos. Los amantes
no se alejarán uno del otro cierto número de pasos en los parlamentos de
separaci6n, ni avanzarán el mismo número de pasos para aproximarse en
los parlamentos de acercamiento. Bastará, en ocasiones, volver la cabeza,
cruzar o apartar la mirada, retroceder o avanzar ligeramente o cambiar leve-
mente la posici6n del cuerpo, para traducir la actitud general que los per-
sonajes asumen uno frente a otro en un momento dado.
Hay algo evidente: que la escena entera es activa. No es de las que se
pueden representar sentados. Partiendo de una relaci6n mutua incierta y
tentativa, expresada en toda una serie de fintas, los amantes avanzan hacia
una que es bien segura: se aproximan. Pero se separan antes del final. Esto
proporciona al director su primer indicio, y el más importante respecto a
la diferencia entre esta escena de amor y la final del acto IlI. En esta última
han quedado eliminados todos los obstáculos que los separaban; los per-
sonajes tienen la misma actitud y no existe más conflicto entre ellos. Por
consiguiente, y en este contraste con la primera escena amorosa, la última
podrá representarse con menos actividad y agitaci6n. En algunas partes los
personajes podrán permanecer sentados.
En la demostraci6n siguiente de una escenificaci6n detallada, el tema
es el conflicto conocido y clásico entre el amor y el deber. Es fundamen-
talmente un conflicto interno del protagonista, pero antes de terminar,
también Miriamne se encontrará involucrada en él, pues su amor incipiente
hacia Mio entrará en conflicto con su amor hacia su hermano Garth y su
sentido del deber hacia él.
Quizá sea útil que el lector pueda seguir la fijación de la escena emplean-
do hitos de golf en relaci6n con el plano de la figura 32.
Al final de la escena anterior, Miriamne se ha sentado en las sombras
sobre un saliente, «G», izquierda centro.
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FIGURA 36.
la última línea de ella antes de que comience Mio es: «Llévarne contigo,
Mio... », parlamento de súplica activa que no puede ser convincente si 10
dice sentada. Para que haya alguna variación en el cuadro, tendrá que logarla
Mio moviéndose, quizá con ayuda de leves cambios en la postura de
Miriamne.
La zona de actuación para el primer parlamento puede ser más abajo
de la rampa, a la derecha del banco y hasta sobre la rampa, mientras Mio
permanezca alejado de la pared.
En resumen:
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FIGURA 37.
D. Intentemos un X en dirección
opuesta, para invertir lasposiciones
de ambos. EIX deberdser rdpido, lle-
vdndolo a él a la 1 de ella, y termi-
narse en la última palabra «burla».
A Y sin embargo A A El sentimiento contrario sepre-
tengo bastante sangre en las venas senta inmediatamente y exige que se
vuelva hacia ella.
A Corre como la música, can- A X hacia la 1 de ella (unos 2
tando, porque estás aquí. pasos). Ella debe retrocederpara
Mi cuerpo se derrite como si fue- compensar que él se alejó con «amor
ras el sol, y caliente. duradero», lo cual le obliga aX mds
para acercarse.
Une la acción a la palabra y cierra
la brecha entre ellospor un paso D.
MIO: (Prosig.) Esto es lo que los
hombres llamaban amor en tiem-
pos más felices, antes que los freu-
dianas nos enseñaran a achacárselo
a las glándulas. Sigue repitiéndose a ritmo acelerado
la oscilación entre el humor frío y
ardiente de Mio. Pasa de la ternura
al sarcasmo en el espacio de una
frase. El parlamento termina con
una nota urgente, como si Mio tra-
tara de romper la unión.
A Anda, vete adentro antes de A Un movimiento de retroceso
que respires demasiado mi atmós- que no se haya usado aún en la
fera escenadará algo de diversidad. Mio
X 1, retrocediendo 2 pasos con u
gesto hacia D. 2E.
y se te pegue la muerte.
MIRlAMNE: Vaya hacer con mis Miriamne, frente a él, puede X
manos una casa pequeña, y ahí po- durante el parlamento 2 pasos haci
drás·tener un sueño ... él.
MIO: Dios sabe que me vendría
bien un sueño y hasta una casa.
MIRIAMNE: ¡Mio! Te estás bur- Finalmente, una línea que justi-
lando de mí. fica que ella se siente, para mostrar
su tristeza pensativa. Miriamne X
D2Y se sienta e de la banca. Ahora
Mio tiene un blanco fijo al que
dirigirse.
236 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
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FIGURA 38.
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FIGURA 33.
238 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
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FIGURA 40.
FIGURA 41: PLANTA PARA LA ESCENA EXTERIOR DEWmterset; ESCENOGRAFiA DE PHILIP ECK
tarse bajo la luz del farol; y como el cadáver de Shadow es llevado por Al
siguiendo la orilla del río, la interpretación de Mio en la escena 2 debe
decirse AC, con 1. 2E como punto de referencia. También sabe que en la
escena 5 comienza Can señalando la presencia de los pandilleros fuera de
Al, así es que esta escena ha de situarse en algún punto de las plataformas
A. Finalmente, se verá que Esdras entra dos veces por D. lE, de modo que
las escenas en que aparece (3 y 7) pueden representarse más prácticamente
en D. Así, por proceso eliminatorio, las zonas más importantes que no se
han usado y que pueden servir a la escena decisiva están en la plataforma
«E» y el asiento «F».
El momento de la revelación viene como sigue:
que me tenía apresado desde que nací ... y que vislumbro una vida
que se puede vivir con esperanza... mas apenas comienza dentro de mí,
no puedo
librarme ni perdonar. Pero enséfiarne cómo vivir
y olvidarme del odio.
MIRIAMNE: El habría perdonado ya.
MIO: ¿El?
MIRIAMNE: Tu padre.
(Pausa.)
MIO: Sí.
(Nueva pausa.)
Te parecerá extraño, pero nunca
se me había ocurrido.
MIRIAMNE: ¿Cómo puedo ayudarte?
MIO: Ya lo has hecho.
MIRIAMNE: Si fuera yo un poco mayor ... ¡si supiera
lo que hay que decir! Sólo puedo tender las manos
y devolverte la fe que tú me has dado
siendo como eres. Porque para mí
tú eres todo esperanza, belleza y brillantez que cruza
lo negro y lo ruin.
MIO: El habrá perdonado ...
Entonces no hay más que decir. .. he andado a tientas
lo suficiente por esos pantanos de viejas venganzas ... aquí
se acaba el camino ... Miriamne, Miriamne,
el hierro que llevé a cuestas tanto tiempo ... se ha corroído
y se ha desprendido de mí. Dame tus brazos.
La gente dirá que somos chiquillos. Bueno ... el mundo está hecho de niños.
MIRIAMNE: Sí.
MIO: Pero para mí, es demasiado tarde.
MIRIAMNE: No.
(Va a sus brazos y se besan por primera vez.)
jes estén muy juntos, con las cabezas en el mismo nivel. Para lograrlo, y para
subrayar el deseo de Miriamne de ayudar a su amante de cualquier modo,
será oportuno que se arrodille alIado de él, a su derecha, rodeándolo con
sus brazos. Entonces Mio se levanta al decir «SÍ». Pero carece de libertad de
movimiento a la izquierda de ella, y tendrá que asumir una posición más
céntrica y fuerte para resumir. Tiene la oportunidad de hacerlo al decir «esos
pantanos de viejas venganzas», y puede pasar por delante de Miriamne al
subir hacia el centro sobre la línea, mientras señala el edificio con un gesto.
El beso se da en el centro del escenario y de ahí Mio hace mutis por 1. 2E.
Las zonas de estas escenas pueden fijarse como sigue:
1. Al salir por primera vez a escena, Mio debe dirigirse libremente a
r y D, examinando todas las salidas, para ver dónde se encuentran Trock y
sus hombres. Miriamne sigue incitándolo a que regrese a la casa y lo mejor
es que ella permanezca cerca de la puerta en D. 2E. Por lo tanto, la escena
se representa en DC y ADC, donde esperan en las plataformas D que pase
el cortejo fúnebre de D. 2E a 1.2E.
2. La plataforma AC, «C», desde donde puede contemplar Mio ·la
despedida de Shadow.
3. AlC hasta ADC, y pasar después a BDC, porque Esdras tiene que
salir por BD.
4. Tomando la indicación del parlamento de Mio:
¡Supón solamente
que este círculo sea mágico! ¡Estar a salvo mientras él pasa
de ese espacio iluminado a la oscuridad!
los amantes estarán sentados, por lo menos un rato, en el banco bajo la luz
del farol. Así pues, BD y BDC.
5. Como se ha dicho ya, el primer tema en esta escena de Carr es el
regreso de los pandilleros a sus puestos sobre la margen del río. Esto la
coloca en las zonas AC y Al C. Carr saldrá por D. lE. dejando a Mio en
Al C desde donde podrá pasar a «F» para iniciar la escena 6 que pasa de
AlC aAC.
6. Ya ha sido fijada.
7. Esdras vuelve por D. lE. Naturalmente, irán hacia él. Se representa
en BDC.
8. Mio puede pronunciar su oración: «Ahora, todas vosotras, potencias
silenciosas» desde el «círculo de luz» BD. Al preguntar Mio: «¿Cuántos pisos
tiene este edificio?» puede volver aAlC para lograr una mejor perspectiva de
la altura del inmueble. Miriamne entonces puede acercarse a él, y darse la des-
pedida en las plataformas de rocaAC. Mio regresa, herido, y cae sobre el piso
del escenario, AC y ahí se quedan para el cuadro final de la escena 9.
De este modo han «utilizado el escenario» por lo menos en lo que con-
cierne a las zonas grandes de actuación. El paso siguiente consiste en fijar
246 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
Para demostrar uno de los medios que hay para manejar un grave pro-
blema de circulación, volveremos a Winterset, que en el acto II propor-
ciona todos los elementos necesarios: una pequeña habitación de una casa
de vecindad llena de personas en una situación que exige mucho movi-
miento. Esta es la escena:
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FIGURA 43.
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FIGURA 46.
256 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
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TFIGURA 48.
CAPíTULO NOVENO
LOS CORTES
Como se ha manifestado anteriormente, la ley reconoce que el drama-
turgo es dueño de su obra; las palabras son propiedad suya y no se pueden
quitar ni agregar al texto sino mediante autorización expresa. Pero en los
teatros universitarios, de aficionados y de repertorio, puesto que el autor
no suele encontrarse presente para proteger sus derechos, el conocimiento
de la ley sirve más bien para quebrantarla, que para respetarla.
