Sei sulla pagina 1di 36

Biografía del padre Vilaseca

Silueta Histórica
El Siervo de Dios, Padre José María Vilaseca, nació el
19 de enero de 1831 en Igualada (Cataluña), España.
Durante los años 1847 a 1852 estudió Latinidad y
Filosofía en el Seminario Conciliar de Barcelona.
Estando en ese establecimiento fue invitado para
misionar en América, llegando a tierras de Veracruz el
20 de marzo de 1853. Inició el noviciado de la
Congregación de la misión, en 1853, y profesó el 3 de
abril de 1855. Fue ordenado sacerdote, en la ciudad de
México, el20 de diciembre de 1856.Los primeros años
sacerdotales los dedicó a las misiones. A mediados de
1869estableció, en la ciudad de México, la Biblioteca
Religiosa que, en pocos años, rebasó los 800,000
ejemplares. El primer ejemplar de la revista “El
Propagador dela devoción al Señor San José y a la
Sagrada Familia” vio la luz pública el 1º. de julio de
1871. Al año siguiente, en la misma fecha, fundó la
“Asociación Universal de San José”; en ese mismo día
apareció también el boletín vocacional “El Sacerdocio
Católico”, como suplemento de El Propagador.El 19 de
septiembre de 1872 fundó el “Colegio Clerical del Señor
San José” que fue la cuna de los Misioneros Josefinos
de México. Tres días después con la Srta .Cesárea Ruiz
de Esparza y Dávalos, dio vida a la Congregación de la
Hermanas Josefinas. Para hacer la voluntad de Dios,
manifestada por las circunstancias y la voz del
Arzobispado de México, se separó de la Congregación
de la Misión, pronunciando ante él mismo sus votos
religiosos como Misionero Josefino el 25 de enero
de1877.Después de haber dado numerosos sacerdotes
a México, en 1885 entregó el Colegio Clerical en un
estado muy floreciente, dedicándose de lleno a sus
obras josefinas. Hizo el voto de “hacer siempre y en
todo lo mejor”, tenía como lema “estar siempre
útilmente ocupado” y, en realidad, desarrolló una
actividad asombrosa .Finalmente, el 3 de abril de 1910,
murió con fama de santo en el Hospita lEscandón de
Tacubaya, D.F., mientras se disponía a inaugurar otra
de sus obras.

Consagración a María
En cierta ocasión, José María Vilaseca hace un viaje en
compañía de su madre. El carruaje donde viajan
amenaza con precipitarse a un abismo en el camino;
pero la madre de José Jaime, Francisca Aguilera,
implora el auxilio de la Virgen de Montserrat; de quien
era muy devota. De inmediato, como detenido por una
mano invisible, el carruaje se detiene. Para la señora,
esto es un milagro patente e inmediatamente, llena de
agradecimiento, consagra a su hijo a la Virgen de
Montserrat, pidiéndole que disponga del niño como
mejor le convenga a Dios. Desde ese momento, José
Jaime profesará una devoción profunda a la Madre de
Jesucristo, quien, a la postre, lo llevará a san José.
Modelo Infantil José María Vilaseca fue un niño muy
laborioso. Siempre se interesó por el quehacer familiar,
y poco a poco fue aprendiendo el oficio de su padre,
aprendizaje que combinaba con los estudios…Fue,
pues, un niño alegre, juguetón y, como todos los
demás, lleno de sueños e inquietudes; un niño de
muchos amigos que se interesaba sinceramente por los
demás y siempre buscaba el modo de
ayudarlos…virtudes que aprendió en el seno de una
familia cristiana y trabajadora .Alegre, Modelo,
Espiritual José Jaime era agradable a cuantos le
miraban; los niños de su edad siempre buscaban su
compañía; ya desde entonces se comenzaban a
delinear sus virtudes que más tarde habrían de ser las
predilectas de su vida. En sus modales reinaba la
sencillez, en sus labios nunca anidó la mentira; no
consentía que otros niños las dijeran en su presencia.
El día de su primera comunión lo conservó para siempre
en su corazón; siendo después más ferviente y
conservando constantemente el piadoso recuerdo del
que llamó muchas veces el día más feliz de su infancia.

Otros aspectos:
Misionero Vicentino

Ingresó al noviciado el 2 de abril de 1853 y profesó como


religioso en la Congregación de la Misión el 3 de abril de 1855.
Como expresión de su amor a la Madre de Dios, añadión a su
nombre el de María. Recibió la ordenación sacerdotal el 20 de
diciembre de 1856, poniendo a San José como padrino de su
primera Eucaristía.
Primeros ministerios

Comenzó su ejercicio de su ministerio sacerdotal en una época


difícil para la Iglesia en México: en 1857 fue jurada la
Constitución política del nuevo Estado mexicana y a partir de
ese año comienza una persecusión contra la Iglesia; se
oficializa la separación Iglesia-Estado; se declara una
educación laica y abiertamente anticatólica. Los diez primeros
años de su sacerdocia se dedicó a las misiones populares.

