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ESTUDIO I

INTRODUCCIÓN A LA. TÉCNICA


PSICOANALÍTICA*

No s6lo para el analista, sino también para el mé-


dico en general, para el pedagogo y para toda persona
que en algún sentido debe "ejercer psicología" (como
por ejemplo lo deben hacer los padres con sus hijos
o también los hijos con sus padres), es de interés
conocer los principios en que se basan y los métodos
que llevan a los cambios internos y externos que la
técnica psicoanalítica persigue. Pero aun para el que
en ningún sentido ejerza activamente psicología ~su­
poniendo que tal persona exista) , aun para el que
sólo~ sufra pasivamente el "ejercicio de la psicología'
por otros, como a veces podría considerarse a SÍ mis-
mo el psicoanalizado, el tema es de cierta impor-
tancia. También el que se somete a una intervenci6n
qnirúrgíca suele querer saber qué es lo que le harán
y c6mo lo harán. Pero en el psicoanálisis tal curio-
sidad es aun más legitima y hasta indicada, pues en
realidad no se trata de una experiencia meramente
pasiva, el analista no es el único que "opera"; el ana-
lizado tiene que "ca-operar". Y para ello es útil qu~
sepa cuál es el método y cuál la finalidad de esta
"operación".
* Conferencia pronunciada ante los "Amigos de la Aso·
ciaci6n Psicoanalítica Argentina", en 1958.
16 HEINRICH RACKER

El interés por un objeto implica el deseo de conocer


su pasado, su presente y su futuro. Consideremos,
pues, primero, la historia de la técnica psicoanalítica.
Es sabido que durante el siglo XIX, las enfermedades
mentales, la neurosis y otros fenómenos que hoy se
comprenden como perturbaciones psicológicas o psic6-
genas, eran consideradas como perturbaciones orgá-
nicas, o más précisamente, como expresiones de una
"degeneración" del sistema nervioso, cuya 'Única causa
era la herencia. El tinte despreciativo que para nos-
otros suele tener la palabra "degeneración heredita-
ria", lo tenía también en aquellos tiempos. Las neu-
rosis parecen no haber despertado la simpatía de los
médicos, sino más bien desconfianza y rechazo. La
histeria, por ejemplo, era considerada, más que nada,
como "simulación" y "teatro". Posiblemente tal po-
sición provenía, en buena parte, de la angustia que
provocaba en el médico la percepción de su impo-
tencia frente a las neurosis, dada la falta de compren-
sión. Viceversa, la angustia y el desprecio perturba-
ron la latente disposición y capacidad de comprender
algo de los fenómenos psicopatológicos. La situación
constituía, pues, un círculo vicioso, en el que Freud,
acercándose a estos problemas con otro espíritu, libre
de angustia, rechazo y prejuicios; deseoso de descubrir
lo desconocido, y dotado de una capacidad psicoló-
gica y científica genial, abrió la brecha decisiva.
Debo ahora citar algunos hechos de la prehistoria
del psicoanálisiS que representan algo así como las
piedras miliares en el camino hacia la técnica analí-
tica. En el año 1885, Freud, contando 30 años, viaja a
París para estudiar enfermedades nerviosas con Char-
cot, el primero en considerar seriamente los fenóme-
nos histéricos. Alú Freud toma nota del hecho de
que las paralizaciones histéricas pueden ser producidas
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por sugestión, en estado hipnótico, de lo que se de-


duce que estas paralizaciones son el resultado de re-
presentaciones mentales. Un poco más tarde, Freud,
ya de vuelta en Viena, tiene noticia de que dos otros
médicos franceses, Liébault y Bemheim, logran bue-
nos resultados terapéuticos con histéricos, por medio
de la sugestión, predominantemente con hipnosis. En
su labor con los '~enfermos nerviosos", Freud se aleja
de la electroterapia (cuyos éxitos parciales igualmente
son comprendidos pronto como éxitos de la sugestión
médica), y se sirve más y más del método hipnótico-
sugestivo. Éste consiste en órdenes (dadas a los en-
fermos puestos en estado hipnótico) que deben con-
trarrestar la manifestación de los síntomas patológicos.
Este método tiene éxito en un cierto número de casos,
pero es inestable (los síntomas reaparecen) y no es
aplicable a las personas que no pueden ser hipno-
tizadas.
Además, Freud queda insatisfecho con este método
por el hecho de que no le enseña nada sobre el origen
de la enfermedad. De ahl que busque también otro
camino. Ya antes de que fuera a París, un amigo, el
médico Josef Breuer, le había contado su experiencia
con una de sus pacientes, Anna O ... , que había su-
frido paralizaciones histéricas y graves estados de con-
fusión. En una ocasión casual, Breuer hizo la obser-
vación de que la paciente quedaba libre de su per-
turbación mental cuando podía expresar con palabras
las fantasías y los efectos que en ese momento la
dominaban. A continuación Breuer basó en esta obser-
vación· su método terapéutico con esta paciente: Ja
puso en .estado hipnótico y cada vez le hacía contar
lo que la afectaba. La paciente, que despierta na-
da sabía sobre el origen de su enfermedad, encontró
en estado hipn6tico el nexo entre sus ·síntomas y sus
18 HEINRICH RACKER