Suele ser asunto del director iniciar los cambios al manuscrito así como
sugerir al dramaturgo los cortes que conviene hacer y dónde hacerlos. Si
insiste demasiado en que se hagan o si no proporciona razones suficiente-
mente convincentes, extiende la zona de conflictos posibles con el drama-
turgo y con los actores. Cada vez que se solicita un corte, entra en juego el
juicio del dramaturgo, y algunos escritores son muy susceptibles al respecto.
Lo que debe estipular el director, desde el principio del juego, es la comu-
nidad de intereses que comparten el autor y él, yel fin a que ambos aspi-
ran: una producción que tenga éxito. Debe también granjearse la confianza
del dramaturgo, dándole pruebas evidentes tanto de la validez como de la
necesidad de los cambios que propone. El peor camino hacia la persuasión
es insistir en que habrá que suprimir mucho texto debido a que resulta con-
fuso, fuera de tema o aburrido. El lenguaje crítico del director debe pre-
260 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
esté equivocado, especialmente con respecto a los cortes que se hagan antes
de iniciar los ensayos.
Un método aceptable para proceder es que el director exprese sus suge-
rencias en forma de preguntas y se las plantee al autor como si le estuviera
pidiendo opiniones, y no haciéndole sugerencias. «¿No sabía ya el público
que el protagonista ha nacido en Pittsburgh?» «¿Es necesario que la hero-
ína explique con tanto detalle la pena que siente? ¿No puede demostrarlo
por la acción?» «¿Diría ese joven que salió summa cum Laude de Harvard:
«No digas» y «me siento como un graduado de Harvard»? Este procedi-
miento tranquiliza al autor, convenciéndolo de que el director comparte
con él la incertidumbre, respecto a la eficacia real de una línea.
El procedimiento más acertado consiste en que el director aplace los
cortes importantes hasta después de que haya oído la lectura completa por
los actores. Esto le proporciona una idea del tiempo que lleva y le sugiere
las dimensiones de los cortes que pueden resultar necesarios. Es fácil cuando
se lee el libreto a solas, en el estudio, equivocar el verdadero alcance de las
líneas, aun de las que, eficientemente, repiten algo que se ha dicho ya. El
director debe recordar que hay cierta verdad en la regla de tres de
Galsworthy: la necesidad de decir al público que algo va a suceder, que está
sucediendo y que ha sucedido. En cualquier obra escrita cuidadosamente
y ya un tanto comprimida, algo importante desaparecerá con cada corte,
aun cuando sólo sea una insistencia; ¿y cómo puede saber el director que
10 que en su estudio le ha parecido redundancia no ha de lograr una res-
puesta acumulativa en el teatro donde las repeticiones, como los temas que
reaparecen en una sinfonía, pueden contribuir ampliamente a la conti-
nuidad, naturalidad y fortalecimiento de la escena, como sucede con tanta
frecuencia en las extensas obras de Eugene ü'Neill?
Pero hay algo que decir respecto a 10 aconsejable que resulta cortar algu-
nas cosas antes de la primera lectura: reduce la impresión de sentimientos
lastimados entre los actores. Los cortes importantes en el papel de un actor,
que se ha tomado ya la molestia de aprendérselo de memoria, constituyen
sin duda una pérdida de tiempo y una causa de desaliento. Es difícil con-
vencer a algunos actores de que los cortes en sus papeles no se deben a que
ellos resultan personalmente inadecuados. Especialmente en el teatro de afi-
cionados, y por consiguiente de tipo moral, se deben hacer todos los cortes
importantes antes de la primera lectura. Ulteriormente, de ser necesario, se
podrían reponer líneas y parlamentos, y todo el mundo quedará contento.
En general, ¿qué debe cortarse?
En general, nada; sólo en particular. Cada obra representa un caso espe-
cial. El problema consiste en hallar lo que puede eliminarse sin perjuicio
de la intriga, la caracterización, el ambiente y la contextura literaria, por
orden de importancia. Lo que se puede omitir sin gran perjuicio son esos
leves matices de sentimiento que, de todos modos, podrían perderse en el
262 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
longada sin variación; otras veces puede ser el director, por haber insis-
tido en que se represente una escena en un nivel de gran emoción sin el
menor alivio para el auditorio. Hay que recordar que los espectadores se
defienden, de ser necesario, contra la posibilidad de verse involucrados
en escenas de angustia u horror, especialmente si la actuación es dema-
siado exagerada en un sentido u otro. En una producción de Homecoming,
de O'Neill, en la Escuela Teatral de Yale, el público de la primera noche,
cuyas emociones habían sido intensamente excitadas durante el Agamenon,
representado anteriormente en el mismo programa, se rió cuando, en el
último acto, Christiane Mannon, enderezando a su esposo en la cama, le
daba la píldora venenosa tal y como lo indicaba el libreto: le puso el vaso
de agua entre los labios y dijo: «Ahora bebe». No hacía falta decir nada;
la pantomima evidenciaba demasiado lo que estaba pasando. Cuando se
eliminó esa línea en las representaciones subsiguientes, desapareció la reac-
ción inconveniente.
Winterset, como hemos podido ver en las demostraciones anteriores,
no es lo que podría llamarse una obra breve. La versión actual lleva tres
horas de representación sin cortes. Se ha escogido un fragmento para ilus-
trar el tipo de elaboración que se puede encontrar y un método válido para
enfocar el problema del corte. Viene a continuación. Puesto que no se puede
estar seguro de que esos cortes sean convenientes antes de que la produc-
ción pase la prueba de fuego, o sea ante el público, el lector deberá juzgar
por sí mismo si esos cortes servirán o perjudicarán a la obra.
El fragmento se encuentra en el acto Il. Mio entra en el alojamiento de
la planta baja y explica quién es a Garth y a su padre, Esdras; después, pre-
gunta a Garth si sabe algo acerca del robo de la paga y del asesinato por el
cual fue ejecutado su padre:
vez no le importe
MIO: ... Tal
Si fue culpable o no. Puede que usted no 10 sepa.
Pero a mí sí me importa... y mucho, y he venido para
preguntárselo a usted directamente.
GARTH: ¿Apreguntarme qué?
MIO: Lo que sabe al respecto.
Esta interjección del viejo, como las demás, carece de importancia; y como
procede de un personaje secundario de la escena, resulta fastidiosa, aun cuando
sirve para dar tiempo a Garth de que se prepare para las respuestas. Mio intenta
volver al punto en que estaba y se vuelve nuevamente hacia Garth:
GARTH:No.
Los periódicos ilustrados se abalanzan
sobre cualquier rumor los estiran si andan escasos
de escándalos de alcoba .
Los CORTES, EL REPARTO Y LA PRIMERA LECTURA 265
Entre todos los dramaturgos cuyas obras representan la veta más rica en
la que pueda cortar, Shakespeare ocupa la cabeza de la lista. Salvo en una o
dos obras más cortas, pocos de los que componen el público contemporá-
neo han tenido la oportunidad de ver alguna de ellas completa. No tenemos
la menor intención de lamentarnos de esa pérdida, sino de dar un ejemplo
o dos de lo que se puede hacer para cortar y remendar las cosas, de modo que
queden al gusto de públicos demasiado impacientes o atareados para escu-
char todo lo que nuestro más grande autor teatral tiene que decir.
La primera escena del acto II de Enrique IV, Primera Parte, se desarrolla
en el patio de una posada en Rochester. Se encuentran presentes dos carga-
dores, Gadshill, que es del partido de Falstaff, y un chambelán, todos ellos
personajes secundarios. Los dos cargadores están cargando sus mercancías a
lomo de caballo. Han pasado muy mala noche en la incómoda posada y refun-
fuñan contra el destino que los ha dejado en el camino a las dos de la madru-
gada. No pudieron despertar al ventero para que les prestara ayuda, yeso
aumenta su cómico despecho. Después de negarse a prestar sus linternas a
Gadshill, hacen mutis. Ahora bien, como no sea para establecer la hora del
día o de la noche, y lo miserable del lugar, la escena no ofrece gran cosa, excepto
la rudeza de los criados y la vulgaridad de su charla. Lo esencial de la escena
se presenta después, cuando el chambelán indica a Gadshill, por segunda vez,
que un hombre cargado de oro está a punto de abandonar la posada y seguir
su camino. Gadshill ve ahí la posibilidad de un golpe. Al decir el chambelán
que el robo provoca al verdugo, Gadshill, en un largo parlamento, insinúa
que su pandilla de bandoleros cuenta con algunos miembros de buena cuna,
que «podrían arreglar las cosas»si se metieran en líos y, después de unas cuan-
tas bromas, se despide. Aparece nuevamente en la escena siguiente, para decirle
a Falstaffy al Príncipe Enrique que se acerca el hombre con sus sirvientes.
La primera escena es una animada preparación para la segunda, pero
en cuanto a su contribución a la intriga, nada ofrece que no resulte evi-
dente en la escena 2, y por eso fue suprimida.
Otro ejemplo: la segunda escena del acto inicial de Macbeth saca la obra
de su camino con dos largos parlamentos narrativos y suele omitirse. La des-
cripción que el soldado ensangrentado hace del valor de Macbeth mientras
descosía a Macdonwald desde «el ombligo hasta las quijadas» ayuda eviden-
temente a representar al héroe, pero la subsiguiente descripción de la bata-
lla, la retirada de los enemigos y la nueva matanza por un enemigo totalmente
distinto -los noruegos al mando de Sweno- añaden una dimensión total-
mente nueva, y muy de repente, a la cantidad de información que hemos de
asimilar en tan corto lapso. Luego, Ross prosigue desde donde el soldado
desmayado se quedó y agrega más pormenores a la historia: la traición de
Cawdor y la victoria final de Macbeth sobre éste y los nórdicos invasores.