Principios espirituales

Ya desde el noviciado había inciado unos apuntes personales


que llamó su vademecum: una biblioteca abundante con los
principales temas para el ejercicio de su ministerio. Sus
primeras publicaciones están intimamente ligadas a su
actividad misionera. Este espíritu evangelizador lo llevó a
establecer en 1869 la Biblioteca Religiosa.

Devoción a San José

El 8 de diciembre de 1870, el Papa Pio IX proclamaba a San


José Patrono de la Iglesia Unviersal. Aunque ya era gran
devoto, en marzo de 1871 predicó el mes de San José en la
capilla de San Vicente . Esta experiencia fue el punto de
arranque de un trabajo intenso para propagar la figura de San
José; fue el momento en que el P. Vilaseca sintió la devoción
josefina como un regalo de María. Al finalizar la predicación del
mes se propuso a editar una revista que difundiera la figura de
San José: El Propagador de la devoción al Señor San José y a
la Sagrada Familia. Un año más tarde publicó: ¿Qiuén es José?
Estableció la Asociación de los devotos del Señor San José y en
1872 añade a El Propagador el boletín titulado El Sacerdocio
Católico, con el fin de promover las vocaciones consagradas.

Fundaciones

La apremiante escasez de sacerdotes, los problemas de los


seminarios, el abandono de los pueblos, constatado en su
actividad misionera, motivaron al P. Vilaseca para proponer a
sus superiores la creación de un centro de estudios
aclesiásticos en la Arquidiócesis de México. Así, con la anuencia
del Arzobispo de México y el apoyo de sus superiores, fundó el
Colegio Clerical del Señor San José, el 19 de septiembre de
1872, para formar pastores que se dedicaran a la atención de
las parroquias, y no se perdiera en fruto de las misiones. El
mismo día fundó la Congregación de los Misioneros de San José
cuyo fin consiste en la promoción del culto y devoción a San
José y en la evangelización, preferentemente de los pobre e
indígenas, mediante la educación de la juventud, las misiones
y otros ministerios de acuerdo al propio espíritu y carisma.

Tres días más tarde, fundó la Congregación de Hermanas


Josefinas, con la ayuda de la señorita Cesárea Ruiz de Esparza
y Dávalos, para la educación de la juventud, la atención a los
enfermos y otras formas de caridad.
Actividades

El P. Vilaseca se dedicó a la formación de sus hijos mediante la


relación personal con ellos, el ejemplo de su vida, las
instrucciones que les daba, sus escritos, etc., en los cuales dejó
un verdadero patrimonio espiritual.

También impulsó las misiones populares, en las que


participaron los alumnos y sacerdotes del Colegio Clerical y los
primeros Misioneros Josefinos. Estableció las misiones entre los
indígenas tarahumaras, yaquis, huicholes y lacandones. Fundó
colegios y escuelas para la instrucción de la niñez y juventud.

Dificultades…ventajas!
Entre las adversidades que vivó, está la experiencia de la cárcel
y de la expulsión del país (1873); en enero de 1875 regresó a
México, por una gracia especialísima de San José. También los
superiores de la Congregación de la Misión, le plantearon una
disyuntiva difícil: abandonar las obras josefinas o la
Congregación de la Misión; para resolverla, consultó al
Arzobispo Ilmo. Dr. D. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos,
y después de tres días de oración, ante la imegen de San José,
con los alumnos del Clerical, apoyado con la oración de las Hijos
de María Josefinas y de sus alumnas, decidió, como fruto de su
discernimiento, y siguiendo la indicación del Arzobispo,
dedicarse plenamente a sus misioneros, a las hijas de María
Josefinas y demás obras que había fundado. Profesó como
Misionero Josefino el 25 de enero de 1877.
En 1885, por orden del Arzobispo de México, entregó el Colegio
Clerical. Desde entonces pudo dedicarse plenamente a la
atención de sus obras josefinas y a la formación de sus
misioneros, establecidos en la Ribera de Santa María, casa
madre de los Misioneros Josefinos desde 1877.

Aprobación Pontificia

La Congregación de los Misioneros de San José recibió el


Decretum Laudis el 20 de agosto de 1897, y la Aprobación
definitiva el 27 de abril de 1903 y de las las Hermanas Josefinas
el 18 de mayo del mismo año.
Albúm del Padre
José María Vilaseca

Colegio San Jose


Quinto Grado “B”

Ernesto Alejandro Román Luna

Profesor: Bismarck Mena Aburto


Biografia de la Madre Cesarita:
Nombre real: Cesárea Ruiz de Esparza y Dávalos
- Nace en Aguascalientes, Ags., el 27 de agosto de
1829 y es bautizada tres días después.

- Sus padres: Lic José Ma. Ruiz de Esparza y Peredo.


Doña María Bruna Dávalos Rincón Gallardo.

- Educada en la fe y especialmente en la vida de


oración, durante su infancia y juventud que transcurre
en Aguascalientes, Zacatecas, Durango y San Luís
Potosí.

- Se desposa con Jesús siendo seglar, a los 19 años


pidiendo para ello la bendición de su confesor.

