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TEMA 1. INTRODUCCIÓN GENERAL. ¿QUÉ ES LA SOCIOLOGÍA?.

1. LA SOCIOLOGÍA. QUÉ ES Y SUS PROBLEMAS DE DEFINICIÓN.


Siendo una de las ciencias actuales más populares, fuera de los círculos de los especialistas no hay ideas
claras sobre qué es la Sociología. Nadie es capaz de explicar cómo y de qué manera trabajan los sociologos, los
ciudadanos no saben qué esta disciplina, lo que provoca que , a diferencia de otras ciencias y profesiones, tenga
que ser explicada. Ello se debe a dos razones principales: por tratarse de una ciencia muy reciente (s. XIX), por
lo que aún no ha tenido tiempo para desarrollarse, y porque se ocupa de algo sutil, casi imperceptible: lo social.
El sociologo se ha visto como mezcla de “recelo” y de “esperanza salvadora” como se veía la figura del
m´deico o sacerdote, pero es un cinetifico que estudia los hechos sociales de acuerdo a procedimientos del mé-
todo científico con objetividad, rigor y seriedad.
En una primera y básica definición, la Sociología es el resultado de aplicar procedimientos propios del
método científico al estudio de los fenómenos sociales, es decir, que mediante la aplicación de unas teorías y
técnicas de investigación estudia, explica e intenta predecir las relaciones sociales y los procesos de interacción
en el ámbito de las estructuras sociales.

2. IMÁGENES ACTUALES SOBRE EL SOCIÓLOGO Y LA SOCIOLOGÍA.


Partiendo de las ideas de Augusto Comte respecto a la Sociología, en la que creía ver una “nueva religión”
de la era industrial, la asociación de imágenes entre el sociólogo y el sacerdote, el médico o el profeta es un tópi-
co al que se ha recurrido con frecuencia. De hecho, reúne los dos tipos de imágenes que los sociólogos suelen
tener de sí mismos coincidiendo con su interpretación de la sociedad: o bien como profeta, asumiendo el para-
digma del conflicto social (una sociedad dinámica sometida a continua mudanza), o bien como sacerdote, asu-
miendo el paradigma del consenso (una realidad estática donde prevalece el consenso frente al conflicto). Las
discrepancias entre los propios sociólogos explica en parte el desconocimiento de la Sociología por la mayor par-
te de los ciudadanos si además le unimos el cambio de imagen de esta disciplina desde sus comienzos hasta los
días de hoy.

3. ELEMENTOS PARA LA COMPRENSIÓN DE LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA.


Frecuentemente, las más duras críticas sobre esta disciplina proceden del propio campo de los que se
dedican a ella, pues entre los sociólogos actuales persiste una importante diversidad de percepciones sobre la
naturaleza y el papel que la Sociología puede cumplir. Sin embargo, muchas de las críticas y defectos que se
achacan a la Sociología y a los sociólogos son características a casi todos los grupos científicos: cuantitofrenia,
jergas especializadas... Lo que sí es cierto es la existencia de diferentes enfoques metodológicos y una crecien-
te diversidad de los campos de especialización, lo que hace difícil ofrecer una visión de conjunto de la discipli-
na. Los problemas son los mismos que tiene una ciencia joven que aún no se ha desarrollado ni se ha asentado su-
ficientemente. Un rasgo principal de la Sociología será que hay gran cantidad de escuelas que se yuxtaponen y
aveces luchan entre sí.
Por fortuna, el abandono de la obsesión por las definiciones y la superada pretensión por construir una
gran teoría sociológica que lo explicase todo, ha dado lugar a una atención creciente por los problemas sociales
concretos e inmediatos, incluso mediante enfoques microsociológicos que han llevado al sociólogo a las mismas
fronteras de la Sociología, pues no siempre es fácil diferenciar en determinados enfoques la Sociología de la
Economía o la Psicología, compartiendo por ello métodos propios de otras ciencias sociales.
Toda esta indefinición conceptual, metodológica y de delimitación ha llegado a crear entre los sociólogos
una conciencia de crisis, propiciando una tendencia hacia el autoanálisis y dando lugar a que en muchos casos la
Sociología se haya acabado convirtiendo en el propio objeto de la Sociología, en un círculo cerrado de auto-
observación.

4. LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA.
La crisis de la Sociología radica, pues, en su eventual incapacidad para lograr su adecuada comprensión
y aceptación social, es decir, para demostrar su utilidad. La tera fundamental será su propia explica-

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ción,logrando abrirla a la sociedad y evtinado circulos profesionales cerrados. En ese proceso explicativo se
abren los siguientes interrogantes:
• ¿Cuándo aparece? Al hilo del surgimiento y desarrollo de la sociedad industrial.
• ¿Por qué aparece? Porque se dieron las condiciones de madurez adecuadas: desarrollo de
la sensibilidad hacia lo social y condiciones de libertad intelectual.
• ¿Cómo surge? En la evolución de las ciencias sociales: primero la Ciencia Política de la Re-
ligión y la Moral, después la Ciencia Económica y a continuación la Sociología.
• ¿Para qué? Para enfrentarse de un modo científico con la problemática social.
• ¿Con qué orientación surgió? En los supuestos y planteamientos del método científico.
Se hace evidente, pues, que para la correcta comprensión de la Sociología se debe dar cuenta tanto de su
razón de ser contextual de desarrollo histórico, como de su razón de ser sustantiva en tanto a su contenido y
finalidad, haciendo hincapié en los siguientes puntos:
• Precisar el papel que juega lo social en la evolución del hombre.
• Comprender las características del período histórico en que aparece desde la doble pers-
pectiva de cambios sociales y de aparición de nuevas mentalidades.
• Aclarar el gado en que los procedimientos científicos pueden resultar aplicables al estudio
de la realidad social.
La Sociología forma parte de las Ciencias Sociales, y aunque comparte parte de su campo con otras cien-
cias, cuenta con un campo temático específico, lo social, y unos enfoques metodológicos particulares. Para cons-
tituirse como ciencia, además, tuvieron que darse unos requisitos constitutivos previos: unos elementos externos
histórico-sociales a partir de los cuales fue posible el desarrollo de una nueva rama del saber, y otros de evolu-
ción interna: desarrollo de una problemática específica diferenciada de otras ciencias, desarrollo de grandes
teorías sociológicas y paradigmas interpretativos, delimitación de problemas específicos concretos del orden
social, y la conexión de estas orientaciones con perspectivas de investigación científica.
Tras todo ello llegamos a la conclusión de que lo que la Sociología necesita es ser explicada y no simple-
mente definida. En lo que podría ser una primera y básica definición de consenso entendemos la Sociología como
el resultado de aplicar, en un contexto histórico determinado, procedimientos de conocimiento propios del méto-
do científico al estudio de los fenómenos que acontecen en la esfera de lo social, fenómenos que deber ser sus-
ceptibles de comprobación y medición empíricos a partir de marcos teóricos interpretativos y conceptos analíti-
cos adecuados.

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TEMA 2.HOMBRE Y SOCIEDAD.

1. LA NATURALEZA DE LO SOCIAL.
El hombre es un ser social, y no puede entenderse sin la sociedad, en la cual siempre ha vivido como un
hecho natural formando parte de su realidad más íntima e inmediata. Por ello, el concepto de un hombre fuera de
la sociedad no es aceptable, sabiendo que biológicamente es imposible, pues mediante la socialización se adquie-
ren un conjunto de pautas y patrones de conducta social sin los cuales los seres humanos se verían reducidos a
una condición diferente a la humana.
Sin embargo, la importancia que lo social ha tenido en la evolución humana, con un papel decisivo en el
proceso de hominización, contrasta con su tardío descubrimiento como campo de estudio (s. XIX). Una explica-
ción resalta la realidad tan obvia de nuestra inmersión en una compleja red de grupos primarios en los distintos
ámbitos de la vida social, tal que, como señaló Ralph Linton, lo último que descubriría un habitante de las profun-
didades marinas fuera tal vez el agua. Una explicación más racional señala que la reflexión sobre lo social no se
pudo producir hasta que no se desarrollaron los métodos científicos y se evidenció la realidad de la sociedad civil
como entidad distinta y con vida propia al margen del Estado, hecho que se produjo en el momento histórico de la
revolución industrial.
La evidencia de que los hombres no formamos en el espacio social una horda indiferenciada de individuos,
sino que estamos entrelazados en una compleja red de grupos priamrios perfectamente identificables en los
distintos ámbitos de la vida social., constituye una realidad tan obvia en nuestros días.
Intentando clarificar cuál es la naturaleza de lo social, Nisbet señaló que los problemas de la Sociología
son los que se refieren a la naturaleza del vínculo social, en tanto fuerzas que permiten a los seres humanos man-
tenerse unidos en las moléculas sociales. Theodore Abel, por su parte, se refirió a lo social como al misterio que
la Sociología pretendía desvelar, como el núcleo atómico respecto a la Física, la vida a la Biología o la conciencia a
la Psicología.
La indagación por lo social muestra dos campos de acción en la Sociología: el de la estática social en tan-
to a sus componentes estructurales, y el de la dinámica social en tanto a los cambios y transformaciones de di-
cha estructura, aunque también se puede avanzar en el estudio del vínculo social a través de los distintos elemen-
tos que lo componen. EL misterio que afrontan los sociologos es la naturaleza de lo social.

2. EL PAPEL DE LO SOCIAL EN EL DESARROLLO HUMANO.


Una vez constatado que el hombre es un ser que vive en sociedad, la cuestión central estriba en dilucidar
el papel que juega la dimensión social en la naturaleza humana. Partiendo de que la evolución dibuja una línea de
creciente complejización de los sistemas, con una clara tendencia a la agregación, es decir, a la unión en conjun-
tos más amplios y complejos como una premisa propia de la vida, Kingsley Davis no dudó en afirmar que el surgi-
miento de las formas societales constituyó uno de los grandes pasos de la evolución humana.
La evolución dibuja una línea creciente complejización de lossistemas, con un paso de lo simple a lo com-
plejo, de lo único a lo popular, tanto por medio de la vía del desarrollo interno, como de la agregación. La tenden-
cia a la unón en conjuntos más amplios, es una tendencia general que se encuentra inserta en la propia lógica de la
vida. Los seres vivos se agrupan básicamente para encontrar respuestas y soluciones a problemas con los que no
es posible enfrentarse eficazmente de manera individual y aislada, por lo qu elas formas de organización societal
es una manera de aumentar sus posibillidades de sobrevivir y multiplicarse.
Teniendo presente la importancia que a lo largo del proceso de evolución ha tenido la capacidad de adap-
tación al medio a fin de aumentar las posibilidades de sobrevivir, algunas especies lograron esa adaptación preci-
samente merced a su sociabilidad. En la especie humana esta condición no sólo consistió en un requisito para la
supervivencia, sino que se convirtió en un elemento decisivo de su conformación como especie, a tal punto que,
como señaló Perinat, los elementos que constituyen la sociabilidad fueron adquiriendo una preponderancia decisi-
va, erigiendo al medio social como una condición necesaria para el despliegue biológico normal del individuo. Se
concluye, pues, una perspectiva “coevolucionaria” entre los factores biológicos y culturales en el proceso adap-
tativo de la especie humana, interactuando ambos en la evolución de los atributos humanos.
Los sociobiólogos han puesto énfasis en el papel desempeñado por la herencia genética en la dinámica de

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lo social como el verdadero motor de la sociabilidad, es decir, como transmisor de la cultura. Edward Wilson se-
ñaló que el parentesco juega un papel primordial en la estructura del grupo, apuntando al fenómeno del altruismo
como uno de sus frutos. En base a ello, Hamilton elaboró el concepto de coeficiente de parentesco como la frac-
ción de genes mantenida por la descendencia común: a mayor coeficiente, mayor componente de solidaridad co-
lectiva y mayor la disposición al altruismo.
Mientras que la Sociobiología hace hincapié en el aspecto biológico del fenómeno social, el resto de Cien-
cias Sociales destacan la significativa influencia de la acción cultural sobre los aspectos biológicos. Schwartz y
Ewald estudiaron la selección de pareja como prototipo de la influencia del ámbito cultural sobre el biológico, de
tal modo que por causas culturales algunas combinaciones genéticas son excluidas o potenciadas. Downs y Blelb-
treu, por su parte, subrayaron cómo determinadas costumbres y pautas culturales desempeñan un papel primor-
dial en la circulación genética y por tanto en la evolución biológica del hombre, incluso, como afirmó Ashley Mon-
tagu, en el desarrollo de sus rasgos físicos.
Es de destacar que en las especies sociales las mutaciones genéticas cuentan con mayores probabilida-
des de consolidarse, tanto por la posibilidad de un mayor grado de intercambios grupales, como por una rápida
segregación grupal del individuo mutado, el cual, aislado en un territorio diferenciado, tendrá más posibilidades
de consolidar su mutación. Tanto este punto como todo lo expuesto nos llevan a reconocer la importancia decisiva
de las interrelaciones entre el hecho biológico y el hecho social.

3. LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE COMO SER SOCIAL.


Se considera que la concepción del hombre como ser social se origina en la clásica definición de Aristóte-
les (384-322 a.C.): animal político por naturaleza (zoon politikón), añadiendo que el que vive aislado de la polis sin
necesidad de ella o es un bruto o es un Dios. La apostilla conlleva un matiz vital en la consideración social del
hombre: su dimensión cultural en tanto miembro de una sociedad organizada.
La Teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-82) acudió a la comprensión de la evolución del hom-
bre como ser social al delimitar sus dos dimensiones: la idea de equilibrio ser vivo-naturaleza mediante la adap-
tación al medio, y el proceso de evolución como producto de una dinámica constante de adaptaciones y desadap-
taciones, sobre todo a través de las mutaciones genéticas. Aunque el origen de éstas aún no está claro, lo cierto
es que sitúan a nuevos individuos y especies en ambientes específicos, de modo que en el proceso evolutivo se ha
ido produciendo una permanente selección natural de especies según su mayor o menor dotación biológica de
adaptación al medio.
Si bien el hombre puede considerarse en parte como resultado de factores de azar (mutaciones genéti-
cas, cambios geológicos, alteraciones climáticas...), no puede explicarse sin admitir un conjunto de innovaciones y
autorregulaciones adaptativas básicamente en virtud de su condición social. En base a ello, el hombre puede ser
considerado como fruto de un doble proceso de evolución biológica y evolución social.
Este proceso de coevolución biológica y social del hombre se sitúa en un contexto temporal muy dilatado
(el Australopithecus dista cuatro millones de años), y un análisis de sus condiciones físicas originarias nos indica
que parecía una especie destinada a desaparecer. Sin embargo, aquellos homínidos supieron hacerse fuertes des-
de debilidad física y sobrevivieron, fundamentalmente en virtud de su carácter social, desarrollando y transmi-
tiendo entre sí un depósito común de conocimientos y técnicas al que se denomina cultura. Sociedad y cultura
son, pues, las claves que nos permiten comprender la adaptación al medio y la propia naturaleza del ser humano a
través de la hominización. Tal es así que, como señala Linton, lejano queda el día en que en nuestra especie los
grupos organizados, y no sus individuos aislados, llegaron a ser las unidades funcionales en la lucha por la exis-
tencia.
La cultura es para el hombre como un ambiente artificial creado por él mismo, como si de una segunda na-
turaleza humana se tratara añadida a su naturaleza física originaria, que ha ido enriqueciéndose a lo largo de la
historia y transmitida a todo individuo a través de un proceso de socialización y aprendizaje. En ese sentido, los
conceptos de cultura y sociedad se hacen inseparables, pues la sociedad es un agregado organizado de indivi-
duos y la cultura es la forma en que se comportan según su modo de vida, y a través de ellos el hombre llega a ser
lo que es. Desde esa perspectiva, y tras todo lo expuesto, se comprende que Ely Chinoy no dudara en afirmar que
un individuo aislado es una ficción filosófica.

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4. LA CAPACIDAD ADAPTATIVA DE LO SOCIAL.
Lo social ha desempañado un papel adaptativo más relevante en el proceso de evolución de la especie de-
bido a su carácter dinámico y a su mayor complejidad.
Mientras algunos grupos de hominidos evolucionados fuern capaces de dar el paso desde las formas de
organización tipo clan a instancias societarias más complejas(tribu), insertas incluso en contextos culturales más
abiertos a la interacción y el intercambio, en cambio otros grupos permanecieron enclaustrados en pautas socie-
tarias más cerradas y acotadas y, por lo tanto, limitadas al amrco de culturas que no pudieron enriquecerse y
evolucionar al mismo nivel y con el mismo grado de complejidad que las anteriores. Ante ciscunstancias más difici-
les y complejas unos grupos acabaron desapareciendo y otros tuvieron éxito en su adaptación y siguieron evolu-
cionando. Aunque los neardentales pudieran ser más robustos y fuertes, se impuso el más débil y grácil el homo-
sapiens logrando sobrevivir porque tenía más y mejor sociedad.
Este valor adapttivo de lo social también debiera valorarse en sociedades como las actuales, en las que
una eventual crisis de los lazos sociales, o una deriva inadecuada de las formas de organización social, podría aca-
bar prodociendo efectso desadaptativos de signo negativo. Por lo que hay que entender en toda su complejidad la
importancia de lo social. Nuestras posibilidades futuras como especie dependen, entre otras muchas cosas, de
nuestra capacidad para cuidar con esmero y cariño nuestro nicho vital primario, nuestro entorno situacional: la
sociedad. La sociedad también es una parte muy importante de nuestro ambiente, de la misma manera que los
seres humanos también somos naturaleza. De ahí la pertinencia de que la sensibilización ecologista sea completa-
da por una sensibilidad que podriamos calificar como sensibilidad socilogista.

5. RASGOS CARACTERÍSTICOS DE LO HUMANO.


En el desarrollo humano, lo social supone la introducción de un principio de auto-regulación y de produc-
ción autónoma de ambientes artificiales que han permitido una mejor adaptación al medio, haciendo de la socie-
dad el contexto en que se hace posible lo humano. En la medida que los hombres compartimos nuestra condición
de seres sociales con otras especies vivas, la naturaleza de lo humano debe ser entendidad como algo que se
completa con otras cualidades añadidas que le permiten dar más cumplida explicación del complejo proceso de
hominización. La capacidad del lenguaje, mayor inteligencia e idoneidad para el parendizaje, etc… es una imagen
más global de la totalidad de las cualidades humanas. Sin embargo, la cultura y la sociedad humana presentan
unas características diferentes a las de otras especies también sociales (termiteros, enjambres...), pues lo que
diferencia sustancialmente al hombre es su libertad para actuar, propiciando la cooperación y la creatividad.
La mejor comprensión de nuestra realidad presente debería partir del estudio de las protoculturas ele-
mentales de primates, pasando por las formas de organización social de los diferentes homínidos y el comporta-
miento social de algunas comunidades primitivas de tribus nómadas. Tras ese examen se observa que las socieda-
des humanas han ido evolucionando poco a poco a lo largo de los años, acumulando conocimientos y experiencias en
su esfuerzo permanente por dar una respuesta grupal al reto de la adaptación al medio.
Otras de las cualidades importantes del hombre, además de ser social, es su capacidad hacedora y
creativa.( homofaber). Aunque otras especies también realizan determinadas construcciones, el hombre puede
efectuar trabajos y tareas mucho más complejas y progresivamente perfeccionadas merced a dos capacidades
específicas: un cerebro para pensar y una mano para manipular, en cuya conjunción se encuentran las claves de
nuestra evolución como especie, a tal punto que algunos estudiosos han hablado de una auténtica cultura de la
mano.
Es importante destacar que la invención de útiles y herramientas no fue un acto individual, sino una tarea
social y grupal, dado que éstas se hacen y utilizan en grupo, y las técnicas para emplearlas y perfeccionarlas se
encuentran depositadas en el acervo común de las sociedades humanas a través de la cultura. Por todo ello, la
mano y el cerebro junto a la cultura y la sociedad pueden ser considerados como los cuatro pináculos sobre
los que ha sido posible la evolución humana.
Así, pues, mediante su capacidad grupal de trabajo y de acción, los hombres han logrado alterar poco a
poco su relación originaria con la naturaleza, controlándola y readaptándola mediante herramientas y utensilios a
la medida de sus necesidades. En esa tarea el hombre también se ha ido remodelando a sí mismo como especie
social, en un largo proceso evolutivo de desarrollo cultural a través de un proceso creativo resultado de la capa-

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cidad expresiva de la libertad humana (Teoría sobre la productividad de Carlos Marx).
George Herbert Mead subrayó cómo, de manera paralela a la complejidad del proceso de maduración del
sistema nervioso humano, se ha producido una paralela complejidad del sistema social, haciéndose necesario el
desarrollo del lenguaje verbal como forma específicamente humana de comunicación ante la necesidad derivada
de procesos tan largos de socialización. La diferenciación funcional proporcionada por el lenguaje produce no sólo
un tipo enteramente distinto de individuo, sino también una sociedad diferente.
La tendencia a la agrupación puede considerarse como una característica general de la vida. No existe
ningún organismo que pueda permitirse existir en completo aislamiento, pues, aún en diferentes niveles de auto-
nomía, todos están ligados en su medio o situación social general, en un complejo de interacciones sociales del
cual depende su existencia. La dificultad radica en determinar si existe una forma específicamente humana de
lo social, pues la conformación social de los hombres ha acabado influyendo en su propia evolución, a tal punto que
lo social ha pasado a ser parte de la propia naturaleza humana. En esa línea, Edward Wilson señala que los homíni-
dos sufrieron dos variaciones adaptativas sucesivas: la adaptación a la vida en campo abierto con el consumo de
semillas, y a continuación la captura de grandes mamíferos, que requirió un aumento de la mentalidad y organiza-
ción social. En ese punto, el cambio mental y social llegó a depender más de la propia reorganización interna que
como respuesta al ambiente circundante, concluyéndose que en el ser humano la evolución social había adquirido
su propio motor.
A pesar de las notables lagunas existentes aún sobre la evolución humana, se puede afirmar que la nueva
especie, denominada humana, fue el resultado de un doble proceso de adaptación: de la especie al medio a tra-
vés de los sistemas sociales, y del individuo a la sociedad por medio de la cultura, de tal modo que ésta aparece
como el verdadero elemento explicativo del carácter social humano y conformador de la personalidad humana. En
el hombre, así lo social adquiere una dimensión bastante especial no es posible concebir al hombre sin ella, estaría
totalmente indefenso, siendo un ser diferente a lo que entendemos hoy por hombre.

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TEMA 3.LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA.

1. EL CONTEXTO SOCIAL DE LA SOCIOLOGÍA.


Durante un extenso período de tiempo los hombres vivieron en comunidades bastante estables, genera-
ción tras generación. Sin embargo, el siglo XVIII marcó el desarrollo de una serie de cambios de todo orden que
dieron lugar al inicio de una nueva era histórica. Teniendo como origen el Renacimiento y la Ilustración, y tras el
influjo de la Revolución liberal en Inglaterra y de la Revolución francesa, el siglo XIX se inició bajo el signo de
una nueva era de la razón, de los derechos humanos y del pensamiento científico y secular.
La Revolución Industrial condujo, de esta manera, al inicio de un nuevo ciclo histórico, que a la par que
puso en marcha enormes recursos productivos bajo los dictámenes de la nueva ciencia de la Economía, dio lugar a
una transformación radical del orden social. Millones de seres humanos cambiaron de residencia, de forma de
trabajo, de estilos de vida, de costumbres y de ideas, pero la mayoría hacinándose en los barrios proletarios en
unas condiciones penosas de vida y de salubridad. Algo fallaba en aquel nuevo contexto social, y en poco tiempo la
cuestión social se convirtió en un foco de atención prioritario.
Al ser lo social el verdadero armazón de lo humano, todo cambio socio-cultural hace tambalearse, de una
u otra manera, la misma base de la estructura de nuestra realidad vital. Por ello, tantos y tan intensos cambios
sociales dieron lugar a una auténtica conmoción en las conciencias y en las formas de vida colectiva, situando a
millones de hombres ante nuevas formas de experiencia social: falta de arraigo, crisis de las viejas concepciones
familiares y gremiales, difusión de nuevas mentalidades, sacralización del viejo orden, crecimiento desmesurado
de la población y la urbanización, aparición de nuevas clases sociales, especialización laboral y división del traba-
jo... No es extraño que en esa coyuntura histórica de grandes y profundas transformaciones sociales surgiese la
Sociología como ciencia autónoma, con la intención de ocuparse de los problemas generados del hilo de esa tnsa
construcción y reconstrucción del orden social, intentaría llegar donde las otras ciencias sociales no habrían lle-
gado: al núcleo de las propias relaciones sociales globales. En 1839 Augusto Comte propuso públicamente califi-
car a la nueva ciencia como Sociología.