Como Ross resume gran parte de esos acontecimientos al propio Macbeth
en la escena :res, y además le informa de que Cawdor ha traicionado al Rey
Los CORTES, EL REPARTO Y LA PRIMERA LECTURA 267
EL REPARTO
Pocas de las fases de una producción teatral están más expuestas al azar
que la reunión de un buen elenco, y ninguna es más decisiva para el éxito de
la empresa. Mortunadamente, cierta cantidad de la ecuación que representa
el reparto no debe permanecer incógnita durante mucho tiempo, y es la natu-
raleza exacta de los personajes a representar. El director puede llegar a cono-
cerlos tan bien como la palma de su mano, y deberá estar armado de esos·
conocimientos antes de comenzar siquiera el proceso de selección. Algunos
directores se empeñan en preparar esbozos pormenorizados de cada perso-
naje, para conservar la imagen que el dramaturgo tenía. Esas notas pueden
incluir indicaciones respecto a la apariencia física, los amaneramientos, las
costumbres mentales, las respuestas características, las motivaciones esen-
ciales, las reacciones ante las situaciones de la obra y las razones de las mis-
mas, o los antecedentes materiales que pueden ayudar a comprender la esencia
de esa personalidad. Sea como fuere, ya esté escrita o no la información, la
percepción del director respecto al personaje debe ser completa.
El paso siguiente, que puede parecer sencillo pero no lo es, consiste en
tratar de encontrar un actor cuyos físicos, personalidad y estilo de actua-
ción respondan a la imagen que del personaje se había hecho el director, y
cuyas edad y apariencia escénica puedan ser ajustadas para responder a ella.
En busca de talento para representar un papel dado, no hay mejor guía
para el director que su propia conciencia respecto a lo que el candidato
haya hecho ya en acción ante el público; pero, por desgracia, ni siquiera
esto es siempre factible. Las circunstancias de cada obra difieren, y se cono-
cen casos en que un actor, que había logrado mucho éxito en un tipo de
268 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
haber sido el tipo exacto. A diferencia del director profesional, no puede tener
el tipo ideal de cada papel, como no sean los de dama joven y galán. Todos
los personajes, de la edad que sean, serán representados por estudiantes de
dieciséisa veinticuatro años. Por lo tanto, debe distribuir los papeles de acuerdo
con el tipo aproximado en cuanto a la estatura y el peso. El reparto de los
papeles de personajes maduros y pesados es su problema más crítico. Para dar
a éstos alguna clase de realidad aceptable, hay que saquear la caja de maqui-
llaje, en busca de cabellos postizos, blanco líquido y lápiz de color carmesí
que puedan representar visiblemente los estragos de la edad. Y con demasiada
frecuencia todo esto se contempla con un estilo de actuación que exagera el
estereotipo: espalda encorvada, andar cansino, manos paralizadas y la voz
alterada que estimula, con mucho optimismo, los graznidos quebrados de la
senilidad. Es afortunado el director que puede encontrar jóvenes de ambos
sexos (y los hay) que tengan facilidad para representar papeles de carácter y
que reproduzcan lo esencial de la madurez sin recaer en la caricatura.
Los procedimientos empleados para las pruebas son más o menos los
mismos en las escuelas y en los teatros de aficionados.
Se puede disponer de ejemplares de la obra en la biblioteca o donde los
interesados puedan consultarlos fácilmente. Se ponen unos carteles que
indiquen el lugar y la hora de las audiciones, con listas separando las horas
de prueba unos diez o quince minutos, para que los candidatos puedan ins-
cribirse en una hora dada.
Se suela pedir a los que se presentan por primera vez que lleguen prepara-
dos para leer dos cortas selecciones (una seria y la otra cómica) de obras que
ellos escojan, para demostrar su tipo de actuación. Como es muy posible que
un actor novel esté nervioso y carezca de seguridad, suele ser mejor concederle
una entrevista privada en la oficina o estudio del director y no una audición
oficial en escena. El objetivo de la reunión debe ser romper el hielo, permitir
que el director conozca al candidato y determine su tipo así como el interés y
la experiencia que posea. Si el estudiante es extrovertido, si está dispuesto a
leer algo y deseoso de hacerlo, deberá permitírsele que lo haga, pero suele ser
mejor aplazar la lectura hasta la segunda entrevista, que podrá ser la verdadera
prueba. Todos los recién llegados deberán ser invitados a presentarse el pri-
mer día, mientras que aquellos cuyo trabajo se conoce podrían llegar el segundo
o tercero. El director deberá ofrecer a todos los candidatos, nuevos y antiguos
por igual, sugerencias acerca de los papeles que quiere que lean.
Es muy sencillo mandar imprimir una serie de tarjetas de 7 x 12 cm.
sobre las cuales se puedan anotar los datos de cada candidato. Se archiva-
rán por orden alfabético, para usarlas en cualquier momento.
En ellas constarán la edad del candidato, su estatura, pelo y color -su
tipo teatral-, la calidad y alcance de su voz, y un apunte respecto a su
coordinación muscular. Suele incluirse una lista de los papeles importan-
tes que haya representado ya, y deberá quedar un espacio en blanco para
270 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
los comentarios que quisiera asentar el director. Este deberá evitar que la
prueba sea de suplicio. La atmósfera será de informalidad amistosa y se
tomará más en serio la tarea que hay por delante que las personas intere-
sadas. Puesto que, en cierto sentido, el candidato es huésped del director,
deberá ser tratado con cortesía y disfrutar de la atención completa de éste.
Susurros o miradas de soslayo dirigidas al director de escena, que pudiera
. estar presente, bostezos mal disimulados o demás señales de aburrimiento,
impaciencia o incredulidad, pueden convertir esa prueba en una experiencia
quebrantadora para el que la sufre. Y el director que sólo escucha a medias
puede dejar pasar por alto algo que pudiera haberle sido Mil oír.
Si se encuentran presentes otras personas, además del director y el direc-
tor de escena, deberán para inadvertidas. En el teatro profesional, el drama-
turgo yel director están directamente interesados y deberán estar cerca, pero
sentados en la sala si se hacen pruebas en el escenario, para que no parezca
que el candidato está enfrentándose a un Consejo de Guerra en campaña.
Es importante para el director hablar primero con el candidato, para des-
cribir brevemente la personalidad del personaje que va a leer, su situación en
la obra y los rasgos físicos u otros que son convenientes. Hay que alentar al
candidato a hacer preguntas respecto al papel, pues sólo escuchando lo que
dice el autor y observando sus reacciones y respuestas podrá tener el director
algunas indicaciones acerca de lo singular de su personalidad que pueda hacerlo
destacarse entre los demás. Una apreciación inteligente de esas expresiones de
individualidad algo intangibles, puede resultar más útil que la audición misma.
Después de la charla, el candidato podrá subir al escenario para que el
director, colocado en el centro del teatro, juzgue su proyección vocal y su
expresión facial, así como su capacidad de movimientos.
Un director experimentado aprende a no esperar demasiado de una pri-
mera prueba. Aprovecha la oportunidad para comparar las ventajas del can-
didato con sus inconvenientes, comenzando por los rasgos físicos: el volumen
de la cabeza en proporción con el cuerpo, la colocación de los ojos, su porte
característico, su presencia o aplomo y la naturaleza de su temperamento.
Hasta podría dar al actor una indicación o dos, para poner a prueba sus
reacciones físicas, su coordinación y gracia.
Ante todo, deberá escuchar la voz: su timbre, alcance y expresión, la
fuerza de ataque de las palabras y el ritmo y tempo de las frases. Tratará de
descubrir el acento regional y observar si el aliento responde al tono.
Escuchará para reconocer si el actor entiende lo que lee y si se las arregla
para transmitir una compatibilidad emocional con las líneas.
El director debe estar en guardia y no exagerar el poder de resistencia
del naturalmente extrovertido, cuya seguridad puede hacerle pasar la orda-
lía de la primera lectura viento en popa. Algunos actores no logran mejo-
rar en los ensayos, y nunca lo harán tan bien en la representación como en
la audición. Es igualmente fácil menospreciar el potencial de uno que sea
Los CORTES, EL REPARTO Y LA PRlMERA LECTURA 271
principales. Pero entre actores como en todo, las ambiciones suelen ser más
grandes que las facultades, y el director acabará por verse obligado a suge-
rir que uno de los de su grupo anterior sería más indicado para un papel
secundario que para un papel principal. Debe subrayarse la importancia
de un papel de estos en la producción, y habrá que recordar al candidato
que no existen los papeles pequeños, sino sólo los actores pequeños. Si el
grupo tiene la moral muy alta, esos candidatos aceptarán leer cualquier
papel que les sugiera el director.
Cuando cada cual ha tenido su oportunidad, el director estudiará su
archivo de tarjetas y descartará antes que nada a los que, evidentemente,
no tienen las cualidades necesarias. Las tarjetas restantes serán escogidas
y todos los candidatos a un solo papel se considerarán en conjunto, comen-
zando por los papeles principales. Después de haber examinado cuida-
dosamente cada uno de ellos, el director hará la lista de candidatos, por
orden de preferencia, para cada papel. Habrá que escoger primeramente
los papeles principales, porque los que estén de segundos y terceros entre
éstos podrían ser buenos para los papeles secundarios. Así pues, el que
seguía al elegido para Tomás Mendip podrá representar a Humphrey
Devize; el segundo]. B. será un consolador; el que fracasó para hacer de
Willy Loman puede ser, lógicamente, el que mejor se ajuste al papel de
Charleyo de Tío Ben.
Antes de llegar a una decisión firme respecto a cualquiera de los papeles,
y separar para ello las tarjetas de un número mínimo de candidatos -tal
vez dos o tres por papel- el director esfuerza su memoria y su imaginación
para representarse a los diferentes contendientes combinados juntos, pen-
sando siempre en términos de las relaciones físicas y estilísticas que los dis-
tintos conjuntos podrían producir considerados de uno en uno. Especulará
en la forma en que se combinan, se mezclan, contrastan o chocan en tér-
minos de estatura, peso, color, voz y personalidad. Esta es, naturalmente,
sólo la ronda de prueba. Sean cuales fueren las corazonadas que tenga enton-
ces, deberán someterse a prueba en el ensayo del último grupo, la «repeti-
ción», cuando los tres o cuatro candidatos elegidos para cada papel proceden
a la lectura, combinados de modos diversos. Hay que esforzarse en reducir
al mínimo las veces que hay que llamar a los que se encuentran ya en pugna.
Si el director está absolutamente seguro de que un candidato es muy supe-
rior a los demás para un papel dado, sólo habrá que llamar a esa persona.
No es justo que los candidatos más débiles tengan que permanecer en sus-
penso y volver a leer en la «repetición», si el director sabe que realmente no
tienen la menor oportunidad. Sin embargo, siempre que abrigue alguna
duda, deberá llamar de nuevo, hasta media docena de veces, si es necesario,
en su busca del actor adecuado.