- Sigue a Cristo en su humillación por su disminución


de de fortuna, muerte de sus padres, abnegado servicio
a su familia, decisión fallida de ser religiosa
concepcionista y vida itinerante.

- Fundadora de la primera Congregación nacida en


México en tiempo hostil a la Iglesia, junto con el P. José
María Vilaseca Aguilera, el 22 de septiembre de 1872.
- Es madre y formadora ejemplar: de sus religiosas;
de la niñez y juventud, de los enfermos y necesitados,

- Se ofrece como víctima por su Congregación y


muere santamente, el 24 de abril de 1884, en la Ciudad
de México.

- Sus restos descansan en la Casa General de la


Congregación.

RASGOS DE SU ESPIRITUALIDAD

• Vive intensamente la experiencia de sentirse


amada porque, porque su centro es Dios Trinidad que
la amó primero.
• Se relaciona personalmente con el Padre, con
Jesucristo y con el Espíritu Santo, haciendo siempre su
voluntad, en fe, esperanza y amor.
• Sigue a Cristo como esposo, y a María y a José
como sus amadísimos padres.
• Participa en la vida de la Iglesia consciente de su
misión
• Encarna su espiritualidad en una fe que es don y
respuesta en las exigencias del hombre y la mujer de
su tiempo; en una esperanza del Reino que la impulsa
a entregarse a difundirlo ; en una caridad centrada en
Dios y en el amor fraterno

ORACIÓN PARA PEDIR LA BEATIFICACIÓN DE LA


MADRE
CESÁREA RUIZ DE ESPARZA Y DÁVALOS

Padre bueno, que elegiste a tu sierva


Cesárea Ruiz de Esparza y Dávalos,
para vivir bajo la mirada de amor
como hija de María y de José
y dedicarse a promover la Vida de tu pueblo,
mediante la educación de la niñez y juventud,
la formación de la mujer y
la atención de los enfermos.

En nombre de tu Hijo te pedimos su pronta


beatificación
y por su intercesión nos concedas la gracia…
Gloria a Jesús María y José,
Por los siglos de los siglos.

Amén.

Experiencia espiritual
Los años de su niñez fueron importantes, pues en ellos se
inclinó en el conocimiento y amor profundo del Señor, ella
misma escribe: «Uno de los beneficios de Dios del que vivo
agradecida, es el de haberme dado padres católicos y que
tuvieran temor de Dios». Y en otro lugar expresa: «Como las
madres son las que despiertan en la niñez el alma de la virtud,
mi mamá, a más de los frecuentes consejos para grabar en
nuestro tierno corazón horror al pecado, nos inclinaba a la
oración».

«Rezaba el cuaresmal con la hermana mayor; yo y otra menor,


luego que leía el punto y apagaba la vela, nos dormíamos,
apenas sentía cuando me llevaban a la cama, tendría yo como
nueve años, esto fue poco tiempo. Después con gusto la
acompañaba a rezar sus devociones, casi todas las aprendí de
memoria y las más las seguí muchos años».

Esta confesión de Cesárea indica diáfanamente la hondura


religiosa de su hogar y de su formación en los años clave de su
vida, los de su niñez. Sin todavía comprender las profundidades
de la vida de oración, se inicia en ella y es su propia madre la
maestra que la hace dar los primeros pasos en la vida del
espíritu. Lo que al calor del regazo maternal aprendió quedó
profundamente grabado en su ser. Una de las devociones más
arraigada de la Sierva de Dios, es a la Santísima Virgen María,
a quien ella llama «Mi tierna madre».

El trato que ella da siempre a la Sma. Virgen María es


sumamente tierno y respetuoso, esto nos habla de un corazón
que ama verdaderamente; releyendo algunas de sus cartas nos
encontramos lo siguiente: «Mi tierna madre», «Mis
queridísimos Padres María y José», «Madre mía», «Mi querida
Madre». Cuando nombra o invoca a la Sma. Virgen María no la
puede separar de José y de Jesús, es decir ama y venera a la
Sagrada Familia. Esta devoción y la de la Santísima Trinidad
serán centrales en el Carisma Fundacional que posteriormente
recibirá, vivirá y legará a sus hijas.

Adolescencia y juventud
Cesárea ha llegado a la adolescencia. Luce graciosamente sus
catorce años viajando nuevamente con la familia a su tierra
natal de Aguascalientes, donde permanece un año.

Los intereses sociales y económicos de los Ruiz de Esparza y


Dávalos son motivo del retorno a la ciudad de las minas. Allí en
Zacatecas, cuando Cesárea tiene quince años, manifiesta que
vive plenamente su adolescencia; se observa, descubre las
riquezas de su femineidad, por eso nos dice: «allí comencé a
sentir inclinación a la compostura». Viendo a distancia esta
realidad y habiendo descubierto el máximo calor en seguir a
Cristo, dirá: «gracias a Dios me duró poco más de un año».
La historia se va gestando y va cargada con sus valores y sus
rasgos específicos, muchos de los cuales se nos antojan más
amables. Uno de éstos es, tal vez, la sobria y rigurosa
educación que le tocó vivir a Cesarita. Ella narra el cuidado y
vigilancia que su madre, en especial, tenía de ella y sus
hermanas: «No permitía que tuviéramos amistades, muy pocas
veces salíamos a visitar, no permitía que tuviéramos
familiaridad con los criados, ni con los parientes… nunca nos
dejaba solas y cuando algunas señoras platicaban cosas que no
convenían, nos hacía una señal y luego nos salíamos…»

Cristo su centro
En este círculo, que también era de selecta cultura y de afición
a buenos libros, había un eje que centraba la vida de Cesárea:
la amistad con Cristo.