vivencias. Los síntomas derivaban principalmente de


sentimientos y pensamientos que hablan surgido en
ella mientras cuidaba a su padre enfermo y a los
que ella babia suprimido. Luego, en lugar de ellos,
había aparecido el síntoma. Cuando la paciente, en
la hipnosis, recordaba alucinatoriamente aquellas VÍ·
vencias y descargaba los sentimientos suprimidos, el
síntoma desaparecía. Este método de "abreacci6n"
de afectos recibió el nombre de método catártico.
Freud lo adopta y, después de unos años, publica,
junto con Breuer, el libro Estudios sobre la histeria,
en el que los dos autores exponen sus observaciones
y conclusiones 15• Se encuentra también en él la des-
cripción de las diversas dificultades y desventajas del
método hipnótico, por ejemplo, el hecho de que el
sueño profundo sólo podía ser alcanzado en un nú··
mero limitado de enfermos. Estas dificultades fueron
el estimulo principal para incitarlo a buscar una téc-
nica que prescindiese de la hipnosis. En esta búsqueda
lo ayudó el recuerdo de un experimento que Bernheim
habla hecho con uno de sus enfermos, y que Freud
babia presenciado en una visita hecha a la cl!nica de
este médico. Aquel enfermo no recordaba primero
nada de lo que habla sucedido durante su estado hip-
nótico; pero Bernheim insistió tenazmente en que hl-
ciese rµemoria, y poco a poco el enfermo recordó
todos aquellos sucesos. Esto significaba que inclu-
so vivencias que aparecen como totalmente incons-
cientes, pueden ser recuperadas para la conciencia,
y esto aun sin hipnosis, ya que aquel enfermo las
recordaba despierto. Basado en esta experiencia,
Freud empieza a renunciar a la hipnosis y en lugar
de ella insiste y urge a sus enfermos a que recuerden
las vivencias olvidadas o Hreprimidas". Al mismo
tiempo ~y esto fue lo decisivo para el cambio ulte-
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rior en su proceder técnico-- Freud va obteniendo


paso a paso la comprensión de los procesos dinámicos
(es decir del interjuego de fuerzas y tendencias psico-
lógicas) que habían originado los olvidos o "repre-
siones" y a las cuales se debían las dificultades de
recordar o de hacer consciente lo inconsciente. Freud
descubrió, en especial, que existe una fuerza o ten-
dencia que se opone al recuerdo, que tiende a man~
tener la represi6n y que por lo tanto se opone también
a la labor del médico que trata de inducir al enfermo
a recordar. Freud dio a esta fuerza el nombre de
resistencia y este descubrimiento lo condujo al pró-
ximo y decisivo cambio técnico. Freud comprendió
pronto que la resistencia provenía, ante todo, del
hecho de que lo que debía ser recordado era penoso
para el enfermo, lo avergonzaba o era adverso a sus
sentimientos morales. Igualmente importante para el
cambio técnico ulterior fue la captación de las diver-
sas formas. en que se expresaba la resistencia. Los en-
fermos callaban ciertos recuerdos, aduciendo, por ejem-
plo, que éstos (o lo que al respecto se les había ocu-
rrido durante la sesión) carecían de importancia o
de sentido. Freud comprendió que estas objeciones de
los enfermos no eran otra cosa que un· disfraz de la
resistencia, y justamente las ocurrencias que apare-
cían en tal disfraz eran los recuerdos buscados o, por
lo menos, indicaban el camino hacia ellos. El si-
guiente paso técnico consistió, pues, en abandonar la
"técnica de insistencia" (con la que se unían algunas
medidas de sugestión como el poner la mallo sobre
la frente del enfermo para ayudar a la conceutra-
ción, etc.) , y en constituir en lugar de aquélla una
regla para el enfermo que debía determinar su con-
ducta en el tratamiento, comprometiéndose éste a
cumplir con ella. Esta regla que representaba Ja base
20 l'IEINRICH RACKER

del tratamiento -por lo que recibió el nombre de


regla fundamental-, consistía en que el enfermo de-
bía comunicar al médico todos sus pensamientos, de-
cirle todo lo que se le ocurría, sin omitir nada, aun-
que le fuera penoso decirlo o aunque le pareciera que
tal ocurrencia carecía de importancia o de sentido, o
estaba fuera de lugar. El enfermo debía, pues, vigi-
lar que ninguna objeción interna, ninguna autocrítica
le impidiese comunicar cada una de sus ocurrencias,
de decir todo sin selección, entregándose plenamente
a la asociaci6n libre.
Lo que he resumido aquí en pocas palabras, era
el resultado -uno de los muchos resultados- de una
ardua y larga labor de investigación, que había lle-
varlo a Freud a las comprensiones básicas de las
causas de las neurosis. Fue de estas comprensiones
de donde surgió la técnica analítica, ante todo Ja
sustitución del método hipnótico y sugestivo por el
método de la asociación libre. La comprensión bá-
sica consistía en que las neurosis se deben a un con~
flicto interno, una inconciliabilidad o intolerancia en~
tre diversas partes de la personalidad, y en especial
entre la parte moral y social por un lado y la parte
instintiva y egoísta por el otro. Digo "en especial''
porque este conflicto no ha sido ni es considerado
corno el único. Más aún, en un comienzo apareció
como causa principal no la lucha con los propios ins~
tintos (aunque aparece señalado ya en los primeros
escritos de Freud), sino que eran ciertas experiencias
sufridas pasivamente, corno por ejemplo la seducción
sufrida en edad temprana, vivencias "traumáticas",
las que Freud consideró en un tiempo como factor
de~isivo en la etiología de las neurosis. El recuerdo
y la "abreacción" de estas vivencias (que constituían
preponderantemente "lo reprimido"), era lo que de~
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bía llevar a la curación. Este factor externo y el


