Sei sulla pagina 1di 28

Hobswbam 5

Capítulo 5

Nuevos elementos en el siglo XXI que podrían tener un impacto en la naturaleza e historia de
“nación y nacionalismo”:

1) El inicio en 1989 de una etapa de inestabilidad internacional. Desintegración del poder


estatal centralizado. Entre el final de la segunda guerra mundial y los años setenta se ha
producido el aumento más importante en el número de estados soberanos reconocidos
internacionalmente por la disolución de la URSS y la desmembración de la zona de los
Balcanes. También hemos vivido la aparición de los “estados fracasados”, estados cuyo
gobierno prácticamente se ha derrumbado o que viven una situación de enfrentamiento
armado interno. Grandes zonas del planeta inestables, internacional e internamente. Esta
inestabilidad se ve acentuada por la pérdida progresiva por parte de los estados del monopolio
de la fuerza militar. En consecuencia, ha aumentado el flujo constante de migraciones,
refugiados y desplazados. Así, en regiones de gran inestabilidad, se han visto inmersas de
nuevo en una situación en la que un estado consolidado y fuerte (EEUU), interviene por la
fuerza de las armas.

2) La rapidez que ha adquirido en las últimas décadas el proceso de globalización y sus


consecuencias sobre los desplazamientos y la movilidad de personas (movimientos migratorios
masivos). Los países más ricos han adquirido un gran carácter cosmopolita. Gracias a los
cambios en el coste y la velocidad de las comunicaciones y del transporte que ha traído
consigo la revolución tecnológica, los emigrantes ya no sienten añoranza de su patria. Surge
una pérdida de identidad.

3) La xenofobia. Surge hostilidad hacia los movimientos de personas, como la resistencia


contra todo aquello que se percibe como una amenaza contra la identidad cultural. La
ideología del capitalismo de mercado libre globalizado no ha logrado consolidar en última
instancia la libertad de movimientos de mano de obra a escala internacional, a diferencia de lo
que sí sucedió en el terreno del capital y el comercio. La xenofobia es un reflejo de la crisis de
una identidad nacional.

Hosbsbawm dice que las relaciones entre globalización, identidad nacional y xenofobia se ven
en el fútbol. Los jugadores nativos son minoría en muchos países, y para grandes jugadores,
sus equipos son más importantes que su país. A su vez, se advierte el aumento de los
comportamientos xenófobos racistas entre la hinchada.

Las identidades de los grandes estados-nación se desmoronan. A su vez, todo esto es el reflejo
de la pérdida de legitimidad del estado nación a ojos de quienes ocupan su territorio. Los
estados ya no pueden confiar en que los ciudadanos se alisten masivamente para morir por su
patria en el campo de batalla.
Bauman

Bauman plantea que la economía se desplaza lo suficientemente rápido como para mantener
un paso de ventaja sobre cualquier gobierno territorial. El capital no tiene domicilio y los
movimientos financieros están fuera del control de los gobiernos nacionales.

El Estado nacional se erosiona, se “extingue” y las fuerzas que lo erosionan son


transnacionales. Las fuerzas transnacionales son anónimas, difíciles de identificar. Esto hace
que el proceso de extinción de los Estados nacionales parezca natural e inevitable. A lo largo
de la era moderna nos habituamos a la idea de que el orden equivale a “ejercer el control”.
Justamente, el postmodernismo, se caracteriza por la falta de orden. La imagen de desorden
refleja que nadie controla el mundo. Aunque no está claro qué es “controlar”, ya que las
acciones destinadas a poner orden son locales, pero no existe una localidad tan soberbia como
para hablar en nombre de la humanidad en su conjunto.

Universalización vs. Globalización

La idea de “Globalización”, expresa el carácter indeterminado, ingobernable y autopropulsado


de los asuntos mundiales, la ausencia de un centro, una oficina de control, un directorio, una
gerencia general. La globalización es el nuevo “desorden” mundial. La globalización se refiere a
los efectos globales, claramente indeseados e imprevistos, más que a iniciativas y
emprendimientos. Se refiere a lo que nos sucede a todos, a las fuerzas anónimas.

La idea de “Universalización” es el polo opuesto a la globalización. Transmite la esperanza, la


intención y la resolución de crear el orden. Significa un orden universal, la creación de orden
en una escala universal, verdaderamente global. Declara su intención de crear condiciones de
vida similares para todos, en todas partes; de dar a todos las mismas oportunidades, y tal vez,
incluso crear la igualdad.

La superestructura política de la era del Gran Cisma, afectó principalmente el papel del Estado.
Luego del fin de esa superestructura, las tres patas del “trípode de soberanía” aparecieron
dañadas. La autosuficiencia militar, económica y cultural, incluso la sustentabilidad del Estado,
dejaron de ser una perspectiva viable. A fin de conservar su poder de policía para imponer la
ley y el orden, los Estados tuvieron que buscar alianzas y ceder porciones crecientes de
soberanía. A su vez, aparecieron nuevos Estados, que lejos de verse obligados a entregar sus
derechos soberanos, buscaban cederlos. Viejas o nuevas naciones que escapaban de las jaulas
federalistas en las cuales la recién fenecida superpotencia comunista las había encerrado
contra su voluntad, ahora buscaban la disolución de su independencia política, económica y
militar.

Paradójicamente, surgen nuevos Estados (luego del derrumbe del bloque socialista) en el
marco de la desaparición de la soberanía de Estado.

Expropiación del Estado


La función que más ha sido abandonada por el Estado es la de mantener el “equilibrio
dinámico”, mantener el equilibrio entre consumo y productividad. Esta función caracterizó al
Estado moderno.

Las tres patas del trípode de la soberanía están rotas. Los mercados imponen sus leyes y
preceptos sobre el planeta. La globalización no es sino una extensión totalitaria de la lógica de
los mercados a todos los aspectos de la vida. Como consecuencia de la globalización, al Estado
sólo le queda lo mínimo: el poder de la represión.

Debido a las normas de libre comercio, el movimiento de capital y las finanzas, la economía se
libera de todo control político. Al Estado no se le permite entrometerse en la vida económica.
Ante cualquier intento de hacerlo, los mercados mundiales responden con medidas punitivas
inmediatas y feroces. La única tarea económica que se le permite al Estado y se espera que
este cumpla es mantener un “presupuesto equilibrado” al reprimir y controlar las presiones
locales, toda intervención que tienda a mejorar las condiciones de vida de la población o a
establecer controles en la administración de la economía.

La libertad de movimientos y la falta de restricciones que gozan las finanzas, el comercio y la


industria informática globales, dependen de la fragmentación política. Estos tienen interese
creados en los “Estados débiles”. Es decir, los Estados débiles favorecen los mercados, y a su
vez, el poder de los mercados debilita a los estados.

Las instituciones interestatales y supralocales ejercen presiones coordinadas sobre todos los
Estados para que destruyan todo lo que pudiera desviar y demorar el movimiento libre del
capital y limitar la libertad de mercado. Abrir las puertas de par en par y abandonar cualquier
intención de aplicar una política económica autónoma es la condición necesaria para poder
recibir ayuda financiera de bancos y fondos monetarios mundiales. Los Estados débiles son lo
que necesita el desorden mundial (o nuevo orden).

Jerarquía global de la movilidad

La dominación consiste en darle el mayor margen y libertad de maniobra al bando dominante


a la vez que se imponen las restricciones más estrictas posibles a la libertad de decisión del
bando dominado.

La fragmentación política y la globalización económica son aliadas estrechas y conspiran


juntas. Los procesos globalizadores redundan en la redistribución de privilegios y despojos,
riqueza y pobreza, recursos y desposesión poder e impotencia, libertad y restricción.

Glocalización: proceso de concentración no sólo del capital, las finanzas y demás recursos de la
elección y la acción efectiva, sino también de libertad para moverse y actuar.
Se profundiza la Polarización en términos de riqueza. La globalización les da a los
extremadamente ricos nuevas oportunidades para ganar dinero de manera más rápida.

Encubrimiento de la creciente pobreza por parte de los medios de comunicación. El mensaje


subyacente es que los pobres son responsables de su suerte. La ecuación pobreza=hambre
oculta muchas otras dimensiones complejas de la pobreza, condiciones de vida y vivienda
espantosas, enfermedad, analfabetismo, agresión, disolución de la familia, debilitamiento de
los laos sociales, falta de futuro e improductividad. Reducir el tema a la alimentación es
negarle la plena humanidad a las personas.

El espectáculo de los desastres según lo presentan los medios también apoya y refuerza la
indiferencia ética cotidiana en otro sentido. Toda la información que viene de “allá afuera” se
refiere a guerras, asesinatos, drogas, hambre, saqueos, a algo que nos amenaza.

Por último, Bauman hace hincapié en que con la pobreza, aparecen las migraciones en busca
de mejores oportunidades.

Mesyngier “La transición permanente”

CAPÍTULO 1 “LA TRANSITORIEDAD”

En el pasaje de un régimen autoritario al sistema democrático se superponen dos tipos de


transición: la transición propiamente dicha, por un lado, y por el otro, la sucesión de
alternancias entre gobiernos democráticamente elegidos.

Los problemas que han debido sortear los primeros turnos de gobiernos democráticos se han
reproducido en las alternancias. La transición de un régimen autoritario al sistema
democrático conlleva un sinnúmero de cuestiones a resolver por el nuevo régimen. El gobierno
inicial debió asumir la difícil tarea de reparar las causas que provocaron el final del modelo
autoritario anterior y construir las fortalezas para su propia gestión y el sistema en sí. La
transición democrática requiere de convencimientos en la opinión pública, de dirigentes
consustanciados y de cuadros políticos capaces de administrar y de diseñar políticas para la
nueva etapa. En términos generales, estos dirigentes gozan de la ventaja de construir
prácticamente desde su inicio las estructuras de la administración pública, el sistema judicial y
el proyecto económico de nación.