Cesarita entendió la renuncia para el seguimiento de Cristo.


«…siendo joven de dieciséis años, sentí deseos de tener una
vida retirada… en esa edad renuncié a las vanidades del
mundo, adornos y amistades, establecí un método de vida dado
a Dios, como estaba apoyada por mi mamá tenía tiempo para
hacerlo…»

En el ofrecimiento diario de obras, invoca siempre a María como


a su dulce Madre del cielo y le pide le enseñe a amar a Jesús;
de este amor y conocimiento, nace en su corazón, el anhelo de
ofrecerse como víctima de amor al Padre, por manos de María
y José; ofrecimiento que con frecuencia renueva.

En el itinerario de su caminar con Cristo, sorteará los escollos.


En esta ocasión, en su temprana juventud, experimentará
desconcierto y escrúpulos: «me confesaba con el padre
Guardián del Colegio de Guadalupe, no se podía dedicar a
dirigirme como yo lo deseaba y me propuse formar mi espíritu
yo sola, me dediqué a la oración y a la lectura, tomé por
maestro para la oración a San Francisco de Sales. Formé mi
espíritu muy tímido, con esto sufrí mucho algunos años y
mortifiqué a mi mamá. Había épocas en que todo se me hacía
pecado y no quería ni hablar«.

Cuando verdaderamente se da el encuentro con Cristo, su


proyección se deja sentir de inmediato en las realidades
terrenas. Cesárea es la joven responsable capaz de colaborar
en la conducción de su hogar… «a la vez mamá me hizo cargo
del gasto de la casa y del cuidado de los criados«.

La permuta que obtuvo el Licenciado Ruiz de Esparza, de pasar,


como Juez del Distrito de Zacatecas, al de San Luis Potosí,
determinó el cambio de residencia de la familia cuando la
protagonista de este relato, tenía dieciocho años.

Consagrada en el mundo
San Luis Potosí, otra estampa colonial, será la ciudad que
albergará la juventud de Cesárea.

El influjo de la persona de Cristo en ella se hace de manera


especialmente relevante en esta época, con la consagración
que hace de sí a Dios cuando ha cumplido diecinueve años. Su
padre había mandado tallar en madera la imagen de Dios hecho
Niño, con el fin de obsequiar a su querida hija con un regalo
tan de su agrado. La joven, a su vez, ofrendaba al Niño todo
su amor, manifestado de mil maneras; mandó grabar un anillo,
que recibió de uno de sus tíos, con las iniciales J. y C. En una
sencilla e íntima ceremonia simbolizó su consagración:

«…el jueves 12 de octubre de 1848, día de Nuestra Señora del


Pilar, mi confesor el M.R.P. Ignacio Sampayo, Guardián del
Convento de San Francisco, estando yo en la Sacristía, bendijo
el expresado anillo, me lo puso y me dio por esposo al Niño
Jesús; en aquel acto hice una comunión espiritual y avivé la fe
que mi madre Santísima y mi padre Sr. San José eran mis
padrinos como tanto se lo había suplicado. Al Niño le puse un
anillo con la inicial C«. En torno a esta entrega giran los
primeros años de su juventud. «…Puse todo mi afecto en el
Niño, no solo con cosas exteriores… sino con afectos del
corazón en la oración y dentro del día con jaculatorias, actos
de contrición, de amor, comuniones espirituales, besar el anillo,
hacerlo todo por su amor con el fin de agradarle, a más de la
oración de por la mañana, luego que oscurecía me iba a sus
pies a hacer oración y rezas mis devociones… En el adviento
hacía los ejercicios y lo velaba la noche de Navidad«.

Cuando Cesarita se desposa con Jesús Niño, escoge a la Sma.


Virgen como madrina, siempre al lado del Señor San José.
Después de estos místicos desposorios, Cesarita forma parte
de la Sagrada Familia de Nazaret; esposa de Jesús, Hija de
María y del Señor San José; a partir de esa entrega total, su
vida espiritual se transforma.

María, la joven que vive una vida desconocida, secreta, oculta


ante los ojos del mundo pero muy conocida ante los ojos de
Dios, es su maestra de oración y de la práctica de todas las
virtudes, principalmente de la humildad. Cesarita se identifica
así con su Madre del cielo y se deja cultivar por el Espíritu
Santo.

Responsable de la familia
La serenidad de la clara mañana de su vida juvenil va a
alterarse, ensombreciéndose por fuertes momentos de dolor,
crisoles de su fecunda vida.