"trauma" temprano mantuvieron también más tarde
su importancia, pero Freud descubrió más y más la
vida instintiva autónoma del niño, y los conflictos
con los propios instintos infantiles mostraron ser el
factor principal en la génesis de las neurosis. Eran,
pues, los propios impulsos sexuales y agresivos los que
constituían, ante todo, "lo reprimido" y cuyo ~~re~
cuerdo" o "conscienciación" debía llevar a la curación.
En estas comprensiones se basaba, pues, la técnica.
El enfermo debía asociar libremente, aboliendo todo
rechazo frente a las propias ocurrencias, y así debía
aparecer en la conciencia cuanto de ella había sido
rechazado. Lo que efectivamente aparece, no es ya,
por lo general, lo reprimido propiamente dicho sino
derivados de aquellos conflictos infantiles, expresiones
más superficiales, más aceptables de éstos. El enfer-
mo no suele recordar, por ejemplo, que tenía deseos
sexuales hacia su madre, pero sí -y con sentimientos
de culpa igualmente intensos-, que deseaba a la mu-
jer de un amigo mayor, etc. La función del analista
era, pues, adivinar a través de las asociaciones libres
(de estos "derivados") los impulsos infantiles repri-
midos, y comunicar lo que había adivinado al enfer-
mo. Un acceso especialmente oportuno a los conflic~
tos infantiles lo constituían los sueños, ya que en ellos
-por la disminuci6n de la censura moral y 16gica
durante el dormir- se manifestaba lo reprimido con
mayor claridad. Freud esperaba que el comunicar al
enfermo lo reprimido, pondría fin al enajenamiento
entre el yo y los instintos, causa última de la neurosis.
La interpretación de los impulsos infantiles se cons-
tituyó, pues, en el instrumento tei-apéutico por ex-
celencia.
Pero he aqu! que aquella esperanza s6lo se cumpl!a
22 HEINRlCH RACKER

en cierto grado. Los enfermos oían la interpretación


pero lo que ésta les deda frecuentemente seguia siendo
sentido como ajeno al yo; no podían reconocer lo que
el analista les deda sobre ellos como algo propio, y
la conscienciación de lo reprimido y con ello la inte-
graci6n de la personalidad no se producía. Freud
comprendi6 pronto a qué se debia este hecho: las
resistencias continuaban e imposibilitaban que lo in-
consciente se volviera consciente. Antes de comunicar
al enfermo sus impulsos reprúnidos debían, pues, ser
superadas sus resistencias. ¿Cómo hacerlo? Nueva-
mente, comprendiendo y señalando las manifestacio-
nes de las resistencias, sus modos de actuar y sus
motivos.
Y así como la investigación de lo reprimido había
llevado al descubrimiento de todo un mundo de im-
pulsos, fantasías y sentimientos que desde la primera
infancia actúan en la psique humana, así también la
investigación de las resistencias llev6 al descubrimien-
to de una multitud de hechos y procesos, y en espe-
cial de una serie de actuaciones internas o "meca-
nismos" que la psique efectúa en su necesidad de
rechazar aquellos impulsos, rechazo que se expresa
en el tratamiento justamente como "resistencia" al
análisis; por ejemplo, superficialmente, como resisten-
cia a comunicar las ocurrencias o a acep~r la inter-
pretaci6n de lo "reprimido''. No puedo entrar aqlÚ
en la detallada descripci6n de esta otra parte del
mundo interno descubierto, y debo limitarme a lo que
sea necesario para que quede claro qué significa la
interpretación de las resistencillS, que como ustedes
ya saben, debe preceder a la interpretación de los
impulsos reprimidos o bien unirse a ésta. Se trata,
pues, ante todo, de señalar los modos en que el yo
rechaza los impulsos y también los motivos de este
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rechazo. En cuanto a estos últimos, ya hemos dicho
algo. Admitir que se tengan determinados deseos o
fantasías es experimentado con vergüenza, sensación
de rebajamiento o de bajeza; con sentimientos de
culpa, y temor al castigo; en términos generales, es
experimentado con dolor o angustia. Es en defen-
sa contra estas sensaciones displacenteras que el yo
rechaza de la conciencia aquellos deseos y fantasías.
Un bello ejemplo de estos sucesos se encuentra ya en
una obra de Nietzsche, quien -como algunos otros
filósofos y poetas- ha anticipado intuitivamente, aun-
que en forma aislada, uno u otro descubrimiento anaR
lítico. En Más allá del bien y del mal, se encuentra
el siguiente aforismo: "He hecho esto", dice mi me-
moria. "No puedo haberlo hecho", dice mi orgullo,
y queda inexorable. Finalmente la memoria cede.
Los diferentes modos en que el yo realiza aquel
rechazo se llamau Jos mecanismos de defensa del yo,
ya que se trata, en última instancia, de defender de un
peligro (o daño) fantaseado al yo o a un objeto. La
"represión" (es decir, la exclusión de un contenido
psicológico de la conciencia por medio de una "con-
tracarga") es sólo uno de estos mecanismos. La "pro-
yecci6n" (poner afuera y adjudicar a otro lo que es
de uno), Ja "introyecci6n" (el tomar adentro y adju·
dicar a uno Io que es de otro), la separación entre
las ideas y los afectos pertenecientes, la "regresión"
a etapas anteriores de la evolución, son otros tantos
de los muchos mecanismos de defensa. El conjunto
de ~llos se expresa como resistencia al análisis, ya que
la funci6n y tendencia de éste es integrar la persa·
nalidad, es decir, mostrar como propio del ser lo que
es propio de él, anulando las "defensas patol6gicas".
En la medida en que éstas son snperadas, el enfermo
puede sentir y admitir los deseos y fantasías instin·
24 I-IEINRIC::E-I RACKER