2. LA ACUÑACIÓN DE UN NUEVO CONCEPTO: LA SOCIOLOGÍA.


En 1839 Augusto Comte propuso públicamente calificar a la nueva ciencia como Sociología, poniendo la
primera piedra a la nueva rama del saber, la cual surgió en el curso de una especialización progresiva de los sabe-
res sociales: primero surgió la Política con el desarrollo del Estado Moderno, luego la Economía bajo la Revolución
Industrial, y por último la Sociología en un intento de descubrir las relaciones sociales globales mediante el estu-
dio de los procesos de estructuración y desestructuración de la sociedad, todo ello con un espíritu secular y
científico propio de la nueva época: sin prejuicios, con objetividad, rigor y método.
Comte entendía la Sociología como una rama del conocimiento en la que estaba implícita una clara voca-
ción de transformación del orden social, de la que participarían casi todos los padres fundadores de la nueva
ciencia. Sin embargo, su planteamiento como “ciencia de las ciencias” y culminación de todo el edificio científico,
presentándola como una doctrina concreta, casi como una nueva religión, no dejó de crear polémica y hasta re-
chazo por gran parte de la comunidad científica, aunque explicase que la supuesta “culminación” también implica-
ba su dependencia al desarrollo del resto de las disciplinas científicas.
Por otra parte, Comte creía que el desarrollo de la humanidad se producía según la “ley de las tres eta-
pas”: teológico-ficticia, metafísico-abstracta y científico-positiva, y que a medida que se acercaba al tercer es-
tadio más se evidenciaba su doble movimiento de organización y reorganización, de modo que la Sociología venía a
mitigar las crisis de un desarrollo espontáneo imprevisto, haciendo posible la previsión y guiando la acción.
La concepción de Comte partía de la convicción de que las ciencias se hacían positivas y progresaban de
acuerdo con el grado de complicación mayor o menor de sus fenómenos, o, en otros términos, de su relación más o
menos intima con el hombre. Creía que las teorías sociales eran las ultimas que pasarían del estadio teologico,
odel metafisico, al positivo. Para Comte el desarrollo de la Sociología sólo era posible a partir del desarrollo de
las otras ciencias, interpretado como perspectiva de superioridad y dependencia.

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3. LOS COMPLEJOS TIEMPOS HISTÓRICOS DE LA SOCIOLOGÍA.
Ya a principios del siglo XX la mayoría de sociólogos habían olvidado el supuesto carácter profético del
que Comte habían intentado impregnar la nueva ciencia, decantándose por derroteros mucho más prácticos y
concretos, en un ejercicio de autoanálisis que buscaba garantizarse un objeto específico que la diferenciara de
las otras ciencias, aún a riesgo de caer en el hecho de que la Sociología se convirtiese en el objeto de la Sociolo-
gía.
La autocrítica y el autoanálisis, en un continuo fundarse y refundarse durante casi un siglo, llevaron a de-
nominar a la Sociología la “ciencia de la crisis”, dada la continua crisis en la que parecía moverse, aunque se de-
bería admitir que, habiendo nacido de la crisis, quizás una cierta situación crítica constituya el contexto necesa-
rio en el que encuentra los estímulos más importantes para su reflexión y desarrollo.
A lo largo de todo un siglo, pues, los observadores externos a la Sociología se han sorprendido de algunas de
sus peculiaridades:
• Tendencia a formular grandes síntesis teóricas y explicaciones globales, prestando poca atención
a ámbitos más limitados y concretos de la realidad social.
• Pretensión de muchos sociólogos a “partir de cero”, provocando la ausencia de un trabajo teórico
acumulativo propio del ámbito científico al que aspira la Sociología.
• Tendencia a considerar vigentes y actuales los textos de los padres fundadores.
• Solapamiento entre planos temporales y analíticos, es decir, a catalogar con análisis pretéritos
problemas de situaciones actuales
• Tendencia de muchos sociólogos a ser especialistas en todas las ramas de saber.
• Nula diferenciación entre historia de la Sociología y la propia teoría sociológica vigente.
• El objeto de la investigación y el sujeto investigador tienden a mezclarse y confundirse.
• Una buena parte de los sociólogos siguen malgastando su tiempo en disputas terminológicas en la
obsesionada búsqueda de definiciones formales.
A modo de conclusión, la Sociología debe desprenderse de la Sociología como problema y afrontar un quehacer
científico capaz de ocuparse de los problemas de la sociedad.

4. SOCIOLOGÍA Y PRE-SOCIOLOGÍA.
El interés por el ámbito social es tan antiguo como la civilización occidental, incluso hasta Platón y Aris-
tóteles, pero el mero interés no es condición suficiente para el desarrollo de una ciencia: habría que precisar
cuándo se autonomizó de los ámbitos político, moral y religioso, y, a su vez, cuándo se orientó por un enfoque
propio de una metodología científica.
La Sociología no cuenta con fechas precisas de ninguno de estos eventos. Aunque Comte planteó en 1822
la necesidad de una ciencia positiva de lo social a la que denominó Física Social, y en 1839 Sociología, ninguna de
estas fechas determina un antes ni un después sino sólo dos eventos en un desarrollo largo y difuso. De hecho,
Comte entendía la Física Social como el complemento último a las físicas terrestre y animal, completando una
verdadera filosofía positiva humana capaz de hacer olvidar las explicaciones teológicas o metafísicas, definiendo
la Física Social como la ciencia que tenía como objeto el estudio de los fenómenos sociales con el mismo espíritu
que los astronómicos y físicos, es decir, como sujetos a leyes naturales invariables. Por supuesto, esta visión pone
en entredicho las fechas anteriores sobre la fundación de la Sociología tal y como se ha entendido posteriormen-
te, incluso autores de la talla de Marx o Durkheim jamás llegaron a utilizar dicha denominación por su manifiesta
vinculación inicial a la obra de Comte.
Previamente al desarrollo del método científico, numerosos autores habían hecho objeto de su atención
a los fenómenos sociales, pero siempre desde enfoques reflexivos o meramente enunciativos: Herodoto, Aristó-
teles, Ib Jaldún, Hobbes, Spinoza... pero en todas las aproximaciones faltaba una sistemática propia, es decir,
una definición de un objeto de estudio específico y los enfoques de una metodología científica.
Una vez desarrollado el método científico, se hizo necesaria la delimitación del objeto específico de
estudio, paso que se dio con la diferenciación entre las esferas política y social, es decir, entre el estado y la
“sociedad civil”, concepto éste último que vino de la mano de la emergencia de nuevos e influyentes grupos socia-
les, con nuevas clases sociales y nuevas formas de organización social y económica. Por todo ello, la aparición de la

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Sociología no puede divorciarse del complejo contexto de referencias históricas asociadas a la emergencia de la
sociedad burguesa.

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TEMA 4.EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA. LOS PADRES FUNDADORES.

1. LOS PRECURSORES DE LA SOCIOLOGÍA.


En el siglo XIX se produjeron un conjunto de circunstancias históricas que hicieron posible la aparición y
desarrollo de la Sociología como ciencia autónoma en base a una creciente demanda de atención a lo social. En ese
contexto se sitúan sus padres fundadores, cuya influencia sigue siendo muy considerable a causa de que muchos
de los problemas que plantearon continúan vigentes: los problemas de la sociedad industrial; dicha situación pro-
picia la actual confusión entre lo que es la historia del pensamiento filosófico y su realidad actual, pues a falta de
un nuevo modelo de sociedad con una nueva generación de pensadores, su estudio sigue siendo base imprescindi-
ble para comprender qué es la Sociología.
Aunque Comte consideraba a la Sociología como culminación de todo el pasado intelectual de la humanidad, lo
cual la conectaba con todo el pensamiento acumulado, de un modo más específico Gurvitch destacó la existencia
de una presociología en los filósofos sociales que concedían gran importancia a la observación empírica y desinte-
resada de la realidad social, aunque aún sin un ámbito de estudio determinado ni metodologías científicas ade-
cuadas. Entre ellos, Martindale observa los primeros antecedentes entre los sofistas griegos, en tanto estudia-
ban al hombre como ser social en función su la lengua, religión, arte, literatura y política. Desde esa época, se
puede destacar a:
– Herodoto, por sus descripciones sobre usos y costumbres sociales.
– Aristóteles (384 a.C.), definición de hombre social y distinción de clases y grupos sociales.
– Arquímedes, desde la metodología, en la síntesis entre experimentación y matemáticas.
– Ibn Jaldun (1332-1406), por sus estudios comparativos entre las culturas mediterráneas.
– Juan Bautista Vico (1668-1744), por su teoría de la evolución cíclica de la historia.
– Mostesquieu (1689-1744), estudios de instituciones y procesos sociales y tipos ideales.
– Hobbes (1588-1679), delimitación de la Física Social como parte de la Filosofía científica.
– Spinoza (1632-1677), por su intento de explicación racional de los fenómenos sociales.
– Leibniz (1646-1716), en la distinción entre sociedad civil y Estado.
– Fichte (1762-1814), en la distinción entre sociedad civil y Estado.
– Adam Smith (1723-1790), en el desarrollo de la Economía Política clásica.
– Adam Ferguson (1726-1816), división del trabajo, teoría del conflicto y clases sociales.
– John Millar (1735-1801), en el desarrollo de la Economía Política clásica.
– Francis Bacon (1561-1626), por su influencia positivista y empirista.
– David Locke (1632-1704), por su influencia positivista y empirista.
– David Hume (1711-1776), por su influencia positivista y empirista.
– George Berkeley (1685-1753), por sus principios generales de atracción entre personas.
– Turgot (1727-1781), por sus teorías sobre el progreso y el conflicto.
– Concordet (1743-1794), intento de trazar las leyes naturales de la evolución y progreso.
– John Malthus (1766-1834), fundador de la demografía y evolución de la población.
– Quetelet (1796-1874), que acuñó el término de Física Social en sus estudios estadísticos.

2. SAINT-SIMON.
En Claudio Enrique de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825), recae el honor de ser considerado el
precursor más directo de la Sociología y quizás su auténtico padre fundador. Poseedor de una cultura enciclopé-
dica, condujo una vida fuera de medida, y curiosamente casi todas sus aportaciones intelectuales se produjeron a
partir de los cuarenta y cinco años, cuando se encontraba en la pobreza más absoluta, después de dilapidar su
fortuna, haber estudiado todo tipo de disciplinas y haberse implicado en un sinfín de aventuras.
Convencido de que el orden social en crisis del viejo régimen podía ser reconstruido sobre bases raciona-
les y científicas, Saint-Simon planteó la necesidad de constituir una ciencia de la sociedad basada en una filoso-
fía positiva, a la que denominó Fisiología Social. Su gran objetivo era reorganizar la sociedad sobre las bases de
la ciencia y la industria, para alcanzar una sociedad sin clases por el camino de la renovación ético-religiosa. La
planificación económica, el desarrollo industrial, la organización de una sociedad equitativa y productiva, y la des-

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aparición de los Estados nacionales, con un nuevo sistema político en una Europa unida, hacen de Saint-Simon uno
de los más fructíferos precursores de nuestra época.

4. AUGUSTO COMTE.
Augusto Comte (1798-1857) está considerado el padre de la Sociología, tanto por haber acuñado el tér-
mino como por realizar su primera propuesta sistemática. En cuanto a su vida, sus biógrafos hablan de su vida
atormentada y carácter dogmático, destacando sus siete años de colaboración con Saint-Simon, del que se sepa-
ró borrascosamente, y en los que sin duda se gestó gran parte de la nueva ciencia.
La idea básica de Comte era que todas las ciencias formaban una jerarquía, una gran pirámide construida
de acuerdo a la propia complejidad de los fenómenos estudiados, y en cuya cúspide se encontraba la Ciencia de
la Sociedad, la “ciencia de las ciencias”, la última en surgir puesto que previamente había sido necesario el desa-
rrollo de las demás, y que venía a remediar los problemas del hombre y la sociedad. La exaltación de ese papel de
la Sociología llevó a Comte a considerarla como la nueva religión laica de la humanidad, donde la nueva religión
era el positivismo, la divinidad la humanidad, y sus sacerdotes la élite de sociólogos que emprenderían la reorga-
nización social universal.
Uno de los puntales básicos del pensamiento comtiano fue la Ley de los tres estadios, una interpretación de la
evolución de la humanidad en función del progreso interconectado del conocimiento, la realidad social y el desa-
rrollo del individuo:
• Etapa teológica. Sociedades agrícolas, cuya unidad básica era la familia. Los fenómenos se explican
por seres o fuerzas sobrenaturales. En política prevalece la doctrina de los reyes, organización mili-
tar de la sociedad, autoritarismo y fuerte control social.
• Etapa metafísica. Se afianza la autoridad civil y el Estado frente al poder espiritual. Los fenómenos
se explican recurriendo a entidades e ideas abstractas. En política prevalece la doctrina de los pue-
blos, cuyos derechos hace iguales a todos los hombres.
• Etapa positiva. Sociedad industrial, la inteligencia humana se libera de mitos y ataduras, entrando
en el estadio de la positividad racional.
Una característica de su obra es su sentido práctico, pues, según él, se trataba de llegar a un conoci-
miento de las leyes naturales que permitieran anticipar el curso de los hechos para evitar, o al menos mitigar lo
más posible, las crisis de un desarrollo espontáneo imprevisto.
En cualquier caso, las aportaciones concretas de Comte al conocimiento de la estructura social y a los
procesos de cambio son muy limitadas y esquemáticas, y desde el punto de vista metodológico apenas aportó más
que la reivindicación global del método positivo. Sus pretensiones de crear una ciencia, pues, fueron más un deseo
que una realidad, de modo que abrió un camino pero fueron otros los que empezaron a transitar por él.

4. EMILIO DURKHEIM.
Emilio Durkheim (1858-1917) inicia propiamente la historia de la Sociología, pues no se limitó a hablar de
la nueva ciencia ni de sus posibilidades, sino que hizo Sociología mediante investigaciones concretas y el desa-
rrollo de reglas y procesos de investigación específicos.
Los acontecimientos políticos de la época propiciaron en Durkheim una preocupación recurrente por los
temas de solidaridad social, sobre todo en base a la relación individuo-sociedad. Para él, la sociedad no es la
mera suma de individuos, sino una realidad por sí misma, con sus propias leyes y previa a los individuos concretos
que la constituyen, de tal modo que la fusión de almas individuales genera un ser con una individualidad psíquica
de un nuevo género. Esta realidad colectiva no sólo tiene entidad propia, actuando distinto a como lo harían sus
miembros aisladamente, sino que también propicia que el hombre sea lo que es, pues el hombre es hombre en la
medida en que está civilizado, y despojado de cuanto la sociedad le aporta quedaría reducido a la condición ani-
mal. En la identificación y explicación de ese “factor social” sitúa Durkheim la razón de ser de la Sociología.
Durkheim definió la Sociología como la ciencia que se ocupa de los hechos sociales, definiéndolos como
aquellas maneras de obrar y sentir exteriores e impuestas al individuo, es decir, realidades que éste se encuen-
tra formadas y que son parte de la supremacía de la sociedad sobre sus miembros. Es necesaria la combinación
de muchos individuos para instituir un hecho social nuevo, definiendo Institución como el conjunto de todas las

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creencias y formas de conducta instituidas por la colectividad. La Sociología, pues, se redefine como la ciencia
que estudia la génesis y funcionamiento de las instituciones, quedando así delimitado el objeto de estudio dur-
kheimiano de la Sociología: los hechos sociales y las instituciones.
En el terreno político-social, Durkheim observó la conexión entre tres movimientos del siglo XIX: la
crisis de las ideas religiosas, la aparición de la Sociología y el auge del socialismo, definiéndose partidario de un
socialismo encaminado a lograr la regeneración de la sociedad a partir de los principios morales de una Sociología
científica, es decir, no reducido a una simple cuestión de salarios sino como reorganizador del cuerpo social en su
conjunto. Para ello, Durkheim apostaba por una Sociología que aportaba un conocimiento metódico y riguroso para
la solución científica de los problemas sociales, de los cuales el principal no era el económico, sino el del consenso
y la aceptación de la superioridad moral de la sociedad.
Su labor fue ingente. En el terreno social, estableció la división entre solidaridad mecánica y orgánica
(comunidades y asociaciones), introdujo el concepto de anomia, desarrolló la idea de institución social, los con-
ceptos de cultura y sociedad, y construyó diversas tipologías. En el metodológico, consideró la necesidad de tra-
tar los hechos sociales como cosas, es decir, como realidades observables y cuantificables, abandonando la
obsesión por la conceptualización y proponiendo el acercamiento a los problemas mediante aproximaciones pro-
gresivas, partiendo de estudios sobre los puntos más accesibles. Con todo este material proporcionado por Dur-
kheim, la Sociología pudo por fin empezar a andar.

5. CARLOS MARX.
Carlos Marx (1818-1883) es una de las mayores figuras intelectuales de la historia, y sin duda una de las
que ha llegado a alcanzar una mayor influencia práctica en el plano político y cultural. Gran polemista y estudioso
incansable, fue sobre todo un gran agitador, un promotor de nuevas ideas y un abanderado de los nuevos ideales
socialistas, además de profeta, activista, líder político e intelectual que abordó cuestiones relacionadas prácti-
camente con todas las ciencias sociales.
Su pobre opinión de Comte le impidió la utilización del término Sociología, acuñado por éste y relacionado
en un principio con la visión comtiana de la sociedad, pero nadie duda de su posición como uno de los padres fun-
dadores de la nueva ciencia e inspirador de una de sus principales corrientes: la dinámica social como fruto del
conflicto y antagonismo, en contraste con la visión de la dinámica social como fruto del orden y armonía social.
Marx desarrolló una teoría concreta del devenir social a partir del análisis de los procesos de pro-
ducción económica, y en su obra culminante, El Capital, intentó desvelar la lógica y dinámica del sistema de pro-
ducción industrial-capitalista. Numerosos sociólogos, como Schumpeter, Gurvitch o Bottomore, no dudaron en
reconocer en sus obras el enorme valor de las aportaciones marxistas, pero apuntando su arrogancia al pretender
ser la Sociología misma, o un sistema sociológico completo y definitivo, obviando las limitaciones propias de toda
teoría sociológica frente a la extraordinaria complejidad de la vida social.
Marx desarrolló sus investigaciones en torno a dos grandes temas interrelacionados:
• El descubrimiento de la ley económica de la sociedad moderna capitalista.
• Los procesos específicos de conflictos de clase.
Con el estudio y la relación de ambos pretendía descubrir la estructura y el funcionamiento de los siste-
mas de producción a través de la dinámica histórica generada por los antagonismos y conflictos de clases que
engendraban.
Marx situó sus estudios en dos planos interdependientes:
1. Los hombres concretos. Aunque no consideraba a la sociedad como un ente al margen del individuo, sí la en-
tendía como el lugar donde los hombres desarrollaban su verdadera naturaleza y el marco en el que se pro-
ducían las interacciones sociales, al punto de que afirmó que no era la conciencia del hombre la que determi-
naba su ser, sino el ser social de éste lo que determinaba la conciencia.
2. Los procesos históricos, de los cuales concluyó que el motor de su evolución era un conjunto de procesos
sociales específicos, concepción que se denominó materialismo dialéctico o histórico (en contraposición al
idealismo dialéctico de Hegel, que veía el motor en las ideas), determinando que ese motor o factor principal
que daba lugar a la génesis del cambio y la dinámica social era el conflicto de clases.
A modo de resumen, Marx concluyó que el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de

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la vida social, política y espiritual en general. Al llegar a una determinada fase de su desarrollo, las fuerzas
productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, es decir, que chocan
con las relaciones de propiedad vigentes, de modo que estas relaciones pasan de ser relaciones de desarrollo a
trabas para ese desarrollo, abriendo una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona,
más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.
Marx fue un sociólogo de un tipo determinado: sociólogo-economista, convencido de que no es posible
comprender a la sociedad moderna sin referirse al funcionamiento del sistema económico si se descuida la teoría
de su funcionamiento.

6. MAX WEBER.
Max Weber (1864-1920) es uno de los padres fundadores con mayor influencia en la Sociología actual,
ocupándose de tantos temas y cuestiones distintas que presenta dificultades para ser sistematizado, careciendo
de una teoría general o idea central de pensamiento y estudio, posibilidad que rechazó al considerar que no podía
existir una explicación cerrada y acabada capaz de reproducir con fidelidad la extraordinaria complejidad de la
realidad.
Su amplísima producción, desde estudios metodológicos a históricos, pasando por la sociología de la reli-
gión y los económicos de su obra cumbre “Economía y Sociedad”, está alentada por un permanente diálogo inte-
lectual con Marx, a quien, junto con Nietzsche, consideraba las figuras más influyentes de su época. Sin embar-
go, aunque ambos coincidieron en atribuir un carácter prevalente al estudio del capitalismo, Marx enfatizó los
factores económico-materiales, mientras Weber se inclinó al ámbito de las ideas y creencias.
Una síntesis de las ideas de Weber, en contraposición a las de Marx, son las siguientes:
• Rechazo de las grandes teorías y explicaciones unicasuales.
• Intento de aunar criterios de las ciencias de la cultura con las ciencias naturales.
• Distinción entre los planos de poder económico y político, las ideas de los intereses.
• Visión neutra del capitalismo, de tendencia a una racionalización económica.
• Visión de las clases sociales y el conflicto de clases no sólo en términos económicos, si-
no también ideológicos y culturales.
• Las relaciones entre la infraestructura económica y la ideológica no son unívocas ni
unidireccionales, sino bidireccionales y dependientes.
Weber llegó a la refutación empírica del materialismo histórico de Marx, exponiendo las conexiones de
las religiones con la economía y la estructura social de su sociedad, todo ello en base a un dato concreto: el capi-
talismo se extendió con más auge en los países protestantes que en los católicos, dándose un mayor porcentaje
de protestantes entre los propietarios y puestos directivos de las empresas. Weber estableció que los elementos
que definían el “espíritu del capitalismo” se correspondían con la ascesis profesional puritana cristiana, y concluyó
la importancia decisiva del factor religioso en la génesis del capitalismo occidental, es decir, que el criterio eco-
nómico no bastaba y era necesario considerar también los valores y las ideas en la explicación de los procesos
sociales.
En cuanto a sus propuestas metodológicas, Weber reivindicó la dimensión científica de la Sociología, pe-
ro reconociendo la especificidad de los fenómenos sociales, siempre sujetos a la subjetividad humana. Para ello
propuso un enfoque que calificó método comprensivo, en un intento de abarcar e integrar los ámbitos de lo obje-
tivo (relaciones causales) y lo subjetivo (dimensión significativa) en una perspectiva histórica concreta (marco de
referencia).
Weber definió la Sociología como una ciencia que pretende entender e interpretar la acción social, pa-
ra explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Para ello, contaba con las siguientes herramientas:
― La acción, definida como una conducta humana, sea un obrar u omitir, siempre que el sujeto le asocie un sen-
tido subjetivo. En ese sentido, una acción social queda definida como una acción cuyo sentido subjetivo del
sujeto radica en la conducta de otros sujetos, orientando en base a ésta el desarrollo de su propia acción.
― La relación social, como una conducta plural recíprocamente referida y orientada en virtud a esa reciproci-
dad, es decir, relaciones plurales recíprocamente significativas.
― La interpretación causal. Una interpretación causal correcta de una acción concreta implica que el motivo y

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su desarrollo externo hayan sido conocidos de un modo certero y comprendidos con sentido en su conexión.
Si falta esta adecuación de sentido no nos encontraremos ante una interpretación causal correcta, sino an-
te una posibilidad estadística no susceptible de comprensión.
― Los tipos, como marcos de referencia o modelos de ordenación de la realidad, siendo el modelo conceptual
básico para entender las acciones sociales. Weber distinguió:
– Tipos puros o ideales, en un intento de ordenación racional de la realidad.
– Tipos promedio, a través de los cuales establecer una catalogación o clasificación de lo que ocurre en la
realidad.
Weber no intentó, pues, descubrir y transmitir verdades absolutas, sino orientaciones útiles sobre las
más diversas cuestiones sociológicas, acumulando conocimientos, aportando hipótesis y sugiriendo propuestas
metodológicas.

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TEMA 5. LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA.

1. ¿QUÉ ES LA SOCIEDAD?.
Las sociedades de nuestros días son sociedades de masas, enormemente complejas y dinámicas, aunque
el salto se ha producido en una sola generación ya que hasta hace muy poco tiempo sólo una minoría de la pobla-
ción vivía en las grandes ciudades. Por ello, se hace necesario el estudio de la sociedad, básicamente desde dos
enfoques: la estructura social por un lado, y los procesos y relaciones sociales entre sus partes por otro.
A modo de resumen, podemos afirmar que en toda sociedad existen diversos tipos de grupos sociales,
distintas clases sociales, diferentes formas o modelos de comportamiento social y modos estandarizados de
relación, así como un conjunto de Instituciones sociales que cumplen funcione específicas. Atendiendo a esta
disección de la sociedad, la Sociología se ocupa de estudiar su estructura, sus cambios y sus problemas, a través
de unas técnicas de investigación aplicadas a una serie de hipótesis y formulaciones teóricas.