En 1856, cuando ha cumplido ya veintiséis años, muere su


madre y la madura joven se queda al frente de su hogar. «…El
día que fue sepultada, reunió mi papá a la familia… les dijo que
habiendo faltado mi mamá, aunque yo no era la hermana
mayor, pero que todos se habían de sujetar a mi dirección, los
exhortó a la obediencia y dejó a mi cargo la casa…»

Cesárea ha dado el paso de vivir con la persona de Cristo, a


experimentar su misterio y el de su Iglesia, de conocer al Señor
en sí mismo, a redescubrirlo en la propia intimidad; su fe se va
transformando en una fe adulta.

Comienza desde entonces de un modo especial a humillarse


profundamente ante Dios y ante los hombres, sus actos de
virtud eran cada día más perfectos, pudiéndose decir con toda
verdad, que dirigida por el Pbro. D. Jesús Mota, iba a pasos de
gigante de virtud en virtud.

Le escribe al P. Vilaseca: «Para gloria de Dios, vergüenza y


confusión mía, digo a usted, padre mío, que me hizo mi buen
Dios la gracia de tener mi espíritu muy recogido. A cada cuarto
de hora poníame en la presencia de Dios, hacia un acto de
contrición, una comunión espiritual y un acto de amor unas
veces, y otras lo hacía de humildad, o de aquella virtud que
más necesitaba. A más de estos actos, a cada hora ofrecía el
deseo de agradar a Dios en todas mis acciones y sufrimientos,
me ofrecía en sacrificio con mucho afecto y con positivos
deseos de que Dios hiciera de mí lo que fuera su divina
voluntad».

Juventud que transforma en adultez


INMOLACIÓN-VIDA NUEVA. Dos años de abnegada atención a
su padre y a sus hermanos, antes que contraigan nupcias. Al
casarse ellos, quedan solas Cesárea y Juliana y deciden
ingresar a la Vida Religiosa. En Abril de 1858 salen de San Luis
Potosí con el ideal firme: Juliana de ingresar con las Hijas de la
Caridad, y Cesárea con las Concepcionistas, pero al ser
rechazada por la familia, no logra su intento; como María y José
no existe albergue para ella.

La vida cristiana es esencialmente un acontecimiento de amor


y su desarrollo sigue una trayectoria determinada. Después de
diez años de gozo espiritual, Cesárea es purificada. Ella, anota
en su biografía: «…con la vigilancia de mis hermanos… no tenía
tiempo de dedicarme a las cosas espirituales… no dejé la
frecuencia de los sacramentos, ni del todo la oración… me
disipé de la presencia, de Dios… estuve algún tiempo como
azorada, fastidiada del mundo, muy abatida».

Cesárea ha descubierto la voluntad de Dios en los


acontecimientos y se empeña en buscar los medios para que
su hermana Juliana logre consagrarse a Dios, por eso suplica a
su tía la lleve a la Hacienda de la Quemada a vivir con uno de
sus hermanos. Allí en la soledad, el silencio y la quietud, la
presencia de Dios que alimenta por la lectura espiritual y la
oración colman su deseo fuerte de una vida contemplativa aun
cuando confesaba: «A pesar de mis devociones no pude tener
el espíritu con recogimiento, como deseaba, porque mi
imaginación se ocupaba en recuerdos tristes de los
acontecimientos que en dos años hubo en la familia». Después
de seis meses regresa a San Luis y la generosidad de una
persona piadosa le facilita el ingreso al Beaterio de Salesas
donde se dedica a una vida intensa de lectura espiritual y
oración.

Nuevas purificaciones
Los ocho meses de su estancia allí se interrumpen para volver
con su padre, porque la segunda esposa de su papá, después
de haber gastado todo lo que pudo de la casa, lo abandonó
enfermo, paralítico y escaso de recursos.

Cesárea, dada su fina psicología, vive intensamente las


vicisitudes de este período: enferma, con un pequeño a su
cuidado, porque murió su cuñada y le dejo a su hijo. ¡Muere su
padre! el 25 de abril de 1861, dejándola de albacea. ¡Muere el
pequeño sobrino!

Dificultades como albacea, porque sus cuñados no le permitían


un pago de dinero que estaba cierta debía su papá y, por
justicia, renuncia ante un juez.

¡Muere su hermana Refugio y su cuñado Juan Vega!, nueva


responsabilidad de dos pequeños, porque ellos le dejan a sus
hijos Josefa y Miguel. ¡Al frente de ún mostrador! Temerosa de
que las rentas no le fuesen suficientes para sus gastos, abre un
estanquillo. En 1869 Cesárea se traslada a México a la casa de
su hermano Juan; nuevas dificultades por la convivencia de los
pequeños sobrinos, la hacen separarse de él, y buscar nuevo
modo de subsistir. Se dedica a asistir a seis jóvenes que
estudiaban medicina.