La dirigencia política aparece empecinada en la búsqueda de reiterar situaciones críticas. Esta


compulsión se funda en aquella ilimitada sensación de poder efectivo para hacer y deshacer lo
hecho con anterioridad que les brinda el rol de salvadores de la emergencia. Desacreditar al
anterior gobernante es uno de los reiterados mecanismos utilizados por los mandatarios. La
sensación de emergencia en la resolución de una situación crítica, en la transición y las
alternancias, ha dado lugar a una permanente “transitoriedad” de la vida política.
La transitoriedad en las jóvenes democracias, reformula los parámetros de funcionamiento del
Estado y de la economía en intervalos muy cortos. La ausencia de tradiciones y/o de acuerdos
políticos básicos genera la posibilidad de cambios profundos o superficiales en cualquiera de
los parámetros que se analicen. Las condiciones para justificar y poder llevar a cabo dichos
cambios se basan, en la sensación de emergencia que vive la sociedad, por los propios fracasos
de la dirigencia política o por cuestiones asociadas tanto a las características de Joven
Democracia.

Discursos y acciones políticas adjudicaron al anterior gobierno la irresolución de cuestiones. Se


ha observado a nuevas administraciones explicitar que lo hecho por la anterior es perjudicial
para el país en grados catastróficos, acusaciones de que se han dejado trampas y dificultades
para el siguiente gobierno como herencias intencionales. Por supuesto, sin mostrar que ellos
mismos profundizaron lo que ahora se critica cuando actuaron como oposición en la gestación
de la crisis.

La elección para su difusión pública de índices comparativos que sustenten las falencias del
anterior y los logros propios, es la práctica habitual.

Por otra parte, existe intencionalidad en lo que un gobierno deja pendiente para el próximo.
Una cuestión de Estado que queda irresuelta puede mostrar un gesto de atención al próximo
gobernante para que éste lo resuelva de acuerdo a sus principios, pero, puede también ser un
problema generado por una administración para condicionar a la próxima.

La transitoriedad es una excusa para la discrecionalidad. La sensación de emergencia


transmitida por el poder político a la sociedad en general, la apelación a una supuesta
necesidad fundacional, el dejar herencias y denunciar legados recibidos, son un juego que
opera sobre las expectativas sociales para forzar la delegación de facultades legislativas y
judiciales, para que el Poder Ejecutivo actúe según su propia discreción lejos de los controles
republicanos.

Las alternancias del período 1983-2007

Las alternancias entre 1983 y 2007 generaron permanentemente un carácter de emergencia


en la vida social, crisis y urgencia tanto en lo económico como en lo político. Ningún presidente
se sintió ni quiso ser sucesor del anterior. Además, hubo un uso jurídico, vengativo o
fundacional al crear las condiciones de crisis y sepultar la imagen del anterior mandatario,
eliminando sus posibilidades de convertirse en político opositor activo luego de culminado su
mandato. La destrucción de la imagen de los ex presidentes generalmente acompaña el nuevo
discurso oficial depositando en estos todas las penurias sociales, en la búsqueda de influir
sobre la opinión pública. Pero, Mesyngier también plantea que las altas expectativas
generadas al inicio de una gestión pueden jugar en contra porque el descrédito posterior es
proporcional a ellas.

Este canibalismo político sustenta la transitoriedad. Le da la ilusión de que todo es transitorio,


la sensación de que todo es recomenzar una y otra vez.

La transición del PRN al primer gobierno democrático del período tiene tres componentes que
afectaron a toda la sociedad: Una guerra perdida a pesar del triunfalismo que exhibieron los
medios, el conocimiento de las atrocidades de la represión, y un clima económico poco
propicio luego del plan de Martínez de Hoz. La transición encabezada por Alfonsín debió
afrontar desde 1983 la tarea de reorganizar toda la administración pública, las fuerzas
armadas, estabilizar el país económica y políticamente. Una infinidad de individuos debieron
aprender rápidamente los vericuetos administrativos y reglamentarios de los organismos
estatales en un clima de positivo desafío y entusiasmo con altas expectativas sociales.
Mientras, el resto de los sectores políticos observaba, azorados, el monto de oportunidades
que una transición implicaba, tanto para beneficio propio como para la estructura de un
partido político, el bronce fundacional para el recuerdo histórico y las ilimitadas posibilidades
de conformar estructuras prebendarias que asegurasen el sostén político.

Esa transición fue el modelo que desataría el efecto de demostración de lo que caracteriza a la
transitoriedad: efecto fundacional e ilimitada capacidad para sostener estructuras políticas,
con un ejercicio de poder discrecional otorgado por la emergencia de la reconstrucción tras la
debacle del gobierno anterior.

Alfonsín se vio inmerso de falta de gobernabilidad, y roto el principio de autoridad con las
variables económicas fuera de control, surgió la hiperinflación que obligó a la temprana
asunción de Menem quien buscó su reelección pactando con Alfonsín (Pacto de Olivos). Esta
elección comenzó con mayor normalidad hasta que las huestes peronistas se mostraron
descontentas porque vieron “traicionada” la candidatura de Duhalde. A su vez, el gobierno de
De la Rúa también terminó en un clima de convulsión social en 2001. El vacío de poder, las
órdenes cruzadas y la ausencia de directivas políticas se tradujeron en represión
indiscriminada. Luego asumió Duhalde quien elegido por su supuesta capacidad para
encaminar la convulsión social y frente al fracaso en esto, puso fecha anticipada al final de su
mandato. Por último asumió Kirchner con un ballotage inconcluso que lo obligaba a asumir con
un 22% de los votos.

Estas alternancias y reelecciones dieron forma a la dinámica de la transitoriedad.

CAPÍTULO 2 “TRANSICIÓN Y ALTERNANCIAS”

Los problemas de la transición y las alternancias


En la alternancia entre gobiernos existen una serie de problemas derivados de la propia
fragilidad institucional. A los que se agregaron los conflictos derivados del traspaso entre un
gobierno militar y uno civil en los inicios de la transición.

En retirada, los estamentos tanto militares como civiles que tuvieron a su cargo la conducción
de la administración pública y de los organismos dependientes del poder ejecutivo nacional,
como así también de las provincias, no propiciaron un orden completo y responsable para el
traspaso de los asuntos públicos a la siguiente administración.

Cuestiones administrativas de mayor o menor envergadura fueron ocultadas, tergiversadas o


directamente no recibieron atención durante la última etapa. Algunas por desidia, otras
intencionalmente. La ausencia posterior de registros de detenidos-desaparecidos, de
combatientes de Malvinas o de deudores de obligaciones externas fue parte de aquel
desorden administrativo. Al mimo hubo que agregar la falta de experiencia de los nuevos
cuadros políticos que accedían a los cargos de conducción en la administración pública.

El gobierno radical recibió, un Estado desacreditado, desordenado, escaso de poder con


cuadros subordinados sumidos en sus propias crisis internas. Los objetivos a desarrollar en lo
inmediato incluían; reestablecer un mínimo principio de autoridad ausente, la obtención de
reaseguros para la estabilidad en corto plazo del gobierno y de largo plazo para el sistema,
atender las “herencias” que menoscaban las capacidades del Estado, y atender a las
expectativas sociales.

A su vez, las mismas debilidades que representaron aquellas carencias podían transformarse
en oportunidades para el acto fundacional de una democracia. La oportunidad consistía en
moldear un Estado dándole una impronta propia de las características del partido político que
asumía tal tarea y de su propio ideal de sociedad. Se trataba de dejar su impronta histórica en
la economía, la política y la cultura. Todos los beneficios posibles de una situación de
reorganización tras una crisis son parte central de la condición de transitoriedad.

Recibimiento de las funciones estatales

A lo largo del período 1983-2007, en cada alternancia, puede haber sido necesario sostener
aquello que venía funcionando aceptablemente bien, especialmente si hubo una crisis previa,
continuar con la tarea y la organización tal como venía desempeñándose hasta entonces en el
ideal de los casos o reestablecer su funcionalidad si hubo algún tipo de “catástrofe” política
que desarticuló la burocracia.

La burocracia de la administración pública nacional se ha ido incrementando en términos


generales por tres motivos: por necesidad, por cuestiones de eficiencia o por razones políticas.

Todo ello, en un contexto histórico de uso del empleo estatal para amortiguar el desempleo
generado por diversas circunstancias de la evolución económica del país.
En su conformación se encuentran capas sucesivas de funcionarios, elegidas políticamente por
el gobierno de turno como una forma de tener un reaseguro de lealtad política y de
perduración cuando el partido o el líder mueran desplazados del poder.

Además, por su conformación, existen pocos expertos. Quienes generalmente adquieren


amplio dominio sobre reglamentaciones y su aplicación, lo son por antigüedad y predisposición
personal, y no por preparación extra o capacitación.

Por estas características, la burocracia estatal muestra una profunda dependencia del orden
político para actuar, debido a que su funcionamiento muestra no estar todo lo automatizado
que sería deseable.

Aquellos “contratados” constituyen una de las cuestiones centrales de la transitoriedad; los


gobiernos salientes tienden a efectivizarlos antes de irse como pago por su lealtad y para
continuar teniendo relevancia en la administración pública; la administración entrante, en
cambio, necesita de aquellos espacios para ubicar a sus propios partidarios.

En especial al inicio del período, pero también cuando la alternancia se dio con sectores
políticos inexpertos en el manejo cotidiano de la “cosa pública”, pocos partidos tienen cuadros
militantes preparados, que hayan tenido experiencia, que cuenten con relaciones dentro del
aparato burocrático, que tengan afinidad con los gremialistas del personal del Estado.