La lista de candidatos para la audición de conjunto se hace pública
entonces, indicando el personaje que cada uno habrá de leer. De ser posi-
Los CORTES, EL REPARTO Y LA PRlMERA LECTURA 273
ble, hay que señalar cuáles son las escenas que deberán trabajarse, para que
el grupo pueda prepararlas.
Las repeticiones se efectúan en el escenario, y el director permanece
sentado en la sala. El director de escena se ocupa de los detalles, reparte los
papeles y llama a los lectores a su debido tiempo, dejando que el director
pueda concentrarse sobre 10 que se revela en las diversas combinaciones de
lectura, a medida que leen los distintos conjuntos.
Discrepancias de tipo físico, malas parejas, diferencias de vitalidad y
fuerza de personalidad resaltan mucho cuando los grupos se examinan jun-
tos desde el frente. El director deberá proceder mediante eliminación. Tan
pronto como se hace evidente que un candidato es menos adecuado que
otro para el papel, no se le deberá permitir que siga leyendo aun cuando
podrá leer otro papel más adelante.
Hay que indicar a los candidatos que no deben quedarse parados, sino
moverse un poco o sentarse en algunas escenas y levantarse en otras. Hay
directores que intentan poner en escena, aproximadamente, aun cuando
siempre me ha parecido que eso tiene más por objeto impresionar a los que
están mirando que lograr un propósito útil, salvo, tal vez, mostrar cuáles son
los actores que entienden rápidamente indicaciones y directivas y cuáles no.
Si un actor entiende mal su papel o equivoca el sentido de una escena,
el director no debe permitir que se prosiga la lectura equivocada. Debe lla-
mar al actor, explicarle brevemente su error lejos de los demás, y hacerle
una sugerencia positiva respecto al enfoque adecuado.
A menudo hay que escoger entre un candidato que responde muy bien
al tipo físico indicado y otro que no responde tan bien al tipo, pero que,
en general, es mejor actor. Por regla general, considero que es mejor esco-
ger al mejor actor y dejar al maquillador y al sastre de teatro el problema
de aproximar el aspecto del actor a las exigencias físicas del papel.
El director debe esforzarse de tal modo por reunir a sus elegidos defi-
nitivamente que, al terminar la prueba, éstos se encuentren en el escena-
rio. Habrá que hacerlo aun cuando para los demás aspirantes resulte obvio
cuáles serán los elegidos. De nada sirve prolongar el suspenso respecto a la
elección final, a pesar de que hay directores que tienen un sentido equi-
vocado del aplazamiento dramático y posponen hasta última hora el anun-
cio, cuando ya todos tienen los nervios destrozados.
LA PRIMERA LECTURA
tura hecha por el elenco, aun cuando el director quiera explicar que el
reparto ha sido tentativo, fundado en su juicio falible, y que debe reser-
varse el derecho de cambiar de opinión respecto a cualquier papel si la lec-
tura revela pruebas convincentes de que se ha equivocado.
Hay varios medios de manejar la lectura.
Algunos directores prefieren leer ellos toda la obra ante los actores silen-
ciosos. Es una costumbre agradable, pues proporciona al director la opor-
tunidad de mostrar lo bien que sabe leer. Pero, a menos que tenga dotes
especiales para ello y una técnica muy desarrollada de la actuación que le
permita interpretar debidamente cada papel, de hombre o mujer, y siem-
pre que todos comprendan que el propósito verdadero de la oportunidad
consiste en celebrar la habilidad que tiene el director para interpretar y
actuar, el experimento resultará infructuoso para todos los interesados. Si
el propósito del director, al leer él solo la obra, es dar a los actores algo que
imitar, existe el peligro de que todos los papeles resulten iguales. Además,
siempre existe la posibilidad de que sus entonaciones e inflexiones sean
totalmente engañosas y presenten a los actores un obstáculo que sólo podrá
superarse con el tiempo.
A veces se lleva al escritor para que lea su libreto. Esto es loable como
acción de cortesía hacia el autor, pero no presenta utilidad práctica. La
habilidad del dramaturgo suele limitarse a escribir palabras, no a leerlas.
Si se trata de mostrar al elenco la forma en que el dramaturgo considera
que deben decirse los parlamentos, los resultados suelen ser inevitable-
mente embarazosos, a menos que, como sucede en escasas oportunidades,
sea el dramaturgo un artista del discurso teatral. Además, cualquier dra-
maturgo razonable se interesa mucho más por descubrir el modo en que
los actores dirán sus líneas que por revelar lo bien que puede leerlas él
mismo. El director razonable deberá ser de esa misma opinión.
Si el autor puede encontrarse presente durante la primera lectura, será
mucho mejor que no lea nada, sino que hable brevemente del significado
de la obra, de sus ideas respecto a los personajes y de la sustancia yel tono
general del conjunto. Lo que hay que tener presente es que la prueba final
no consiste en lo bien que lea el autor ni lo bien que actúe el director; la
prueba final consiste en la actuación de los actores.
Si el director así lo desea, puede hacer sus propios comentarios cuando
haya terminado el autor, concentrándose en el propósito de la producción.
Puede mostrar diseños, planos o maquetas del decorado, y explicar su natu-
raleza y propósito, con ayuda del escenógrafo. El primer encuentro no es
el momento más propio para explicaciones prolongadas respecto a pro-
blemas de actuación, ni para un estudio extenso de los detalles de la carac-
terización. Las discusiones prolongadas alrededor de la mesa tampoco sirven
de mucho. Invariablemente, algunos actores estarán demasiado crispados
y preocupados de entender todo lo que se diga y se abstendrán de partici-
Los CORTES, EL REPARTO Y LA PRIMERA LEcruRA 275
CAPíTULO DÉCIMO
ALREDEDOR DE LA MESA
deleitan en esas sesiones; lo mismo pasa con los directores que poseen las
mismas facultades. Sin embargo, como se ha manifestado ya en el capítulo
anterior, la elocuencia de un actor para comentar las bellezas filosóficas de
su papel no demuestra positivamente su capacidad para interpretarlo con
acierto. Y un director puede estar lleno hasta los topes de teorías respecto
al significado de una obra, y no disponer del bagaje técnico necesario para
escenificarla como se debe.
En discusiones prolongadas respecto a la interpretación, el significado
profundo y la motivación interior, el director aprenderá muchas cosas acerca
del valor intelectual y la potencia imaginativa de sus actores. Pero seguirá
a ciegas en cuanto al tipo y la calidad de actuación que sean capaces de pro-
porcionar, mientras no dejen de hablar y empiecen a actuar.
Es evidente que las obras literarias complicadas, con temas desconcer-
tantes, necesitan que se pase más tiempo alrededor de la mesa intercam-
biando ideas, que las «funciones» directas. Lo mismo sucede con las obras
simbólicas, con significados ocultos, y con las de época, cuyo lenguaje
arcaico puede exigir prolongadas explicaciones. Pocos podrán rebatir un
sistema que dé al director todo el tiempo que necesite para comprobar que
su elenco tiene ya un conocimiento viable de lo que trata la obra y del sig-
nificado de sus respectivos papeles. Pero extender los seminarios y confe-
rencias de dirección más allá de ese momento representa una pérdida de
tiempo. Dos o tres sesiones de este tipo suelen bastar para el trabajo básico.
Cuando los problemas primordiales de interpretación, enfoque y carac-
terización hayan sido resueltos de forma general, se dedica la atención a la
lectura, la vocalización, el énfasis de las palabras, el tempo, el ritmo, el
matizado del tono y asuntos por el estilo, estudio que será mucho más sig-
nificativo si se enfocan esos temas en relación con el significado, la moti-
vación y el animo. Entonces habrá que considerar, además, los asuntos
estudiados en las sesiones anteriores; actitudes psicológicas, relaciones del
carácter y matices de sentimiento, tal como debe expresarlos la voz. En rea-
lidad, mientras el elenco permanezca sentado, se puede poner en marcha
todo el mecanismo de actuación exceptuando el movimiento y la reacción
física total.
Lo que suelen olvidar aquellos que insisten en prolongadas reuniones de
esta clase es que el lugar adecuado para el actor es el escenario. Es su habita-
ción predilecta y sospecho que, en general, se siente más en su casa cuando
está allí que en la atmósfera de aula que sugieren los ensayos preliminares alre-
dedor de la mesa. Cuando se prolonga indebidamente el procedimiento de
seminario, cuyo caso sería, digamos, si ocupara la cuarta parte o la mitad del
plazo otorgado a los ensayos -como ha sucedido en algunas producciones-
resulta exagerado e insiste demasiado en los aspectos verbales e intelectuales
de la representación. Esto, a su vez, puede ser causa fundamental de cierto
retraimiento, forzado e inconveniente, en la actuación.
DE LOS ENSAYOS A LA REPRESENTACIÓN 279
DE PIE
EN BUSCA DE LA REACCIÓN
o bien:
HANDY, ]R.: (Comienza horrorizado, luego se repone.) ¿Qué pasó des-
pués? 1.
necesario decírselo a sus padres. Esto no quiere sugerir que debe ponerse
a trabajar la imaginación en el caso de Hamlet y no en el de J. B. Nimucho
menos. Pero aun cuando nadie entre el público podrá criticar la reacción
de Hamlet basándose en recuerdos de la propia experiencia, no puede decirse
lo mismo de]. B. A pesar de ello, el tipo de testimonio, que se basa en argu-
mentos ad hominem o en la evidencia presentada por alguien que pudo
hallarse presente en alguna parte cuando se produjo una situación seme-
jante, poca ayuda prestará al director o al actor, por la sencilla razón de que
ese testimonio no es el de J. B. Lo que debe descubrirse es la forma en que
]. B. reacciona al oír las noticias, y esa reacción no sólo se le debe ajustar
sino que debe ser lo suficientemente convencional como para participar
sus emociones al público.
Examinemos la escena:
(j. B. Y su esposa Sarab, del brazo, entran lentamente en el primer círculo
de luz...).
MUCHACHA: (Cruzando, para reunirse con ellos, con andar afectado, elprimer
mensajero ocultándose tras ella, el segundo detrds.)
Buenas
noches. ¡Qué noche tan agradable!
¿Regresan tan temprano del teatro?
Somos vecinos, ¿no lo saben? Han visto a mi
Miffkín caminado conmigo todas las mañanas:
ya conoce a Miff, mi perro de aguas púrpura...