Esta etapa en la vida de la Madre Cesarita le sirve de


preparación inmediata a su vocación de Fundadora. Ella desde
su más tierna edad amó y honró a la Santísima Virgen. En su
autobiografía, cita las devociones que practica, el rezo del
rosario completo todos los días, el oficio Parvo, rezo del
viacrucis, amante de la oración mental y vocal, exacta y
puntual en los quehaceres. Más tarde en el Hospital de San
Andrés, dirigido por las Hijas de la Caridad, se desempeña
como una de las celadoras más distinguidas; por el amor a tan
dulce Madre, logra, junto con tres compañeras que ingresen
1042 personas a la Asociación de Hijas de María. Cesarita crece
cada vez más en la vida espiritual, cada cuarto de hora se pone
en la presencia de Dios, hace un acto de contrición, una
comunión espiritual y un acto de amor o de humildad.

Se establece la Asociación de Hijas de María en el Hospital de


San Andrés
El 8 de septiembre de 1863, fiesta de la Natividad de Nuestra
Señora, se establece la asociación de Hijas de María
Inmaculada, en el Hospital de San Andrés de la ciudad de
México. Su lema era: Pureza, Trabajo y Obediencia.

Su objetivo: Vivir intensamente en Cristo y por Cristo, tomar


en serio el evangelio y buscar la perfección del amor. Para
lograr dicho objetivo, acogerse a María, camino que más
directamente conduce a Él.
La Juventud Mariana vive valores morales y espirituales:
respeto, fraternidad, justicia, generosidad, pureza,
laboriosidad, amor. La joven las encuentra realizadas en Cristo,
su maestro, su modelo, ese Cristo que se hizo niño, y fue
creciendo pasando por la adolescencia y la juventud, para
llegar a la edad madura y poder realizar la obra que tenía
encomendada: dar la vida por la salvación de los hombres.
Aquí, la joven encuentra el verdadero sentido de la vida:
encontrar aquel tesoro, por el cual vale la pena sacrificarlo
todo, con tal de poseerlo; cómo responder a la propia vocación,
siguiendo las inspiraciones de lo alto; cómo vivir en la alegría
aún en medio de la.pobreza, cuando ésta nos llena de las
riquezas de Cristo; y es así como: el 4 de junio de 1871, la
Sierva de Dios Cesárea Ruiz de Esparza y Dávalos es recibida
Hija de María, en el hospital de San Andrés, a donde había
llegado el anterior abril.

El Padre Vilaseca considera este tiempo en la vida de Cesarita


como un tiempo valioso de preparación para la Misión de
Fundadora que el Todopoderoso le tenía asignada.

Fundadora
La hora del llamado a fundadora se acerca. La vida interior de
Cesárea, en el Hospital de San Andrés, se expresa en una vida
de servicio al hermano: una vida muy recogida y dedicada a la
oración, asistencia de los que entraban en agonía ea la sala de
cirugía.

El Hospital de San Andrés, atendido por las Hijas de la Caridad,


es el sitio elegido por Dios para revelar a Cesárea la misión
para la que había sido preparada en los años precedentes:
Fundadora.

El ritmo individual interior y espiritual de Cesárea, se va


revelando a lo largo de su historia, que comenzó con la elección
divina. La disponibilidad, flor de su amor, se abre en plenitud
para dejar penetrar el deseo de Dios (en agosto de 1872. Ella
escribe: «El día 24 comencé un retiro… me propuse dedicar los
tres días a la oración sin tomar puntos.«).

José María Vilaseca, el celoso misionero, se ha cruzado en su


vida; Dios se le hace presente por su medio y los asocia
haciéndolos padres de un nuevo Instituto: la Congregación de
Hermanas Josefinas. Sale del retiro el día 27. Ella sabe que su
oración ha sido oída y que ésa era una prueba de la voluntad
de Dios. El discernimiento de Cesárea aflora en las consultas
que realiza para confirmar lo que le pide el Señor. Lo anota en
sus escritos: «Yo no resolví luego hasta que lo consulté con mi
Director, le comuniqué lo del retiro y la invitación de usted, me
dijo que era obra de Dios y me dio permiso para hacer la
Fundación«.

El elemento de Dios llega: La Iglesia, tierra siempre fecunda,


recibe amorosa la semilla nueva de un naciente instituto, a
pesar de la persecución religiosa que han desatado las leyes
injustas en la República Mexicana, y así comienza la labor. «El
domingo 22 de septiembre de 1872, día en que la santa Iglesia
celebra los dolores de Nuestra Madre Santísima, a las seis de
la tarde fue la Madre Sor María Alvarez y la Madre Sor Mariana
Luna a llevarme a una vivienda en una casa en la calle de San
Felipe de Jesús, donde había cuatro niñas y tenían una
escuelita, con estas cuatro niñas comencé la fundación«.
El carisma que el espíritu está generando en la Iglesia de
México, se avala al cobijo del báculo del Pastor y Cesarita sigue
narrando: «El 19 de octubre nos presentó nuestro Padre con el
Ilustrísimo Sr. Arzobispo Dr. D. Pelagio Antonio de Labastida y
Dávalos, nos recibió con mucha caridad, nos hizo una pequeña
exhortación animándonos a que nos consagráramos al servicio
de Jesús, María y José, dedicándonos a la enseñanza de la
juventud«. Cristo se queda con las primeras Hijas de María y
de José, para decirles su amor, fortalecerlas y hacer madurar
el carisma en su vida cotidiana, el 28 de febrero de 1873.