tivos como pertenecientes al yo, y puede curarse. Con


la interpretación de las resistencias y la interpretación
de los impulsos rechazados, la tarea técnica del ana-
lista estaría, pues, cumplida.
Sin embargo, las cosas resultaron ser más comple-
jas. Nuevos e inesperados fenómenos aparecieron en
el curso del tratamiento. Sucedía que mientras Freud
estaba ocupado en interpretar las resistencias y los
impulsos y vivencias reprimidos del pasado, los- enfer-
mos que hasta cierto momento habían colaborado en
esta tarea, perdían el interés por el pasado y lo vol-
caban hacia el presente, un presente muy determinado
que no era otro que la persona del mismo Sig-
mund Freud. Una de las pacientes, por ejemplo, en
medio de la labor analítica, le echa los brazos alre-
dedor de su cuello y s6Io la casual entrada de una
persona del servicio en el consultorio, lo salva de las
dificultades inherentes a esta engorrosa situación.
Otras pacientes también requerían, en variadas for-
mas, su amor, sea el amor en su expresión sexual o sea
un amor sublimado. Freud vence con facilidad la ten-
tación de adjudicar estos éxitos amorosos a la irresis-
tibilidad de su persona, sospecha otras causas y des-
cubre un fenómeno destinado luego a tener la mayor
importancia en la terapia analítica: la transferencia.
Pero no sólo las pacientes femeninas sino también los
hombres solían cambiar su actitud hacia el trata~
miento y hacia el terapeuta. Frecuentemente, después
de un período de colaboración, empezaban, por ejem~
Plo, a volverse rebeldes contra Freud, y les impor-
taba más tener razón en contra de él, no deberle nada
y mostrarle su impotencia, que curarse.
¿Qué era este fenómeno y a qué se debía? Ante
todo, la aparición de los deseos y sentimientos eróticos
u hostiles hacia su persona interfería y perturbaba
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la labor analítica, y lo que perturbaba esta labor so-


lía ser expresión de la resistencia. La observación
atenta de cuándo surgían aqueilos sentimientos con-
firmaba esta sospecha, pues era regularmente un mo-
mento en el que la investigación del pasado llegaba
a un punto sensible, a alguno de los "complejos" psi-
cológicos infantiles intensamente reprimidos. En lu-
gar de recordar aquel complejo, el paciente reprodu-
cía uno u otro sentimiento contenido en el mismo
complejo, refiriéndolo -"a través de un enlace men-
tal equivocado"- a la persona del médico. Con es-
ta observación obtuvo Freud una segunda e impor-
tantísima comprensión de este fenómeno. La primera
consistía en que era una expresión de la resistencia,
y la segunda consistía en que estos sentimientos eran
una repetición desplazada de viejos sentimientos per-
tenecientes a los complejos afectivos infantiles, es de-
cir, dirigidos originariamente a los primeros objetos
de amor y odio, de deseo y temor, que eran, general-
mente, el padre, la madre y los hermanos. Los im-
pulsos y sentimientos dirigidos hacia el analista eran,
pues, transferidos de los objetos originales. De ahí que
Freud denominase "transferencia" al conjunto de los
fenómenos y procesos psicológicos del paciente refe-
ridos al analista y derivados de otras relaciones de
objetos anteriores.
El fenómeno de Ja transferencia que en un primer
momento sólo parecía un factor perturbador se mos-
tró pronto como elemento sumamente valioso y aun
imprescindible de la l¡;bor anal!tica. Ante todo, Freud
comprendió que también la disposición de colaborar,
la fe en la labor del médico, ya era una expresión
de los antiguos sentimientos de cariño. y fe en los
padres, era transferencia de sentimientos "positivos",
era "transferencia positiva sublimada", en cuanto el
26 HEINRICH RACKER

impulso erótico aparecía en su forma sublimada, es


decir como afecto y aprecio. Pero también la trans-
ferencia sexual y la transferencia "negativa" (en
cuanto predominaban los sentimientos Hnegativos,, de
hostilidad, desconfianza, desprecio, etc.) , se mostra-
ban como sumamente útiles para Ja labor analitica,
ya que representaban una re-edición de impulsos y
sentimientos, procesos y "complejos" infantiles, y la
tarea de superar las resistencias, y la de analizar y
vencer los diversos mecanismos de defensa, podía ha-
cerse lo mismo en estas re-ediciones de las vivencias
pasadas que en el recuerdo de la infancia misma. Más
aún, la experiencia mostró que una considerable can-
tidad de estos recuerdos no podían ser vivamente
evocados, las vivencias originales no eran suficiente-
mente accesibles para la memoria pero sí podían ser
recuperadas para la conciencia a través de su repe-
tición o ~ re-vivencia', en la transferencia. Por eso
1