Además, se ha producido casi permanentemente el abuso de la figura de “intervención” para


evitar la “normalización” que presupone el origen de los cargos por sus propios estatutos.
Estos recursos para la conformación operativa de la burocracia estatal, entre los que
describimos la figura de la intervención, las designaciones políticas y el recurso del “contrato”,
fueron propios de los inicios de la transición a la democracia. Indudablemente, la necesidad de
poner en marcha la administración se conjugó con la enorme posibilidad de reparto de favores
políticos y obtención de lealtades. Esta combinación, es una de las motivaciones de la
búsqueda de la condición de transitoriedad.

En el poder judicial, la transición tiende a generar una revisión de la titularidad de los juzgados
de determinados fueros y de los miembros de la Corte Suprema de Justicia designados por el
gobierno militar en retirada. Por otra parte, la práctica política del período muestra que ha
sido importante, mientras se detenta el poder, asegurar buenas relaciones con jueces que
pueden, luego, ser quienes llevan las causas que seguramente la oposición o el próximo
gobierno intentará llevar adelante en la justicia.

El restablecimiento de las funciones de las Fuerzas Armadas tuvo una extraordinaria


complejidad porque tres grandes temas quedaron en un debe muy difícil de justificar: la
derrota en Malvinas, la cuestión de los ddhh y los saldos del proceso económico encarado por
Martínez de Hoz. Se redujo el presupuesto militar y se abolió el Servicio Militar Obligatorio. La
solución a los resabios de la dictadura en las policías por parte de la dirigencia política, fueron
las permanentes purgas que, una y otra vez produjeron el descabezamiento de cúpulas
acelerando los ascensos de cuadros no totalmente experimentados. Este recurso no fue lo
suficientemente sostenido en el tiempo ya que no era posible seguir sacando personal de las
fuerzas policiales. Entonces, se avanzó hacia una mayor intervención de jueces y fiscales en las
tareas que, antes, llevaba a cabo la policía. Como consecuencia, la respuesta policial a
determinadas situaciones en que los vecinos reclamaban una actitud más expeditiva, fue una
especie de revancha por las facultades perdidas, el “no podemos actuar” o “debemos tener
una orden del fiscal” fueron respuestas irritantes para la población.
A esto se sumaron los canales de noticias de televisión por cable, radios y diarios que
parecieran usar el tema seguridad como extorsión al poder político para conseguir publicidad
oficial u otras prebendas.

Como otra cuestión más de transitoriedad, asegurarse la lealtad del personal de inteligencia,
asegura contar con información y no ser objeto de operaciones de inteligencia.

Herencias y Legados

Otra de las condiciones básicas de la transitoriedad es la cuestión de las herencias que recibe
cada nuevo gobierno y su contraparte, los legados que se le traspasan al siguiente.

Ha sido una constante que cada gobierno legue al anterior cuestiones devenidas en serios
problemas para el Estado y que condicionan al menos los primeros pasos de una nueva
administración. Lo que se recibe del anterior a modo de presente intenta condicionar la
gestión del oponente o sucesor. El traspaso de cuestiones de Estado devenidas en problemas
al gobierno siguiente es otra de las constantes verificables en las alternancias.

Lo específico de las herencias en las alternancias es la intencionalidad con que se crean


condicionamientos al siguiente gobierno. Se trata de observar lo que se recibe y lo que se deja,
pensando políticamente en la cuota de poder e influencia sobre la marcha cotidiana y las
“políticas de Estado”. Es un reaseguro, para el mandatario siguiente, de evitar la judicialización
de sus actos, dejando ciertas estructuras y funcionarios que lo sobrevivan en el aparato
estatal.

Las herencias no son necesariamente, situaciones negativas, se ha observado a lo largo del


período que muchas de las condiciones creadas por una administración se desperdician, se
dilapidan o estigmatizan por el solo hecho de ser de otra autoría. La necesidad que impone la
transitoriedad de dar un tono fundacional al nuevo gobierno lleva a dar por concluidos los
procesos originados previamente, independientemente de que condicionen el accionar
político o económico en el corto o largo plazo. No hay en ellas apreciaciones de valor
intrínseco a su utilidad o beneficio para el país, solo una caracterización demoníaca de la
imagen del derrotado en una alternancia.

Los legados, aquello que se dejó como legado al nuevo gobierno, tienden a ser destructivos, en
ellos prima la cuestión de la intencionalidad.

Tratar de destruir todo tipo de herencia ha sido una tarea de cada alternancia. Con dos
objetivos: el de destruir la imagen a dejar en la sociedad por los predecesores, y el de cambiar
la percepción de los factores de decisión respecto al nuevo gobierno para mostrarse con
autoridad.

Las intenciones y las posibilidades de los gobernantes de producir cambios en lo que para la
opinión pública funciona bien, pero que muestra fisuras hacia el futuro, tienen un
impedimento: una gran transformación socioeconómica a mitad de un período presidencial, lo
cual es visto como electoralmente inoportuno; por eso, esos cambios sólo son llevados
adelante como situaciones de crisis y de urgencia.
Las herencias y legados más importantes pueden ser clasificados como:

*Económicos: Tienen que ver con los niveles de reservas monetarias en el Banco Central, la
programación de vencimientos de deuda externa e interna, los atrasos en el tipo de cambio,
cuestiones referidas al manejo monetario, cuestiones pactadas e incumplidas con organismos
financieros internacionales.

*Judiciales: El más tradicional es el de las diversas formas de autoaminstías. Otra de las formas
judiciales con que suelen despedirse los gobiernos es el cierre de causas aprovechando la
influencia que aún conservan sobre jueces amigos. La respuesta de quienes asumen con
ambiciones fundacionales es la de judicializar a políticos, economistas y funcionarios del
gobierno anterior. También juegan un papel importante las cuestiones de imagen frente a la
opinión pública. Las estrategias más usadas para destruir la imagen del antecesor o del posible
rival se centra en “pasearlo” por los tribunales en juicios sobre temas variados, con cobertura
televisiva

*En Administración Pública: El caso más reiterado es el de los empleados contratados,


temporarios, que son pasados a Planta Permanente por el gobierno saliente.

*De expectativas en la población: La oposición acciona siempre en la dirección de instalar en la


opinión pública sensaciones de nuevas penurias por venir.

En resumen, el período de 1983-2007 muestra que lo que se hereda siempre va a ser


sospechado por el nuevo gobierno ya que no hubo reconocimiento alguno de una herencia
positiva entre las diferentes alternancias, y que por su parte, lo que se lega (lo que se deja) ha
sido siempre intencionalmente perjudicial para las autoridades por consumir.

CAPÍTULO 3 “LA BÚSQUEDA DE LA ESTABILIDAD POLÍTICA”

La mayor necesidad, a veces explícita, a veces implícita, de los gobiernos de las Jóvenes
Democracias, fue la de alcanzar las condiciones de estabilidad para su mandato en particular y
para el sistema en general.

El gobierno que llevó a cabo la reinstalación de la democracia en Argentina y aquellos que los
sucedieron en el período 1983-2007 le dieron diferente relevancia a la estabilidad a largo
plazo.

En algunas oportunidades estuvieron más urgidos o preocupados por la estabilidad de corto


plazo (gobernabilidad), por lo que llegaron a sacrificar o a comprometer el desarrollo futuro de
la democracia. En términos generales, debieron alternar la estabilidad de su administración
con el sistema democrático, en 3 áreas: construir las fortalezas para su propia perduración en
el poder, comprometer a la opinión pública y a los tomadores de decisión en un consenso de
respeto al orden democrático, e influir sobre el contexto internacional para crear condiciones
favorables a la democracia en la región y al propio gobierno. Los sucesivos gobiernos
privilegiaron la gobernabilidad.
Gobernabilidad

La gobernabilidad tiene, dos aspectos. Por un lado, una misión que los gobiernos debieran
asumir ante la sociedad que es la de comprometer a la opinión pública y a los tomadores de
decisión en tal idea de respeto al orden democrático. En este sentido, lo habitual del período
ha sido la diatriba contra la oposición por no apoyar a ciegas y sin discusión los proyectos del
Ejecutivo o la asunción de posiciones autoritarias. Por otro lado, la gobernabilidad debe ser
entendida como la generación de condiciones y de recursos de poder para minimizar la
oposición. Es notable que todos los gobiernos desde la restauración democrática hayan
elaborado planes para sostenerse en el poder más allá del período en curso.

La ley de coparticipación Federal de impuestos y la cuenta de adelantos del tesoro nacional


juegan un rol importante para asegurarse la gobernabilidad. El manejo discrecional de fondos
para atender a provincias y municipios, planes sociales y subsidios permite asegurar lealtades.

El desarrollo de legislación o de normativas para los negocios de diverso tipo, como


salvaguardas de protección ante irregularidades de comercio internacional o desgravaciones
impositivas, son oportunidades económicas para empresarios, junto a otro tipo de prebendas
que son utilizadas para obtener lealtades, recursos y capital político.

Estos mecanismo de obtención de lealtades que aseguren la gobernabilidad, se extienden al


punterismo político, a algunos movimientos piqueteros, a fundaciones, a centros de estudios
formadores de opinión y a otro sectores desprotegidos de la sociedad.

La gobernabilidad también cree asegurarse con la ocupación de la vía pública y la realización


de actos en donde la masividad cuenta a favor. La trama de punteros, piqueteros, barrabravas
y fuerzas de choque o de demostración disponibles para movilizar con fines políticos pasaron a
ser pilares de la estrategia, tanto para movilizar cuando sea necesario como para evitar que
aparezcan opositores.