La historia de la vida religiosa nos revela que los fundadores


son llamados por Dios, para ser gigantes en la santidad.
Santidad que implica grandes sufrimientos. El encarcelamiento
del Padre Vilaseca es otro momento de ascensión en una larga
trayectoria de dolor de la Madre Cesárea como Fundadora. La
siguiente estación del «Subir a Jerusalen» se deja ver como un
cincel modelador de la talla de Madre Cesárea en las manos del
Padre y es el destierro del P. Vilaseca, quien se embarca para
Europa el 17 de octubre de 1873. Por un año y tres meses la
valerosa Fundadora conduce sola el timón de la Congregación
en tiempos aciagos y de persecución religiosa. En 1875, el
Fundador vuelve.

Fundaciones
Se establece la primera casa en Tacuba, una escuela gratuita
para niñas pobres. Se fundan casas en la ciudad de México y
en diversos lugares de la República, la madre Cesárea recorre
incansable caminos dificiles, vence obstáculos, resuelve
situaciones, preve, dispone, establece, azompaña y enseña a
sus hijas: Huajuapan de León, Veas, San Vicente de Puebla,
San Andrés Chalzhicomula colegio y primer hospital, Analco,
Huichapan, San Agustín Tlaxco, Aculco, Manzanares…

La Madre Cesárea ha acogido la buena nueva en una


perspectiva concreta: Cristo sencillo, Cristo humilde, Cristo
celoso de la salvación de los hombres va fraguando su vida, su
vocación personal y su vocación de Fundadora viviendo como
esposa fidelísima, como hija de María y de José en la
comunidad de Nazaret y para conservar a Cristo en ella y en
sus hermanos.

Ve a la familia de Nazaret cumpliendo los planes del Padre y


trata desde sus inicios de gozar de la unión con Dios y del amor
mutuo que se difunde en los miembros del hogar de San José.
Elegida por Dios para atender a las urgencias de la Iglesia,
responde a la lectura de los signos de los tiempos
consagrándose a cuidar la vida de Cristo en la niñez, en la
juventud, en el enfermo y en todo necesitado. Su vasta cultura,
aunada a su simpatía, hacen de la Madre Cesárea la formadora
afable y sencilla, firme y esforzada, personalmente enseña a
sus hijas desde los oficios más sencillos hasta la mejor manera
de dialogar con Dios. Su corazón de Madre se derrama en
solicitud para aquellas primeras hermanas, que fueron motivo
constante de su preocupación, que hicieron exultar su alma de
gozo con sus éxitos en la virtud y derramar lagrimas amargas.

Nombre primitivo de la Congregación


La Madre Cesarita expresa en sus apuntes autobiográficos:
«Entre el gran número de hijas de María que estaban
establecidas en México, fuimos elegidas unas cuantas, sin tener
instrucción, ni civilización, ni bienes de fortuna para ser
también felices Hijas de María». Una de las características que
sobresalen en la vida de M. Cesarita es su gran amor a la
vocación, que transmite gozosamente y lo cultiva entre las
Josefinas.

El nombre primitivo con el que se les conoce en los inicios de


la fundación y que se prolonga por varios años es precisamente
el de «Hijas de María y del Señor San José», porque varias de
ellas antes de ser religiosas fueron Hijas de María. El Padre
Vilaseca escribe en su relato histórico al respecto:
«Concluyamos pues, este capítulo, dándole al Señor las más
expresivas gracias por los muchos, muy notables y muy
continuados beneficios que se ha servido concedemos, aún en
medio de nuestra miseria que, a la verdad, ella ha sido tanto
mayor cuanto más notables fueron los beneficios de Dios hacía
nosotros; dándole gracias las más afectuosas, porque sacando
del mundo una juventud muy instruida y propia para la virtud,
iba apoderándose de su corazón hasta transformarlas en
dignas esposas suyas; dándole las gracias más expresivas a
nuestra queridísima Madre la Santísima Virgen María, que se
sirvió de su protección para que muchas hijas de María se
animaran a hacerse Josefinas, e ingresaran en el nuevo
instituto.»

También encontramos varios libros escritos por el Padre


Vilaseca para la formación de su incipiente Congregación,
algunos de estos dedicados por la Madre Cesarita y que se
refieren a ellas como «Hijas de María y del Señor San José».
Madre Cesarita escribe: »… Al ver nuestro padre el número de
nuestros Establecimientos con los que ya nuestro Señor nos
había bendecido, compuso para nuestro uso la primera obrita
impresa que se titula ‘Instrucción para las Hijas de María del
Señor San José, empleadas en la enseñanza de la juventud’».
En otro lugar encontramos: «Este precioso librito compuesto
por nuestro padre, se titula: ‘Libro de oro para las Hijas de
María del Señor San José’. En verdad libro de oro, con el que
compraremos la preciosa perla de la humildad, y nos
libraremos de la maldición de Dios, que cae sobre la comunidad
que se ensoberbece, así como sobre cada uno de los miembros
soberbios y orgullosos«.