unos años después de descubrir Freud la transferencia


ya considera que las batallas decisivas por la recupe-
ración de Ja salud psíquica son libradas en el campo
de la transferencia 20• Freud aconseja al analista con...
centrar toda la libido del paciente en la transferencia
y librarlo de sus represiones a través del análisis de
sus relaciones psíquicas con el analista, en las que
retornan todos sus conflictos infantiles. Si esto se lo-
gra -dice-, el paciente queda también libre de re-
presiones en sus demás relaciones, una vez ten;ninado
el análisis 28 •
Aquella "concentración de Ja libido en la transfe-
rencia" representa así un asunto de central interés.
Una gran parte de esta "concentración" se produce
espontáneamente, otra parte no, sino· que constituye
una importante tarea .técnica. La concentración es-
pontánea de la libido en la relación con el analista
ESTUDIOS SOBRE TÉCNICA PSICOANALÍTICA 27
se debe a varios factores. Freud ha recalcado tres:
primero, la "compulsión a la repetición"; segundo, la
necesidad libidinal (es decir, el deseo de encontrar
en el analista un padre o una madre que dé al anali-
zado las satisfacciones que los padres originarios no le
habían dado) ; y tercero -como ya he mencionado--,
la resistencia, que lleva a que aparezcan en la relación
con el analista antiguos deseos y conflictos, en defen-
sa frente a la angustia que crea la labor analítica.
!-lay otros factores más que condicionan la c_oncen-
tración espontánea de la libido en la transferencia,
pero no puedo entrar aquí en mayores detalles. En
cuanto a la ''concentración de la libido" como tarea
técnica, posiblemente resulte chocante que una rela-
ción afectiva de tanta importancia como la del anali-
zado con el analista sea -aunque sólo en parte- uri
producto de un proceder técnico. Pero la técnica no
merece, en este caso, desconfianza o rechazo, porque
no constituye ningún "manejo", sino que consiste,
esencialmente, en el pronunciamiento de una serie
de verdades, o sea en el señalamiento de una serie de
hechos y procesos psicológicos *. La relación afectiva
con el analista que de esta manera es creada, es algo
que latentemente ya existe dentro del analizado. Exis-
te dentro de él desde sus primeros años de vida, deter-
minada en alto grado por las fantasías y angustias
irreales -pero vividas como realidad- del niño pe-
queño, constituyendo una relación de amor y odio, de
intensos conflictos, llena de idealizaciones, persecucio-
nes y depresiones, y además, en gran parte, enterrada
bajo las represiones y negaciones. Existe dentro de él
porque sus relaciones con sus padres han sido, por una
* Sobre algunos otros factoreS que concurren en la "con-
centración de la libido en la transferencia", véase 61, 65 y
Estudio 11! (Parte I) de este libro.
28 HEINRICH RACKER

parte, siempre relaciones con imagos (es decir, con


algo interno) y por otra parte (en cuanto represen-
taban algo externo) porque han sido tomadas dentro,
a través de la percepci6n, y han sido conservadas
dentro a través de las huellas mnémicas,_ y sostenidas
por la subsistencia de las mismas pulsiones instintivas
y los mismos conflictos. La creación de la transfe-
rencia es, pues, en este aspecto, un desentierro de
estas relaciones que necesitan ser revividas para dar-
les un nuevo y mejor destino. En la medida en que
esto se logra, tendrán mejor destino también todas
las relaciones actuales, ya que éstas son determinadas,
en gran medida, por aquéllas. Se crea, pues -repi-
to--, lo que ya existe, primero tal cual existe y luego
transformándolo a través del análisis de los conflic-
tos, lo que debe llevar a la movilización de las capa-
cidades virtuales, es decir, nuevamente, de lo que ya
existe pero habia quedado en estado potencial. En
este sentido, todo el análisis podría llevar como título
el mismo que dio Nietzsche a uno de sus escritos:
eómo llegar a ser lo que se es .¡¡..
Si bien no comparto la supuesta protesta contra
el hecho de que la transferencia sea, aunque sola~
mente en parte, producto de un proceder técnico, por
otro lado sí admito que algo en esta "creación" de
transferencia molesta con razón. En el hecho de que
toda esta relación afectiva intensa se refiera a una per~
sona que no la merece -el analista-, que no merece
ni tanto amor ni tanto odio; es decir, que esta relación
no se produce en su debido lugar, con el objeto ade-
cuado. Pero es esto, justamente, lo que también antes
de que se someta al tratamiento le sucede siempre
a la persona neurótica, es decir, que "desplaza" o

·* Subtítulo de Ecce homo.