La novedad producida tras la devaluación del 2002 es la disponibilidad de un importante


superávit fiscal, pero aun así, las leyes del presupuesto requieren permanentemente, leyes
adicionales que otorguen “superpoderes” que permitan redistribuir partidas o del recurso de
(DNU) que obvien el control parlamentario sobre decisiones discrecionales o al menos su
discusión pública.

Además, dado el valor que tiene la opinión pública, cualquier política de medios de difusión
incluye la necesidad de formadores de opinión “comprados” que no critiquen ni ridiculicen. A
su vez, misma preocupación desestabilizadora despierta el sindicalismo. Una tercera cuestión
que influye sobre la estabilidad de gobernabilidad son las relaciones exteriores.

La estabilidad sistémica

Más complejo ha resultado para los gobernantes que así se lo propusieron, difundir la idea de
que la estabilidad democrática es un bien a preservar por todos para el futuro. En la mayoría
de los gobiernos del período, la búsqueda de la estabilidad sistémica quedó opacada por las
urgencias de la gobernabilidad, o fue desatendida por el desinterés respecto a lo que ocurriera
más allá de su propio período. Transcurridos 24 años de democracia, la capacidad de
confrontar con actores sociales proclives a la desestabilización, ha ido en aumento
demostrando la fortaleza alcanzada dentro del sistema democrático.

Las acciones sobre el contexto internacional

En la construcción de las fortalezas para la perduración de la Estabilidad sistémica, de largo


plazo, para la vida democrática, algunos de los gobiernos del período intentaron influir sobre el
contexto internacional para crear condiciones de estabilidad favorables a la democracia en la
región y al propio gobierno.

Ha habido un contexto internacional que validó el sistema democrático, a través de decisiones


asumidas por las grandes potencias que fijaron un mínimo de condiciones democráticas para
acceder a los beneficios del comercio y del financiamiento fluido a través de instituciones
internacionales.

Además, es importante considerar el clima social proclive a la democracia como mejor forma
de convivencia y para la resolución de conflictos. Por ello, surge la necesidad de comprometer
al convencimiento popular y de política interna, en la que cumplen un rol fundamental los
medios de

comunicación.

CAPÍTULO 4 “JÓVENES DEMOCRACIAS”

Entre la nueva desconfianza a los regímenes autoritarios con la consiguiente desarticulación de


los regímenes comunistas, surgió un cúmulo de repúblicas a las que se llamó “Jóvenes
Democracias”. Las Jóvenes Democracias provienen de regímenes autoritarios tanto de origen
militar como de sistemas de partido único. Este proceso fue posible gracias al fin de la Guerra
Fría, en algunos, por dejar de ser países sujetos directamente a una de las potencias
dominantes y, en otros, por el cambio de prioridades de la política internacional que relegó el
anticomunismo y el anticapitalismo.

Los países de América Latina que regresaron a la democracia recurrieron a las privatizaciones
dando lugar al reacomodamiento de los actores económicos de cada país. A su vez, se generó
un nuevo clima de negocios internacional. Las Jóvenes Democracias se transformaron en
destinos receptores de inversiones con la fuerte apertura a capitales extranjeros recomendada
por los organismos financieros. A su vez, contaron con la ayuda de los centros económicos
internacionales entusiasmados por la explosión mundial del capitalismo y libre mercado. Por
otra parte, estas nuevas democracias gozaron, en la opinión pública de una estabilidad
sistémica devenida del recuerdo de atrocidades pasadas.

Características de las Jóvenes democracias


-La forma de organización elegida por las Jóvenes democracias fue la republicana, división de
poderes que se controlan unos a otros.

-Ampliación de la concepción democrática. Espíritu proclive a defender las garantías y los


ddhh.

-Capitalismo como concepción ligada a la inversión externa, libre comercio y la defensa de la


propiedad privada.

-Características que las diferencian de otras repúblicas: el principio de incertidumbre, la


transferencia del control político económico y social a actores no estatales, la obtención de
capacidades legislativas o judiciales delegadas en el ejecutivo, la posibilidad de redistribuir el
capital generando nuevos actores socioeconómicos y la inserción internacional por adecuación
a las condiciones y paradigmas externos.

Principio de incertidumbre

La incertidumbre que se genera en la población frente a los cambios de gobierno es uno de los
rasgos más característicos de las Jóvenes Democracias. El simple hecho de introducir una
modificación de personas o equipos introduce una distorsión en las políticas. Los procesos
económicos, políticos, sociales y culturales de una Joven Democracia son incógnitas que
variarán sin seguir un patrón determinado en las alternancias. Estos rumbos erráticos
introducen una gran incertidumbre en la sociedad. Esta incertidumbre se manifiesta como
temor al futuro, tanto inmediato como mediato.

Una de las condiciones esenciales de las Jóvenes Democracias es la de la incertidumbre que


puede generar, en la población en general y en los tomadores de decisión, cada cambio de
gobierno ya que al no existir acuerdos previos entre la dirigencia política no hay posibilidades
de políticas de Estado que se continúen en el tiempo.

Capacidades delegadas

Cada alternancia se convierte en una emergencia en la que se requiere de delegación de


poderes legislativos al ejecutivo para salvar la situación crítica. Poderes especiales para
endeudarse, redistribuir partidas del presupuesto nacional, para establecer planes sociales.
Esta consecuencia es deseada por los gobiernos. En el período de 1983-2007 hubo abuso de
los DNU. Los gobiernos del período descubrieron las ventajas de “vivir en emergencia”. La
delegación de facultades se convirtió en la herramienta discrecional de la transitoriedad.

La adecuación a las condiciones externas

Las Jóvenes Democracias se han mostrado dependientes de los consensos internacionales.


Cualquiera haya sido el paradigma predominante, por fragilidad financiera, por necesidad de
inversiones externas o por otras cuestiones de debilidad estructural, como Joven Democracia,
la Argentina estuvo sujeta a las recomendaciones o consensos internacionales.

La inserción internacional de una Joven Democracia cuya economía puede ser catalogada
como “emergente”, queda comprometida a la adopción de un entero modelo de desarrollo.
Con la particularidad de estar sujeta, por su endeble desarrollo, a los cambios bruscos de su
política internacional pero también de la organización económica mundial y a la selección de
actividades productivas privilegiadas en función de los mercados globales.

CAPÍTULO 5 “LA ARGENTINA COMO JOVEN DEMOCRACIA”

Las transformaciones socioeconómicas

La estrategia, haya sido intencional o causal, de generar situaciones de emergencia ha


redundado en un aumento del presupuesto disponible para los gobiernos nacionales en
detrimento de los provinciales. Desde el PRN el proceso de endeudamiento externo del país no
ha dejado de crecer. El proceso de crecimiento de la deuda externa tuvo los siguientes
componentes: un empuje inicial dado por la búsqueda de financiación para el experimento de
la “tablita” cambiaria de Martínez de Hoz, la nacionalización de las deudas privadas que el
PRN le legó a la democracia, bonos emitidos compulsivamente por el Estado para ser
absorbidos ilegalmente por las AFJP, y los permanentes endeudamientos para sostener la
regulación monetaria.

El proceso político

En lo referente al proceso político, la reinstauración del sistema republicano democrático en la


Argentina tuvo que atender a problemas de la propia normativa constitucional, del sistema
federal, y de un presidencialismo extremo.

El sistema federal adoptado por el país fosilizó, las principales problemáticas del sistema
político y económico, atenuándolas pero sin resolverlas: la distribución de impuestos y los
resabios de relaciones sociales feudales de las provincias.

La experiencia como Joven Democracia de la Argentina ha resultado todo un éxito de


continuidad y estabilidad, tanto en las instituciones republicanas como de la sucesión
electoral. La democracia argentina fue puesta a prueba en una serie de oportunidades durante
estos últimos años. Se trató de acontecimientos (por ejemplo, las hiperinflaciones, la sucesión
de conflictos gremiales, la reelección de Menem, corralito y corralón, etc.) que, en otras
condiciones históricas, hubiesen implicado interrupciones del régimen democrático.

El uso y el abuso de la condición de transitoriedad es el que ha generado estas situaciones


excepcionales que tensaron los márgenes de la democracia y de la vida republicana. A pesar de
esto, la población, los medios de comunicación, la dirigencia empresarial y sindical y los
factores de poder externos dieron un marco de perduración a esta experiencia democrática.

La Joven Democracia puesta a prueba

Hay dos grandes cuestiones: Por un lado, qué tipo de decisiones del poder político fueron
capaces en otro contexto histórico de generar inestabilidad política, y por el otro, cómo el
nuevo marco internacional y local le permitió al sistema político rehacerse una y otra vez.

Prácticamente en todas las situaciones vividas en el período 1983-2007, se ha sometido a la


población al dramatismo. Sin embargo, esta Joven Democracia se ha encontrado con una
sociedad “culturalmente” adscripta a la democracia que ha permitido la resolución de los
conflictos con cierto apego a las instituciones, sin llegar a situaciones de ruptura del orden
institucional.

Los dirigentes políticos y sociales aprendieron a hacer sus “negocios” dentro del régimen con
una fuerte inclinación a reiterar el ciclo crisis-dramatismo-emergencia-discrecionalidad-nuevos
negocios políticos. Lo que antes se hacía entre golpes y restauraciones democráticas aprendió
a hacerse en el marco republicano.

Por otra parte, la perdurabilidad democrática se facilitó por la relación entre gobiernos y
empresarios, teniendo en cuenta que las Jóvenes Democracias reasignaron la propiedad
privada e intentaron crear “nuevas burguesías” en sintonía con las nuevas repúblicas que
intentan fundar.