Asociaciones establecidas
Cuando las primeras Josefinas llegaron a ocupar lugares y
obras que habían dejado las Hijas de la Caridad, se encontraron
que en algunas obras ya había oratorio y ya estaba establecida
la «Asociación de Hijas de María», como lo constatamos en lo
siguiente, que escribe la Madre Cesarita:

«Salimos para Puebla el día 10 de noviembre, y tomamos


posesión del Asilo de San Vicente, que tan dignamente dirigían
las Hijas de la Caridad, situado en la calle de San Jerónimo Nº
1. Desde entonces lo había dirigido y sostenido el señor
presbítero Don Victoriano Covarrubias, canónigo y persona
muy respetable por su virtud y gran prudencia. Había en el
colegio treinta y cuatro niñas, tenían un Oratorio decente y en
él establecida la Asociación de Hijas de María«.

…»El 1 de enero de 1876, nos hicimos cargo del Colegio y


Hospital de San Andrés Chakhicomula, el que dignamente
dirigía y sostenía el señor Cura Pontón. La nueva casa que
recibieron tenía oratorio y Asociación de Hijas de María,
fundada por las inolvidables Hermanas de la Caridad«.
Todas las Primeras Constituciones o Reglas Comunes están
dirigidas a las «Hijas de María y del Señor San José». El Padre
Vilaseca en el Relato Histórico escribe: «Notemos con palabras
de la venerable madre ese feliz tiempo de la cuna de las Hijas
de María del Señor San José que escribió en el librito de apuntes
de esta manera: Nos dio nuestro buen padre las santas reglas,
con deseos positivos de que nuestras casas fueran una
verdadera copia de la casa de Nazaret, consagrándonos al
servicio de Jesús nuestro divino Esposo, de María nuestra tierna
madre y de José nuestro buen padre… si así obramos, hemos
de afirmar que por medio de nosotras las Hijas de María
Josefinas se producirán óptimos frutos de salvación de las
almas. ¡Oh, de qué no serán capaces nuestras Hijas si guardan
las santas reglas!«.

En el segundo capítulo de las Primeras Constituciones se invita


a las hermanas a «Amar, imitar y adorar a Jesús como a su
Esposo. Amar, imitar y adorar a María como a su Madre. Amar,
imitar y adorar a José como a su Padre«. Al mismo tiempo
recomienda que estas prácticas se hagan con tanta perfección,
de manera que el interior de cada hermana y cada comunidad
sean un modelo de la Casa de Nazaret.

La devoción que M. Cesarita había iniciado desde que tenía uso


de razón de invocar constantemente a Jesús, María y José y la
búsqueda de la voluntad de Dios, se plenifica con el don del
Carisma que recibe y el cual hereda a sus hijas.

La Sierva de Dios escribe: «El día 1° de enero de 1873, tuvimos


la dicha de que nuestro padre nos hiciera la primera plática en
la pieza destinada para Oratorio, y en el que tuvimos el gusto
de que nuestro R. P. fundador colocara, en el mes de febrero,
una hermosa imagen de la Purísima Concepción».

Las primeras Josefinas, como las hijas del Carmelo, que


llegaban a una fundación y escogían la mejor pieza para su
Amo y Señor y la adornaban con lo que podían, aun en medio
de la escasez que en ese tiempo las invadía, adornaban con sus
sencillos corazones el lugar que debía ocupar se divino Esposo
Jesús y sus poderosos padres, María Santísima y el Señor San
José.

Esponsales definitivos
El don divino realizado en la vida de la Madre Cesárea va
alcanzando la meta. El encuentro definitivo que transformará
su esperanza llega. El velo que escondía la figura de Cristo cae.
Es el 24 de abril de 1884. Unos días antes escribe: «Terminó
mi misión por decreto de la Divina providencia… por lo que
bendigo (a Dios), lo adoro, lo glorifico a toda hora hasta el
último día de mi vida…» Su amor a Jesús, María y José toma
por última vez las palabras como vehículo de su expresión y
sellan sus labios para siempre. Resuena aun su voz moribunda
que con el último aliento exclama: «Jesús, José y María yo os
doy mi corazón y el alma mía».

La Madre Cesárea se ofreció como víctima en favor de su


Congregación. El Señor aceptó su entrega. Como víctima subió
al calvario y murió en cruz. Ella no ve consolidada la obra que
ha iniciado. Muere para que su Instituto cobre vida.

La historia de la Madre Cesárea puede cerrarse y abrirse con el


símbolo del grano de trigo que, oculto bajo la tierra, se levanta
para mostrar la figura que lleva grabada de Cristo anonadado,
muerto y resucitado. Con esto callaba, pero evidentemente
proclama a través de su vida que sólo Cristo es el Camino, la
Verdad y la Vida.

«TODO POR LA GLORIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ».


Álbum de la Madre Cesarita

Colegio San José


Quinto Grado “B”

Ernesto Alejandro Román Luna

Profesor: Bismarck Mena Aburto

Potrebbero piacerti anche