¡Es una noche muy agradable!
SEGUNDO M.: Soy de la prensa. Ha ocurrido un accidente...
(Vacila.)
PRIMER M.: Cuatro chicos en un coche. Están muertos.
Dos eran los suyos. Su hijo. Su hija.
Los policías los traen en un taxi.
No tardarán en llegar.
(Levanta la cámara por encima del hombro de la joven.)
MUCHACHA: (Gritando con su voz naiural.)
¡No miren! ¡Tápense la cara!
SARAH: (Apenas le alcanza el aliento para decirlo.)
Mary... Jonathan...
(El fogonazo.]. B. levanta el brazo, doblado como para evitar un golpe.
Sarah no se mueue.)
]. B.: ¡Condenados!
Les vaya partir la maldita sesera...
(Se abalanza tras ellos, cegadopor elfogonazo: ellos se apartan.)
¿A dónde han ido?
(Sarah camina como una sonámbula a través de los círculos de luz, uno
después de otro, toca una silla, cae de rodillas aliado, aferrdndose a ella.)
290 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
J. B.: ¡Contéstenme!
(Silencio.)
¡Contéstenme!
(Silencio.)
SARAH: (Con voz muerta.)
No fueron
ellos los que lo hicieron...
o. B. vuelve lentamente, saliendo de la oscuridad, la ve y va hacia ella...)
EN BUSCA DE LA INFLEXIÓN
BUSCANDO EL GESTO
Una confusión del mismo tipo se producirá sin duda cuando un direc-
tor quiera que cierto actor haga un gesto particular, pero no desee mos-
trarle exactamente como lo quiere. Un período de prueba y error, a tientas,
transcurrirá durante el cual el resto del elenco permanece sentado, ocioso,
esperando que el actor acosado se abra paso entre los consejos antes de tro-
pezar, casi siempre por casualidad, con lo que le pide el director.
Estos ensayos parecen sesiones de charadas, y no creatividad mutua, y sin
embargo, pueden resultar en menos pérdida de tiempo y esfuerzo que algu-
nos que he presenciado. En uno, hace algún tiempo, oí al director explicando
a un joven actor, que tenía un papel secundario, el tipo de gesto que desea-
ba para expresar un sentimiento de resignación próximo a la desesperación.
Llegó hasta mostrar al actor cómo debía hacerlo. Los dos brazos debían levan-
tarse hacia arriba, a los lados, con los dedos encogidos de cierto modo, y
luego bajar bruscamente contra los costados. Después de unos cuantos inten-
tos, el actor lo hizo a satisfacción propia y del director. Entonces, éste indicó
al desconcertado actor que el gesto debería ser invisible. No debería mover
un solo músculo, sino únicamente imaginar que estaba haciendo el gesto y,
al mismo tiempo, concentrarse en lo que estaría sintiendo si lo hiciera.
Por no decir más, ese director no sabía reconocer lo que es importante
en un ensayo y lo que no lo es, pues había cosas muchísimo más apremiantes
para la producción que pasarse tanto tiempo con un método indirecto para
provocar en un actor cierto tipo de reacción emocional subjetiva, espe-
cialmente cuando en ese momento la atención del público debía estar fija
en otro personaje. Además, también el actor, en ese momento, debía tener
la atención concentrada en la escena que se verificaba a su alrededor, y no
en su estado de ánimo personal. Absorto en la fascinación de sus propios
sentimientos, no pudo reaccionar ante el acontecimiento exterior como
debería haberlo hecho. Si el director le hubiera dicho, simplemente, que
mostrara un sentimiento de resignación limitada en ese momento en par-
ticular, lo más probable es que el actor hubiera logrado el mismo resultado
visible en treinta segundos. En cambio perdió veinte minutos buscando
un callejón sin salida, sicolágicamente hablando.
BUSCANDO EL RITMO
Las estaciones del año, las mareas, el batir del pulso, el acto reflexivo
de respirar, todo esto recuerda al hombre que no sólo vive en un mundo
rítmico sino que él mismo es criatura de ritmo. Casi cualquier acción física,
si se repite el movimiento más de una vez, ya sea correr, caminar, escribir
a máquina, recoger heno, derribar un árbol o usar una mecedora, es más
DE LOS ENSAYOS A LA REPRESENTACIÓN 295
fácil de lograr y parece más natural cuando se hace siguiendo una caden-
cia regular.
Los ritmos corporales del hombre reflejan una selección intuitiva de los
músculos debidos para la tarea, además de un sentido de la coordinación
basado en el tiempo calculado que durará la tarea y el tiempo de que dispone
el trabajador para realizarla. Hacer una cosa rítmicamente significa lograr
una buena economía en la cantidad de energía física consumida. Lo que se
revela es armonía física y sincronización de los músculos, más un equilibrio
cómodo del peso, en lo cual el organismo entero se utiliza como unidad. No
cabe duda de que parte de la admiración que en nosotros despierta la her-
mosa demostración hecha por un atleta bien adiestrado se basa en cómo apre-
ciamos el ritmo con que lanza una pelota de tenis, impulsa un palo de beísbol
o pega un derechazo y un izquierdazo en sucesión inmediata.
Una norma de ritmo en el movimiento o la acción complace, porque
sugiere implícitamente que se han eliminado los esfuerzos y movimientos
inútiles. Pero hay algo más importante aún: es que cualquier acción que se
lleve a cabo con ritmo perceptible, y pues que el ritmo está tan estrechamente
asociado al equilibrio, nos resulta fácil de sentir y de imitar inconsciente-
mente. Una acción realizada sin ritmo provoca una reacción muy pequeña.
Del mismo modo, la carencia de ritmo o las incongruencias del mismo
contribuyen a desordenar el estilo de una producción.
El ritmo de una representación se puede reconocer de varias formas:
por cualquier regularidad del compás en los parlamentos hablados (ritmo
auditivo); por cualquier regularidad en los movimientos de los actores y su
secuencia, o por una línea rítmica en una composición escénica estática
(ritmo visual). Se pueden concertar los pasos con un compás dado, y tam-
bién los gestos y las vueltas. El número mismo de movimientos ejecutados
por un personaje puede ser incluido en un patrón rítmico, como se hace
con muchas formas de mímica, como barrer, contar, abanicarse, etc.
El principio de la producción que de Porgy and Bess hizo Rouben
Mamoulian mostró un hermoso ejemplo de uso eficaz del ritmo. Una mujer
barría el umbral de su puerta, y el movimiento de la escoba iba acordando
con las líneas y el ritmo de otra pantomima. Sus movimientos, ejecutados
con facilidad y controlados con seguridad, revelaban el principio lento,
pero en cierto modo inexorable, de otro día en Catfish Row. Esto, por lo
menos, daba al espectador el cómodo sentido de seguridad que se presenta
cuando aparece en el escenario una evidencia confirmada, como era el caso,
de que la producción se encuentre sana y salva en manos de alguien que
tiene autoridad e imaginación y, además, que está haciendo uso a la vez de
delicadeza y discreción. Este procedimiento, tal como era, no se volvió a
emplear, pero estableció toda la clave rítmica de la producción.
y sin embargo, existe cierto peligro de acentuar indebidamente el ritmo,
pues a menos que se trate de un ballet, una obra musical, una pantomima
296 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
LA ACCIÓN ANTERIOR
Shaw no andaba muy errado cuando observó que todas las profesiones son
conspiraciones contra los profanos. La profesión teatral y la de la enseñanza
teatral no constituyen excepciones a la teoría de Shaw. Porque, comenzando
con Stanislavsky, el enfoque moderno de la actuación ha insistido en sus mis-
terios y dificultades, exigiendo que el actor no sea solamente mimo sino tam-
bién poeta y filósofo. La superintelectualización de lo que, esencialmente, es
un arte relativamente sencillo, se centra en los sentimientos del actor, y gran
parte de la enseñanza moderna parece preocuparse más porque el actor mismo
sea dichoso que por el placer del público. La teoría parece ser que si el actor
siente veraz y honradamente la emoción, su interpretación será acertada.
La actuación acertada depende de la habilidad y potencia con que un ser
humano sensible, yen cierto sentido, notable, puede transmitir ideas y emo-
ciones a otros seres humanos que lo observan. Haga lo que fuere el actor, los
espectadores habrán de sentir esas emociones y comprender esas ideas honda
y profundamente en sí mismos, si la actuación es buena. Mientras esas emo-
ciones y pensamientos sean transmitidos, no importará en lo más mínimo
que las sienta el actor en ese momento, o que simplemente exteriorice una
emoción que está fingiendo. La habilidad del actor se mide precisamente por
lo convincente de su artificio, no por la veracidad de sus sentimientos. No
se conoce ningún medio para recibir, desde el asiento que se ocupa en el tea-
tro, mediante observación óptica o auditiva, el estado de ánimo del actor.
Sólo se puede juzgar al personaje y las emociones del mismo por medio de
las manifestaciones exteriores expresadas técnicamente.
Un estudiante impaciente preguntó un día a Robert Morley lo que pen-
saba mientras representaba una escena emotiva en una de sus propias obras,
y la respuesta fue: «En el volumen del auditorio». Nuestra reacción ante
un actor que está calculando el número de localidades vendidas puede ser
tan cálida y placentera como lo era la del estudiante que contemplaba al
Sr. Morley, o como pudiera serlo ante quien esté haciendo gestos invisibles
o recordando interiormente el funeral de su madre.
Es obligación y privilegio del actor aprovechar los medios que pueda
encontrar para identificarse con su papel, a fin de interpretarlo veraz y hon-
radamente. Si es el tipo que emplea la «asociación de ideas» para agudizar
y definir la emoción que está tratando de expresar, como cuando intenta
revivir un impulso de ira asesina que sintió de niño al aplastar una avispa
que estaba picándolo, entonces el director no deberá interferir con el pro-
ceso sino alentarlo y, objetivamente, estudiar los resultados. Si se trata de
un actor que cree poder vivificar el sentimiento y la acción trayendo a su
mente una imagen dominante o una metáfora que conduzca a una inten-
sificación de la expresión; si, por ejemplo, está convencido de que puede
revelar, digamos, un asombro desagradable de forma convincente, imagi-
nando que tiene que abrirse paso entre una selva de tallarines mojados,
entonces el director habrá de aceptar ese tipo de lenguaje metafórico yapro-
300 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
vecharlo para estimular la imaginación del actor. Porque una buena metá-
fora, 10 mismo que un zumbido, se pega a la memoria.