CAPÍTULO 6 “EL SISTEMA POLÍTICO”

La cuestión de la representación y la participación política

Cuando se desató la crisis de diciembre de 2001 parecía que todo un sistema político llegaba a
su fin. La consigna “que se vayan todos” con los cacerolazos de fondo permitía formular
hipótesis acerca de si se trataba de un problema de representación política o de un conflicto
terminal de la estructura de los partidos políticos argentinos.

Sin embargo, como una variable más de la transitoriedad, rápidamente reapareció la


continuidad del sistema de dirigentes barriales e intermedios “punteros” para aquietar
protestas no sin su propia cuota de violencia e intimidación.

Los partidos políticos argentinos tienen un alto costo de mantenimiento, se trata de asegurarle
a cada dirigente o puntero una cuota de empleo estatal, injerencia sindical, conexión con obras
sociales y con planes asistenciales gubernamentales, cargos políticos para el dirigente,
recursos para solventar la infraestructura necesaria para la actividad política persuasiva y
generadora de identificaciones.
Sistema federal y sistema de partidos

A la vez que se expone a los votantes a figuras pulidas por publicistas como producto que se
ofrece a un mercado, las lealtades políticas también forman parte de una negociación propia
de esta dinámica política pero que adquirió ribetes escandalosos con la llamada Borocotización
(maniobras de compra de votos y compra de lealtades a través de planes sociales, y de cargos
para concertaciones).

Otra de las maniobras propias del cálculo electoral fue la de acomodar los calendarios
electorales según las expectativas que transmiten las encuestas.

El atractivo político de conducir el Estado

El objetivo de cualquier partido político es alcanzar el poder para llevar adelante su plataforma
y su visión del mundo. En el juego republicano y democrático, está implícito el rol de sostener
aquellos ideales y valores haciéndolos presente en cada momento histórico.

La permanente emergencia de los discursos del poder ejecutivo, dejaron a la oposición sin
espacio ni argumentos para discutir. Con ello, el Poder Ejecutivo es usado como herramienta, y
una y otra vez en el período se solicitaron poderes extraordinarios, delegación parlamentaria
de facultades (DNU, etc), a fin de atender a intereses superiores.

Además de actuar con el sindicalismo, la política y el Estado procuraron una especial relación
con el empresariado nacional. La alta burguesía argentina ha tenido una relación dinámica con
todos los gobiernos; no sólo por la influencia que pudiera ejercer en la determinación de los
lineamientos macroeconómicos, sino por el tratamiento particular y directo que cada
administración pudiera brindarles. Negocios financiados por el Estado, regulaciones e
impuestos negociables, protección frete a competencia externa, son herramientas estatales
que dependen más del favor oficial que de políticas nacionales de largo plazo. En
contrapartida, las empresas y sus dueños aportaron al financiamiento de las campañas
electorales.

En la Joven Democracia argentina, ha existido la tentación de generar el síndrome fundacional.


La lectura de la historia argentina despierta en cada gusto, el interés por alguna figura que ha
logrado trascender a partir de haber legado un modelo de país que ha perdurado más allá de
su tiempo.

Politización, despolitización y marketing electoral

En los inicios de la transición, la participación política tuvo altos niveles tanto en el interés
demostrado por la población en general, como por los inusuales niveles de afiliación a partidos
políticos y por la concurrencia a los comicios. A lo largo del período se notó que la
participación comicial decayó en las elecciones de renovación parlamentaria y volvió a mostrar
sumo interés en las presidenciales.
Debe considerarse que ciertas actitudes y decisiones de la clase política alimentaron estas
conductas de los votantes. Con la estabilidad económica alcanzada, el imperio del mercado y el
marketing vaciaron de contenido, de ideas y propuestas a las contiendas electorales.

CAPÍTULO 7 “LA REFUNDACIÓN PERMANENTE”

El síndrome fundacional

La lucha política en la argentina busca obtener el control del Estado para beneficio partidario y
personal.

El síndrome fundacional es la compulsión presente en la política argentina por la que aquellos


que alcanzan el poder político, especialmente devenido de la Presidencia de la Nación, creen
poder inaugurar una nueva era histórica.

Nada de lo anterior, de lo que les viene dado, les parece útil. Nada de eso constituye la base a
partir de la cual se pueda seguir construyendo. En esa compulsión a inaugurar nuevas eras
parece necesario denigrar el pasado y reinventar la historia.

Durante el período 1983-2007 se ha evidenciado la necesidad de generar nuevos símbolos,


reinterpretar la historia, establecer lealtades y querer gozar del tiempo y discrecionalidad para
fundar lo nuevo.

Cada estilo de conducción de los asuntos del país, cada descripción de la realidad y del pasado,
cada enunciación de la obra en curso de su presidencia, hace de cada Presidente un buscador
de nuevas fundaciones.

La intención parece ser la de generar un orden social, un modelo de desarrollo económico y


una cultura que se extienda en el tiempo más allá de su propia persona. Por ello, aparece
reiteradamente la necesidad de alargar el tiempo de cada presidencia, fundar movimientos
políticos, disponer de la delegación de potestades para contentar en una visión personalista la
construcción del futuro.

Haber alcanzado situaciones económicas de estabilidad y aún de crecimiento mediante la


aplicación de soluciones coyunturales para el déficit, la inflación y la falta de inversión, fue
tomada y enarbolada como si constituyeran un sofisticado plan de desarrollo económico que
debiera durar por siempre. Confundir la herramienta con una maquinaria puesta en marcha
mediante acuerdos políticos a largo plazo, alimentó el síndrome fundacional.

Las personalidades y el liderazgo

Las prácticas del período 1983-2007 han mostrado que tanto el oficialismo como la oposición
entienden el juego político desde una perspectiva de confrontación tendiente a la aniquilación
en busca de un pensamiento único.
El halago colectivo al individuo que encabeza cada intento de movimiento fundacional se
cumple con la liturgia de “llenar la Plaza de Mayo”. A la inversa, la plaza opositora es el peor
fantasma para el ego y la ambición fundacional. Si no es la plaza, al menos se ha buscado tener
un buen tratamiento por parte de la prensa. Como se trata de un derecho establecido
constitucionalmente, no hay posibilidades en esta democracia de establecer una censura
pública, pero existen otros mecanismos: la ausencia de información, la escasez de contacto
con la prensa, el uso de off the record, la presentación de datos estadísticos recortados de la
realidad, los contenidos de la publicidad oficial, etc.

Otra cuestión que navega entre aspectos de personalidad y de oportunismo político es la


referida a la conformación de las fórmulas presidenciales. Inicialmente, la búsqueda de los
vicepresidentes se orienta hacia candidatos que representen jurisdicciones diferentes a las del
postulante principal, que sean aceptables políticamente para diferentes franjas del electorado,
que aporten sus propios votos y que, al mismo tiempo, no opaque la figura del presidente.

Movimentismo y mercado político

Empresarios, sindicalistas, gobernadores, intendentes, integrantes de los poderes legislativo y


judicial han sido objeto de operaciones políticas para intentar forzar sus posiciones a favor del
oficialismo. A su vez, el componente “opinión pública” comenzó a jugar un papel trascendente
por lo que la imagen a través de los medios se hizo una cuestión de Estado.

El movimentismo es asumido como un modo de asegurar la gobernabilidad.

Reelecciones

Más o menos explícitos, todos los presidentes del período ensayaron alguna forma de
reelección, de prolongación o perpetuación en el poder. La justificación podría expresarse en
relación a la necesidad que han demostrado, al momento de manifestarse el síndrome
fundacional, de continuar la obra iniciada, de no interrumpir lo que se comenzó a construir, de
no interferir con los supuestos deseos populares.

El síndrome fundacional requiere de la reelección y es su justificación

Basualdo

PRÓLOGO

Basualdo afirma que en el último cuarto de siglo el ingreso per cápita se redujo un 8 por ciento
a la vez que se incrementó casi cinco veces la brecha entre los que más y los que menos tienen
y se fugaron del país unos 140 mil millones de dólares.

Afirma que esta degradación (Neoliberalismo), que se inició con la dictadura más sangrienta,
clasista e ideologista de la historia nacional no concluyó con ella. Por el contrario, recién
asumió su forma definitiva a lo largo de tres distintos gobiernos electos por el voto popular, en
los que estuvieron representados los cuatro principales partidos políticos del país, desde el
centro radical y peronista hasta el centro-derecha cavallista y el centro izquierda del Frepaso.

INTRODUCCIÓN

La dictadura militar que comienza en 1976 rompe el comportamiento económico y social que
regía el funcionamiento de la sociedad argentina. Hasta ese momento, la producción industrial
era el eje fundamental de su dinámica económica. Se trataba de una industria orientada al
merco interno con un significativo grado de concentración económica donde el capital
extranjero era predominante tanto por su incidencia dentro de las grandes empresas como por
su ritmo de crecimiento.

Basualdo afirma que la dictadura interrumpe la industrialización sustitutiva e impone un nuevo


comportamiento económico y social basado en la valorización financiera. No se trata
únicamente de la enorme rentabilidad que obtienen los bancos o el sistema financiero en
general, sino también de la renta financiera que perciben los capitales oligopólicos líderes en
las restantes actividades económicas, entre las que se cuenta la producción industrial,
agropecuaria y, más recientemente, los servicios públicos privatizados. Esto es posible porque
la tasa de interés supera la rentabilidad de las otras actividades económicas, se registra una
notable concentración del ingreso y la deuda externa opera como una masa de recursos
pasibles de ser valorizados en la economía interna por parte del sector más concentrado del
capital, sobre la base de notables diferencias que presenta la tasa de interés interna respecto a
las vigentes en el mercado financiero internacional.