2. LA ESTRUCTURA SOCIAL.
Basado en la convicción de que la realidad no es un caos, el pensamiento occidental se orienta a la obser-
vación del orden de las cosas, intentando descubrir la conformación regular y ordenada, estructurada, de la rea-
lidad. En ese sentido, el concepto de estructura implica básicamente tres elementos: idea de un conjunto, la
existencia de unas partes que lo componen, y una disposición ordenada de relaciones o posiciones entre ellas.
En toda sociedad humana, incluso en las más simples y primitivas, puede identificarse una estructura social, de
la que se han formulado diferentes definiciones. Entre otras, destacan:
― El organicismo, identificando cada parte de un supuesto “organismo” social con las de un organismo viviente.
― El funcionalismo. Según Talcott Parsons, si un sistema social es un sistema de procesos de interacción entre
actores que desempeñan roles, la estructura social queda definida como las relaciones mutuas entre los ro-
les de dichos actores.
Las ideas comúnmente aceptadas que están en la base de la definición del concepto de estructura social son
básicamente cuatro:
1. La estructura social es entendida como una red o sistema de relaciones sociales regulares y pautadas, que
prevalecen a los individuos concretos. Es decir, que mientras los individuos son prescindibles y reemplaza-
bles, la estructura permanece estable.
2. Los contenidos de las estructuras sociales son esquemas de acción pautadas, es decir, que vienen social-
mente dadas y responden a uniformidades ordenadas socialmente.
3. Las estructuras sociales implican distintas formas estandarizadas de relaciones de ordenamiento, distan-
cias sociales, jerarquías y dependencias entre grupos e individuos.
4. La estructura general de una sociedad está formada por un conjunto de subestructuras interconectadas
entre sí de muy diversos modos: económica, de poder, de clases...
Aunque la estructura social hace referencia a los elementos más permanentes e invariables de los social, tam-
bién están sometidas a procesos de cambio histórico según sus sociedades van evolucionando. Por ello, su carác-
ter dinámico tiene relación directa con el concepto de cambio social: la estática social (estructura) frente a la
dinámica social (proceso).

3. LOS GRUPOS SOCIALES.


La sociedad está formada por una tupida red de grupos sociales, en los que todos los individuos se en-
cuentran implicados en diferente grado, y que constituyen las células básicas de la sociedad, lo que hace del
grupo social la realidad más inmediata y central para la Sociología. Sin embargo, a pesar de su peso actual los
padres fundadores apenas les prestaron atención, más preocupados por los grandes problemas y procesos globa-
les, centrándose en la dicotomía individuo-sociedad. La primera formulación seria de los grupos primarios vino de
la mano de Charles H. Cooley (1864-1929), pero su auge tuvo que esperar a la década de los años treinta con las
investigaciones de Elton Mayo.
No se debe confundir los grupos sociales con las categorías sociales (individuos que reúnen las mismas
características: profesores, jóvenes...) ni con los agregados estadísticos (individuos que pueden ser clasificados

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de acuerdo a algún atributo: lectores del ABC, fumadores de Fortuna...), pues no tienen más sentido que el clasi-
ficatorio o estadístico. Cuando nos referimos a grupos sociales están implícitas las siguientes características:
 Son unidades sociales con unos contornos delimitados y características precisas.
 Su elemento definitorio fundamental es la unión continuada de personas por algún tipo de relación social a
través de ciertos intereses, valores o propósitos comunes.
 Nos son espontáneos, sino que se caracterizan por contar con cierta estabilidad.
 Existe un sentimiento de pertenencia, y sus miembros se identifican como tales.
 Pueden ser identificados desde fuera como grupo.
 Tiene la virtualidad de influir u orientar la conducta y opiniones de sus miembros.
Los grupos sociales pueden ser clasificados de acuerdo a un gran número de criterios, pero la más significativa
es la que distingue entre grupos primarios y secundarios.
Los grupos primarios. Se trata de la más universal forma de asociación, al punto que están presentes en todos
los ámbitos de la sociedad, definiéndose como una cierta cantidad de personas que se comunican a menudo entre
sí, durante cierto tiempo, con un intenso sentido de conciencia grupal, y lo suficientemente pocas para que cada
una de ellas pueda comunicarse con todas las demás personalmente, cara a cara, proporcionando a sus miembros
un conjunto de gratificaciones personales, psicológicas y emocionales.
Sometidos en la actualidad a gran cantidad de investigaciones empíricas, se han demostrado sus importan-
tes funciones sociales en tres órdenes de razones:
− Erigiéndose en elementos fundamentales de socialización, interiorización y refuerzo de los patrones cultu-
rales.
− A nivel metodológico, se trata de entidades manejables y abarcables, constituyendo verdaderos microcos-
mos sociales que reflejan y contienen a escala reducida muchos de los rasgos y características de las so-
ciedades globales.
− Se les considera el paradigma de la buena práctica de lo social, y el mejor marco de religamiento social,
de comunicación humana y de práctica de la solidaridad, compensando a sus miembros muchos de los sinsa-
bores y frustraciones originados en las grandes organizaciones sociales. Por ello, numerosos analistas le han
reclamado su condición de “dimensión óptima” de lo social.
Homans observó que el proceso de decadencia histórica de las civilizaciones se encuentra ligado al fracaso en
organizar las formas de la sociedad-básica a gran escala, concluyendo que una civilización, para poder mantener-
se, debe preservar entre los grupos que componen su sociedad y la dirección central, algunas de las característi-
cas del grupo, aún cuando sea a una escala mucho más extensa.
Los grupos secundarios. Son el modelo que se corresponde a las organizaciones a gran escala, con relaciones
sociales impersonales y reguladas en diferentes grados y formas; los vínculos suelen ser contractuales; cuentan
un alto grado de división y diferenciación de tareas y roles; y predominan los procedimientos formalizados y bu-
rocráticos. Los principales son las organizaciones formales, las clases sociales y las entidades sociales macroscó-
picas.
En la realidad concreta, se produce un complejo entramado de relaciones entre grupos primarios y se-
cundarios, cuyas formas de interacción se superponen y entremezclan. En ese sentido, hay quienes observan con-
tinuidad entre ambos grupos, señalando que los secundarios son la evolución de los primarios, de tal modo que a
medida que un grupo crece sus relaciones van evolucionando de primarias a secundarias.
También hay quienes, vertiendo toda la importancia en el primario, consideran el secundario una ficción,
originada únicamente a “sensu contrario” del primario. De acuerdo a esto, la unidad de estos grupos secundarios
se consigue sólo por medios simbólicos: por ejemplo, una nación es una nación sólo porque sus individuos lo creen
así.

4. LAS INSTITUCIONES SOCIALES.


Como referencia, Durkheim definió la Institución como el conjunto de todas las creencias y formas de
conducta instituidas por la sociedad, es decir, todas aquellas prácticas sociales que se siguen de un modo irre-
flexivo sin necesidad de justificación.
Dado que la característica fundamental de las instituciones sociales es que cumplen funciones, y que pa-

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ra que una sociedad se constituya como tal es necesario que cuente con un mínimo de requisitos funcionales, las
sociedades originarias se dotaron para ello con un conjunto de instituciones sociales específicas:
 Sistemas de reproducción y socialización de los individuos, a través de la institución de la familia con la co-
laboración de las instituciones educativas.
 Estructuras económicas y de división del trabajo, a través de instituciones económicas.
 Sistema de poder y uso legítimo de la fuerza, a través de las instituciones políticas.
 Sistema de creencias y valores, a través de las instituciones ideológicas y expresivas, como la Iglesia y las
religiones.
Las instituciones sociales no son compartimentos estancos, sino piezas de un entramado social complejo, y a
través de los continuos procesos de interacción de las instituciones sociales básicas surgen otras instituciones y
formas de articulación social, como las clases sociales. Por ello, cuando se habla de instituciones sociales se está
hablando en realidad de la estructura social, a través del prisma del cumplimiento de unas funciones sociales
específicas.
La familia. La familia es la institución social básica y uno de los grupos primarios fundamentales, cumpliendo un
gran número de funciones sociales insustituibles. Habiendo existido en todas las sociedades conocidas, se la ha
considerado la institución social universal. Sin embargo, aún siendo notable su gran diversidad de manifesta-
ciones, todas han contado con una serie de elementos comunes: una relación conyugal, un sistema de filiación, un
lugar de habitación común, y un patrimonio o conjunto de bienes y recursos comunes.
La familia, tal como la hemos llegado a conocer, es el resultado de una larga evolución social, y sus for-
mas cambiantes se explican por los continuos procesos de transformación de los sistemas sociales. En ese senti-
do, la dinámica evolutiva de las sociedades ha ido ligada al afianzamiento de formas de relación monogámicas, a
decir de algunos antropólogos originariamente matriarcales (paleolítico y neolítico), que fueron evolucionando
hacia el modelo patriarcal al hilo de las civilizaciones agrarias de la Antigüedad: familias autosuficientes, a modo
de microsociedades.
Desde entonces, la dinámica de las transformaciones socio-económicas han ido paulatinamente configu-
rando la familia hacia un nuevo modelo de familia nuclear: sólo los dos cónyuges con cada vez menos hijos, de tal
modo que, sobre todo con el desarrollo del Estado del Bienestar, se están observando nuevas readaptaciones en
las funciones de la familia, propiciado que las características tradicionales de la familia estén cambiando:
 Reducción progresiva de sus funciones, cobrando importancia otras instancias sociales (guarderías, resi-
dencias de ancianos) y “grupos de pares” (de la misma edad) que han asumido parte de ellas, desembocando
en distintos tipos de conflictos generacionales.
 Cambios en su concepción, sobre todo a causa del notable crecimiento de los hogares de una sola persona o
con la presencia de sólo uno de los padres, así como por las posibilidades de la fecundación in vitro, que pue-
den propiciar familias de sólo un padre.
 Desarrollo de un nuevo modelo más igualitario y abierto de estabilidad conyugal, basado en la libre voluntad
de los cónyuges a partir de la independencia económica y laboral de ambos, sobre todo desde la masiva in-
corporación de la mujer al trabajo.
Las relaciones de poder y autoridad. Junto a la familia, las relaciones de poder y autoridad constituyen uno de
los ámbitos fundamentales de plasmación social institucional, desde el más suave de una madre sobre su hijo,
hasta el inflexible e irrenunciable de un Estado sobre sus ciudadanos. De hecho, no sólo existe algún sistema o
tipo de autoridad en todo agregado social, como destacó Nisbet, sino que el mantenimiento de relaciones de in-
teracción durante un cierto tiempo siempre acaba desembocando en relaciones de dependencia y subordinación.
A nivel político, la evolución de las sociedades humanas ha ido acompañada de unos complejos procesos
de articulación de las relaciones de poder y autoridad, las cuales se han ido traduciendo en distintas formas de
organización política, desde la más elemental de una aldea hasta la de un Estado. A nivel socio-económico, éstas
también han ido entretejiendo un conjunto de posiciones sociales mutuamente interdependientes, de las que nin-
gún individuo que viva en sociedad puede sustraerse: en la familia, en la escuela, en el trabajo...
Una característica de las relaciones de poder y autoridad humanas es que están institucionalizadas, es
decir, que existen unos mecanismos por los que el poder puede adquirirse, ejercerse, delegarse y renunciar a él.
Dicha institucionalización de las relaciones de poder y autoridad se ha traducido en distintas instancias de

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organización específicas, como la institución de la propiedad privada y los diferentes órganos políticos: Parlamen-
tos, Tribunales...
Las formas y maneras en que se producen las relaciones de poder y autoridad en las sociedades son tan
variadas como éstas, y en cada caso sus mecanismos operan de manera diferente, produciéndose una interde-
pendencia de elementos que influyen poderosamente en la actuación y aceptación de las relaciones de poder,
sobre todo en base a las propias características personales del individuo: su liderazgo, costumbres, sumisión,
expectativas...
Max Weber definió el poder como la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación
social, aún contra toda resistencia. Sin embargo, la dominación o autoridad es definida como la probabilidad de
encontrar obediencia dentro de un grupo determinado, descansando en diversos motivos de sumisión. Los motivos
por los que se obedece son muy diversos, pero suelen apoyarse en motivos jurídicos, es decir, en su “legitimidad”.
Los motivos de legitimidad son tres, según sea el tipo de dominación o empleo de la autoridad, y aunque es posi-
ble identificar los tres modelos en la sociedad actual, en realidad responden a contextos históricos y sociales
específicos:
1. Dominación legal. La obediencia se produce según ordenaciones impersonales y objetivas estatuidas legal-
mente por personas específicamente designadas para ello, estando todos sometidos a un orden impersonal y
preciso de reglas y procedimientos: por ejemplo, un negociado administrativo burocrático.
2. Dominación tradicional. Se basa en obedecer y aceptar las autoridades instituidas por las tradiciones me-
diante vínculos personales de fidelidad, como la institución patriarcal.
3. Dominación carismática. Descansa en la autoridad ejercida por una personalidad de dotes excepcionales, al
que se obedece por sus cualidades extraordinarias.

5. LAS CLASES SOCIALES.


La forma de nucleamiento institucional más importante es la que tiene que ver con la desigualdad, agru-
pando a los seres humanos en distintas clases sociales con distintos niveles de acceso a los bienes y servicios, y
distintos grados de influencia política y social.
La diferenciación de posiciones no viene dada por una lógica natural según las cualidades personales, sino
básicamente por desigualdades de carácter social asociadas a las distintas formas de organización de la socie-
dad. Por ello, la desigualdad debe ser entendida como un fenómeno de carácter histórico y cultural, pues las
distintas influencias culturales han dado lugar a los distintos modelos de estratificación: de castas, esclavistas,
estamentales...
La desigualdad ha evolucionado también en su intensidad, desde una leve desigualdad coyuntural en las
primitivas sociedades nómadas, hasta su auge con la aparición de las sedentarias, cuya mayor posibilidad de acu-
mulación de recursos se tradujo en notables diferencias de riqueza, enraizándose en el entramado social a medi-
da que las sociedades se iban desarrollando y complejizando con un mayor grado de especialización de funciones.
El sistema de desigualdad social que ha merecido una mayor atención ha sido el sistema de clases occi-
dental, cuyo impacto político en la historia reciente de Occidente ha sido enorme: movimiento obrero, anarquis-
mo, marxismo, Estado del Bienestar..., a tal punto, que Marx llegó a afirmar que la historia de la humanidad era la
historia de la lucha de clases.
Estructura de clases y Estratificación social. Sin embargo, la falta de consenso ha llevado a la distinción de dos
conceptos: clase social y estrato social, es decir, estructura de clases y estratificación social, dado que la pala-
bra clase cuenta con varios significados según el contexto. Como ya señaló Ossowski, se trata de un concepto
cargado de importantes connotaciones políticas, ideológicas y emocionales, casi siempre asociado a alguna teoría
social específica. De hecho, el concepto de clase social se encuentra específicamente vinculado a contextos his-
tóricos socio-económicos muy precisos del mundo occidental, lo cual ha propiciado que el referente sociológico
general de los sistemas de desigualdad sea conceptualizado con el término más general de estratificación social,
en el que la clase social o estructura de clases no expresaría más que una de sus diversas variantes, en socieda-
des concretas y contextos históricos precisos.
En los términos de esa distinción, Sorokin definió la estratificación social como la diferenciación de una
determinada población en clases jerárquicas superpuestas, en base a una distribución desigual de deberes y de-

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rechos, destacando tres modelos de estratificación: económica, política y ocupacional, que venían a coincidir con
el triple criterio de estratificación propuesto por Weber, económico, ideológico y cultural, el cual reivindicó la
autonomía y especificidad propios de cada uno de los ámbitos.
Para Weber los elementos básicos de la estratificación social son la clase (orden económico, las cla-
ses), el status (orden social, los estamentos) y el poder (orden político, los partidos), cuyo complejo análisis glo-
bal aconseja su estudio delimitando diversos aspectos de la estructura social. El concepto de estratificación
social supone la consideración de un conjunto muy variado de factores sociales vinculados a situaciones de des-
igualdad.
Clase social y Estrato social. Aunque inicialmente el término clase social es flexible y genérico, aplicable a reali-
dades muy diversas sin prejuzgar ninguna idea ni valoración concreta, lo cierto es que ha adquirido unas connota-
ciones teóricas y políticas bastante precisas.
Originariamente, las “clasiss” romanas eran grupos de referencia económica donde los individuos apare-
cían ordenados según su riqueza, lo que llegó a connotar ideas de rango y posición social. Sin embargo, aunque
Ossowski observa alguna referencia en Spinoza, el concepto de clase social en el sentido actual del término se
gesta entre los siglos XVIII-XIX vinculado a la dinámica del proceso de evolución social, según los siguientes
postulados:
• La subsistencia humana se basa en la producción como actividad social básica.
• La evolución de los sistemas de producción supuso una división creciente del trabajo.
• La división del trabajo implicó a su vez la existencia de distintos papeles sociales.
• Toda división del trabajo implica atribución de papeles entre individuos que suponen el estableci-
miento de determinadas relaciones sociales (subordinación, dependencia...).
• La posición relativa de distintos grupos sociales implica división de la sociedad en clases.
A partir de esta perspectiva, podemos afirmar que las clases sociales están formadas por grandes gru-
pos sociales cuyas posiciones en la sociedad vienen definidas por el papel que desempeñan en las relaciones de
producción en un momento histórico determinado. Respecto a sus cualidades, Bottomore destaca que no son inva-
riables, sino un artificio o producto humano sometido a cambios de carácter histórico, y que, en general, se trata
de grupos económicos en un sentido notablemente exclusivo.
Puesto que las clases vienen condicionadas por las relaciones sociales, y éstas a su vez varían según la or-
ganización social de producción, su análisis no puede desvincularse de una consideración global de la sociedad,
sobre todo de su dimensión política. Así, Lenski las definió como grupos con una posición de poder tal que les
permite una distribución ventajosa de los excedentes de producción. Marx irá más allá, afirmando que el factor
fundamental que determina la desigualdad estriba en el poder de explotar el trabajo ajeno, vinculando la histo-
ria humana a la historia de cómo el hombre ha ido organizando sus relaciones.
La evolución de lo sistemas productivos conlleva un conjunto de caracterizaciones en la estratificación
social que dan lugar a distintos modelos o pirámides de estratificación social, cuyo estudio refleja su evolución
en las diferentes etapas de la sociedad industrial.
En el estudio de la sociedad de clases, Ossowski formuló tres postulados sobre ellas:
• Forman un sistema reducido de grupos del orden más elevado en la estructura social.
• Su división es en base a las posiciones sociales vinculadas con el sistema de privilegios.
• La pertenencia de los individuos a una clase es relativamente estable.
Como complemento a los postulados, Ossowski formuló cuatro características de las clases:
• La disposición vertical de las clases, de acuerdo a un sistema de desigualdades.
• La diversidad de intereses de las clases estables.
• La conciencia de clase entre los individuos.
• El aislamiento de clases, llegando a la separación en la vida social.
En cuanto a las relaciones entre clases, éstas pueden ser:
o De ordenación, según alguna magnitud de clasificación.
o De dependencia, que pude ser orgánica en el sentido de complementariedad habitual, o
negativa, es decir, que los éxitos de una constituyan los fracasos de otra.
Mientras que el concepto de clase implica referentes de posición social más precisos (clase obrera, burguesa...),

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el de estrato social cuenta con referentes más laxos (estrato alto, medio, medio-alto...), siendo desarrollado
por un grupo de sociólogos que cuestionan la concepción de clases sociales basada exclusivamente en factores
económicos (visión monista), pretendiendo con ello difundir una perspectiva más amplia y plural en la considera-
ción de los factores determinantes de la estratificación social, por ejemplo, sustituyendo el enfoque clase social-
situación económica por la trilogía clase-status-poder. La aceptación de estos tres elementos estratificadores
da lugar a tres posibles interpretaciones:
o La prevalencia de uno u otro factor puede dar lugar simultáneamente a distintos sistemas de es-
tratificación social de base política.
o La estructura de clases entendida como la resultante de la influencia conjunta de los tres facto-
res, económico, status y político, considerando también el ideológico.
o Se puede considerar a un factor como el fundamental, y que en él se reflejen a su vez los otros
dos de manera dependiente. En esa perspectiva se sitúan los funcionalistas, considerando el fac-
tor status como el elemento fundamental de estratificación, de modo que las posiciones sociales
se fundarían en el prestigio y la consideración social.
En base a todo ello, se puede afirmar que la teoría de los estratos sociales se fundamenta y apoya en las si-
guientes instancias:
• La idea de complementariedad entre las clases según sus cometidos económicos.
• La idea de la funcionalidad social de la división del trabajo.
• La teoría de la estratificación por el status, desarrollada por Weber.
• La realidad empírica de los comportamientos sociales estratificacionales actuales .
La confluencia de factores muy diversos ha propiciado que ya no se considere correcto hablar de una sola
teoría sobre los estratos sociales, sino de un conjunto diverso de enfoques, de modo que las teorías de las cla-
ses y de los estratos como modelos analíticos alternativos tiende a quedar un tanto desdibujada. El punto de
diferenciación más sustancial entre ambas teorías consiste en el componente objetivo o subjetivo:
• Las clases sociales están conformadas básicamente a partir de factores objetivos, haciendo re-
ferencia a una determinada ubicación en el sistema social, es decir, situándonos en el plano de la
objetividad social.
• Los estratos sociales son vistos preferentemente a partir de factores subjetivos, basados en
cómo los demás aprecian y ordenan las posiciones, es decir, que nos sitúa en el plano de la subjeti-
vidad recíproca.
Las diferencias entre ambos conceptos no son sólo cuantitativas, sino de fondo, implicando incluso visiones
distintas del orden social:
 Visión antagónica y conflictiva de los análisis de clase.
 Visión armónica y de escalonamiento complementario en los análisis de estratos.
La teoría funcionalista de la estratificación social se originó en los trabajos de Kingsley Davis y Wil-
bert Moore (1954), que partiendo del postulado de que no existe ninguna sociedad sin alguna forma de estratifi-
cación, concluyeron que la necesidad de estratificación que sufre toda sociedad se origina en la necesidad de
distribuir a todos sus individuos en la estructura social, para lo cual se ve obligada a gestionar un conjunto de
retribuciones e incentivos en base a su prestigio y estimación que motiven a las personas más cualificadas a ocu-
par esos puestos, originando de ese modo una cierta cantidad de desigualdad institucionalizada.
En cuanto a los mecanismos que gestionan los criterios con que se atribuyen los rangos de los puestos socia-
les, Davis y Moore determinaron lo siguiente:
• El rango de los puestos de mayor importancia para la sociedad viene determinado por la función
social. Suelen ser de “funcionalidad única”, requiriendo un talento muy especial, cuya escasez de
aspirantes exige que cuenten con altos incentivos.
• En los puestos que requieren sólo competencia y conocimientos, el amplio número de aspirantes
garantiza su ocupación con personas de talento suficiente, que al requerir largos y costosos proce-
sos de preparación son adecuadamente recompensados.
• En el resto de los puestos, se sigue la máxima de que si un puesto es fácilmente ocupado no pre-
cisa ser recompensado ampliamente.

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Aunque la estratificación social sea vista por los funcionalistas como algo inevitable, sociólogos como
Barber opinan que cuenta tanto con relaciones funcionales como disfuncionales, siendo fuente así de conflictos
como de armonía, pues en la práctica se comprueba que no siempre son aprovechados todos los talentos, dando
ello lugar a importantes hostilidades y conflictos que originan un debilitamiento de la motivación para participar y
del sentimiento de integración de ciertos sectores sociales.

6. LOS ROLES SOCIALES.


En sociedad, todas las personas tienden a actuar en determinados contextos sociales de acuerdo a las
pautas concretas de comportamiento propias del rol que en ese instante desempeñan. Por ello, se asume el con-
cepto de la persona como actor social, y la expresión rol se relaciona con el papel que desempeña en un momen-
to dado en la obra representada sobre el escenario de la sociedad.
Cada actor social puede representar sucesivamente diferentes papeles, es decir, diferentes roles según
el contexto (profesor, padre, esposo...), de tal modo que el desempeño de cada rol le orienta en su comporta-
miento al implicar determinadas formas de actuar, y a la inversa, todo el mundo espera y prevé que los demás
individuos se adapten a las distintas características de los roles que representan ante ellos en un momento con-
creto. En realidad, cada rol implica un set de roles relacionados a distintos niveles: el rol de profesor implica el
rol docente con alumnos, rol de colega con otros maestros, rol de intelectual en su rama...
El concepto de rol implica un determinado esfuerzo de ajuste por parte del actor social para adaptarse
en cada momento a un papel determinado, lo cual puede desembocar en cierta conflictividad entre las caracte-
rísticas de los diferentes roles. De hecho, cuando más activa es una persona más roles asume, aumentando su
riesgo de afrontar conflictos de roles que entran en colisión entre sí: inspector fiscal y contribuyente, policía y
padre de un hijo delincuente... Aunque la mayoría de estos conflictos se resuelven cotidianamente de modo in-
consciente, los más graves pueden dar lugar a distintos tipos de trastornos psicológicos.
Los roles están caracterizados básicamente por cinco rasgos:
• Son modos de comportamiento estandarizados socialmente establecidos.
• Enmarcan una serie de normas implícitas en el papel de cada rol: ser “buena” madre...
• Todos forman parte de un círculo social de relaciones: catedrático, profesor, alumno...
• Definen campos de acción legítima, es decir, competencias propias de actuación.
• Forman parte de un sistema de autoridad, implicando deberes y obligaciones.
Los roles son, pues, modos de conducta institucionalizados socialmente que asumen una entidad propia
en la estructura de la sociedad, al margen de los individuos concretos que los ocupen. De hecho, como observó
Nisbet, existe una serie de roles-tipo, básicos o standard, que se pueden identificar en todas las sociedades:
patriarca, juez, sabio, guerrero...
Toda posición social conlleva dos caras: rol y status, de modo que cada rol lleva aparejado un status es-
pecífico. Sin embargo, mientras que el rol hace referencia a las obligaciones que conlleva el desempeño de una
posición social, el status hace referencia a los derechos y prestigio social que lleve aparejados quien desempe-
ñe dicho papel.
Al igual que un actor social puede desempeñar un número apreciable de roles, también puede pertenecer
a diversos grupos de status, de tal modo que el status final dependerá del rol predominante, o bien de una
resultante conjunta de todos ellos.
Mientras que en las sociedades más elementales el status generalmente es un status adscrito en base a
las circunstancias personales de los individuos, las sociedades complejas están más abiertas a los status adquiri-
dos por la valía de las personas, es decir, que en éstas el status se adquiere básicamente por lo que se hace y no
por el papel que se desempeña.