ESTUDIOS SOBRE TÉCNICA PSICOANALÍTICA 29

"transfiere" conflictos infantiles e internos a situa-


ciones y objetos actuales, es decir, fuera de lugar, e
inadecuados a la realidad. Y durante el tratamiento,
al mismo tiempo que el analista colabora en la crea-
ción de la transferencia, no se cansa de mostrar al
analizado justamente esto, o sea el carácter inade-
cuado y ajeno a la realidad, de lo que, en muchos
aspectos, le sucede psicológicamente con el analista.
La transferencia se crea para ser luego disuelta, pue~
-según las palabras de Freud -"no se puede matar
a nadie in absentia o in effigie" 20 •
A este nuevo enfoque técnico de Freud se agre-
garon pronto nuevas comprensiones teóricas y clínicas
que reforzaron la tendencia y enriquecieron las posi-
bilidades de centrar el tratamiento analítico en la
transferencia, o mejor dicho, en la neurosis de trans-
ferencia, ya que el retorno de las relaciones con los
padres implica el retomo de los conflictos neuróticos
con ellos. Una de las comprensiones teóricas más im-
portantes es la que se refiere a la dinámica de la
transferencia, es decir, al interjuego de fuerzas que
intervienen en su formación. Freud comprendió que
el impulso de repetición es inherente a los instintos,
que el yo se opone a esta repetición, y que es esta
oposición la que, .ante todo, debe ser considerada co-
mo resistencia. El analista debe, pues, ponerse_ del
lado de los instintos y luchar contra el yo y sus resis-
tencias que se -oponen a la repetición, es decir, que
se oponen a la transferencia de los impulsos instin~
tivos 30 • La transferencia que en un comienzo había
sido considerada predominantemente como resisten-
cia es, pues, ahora considerada predominantemente
como lo resistido, lo rechazado, por cuya recuperación
debe luchar el analista. A esto se agregaron un gran
número de nuevas comprensiones con respecto a los
30 HEINRICH RACKER

procesos de la primera infancia, que hicieron posible


una elaboración mucho más intensa de los conflictos
tempranos en su retorno en la transferencia. Pero
antes de describir con mayor detalle el estado actual
de la técnica analítica -resultado de las viejas y
nuevas comprensiones- debo referirme aún a otro
aspecto de la técnica que hasta ahora he dejado
de lado.
, Nos hemos ocupado casi exclusivamente del ana-
lizado, de sus procesos y conflictos internos y de lo
que de la naturaleza de éstos resulta como la técnica
indicada. Pero evidentemente, en la técnica inter-
viene también el analista, y por lo tanto tenemos que
referirnos a él y a los problemas que le plantea su
función. Hemos mencionado, por ejemplo, que el
analista debe "adivinar" o intuir lo reprimido, e in-
terpretar los impulsos y resistencias inconscientes, tan-
to en las relaciones de objeto originales como tam-
bién en las relaciones transferenciales del analizado.
Pero ¿cómo se hace esto? ¿Qué es, precisamente,
lo que el analista debe interpretar, y cuándo, y cuán-
to y cómo? Además, ¿debe el analista interpretar
solamente o hacer también otras cosas, como acon-
sejar, enseñar, prohibir, exigir, educar, guiar? Se plan-
tean estas y muchas otras preguntas; problemas que
han sido estudiados ampliamente y cuya dilucidaci6n
debería ser expuesta. Pero aqui tengo que limitarme
a unos aspectos fundamentales.
Ya sabemos que la función básica del analista con-
siste en crear al analizado la posibilidad de hacer
consciente lo inconsciente, ya que es la escisión de la
personalidad, provocada por la no aceptación de una
y otra de sus partes por la conciencia, Io que consti~
tuye la última causa de todas las perturbaciones psi-
cológicas. Captar o intuir el inconsciente del anali-
ESTUDIOS SOBRE TÉCNICA PSICOANALÍTICA 31

zado -sus impulsos, resistencias y transferencias in~


conscientes- y así comprender sus situaciones de
conflicto irresueltas es, pues, la primera de las tareas
fundamentales del analista. Esta "captación" se pro-
duce a través del propio inconsciente, puesto que
"sólo lo igual puede conocer lo igual", como decía
la sabiduría medieval, o sea --en nuestro lenguaje-,
sólo puede conocerse en otro lo que _.es propio de uno
mismo. Más precisan1ente, sólo puede captarse el
inconsciente de otro en la medida en que la propia
conciencia está abierta a los propios instintos, senti-
mientos y fantasías. Es cierto que existe también la
captación del inconsciente de otro en el caso en que
la propia conciencia está cerrada a la percepción de
este mismo contenido psíquico como propio a uno
mismo, y más aún, es cierto que a veces se percibe
en el otro justamente algo que dentro de uno mismo
es muy rechazado. Pero esta clase de "captación"
-como es, en especial, la conocida captación del
paranoico, o en una edición menos patológica, la cay-..
tación paranoide, por la que a veces se intuye efecti~
vamente ciertas tendencias inconscientes en el otro--,
esta captación, digo, no sirve realmente, constructi-
vamente al analista, porque implica el mismo rechazo
que sufrió esta parte de uno mismo, y porque <lis~
torsiona lo percibido, convirtiendo al mosquito en
elefante y al elefante en mosquito. Sólo sirve captar
en el otro aquello que el analista ha aceptado dentro
de él como propio y lo que, por lo tanto, puede ser
re~conocido en el otro, sin angustia ni rechazo.
Así, pues, para que en la conciencia del analista
surja lo que el analizado rechaza de ella ( conditio
sine qua non para poder suplir -a través de la in-
terpretaciq¡¡~ lo que le falta al analizado), el ana-
lista hace suya una regla fundamental, aconsejada
32 HEINRICH RACKER