Por otra parte, el nuevo patrón de acumulación trajo aparejado un claro predominio del capital
sobre el trabajo, que se expresa en una manifiesta regresividad de la distribución del ingreso
en un gran nivel de exclusión social. Estas tendencias fueron el resultado de la convergencia de
un aumento en el nivel de explotación de los trabajadores con una sostenida expulsión de la
mano de obra, dando como resultado altas tasas de desocupación y subocupación.

Basualdo resalta que es muy llamativo cómo estas medidas neoliberales que se impusieron
durante la dictadura, se hayan consolidado a lo largo de los gobiernos constitucionales que le
sucedieron desde 1983 hasta la actualidad. Él cree que en esas condiciones, la construcción de
una nueva hegemonía tendría que haber implicado la inclusión económica y social de algunos
sectores.

La preocupación principal de Basualdo es el análisis de los cambios centrales que se registran


en la superestructura de la sociedad argentina, así como la manera en que los mismos se
articulan con las transformaciones estructurales, haciendo posible la consolidación del nuevo
patrón de acumulación. Es decir, él se pregunta ¿De qué manera los sectores dominantes
consolidan el nuevo patrón de acumulación basado en la valorización financiera, garantizado,
al mismo tiempo, el control político y social sobre los sectores populares, cuando el desarrollo
de ese patrón de acumulación exige acentuar enormemente la concentración del ingreso y la
exclusión social? Y, ¿Cómo se conjuga el desarrollo del nuevo comportamiento económico-
social con un funcionamiento democrático que no excluye a ninguna de las reacciones que
constituyen los sectores dominantes y que, al mismo tiempo no implica alianzas sociales con
ninguna de las fracciones sociales que conforman los sectores populares?

CAPÍTULO 1

Según Basualdo, el aporte fundamental que hace la dictadura a los sectores dominantes es el
“aniquilamiento” de buena parte de los cuadros políticos que hacían posible la organización y
movilización de sectores populares, abortando la lucha social por medio del asesinato y el
terror.

La terminación de la dictadura plantea a los sectores dominantes un desafío que consiste en la


manera de llevar a cabo, ahora bajo un régimen constitucional, un control político que
posibilite el desarrollo del nuevo patrón de acumulación. Todo parece indicar que, agotada la
represión e interrumpida la industrialización sustitutiva, la opción de los sectores dominantes
fue avanzar en la redefinición del sistema político y de la sociedad civil mediante una
estrategia negativa que continúa la tarea dictatorial, pero a través de otros medios. Esta
estrategia es negativa porque no pretende construir consenso sino impedir la organización de
los grupos subalternos, inhibiendo su capacidad de cuestionamiento. Consiste en un proceso
de integración de las conducciones políticas y sociales de los sectores populares. Son
cooptados cuadros políticos, dirigentes sindicales, etc., que conservan e incluso fortalecen sus
liderazgos debido al respaldo que encuentran en los sectores de poder. Estos son
denominados “intelectuales orgánicos”. Su tarea consiste en la desmovilización y la
desestructuración de quienes supuestamente representan.

Por lo tanto, el fenómeno de cooptación se constituye en el eje central que reconoce la


construcción de la dominación en el nuevo patrón de acumulación.

Basualdo, para definir y caracterizar esto, utiliza términos de Gramsci. El Transformismo se


caracteriza por ser una situación en la que los sectores dominantes excluyen todo compromiso
con las clases subalternas, pero mantienen la dominación (hoy llamada gobernabilidad) sobre
la base de la integración de las conducciones políticas de esas clases subalternas.

Durante el transformismo, la clase dominante ejerce el consenso en la superestructura, sin


modificar la estructura de los sectores sociales subalternos, mediante la hegemonía que
ejercen los intelectuales orgánicos de la clase dominante sobre los intelectuales del resto de
los sectores sociales.

Factores que hacen posible el nuevo sistema de dominación en la Argentina:

La creciente concentración del ingreso acompaña el desarrollo y consolidación de la


valorización financiera. La distribución del ingreso crecientemente regresiva se pone en
marcha desde el golpe militar del 76, sustentándose tanto en la reducción de salario real como
en la expulsión de trabajadores del mercado de trabajo. Dicha concentración del ingreso
responde principalmente al deterioro del salario real, y al grado de desocupación que resulta
de las denominadas “reformas estructurales” y la consolidación de la desindustrialización. A
su vez, la concentración de ingreso fue posible debido al efecto disciplinador que tuvieron las
hiperinflaciones de 1989 y 1990 sobre los sectores populares. Las hiperinflaciones se
perpetúan mediante un factor estructural, la desocupación, que posibilita la consolidación del
nuevo bloque de poder y el pleno desarrollo de la valorización financiera.

El hecho decisivo para la conformación del transformismo argentino consiste en que la


subordinación de las políticas estatales a los sectores dominantes, es acompañada y
alimentada por el surgimiento de negocios comunes entre los sectores dominantes y el
sistema político a costa de los intereses públicos. Es decir, de la corrupción como factor
orgánico en el sistema de poder, mediante la cual se articulan el capital oligopólico y el sistema
político en detrimento del conjunto social. La corrupción es un factor sumamente importante
para lograr la cohesión del bloque de poder, porque evita las deserciones y la disgregación del
mismo.

Por otra parte, al análisis del transformismo argentino se le incorpora otro elemento también
material, que son los elevados salarios relativos que perciben los cuadros orgánicos. Este
elemento ha sido vital en el proceso de integración de los cuadros políticos a los sectores
dominantes, y en el consiguiente descabezamiento de las conducciones de los sectores
populares, pero no menos importante ha sido su influencia en la incorporación al bloque de
poder de los intelectuales supuestamente “independientes”, desligados del sistema político.

Svampa

La transformación y territorialización de los sectores populares

La desindustrialización, la informalización y el deterioro de las condiciones laborales


aumentaron la distancia entre el mundo del trabajo formal y el mundo popular urbano.

La doble configuración de “lo popular”

Según la teoría clásica, las clases obreras son el sector social en posición desventajosa en la
estructura productiva ya que están obligados a vender su fuerza de trabajo. A esta noción
estrictamente económica, se le suman la cultural (modelos de socialización y estilos de vida) y
la política, que incluye las formas de organización y la acción colectiva. Los sectores
subalternos constituyen un conglomerado amplio y heterogéneo.

Asimismo, la condición dependiente de las sociedades periféricas en relación con los países
centrales complejiza el carácter de este sector. Las luchas suelen ser multidimensionales. Esto
es, no están determinadas únicamente por el conflicto de clase sino también por la integración
nacional y contra la dominación extranjera.

Estas quejas encontraron su expresión política en el populismo, fenómeno estructurado


institucionalmente en torno a un líder carismático y un proyecto nacional basado en una
coalición de las clases sociales.

La heterogeneidad no fue muy tenida en cuenta en el modelo de acumulación sustitutivo,


puesto que en un contexto de pleno empleo se consideró al país cerca de la sociedad
asalariada.
Sin embargo, el proceso de desmantelamiento del modelo nacional-popular significó la
entrada a la precariedad. La política de flexibilización laboral apuntó a la reformulación de las
fronteras del trabajo asalariado, afectando la capacidad de representación y de reclutamiento
del movimiento sindical. Asimismo, se agravó por el comportamiento de los grandes sindicatos
que apoyaron el modelo neoliberal a cambio de la negociación de ciertos espacios de poder.
En consecuencia, se desvincularon amplios contingentes de trabajadores y se puso en marcha
un modelo caracterizado por la precarización, la inestabilidad laboral y una alta tasa de
desocupación.

Peronismo, integración y sectores populares

Lo popular en Argentina se definió en oposición a otros grupos sociales y el encargado de su


configuración fue el peronismo, mediante la integración socio-económica y simbólica, visible
en la extensión y reconocimiento de los derechos sociales. Esto conllevó la legitimación de la
acción sindical al igual que la valorización del mundo del trabajo. Hay que agregar la idea del
progreso del país a uno industrial.

En el peronismo, el trabajador también era un descamisado, término utilizado con mucho


orgullo. No obstante, la conciencia clasista se obtuvo más en la plaza que en la fábrica, lo cual
implica que el trabajo no desempeñó un rol determinante. En consecuencia, la noción de
pueblo adoptó un registro político, por la articulación entre los sectores sindicales y los
urbanos.

Por un lado, la definición por oposición condujo a una polarización política entre peronismo y
antiperonismo, desembocando en una fuerte esencialización de las identidades sociales. Se
trata de una identidad laxa, definida a la vez por lo político (la identificación con el peronismo)
y por el consumo, la vinculación con el estilo de vida de las clases medias. Esto hizo improbable
la primacía de la conciencia clasista sobre las otras dimensiones.

La lógica igualitaria encontró eco en las clases trabajadoras integradas, las cuales tendieron a
autoposicionarse dentro del colectivo heterogéneo de los sectores medios. Asimismo, la
inmigración extranjera y la usencia de verdaderas familias obreras, no permitieron su
verdadera consolidación. Además, una importante movilidad geográfica y social impidió el
nacimiento de una verdadera comunidad popular, la constitución de un grupo social cerrado y
altamente combativo.

Por último, presentaba dos vías heterogéneas pero complementarias de integración social: una
apoyada en la figura del trabajador, al tomar a los sectores obreros como fuerza social
nacional y la consolidación de valores; y la otra apuntaba a la figura del pobre, desposeído, por
medio de las políticas compensatorias. Esto ponía en ejercicio activo los derechos del
trabajador y el seguro social, como el mantenimiento de principios asistencialistas y
clientelares. Sin embargo, la segunda era una extensión del pueblo trabajador dado que allí
donde el Estado no llegaba, la beneficencia emergía para colmar los vacíos sociales. Pero
mientras el Estado sea el mecanismo impersonal de redistribución, la beneficencia tenía un
carácter personalizado y discrecional. La posterior crisis de las bases industriales potenciaron
los elementos asistencialistas.