7. PROCESOS SOCIALES Y FORMAS DE INTERACCIÓN SOCIAL.


Los procesos sociales. Los procesos sociales constituyen las relaciones que los seres humanos establecen con los
demás por medio de un conjunto de formas de interacción estandarizadas, las cuales vinculan y orientan su
acción en grupos e instituciones sociales. Es decir, que los procesos sociales son formas tipificables y repetiti-

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vas de interacción social con las cuales las personas organizan y orientan sus conductas en las diferentes ins-
tancias grupales e institucionales que constituyen el entramado de la sociedad.
Siendo la sociedad una realidad dinámica, tanto en su dimensión global como en su plasmación cotidiana,
los procesos sociales se relacionan con el aspecto dinámico de lo social, pues las maneras en que se conducen
los hombres están sometidas a continua evolución.
Para algunos teóricos sociales las relaciones sociales estandarizadas constituyen la verdadera realidad
de lo social, puesto que sin ellas no existiría sociedad sino un grupo de individuos aislados. Subordinación, compe-
tencia, partidismo, representación... resulta relevante señalar que se encuentran los mismos tipos de relación en
grupos sociales muy diferentes: la subordinación, por ejemplo, es tan esencial en un ejército como en una confe-
sión religiosa.
La casuística de interacción social es tan amplia que resulta difícil tipificarla, pues presenta tal variedad
y riqueza de matices que no es fácil encasillarlos en clasificaciones. La óptica dualizadora, por ejemplo, presenta
el siguiente:
• Procesos sociales conjuntivos. Tienden a reforzar la integración social: cooperación, acomoda-
ción y asimilación.
• Procesos sociales disyuntivos. Tienden a distanciar las personas, debilitando la integración y la
solidaridad: conflicto, oposición y competencia.
Uno de los esquemas clasificatorios más difundidos corresponde a la consideración conjunta de dos
grandes criterios a modo de un eje de coordenadas: el activismo-pasividad (eje vertical) y la integración-
desviación (eje horizontal), de tal modo que las formas de interacción se representan como posiciones dentro de
un continuo de gradaciones:
• Procesos de integración activa, a través de los cuales las personas contribuyen al logro de fines
sociales colectivos de una manera activa: cooperación, determinadas formas de competencia no dis-
funcional y el intercambio.
• Procesos de integración pasiva. Los lazos sociales no son puestos en cuestión pero sin darse una
orientación activa de la conducta: conformismo, acomodación y asimilación.
• Procesos de desviación activa. Posiciones de desviación o modificación de las inercias sociales:
resistencia, oposición y conflicto, en menor grado disentimiento e innovación.
• Procesos de desviación pasiva. Mecanismos de retraimiento y aislamiento.
Sin embargo, un esquema bidimensional no puede recoger toda la complejidad de la realidad, pues no to-
dos los procesos sociales tienen una orientación y una significación clara en el continuo integración-desviación,
como la competencia, en la que los sociólogos distinguen tanto síntomas funcionales como disfuncionales.
Los procesos de comunicación. En los procesos de comunicación se produce uno de los más altos grados de in-
teracción entre individuo y sociedad, de ahí la importancia que cobra el estudio de la estructuración lingüística
del comportamiento interhumano, la cual implica elementos de contextualización social, de definición de las situa-
ciones y de simbolización muy diversos y complejos, todo ello a través tanto del lenguaje verbal como del para-
lenguaje o gestualización.
La comunicación se realiza siempre en el marco de un contexto comunicativo preciso, en el que han in-
tentado profundizar distintas corrientes sociológicas, como el interaccionismo simbólico y la etnometodología.
El interaccionismo simbólico sitúa la comprensión de los procesos de comunicación a partir del concepto
de situación social, que abarca tanto las condiciones objetivas del contexto comunicativo como la propia defini-
ción subjetiva de ésta por parte de los actores sociales (valores, deseos, actitudes...). La importancia de esta
concepción subjetiva de la situación por parte de los individuos fue formulado por William Isaac Thomas en su
teorema de Thomas: si los hombres definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias.
George Herbert Mead puso el énfasis en el papel desempeñado por el gesto como elemento de señaliza-
ción recíproca en la conducta social, entendiéndolo como un elemento de transición desde la acción al lenguaje.
Así, en los procesos de comunicación intervienen distintos elementos codificados cuyo significado es conocido
dentro de su comunidad de discurso, donde cada uno de los actores actúa guiado por gestos y formas de comuni-
cación que le hacen saber el comportamiento que los otros esperan de él. En este caso, la sociedad ejerce de ese
“otro generalizado” actuando como una influencia importante en la conducta de los individuos.

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En definitiva, como han señalado Gerth y Mills, el contexto que da significado a las palabras es tanto so-
cial y conductual como lingüístico. Tanto es así, que cuando internalizamos los gestos de otros lo que hacemos es
internalizar ciertos rasgos claves de una situación interpersonal, incorporando a nuestra persona los gestos que
nos indican lo que el otro espera y requiere de nosotros, y al mismo tiempo la imagen que tenemos de nosotros
mismos.
La etnometodología, por su parte, ha intentado fijar la atención de la Sociología en la vida cotidiana, pro-
curando desvelar la “otra” estructura de la vida social, una estructura de reglas y comportamiento conocido y
tácito que hacen posible una interacción social estable: ademanes, gestos, distancias de interlocución, latiguillos
del lenguaje, posturas... Para los etnometodólogos, lo que cohesiona el mundo social es, precisamente, toda esa
densa estructura de entendimientos tácitos.
Por otro lado, Erving Goffman entiende la interacción social como un proceso gradual y escalonado que
va desde la “indiferencia educada” hasta el “encuentro”, es decir, que abarca desde el repertorio de las “normas
del cruzarse” y estar con otros sin prestarles atención, hasta gestos de reconocimiento y saludos. Para Goffman,
la interacción implica:
• Un proceso comunicativo de intercambio de información.
• Una disposición corporal que abarca un lenguaje simbólico corporal: gestos, vestidos...
• Un conjunto de posiciones o disposiciones mutuas: subordinación, apertura, evasión...
Goffman puso especial énfasis en subrayar los componentes de expresividad no verbal en los procesos de
comunicación mediante los cuales los actores sociales se presentan frente a los demás con la intención de definir
la percepción que éstos tengan de ellos. A esta puesta en escena Goffman la definió fachada, y cuenta con los
siguientes elementos:
• El medio o trasfondo escénico: mobiliario, decorado, ambiente, utillaje...
• La apariencia, que informa sobre el status: uniformes, insignias, tocados, perfumes...
• Los modales o estímulos que intentan reforzar el rol: ademanes, modales, tono...
En definitiva, podemos concluir que a través de todos los elementos que intervienen en los procesos de
comunicación se proyecta una parte importante, aunque a veces poco perceptible, de la realidad social.

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TEMA 6. CULTURA, PERSONA Y SOCIEDAD.

1. CULTURA Y SOCIEDAD.
La sociología basa sus estudios en el carácter repetitivo y regular de lo social, es decir, que los com-
portamientos humanos (pautas de conducta, formas de organización...) se producen en sociedad conforme a una
determinada lógica y un cierto orden. Uno de los conceptos fundamentales para entender la naturaleza de lo so-
cial es el concepto de cultura, tan vinculado al concepto de sociedad que no pueden existir de un modo indepen-
diente: la sociedad no puede existir sin la cultura, y la cultura sólo existe dentro de la sociedad.
La cultura es el rasgo distintivo de lo humano, y la respuesta a por qué el hombre ha sobrevivido lo-
grando adaptarse al medio en un largo proceso de evolución. Ya Herskovits definió el hombre como un “animal
constructor de cultura”, constituyendo la cultura la parte del ambiente hecha por el hombre, integrando para
él el ambiente natural en que se encuentra, el pasado histórico de su grupo y las relaciones sociales que tiene que
asumir. Así mismo, Downs y Bleibtrév definieron la cultura como “el nicho ecológico del hombre”, y Linton como
“la herencia social de la humanidad”.
En tanto ser biológico, el hombre hereda unos determinados rasgos físicos junto a una gran capacidad de
aprendizaje con la que irá interiorizando, mediante el proceso de socialización, no sólo las características y el
sentido de lo que entendemos por hombre, sino también todo el componente social de su herencia grupal, es de-
cir, la cultura. Por ello, la socialización fue definida por Bernard S. Phillips como el proceso mediante el cual los
individuos desarrollan una personalidad como resultado de los contenidos de una cultura, y de un modo implí-
cito, como el medio por el cual una cultura es transmitida de una generación a otra.
Así pues, la cultura se aprende mediante un proceso de socialización, el cual enseña a los individuos los
patrones de comportamiento que una sociedad ha ido desarrollando a través de su historia, así como la composi-
ción y significado de los diferentes roles sociales con que cuenta. La gran diversidad de culturas y patrones cul-
turales muestra hasta que punto la personalidad humana es moldeada e influida por el contexto cultural en
que se desarrolla.
Lo que hace posible el estudio científico de los procesos de socialización y de interacción en la cultura es
precisamente su carácter repetitivo de acuerdo a unas pautas relativamente predecibles. Como subrayó Kluc-
khohn, una definición de socialización es la posibilidad de predicción de la conducta de un individuo en situacio-
nes definidas, considerándolo socializado cuando se comporta igual que los demás en la ejecución de las rutinas
culturales.
Por todo lo señalado, el concepto de cultura se constituye en una herramienta metodológica de gran uti-
lidad para situar y precisar la verdadera naturaleza y contenido de lo social, de modo que, a decir de Linton, el
trabajo del sociólogo se debe iniciar en el estudio de las culturas o formas características de las diferentes so-
ciedades.
En la práctica, los conceptos de cultura y sociedad tienden a ser utilizados como términos equivalentes.
Pero, mientras que el concepto de cultura presenta diferentes facetas y contenidos, pudiendo identificársele un
componente socio-estructural, un referente conductual y una base material, el concepto de sociedad es mucho
más global e inclusivo, resultando mucho más difícil separar los contenidos de los continentes, es decir, lo con-
ceptual de lo físico. Por ello, ambos conceptos deben ser considerados como co-términos, es decir, como concep-
tos íntimamente imbricados y complementarios en función de que el énfasis se ponga en función de los conteni-
dos (cultura) o de los continentes (sociedad) de lo social.

2. EL CONCEPTO DE CULTURA.
Aunque en lenguaje común se suele identificar a la cultura con determinados conocimientos y aficiones,
este término es utilizado por los científicos sociales con un significado mucho más concreto y específico. Sin
embargo, lejos de la unanimidad Kroeber y Kluckhohn llegaron a inventariar más de 150 definiciones.
La primera definición moderna de cultura la dio Tylor en 1871, identificando la cultura como aquel todo
complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera
otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad. Es decir, que en el concepto
de cultura Tylor distinguió dos vertientes: la de su perspectiva evolutiva y su conexión con el concepto de so-

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ciedad.
Bronislaw Malinowski, por su parte, se refirió a la cultura como el conjunto integral constituido por los
utensilios y bienes de consumo, por el cuerpo de normas que rige los diversos grupos sociales, por las ideas y ar-
tesanías, creencias y costumbres: un vasto aparato, en parte material, en parte humano y en parte espiri-
tual, con el que el hombre es capaz de superar los problemas concretos que lo enfrentan, sobre todo en base a
sus necesidades orgánicas como ente biológico y la continua hostigación del ambiente natural que lo rodea. Es
decir, que en el concepto de cultura destacó tres vertientes: que la teoría de la cultura debe basarse en el
hecho biológico humano, que con ella el hombre crea un ambiente secundario, y que su rasgo esencial es la orga-
nización de los seres humanos en grupos permanentes.
Ralph Linton propuso una definición más concreta: la cultura como la configuración de la conducta
aprendida y los resultados de dicha conducta, en tanto compartida y transmitida por los miembros de la socie-
dad. Herskovits se refirió a la cultura como la parte del ambiente hecho por el hombre, proporcionando una
definición simultánea y paralela de sociedad: una sociedad se compone de gentes, y el modo en como se compor-
tan es su cultura.
Recapitulando, se puede afirmar que la cultura enmarca los siguientes rasgos:
• Es una característica específica de los seres humanos, pues el hombre es el único ser capaz
de crear y transmitir una cultura humana.
• Es el factor fundamental de la sociabilidad humana, y sólo se puede desarrollar en sociedad,
dando a los individuos identidad de pertenencia a una comunidad.
• No es innata al hombre, sino adquirida por medio de procesos de socialización y aprendizaje,
precisando del establecimiento social de sistemas de transmisión cultural.
• Está articulada institucionalmente por medio de pautas culturales que tienden a conformar la
personalidad de los individuos con los papeles que desempeñan.
• Hace posible una mejor adaptación del hombre al medio “recreando” un ambiente propio en el
que, paradójicamente, queda atrapado. Es decir, que el hombre es al tiempo artífice y esclavo
de sus propias creaciones culturales.
Los inventarios y clasificaciones de los componentes y contenidos de una cultura son muy numerosos, de-
pendiendo de las diferentes culturas. Ralph Linton, por ejemplo, los dividió en:
• Elementos materiales: productos de la artesanía, de la industria...
• Elementos cinéticos: las conductas manifiestas.
• Elementos psíquicas: conocimientos, actitudes y valores.
Johnson, refiriéndose sólo a elementos no materiales de la cultura, los dividió en:
• Elementos cognitivos: conocimientos teóricos y sistemas de conocimiento.
• Creencias: cuerpo de convicciones que no pueden ser objeto de verificación.
• Valores y normas: modelos de conducta pautados y principios que los orientan.
• Signos: señales y símbolos que orientan las conductas, principalmente el lenguaje.
• Formas de conducta no normativas: gestos, ademanes, posturas...

3. CULTURA Y PERSONALIDAD.
Dado que para la Sociología es importante determinar el influjo real de lo socio-cultural en la personalidad
de las personas, se deben clarificar los siguientes conceptos:
• El concepto de individuo es genérico, y hace referencia a cualquier ser humano.
• El concepto de temperamento se refiere a los caracteres diferentes de los distintos individuos
según sus propias inclinaciones innatas de carácter biológico.
• El concepto de personalidad define los contornos sociales estereotipados por la cultura, es de-
cir, las formas más típicas de comportarse de una determinada cultura.
Toda cultura influye en determinados contornos de la personalidad ejerciendo una fuerte presión en los
individuos, que tienden a comportarse según unas determinadas personalidades que reflejan las características
estereotipados de dicha cultura, como lo demuestra la existencia de estereotipos nacionales. Como significaron
Kardiner y Linton, cada cultura tiende a crear una personalidad básica-tipo formada por el conjunto de carac-

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terísticas de la personalidad concordantes con el “orden total de las instituciones” de una sociedad.
Es importante delimitar la relación entre personalidad y estructura social, pues aunque la acción de los
individuos en cualquier situación es personal, como afirmó Inkeles, en su mayor parte refleja determinadas in-
fluencias del contexto social. El concepto de personalidad, pues, debe considerarse como un elemento destacado
para el estudio de lo social. Stephan Spitzer, sin embargo, señaló que dicha relación puede ser vista desde dos
perspectivas: la personalidad como un producto de la estructura social, o bien ésta como un producto de las ca-
racterísticas de la personalidad de sus miembros, evidenciándose con los condicionantes de ambos enfoques la
íntima interdependencia de ambos conceptos.
Entre los que valoraron la influencia de los factores de la personalidad sobre la estructura social,
destaca el estudio de Riesman sobre las correspondencias entre determinados “caracteres sociales” típicos y las
distintas fases de evolución demográfica junto al desarrollo económico de las sociedades.
Por otro lado, en toda cultura se plasman ciertas formas estandarizadas de comportamientos sociales-
tipo. Como ya destacó Kardiner, en toda sociedad existen determinadas experiencias y necesidades comunes a
todos los hombres, así como determinadas formas institucionalizadas de enfrentarse a ellas, las cuales se podían
dividir en instituciones primarias (familia, grupo propio, lactancia, destete...) e instituciones secundarias (tabú-
es, ritos, religión...).
Dada la moldeabilidad del ser humano, siendo un producto de la cultura, se podría llegar a la conclusión de
que las estructuras básicas de personalidad son limitadas. Sin embargo, la experiencia empírica demuestra que, a
pesar de que la mayoría se adapta con cierta comodidad a las pautas establecidas, siempre hay grupos e indivi-
duos no adaptados ni integrados culturalmente, pudiendo afirmarse lo siguiente:
• Existen más clases de variación en los tipos de personalidad que los que se establecen en al-
gunas clasificaciones esquemáticas.
• Se dan distintos tipos de ajuste y acomodo a las pautas culturales dominantes.
• Existen bastantes tipos de desarreglos de personalidad, sobre todo a causa del desempeño si-
multáneo de roles en conflicto, lo cual llega a producir “incertidumbres” de conducta, compor-
tamientos inesperados y perturbaciones de personalidad: anomias, agresividades, pasividades...
Se evidencia, pues, que la idea de ajuste absoluto a los patrones culturales no es real, en gran medida
porque en nuestro tiempo la cultura absolutamente homogénea no existe, sino más bien una cultura predominan-
te y un haz de culturas secundarias, de modo que los individuos reciben influencias de ambientes culturales
diferentes y, a veces, contrapuestos.
Quizás por todo ello, en la actualidad el concepto de influencia cultural ha entrado en cierta crisis, pa-
sando a considerarse más el concepto de pluri-cultura. Ese creciente pluralismo cultural, con sus conflictos de
patrones culturales, propicia que muchos individuos empiecen a sentir que carecen de unos criterios de orienta-
ción claros, motivo por el cual Riesman observó la emergencia de nuevos tipos de personalidades, muy dúctiles y
dirigidas “por los otros”, con un fuerte deseo de adaptación a los criterios mayoritarios. En ese sentido, es de
destacar una importantes tendencias culturales grupales, como las nuevas tribus urbanas juveniles, así como la
interinfluencia de tradiciones culturales de raíz histórica y geográfica muy diferente propiciada por el masivo
aumento de los procesos migratorios.
En resumen, y para concluir, se puede afirmar que a la cultura se debe el grueso del contenido de cual-
quier personalidad, pero que las personalidades individuales (tipos psicológicos) no pueden explicarse completa-
mente sobre la base de las influencias culturales, dada la interacción de factores extraordinariamente múltiples
y variados sobre el perfil de la personalidad.

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TEMA 7. SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES.

1. ETOLOGÍA Y SOCIOLOGÍA.
La reflexión sociológica se inicia con la pregunta sobre qué diferencia al hombre de otras especies, y ya
Comte en su “Curso de Filosofía” expresa la importancia de la comparación racional entre las sociedades ani-
males y humana, sobre todo en base al carácter natural de las principales relaciones sociales, así como por el
interés sociológico por conocer los caracteres de las primeras instituciones sociales humanas. En ese sentido,
Engels incluso llegó a juzgar imposible que el hombre descendiera de un antepasado que no fuera sociable.
A pesar de notables reticencias históricas (religiosas, ideológicas...), el hombre no puede ser conside-
rado como el único ser social, evidenciándose un vínculo que lo mantiene unido a la lógica global de lo social. La
aceptación de este hecho ha contribuido a la actual popularidad y difusión de la Etología, ciencia que se ocupa
del estudio de los comportamientos y costumbres o hábitos de los animales, sobre todo a raíz de una serie de
llamativos y sorprendentes resultados en algunas recientes investigaciones sobre la vida social de los grandes
monos, incluyendo notables intentos de socialización y aprendizaje de primates.
A su vez, la aplicación de perspectivas metodológicas de la Etología en el estudio de la realidad social y
biológica del hombre han causado un considerable impacto popular, sobre todo a partir del desarrollo de la So-
ciobiología originado en los estudios de Edward Wilson y David Barash, quienes la definen como el estudio siste-
mático de las bases biológicas de todo comportamiento social, y cuya pretensión consiste en reencontrar ese
cordón umbilical que mantiene unido al hombre a la lógica global de lo social.
Sin embargo, la irrupción de la Etología y la Sociobiología ha despertado recelo en círculos sociológicos
en defensa del campo de especialidad científico propio de la Sociología frente a sus supuestas pretensiones de
absorción disciplinar, propiciándose una situación de clara desconfianza ante las perspectivas abiertas por las
nuevas plataformas analíticas.

2. EL DEBATE SOBRE EL CONTINUO SOCIAL.


En el recelo mostrado por los sociólogos frente a etólogos y sociobiólogos ante la pretendida colabo-
ración entre biología y sociología, se traslucen las propias necesidades históricas de la Sociología para alcanzar
un desarrollo autónomo y diferenciado frente a otras disciplinas, además de arrastrar la negativa influencia du-
rante el siglo XIX de cierto descrédito a causa de los ingenuos planteamientos del organicismo spenceriano. A
pesar de todo, se hace innegable la peculiar ambivalencia de las relaciones entre Biología y Sociología.
En la oposición histórica generalizada para aceptar la tesis de la continuidad de las formas sociales,
Freud observa una resistencia psicológica defensiva, señalándola como una de las tres grandes ofensas históri-
cas al narcisismo de la humanidad: la cosmológica, infligida por Copérnico al retirar a la Tierra del centro del
Universo; la psicológica, por Freud y el psicoanálisis al demostrar que el Yo no es completamente soberano; y la
biológica, infligida por Darwin al demostrar que el hombre proviene del mono, ofensa que ahora se amplifica al
entender el origen no sólo en el terreno biológico, sino también en el social.
Otro factor de resistencia frente a la tesis del continuismo social radica en la antipatía que parecen
producir ciertas teorías sobre la evolución de las organizaciones sociales de los homínidos, como por ejemplo la
denominada “hipótesis del cazador”. En efecto, la práctica social de la caza debió jugar un papel fundamental en
todo el proceso de hominización, sobre todo en el desarrollo de la organización social. Sin embargo, su práctica
habitual junto a la necesaria defensa del territorio, acabó gestando un componente social fuertemente agresivo
y violento que es la base de la “hipótesis del mono asesino”, lanzada por Dart y enfatizada por Robert Ardrey,
quien llegó a afirmar que el hombre es hombre y no un chimpancé porque durante millones de años de evolución ha
matado para sobrevivir. Ello unido a las prácticas de canibalismo, los sacrificios humanos y la sangrienta práctica
de la guerra como el único ser vivo que la lleva a cabo organizadamente dentro de su especie, propician la presen-
tación de la evolución humana como especialmente sangrienta y violenta.
La antipatía que despiertan las teorías anteriores, así como la resistencia inconsciente a profundizar en
los orígenes biológicos del hombre, caen en la falacia de obviar una gran cantidad de estadios intermedios en
la evolución humana, cuyo análisis permitiría conocer mejor los orígenes de las formas de lo social. Así, un buen
número de estudios (Washburn, Devore...) resaltan las diferencias entre las sociedades de humanos y primates,

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pero en términos de las sociedades modernas y no respecto a ciertas sociedades muy primitivas llegadas hasta
hoy (los Küng, tribu tasaday, tasmanos...), sin comprender que el verdadero salto es el que se establece entre las
comunidades de simios más desarrolladas y el conjunto de comunidades de homínidos desaparecidas: oreopit-
hecus, australopithecus, homo habilis... Y es que, mientras el homo sapiens suma unos cien mil años, es ridículo
obviar que todos ellos abarcaron más de cuatro millones de años, resultando difícil establecer comparaciones
entre hombre y mono sin contar con información precisa sobre sus longevas etapas intermedias.
Dado que para los humanos la sociedad es parte constitutiva de su propia realidad, a tal punto que sin su
aportación cultural éstos no serían concebidos como tales, una de las pretensiones iniciales de la Sociología con-
sistía en fijar barreras diferenciadoras entre las sociedades humanas y las de animales. Sin embargo, en la ac-
tualidad el desarrollo de los estudios etológicos está permitiendo profundizar en distintos tipos de relaciones
sociales animales, así como en las distintas funciones que puede cumplir la sociabilidad, propiciando que las anti-
guas barreras empiecen a aparecer mucho más difuminadas. Como ha señalado Philip Slater, si asumimos una de-
finición limitada de sociedad, es decir, una vida grupal con una rudimentaria socialización y comportamientos con-
formados en base a los otros miembros del grupo, habremos de admitir que la mayoría de los primates viven en
sociedades.
Aunque existen comportamientos sociales bastante comunes, los tipos de agrupamientos sociales son
muy diversos, y la tradicional distinción de tres grandes categorías en las formas de sociabilidad animal (según
las formas de apareamiento, núcleos familiares y manadas o rebaños) no deja de ser una distinción aleatoria que
pierde gran parte de su sentido ante el ingente número de subvariedades clasificadas. Sin embargo, Edward Wil-
son distingue cuatro arquetipos básicos en la evolución social: las colonias de microorganismos e invertebrados,
los insectos sociales, los mamíferos humanos y los humanos.