por Freud, similar a la regla fundamental que rige


para el analizado. Consiste en que también el ana-
lista, al escuchar lo que el analizado le comunica,
y al identificarse con los pensamientos, deseos, temo-
res y sentimientos de éste, se abandona simultánea-
mente a Ia libre asociación; es decir, crea una situa-
ción interna en la que está dispuesto a admitir en su
conciencia todos los pensamientos y sentimientos po-
sibles. En el caso de que el aualista esté bien identi'
ficado con el aualizado y de que tenga menos repre·
siones que éste, los pensamientos y sentimientos que
surjan en él serán justamente aquellos que no han
surgido en el analizado, o sea lo reprimido e incons-
ciente. Esta disposición interna del analista fue Ua-
mada por Freud uatención flotante'', porque consiste
esencialmente en un no-fijar la atención en ninguna
dirección predeterminada. Tal disposición o actitud
mental -opuesta a la que adoptamos al concentrar-
nos-, que constituye un "flotar", es el estado ideal
para que la conciencia del analista pueda ser sor-
prendida por fantasías rechazadas y ocurrencias re-
primidas. Al margen sea dicho que este método
parece haber sido intuido ya por un viejo sabio chino
del que se cuenta la siguiente historia. Un día, aquel
sabio perdió sus perlas. Mandó, pues, a sus ojos a
buscar sus perlas, pero sus ojos no encontraron sus
perlas. Mandó entonces a sus oídos a buscar las per-
las, pero sus oídos tampoco encontraron sus perlas.
Mandó luego a sus manos a buscar las perlas, pero
tampoco sus manos las encontraron. Y así mandó
a todos sus sentidos a buscar sus perlas pero ninguno
de ellos las encontró. Finalmente, mandó su no-
buscar a buscar sus perlas. Y su no-buscar encontró
las perlas. '•~
Pero he aqu! que aun el no-buscar del 'inalista no
ESTUDIOS SOBRE TÉCNICA PSICOANALÍTICA 33

siempre encuentra l~s perlas del inconsciente. Como


ya he dicho, su capacidad de encontrar depende del
grado en que él mismo esté consciente de su propio
inconsciente. Ya este hecho hace necesario que el
analista sea analizado para estar en condiciones de
analizar a otros. A esto se agrega otro hecho más.
He expuesto .antes, cómo la labor del analizado de
vencer sus resistencias y admitir en su conciencia los
complejos instintivos y emocionales de su pasado, fue
interferida por el inesperado fen6meno de la trans·
ferencia. Ahora bien, un día Freud descubre que
también la labor del analista es interferida por un
fenómeno parecido, que también en el analista sur-
gen impulsos y sentimientos hacia el analizado, aje-
nos a su función de comprender e interpretar las
resistencias y los complejos infantiles de éste. Freud
llama a este fenómeno contratrttnsferencia, ya que
constituye el equivalente de la transferencia, y se5ala
la importancia de conocerla y dominarla para que
no perturbe la labor del analista. La contratransfe·
rencia constituye el otro hecho que hace necesario
que el analista sea analizado antes de que empiece su
labor con los enfermos.
La historia ulterior del descubrimiento de la con-
tratransferencia y el destino de ésta en cuanto a su
lugar en la técnica analítica tiene cierto parecido con
la historia de la transferencia y su destino en esta
técrúca. Como la transferencia, también la contra-
transferencia fue considerada primero como una per-
turbaci6n y un serio peligro en la labor del analista
-como en efecto puede ser-. Más tarde se vio que
también ella (igual que la transferencia) puede ser
un instrumento técnico de gran importancia, ya que
es, en buena parte, una respuesta emocional a la
transferencia y puede, como tal, indicar al analista
34 HEINRICH RACKER

qué es lo que sucede en el analizado, en su relación


con el analista. Finalmente se comprendió que la
contratransferencia no sólo puede perturbar o ayu-
dar a la comprensión del analista y a su capacidad
de interpretar los conflictos inconscientes del anali-
zado, sino que también, al codetenninar la actitud
del analista frente al analizado, codetermina los des-
tinos de la transferencia; pues el analista es el objeto
de la transferencia y la actitud del analista representa
la actitud de este objeto, lo que a su vez influye
s9bre la transferencia. Siendo así la contratransfe-
rencia decisiva para la transferencia y su elabOración,
lo es t~bién para todo el tratamiento. Además, así
como la transferencia es, según Freud, el campo don-
de son libradas las batallas principales por el
vencimiento de las resistencias, así es la contratrans-
ferencia la otra mitad de este campo, siendo libradas
en ella las batallas principales por el vencimiento
de las resistencias del analista, las contrarresistencias.
Citaré un ejemplo, primero para este último as-
pecto. Según la observación analítica, las neurosis
están centradas en el complejo edipico. De alú que,
al reeditarse la neurosis infantil en la transferencia, el
analizado repita también su complejo edipico con
el analista. Una de las vivencias edipicas más dolo-
rosas y angustiantes es la "escena primaria", es de-
cir, las fantasías referentes a las relaciones sexuales
de Jos padres. El analizado revive estas fantasias, y
los sentimientos e impulsos que a ellas están ligados,
con el analista. Del grado en que puede tomar con-
ciencia de ellos, superando las resistencias y reinte~
grando en su yo lo que las defensas patológicas man-
tenían escindido en él, dependerá, en· buena parte,
su curación. Para esto necesita Ja ayuda del analista.
Pero también es fácil que éste tenga alguna resis·
ESTUDtOS SOBRE TÉCNICA PSICOANALÍTICA 35