El peronismo permitió desactivar la verticalidad del vínculo social. Sin embargo, durante los 90,
el mismo dejó de ser el principio de articulación entre una identidad obrera, un sentimiento
nacional y una conciencia popular. Cada uno fue debilitándose y desasociándose: la identidad
obrera entró en crisis con la transformación del mercado laboral, la precarización y la
inestabilidad. El sentimiento nacional se diluyó en tanto las demandas no encontraron
correlato en un programa de políticas públicas. La conciencia popular se desdibujó con la
heterogeneidad social, la desigualdad y la reducción de las divisiones ideológicas. En fin, el
peronismo fue perdiendo la capacidad de articular las diversas dimensiones de la experiencia
social y política. De esta manera, dejó gradualmente de ser un mecanismo activo de
comprensión de los social para reducirse a un dispositivo de control y dominación política de
los sectores populares.

Descolectivización y transformaciones de la subjetividad popular

Desde un punto de vista objetivo, la descolectivización arrancó con la última dictadura militar
por trabajadores excluidos del mercado formal que se desplazaron a actividades propias del
sector informal, por cuenta propia o en relación de dependencia. Este proceso de
pauperización se ilustra mediante las tomas ilegales de tierras, expresando la emergencia de
una nueva configuración social. Una de las principales consecuencias es que el barrio surge
como el espacio natural de acción y organización y e el lugar de interacción entre diferentes
actores sociales reunidos.

Con el gobierno de Menem le siguió una segunda ola desindustrializadora, basada en la


privatización, descentralización de la administración pública y control de la mano de obra a
través de la flexibilización laboral. Esta vez afectó a los trabajadores del cordón industrial como
a los empleados del Estado. Los individuos, entonces, tendieron a buscar refugio en las
actividades informales y precarias, acentuando la inestabilidad de las trayectorias laborales. En
parte, la dinámica descolectivizadora fue contenida por el aumento del empleo público y la
distribución discrecional de recursos provenientes de los ATN. Hubieron intensos procesos de
movilización colectiva, donde la mayor expresión fue el santiagueñazo, que promovió la
intervención activa del Estado para la distribución de recursos y creación de empleos públicos.

Por último, en 1995, hubo una tercera ola que terminó por acelerar el proceso de expulsión de
mercado de trabajo y el aumento de la inestabilidad laboral al igual que la emergencia de
nuevas formas de resistencia colectiva, dando origen a un conglomerado de organizaciones de
desocupados.

Asimismo, el conjunto de transformaciones muestra el aumento de la productividad, producto


de la modernización tecnológica y la reducción de los costos de mano de obra, a través del
deterioro de las condiciones de trabajo. Así, los nuevos empleos se caracterizan por la
precariedad, por su escasa cobertura social y desprotección frente al despido.

En términos de subjetividad política, la subordinación de los sindicatos a las orientaciones del


gobierno justicialista generaron desorientación en los individuos; incluso muchos resultaron
abandonados por sus sindicatos a la hora de enfrentar el desmantelamiento.

Por otro lado, la desinstitucionalización produjo una fuerte crisis de las identidades políticas,
sumadas las consecuencias que tuvo la expansión de las industrias culturales como portadoras
de nuevos modelos de subjetivación anclados en la identificación con nuevas pautas de
consumo.
La experiencia de los jóvenes pone de manifiesto la desaparición de los marcos sociales y
culturales que definían al mundo de los trabajadores urbanos y la emergencia de nuevos
procesos, marcados por la desregulación, la inestabilidad y la ausencia de expectativas de vida,
así como por la difusión de la nuevas subculturas juveniles, producto de la globalización y la
influencia de los medios. Las identidades remiten a nuevos registros centrados en el primado
del individuo, en la cultura del yo y en los consumos culturales. El resultado son las identidades
culturales más volátiles y débiles, menos definidas por la pertenencia si bien marcadas por una
matriz conflictiva.

Las nuevas relaciones laborales: juventud y límite de la inserción

Los jóvenes son el sector más vulnerable de la población pues sufren tanto de
desinstitucionalización (crisis de escuela y familia) como de la desestructuración del mercado
de trabajo. Asimismo, a la falta de calificación laboral se le suma la ausencia de oportunidades
educativas, reflejando una integración más lejana y teniendo como resultado altos niveles de
deserción escolar.

Este nuevo mundo laboral solo ofrece vulnerabilidad. Por ello, la juventud presenta escasa
resistencia y falta de organización político-sindical y son el target ideal para la flexibilización y
la precariedad laboral.

Consecuentemente, la noción de derechos sociales se desdibujó al igual que se produjo una


fragmentación salarial y una gran cantidad de desempleados, obrando como disciplinador. Por
último, la inestabilidad laboral ya abarca a dos generaciones y no constituye una novedad para
los jóvenes, quienes naturalizan la situación de inestabilidad.

En fin, la época es una de debilitamiento del peronismo coexistiendo una afirmación de una
cultura de masas comandadas por un mercado globalizado. El escenario es de incertidumbre e
inestabilidad, ambas naturalizadas, que impulsa a los jóvenes de los sectores populares a
desenvolverse como verdaderos cazadores en una ciudad caracterizada por la multiplicación
de fronteras sociales, en la cual el individuo debe procurarse recursos para sobrevivir, sin
posibilidad de planificación reflexiva de la vida.

Los efectos de la nueva política empresarial se ven a través de las fábricas automotrices y los
supermercados. Ambos dificultan la emergencia de una subjetividad popular anclada en la
identificación con el mundo del trabajo.

El sector automotor, rama de la metalúrgica, se constituyó como el eje central del peronismo.
Pero, frente a las nuevas condiciones, los jóvenes suelen definirse a distancia de los tres ejes
de la identidad del trabajador tradicional: distancia política (peronista) y sindical
(desprestigiado) al tiempo que se distancia del trabajo mismo, con el cual mantienen una
relación instrumental. Así, la fábrica deja de ser el lugar en el cual se inscriben las expectativas
de vida y se desvaloriza el espacio laboral como fuente de dignidad y orgullo.

Según un estudio de caso sobre una fábrica, la masa despolitizada, apática y difusa tampoco se
identifica con el colectivo “trabajadores”. Por ello, el sindicato busca proyectar un modelo
identitario definido por la adhesión al peronismo, el orgullo de ser metalúrgico y la apelación al
legado sindical. Así, las estrategias de persuasión y discursos pedagógicos giraron en torno a
los derechos del trabajador. No obstante, el desajuste entre el discurso normativo y la realidad
laboral es tan grande que no se lo puede seguir.
Por otro lado, el neoliberalismo parece haber borrado los resultados de esa edad de oro
peronista. Los jóvenes tienden a reorganizar su subjetividad en función de otros ejes,
obteniendo una mayor sensación de realización personal, por ejemplo, la identificación con un
tipo musical. Asimismo, desarrollan una solidaridad expresiva, que demuestra la importancia
de los lazos afectivos. En suma, la acción expresiva de los jóvenes señala un abismo entre dos
universos sociales y culturales, manifestando la profundidad del cambio vivido, pues
desaparecieron los marcos sociales y culturales que definían al mundo de los trabajadores
urbanos.

La figura más acabada del nuevo modelo laboral es ejemplificada por los supermercados,
donde la individualización llegó a su máximo. Esto trajo aparejada la caída del pequeño
comercio y una creciente concentración del mercado. El mismo es más flexible y poco
organizado, facilitando la implementación del nuevo modelo. Asimismo, coloca en el centro
del dispositivo de control al consumidor, quien permite ampliar la dominación social del capital
sobre el trabajo. Se le agrega también la tradición pragmática y empresarial del sindicato para
explicar la dificultad de la emergencia de una identidad colectiva al igual que las escasas
posibilidades de una subjetivación positiva.

En definitiva, el trabajo es más precario e inestable, dejando de ser el principio organizador en


la vida de las personas. Una de las consecuencias es que los modelos de subjetividad se
construyen a distancia del mundo del trabajo y se centran en dimensiones más expresivas del
sujeto. El trabajo sigue siendo un factor de integración social pero se relativiza su importancia
como principio de individualización y espacio de construcción de un colectivo social.

Cultura popular y estigmatización de la juventud: el horizonte de la exclusión

Esto es más importante si se tiene en cuenta que los jóvenes han sido socializados en un
medio urbano ya que sus demandas de consumo se asemejaran a las de los que tienen
mayores oportunidades de vida. Sin embargo, pese a esta homogeneización producto de la
difusión transversal de los consumos, los modos de apropiación son diferentes y dependen del
grupo de pertenencia.

Sin duda, la oposición a la policía es una experiencia común de persecución y rechazo. Tiene su
origen en la última dictadura pero encuentra continuidad en las fuerzas policiales. Su rechazo
posibilita una identificación de base entre los jóvenes, más allá de la diversidad de los orígenes
sociales o de los círculos de pertenencia.

La represión y el ensañamiento para con los jóvenes se cristalizó en un ethos antirrepresivo,


cuyo paradigma es el rock barrial y la cumbia villera. Los tópicos de la última se refieren a la
muer, denigrada como efecto del trastocamiento de lo masculino, identidad anclada al trabajo,
y a la policía.

Entre los dos polos establecidos por los adaptados al nuevo modelo de relaciones laborales y la
población sobrante, se define el límite de la inserción y el horizonte de la exclusión,
configuradas en la naturalización de la situación alterna, el rechazo a los políticos y la
precariedad duradera.