3. LAS SOCIEDADES ANIMALES.


Las sociedades de insectos: Las sociedades superiores de insectos constituyen uno de los tipos de sociedades
animales más antiguas, presentando formas de organización social muy sofisticadas, con una rígida división del
trabajo que se traduce en la existencia de distintos tipos de individuos físicamente diferenciados entre sí, con
su propio sistema de comunicación, con capacidad para construir edificaciones complejas, e incluso para cultivar
algunas variedades de hongos.
Sin embargo, se trata de sociedades básicamente estáticas, en las que no existen márgenes significati-
vos de variación en el comportamiento de los individuos, que actúan de un modo casi mecánico, aceptando su su-
bordinación tiránica al todo social. Lo social es, pues, morfológico, y la diferenciación de papeles sociales se
basa en la diferenciación biológica de los individuos, actuando la sociedad a nivel global como si fuese un gran
organismo vivo.
Aunque, según Marcel Sire, las sociedades de insectos presentan puntos comunes con las humanas, de-
bemos concluir que mientras éstas se basan en lo automático y lo orgánico, las de los vertebrados se basan en la
evolución psíquica, constituyendo formas de organización social distintas. A pesar de admirar su antigüedad y
capacidad de adaptación, Maeterlink no dudó en calificarlas como sociedades feroces y siniestras, y una ejempli-
ficación aberrante de a dónde puede conducir la rigidificación de las organizaciones sociales.
Las sociedades de animales vertebrados: El instinto social en los animales vertebrados difiere por completo del
de los insectos. Estos animales, especialmente los primates, están vivamente orientados hacia la sociabilidad,
pero sus sociedades no están estructuradas con tanta rigidez, los individuos mantienen márgenes amplios de
independencia y libertad, y las jerarquías no vienen dadas por rasgos morfológicos diferenciados, sino a través
de procesos de afirmación entre individuos iguales.
Los estudios recientes sobre sociedades de primates muestran su complejidad y variación. Respecto a los
babuinos, Washburn y Devore observaron el carácter marcadamente adaptativo de la forma de vida grupal, al
punto que cada tribu cuenta con un territorio y recursos propios (refugios, agua, alimento...) y las actitudes de
sus miembros se hallan coordinadas en todas las etapas de la vida. Ese carácter vital de la sociabilidad es explica
el carácter emocional de los vínculos sociales, determinando la desaparición progresiva de los miembros menos
gregarios.
Intentando reflejar su complejidad, Umberto Melotti distinguió al menos siete grados de vida social, o

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formas de organización social, y cuatro tipos fundamentales de sociedades: arborícolas del bosque, terrícolas
de la sabana, terrícolas de las zonas áridas y los grandes primates (gorilas y chimpancés), las más evolucionadas y
con mayor variabilidad. El conjunto de los estudios permiten establecer algunos rasgos comunes en las socieda-
des de monos:
• Territorialidad, pues cada sociedad se desarrolla en ámbitos geográficos concretos.
• Autorregulación demográfica, manteniendo las dimensiones grupales por exclusión de elementos
jóvenes, que se ven obligados a fundar nuevas colonias.
• Diferenciación de lazos sociales y de estructuras de dependencia. Jane Beckman Lancaster
distinguió entre las jerarquías generales de dominación, los lazos entre madres e hijos, y los lazos
entre machos y hembras.
• Relaciones afectivas entre individuos del mismo sexo: grupos de compadres, camarillas... siendo
frecuentes los enfrentamientos y rivalidades entre estos subgrupos.
• Diferenciación de papeles por sexo y edad, e incluso por función en el desarrollo de ciertas ac-
tividades, como por ejemplo la caza.
En clara diferenciación con las sociedades de insectos, en las sociedades de primates se aprecia el ex-
traordinario papel de lo individual. Al contar con un amplio margen de autonomía, el desarrollo de los sentimien-
tos de individualidad propicia frecuentes tensiones de competencia y confrontación, garantizando un considera-
ble dinamismo social interno, incluso con cierto grado de desorden, al punto que se ha definido sus sociedades
como una combinación de rígidas obligaciones y un conjunto de movimientos desordenados.
En esa línea, precisamente la amenaza permanente del desorden es lo que imprime a la sociedad su ca-
rácter complejo y vivo, en continua reorganización permanente. Esta combinación de organización, desorden y
libertad individual es la que ofrece la posibilidad de cambio e innovación social, auspiciando la evolución sociocul-
tural de la sociedad. De hecho, las posibilidades de experimentación individual se trocan a menudo en experien-
cias sociales nuevas, que se transmiten al resto de la sociedad si se demuestra su utilidad.

4. LOS ORÍGENES DE LA SOCIEDAD HUMANA.


Durante bastantes años los sociólogos han venido insistiendo en ahondar las diferencias cualitativas en-
tre sociedades humanas y animales, incluso Wossner llegó a definir el campo de los social humano en virtud de
sus diferencias con el animal. Sin embargo, recientes descubrimientos arqueológicos vienen a cuestionar la con-
cepción de la “inteligencia” como barrera diferenciadora verdaderamente cualitativa, y Thorpe proporciona
en sus estudios argumentos y datos que muestran la inexactitud de las concepciones tradicionales.
A pesar de estos avances, aún son muchos los interrogantes que se plantean en cuanto al origen y desa-
rrollo de la evolución social humana, sobre todo dadas las grandes lagunas en el conocimiento de las etapas del
proceso de hominización, lagunas comprensibles si tenemos en cuenta que este proceso está estimado en varios
millones de años. En cualquier caso, la tendencia de sociólogos y antropólogos ha sido establecer una barrera
cualitativa en torno al concepto de cultura, es decir, que la capacidad de tener, hacer y transmitir la cultura
viene a ser considerada como el verdadero rasgo diferenciador entre las sociedades animales y las huma-
nas, permitiendo además delimitar sus campos científicos específicos.
En cuanto al tiempo y manera en que surgen las culturas humanas, Bonner manifestó su convicción de que
todos los cambios evolutivos fueron relativamente graduales, y que podemos encontrar la simiente de la cultura
humana desde los primeros pasos de la evolución biológica. Para algunos analistas, la continuidad del proceso
socio-cultural descansa en ciertos paralelismos importantes: la habilidad de los primates para manipular objetos,
su capacidad para comunicarse, y su capacidad para implicarse en acciones concretas, propiciando la cooperación.
Sin embargo, permanece en penumbras el modo en que se produce el desarrollo de estas potencialidades, exis-
tiendo una “frontera de vacío” a partir de la cual se sitúa, un tanto abruptamente, la aparición de la realidad
socio-cultural humana.
Aunque algunos antropólogos señalan ese momento en la aparición del homo sapiens junto al desarrollo
del lenguaje verbal, numerosos lingüistas han insistido en las abismales diferencias entre el lenguaje humano con
cualquier forma de comunicación animal, mientras que algunos psicólogos sociales han añadido su matiz afirmando
que el lenguaje verbal fue una necesidad derivada de procesos tan largos de socialización, es decir, una conse-

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cuencia de lo más dilatado del proceso de dependencia e inmadurez psico-motora de los niños.
Nuevos estudios sobre la complejidad y riqueza de los sistemas de comunicación en el mundo animal
(Lancaster) muestran que en las comunidades de monos existe un complejo sistema de comunicación, del que se
han identificado 36 sonidos diferenciados. Sin embargo, a pesar de su sofisticación para expresar su estado
emocional, apenas tienen capacidad de comunicación respecto a su entorno físico. La importancia de este tema ha
llevado a que varios investigadores hayan intentado enseñar a hablar a chimpancés y gorilas con relativo éxito
(Keith y Hayes, Gardner, Premack...), aunque lo más significativo ha sido constatar la capacidad de estos anima-
les para inventar nuevos términos a partir de la combinación de los ya enseñados. Por otro lado, entre los estu-
dios sobre las diferencias y similitudes entre hombre y mono destaca el de Jorge Sabater Pi, quien enumeró un
conjunto de capacidades conductuales básicas del chimpancé también compartidas por el hombre, así como un
inventario bastante amplio de la utilización de herramientas por los chimpancés.
A la luz de todos estos datos, las comparaciones entre los simios actuales y las sociedades más primitivas
de los humanos contemporáneos distan bastante de poder ser presentados como verdaderas “simas insalvables”.
Siendo una evolución de millones de años, nos encontramos ante una línea de puntos en la que la falta de algunas
piezas no nos impide prefigurar las líneas maestras de todo el proceso. Parece, pues evidente que existe una
imbricación importante entre los procesos de evolución fisiológica y de evolución socio-cultural. Como afirmó
Mostovici, si nuestra anatomía desciende de la de los primates, lo mismo debe suceder con nuestro cuerpo social.

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TEMA 8. LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL.

1. EL TRÁNSITO DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD INDUSTRIAL.


Nos corresponde ahora profundizar en el contexto en que surgió la Sociología, cuyo desarrollo se encuen-
tra estrechamente conectado a la emergencia y dinámica de la sociedad industrial, en el marco histórico entre
la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.

Al igual que la Revolución Francesa fue la expresión política de las necesidades surgidas por el derrumbe
del viejo orden social, los procesos de desarrollo de la Revolución Industrial (s. XVIII-XIX) fueron el resultado
de un conjunto muy amplio de cambios, a tal punto que puede hablarse de ella como de un “fenómeno social
global”. La cantidad de elementos que aparecen implicados es tan considerable, que algunos analistas como T. S.
Ashton han manifestado sus reparos ante la expresión de revolución industrial, no sólo porque el proceso no fue
en absoluto repentino sino progresivo y paulatino, sino porque además al aspecto industrial deberían añadirse el
sociocultural, el intelectual y el tecnológico.

El proceso de transición desde la sociedad estamental a la industrial requirió, no obstante, de unos re-
quisitos previos de índole económica, tecnológica y social:
• Innovaciones tecnológicas en herramientas y aperos del campo, así como la aparición de nuevos
métodos de explotación más fructíferos en agricultura y ganadería.
• La revolución agrícola hizo posible que cada vez menos personas produjeran más recursos alimen-
ticios, lo que propició la acumulación de importantes excedentes.
• Aumento del crecimiento demográfico. Un número creciente de personas se traslada del campo a
las ciudades incrementando la fuerza de trabajo potencial no agrícola.
• El crecimiento de los núcleos urbanos concentraba un gran número tanto de mano de obra como
de consumidores, propiciando la emergencia de nuevos sectores sociales (clases medias, técnicos,
obreros...), así como obligaba al desarrollo de sistemas educativos acordes a las nuevas necesidades
sociales e industriales.
• Potenciación de transportes y comunicaciones, lo cual facilitó el transporte de mercancías aumen-
tando los intercambios y potenciando los mercados.
• Nuevas formas de fabricación a gran escala, sustituyendo los pequeños talleres artesanales gre-
miales por unidades de producción mayores con acusada división del trabajo, lo cual, como señaló
Adam Smith, permitió un considerable aumento de la cantidad de mercancías que era capaz de reali-
zar el mismo número de personas.
• Revolución en la utilización de fuentes de energía, lo cual agudizó el desarrollo de la fábrica
frente al viejo taller gremial, aumentando su producción y reduciendo los costes.
• Desarrollo de un sistema monetario ágil y moderno, que ante la creciente acumulación de capita-
les colaboró en el desarrollo de las prácticas de inversión e intercambio.

El proceso de transición desde la sociedad estamental a la industrial requirió, además, de unas circunstan-
cias específicas de índole no económica:
• Influencia de factores religiosos en la mentalidad económica. Como destacó Weber, existía una
relación importante entre la génesis del capitalismo occidental y el calvinismo, hecho ya observado por
sir William Petty respecto al poderío económico holandés del s. XVII, los cuales consideraban el tra-
bajo como un deber para con Dios.
• Existencia de un contexto ideológico e intelectual propicio. Los análisis de Weber subrayaron
cómo determinados elementos ideológicos colaboran en la dinámica interna de determinados sistemas
económicos, sobre todo, en la compleja dialéctica de superación de resistencias, tensiones y ruptu-
ras ideológicas y políticas que supuso la revolución industrial y la aparición del Estado moderno. Este
proceso, donde las relaciones económicas se liberan de las antiguas relaciones estamentales, se pro-
duce en una doble vía: desde una especificamente politico y desde una perspectiva inteletual más am-

31
plia.
• El orden político se independiza del orden moral y religioso. Con Maquiavelo, el Estado cobra
nuevas funciones: desarrolla burocracias, establece ejércitos profesionales y consolida mercados na-
cionales propiciando el desarrollo del nuevo orden económico.
• Una profunda revolución intelectual reclama e impulsa la libertad del espíritu, así como inspira el
desarrollo del espíritu científico. Las relaciones entre revolución industrial, desarrollo científico y li-
beralismo confluyen en un florecimiento intelectual que llevará a denominar el s. XVII como el siglo
de los genios: Cervantes, Shakespeare, Bacon, Kepler, Maquiavelo, Galileo, Descartes, Pascal, Newton,
Spinoza... Por ello, algunos analistas como John V. Net sostienen que fueron el pensamiento y la li-
bertad, y no las instituciones o el desarrollo económico, la fuerza principal que impulsó la revolución
científica.
• Concurrencia de factores ideológicos y culturales. El marco de la filosofía iluminista abarcó una
serie importante de factores ideológicos y culturales: humanismo, protestantismo, racionalismo y es-
píritu burgués, los cuales moldearon el talante de la época, caracterizado por un gran optimismo, fe en
el progreso histórico y en la razón humana.

2. LAS CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.


El proceso de transición entre dos modelos de sociedad tan diferenciados como la tradicional y la indus-
trial se caracterizó por la intensidad y diversidad de los procesos de cambio: ideológicos, científicos, demográfi-
cos, sociológicos, tecnológicos... de modo que el cambio social constituye tan sólo un aspecto más del proceso
global de transformación.

Aunque los cambios pueden ser analizados de muy diversa manera, según Giddens podemos señalar los si-
guientes rasgos del cambio de la sociedad tradicional a la industrial:
• Paso del reparto autoritario del trabajo a un nuevo orden basado en la libertad laboral.
• Paso de una sociedad estamental cerrada a una sociedad libre de mercado laboral.
• Paso de producir en base a las necesidades locales a la producción a gran escala.
• Paso del carácter agrario al carácter urbano ligado al comercio y la manufactura.
• Escisión poder político-económico en comercio-industria por un lado y Estado por otro.
• Paso de vínculos fidelidad-servidumbre personalistas a sistema de relaciones impersonal.
• Paso de un sistema desigual y autoritario a un sistema con igualdad de oportunidades.

Las diferencias tan notables entre ambos modelos de sociedad han sido objeto de un tratamiento concep-
tual diferenciado. En ese sentido, F. Tönnies interpretó el proceso como un ciclo de cambio de un período carac-
terizado por el predominio de las formas sociales propias de un modelo de comunidad, a otro caracterizado por
las formas de asociación:
• El concepto de comunidad connota vínculos personales y afectivos, motivaciones morales y al-
truistas, predominio de la cooperación, convivencia perdurable e íntima. Es un organismo vivo,
cohesionado por el afecto y el consenso, la armonía y el espíritu de concordia. Es la esfera del
derecho natural y de los derechos humanos y sociales.
• El concepto de asociación está ligado a las relaciones impersonales, con motivaciones racionales
e interesadas. Es un ente artificial regido por la competitividad y el egoísmo, donde las interac-
ciones sociales no son fines en sí, sino medios para obtener otros fines. Los hombres están jun-
tos aisladamente; priman las convenciones, el afán de lucro, las desigualdades y la ostentación de
las riquezas y el poder. Es la esfera del derecho mercantil, donde el valor de las cosas está en
función de su precio. Prima el escepticismo y la paz es entendida como resultado de las conven-
ciones y el “miedo recíproco”. Su principio regulador es el mercado, cuya lógica impone modos
de relación cada vez menos naturales y más racionales, sometidos al intercambio impersonal.

En definitiva, el tránsito de la comunidad a la asociación suponía la modificación de los vínculos sociales

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primarios (mientras el hombre “vive” en sociedad, se dice que “está” en asociación), por lo que, coincidiendo con
gran parte del pensamiento sociológico, Tönnies orientó su esfuerzo a sentar las bases de lo que podía entender-
se como la “buena sociedad”, ligando esta imagen a la idea de comunidad, y reaccionando con una crítica severa
ante la lógica social que reducía toda la sociedad a la condición de un mercado. Incluso entre las primeras gene-
raciones de sociólogos se llega a sugerir que Comte y Durkheim aludían a lo social sólo en el sentido comunal. Sin
embargo, en torno a este concepto hay que diferenciar dos visiones: el pensamiento conservador, que encuentra
en la idea de la comunidad tradicional un baluarte contra los vientos revolucionarios, y el nuevo pensamiento so-
ciológico, que veía en él la imagen de la buena sociedad, más estable e integrada.

Al margen de la confección de conceptos diferenciados, lo cierto es que la transición desde la sociedad


tradicional a la sociedad industrial supuso un cambio sustancial en los modelos sociales globales. Como afirmó
Friedmann, la revolución industrial supuso no sólo máquinas y productos, sino una nueva cultura y una nueva visión
del mundo.

3. PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL.


Los aspectos más característicos de la sociedad industrial constituyen áreas de referencia básicas en
el estudio sociológico, pues son la base de algunas de las más importantes vivencias sociales. Así, Raymond Aron
describió la sociedad industrial como aquella donde la industria es la forma de producción característica, con
empresas de una gran acumulación obrera, radicalmente separada de la familia y con compleja división tecnológica
del trabajo; constituidas como una gran acumulación de capital en permanente expansión, su orientación básica se
dirige al logro de la máxima producción y eficiencia mediante la renovación instrumental y organizativa en base a
los progresos de la ciencia.

Atendiendo a los elementos de cambio social en las estructuras tradicionales, se pueden esbozar las si-
guientes dimensiones básicas de emergencia de la sociedad industrial:
• Implantación hegemónica de la fábrica y la máquina en el sistema de producción. La invención
de la máquina de vapor por James Watt en 1769 supuso una de las mayores revoluciones de
nuestra era, tanto en el sentido mecánico como por el empleo del vapor, desplazando las fuentes
de energía tradicionales (muscular, animal e hidráulica).
• La máquina dio lugar al desarrollo de un sinnúmero de innovaciones tecnológicas, produciendo
gran cantidad de mercancías con mano de obra poco especializada, lo que abarató los costes, pro-
pició una mayor competitividad en el mercado, y cuyos mayores beneficios actuaron como un po-
deroso estímulo a la inversión.
• Expansión de una creciente división del trabajo. La mecanización y creciente complejización de
los sistemas productivos se tradujo en una especialización de tareas y oficios rutinarios, con
pérdida de la “visión de conjunto”. Ello afectó a la relación laboral: los trabajos se hicieron más
impersonales, y los vínculos laborales pasaron a regirse por las leyes del mercado sólo a través
del vínculo salarial. Los trabajos se hicieron más inseguros y fluctuantes, con clara tendencia a
separar el trabajo de la vida familiar.
• Implantación de nuevos valores sociales y económicos, y nuevas pautas de conducta. Las nue-
vas leyes económicas marcantilizaron todos los elementos que intervienen en el sistema de pro-
ducción en términos monetarios, organizándolo según la ley del mínimo coste y máximo beneficio.
La Economía, nueva disciplina independizada de la Política, es objeto de importantes teorizacio-
nes: Adam Smith, Adam Ferguson, John Millar...
• Los valores del nuevo orden económico (racionalidad, rentabilidad, inversión, responsabilidad,
puntualidad...) se harán presentes todo lo social, influyendo en el comportamiento de los ciudada-
nos, a tal punto, que David Apter definió la modernización como un “proceso de difusión de valo-
res y roles de tipo industrial en medios no industriales”. Wilbert Moore señaló los cambios de va-
lores como condición fundamental para la transformación económica, y Kerr, Dunlop, Harbison y
Myers destacaron que si bien la cultura tradicional condiciona el proceso industrializador, la in-

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dustrialización acaba por imponer sus propios moldes culturales, lo que experimentará con menos
dificultades si ésta ya cuenta con alguna de sus características: sistema de familia nuclear, es-
tructura social de igualdad en base a la capacidad, valores éticos y religiosos favorables a la ga-
nancia económica, y un sistema legal que proteja los derechos de la propiedad.
• Aparición de nuevos sistemas políticos. El proceso de industrialización implicó necesidades polí-
ticas, como la delimitación precisa de los mercados, sobre todo de los mercados nacionales. Los
nuevos sistemas políticos tuvieron que reunir ciertos requisitos de estabilidad, a fin de generar
confianza para las grandes inversiones industriales no rentables a corto plazo, sobre todo poten-
ciando obras de infraestructura básica. Debían estar dotadas de flexibilidad para adaptarse a
las nuevas exigencias económicas, y lo suficientemente firmes para remover la resistencia de los
reductos del viejo orden.
• Nuevos perfiles de estratificación y del conflicto de clases. La emergencia de la clase bur-
guesa frente a la clase trabajadora originó nuevas formas de conflicto social de una intensidad y
características desconocidas. Las duras condiciones de trabajo y vida de las clases obreras seña-
larán el desarrollo de una especial sensibilidad social en las grandes barriadas fabriles, con las
condiciones apropiadas para el surgimiento de fuertes movimientos sindicales que plantearán un
conflicto de una especial proyección política, impregnada por profundas aspiraciones de cambio
del sistema de producción.
• Intensificación generalizada de los procesos de cambio social y de movilidad. Junto a proce-
sos de cambio como la urbanización y el crecimiento demográfico, la industrialización supuso
también cambios notables en las estructuras y sistemas de relación, pasándose de una sociedad
estable a una sociedad en cambio permanente. Los principales ámbitos de movilidad que impul-
saron el cambio fueron geográficos (éxodo rural, urbanización), profesionales (paso del orden
gremial a la homogeneización indiferenciada en el primer industrialismo, y después a una crecien-
te diversificación y especialización) y sociales (movilidad de clase y mejoras en las condiciones de
vida).

La sociedad post-industrial o tecnológica avanzada. La concurrencia de todos estos procesos dotó a la sociedad
industrial de un importante componente de dinamismo interno, que junto a la acumulación de cambios durante
las últimas décadas ha ido dando lugar a la emergencia de un nuevo tipo de sociedad: la sociedad post-industrial
o sociedad tecnológica avanzada. Los cambios se detectan en:
• Modificaciones importantes en los sistemas productivos merced al impacto de las nuevas tecnolo-
gías y la creciente utilización de robots industriales.
• Transición de una economía productora de mercancías a otra productora crecientemente de ser-
vicios, y uso creciente de sistemas automáticos de trabajo en ese sector.
• Una complejización de las estructuras de clase.
• Una nueva expresión del poder basado en la habilidad técnica y la educación como modo de acceso
a él, y a cuya cabeza o élite se encuentran los científicos.

4. LA CUESTIÓN SOCIAL Y LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA.


En todo este complejo contexto se daban las condiciones necesarias para que surgiera y se desarrollara
la Sociología, las cuales crearon una presión real tan fuerte a través de procesos sociales y económicos, que casi
de necesidad tenía que formarse una ciencia de su tipo. Así, pues, la Sociología surgió a partir de determina-
das condiciones intelectuales y en el contexto de una situación social precisa. La incidencia de los factores
intelectuales, sin embargo, se operó a través de una doble vía:
• Los que contribuyeron al desbloqueo del mundo tradicional, propiciando un clima de apertura y
libertad, con fe en la fuerza de la razón como instrumento de conocimiento.
• Los propios de reflexión sobre la “cuestión social”, en virtud a las consecuencias del proceso
de industrialización y de transformación de la sociedad.
La dinámica de la industrialización manifestó pronto su problemática en una doble vertiente: la origi-

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nada por la implantación de nuevas formas de organización del trabajo industrial, y todo el conjunto de problemas
surgidos de las emergentes “sociedades de masas”.