A pesar de todo, lo que el director no debe perder de vista es que él está
allí para juzgar los resultados, ya se hayan logrado por el método de Stanislavsky
o por cualquier otro. Debe juzgar, por lo que ve hacer al actor en el escena-
rio, no sólo en términos de su interpretación personal sino también en rela-
ción con las demás interpretaciones de la obra. Está allí para dar al conjunto
forma y consistencia, para enmendar todo 10 que viole o perturbe el desig-
nio principal, para eliminar inspiraciones casuales o carentes de significado,
procedan de donde procedan. Debe también reemplazar la improvisación
por el cálculo, para que haya orden y disciplina en el resultado final y una
norma elevada de ejecución durante la temporada de representaciones.
FI]ARLAATENCrÓN
que se puede hacer a su director, John Gielgud, cuando escribió: «Bajosu direc-
ción, siempre he descubierto, tal vez al cabo de poco tiempo, que he termi-
nado en buena postura para mi mejor parlamento y que me he borrado
misteriosamente del foco de atención cuando no era deseado; no pido más.»>.
CONSISTENCIA ESTILÍSTICA
EL MANEJO DE MULTITUDES
cia un fragmento coral puede resultar disparejo. Para evitarlo, hay que dar
la entrada siguiendo otro método. El gesto de la cabeza de uno de los miem-
bros del coro que está a la vista será suficiente, o se puede adiestrar al coro
para que inicie su intervención a partir de cierta línea hablada. Si la línea
en cuestión se expresa en ritmo claro y evidente, el coro podrá partir de
ahí con el mismo ritmo después de sólo un compás. Si este sistema no
resulta, las palabras o la primera frase de todo un parlamento del coro las
puede decir una voz sola, y tomarse la entrada coral partiendo de ahí.
Otro sistema de entrada más complicado puede establecerse por medio
del movimiento. El coro puede empezar a hablar después de haber dado al
unísono cierto número de pasos, o en el momento en que uno de los per-
sonajes o el jefe del coro llega a cierta posición prefijada o hace un gesto
en especial, y entonces el movimiento o el final de éste constituirá la entrada.
Aquí presentamos una demostración de un modo de orquestar un frag-
mento coral. Es la obertura de Crimen en la Catedral, de Eliot.
CORO: Quedémonos aquí (compás) cerca de la catedral (compás),
Aquí esperaremos (Dos compases).
CONTRATO SOLO: ¿nos impulsa el peligro?
TIPLESOLA: ¿Es la certeza de la seguridad lo que impulsa nuestros pies hacia
la catedral?
CORO: ¿Qué peligro puede haber / para nosotras.
CONTRALTOS SOLOS: las pobres,
CORO: las pobres mujeres de Canterbury?
TIPLE SOLA: ¿Qué tribulación hay que ignoremos aún?
CORO: No existe peligro. Para nosotras (compás, y lentamente, prosiguiendo
sobre una nota) y no hay seguridad en la catedral.
CONTRALTO SOLA: (Tono fuerte, más alto, firme. Ominosamente.) Algún pre-
sagio de un acto.
MEDIOCORO, CONTRALTOS: Que nuestros ojos habrán forzosamente de con-
templar. .
CORO: ha impulsado nuestros pies / Hacia la catedral.
MEDIO CORO, CONTRALTOS: (Profundamente, entonado.) Tenemos que pre-
senciarlo.
TIPLE SOLA: Desde que el dorado octubre.
4 CONTRALTOS CON LA ANTERIOR: cambió a sombrío noviembre
CORO: Y las manzanas fueron recogidas y guardadas, (crescendo progresivo.)
y la tierra se tornó morena y agudas puntas mortales.
(decrescendo) en un desierto de agua y lodo (Compás)
Espera el Año Nuevo (Pausa)
VOZ SOLA: respira,
MEDIO CORO, CONTRALTOS: espera,
MEDIO CORO, TIPLES: (Susurrando) susurra en la oscuridad.
CORO: (Reanudando el tempo, forte)
DE LOS ENSAYOS A LA REPRESENTACIÓN 305
CORO: Y los santos y mártires esperan, a los que habrán de ser santos y már-
tires. El destino espera en la mano de Dios, dando forma a 10 que no la
tiene aún.
CONTRALTO: He visto esas cosas en un rayo de sol.
CORO: El destino espera en la mano de Dios, no en las manos de los gober-
nantes. Quienes obran, unos bien (pausa), otros mal, fraguando y cal-
culando (con lirismo) teniendo sus propósitos que giran en sus manos
con el rodar del tiempo.
MEDIO CORO, TIPLES: Ven, venturoso diciembre,
CORO: ¿Quién os observará, quién os protegerá? ¿Habrá de renacer el Hijo
del Hombre (pausa)
CONTRALTO: en el pesebre del escarnio?
CORO: A nosotros
MEDIO CORO, CONTRALTOS: los pobres
CORO: sólo nos corresponde (Lentamente) Esperar (pausa), y presenciar.
Cuatro o cinco días antes del primer ensayo con trajes, se debe convo-
car una prueba, de preferencia antes de un recorrido total. Los actores, ves-
tidos pero sin maquillar, entran de uno en uno, para que se pueda examinar
un traje cada vez, con el actor evolucionando como personaje, tal y como
10 exige la acción. El objeto de esta revisión, evidentemente, es dar al dise-
ñador ya las costureras la oportunidad de ver qué ajustes y arreglos serán
escenarios antes del ensayo con trajes, y enseñar a los actores el modo de
llevar esa ropa, así como informarles de cualquier problema relacionado
con el vuelo de las faldas o de las capas. Si el director tiene que hacer alguna
crítica o presentar sugerencias, habrá de presentárselas al diseñador des-
pués de la revista. Deberán ser de carácter secundario, pues se supone que
ya el director había aprobado los diseños y visto los trajes mientras esta-
ban confeccionándolos en el taller, o durante la prueba.
Habrá que dedicar dos sesiones a los aspectos técnicos de la produc-
ción, los cuales irán seguidos por un mínimo de tres ensayos con trajes.
El primero de los ensayos con decorados se lleva a cabo en ausencia de
los actores. Su propósito es dar a los técnicos y tramoyistas la oportunidad
de familiarizarse con su cometido, practicar los movimientos, enfocar debi-
damente los elementos luminosos y reconocer los apuntes de la lumino-
tecnia. En una operación bien organizada, el director habrá revisado las
exigencias de la iluminación con el diseñador y el director técnico, y habrá
aprobado todo el esquema por adelantado, en espera del primer ensayo téc-
nico. Se puede aconsejar al diseñador, al director técnico ya los operado-
res del tablero de luces, que se encuentren presentes durante varios ensayos
DE LOS ENSAYOS A LA REPRESENTACIÓN 307
ENSAYO GENERAL
4 Theatre Arts, Tomo XXXJIL agosto de 1949. Como secitaen el libro de Marmet, Merman
y Burto, Aspect of the Drama. Bastan: Little, Brawn and Company; 1962.
APÉNDICE 311
APÉNDICE
El teatro universitario
SUS OBJETIVOS
lidad elevar, más que divertir, a quienes lo practiquen. Aun cuando es cierto
que el fundamento del teatro es la comunicación, parece más un foro en
que todos tienen la palabra que un aula. No hay continuidad en los temas
que ventila. Tampoco están abiertas sus puertas exclusivamente a los estu-
diantes. Lo están a toda la comunidad escolar y, a veces, al público en gene-
ral, ajeno a esa comunidad. Ningún teatro, fuera ni dentro de la universidad,
puede existir como medio efectivo de comunicación a menos que tenga
con quien entrar en comunicación. Su público es parte indispensable de
él, y cuanto más numeroso sea éste, tanto mejor, aunque se trate de una
universidad o de una institución escolar.
La presencia del auditorio, condición necesaria de todo el teatro sea
cual fuere su forma, impone otra situación al director, situación que pocos
colegas suyos del cuerpo docente habrán de confrontar. Debe ofrecer a los
estudiantes mejor dotados, como finalidad primera, la oportunidad de
aprender a actuar y escenificar. Y sin embargo, tiene que enfrentarse al
hecho de que, no importa lo que les tenga que enseñar, resultará incom-
pleto y poco realista a menos que el producto final, lo que han aprendido,
se vea sometido al juicio del público, para ser aprobado o condenado.
No hace falta decir que pocos profesores, si es que alguno, de materias
convencionales, se encuentran en la obligación de presentar a sus alumnos
ante la mirada aguda de un examen público de este tipo. Y tampoco se ven
obligados, como él, a exhibir una evidencia pública de su capacidad o inca-
pacidad de enseñar. Tal vez fuera mejor para la educación norteamericana
que éste fuera requisito universal en todos los departamentos escolares. Pero
como no lo es, el director de la entidad educativa deberá aceptarlo y hacer
frente al resto que representa como parte del juego en cualquier teatro.
En un reto formidable. Exige de él un nivel de perfección en la ense-
ñanza que pocas veces se exige de sus colegas.
Consideremos la diferencia entre él y el maestro cuyos estudiantes pasan
el examen final con una calificación de 70 y hasta 60. Si esa calificación
significa algo, será que el estudiante que la ha obtenido comprendió poco
más de la mitad de lo que se le enseñó. En cambio, el estudiante actor que
haya aprendido de memoria sólo el 60 o el 70 % de su papel no «pasará»
ante la gente que ha acudido a presenciar su representación. A diferencia
del juicio académico, que proporciona títulos por mucho menos que un
trabajo perfecto, el público crítico, que ha comprado el derecho de apre-
ciar los logros de los estudiantes que actúan en la función, no pide menos
del 100% de cada uno de ellos. Por eso, el director de quien tanto se exige,
debe ser un perfeccionista. Está acicateado constantemente. Un fracaso en
un examen es cuestión privada entre el estudiante, el maestro yel decano,
y se corregirá más adelante mediante otro examen o gracias a la obtención
de promedios más elevados en exámenes subsiguientes. Un fracaso en el
escenario es una vergüenza pública y no se puede rectificar. Sólo en el atle-
APÉNDICE 313
cio por el medio, si se les ofrece una dieta invariable de obras mal actuadas,
aun cuando representen lo mejor de la literatura teatral. Es un error creer
que se puede lograr una satisfacción duradera simplemente oyendo decir las
palabras de un texto. A menos que éstas estén bien dichas y en un ambiente
teatral que sea a la vez imaginativo y estimulante, ya menos que los papeles
estén interpretados con fuerza y habilidad, los estudiantes espectadores saca-
rían mayor provecho quedándose en casa para leer la obra.