tencia a interpretar al analizado con toda crudeza


los detalles concretos de estas fantaslas suyas y ha-
cerle sufrir el total impacto de las angustias y penas
de la "escena primaria". Sin embargo, poco a poco
debe llegar a esto, venciendo las resistencias del ana-
lizado al mismo tiempo que supera sus propias con-
trarresistencias.
Otro ejemplo para ilustrar otros aspectos del pa-
pel de la contratransferencia. Tomemos el caso de
un analizado que por algún motivo inconsciente reac-
ciona frente a las interpretaciones del analista recha-
zándolas todas y con constancia. La reacci6n crintra-
transferencial espontánea del analista, después de un
tiempo mayor o menor, será fácilmente una cierta
angustia y fastidio, o desánimo. Dejarse dominar
y llevar por tales sentimientos representaría el men-
cionado "peligro", o la "perturbaci6n" del trata-
miento por la contratransferencia. Usar la percep-
ción de estos sucesos contratransferenciales, después
de haber analizado su origen y su dinámica, como
indicador de lo que sucede en _el analizado, en su
reiaci6n inconsciente con el analista, sería un ejem-
plo de la posibilidad de servirse de la contratransfe-
rencia como instrumento para la comprensión de la
transferencia. Finalmente, salir del papel que el
analizado inconscientemente induce en el analista al
provocar en él --en una parte de él- angustia o
fastidio, desánimo o aun desesperanza, romper el
círculo vicioso en el que la transferencia del anali-
zado amenaza encerrar al analista, recuperar la con-
tratransferencia _positiva y redescubrir y redespertar
la transferencia positiva reprimida, todo esto ejem-
plifica Ja contratransferencia· como factor que co-
detennina la actitud del analista, objeto de la trans-
ferencia, dependiendo la elaboración de los conflic-
36 HEINRICH RACKER

tos transferenciales de ésta actitud; en una palabra,


ejemplifica los sucesos ~n la otra mitad del campo de
batalla.
Temo que ya me he ido demasiado en detalles,
ya que sólo quería exponer a grandes rasgos los as-
pectos básicos de la técrúca analítica. Vuelvo, pues,
a éstos. He anunciado al comienzo que iba a refe-
rirme al pasado, al presente y al futuro de la técnica
analítica. El pasado propiamente dicho terminó, en
realidad, donde terminaron la hipnosis y la sugestión.
Desde que tuvo lugar la sustitución de estos medios
técnicos por la regla fundamental (la asociación li-
bre) y por la interpretación de las resistencias y de
la transferencia, estamos en pleno presente, por más
que esto sucedió hace 60 años. Por otra parte, mu-
cho, muchísimo se ha aprendido desde aquel enton-
ces. Con lo expuesto -exceptuando la introducción
histórica-, he comunicado algo de estos nuevos co-
nocimientos que han ido agregándose en el curso
del medio siglo pasado. Quisiera aún hacer una
breve síntesis de la técnica presente, de la que po-
drán luego partir algunas fantasías con respecto al
futuro.
El principio básico de toda la técnica analítica es
el antiguo '~conócete a ti mismo" socrático, ya que la
observación analítica ha enseñado que tanto los fe-
nómenos patológicos propiamente dichos como las
perturbaciones del carácter, de las relaciones del ser
con el mundo (con las personas y las cosas), su infe-
licidad, su angustia y sus dificultades de trabajar y
gozar, son el efecto de una sola aunque compleja
causa: el desconocimiento de sí mismo. Pero debe-
mos agregar en seguida que el conocimiento de sí
mismo al que nos referimos no es un saber intelec·
tual. El verdadero conocimiento es equivalente a la
ESTUDIOS SOBRE TÉCNICA PSICOANALÍTICA 37

uni6n consigo mismo, a una plena aceptaci6n en


la conciencia y en el sentir de todo aquello del propio
ser que antes ha sido rechazado patol6gicamente.
Este conocinúento y esta unión consigo mismo im-
plican, pues, la superación de la angustia ante sí mis-
mo y de todos los medios hostiles que -en defensa
frente a esta angustia- el ser ha utilizado contra su
propio ser, desdoblándose, mutilándose, negándose,
aniquilándose, cerrándose, o también proyectándose
en parte en el mundo y riñendo luego con él para
aliviar la discordia interna, o sustrayéndose de él;
para encontrar una paz aparente, pero quedando
empobrecido en comparaci6n con todas sus posibi-
lidades latentes. En este sentido la téCnica analítica
es, como ya he mencionado, un método para llegar
a ser lo que se es, puesto que no hace otra cosa que
intentar devolver al ser lo que es suyo y lo que, en el
camino de su vida, en el interjuego de conflictos
internos y sucesos externos, él había perdido o no ha-
bía podido desarrollar.
En el curso de estos 60 años hemos, pues, apren-
dido bastante más sobre este camino, desde que el ser
lo inicia en el vientre materno hasta que vuelve a la
madre tierra. En especial, hemos conocido con cre-
ciente detalle los procesos psicológicos de la primera
infancia, los múltiples impulsos, fantasías, angustias
y métodos de defensa del niño pequeño que deter-
minan en grado insospechado la vida ulterior del
hombre. Debemos recalcar, en este contexto, las con-
tribuciones clínicas y teóricas de K. Abraham, S.
Ferenczi, E. Janes, y más que nada de M. Klein, que
han enriquecido en alto grado también nuestra capa-
cidad técnica, ya que han permitido ver e interpretar
en el material asociativo de los analizados mucho
que antes hubiera quedado sin comprender. En el

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