La “cuestión social”, es decir, la sensibilización por la situación social de los sectores que vivían y traba-
jaban en peores condiciones, se convirtió pronto en referencia para todo el pensamiento social. Según Dahren-
dorf, después de un período de exaltación optimista se empezó a comprobar que el sistema industrial también
generaba contradicciones, conflictos y problemas sociales, detectándose ya entre 1820-30 los primeros signos
de escepticismo.

Según Tony J. Watson, las principales contradicciones específicas consecuencia del desarrollo indus-
trial son las siguientes:
• La necesidad productiva de instalar gran cantidad de trabajadores en un mismo lugar de
trabajo creó el contexto para el desarrollo del sindicalismo y la acción clasista.
• La “extensión” de los principios liberales que allanaron las dificultades del orden feudal dio
lugar a la acumulación de crecientes demandas de libertad política.
• Tensiones causadas por la necesidad de control del empresario y las aspiraciones de mayor
independencia e iniciativa de los sectores más cualificados de los trabajadores.
• La contradicción entre la necesidad de los métodos racional-burocráticos de organización
del trabajo, y la posibilidad de que su rigidez acabe implicando cierta ineficacia.
• La conveniencia de la división del trabajo en aras a una mayor eficacia de la producción
tiende a generar en el obrero alienación, falta de estímulos y de motivación.
• Los nuevos valores sociales, como el individualismo, la racionalidad y la competencia, afron-
tan el riesgo de provocar anomia y relaciones sociales impersonales.
• El aumento del nivel económico puede generar ciertos problemas de desmotivación.
• Las cuestiones relacionadas con los límites del crecimiento y la desigualdad.

A todas estas contradicciones habría que añadir las siguientes problemáticas:


• Las consecuencias del aumento demográfico y la obligada urbanización.
• La problemática de las condiciones laborales.
• La contradicción entre modernización tecnológica y la política de pleno empleo.
• Los conflictos causados por la persistencia de restos de la sociedad tradicional.
• Los desequilibrios entre regiones o países ricos y pobres.
• Los deterioros medioambientales y la explotación de los recursos naturales...

La Sociología, pues, surgió en un contexto histórico y social preciso, íntimamente unida con la apari-
ción de los problemas sociales, y desde Comte vivirá bajo el mismo telón de fondo: “la gran crisis social” en tor-
no al binomio orden-desorden social. Como afirmó Nisbet, el colapso del viejo orden liberó los diversos elemen-
tos de poder, riqueza y status consolidados desde la Edad Media, los cuales, dislocados por la revolución indus-
trial, recorrerán dando tumbos el paisaje político europeo durante el s. XIX, registrando la historia del s. XX
esfuerzos prácticos por volver a consolidarlos.

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TEMA 9.LA ACTIVIDAD DE LOS SOCIÓLOGOS.

1. LOS LÍMITES DEL CONOCIMIENTO SOCIOLÓGICO.


Antiguamente, los reyes y gobernantes acudían a los oráculos en busca de respuestas a sus incertidum-
bres y proyectos; en la actualidad, los políticos y empresarios acuden a los sociólogos. Ello explica las grandes
expectativas en torno a sus pronósticos y análisis: presionados por un lado para obtener de ellos las orientacio-
nes precisas que se desea obtener, duramente criticados cuando no proporcionan los resultados apetecidos, su
quehacer no puede substraerse de dichas expectativas y demandas concretas generadas desde la sociedad, vién-
dose obligados a realizar un gran esfuerzo de objetividad en sus investigaciones.

Se hace necesario empezar por aclarar cuáles son las verdaderas posibilidades y límites del conoci-
miento sociológico, partiendo de que se trata de una labor científica que debe inspirarse en principios de objeti-
vidad y rigor. Su grado de desarrollo actual, así como las herramientas analíticas y los procedimientos de investi-
gación de que dispone, permiten alcanzar unos límites concretos que los propios sociólogos deben fijar con clari-
dad y sinceridad.

Una de las precisiones previas es la delimitación general del campo temático, procediendo a una clarifi-
cación de los marcos en los que se debe situar la labor de los sociólogos. En ese sentido, como subrayó George
Simmel, sus orígenes comtianos propiciaron, en base a las pretensiones de considerar la Sociología como la sínte-
sis de todos los saberes humanos, que todo lo que no fuera ciencia de la naturaleza tenía que ser ciencia de la
sociedad. De ese modo, y siendo la última ciencia en aparecer, se le fueron adscribiendo aquellos problemas que
no encajaban en otras disciplinas.

Los esfuerzos fundacionales por definir la Sociología, con interminables discusiones conceptuales, fueron
derivando hacia perspectivas de investigación cada vez más prácticas. La evolución hacia temas concretos y
específicos permitió ir trazando fronteras y marcos de especialización más precisos, y en nuestros días la Socio-
logía es entendida como una más de las Ciencias Sociales, consciente de su básica interdependencia de otras
disciplinas.

Pero obviar el tema de la definición no resuelve todas las cuestiones relacionadas con la delimitación de la
Sociología, como clarificar su papel y alcance, precisar su relación con ideologías y valores, e incluso su naturaleza
científica. En ese sentido, la Sociología tiene un objeto tan sutil y complejo que hace difícil la predicción científi-
ca, máxime cuando el sociólogo es al tiempo observador y actor de sus estudios, y que los seres humanos, en vir-
tud de su libertad, pueden modificar en cualquier momento el sentido de las predicciones.

2. LA ACTIVIDAD DE LOS SOCIÓLOGOS .


Los problemas actuales de la actividad sociológica no son sólo de índole temática o metodológica, sino que
se extienden a su propia comprensión e identificación como tarea social específica, pues los ciudadanos suelen
desconocer el qué y el para qué de la Sociología.

Tradicionalmente, el papel social y ocupacional de los sociólogos se ha visto muy centrado en las esferas
de la actividad docente e intelectual. Como señaló Betty Yorburg, a principios de los ochenta (EEUU) el 85% de
los sociólogos se dedicaban a la enseñanza en Escuelas Superiores y Universidades. En la actualidad se están
observando más perspectivas laborales en la esfera social, y el abanico de trabajos “no docentes” se ha ido
abriendo ampliando. Sin embargo, la ausencia de un elemento efectivo ligado a la Sociología propicia que, a pesar
del esfuerzo continuo (EEUU) por crear papeles prácticos de sociólogos en lo que se ha denominado “Sociología
aplicada”, la cantidad de sociólogos comprometidos en tareas sociológicas aún sea escaso, y resulten significati-
vas las amplias polivalencias en las labores de su proyección ocupacional actual.

En cualquier caso, la emergencia de nuevas incertidumbres y problemáticas sociales ha dado lugar a que

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se difunda una nueva conciencia sobre la necesidad de intensificar los estudios sociológicos, de tal modo que el
desarrollo de la Sociología se encuentra vinculado a la propia dinámica de la complejización social.

Lógicamente, sus perspectivas varían bastante de unas sociedades a otras en función de su grado de
institucionalización y de las demandas específicas concretas. España, por ejemplo, no contó con carrera universi-
taria de Sociología hasta los años setenta, y en 1983 un 34% trabajaba en la Administración Pública, un 26% en
el sector privado y un 14% en educación. Sin embargo, en la actualidad se detecta un considerable desarrollo,
habiendo aumentado el número de sus Facultades e incrementándose su demanda laboral.

Los campos de trabajo concreto en los que los sociólogos pueden plasmar su actividad laboral son bási-
camente cuatro:
• La enseñanza, con la apertura de nuevas Facultades de Sociología y el desarrollo universitario,
con demanda creciente de docentes cualificados, así como en estudios medios y la implantación
de áreas de Ciencias Sociales en la Enseñanza Secundaria.
• Las Administraciones Públicas. En los cuerpos técnicos de la Administración, bien en ámbitos
específicos de Sociología, bien en estadísticas sociales o en gabinetes sociológicos de atención a
sectores marginados.
• La investigación sociológica. Auge tanto en investigación básica (centros públicos y universida-
des) como aplicada (organismos públicos, CIS), así como en empresas privadas (sondeos de opi-
nión, encuestas electorales, preferencias de consumo).
• La empresa privada. Gabinetes de estudio y asesorías, estudios de imagen, relaciones públicas,
relaciones laborales, así como en entidades no gubernamentales (ONGs).

Así mismo, en la actualidad se observa una potenciación de las organizaciones profesionales de sociólogos
(Colegio Nacional de Licenciados en Ciencias Políticas y Sociología, Federación Española de Sociología), platafor-
mas de encuentro (congresos, simposios), y una mayor proliferación de publicaciones sociológicas especializadas
(REIS, RIS...), aunque empieza a preocupar el creciente paro laboral de muchos sociólogos recién licenciados,
dado la capacidad limitada de ser absorbidos por las diversas entidades y empresas.

En conclusion, podemos decir que la expansion y desarrollo de la Sociología aplicada está en funcion de la
propia dinamica de la complejizacion social y del surgimiento de nuevos problemas sociales.

3. ¿CIENTÍFICOS O DIVULGADORES?.
Uno de los problemas actuales de la Sociología consiste en su “aplicabilidad práctica”, es decir, en concretar
la forma en que se produce el enlace entre teoría e investigación empírica. En ese sentido, un estudio de Ken
Menzies sobre los artículos sociológicos publicados en la década de los 70, demostró lo siguiente:
• Existencia de un amplio pluralismo teórico.
• Una difícil conexión entre teoría e investigación.
• Escasez de referencias a investigaciones actuales en los libros de texto
• Desfase entre los enfoques teóricos de los libros de texto y los utilizados en la práctica.

Aunque en la actualidad existe un crecimiento de los estudios aplicados, es importante observar el com-
ponente de pluralidad de enfoques con que opera la Sociología frente a las dificultades para el progreso de la
teoría sociológica. Como demuestra Martin Slattery, a pesar del esfuerzo de todos los sociólogos sólo se ha
conseguido desarrollar unas cuantas teorías específicas o ideas-base, presentando en su estudio un escaso inven-
tario de cincuenta de ellas. Con ello se evidencia que la Sociología es una ciencia que aún se está perfilando y de-
limitando sus objetos de estudio, en sociedades muy dinamicas que están sometidas a crecientes procesos de
cambio.

En suma, los problemas de delimitación con otras disciplinas, las dudas de aplicación del método científico

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a “lo social”, y la ambigüedad y controversias de su objeto, todo ello explica el recurso a explicar la Sociología a
partir del contexto de su génesis y el método de definirla a través del trabajo de los propios sociólogos.
Queramos o no, la búsqueda de su objeto y explicación sigue siendo parte integrante de la Sociología.

La labor de los sociólogos, en cualquier caso, sigue abarcando un haz de referencias temáticas extraor-
dinariamente amplio, dando lugar a que la sistematización de las fuentes de la Sociología resulte una tarea bas-
tante compleja. Así, el sociólogo se encuentra con un campo de referencias bibliográficas muy extenso, además
de con una amplia gama de aportaciones, tanto históricas como procedentes de otras ramas científicas conexas.
Todo ello implica que la labor intelectual de los sociólogos deba contar en nuestros días un fuerte componente de
amplia erudición.

Quizás la labor de los sociólogos actuales debería orientarse a buscar un equilibrio entre las utópicas y
ambiciosas aspiraciones de las etapas fundacionales, y la trivialidad representada por los actuales sociólogos-
divulgadores, capaces de disertar sobre todo lo divino y lo humano en cuantos medios de difusión se ponen a su
alcance presentando sus juicios u opiniones como verdaderos axiomas científicos.

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TEMA 10.EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA.

1. GÉNESIS Y EVOLUCIÓN DE LOS MODOS DE CONOCIMIENTO.


Dado que el nacimiento de la Sociología se produjo en función de la aparición y desarrollo del método
científico, se hace necesario un análisis de la génesis y evolución histórica de la ciencia a fin de delimitar con
exactitud el propio concepto de Sociología.

Entre los que retrotraen la aparición de la ciencia a los orígenes más remotos del hombre (scientia sig-
nifica aprender, y eso existe en los organismos más simples), y los que la sitúan en los antiguos imperios de
Oriente (babilonios y egipcios), Friedrichs la liga a la aparición del lenguaje, durante la evolución del primate,
pues con él se pudieron establecer por primera vez conceptos susceptibles de compartirse y ser transmitidos de
generación en generación.

Sobre la evolución de la ciencia desde su origen, Piaget estableció ciertos paralelismos entre el desa-
rrollo científico y los procesos del desarrollo mental del niño, así como, a decir de Madeleine Grawitz, un niño
comprende mejor la física aristotélica (lo alto, lo bajo, el aire, el fuego) que la física moderna. En ese sentido
evolutivo, la ciencia muestra una historia de continuidad y acumulación desde su aparición que, sin embargo, no
debe hacernos confundir las diferentes formas y esfuerzos históricos de conocimiento con la ciencia moderna.

En las sociedades cazadoras y recolectoras todos sabían de todo, y el grupo en su conjunto tenía en de-
pósito todos los conocimientos, aplicándolos sin mayores especializaciones. Pero la escasez de caza a causa de las
glaciaciones propició la emergencia de las sociedades agrarias, donde el desarrollo de conocimientos sobre el
cultivo artificial (fertilidad, ciclos naturales), la crianza en cautividad, el almacenamiento y el perfeccionamiento
de aperos, herramientas y ajuares, desembocaron en una significativa división del trabajo con la aparición de
diferentes especialidades artesanas, cada una de las cuales fue desarrollando conocimientos técnicos que perma-
necían depositados en su propio colectivo artesanal.

Un salto importante en la evolución de las sociedades agrarias fue la progresiva acumulación de exce-
dentes en pocas manos, propiciando la consolidación de poderes políticos y la emergencia de diferentes grupos
sociales. Surgió así una clase ociosa cuyas riquezas le permitían vivir sin trabajar y que podía dedicarse a tareas
de gobierno, la guerra o la contemplación, dando origen a unas nuevas figuras sociales de sabios, filósofos y pen-
sadores dedicados al cultivo del conocimiento: arte, arquitectura, astronomía, medicina...

Tras los imperios asirio, babilónico y egipcio, fue posiblemente en Grecia donde todos estos conocimien-
tos alcanzaron un mayor desarrollo. Sin embargo, el predominio de concepciones muy negativas sobre el trabajo
físico, propio de esclavos y siervos, unido a que el conocimiento era considerado una cuestión exclusiva de seres
libres y privilegiados que amaban la sabiduría y buscaban el conocimiento por el conocimiento, más allá de cual-
quier aplicación práctica, propició que todos estos conocimientos fueran patrimonio de unos grupos muy exclusi-
vos y apenas se aplicaran a los procesos productivos.

El declive de la cultura griega y la decadencia de Roma desembocaron en una Edad Media donde las es-
cuelas de conocimiento prácticamente desaparecieron, y a pesar de algunos nuevos inventos concretos (imprenta)
y una paulatina acumulación de conocimientos (monasterios), los progresos sufrieron un cierto estancamiento.
Durante muchos años sólo una minoría muy reducida se ocupó de la reflexión bajo la supervisión de una Iglesia
celosa de velar por la estricta ortodoxia de los conocimientos (Servet, Bruno).

Hasta el s. XVII y la obra de Galileo aún existía separación entre el conocimiento teórico y su aplicación
práctica, y no se contaba con una noción clara sobre cómo investigar y profundizar en el conocimiento. Faltaba
una concepción moderna sobre el proceder científico: estaban por establecerse los presupuestos fundamentales
del método científico.

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2. EL DESARROLLO DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO.
Ante el reto del conocimiento abrazado por el hombre durante miles de años, el método científico viene a
sellar el final de un largo recorrido y a inaugurar una nueva etapa. Como recordó Bertrand Russel, mientras el
arte y la religión existen desde hace ochenta mil años, la ciencia se inicia con Galileo hace trescientos años, y
sólo los ciento cincuenta últimos han resultado más explosivos para la Humanidad que los cinco mil de cultura
precientífica.

Una peculiaridad es la extraordinaria contemporaneidad de la ciencia, pues cualquier científico de los


últimos tres siglos tendría la impresión de que el 80-90% de los conocimientos globales existentes se han produ-
cido durante su vida, concentrándose en ésta el 80-90% de los científicos que hayan existido jamás. Es decir,
que el crecimiento exponencial del número de científicos y la acumulación de conocimientos está resultando ver-
tiginoso.

Puesto que no se puede aplicar el carácter de ciencia a cualquier tipo de saber, se hace necesario delimi-
tar la ciencia de otras formas de conocimiento. En ese sentido, Cohen y Nagel han señalado las principales ma-
neras de llegar a creencias estables:
• Método de la tenacidad: creer en algo porque siempre se ha creído en ello.
• Método de la autoridad: creer en algo apelando a una fuente muy respetada.
• Método de la intuición: creer apelando a proposiciones evidentes por sí mismas.
• Método científico: independiente de nuestros deseos y voluntad, progresa sobre resultados
obtenidos de acuerdo a criterios que permiten que todo sea puesto a prueba.

Es decir, que para la ciencia el conocimiento no es una cuestión de tenacidad, de autoridad o de in-
tuición, sino de método, y en él se sitúa la distinción entre el saber científico y el no científico. De hecho, lo que
caracteriza a la ciencia actual no es su pretensión de alcanzar un saber verdadero, sino la aspiración a obtener
un saber riguroso y contrastable. Como afirmó Karl Popper, la ciencia no persigue la meta ilusoria de que sus
respuestas sean definitivas, antes bien, su avance se encamina hacia una finalidad infinita: descubrir incesante-
mente problemas nuevos. En la misma línea, según Mario Bunge la ciencia no pretende ser verdadera ni, por tanto,
final, cierta e incorregible, como hace la mitología, sino que sólo afirma: ser más verdadera que cualquier otro
modelo no científico, que es capaz de probar empíricamente sus verdades, y que es capaz de descubrir y corregir
sus deficiencias.

La verdadera superioridad de la ciencia sobre otras formas de conocimiento estriba, pues, en que parte
de unos determinados enfoques metodológicos que permiten un tipo de conocimiento práctico, acumulativo y
perfectivo, es decir, que permita corregir errores. Así, según Giddens las diferencias entre las prácticas cientí-
ficas y las propias de la magia y la religión son que éstas atañen los sucesos de la naturaleza a fuerzas personales
(dioses, espíritus, demonios), que no aceptan ni la verificación, ni el debate, ni la crítica en sus formulaciones, y
que siempre implican aspectos ceremoniales ajenos a la realidad científica.

Sin embargo, a pesar de estas diferencias con otras formas de conocimiento la ciencia no partió de ce-
ro, sino que se desarrolló sobre un acervo de informaciones diversas que constituyen el “conocimiento ordinario”,
diferente del conocimiento científico, y que según Bunge puede provenir de alguna de las siguientes direcciones:
• Conocimiento técnico: conocimientos especializados de artes y oficios.
• Protociencia: trabajo cuidadoso de observación y experimentación sin objeto teorético.
• Pseudociencia: creencias y prácticas que pretenden ser ciencias sin serlo ni reunir las condi-
ciones metodológicas (alquimia, zahoríes, espiritismo, psicoanálisis).

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3. LA CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA MODERNA.
Existen variadas definiciones de ciencia según los diversos aspectos que abarca su concepto, partiendo de la
“ambigüedad proceso-producto”, es decir, que la ciencia es tanto la labor que realizan los científicos como el
cuerpo de conocimientos adquiridos mediante dicha labor. A ello podríamos añadir la ciencia como institución
social específica, como concepción o manera de enfrentarse a la realidad, o incluso referenciar a todas las
tareas propias de la actividad científica. Así, Merton destacó los significados siguientes:
• Conjunto de métodos que certifican el conocimiento: la ciencia como proceso.
• Depósito de conocimientos acumulados: la ciencia como resultado.
• Valores y costumbres que gobiernan las actitudes científicas: ciencia como “ethos”.
• Cualquier combinación de lo anterior.

Como conclusión, podemos consensuar que lo que caracteriza y define a la ciencia no son sólo unos conte-
nidos específicos, sino un talante determinado de enfrentarse con el problema del conocimiento y de la trans-
formación de la realidad mediante el desarrollo de una metodología precisa y rigurosa que denominamos método
científico.

Que la ciencia sea tipificada como una forma de conocimiento actual no significa que parta de cero, sino
que es el producto de una acumulación cultural (metalurgia, matemáticas, astronomía, alquimia, botánica, arqui-
tectura, transportes...) que ha hecho posible el desarrollo del conocimiento científico. Sin embargo, el ritmo del
desarrollo fue desigual, y a períodos de intenso avance siguieron largas etapas de estancamiento. Con frecuencia
se ha destacado que el camino seguido por la ciencia es el mismo que el del comercio y la industria, y tal fue así
que no alcanzó un verdadero impulso hasta que no se puso en marcha la revolución industrial, un momento históri-
co en que ambos procesos se aceleraron.

3. CIENCIA Y SOCIEDAD.
La ciencia encontró su impulso en un ambiente social específico a partir del siglo XVII, con las condicio-
nes culturales del Renacimiento y la era de la Razón: racionalismo, empirismo, contexto político y condiciones de
libertad y progreso intelectual, sin prejuicios ni limitaciones. Así, ese surgimiento en un contexto social concreto
impregnó la evolución de la ciencia de unas orientaciones prácticas, vinculándola a las condiciones de las que sur-
gió y al modelo de sociedad que impulsó. Es decir, que la ciencia dejó de perseguir el saber por el saber para in-
dagar predicciones y previsiones prácticas aplicables a todos los órdenes sociales: producción, salud, condiciones
de vida, aprovechamiento de recursos naturales...

Las necesidades económicas del nuevo orden industrial estimularon la aplicación de los nuevos descu-
brimientos científicos al sistema productivo, buscando producir más por procedimientos cada vez más raciona-
les, en un intenso proceso de interacción entre ciencia, tecnología y economía, y por tanto, sociedad. La concu-
rrencia del pensamiento ilustrado y los aires de libertad de la Revolución Francesa, junto al nuevo espíritu bur-
gués capitalista, dieron paso a una época de grandes inventos y descubrimientos, y a tal punto la ciencia y el
progreso tecnológico han llegado a impregnar el proceso productivo y la vida social, que no en vano nuestra
época ha sido denominada la era de la Ciencia.

Liberado de las cortapisas filosóficas (Grecia y Roma) y religiosas (Edad Media), la Ilustración difundió la
convicción de que el progreso científico y económico podía llevar a la humanidad a solucionar la mayor parte de
sus problemas y carencias, al punto que el orden social y político se ponen a su servicio en búsqueda de ese obje-
tivo. De ese modo, la ciencia se institucionaliza, es decir, que la ciencia y la labor de los científicos pasa a con-
vertirse en una de las actividades normales y cada vez más importantes de la sociedad. Esta institucionalización
se ha desarrollado a lo largo de tres etapas:
• Siglos XVII-XVIII. Se ocupan de la ciencia individuos de la aristocracia y sectores acomoda-
dos a partir de sus propios recursos o a través de sociedades gestionadas por ellos.
• Siglo XIX-1940. Desarrollo de departamentos científicos en la Universidades y difusión de la-

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boratorios promovidos por las grandes industrias. Movilización de recursos públicos y empresa-
riales hacia la profesionalización de la actividad científica.
• 1940-2000. Tras la II Guerra Mundial se produce una movilización de grandes recursos eco-
nómicos y humanos bajo la iniciativa de los poderes públicos. Todo lo que concierne a la ciencia
(decisiones de qué se investiga y sus aplicaciones) se convierte en una cuestión de poder, impli-
cando a la evolución concreta de la propia sociedad.

5. LOS PRESUPUESTOS DE LA CIENCIA.


Aunque en otras épocas se dieron las condiciones culturales apropiadas para el desarrollo de la ciencia, lo
cierto es que no surgió hasta que las condiciones culturales se aunaron con unas condiciones económicas y socia-
les determinadas en la Europa del Renacimiento.

Según Joseph Needham, además de la evolución a través de influencias árabes de un “simbolismo antro-
pocéntrico” hacia un genuino interés por la “naturaleza objetiva”, el elemento fundamental que permitió el naci-
miento de la ciencia moderna en Europa y no en China fue el desarrollo de un espíritu mercantil, calculador y
práctico, a través del Renacimiento, la Reforma, el capitalismo y la manufactura industrial. Según él, sólo una
cultura mercantil podía lograr algo que no logró una civilización agraria burocrática (China): llevar al punto de
fusión las disciplinas de las matemáticas y el conocimiento de la naturaleza.

Según Farrington, a pesar de que el pensamiento presocrático se caracterizó por una concepción materialis-
ta más práctica, en la Grecia clásica la ciencia no se desarrolló por:
• La concepción aristotélica de compartimentación de saberes, que mantuvo separados los sabe-
res orientados a satisfacer las necesidades técnico-prácticas, consideradas una actividad me-
nor propia de siervos y esclavos, de los orientados al conocimiento de las primeras causas y
principios, considerados como la “sabiduría” legítima y propia de hombres libres. Esta concep-
ción se consolidó gracias a otras circunstancias sociales, como la concepción negativa del tra-
bajo asociada al régimen esclavista.
• La barrera mito-religiosa, protegida por la institución sacerdotal, cuya concepción mitológica
de la naturaleza, cuajada de un denso entramado de dioses al que los dirigentes consideraban la
base del orden social, no daba cabida a su estudio racional.