Los que abogan por este tipo de teatro de aficionado «a puerta cerrada»
se preocupan cuando el teatro logra demasiado éxito, es decir, demasiado
éxito de taquilla. Al parecer, prefieren que las funciones resulten poco popu-
lares y que no asista público, como si el fracaso fuera una prueba de integri-
dad artística. Podemos reconocer que la experiencia del fracaso puede ser
una disciplina espiritual; y, a la larga, una experiencia exaltante, si el que la
supere posee un carácter moralmente elevado. Pero es presuntuoso adoptar
una política teatral que busque el fracaso público, bajo el pretexto de que, a
la larga, puede resultar más educativo y remunerador que el éxito. El fracaso
sólo es edificante cuando se ha superado. Considerar el fracaso como prueba
de que la empresa no está mancillada por huellas de lo comercial es un desa-
tino. Una sala medio vacía no suele ser indicación de gran valor artístico.
Sornerset Maugham señaló hace mucho tiempo el error de confundir el fra-
caso comercial con la probidad artística, y no halaga el gusto cultivado y
generalmente sofisticado del público de una comunidad universitaria equi-
parar el éxito artístico con la incapacidad de agradar a ese público.
Las producciones universitarias no tienen por qué representarse durante
un año seguido ante salas llenas. Pero a menos que mantengan el interés
de buena parte de su público, incluyendo una representación conveniente
del cuerpo estudiantil, el teatro logrará una impresión tan insignificante
sobre la comunidad que acabará resultando inútil como fuerza cultural o
como cualquier otra cosa.
les dictará la expresión vocal, los gestos, la expresión facial, todo. Porque éste
es el método más rápido y, en muchos aspectos, el más eficaz que puede apli-
car para hacerles comprender exactamente 10 que exige de ellos.
En ese caso, el actor aprende a representar un papel en particular, y en
ocasiones a interpretarlo bien. Pero no por eso aprende forzosamente algo
del arte de actuar, ni se está adiestrando para pensar como actor. Y esto es
algo que debe aprender si espera tener algún día cierto dominio del oficio.
Existe poca diferencia entre las finalidades de un director de este tipo
y las de su colega del teatro profesional.
En algún lugar entre esos dos extremos hipotéticos se encuentra el indi-
viduo bien equilibrado que se preocupa muchísimo por el desarrollo de cada
uno de los estudiantes en particular, y que hace algo al respecto sin ignorar
por completo al público ni abandonar su obligación de cultivar ese interés
por un buen teatro y una buena actuación. Sabe que no se puede proporcio-
nar placer a un público cultivado ni lograr que su teatro cuente en la comu-
nidad, a menos que la actuación sea de suficiente calidad para resultar deleitable,
porque no se puede esperar en un ambiente que normalmente muestra un
entusiasmo considerable por las actividades estudiantiles, que aun el público
más indulgente reaccione favorablemente durante un largo período de tiempo
a una actuación inepta o a una escenificación carente de imaginación.
Esa persona camina por la cuerda floja: debe ser a la vez instructor y direc-
tor. Realiza un esfuerzo para suprimir en sí mismo cualquier síntoma de ese sín-
drome fatal de Broadway que incita a sus víctimas a renunciar brevemente a
todo 10 que no contribuya al brillo superficial y a la representación relumbrante.
Dominar esta tentación puede tener por efecto dejar que los actores hagan uso
de sus facultades creativas, por 10 menos hasta cierto punto. Los resultados pue-
den ser menos espectaculares y sus producciones tal vez carezcan del alto puli-
mento y precisión que aparecen en el mejor trabajo profesional. Sin embargo,
tal vez sea una verdadera empresa colectiva de considerable valor.
LA ELECC16N DE OBRAS
El director artístico del teatro universitario trabaja, ante todo, con libre-
tos establecidos que se han presentado ya en Broadway o en el West End. Así
evita la angustia y se priva del gozo que son la suerte corriente del profesio-
nal cuya tarea, en la mayoría de los casos, es dar forma a obras que jamás
habían sido estrenadas. El cortar, escribir de nuevo, cambiar el reparto y hasta
volver a diseñar, que se ha convertido actualmente en parte aceptada del pro-
ceso previo al estreno fuera de Broadway, 10 ha hecho ya de antemano el
director y productor original. Por eso, trabajando con material que ya ha
sido puesto a prueba, el director artístico de la Universidad puede, más o
menos, considerar que el texto es seguro, y dedicarse inmediatamente a la
APÉNDICE 317
dentro del alcance de las aptitudes técnicas de los actores y, por lo tanto,
podrá presentarse bien. Hay que mantener un nivel de presentación. Es
obligación del director, en cuanto a la obra misma, asegurarse de que se
presenta todo lo bien que se pueda. Nada se ganaría destruyendo el efecto
de una obra maestra, por mala actuación.
Me apresuro a decir que no quiero dar a entender con eso que el público
deberá esta supeditado a una exposición constante e invariable a la tra-
gedia, excluyendo todos los demás géneros teatrales. La farsa también
puede ser una forma de arte con su excelencia de arreglo y construcción
propia, aunque no siempre de idea. El ardor de un director excesivamente
apasionado que quiere representar Hamlet, Fausto, j. B. Y Brand, en la
misma temporada, deberá ser apaciguado por la mano firme del sentido
común. El teatro, igual que la política, es el arte de lo posible; y el viejo
axioma de «todos los excesos son malos» se aplica igualmente al teatro
cultural en su más alto nivel, ya las comedias de porrazos y pasteladas.
Una exageración cualquier priva al teatro de uno de sus atractivos prin-
cipales: la diversidad.
Todos los tipos deben recibir atención, desde la tragedia hasta el melo-
drama y desde la comedia hasta la farsa. Debe haber espacio, en el pro-
grama anual, para obras que, si no edifican, divierten. La condición
importante es que cada obra escogida cuente entre las mejores represen-
tantes de su tipo particular.
Cuando Herman Hickman era instructor de fútbol en Yale, dijo que
una de sus finalidades era mantener a los alumnos «hoscos, pero no amo-
tinados». El director no necesita llegar hasta ese punto para que el público
lo aborrezca, pero hay grandes posibilidades de que si escoge una obra para
complacer a los estudiantes de primer año y otra a gusto del rector, podrá
contar con ambos en su lista de espectadores.
En cualquiera de los casos, debe evitar que lo clasifiquen como un abas-
tecedor de diversiones que compite con el cine local para lograr clientela,
como también debe rechazar el otro extremo: ser tan terriblemente cultu-
ral que el público considere que hay que llevar la insignia de Pi Beta Kappa
para poder entrar. Si se extravía en una de esas dos direcciones, será mejor
que lo haga hacia la del significado, y que se vaya a pique con la bandera
enarbolada.
Si calculamos un promedio de tres obras al año, el director de teatro
universitario podrá lograr escenificar a lo sumo unas 120 producciones.
Por eso mismo, le conviene mantenerse en los límites de las obras maes-
tras y las grandes tesis, en todo lo posible. Si es concienzudo, nada que sea
inferior a eso le bastará.
Tiene ante sí todo el teatro. Si es.sensible a la responsabilidad en que
lo coloca su ambiente, y que consiste en hacer conocer a su público las
obras que han conmovido o divertido a la gente a través de la historia,
320 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
a la medida para sus mejores actores. Si no encuentra uno solo sino una
combinación de todos esos atributos en un solo libreto, deberá escogerlo.
Después, sólo se tratará de ponerlo en escena, no descuidadamente sino
como si fuera la última producción de su vida.
SOSI. Presentar obras de calidad que, por una u otra razón, hayan fracasado
en el teatro comercial, representa un reto y una fuente de satisfacción para
el productor atrevido. A pesar de que en Broadway se hayan recibido fría-
mente muchas obras buenas, se les ha reservado un aplauso entusiasta en
el teatro universitario, incluyendo la Leyenda deamantes, de Anouilh, Billy
Budd, de Melville, Yellow]ack, de Sidney Howard, TheMoon in the Yellow
River, de Denis Johnston, Camino Real, de Williams, y Hotel Uniuerse, de
Philip Barry.
En una temporada que incluya tres obras, un plan razonable, aunque
no forzosamente unificado, puede esbozarse, diferenciando como sigue
esas obras:
Obra núm. 1: Una obra moderna, de algún afamado escritor, de pre-
ferencia realista, pero que no sea una tragedia que ter-
mine mal.
Obra núm. 2: Reposición de una obra histórica del repertorio clásico.
Obra núm. 3: Un libreto experimental ', no realista, representante de
vanguardia, o una obra original escrita por algún estu-
diante. A falta de ésta, se puede escoger una obra de otra
procedencia que no se haya estrenado aún.
El problema práctico, que consiste en tomar en consideración el interés y
apoyo de cada una de las clases de nuevo ingreso, se puede resolver mejor ini-
ciando la temporada con una obra muy popular. Deberá ser relativamente
fácil de montar y de vestir, porque a principios de año los equipos técnicos
están probablemente algo verdes y desorganizados. Esta obra no deberá exi-
gir demasiado de los actores. Todo comienzo deja abiertas grandes brechas en
las filas de la compañía, y tal vez haya que escoger el elenco antes de cono-
cerse el potencial de las nuevas clases. En realidad, algunas de las escuelas no
permiten que los estudiantes de nuevo ingreso tomen parte en las obras de
cierta envergadura hasta que hayan terminado con éxito el trabajo del primer
semestre (pero sí pueden jugar fútbol), con el pretexto de que deberán dedi-
car sus momentos libres a orientarse en el verdadero trabajo escolar. La regla
es absurda, desde luego, pero cuando está en vigor, limita la posibilidad del
reparto a las tres clases superiores. Es suficiente razón en sí para evitar que la
primera obra presente dificultades que no sean muy moderadas.
La obra de invierno habrá de ser la «gran» producción, aun cuando
períodos intercalados de vacaciones pueden provocar una interrupción
1 Obras comoJonah and the Whale, deJames Bridie, Adventure Story; de Terence Rattingan,
Happy as Larry; de Donagb McDonagh, y House of Regrets, de Peter Ustinov. Hay muchas
mds que merecen reponerse.