La mutación organizacional: hacia el mundo comunitario de los pobres urbanos


Durante este periodo, no existieron centros de formación o reconversión laboral al tiempo que
se notó la ausencia de políticas estatales. Asimismo, los grandes sindicatos no se opusieron a
las reformas sino que negociaron con el gobierno su supervivencia material y política.

En primer lugar, el Partido Justicialista se caracterizó por desarrollar y sostener una


multiplicidad de organizaciones heterogéneas dentro del mundo popular. En segundo lugar, el
proceso de tomas de tierras originó también un conjunto de organizaciones territoriales, cuyas
demandas estarán orientadas hacia el Estado.

A partir del año en que Antonio Cafiero asumió se multiplicaron las formas de intervención
políticas en el mundo popular, que se expandieron con Menem. La asistencia alimenticia fue
seguida por una política más sistemática de ayuda social, incluyendo la salud y la infancia. La
política en los barrios tendió a recluirse en su dimensión más asistencial, despojándose de sus
lazos tanto con la militancia como con lo sindical.

El nuevo modelo de gestión se basa en tres presupuestos centrales: la división del trabajo
político por medio de la profesionalización de las funciones, la política de descentralización
administrativa y la focalización de la ayuda social. Así, el pasaje de la fábrica al barrio se
articuló entre la descentralización administrativa, políticas sociales focalizadas y
organizaciones comunitarias, lo que reorientó las organizaciones locales, fuertemente
dependientes del Estado. En rigor, muy pocas organizaciones contaban con los instrumentos
necesarios para insertarse dentro del nuevo campo político-social.

La nueva figura de mediador era el militante social. La nueva división de trabajo terminó por
ampliar y reproducir los efectos desmovilizadores. Así mientras que el trabajo específicamente
político quedaba en manos de los “profesionales”, la acción del nuevo “militante social”, de
carácter asistencial, quedaba encapsulada en el territorio.

Sin embargo, desde arriba, la política de focalización fue acompañada por una recentralización
de la ayuda social.

Con Duhalde como gobernador del Conurbano, se decretó una ley que estipulaba que el 10%
de la recaudación del impuesto a las ganancias fuera destinado al fondo de financiamiento de
programas sociales en dicho territorio. Estos fondos, controlados por un ente autónomo,
dependiente directamente del gobernador, se destinaron a la realización de obras públicas.
Así, el FRHCB se convirtió en el productor de intervenciones estatales.

En efecto, permitió a Duhalde afianzar su liderazgo a partir del disciplinamiento y la


reorganización de las relaciones políticas.

El Partido Justicialista, por intermedio de las nuevas estructuras de gestión y de los viejos
estilos centralizados, comandó la reorientación organizacional del mundo popular. Así, el
mundo se caracterizó más por un conjunto de redes y organizaciones territoriales, con formas
de clientelismo afectivo. Éste, entendido como un tipo de relación que expresa la convergencia
aleatoria entre la dimensión utilitaria de la política y la dimensión afectiva, manifestada en la
identificación con los lideres. Se convirtió en un vinculo político desde abajo en el periodo
populista. Éste triunfó donde el peronismo fue debilitándose a partir del abandono de políticas
públicas integradoras.

En resumen, estas redes territoriales se densificaron y orientaron a la gestión de necesidades


básicas, configurando un nuevo proletariado, multiforme y heterogéneo, caracterizado por la
autoorganización comunitaria.
Mundo peronista, brechas culturales y nuevas militancias

La transformación del peronismo se encuentra en tres grandes inflexiones: en la etapa inicial


de Menem, asociada al debilitamiento socio-cultural; en 1996/97, vinculada a la
autoorganización de lo social; y a partir del 2002, producto de la masificación de los planes
sociales.

La primera presenta dos aspectos interrelacionados: el debilitamiento en términos identitarios


y la difusión de culturas alternativas, que conducirá a la multiplicación de los grupos de
pertenencia. La primera brecha se manifiesta en la dificultad de transmisión del peronismo en
el marco familiar. Más allá de reorganización alrededor del consumo, el desapego creciente de
los jóvenes hacia lo político se relaciona con que el peronismo dejó de ser el núcleo de una
vivencia social, coincidiendo también con el fuerte avance de la industria cultural.

Por otro lado, la segunda brecha, también de orden socio-cultural, fue introducida por las
religiones alternativas. Desde sus orígenes, el peronismo estuvo asociado a los valores de la
cultura católica, más allá de los enfrentamientos. En primer lugar, la represión desarrollada por
los gobiernos hacia los sacerdotes fue seguida de una embestida institucional, realizada por el
Vaticano. La Teología de la Liberación, caracterizada por su opción por los pobres, fue
perseguida y sus principales teólogos disciplinados, coincidiendo con la llegada de Menem al
poder.

Lo notorio fue el crecimiento de las religiones pentecostales y evangelistas dentro de los


sectores populares, lo que quebró la ilusión del monopolio de lo popular por parte del
peronismo, asociado al catolicismo. En resumen, las nuevas religiones fueron constituyendo
otros focos de pregnancia significativa.

Si las religiones-movimiento aparecían como portadoras de la posibilidad de recomponer el


lazo social como comunitario, frente al avance de una dinámica privatizadora, también
ilustraban una determinada visión de lo comunitario que implicaba la resignificación desde la
esfera privada.

La segunda inflexión se inserta en el registro organizacional-político. Aparece ejemplificada por


el surgimiento y expansión de las organizaciones piqueteras en confrontación con el Partido
Justicialista. Las mismas tuvieron como punto de partida la resignificación política de la
militancia socio-territorial existente.

El trabajo territorial fue adquiriendo una autonomía relativa respecto del sindicato y la
militancia política tradicional. El discurso oficial apuntó a proyectar que el nuevo militante
social ofrecía un perfil más profesional, menos contaminado por el mundo de la política. Así, se
dio el predominio de las mujeres. La figura del militante social tenia la ventaja de ser una
despolitizada y menos problemático, en un contexto de transformaciones del peronismo desde
arriba y de creciente empobrecimiento desde abajo.

A mediados de la década del 90, se genera un nuevo ethos militante, protagonizado por las
organizaciones de desocupados. En el origen, cobra relevancia el carácter abusivamente
clientelar y manipulador, así como la escasez de recursos, en un contexto de descolectvización
y pauperización masiva. En ese escenario, se muestra la convivencia entre un sistema
clientelar múltiple, impulsante de las conductas oportunistas y un discurso anticlientelar que
se difundía en el ámbito barrial y que apuntaba al Partido Justicialista.
Finalmente, la redefinición vendría de la mano de los militantes de izquierda, quienes
encabezaron las primeras marchas junto con las mujeres. Erigieron un escenario de
confrontación a la vez que uno de reconocimiento y negociación, con los punteros barriales del
Partido Justicialista y las nuevas estructuras de gestión del Estado. Las organizaciones
reconocen como fuente originaria el trabajo territorial sobre un modelo de representación,
sintetizado en la figura del delegado de base o dirigente comunitario.

En un doble registro, la acción barrial, ligada a las necesidades básicas, se irá dotando de
significación política. Continuidad: porque la militancia social va a consumir buena parte de la
energía de las agrupaciones. Ruptura: la politización del modelo de intervención territorial
hará surgir la emergencia de un nuevo ethos militante, cuyas marcas serán la acción directa, la
autoorganización y la dinámica asamblearia.

En consecuencia, el peronismo se desdibuja aceleradamente al tiempo que diferentes


organizaciones territoriales vehiculizan fuertes apelaciones a la dignidad y la lucha. El
surgimiento de las nuevas organizaciones puso en evidencia el deterioro de la relación entre el
peronismo y el mundo popular, al igual que la posibilidad de politización de lo social. Además,
se apropia de las apelaciones más plebeyas como expresión autentica de la gente de abajo.

Ahora bien, los nuevos planes conllevaron un fortalecimiento de la matriz asistencial del
modelo neoliberal. Por una parte, la entrega de subsidios compensatorios muestra una
continuidad con las políticas anteriores, pues tiende a fijar su inclusión como excluidos. Esto se
complementa con el otorgamiento de subsidios para los emprendimientos productivos, que
exige la autoorganización de los pobres, lo cual complejiza y transforma el modelo de
ciudadanía asistencial-participativo.

En definitiva, el peronismo se vacía de contenidos fundacionales y dejó de ser una


contracultura política, transformándose en una lógica de dominación. Tocaría a las
organizaciones de desocupados posibilitar la emergencia de nuevas políticas, a través de la
resignificación de la militancia, centradas en ejes de criticas al clientelismo y la afirmación de la
dignidad. El peronismo retomó la iniciativa en la tarea de recomponer las relaciones con los
sectores populares con la idea de recuperar y cerras el espacio abierto por las nuevas
organizaciones territoriales. La crisis del 2001 otorgó al peronismo la capacidad de
masificación de los planes asistenciales. Por otro lado, se fortaleció por la reperonización de
importantes organizaciones piqueteras. En definitiva, el peronismo logró legitimar su vinculo
con los sectores populares.

En Argentina, la reconfiguración de la matriz popular apareció como una exigencia para


contener el conflicto social. Así, la nueva matriz popular indica tanto el declive del mundo
obrero (la dificultad de construir un nosotros desde la esfera del trabajo), como la emergencia
de un conjunto heterogéneo de organizaciones territoriales.

El nuevo tejido territorial abarca un conjunto muy vasto y heterogéneo de organizaciones,


desde ONG fuertemente disimiles, organizaciones religiosas, agrupaciones piqueteras.

En suma, surge un nuevo proletariado, multiforme, plebeyo y heterogéneo, ligado al


asistencialismo y al clientelismo afectivo, promovidas por el locus de nuevas formas de
resistencia y prácticas políticas.

Potrebbero piacerti anche