Así pues, se hacía necesaria una nueva concepción de la actividad económica y del trabajo como tareas
libres y dignificadas para que se produjera una relación directa entre los ámbitos de los saberes prácticos y los
teóricos. Sin embargo, cada investigador ha destacado distintas combinaciones de los factores o valores cultura-
les que contribuyeron primordialmente a la formación de la ciencia y el espíritu científico. Así, Alfred Whitehead
destacó el desarrollo de las matemáticas, la creencia en un orden determinado en la naturaleza y el influjo del
racionalismo. Salustiano del Campo, por su parte, distinguió el racionalismo, el empirismo, la creencia en la legali-
dad, el pragmatismo, el ascetismo científico, el escepticismo frente a la autoridad y la tradición, y el individua-
lismo.

Una de las primeras condiciones para el desarrollo de la ciencia fue la convicción en la existencia de un
orden racional en la naturaleza, rechazando las arbitrarias interpretaciones míticas, es decir, el convencimien-
to de que los hechos naturales se encuentran relacionados casualmente entre sí y acaecen de acuerdo a ciertas
leyes regulares, las cuales son, además, susceptibles de investigación y estudio mediante la observación empíri-
ca científica, y cuya búsqueda es el objeto básico de la ciencia a fin de predecir y prever los acontecimientos.
En ello colaboró fundamentalmente el desarrollo de las matemáticas o “lenguaje en que está escrito el libro de
la naturaleza”, como expresivamente sentenció Galileo.

Otra de las condiciones básicas que propició el desarrollo de la ciencia fue la difusión de la nueva men-
talidad burguesa, basada en la racionalidad, la cuantificación, el control, el cálculo, un afán de medida y orienta-

42
ción al lucro, y que a raíz de la Revolución Francesa se constituyó como nuevo tipo social hegemónico. Ese espíritu
burgués condujo a una potenciación en el desarrollo del conocimiento científico en función de criterios racio-
nales e intereses mundanos, es decir, vinculando definitivamente la teoría a la práctica.

6. LAS CARACTERÍSTICAS DEL MÉTODO CIENTÍFICO.


El método científico ha sido descrito de muchas maneras, aunque si bien todos los científicos describen
con más o menos detalle sus estudios y teorías, muy pocos se preocupan de describir los supuestos generales que
orientan sus métodos científicos. Esta aparente desatención a los problemas del método contrasta con su ca-
rácter nuclear en el edificio científico, pues, como recuerda Mario Bunge, “donde no hay método no hay ciencia”.

A pesar de su papel prevalente, algunos de sus aspectos han sido objeto de cierta polémica. Paul Feyera-
bend, por ejemplo, observando que no existe una sola regla que no sea infringida en una ocasión u otra, considera
que la idea de que la ciencia pueda y deba regirse según unas reglas fijas no es realista, pues implica una
visión limitada del talento de los hombres y de sus circunstancias y motivaciones, siendo además una idea viciada
al representar unas barreras que reducen nuestra humanidad al limitar nuestra libertad.

A pesar de Feyerabend, el método científico constituye la columna vertebral de toda ciencia, y según
Bertrand Russell consiste en observar aquellos hechos que permiten al observador descubrir las leyes generales
que los rigen: observación y deducción. Así, describirá el proceso de la investigación científica en tres etapas:
observación de los hechos significativos, sentar hipótesis intentando explicarlos, y deducir consecuencias de las
hipótesis que puedan ser puestas a prueba por la observación.

Como Robert Merton ha subrayado, el método científico comparte tanto prescripciones técnicas como
morales, es decir que contempla:
• Un conjunto de procedimientos técnicos que cumplen la función de suministrar predicciones em-
píricas y lógicamente coherentes, los cuales no son algo cerrado y fijo, sino que han ido evolucio-
nando desde los orígenes de la ciencia hasta nuestros días.
• Un conjunto de principios y normas morales que inspiran (o deberían inspirar) el quehacer cien-
tífico subyaciendo en todo el desarrollo de la ciencia (ethos científico), proporcionando al método
prescripciones morales en tanto se cree que es correcto y bueno. Dicho ethos de la ciencia inclu-
ye un conjunto de cuatro imperativos institucionales:
 Universalismo, pues la ciencia apela a criterios preestablecidos y debe permane-
cer abierta sin prejuicios personales, sociales, religiosos, tradicionales...
 Comunismo o principio de comunidad, en tanto que todos los hallazgos de la cien-
cia deben considerarse patrimonio común de la sociedad.
 Desinterés, pues los científicos deben guiarse por la vocación del conocimiento, la
curiosidad y la preocupación altruista.,
 Escepticismo organizado, considerando provisional cualquier hipótesis hasta que
no haya sido sometida a criterios empíricos y lógicos de validación.

Llegados a este punto, podemos completar una imagen de la ciencia como sigue:
• Convicción de la existencia de un orden lógico en la realidad.
• Convicción de que dicho orden puede ser conocido empíricamente.
• Existencia de un ethos científico específico en tanto orientación moral.
• Un conjunto de procedimientos técnicos para la obtención empírica de información.

Los procedimientos forman parte de los procesos de investigación concretos de cada campo científico,
variando de una ciencia a otra, por lo cual se han formulado distintas propuestas metodológicas según cada campo
de conocimiento. De un modo general, para Bunge los pasos principales de la aplicación del método científico
son los siguientes:

43
• Enunciar preguntas, bien formuladas y verosímilmente fecundas.
• Arbitrar conjeturas, fundadas y contrastadas con la experiencia.
• Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.
• Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación.
• Someter a contrastación dichas técnicas para comprobar la fe que merecen.
• Interpretar los resultados de la contrastación.
• Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad de las técnicas.
• Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas.
• Formular los nuevos problemas originados por la investigación.

El objetivo final al que apuntan todos estos procedimientos científicos es obtener una serie de proposicio-
nes generales de carácter teórico susceptibles de comprobación empírica. Estas pretensiones se traducen en las
dos dimensiones de la ciencia:
• Dimensión empírica, nace de la reacción intelectual contra los métodos lógicos o abstractos de
conocimiento, ante la necesidad de fundamentar positivamente los saberes.
• Dimensión teórica, que deriva de la necesidad de dar coherencia, sistematicidad y claridad a los
conocimientos adquiridos de un modo experimental. Richard Runder señaló que el sistema no es
un mero adorno de la ciencia: es el mismísimo corazón de la ciencia, subrayando que es un ideal
científico el dar una explicación organizada del universo, conectando y haciendo encajar en rela-
ciones lógicas los conceptos y enunciados que incorporan todo el conocimiento adquirido. Tal or-
ganización es necesaria para dos funciones fundamentales: explicación y predicción.

Esta doble dimensión de la ciencia ha querido ser puesta en relación con una cierta interpretación dual
de la naturaleza humana: la lógica-sensorial y la racional, como si la primera la aportase la naturaleza y la segun-
da el hombre. Sin embargo, las dos dimensiones de la ciencia son inseparables, pues la orientación teórica de
las ciencias es uno de sus rasgos definitorios, mientras que la verificación empírica es una exigencia inexcusable.

Conviene destacar que la verdad de la ciencia está en los hechos, y no en la mera coherencia de las
construcciones teóricas que dan cuenta de ellos, pues mientras que los sistemas interpretativos los construimos
nosotros, la realidad tiene su propia dinámica. Por ello, las teorías se introducen cuando estudios realizados pre-
viamente revelan un sistema de uniformidades empíricas, aunque en la práctica se superpongan el proceso de
recogida de información y la selección de datos relevantes.

El proceso real de investigación comienza con el llamado “método de las hipótesis”, es decir, inventando
hipótesis a modos de respuesta a un problema en estudio y sometiéndolas luego a contratación empírica. Dichas
hipótesis pueden surgir de muchas maneras (experiencia, intuición, deducción...), pero deben reunir determina-
dos requisitos de claridad, simplicidad y contrastabilidad.

Es preciso señalar que la misma lógica global del método científico, con su continua verificación, propicia
que el corpus de conocimiento científico se encuentre sometido a un proceso permanente de renovación, crítica
y autocrecimiento. Por su carácter no dogmático y escéptico, el método científico tiene a organizar la labor cien-
tífica como un proceso autocorrectivo, basado en el postulado de que no hay nada indudable y de que la ciencia
no aspira a obtener un saber absoluto y definitivo, sino distintas aproximaciones perfectibles al conocimiento de
la realidad.

7. LA “FALSABILIDAD” COMO CRITERIO DE DEMARCACIÓN CIENTÍFICA.


La distinción entre ciencias y no ciencias, así como la diferenciación entre ciencias empíricas y no em-
píricas, continua siendo un tema insoslayable. Así, Hempel subrayó que mientras las ciencias empíricas (ciencias
naturales y ciencias sociales) pretenden explorar los acontecimientos del mundo mediante metodologías diversas,
las ciencias no empíricas, (lógica y matemática pura), muestran unas proposiciones sin referencia esencial a datos

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empíricos.

Sin embargo, dicha distinción ha chocado con objeciones. En primer lugar, con la pretensión de la mayo-
ría de las ciencias de conjugar sus componentes teóricos y empíricos, en relación a la aspiración de Galileo de
traducir la naturaleza al lenguaje de las matemáticas; es decir, que todas las ciencias “empíricas” también
cuentan con un área “no empírica”.

Por otra parte, tras una primera etapa de fuerte crítica del positivismo a los enfoques lógico-abstractos
del pensamiento, el desarrollo del neopositivismo lógico (empirismo lógico) propició cierta rehabilitación de los
modos lógico-formales de análisis, incorporando la necesidad de una explicación teórica a sus comprobaciones
empíricas. Wittgenstein y el Círculo de Viena insistirán, entonces, en que el criterio de distinción entre ciencia y
no ciencia estribaba en el “tener sentido” de los enunciados que constituyen la ciencia, dando inicio a la búsqueda
de un criterio de significatividad empírica que descalificase los enunciados metafísicos. Sin embargo, aunque los
enunciados empíricamente significativos son verificables y los no significativos no, pronto se llegó a la conclusión
que la irrealizabilidad técnica de verificación no bastaba para descalificar un enunciado.

Así las cosas, las dificultades de aplicación del criterio de verificabilidad dio lugar al desarrollo de tres
enfoques alternativos para solucionar el problema de la demarcación:
• Construcción de un lenguaje empirista al que deben traducirse todos los enunciados empírica-
mente significativos (definiciones operacionales del objeto de estudio).
• Exigir que los enunciados empíricamente significativos fueran “confirmables, aunque no verifi-
cables” (exigencia de apoyo en alguna observación).
• Buscar un criterio de método empírico y no un criterio de enunciados empíricamente significa-
tivos (clarificación de la naturaleza del método científico).

Así, mientras los dos primeros enfoques no iban más allá de lo planteado por Galileo o Newton, el tercero
exigía una clarificación del método científico. En ese sentido, Karl Popper observó que en las ciencias empíricas
el científico construye hipótesis que luego contrasta con experimentos, es decir, que se caracterizan por un
método inductivo, el cual no proporcionaba un criterio diferenciador apropiado entre ciencias empíricas y espe-
culaciones metafísicas. De modo que, en busca de un criterio que garantizase que los postulados de la ciencia
representan un mundo de experiencia posible, propuso un método deductivo para contrastar una teoría según
cuatro criterios:
1. Comparación lógica de las conclusiones de una teoría, sometiendo a contraste la coherencia interna del sis-
tema.
2. Estudio de la forma lógica de la teoría, determinando si es una teoría empírico-científica o bien una tau-
tología.
3. Comparación con otras teorías, determinando si constituiría un adelanto científico.
4. Contrastar la teoría con un carácter deductivo por medio de la aplicación empírica, comparando los resul-
tados con otras aplicaciones prácticas y experimentales. Si las conclusiones se verifican (resultan ser
aceptables), la teoría pasará con éxito las contrastaciones, es decir, que no habremos encontrado moti-
vos para desecharla. (de momento). En caso contrario, si las conclusiones han sido falsadas, entonces la
teoría de la que se han deducido es también falsa.

Popper propuso entonces los tres requisitos de un sistema teórico empírico:


• Ser sintético, representando un mundo no contradictorio, sino posible.
• Debe ser un sistema que se distinga de otros sistemas semejantes.
• Debe satisfacer el criterio de demarcación, es decir, no ser metafísico. Puesto que este
criterio debe admitir enunciados que no puedan verificarse pero deben ser susceptibles de
contraste por la experiencia, para Popper el criterio de demarcación que se debe adoptar no
es el de la verificabilidad, sino el criterio de la falsabilidad de los sistemas, es decir, que

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sean susceptibles de una selección en un sentido negativo por medio de contrastes o pruebas
empíricas, de tal modo que no debe aceptarse ningún postulado que no pueda ser sometido a
pruebas de contraste o falsación que permitan determinar si es cierto o falso.

El criterio de falsabilidad de Popper se orienta a intentar extirpar teorías falsas, encontrando sus pun-
tos débiles para rechazarla por medio de la experimentación. Por ello, según Popper, el descubrimiento de los
casos que confirman una teoría significan muy poco si no hemos intentado encontrar refutaciones y fracasado en
el intento.

8. LOS PARADIGMAS CIENTÍFICOS.


La teoría de Thomas Kuhn sobre los paradigmas científicos proporciona una interpretación bastante su-
gerente sobre la manera en que se produce el desarrollo de las ciencias. Para Kuhn, las ciencias maduras funcio-
nan a partir de paradigmas establecidos, en cuya defensa y desarrollo trabaja toda la comunidad científica, y
su evolución se produce como una sucesión de períodos de tradición paradigmática eslabonados por rupturas no
acumulativas.

Kuhn basa su interpretación en identificar la función de la ciencia no tanto en la exigencia de alcanzar


conocimientos, como en la necesidad de mostrar pruebas de su progreso. En ese sentido, en el período anterior
a la existencia en vigor de un paradigma, con gran número de escuelas en competencia, las pruebas del progreso
son difíciles de encontrar. Sin embargo, a partir de unas realizaciones y prácticas aceptadas y compartidas
por la generalidad se inicia un período de “ciencia normal” en el que la comunidad científica se aplicará a per-
feccionar y desarrollar un paradigma concreto.

Así, Kuhn definirá el paradigma como lo que los miembros de una comunidad científica comparten, al
tiempo que recíprocamente definirá una comunidad científica como un grupo de científicos que comparten un
paradigma. En sentido estricto, un paradigma es:
• Un logro científico: incluye una teoría y aplicaciones de los resultados experimentales.
• Un logro abierto: deja aún por hacer todo género de investigaciones.
• Un logro aceptado: admitido por un grupo que ya no rivalizará entre sí.

Para Kuhn, los paradigmas proporcionan a la comunidad científica un cuerpo “seguro” de concepciones y
procedimientos, sistematizados en los libros de texto. Es decir que, según esta interpretación, la educación de
los científicos se produce de manera dogmática, pues no se orienta a estimular la búsqueda de novedades sino
a provocar la adhesión al paradigma establecido.

Según Kuhn, el carácter funcional de los paradigmas es relevante, pues el progreso de la ciencia no re-
sulta eficaz mediante un trabajo realizado abiertamente al azar. Algo debe decirle al científico hacia donde mi-
rar y qué buscar, y ese algo es el paradigma. La tarea de los científicos, pues, no es descubrir lo desconocido,
sino obtener lo conocido, perfeccionando los paradigmas establecidos. Según este concepto, los preconceptos y la
resistencia al cambio juegan en la práctica real del mundo científico un papel central.

Los grandes cambios científicos se producen, según Kuhn, como rupturas totales con los paradigmas
establecidos, representándose la evolución científica con el paso de un paradigma a otro tras cierta etapa de
crisis por la acumulación de anomalías en el paradigma vigente. Las revoluciones científicas suponen, pues, episo-
dios de desarrollo no acumulativo por medio de los que un paradigma es reemplazado por otro nuevo e incompati-
ble, y de las cuales ejemplos relevantes son los representados por Einstein, Newton y Copérnico. De ese modo,
Kuhn proporciona una imagen casi darwiniana de la manera en que se produce el desarrollo científico: la selec-
ción, a través de la pugna, del mejor camino para la práctica de la ciencia futura, cuyas etapas sucesivas se van a
caracterizar por un aumento de la articulación y la especialización.

46
Sin embargo, la evolución científica no se percibe como un proceso de rupturas revolucionarias, sino como
una acumulación constante de conocimientos. Kuhn lo explica mediante una interpretación casi generacional y
biológica de las revoluciones, de tal modo que los científicos educados en un paradigma se mantendrán tenaz-
mente en él casi de por vida. Como afirmó Max Planck, una verdad científica no triunfa por el convencimiento de
sus oponentes, sino porque éstos llegan a morir y son reemplazados por una nueva generación.

Según Kuhn, otra característica es la invisibilidad de las revoluciones científicas, en el sentido de que
todo el progreso científico anterior es reinterpretado desde la perspectiva del nuevo paradigma, permitiendo
presentar el desarrollo de la ciencia como un proceso acumulativo coherente. Ese carácter exclusivo de los pa-
radigmas permite a los científicos ignorar la obra que han rechazado, de tal modo que al recibir el nuevo para-
digma la comunidad científica se adhiere a la idea de que los problemas resueltos con él lo han sido para siempre.

En una posición intermedia entre Popper y Kuhn se encuentra Imre Lakatos, para quien el progreso de la
ciencia no se corresponde con el estricto estereotipo de revoluciones paradigmáticas de Kuhn, ni con los porme-
norizados esfuerzos de falsación de teorías de Popper, proponiendo recurrir a la idea de los “programas de in-
vestigación”, de tal modo que las revoluciones científicas consisten en que un “programa de investigación”
reemplaza a otro superándolo de un modo progresivo.

Para Lakatos, la unidad básica de estimación no debe ser una teoría aislada, ni siquiera una conjunción de
teorías, sino más bien un “programa de investigación” basado en un “centro firme” aceptado provisionalmente
como irrefutable y una amplia heurística positiva según un plan preconcebido. Así, un programa de investiga-
ción puede ser revisado, perfeccionado o eliminado, pero deberá mantenerse mientras su desarrollo teórico anti-
cipe su desarrollo empírico, es decir, mientras continúe prediciendo ciertos hechos con cierto éxito. De ese mo-
do, según Lakatos, una teoría científica no vendrá determinada por la comprobación aislada de su mera falsabili-
dad, sino por la existencia de otra que tenga una mayor capacidad predictiva y explicativa.

9. EL LUGAR DE LA SOCIOLOGÍA EN EL CONJUNTO DE LOS SABERES.


El surgimiento de la Sociología se sitúa en el mismo curso evolutivo que dio lugar a una profunda revolu-
ción en la estructura tradicional de los saberes, cuya dinámica propició un progresivo proceso de diferencia-
ción: la aparición del Estado Moderno autonomizó la Política como saber específico diferenciado de la Moral y la
Religión; a su vez, la configuración del nuevo orden económico gestó el ámbito diferenciado de la Economía res-
pecto de la Política, para finalmente la sensibilización de la problemática social dar lugar a la Sociología como una
nueva esfera de saber diferenciada de la Economía.

Este proceso de diferenciación de saberes constata que un mismo objeto de estudio (el hombre viviendo
en comunidad) puede ser motivo de una diferenciación progresiva de esferas de atención, tanto a causa de la
tendencia a la complejización y diversificación de la evolución intelectual humana, como por la propia dinámica
política, económica y social que hizo aparecer focos temáticos de atención específica.

Desde sus orígenes, pues, la Sociología consistió en un intento de aplicar los esquemas de análisis
científico al plano de la realidad social humana, dando origen a la continua disputa sobre la adecuación entre
objeto y método, es decir, en dilucidar si realmente se puede aplicar un método científico a la compleja y sutil
realidad social. Esta disputa no es banal, pues, al fin y al cabo, lo que caracteriza a las ciencias no es el objeto
sino el método, y en su resolución reside la propia consideración del la Sociología como ciencia.

Según un criterio de clasificación tradicional de las ciencias, se distingue entre:


 Ciencias empíricas.
 Ciencias naturales: Física, Química, Biología..
 Ciencias sociales: Sociología, Política, Antropología, Economía, Historia...

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 Ciencias no empíricas: Lógica y Matemática pura.

Sin embargo, no existe un acuerdo general sobre el lugar donde debe trazarse la línea divisoria. Así, a
veces se sitúa a la Psicología como ciencia natural y otras como social; ciencias tan clásicas como la Física se dis-
gregan en una perspectiva experimental y otra teórica cercana al modelo matemático; se debate sobre la cienti-
ficidad de la Medicina, el grado de desarrollo teórico de la Biología, el grado de experimentalidad de la Astrono-
mía...

Se hace evidente que el mundo científico no puede ser objeto de generalizaciones simplificadoras, ni
puede ser reflejado en todas su complejidad mediante clasificaciones esquemáticas. En ese sentido, las posibles
dificultades de ubicación de la Sociología proceden de su doble perspectiva: la del método científico (qué mé-
todo y de qué forma utiliza) y la del objeto (qué aspecto o aspectos de lo social estudia).

Para concluir, podemos afirmar que la Sociología es una ciencia que debe ser situada en el campo de las
Ciencias Sociales, que intenta establecer la validez de sus conocimientos sobre datos empíricos, y que pre-
senta ciertas dificultades para la aplicación de métodos experimentales a su campo de estudio, así como para
establecer predicciones con un alto grado de exactitud.

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TEMA 11. LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA.

1. EL CARÁCTER CIENTÍFICO DE LA SOCIOLOGÍA.


La Sociología se caracteriza por la pretensión de aplicar el método científico a su objeto de estudio. Da-
do que en la actualidad no existe consenso entre los sociólogos sobre la forma en que se debe aplicar este mé-
todo, esta aspiración metodológica se enfrenta a dos problemas: la heterogeneidad de enfoques científicos
entre sociólogos, y la dificultad para efectuar predicciones válidas sobre comportamientos en los que intervienen
seres libres.

Frente a la pretensión de los teóricos por mantener un principio de unidad en el método científico, se
presenta la necesidad de dar cabida a la diversidad de ámbitos de estudio. En ese sentido, Mario Bunge distingue
entre el método general de la ciencia, que es único, y los métodos especiales de las ciencias particulares, con
su pluralidad de objetos y técnicas específicas. Así, el método científico se presenta como un modo de tratar
problemas intelectuales en general, aplicable a todos los ámbitos del conocimiento, en los que subyace como base
esencial, mientras que la naturaleza del objeto de estudio dicta los posibles métodos especiales de su investiga-
ción específica.

El dilema para determinar el carácter científico de la Sociología estriba, pues, en el criterio más o me-
nos restrictivo que se siga al especificar los contenidos de ese método general que toda ciencia debe acatar. En
ese sentido, se hace necesaria una serie de precisiones:
• La necesidad de cautela frente a algunas visiones ingenuas sobre la validez absoluta de determinados
aspectos del método científico. En la actualidad los hombres de ciencia han empezado a plantearse sus
limitaciones, y determinadas formas de entender la ciencia bajo un patrón único empiezan a encon-
trarse desfasadas en muchos aspectos.
• La diversidad de paradigmas que actúan simultáneamente en la sociología contemporánea dan lugar a
una gran diversidad de metodologías. Al no haber alcanzado un único paradigma compartido propicia
que el desarrollo científico de la Sociología se produzca de manera distinta a otras disciplinas.
• La formulación de un método científico con un alto nivel de abstracción por algunos teóricos exclu-
ye a la Sociología como ciencia, pues impide su traducción a la investigación sociológica. En ese sentido,
el desarrollo científico de la Sociología pasa más bien por el desarrollo de metodologías particulares
adecuadas a los objetos de estudio.
• La amplitud y diversidad del objeto de la Sociología constituye una dificultad adicional a la hora de
dilucidar las posibilidades y límites de la Sociología como disciplina científica, pues resulta difícil des-
cubrir su campo central y específico de estudio. La Sociología se constituye en una realidad plural, y
esta pluralidad es consustancial a la Sociología.

La respuesta a la pregunta sobre qué tipo de ciencia es la Sociología depende de la manera en que se
entienda el comportamiento social humano, pero a la resolución no contribuye su realidad plural, la cual ha propi-
ciado la existencia de distintas escuelas, con esquemas de análisis diferentes y atención preferente en distintos
aspectos de la realidad social.

Nicholas Abercrombie, por ejemplo, ilustra dicha problemática subrayando que si la Sociología convencio-
nal observa al hombre determinado por las estructuras sociales, entonces se podrá interpretar que la Sociología
es una ciencia, con métodos y procedimientos similares a cualquier ciencia natural; sin embargo, si le ve como un
ser creativo cuyo comportamiento social se origina en su conciencia, entonces la Sociología no puede ser entendi-
da como una disciplina científica en el mismo sentido que la Física.