2 Término que no resulta adecuado. Toda obra es un experimento, hasta una reposición de
Shakespeare. Tal vez una palabra más significativa, si juzgamos por muestras recientes, seria
«estrafalario».
APÉNDICE 323
APROVECHAR EL TALENTO
PRODUCCIONES ESTUDIANTILES
CALENDARIO
PUBLICIDAD Y FINANZAS
LA ASOCIACIÓN TEATRAL
Hay que citar aquí la composición de este grupo. En forma ideal, debe-
ría representar cada una de las facetas de la configuración social, política,
académica y atlética de la sociedad universitaria. Es un error restringir el
330 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
gozo y exuberancia por ambos lados, en quienes hacen el trabajo yen quie-
nes contemplan sus frutos. A un director que se dedique honradamente a los
intereses individuales y el desarrollo personal de cada uno de sus estudian-
tes, y no sólo al negocio para propósitos egoístas evidentes, no le costará
mucho lograr la colaboración total de jóvenes que, por lo general, son tan
dedicados e idealistas como él mismo, ya veces más aún.
En la mayoría de los casos todas las causas de fricción desaparecerán
tan pronto como los estudiantes comprendan claramente que el director y
ellos están esforzándose por lo mismo: la excelencia de la producción.
APÉNDICE 333
Glosario
ABAJO O BAJO. Lo contrario de arriba. Hacia la batería. Arriba y abajo son
expresiones que sobreviven del escenario inclinado, que subía desde las
candilejas hasta el foro.
ABRIRSE. Un movimiento hecho para volverse hacia el público.
AD LIBITUM. Morcillas, o sea improvisaciones que no existen en el texto.
A ESCENA. Llamada del traspunte o director de escenario, para que los acto-
res asuman sus posiciones en el escenario, o entre bastidores, esperando
entrar en escena.
ALFOMBRA. La alfombra del piso del escenario, colocada frecuentemente
sobre un bajoalfombra que absorbe el sonido.
ALTURA. La relaci6n vertical que hay entre el actor y el piso del escenario.
La monotonía en la altura de las cabezas se evita situando a los actores
en diversas posiciones, de pie, mediante el uso de plataformas, etc.
APAGÓN. Sumir el escenario en una oscuridad total mediante apag6n de
las luces, o la condici6n que produce esta operaci6n.
APARATO DE EFECTOS. Un instrumento de alumbrado especial para pro-
yectar transparencias en una pantalla; a veces comprende un aparato
cronométrico para dar la impresi6n de movimiento; por ejemplo, el
correr de las nubes, la caída de la nieve, etc.
APARTE. Parlamento dirigido directamente al público, y que se supone no
será oído por los demás actores en escena.
ARRIBA. La parte más alejada de la batería, hacia el foro.
ARRIBA. La parte del escenario que corresponde al tercer término. Si un
actor pasa más arriba de una mesa, o más atrás, significa que la mesa se
encuentra entre la batería y él.
ASBESTO, TELÓN DE. Un telón a prueba de incendios, que separa al público
del escenario.
334 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
A SUS PUESTOS. Orden que se da para que los actores asuman sus posicio-
nes en el escenario.
BACHE. Hacer un bache significa que el actor se ha olvidado de una parte
de su papel y ha enmudecido.
BAMBALINA. Cada una de las tiras de lienzo que cuelgan del telar de un tea-
tro, de uno a otro lado del escenario, y figuran la parte superior de 10
que la decoración representa.
BASTIDOR. Armazón de listones o maderos sobre la que se extiende un
lienzo pintado, y que forma parte de la decoración lateral del escena-
rio de un teatro.
BATERíA. Cada una de las dos líneas de luces que se extienden a 10 largo de
la parte anterior del escenario, alumbrando al proscenio.
CAMBIO A VISTA. Un cambio de escena efectuado con el telón levantado y
a la vista del público, sin que éste vea a los tramoyistas que verifican el
cambio.
CANDILEJAS. Llamábase así antiguamente la línea de luces que hay en el
proscenio de un teatro. (Véase batería.)
CICLORAMA. El telón que representa el cielo y que cuelga en la parte tra-
sera del escenario.
COMPAÑíA DE REPERTORIO. Una compañía de actores que actúa perma-
nentemente, repitiendo las obras durante una temporada o una serie
de temporadas; a diferencia de una compañía «de la legua» que repre-
senta diariamente obras nuevas y que va de un pueblo a otro conti-
nuamente.
CONCHA DEL APUNTADOR. En los teatros de ópera y antiguos teatros, un
espacio estrecho delante del escenario cubierto por una concha. Allí se
sienta el apuntador, con la cabeza al nivel del piso del escenario.
CUARTA PARED. Una división imaginaria que cierra por la parte del público
un decorado de tres costados. A veces se considera que es el fondo del
teatro.
DECORADO CERRADO. Un decorado de interior compuesto de dos paredes
laterales, una pared trasera, y un techo o una serie de bambalinas para
cerrar la pared superior.
DECORADO PERMANENTE. Un decorado cuyas principales partes perma-
necen fijas durante la acción, y los cambios sólo se logran mediante fori-
110 o arreglos secundarios en la organización de puertas, ventanas, etc.
DECORADO SIMULTÁNEO. Arreglo escénico mediante el cual se ven varios
locales o decorados al mismo tiempo, y en que la acción pasa de uno a
otro. Se deriva de las «mansiones» del teatro medieval.
DERECHA. La del actor.
DESPEJAR. Llamada del traspunte antes de que se levante el telón o se ini-
cie una escena, para que salgan del escenario todos los que no deben
aparecer en él.
· APÉNDICE 335
339
Índice
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN 9
Por Juan Antonio Hormigón
CAPíTULO PRIMERO
CAPíTULO SEGUNDO
CAPíTULO TERCERO
EL CONTENIDO DE LA OBRA 53
La trama
El tema
Caracterización
Ambiente
CAPíTULO CUARTO
ESTRUCTURA Y SIGNIFICADO 67
Las divisiones en actos y su razón de ser
Los elementos de la obra
El director analiza la obra
El director analiza una escena aislada
CAPíTULO QUINTO
CAPíTULO SEXTO
341
CAPíTULO SÉPTIMO
CAPíTULO OCTAVO
CAPíTULO NOVENO
CAPíTULO DÉCIMO
APÉNDICE
El dir~ctór O:<t'!ÍtJ:a]UQ,1:Jj;i.l;Vl?.tsltádo:
¿er~d1to oémpr~sari~ teatral?
Laelección déobras
Una programación deliberada
Aprovechar el talento
Calendario
Publicidad. yffuunzas
GLOSARlO 333
'.;;'"
PUBLICACIONES DE LA ADE ·343
Publicaciones de la Asociación
de Directores de Escena
Serie -Literatura dramática»
N2 7 "PINTAHIERROS"
de Heinrich Henkel (traducción de Feliú Formosa)
344 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
NI! 12 "COMEDIAS"
de Ruzante (traducción de A. Malinghero,
Juan A. Hormigón, A. de Monreal)
Edición de Juan Antonio Hormigón
(agotado)
NI! 15 "POST-HAMLET"
de Giovanni Testori (traducción de Luigia Perotto)
Nº 22 "DON QUIJOTE"
Adaptación de Rafael Azcona y Maurizio Scaparro
Nº 23 "DON QUIJOTE"
de M. A. Bulgákov (traducción de Jorge Saura)
Nº 24 "DON QUIJOTE"
Guión cinematográfico de Orson Welles
(traducción de Juan Cobos)
(agotado)
Nº 29 "EL ADULADOR"
de Carlo Goldoni (Traducción de Margarita García)
"LA PLAZUELA"
de Carlo Goldoni (Traducción de Luigia Perotto
y Juan Antonio Hormigón)
346 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
NQ 30 "LA GUERRA"
de Carlo Goldoni (Traducción de J oan Casas)
"LA CRIADA AMOROSA"
de Carlo Goldoni (Traducción de jaume Melendres)
"LA HOSTERIA DE LA POSTA"
de Carlo Goldoni (Traducción de Alejandro Alonso)
NQ 36 "DIKTAT"
de Enzo Cormann
(Traducción de Fernando Gómez Grande)
Nº 53 "ANNA LUSA"
de Minna Canth
"BETA NISKAVUORI"
de Bella Wuolijoki
(Traducción de Maritza Núñez)
Nº 56 "LOS CUERVOS"
de Henri Becque
Edición de Jaume Melendres
Nº 61 "EL EXILIADO"
de Aphra Behn
Edición de Antonio Ballesteros González
Nº 1 "AIRE FRÍO"
de Virgilio Piñera
(agotado)
Nº 3 u LA PASIÓN DE PENTESILEA"
de Luis de Tavira
Nº 4 "lvIARIANELA"
Adaptación de Eduardo Camacho de la novela de
B.P. Galdós
(agotado)
350 EL ARTE DE LA DIRECCIÓN ESCÉNICA
NQ 5 "RETABLO DE INDIAS"
de Francisco Ruiz Ramón
NQ9"TEATRO"
de Alberto Ornar Walls
(agotado)
NQ 21 "PAULA.DOC"
de Nora Adriana Rodríguez
"EL INSTANTE"
de Lluisa Cunillé
(Premio «María Teresa León", 1997)
Nº 23 "SUSIE"
de Carol López Díaz
"ENTRE AQUÍ Y ALLÁ (LO QUE DURA UN PASEO)"
de Victoria Szpunberg Witt
"BLUE MOUNTAIN (AROMAS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS)"
de Itzíar Pascual
(Premio «María Teresa León", 1998)
N2 25 "HISTORIAS DE AMOR"
de Toni Cabré
Coedición con el Institut del Teatre de la Diputació de Barcelona.
N2 27 "PLAYA NEGRA"
de J ordi Coca
Coedición con el Institut del Teatre de la Diputació de Barcelona.
N2 28 "LLIBERTAT!" / "¡LIBERTAD!"
de Santiago Rusiñol
(Traducción de Jacinto Benavente)
Edición Bilingüe. Coedición con el Institut del Teatre de la Diputació
de Barcelona.
NQ 35 "NOCTURNO" Y "SILENCIO"
de Adriá Gual
Coedición con el Institut del Teatre de la Diputació de Barcelona
(Traducción de Ignasi García)
Serie: "Debate.
N23 "MEMORIAS"
de Carló Goldoni
(Traducción de Borja Ortiz de Gondra)