Por todo ello, Alfred Schutz ha insistido en reclamar una estructura particular para las construccio-
nes de las ciencias sociales, en virtud de la particular estructura de significatividad de que está dotado el com-
portamiento humano, pues mientras un especialista en ciencias naturales realiza “construcciones” sobre objetos o

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entes para los cuales su propio ámbito no significa nada, el especialista en ciencias sociales debe realizar “cons-
trucciones” de pensamiento sobre las “construcciones” de sentido común propias del ser humano que orientan y
determinan su conducta, es decir, que realiza construcciones sobre construcciones, lo cual requiere de unos
recursos metodológicos específicos adecuados.

Schutz llegará más allá, y partiendo del supuesto general del método científico, afirmó que los recursos
particulares elaborados por las ciencias sociales para comprender la realidad social son más adecuados que los de
las ciencias naturales para descubrir los principios generales que gobiernan todo conocimiento humano.

Berger y Luckmann también reclamaron una concepción específica de la Sociología en tanto se ubica
junto a las ciencias que tratan del hombre en cuanto hombre, constituyéndose en una disciplina humana que debe
desenvolverse en diálogo permanente con la historia y la filosofía, pues su objeto de estudio es la sociedad
como parte del mundo humano, hecho por hombres y habitado por hombres.

Dentro del propio ámbito de la Sociología persiste una doble línea de interpretación:
 La Sociología como ciencia natural, en tanto se ocupa de un objeto de estudio que es natu-
ral, forma parte de la naturaleza y constituye una “realidad dada” y objetiva.
 La Sociología como ciencia humana, en tanto su objeto se constituye en el proceso de com-
prensión, es decir, sobre el investigador en tanto actor y sobre su investigación como acción
creadora. Pero, ¿cómo investigar aspectos aún no elucidados?

Como vemos, una de las singularidades de la Sociología es que el hombre es a la vez el sujeto y el ob-
jeto de la investigación, lo que propicia la proyección de fuertes componentes de subjetividad y significatividad.

Para afrontar el cometido de situar a las ciencias del hombre en el conjunto de sistema social de las
ciencias, Jean Piaget diferenció distintos tipos de ciencias del hombre:
• Ciencias nomotéticas. Intentan establecer leyes: Psicología, Sociología, Economía...
• Ciencias históricas. Intentan reconstruir las manifestaciones históricas de la vida social.
• Ciencias jurídicas. Se ocupan del componente normativo de las sociedades.
• Disciplinas filosóficas. Las más difíciles de clasificar, con más planos de referencia.

Dicha clasificación muestra el conglomerado que constituyen las “ciencias humanas”, todas ellas con dife-
rentes modos de aproximación al método científico. Pero las dificultades epistemológicas y metodológicas no
son exclusivas de las ciencias del hombre, ni todas ellas muestran las mismas dificultades. Por ello, se deben con-
siderar los siguientes puntos:
 Ninguna ciencia puede aislarse del sistema global de ciencias, pues a pesar de sus diferencias,
hay unos supuestos metodológicos subyacentes a todas ellas.
 La diferenciación tan radical que a veces se establece entre las ciencias humanas y las naturales
se produce a partir de una presentación inexacta y exagerada de unas y otras, lo cual condujo a
fabricar distinciones forzadas entre los dos métodos.
 Creciente tendencia actual al incremento de “intercambios” e influencias mutuas entre las dis-
tintas disciplinas, “naturalizando” las ciencias del hombre y “humanizando” las naturales. Así, los
conceptos de una ciencia se van extendiendo al trabajo de otra, como la Biología se nutre de
elementos de la Química y la Física, o la Sociología de la Estadística, la Cibernética, la Física, y
ahora por enfoques de la Sociobiología.
 Dado que lo que define realmente a un ciencia no es el objeto sino el método, parece cierto que
en lo social se producen las circunstancias imprescindibles y mínimas de regularidad y de co-
nexión casual entre los fenómenos y procesos sociales como para poder aplicar a su estudio la
metodología científica.

50
En resumen, aunque la discusión sobre el carácter científico de la Sociología se sitúa en el marco general
de las ciencias, no debe plantearse sólo en el terreno metodológico, sino que debe verse desde la perspectiva de
la lógica de la investigación científica. Aún así, mientras la discusión metodológica permanece abierta incluso en-
tre los propios sociólogos, y el mismo estatuto de la Sociología sigue marcado por el escepticismo entre la
comunidad científica, en los círculos sociológicos más dinámicos prevalecen los intentos por evidenciar el carác-
ter científico de la Sociología por la vía práctica de las investigaciones y de los resultados antes que por la
vía de la argumentación metodológica.

2. POSIBILIDADES Y DIFICULTADES DE LA SOCIOLOGÍA COMO CIENCIA.


Numerosos sociólogos se han preocupado de inventariar y detallar todas las objeciones sobre la correc-
ta aplicación de la metodología científica al campo de lo social, así como sus componentes de ambivalencia e
incertidumbre. Las principales objeciones son:
• Una primera impresión negativa. La constante reproducción en manuales y libros de las numero-
sas objeciones metodológicas de la Sociología, así como el continuo debate sobre su carácter cien-
tífico, con frecuencia suelen producir una primera impresión de una ciencia metodológicamente
confusa y a la defensiva.
• La incertidumbre metodológica. La pretensión en algunos círculos sociológicos de subsanar las
objeciones mediante la práctica de las investigaciones con una gran diversidad de metodologías,
propicia a su vez el uso de técnicas particulares bastante atípicas, reflejando las dudas metodoló-
gicas de muchos sociólogos. Mario Bunge señaló que la incertidumbre metodológica es una “mani-
festación típica” de la práctica experimental en las primeras etapas de toda ciencia, y que las dis-
cusiones metodológicas sólo parecen animadas en ellas, pues después la mayoría de científicos pa-
recen desentenderse, adoptando una actitud de ensayo y error en sus reglas de investigación.
• La desproporción de magnitudes. Autores como Andreski han insistido en las dificultades que se
derivan de la desproporción de magnitud y longevidad entre el objeto a estudiar y el agente inves-
tigador, planteándose un problema práctico de abarcabilidad. Ello obliga a que los sociólogos se
apoyen habitualmente en informes de segunda mano que no pueden comprobar directamente, do-
tados de un alto grado de incertidumbre que arroja dudas de contrastabilidad y fiabilidad sobre
los datos obtenidos.
• Falta de unidades de medida. Como observó Jean Piaget, el objeto de la Sociología presenta una
gran “resistencia a las medidas” por la falta de unidades generales de medida adecuadas, bien
porque aún no se han podido constituir, bien por que la estructura social no presenta caracteres
propiamente numéricos.
• La complejidad de la sociedad humana. Maurice Duverger observó que “las sociedades humanas
no se sujetan por completo al análisis científico”, sobre todo en base a la existencia de un “miste-
rio del hombre” que nunca llegará a ser enteramente penetrado.
• Pronósticos inexactos. Tanto Horton y Hunt, como Goode y Hatt, destacan los cambios constan-
tes que experimentan los fenómenos sociales, especialmente el comportamiento humano y su habi-
lidad para trastornar cualquier pronóstico, lo cual parece destacar cierta imposibilidad de formu-
lar pronósticos exactos de la conducta social.
• Nomenclatura confusa. Muchos críticos echan de menos en la Sociología una nomenclatura tan
clara y precisa como en otras ciencias, pues la perciben como vaga y confusa, además de ir habi-
tualmente acompañada de un fuerte bagaje emocional.
• Resistencia y recelo social. Se detectan resistencias sociales para la obtención y aceptación de
los conocimientos científicos sobre lo social, sobre todo en tanto la gente tiene recelos y se resis-
te a todas las ideas nuevas.
• Retraso experimental. Según Lazarsfeld, la Sociología está actualmente en la situación de la Físi-
ca hace cuatrocientos años, y tardará otros tantos en reunir y cotejar los datos sociales antes de
obtener resultados apreciables, instante en que aparecerán los Einsteins de la Sociología y desa-
rrollarán todo su potencial científico predictivo gracias a la inestimable labor acumulativa. Hasta

51
Newton reconoció la importancia de ésta al afirmar que “si vi a mayor distancia, es porque me ele-
vé sobre los hombros de gigantes”.
• Carencia de resultados. Aunque toda ciencia se orienta a lograr conocimientos con fines prácti-
cos, hasta la fecha la Sociología cuenta con pobres resultados. Sin embargo, Merton ha advertido
la diferencia de edad entre disciplinas, pues percibir la distancia entre ellas sería guardar sus
proporciones: la Física actual cuenta con miles de millones de horas-hombre de investigación cons-
tante y acumulativa más que la Sociología. Así, aunque a una ciencia se la puede juzgar por sus re-
sultados, es de justicia reconocer su bagaje, pues sería como si un niño comparara sus bíceps con
los de sus mayores.

Frente a todas estas objeciones, persiste una confianza generalizada en la validez del método científico,
llegando a considerar que las objeciones al carácter científico de la Sociología forman parte de un debate ya
superado. Así, Harry Johnson recuerda que la Sociología reúne las características de toda ciencia: es empírica,
teórica, acumulativa y avalorativa.

3. PROBLEMÁTICA DE LA CAUSACIÓN SOCIAL. PROBABILISMO, DETERMINISMO Y PREDICCIÓN.


Los principios invariables en la realidad social. Dado que uno de los presupuestos de toda ciencia es la convicción
en la existencia de un determinado orden natural, su meta no puede ser otra que la de descubrir los principios
que regulan sus relaciones de causa-efecto, permitiendo prever y predecir los acontecimientos. Sin embargo, en
Sociología se plantean serias dudas respecto a la posibilidad de descubrir unos principios invariables y cog-
noscibles en la causalidad social, en base a:
• La problemática predicción del comportamiento de seres humanos libres.
• Su estudio por seres también humanos, proyectando a los análisis una alta subjetividad.
• La imposibilidad de realizar comprobaciones experimentales en estudios sociológicos, dificultad
compartida con otras disciplinas como la Astronomía y la Geología.
• El gran número de variables inmersas en la compleja realidad social.
• El hecho de que la realidad social se encuentra en continua transformación y modificación, no
siempre siguiendo una lógica evolutiva paulatina y lineal.
• La hecho de que el objeto y el observador son también sujetos activos libres que pueden alterar
en su dinámica práctica cualquier pronóstico.
• La peculiaridad humana propicia que cualquier pronóstico sociológico sea, en sí mismo, un factor
nuevo que influye en la realidad social, alterándolo en un sentido u otro.
− Teorema de Thomas: cuando los individuos definen las situaciones como reales, son re-
ales en sus consecuencias (ejemplo del banco con rumores de quiebra).
− Paradoja de la profecía suicida: aunque una previsión sea correcta en función de los
datos con que se realizó, los seres humanos pueden alterar el orden de los aconteci-
mientos para evitarla, sobre todo en caso de previsión catastrófica.

Max Horkheimer y los procesos sociales. Desde otra perspectiva, Max Horkheimer formuló ciertas objeciones a
la posibilidad de una predicción social exacta, negando que los procesos sociales sean producto de la libertad
humana, sino las resultantes del ciego actuar de fuerzas antagónicas. Es decir, que aún admitiendo que los
procesos sociales se producen por la intervención de personas, en realidad son experimentados como un aconte-
cer ineludible e independiente, tal y como si de acontecimientos naturales se tratase.

En ese sentido, Horkheimer sostuvo que la evolución de la humanidad conducirá a un mayor control de
los hombres sobre los procesos sociales, a medida que la sociedad vaya tomando medidas que la lleven a consti-
tuirse como sujeto racional. Así, la posibilidad de predicción no depende sólo del refinamiento de los métodos y la
preparación de los sociólogos, sino también del desarrollo estructural de la sociedad misma.

En clara inversión analítica con respecto a las ciencias naturales, Horkheimer afirmó que la predicción se

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vuelve tanto más fácil cuanto menos está subordinado su objeto a la mera naturaleza y más a la libertad humana,
basada en sus decisiones al dictamen racional. En esa línea, Karl Popper llegó a reclamar una mayor idoneidad
científica para las ciencias sociales en base a la creencia de que las situaciones sociales concretas son en general
menos complicadas que las situaciones físicas concretas, merced precisamente a su elemento de racionalidad.

Causación social, probabilismo y determinismo. Tradicionalmente, el tema de la causación social ha sido objeto
de un tratamiento bastante escéptico, sobre todo a raíz de la tendencia a identificar el análisis causal en general
con el determinismo, lo cual ha propiciado una visión diferenciadora entre ciencias naturales (deterministas, en
tanto capaces de captar la legalidad fija del orden natural y hacer predicciones) y ciencias sociales (no determi-
nistas, en tanto sólo pueden comprender y explicar lo pasado pero no prever lo que acontecerá).

En ese sentido, conviene detallar previamente la evolución de la causalidad como concepto científico,
partiendo de que, según Mario Bunge, contempla tres aspectos distintos:
1. Vínculo causal, tanto como conexión en general como conexión causal particular.
2. Principio causal, como ley o causa que produce el efecto de causación.
3. Determinismo causal, la doctrina que postula la validez universal del principio causal.

El concepto científico de causalidad aparece relacionado a las leyes del movimiento de los cuerpos y su
aplicación a la dinámica. Por ello, el concepto de causalidad física fue dotado desde el principio de una connota-
ción determinista, reduciendo todos los fenómenos físicos a procesos mecánicos, es decir, que todo efecto pro-
cedía forzosamente de una causa.

Sin embargo, la propia evolución de la Física ha obligado a la sustitución progresiva del sentido restrin-
gido del principio de causalidad por otro mucho más amplio, a fin de dar cabida en él sus propios avances: prin-
cipio de indeterminación (Heisenberg), teoría de la relatividad (Einstein), planteamientos de Plank, concepto de
campo, el elemento probabilista y el azar, antimateria, mecánica cuántica... Todo ello, unido a la demostrada in-
fluencia de las condiciones de observación sobre el objeto observado, así como las manifiestas limitaciones de
los instrumentos de medida, ha contribuido a quebrantar la forma newtoniana del determinismo clásico y a evi-
denciar las propias limitaciones de la Física. Y si el principio del “libre albedrío” rige para el electrón, ¿quién pue-
de negar que exista para el hombre? Si la propia Física tiene limitaciones, ¿cómo negárselas a la Sociología?

Estamos, pues, ante una nueva idea de causalidad planteada en términos de probabilidad, ya que el
hecho de que las relaciones deban ser definidas en términos de probabilidad no significa que el análisis causal no
siga siendo una de las aspiraciones fundamentales de la ciencia. Conviene recordar que la ciencia no aspira el co-
nocimiento absolutamente exacto en términos matemáticos, sino al más exacto y riguroso de los conocimientos
posibles. En ese sentido, Bertrand Russell recordó que toda ciencia está dominada por la idea de aproximación, y
que toda medida científica se da siempre con un margen probable de error.

Así, pues, la evolución científica en su conjunto ha situado en una nueva perspectiva la discusión sobre el
carácter científico de la Sociología, dado que con los nuevos términos de probabilidad el principio de causalidad
también es aplicable a las Ciencias Sociales, y en consecuencia la cientificidad de la Sociología queda planteada
como una cuestión de grado, pues quizás su margen de error siga siendo aún superior al de otras ciencias.

En definitiva, podemos afirmar que la Sociología se orienta a indagar las estructuras de relación y orde-
nación de los fenómenos sociales, a partir de la convicción de que existe una determinada legalidad social que
puede ser objeto de investigación y estudio de acuerdo a los procedimientos y reglas del método científico.

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TEMA 12.TEORÍA E INVESTIGACIÓN EMPÍRICA EN SOCIOLOGÍA.

1. LA DIMENSIÓN TEÓRICA Y EMPÍRICA EN LA SOCIOLOGÍA.


Según Hans Zetterberg, el modelo general de actuación investigadora se inició con el supuesto de que
existía un orden en los hechos físicos, el cual se descubrió a través de la observación al constatar la regularidad
de sus manifestaciones; a su vez, estas regularidades se formularon en leyes científicas, y las leyes se combina-
ron y relacionaron en teorías que fueron la base de la tecnología de nuestro tiempo. En el terreno sociológico, se
constata que los fenómenos sociales se producen de acuerdo a ciertas leyes y pautas regulares, y el papel de la
Sociología consiste en investigar y descubrir dichas leyes sociales.

Los rasgos que definen a la ciencia son su finalidad práctica y el método objetivo y racional. Esta doble
perspectiva, teórica y empírica, constituye el fundamento de toda ciencia: las teorías deben basarse en hallaz-
gos empíricos y verificables, y toda investigación empírica debe desarrollarse en el marco de una teoría. Lo que
validará el carácter científico de la Sociología será, pues, su capacidad para desarrollar teorías verificables,
basadas en hallazgos empíricos y que tengan una utilidad práctica.

Sin embargo, el desarrollo de teorías sociológicas cuenta con dos obstáculos: las dificultades metodoló-
gicas en base a la parquedad de herramientas, y el cómo articular teóricamente los complejos hechos sociales.
Este doble frente de dificultades puede afrontarse mediante una concepción dialéctica de los hechos sociales,
cuyos postulados son:
1. Los hechos no son datos estáticos, sino dinámicos y dialécticos.
2. Los hechos no deben entenderse como algo dado, cerrado y definitivo, sino como momentos de
un proceso.
3. La realidad de los humanos consiste en modificar constantemente el orden de lo dado, para
construir una existencia dinámica y dialéctica, es decir, histórica.
4. Un hecho social no es sólo lo que muestra en un instante de nuestra observación, sino también
todas las posibilidades implícitas en su dinámica y aún no explicitadas.
5. La característica fundamental del ser humano es su capacidad para actuar como sujeto, es
decir, para ser libre y creativo, desafiando y cambiando el orden existente.
6. La capacidad de transformar el orden dado forma parte de la realidad social, que engloba
tanto lo existente, como los procesos de cambio y sus potencialidades.

Todas estas dificultades evidencian por qué la disputa metodológica continúa tan activa entre sociólogos,
desarrollándose numerosas investigaciones sin planteamientos de hipótesis previas ni encuadre teórico adecuado.
El acople entre dimensión teórica y empírica permanece bloqueado, con una notable incomunicación entre soció-
logos teóricos y empíricos. De hecho, la tradicional atención a la dimensión teórica se explica, según John Rex,
por los imperativos lógicos de toda construcción científica, sus necesidades prácticas de empezar a funcionar y
de acotar un campo temático propio. Es decir, que la clarificación de los problemas de la investigación sociológica
es de orden metodológico, y consiste en distinguir los problemas de la observación empírica de los problemas
de la construcción teórica.

En cuanto a la construcción teórica, el problema que se plantea es qué tipo de teoría es posible en la So-
ciología actual. En la línea de los grandes maestros, que se inclinan por la elaboración de una “gran teoría” socio-
lógica, Talcott Parsons señala que ésta debe darse en el marco de un “sistema teórico”, es decir, en el seno de un
cuerpo de conceptos generalizados, lógicamente interdependientes, y de referencia empírica. Por ello, el esfuer-
zo fundamental para desarrollar la Sociología debe ser un esfuerzo teórico, pues a raíz de que la Sociología ma-
dure como ciencia será posible una utilidad práctica de alto nivel.

Robert Merton coincidirá en la necesidad de un desarrollo teórico, pero postulará las “teorías de alcan-
ce intermedio”, entre las limitadas hipótesis de la rutina sociológica diaria y las grandes teorías globales. Se

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trata de teorías menos imponentes, pero más inmediatas y mejor fundadas, que permiten unificar y sistemati-
zar muchas hipótesis y uniformidades empíricas acumuladas de un modo disperso. Según Merton, lo importante
es saber qué es lo que realistamente se pude hacer en el actual estado de desarrollo de los conocimientos socio-
lógicos, pues el problema reside en dar destino a nuestros escasos recursos, de tal modo que la Sociología pro-
gresará a medida que centre su interés en producir teorías intermedias.

La disparidad de criterios sobre cómo entender la tarea teórica nos evidencia cierta tendencia a identi-
ficar la teoría sociológica con cualquier generalización o reflexión teórica, de tal modo que el concepto de teoría
tiende a utilizarse en Sociología con mayor laxitud que en otras ciencias. En ese sentido, Paul Lazarsfeld estable-
ció algunos criterios y dimensiones que deben reunir las teorías: establecer conceptos fundamentales, definir
las manipulaciones de que van a ser objeto, establecer conclusiones y verificarlas empíricamente. Más restricti-
vo, Johan Galtung señaló que las teorías deben reunir: generalidad, amplitud, evaluación de hipótesis, formaliza-
ción, axiomatización, relación con otras teorías, predecibilidad, comunicabilidad, reproducibilidad y fecundidad.
Sin embargo, en la actualidad la mayor parte del quehacer práctico de los sociólogos se realiza bajo imperativos
mucho más relativos, modestos e inmediatos, con una dimensión teorética poco significativa, etiquetando como
teorías a diversos esquemas clasificatorios, problemas, ideas, generalizaciones, previsiones e interpretaciones,
que deberían considerarse como “reflexiones analíticas”.

La dificultad teorética en Sociología se muestra también en las compleja pluralidad de campos de tra-
bajo, que Morris Ginsberg llegó a clasificar en seis grandes tipologías, con posibilidades de predicción muy diver-
sos, basadas en informaciones empíricas de diferente valor y obtenidas por métodos completamente distintos.

Por otra parte, la equiparación del trabajo teórico sociológico con el de otras ciencias presenta graves
dificultades, sobre todo debido a los grandes problemas de “simbolización” y “cuantificación” de los datos so-
ciales en términos matemáticos. En ese sentido, Raymond Boudon prevé un desarrollo considerable de la metodo-
logía matemática en las ciencias humanas, en base al desarrollo de las propias matemáticas, de la investigación
empírica, de los instrumentos de medida, de las técnicas y procedimientos específicos de cada investigación y de
la enseñanza, entre otras causas.

El proceso de investigación sociológica debe conjugar la interrelación mutua entre teoría e investi-
gación empírica propias de la lógica científica, pues la investigación empírica estimulada por consideraciones
teóricas puede hacer surgir nuevos aspectos teóricos que, a su vez, llevarán a posterior investigación, y así in-
definidamente:
a) Formulación de hipótesis que establezcan algún tipo de relación causal entre fenómenos y procesos
sociales. Deben ser claras, específicas y factibles de comprobación empírica, y serán más valio-
sas cuanto más contenido teórico contengan, ayudando a prever y predecir hechos futuros.
b) Verificación de la hipótesis, mediante:
1. Definición de sus partes y componentes.
2. Verificación de dichas partes sometiéndolas a pruebas de falsación.
3. Verificar y comprobar que los hechos casan con la hipótesis.
4. Formulación de un principio o ley sociológica.

La fase de verificación es quizás la más compleja al encontrarse sometida a imperativos técnicos, aun-
que las limitaciones técnicas no han impedido que un buen número de sociólogos hayan realizado investigaciones
muy fructíferas utilizando procedimientos analíticos muy diversos. En cualquier caso, en el hilo conductor de
todas estas fases y estudios rige el criterio de intentar conjugar las dos dimensiones básicas e imprescindibles
de la investigación científica: la teórica y la empírica.

2. EL PLURALISMO TEÓRICO DE LA SOCIOLOGÍA.


Aunque Thomas Kuhn formuló sus tesis sobre los paradigmas científicos y cómo éstos son desplazados

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por nuevos paradigmas mediante las revoluciones científicas, él mismo se sorprendió ante el número y alcance de
los desacuerdos entre científicos sociales, con controversias casi endémicas sobre sus fundamentos, haciéndose-
le patente la caracterización de la Sociología como disciplina teóricamente plural o de carácter poliparadigmá-
tico.

Dado que la Sociología no posee un paradigma común y compartido, se plantea la duda sobre si se encuen-
tra aún en fase de maduración hacia su consecución, o bien si la pluralidad teórica forma parte de la misma lógica
interna del quehacer sociológico. En ese sentido, Robert Friedrichs señaló que, difiriendo de Kuhn, quizás las
comunidades científicas deban aceptar un pluralismo básico como estilo de vida apropiado para el espíritu cientí-
fico, al igual que el pluralismo ciudadano y religioso ha representado una respuesta cívica apropiada frente a la
naturaleza repetitiva de las revoluciones sociales. En cualquier caso, una ciencia social quizá deba admitir una
dimensión paradigmática mayor que una ciencia natural, dado que entre los científicos sociales y su objeto de
estudio existe una interacción mucho más íntima que entre los científicos naturales y los fenómenos físicos. En
efecto, los fenómenos sociales pueden verse condicionados por la imagen que el científico social ha interiorizado
con respecto a la naturaleza de su actividad, es decir, que el científico social soporta el paradigma añadido en
cuyos términos se ve a sí mismo, y que podría denominarse un pluralismo a nivel de “autoimagen”, pues cada
sociólogo cuenta con el suyo propio.

Esta conformación plural de la Sociología radica ya en sus propios orígenes, donde se observó la necesi-
dad de construir complejos sistemas teóricos a fin de equiparar y diferenciar la nueva disciplina de otras cien-
cias. Tal fue así, que al siglo XIX se lo ha denominado el “siglo de los sistemas sociológicos”, con casi tantos
como sociólogos. Ello propició no sólo que se diferenciara de otras disciplinas, sino que también se diferenciara
internamente en escuelas distintas, enfrentadas y rivales.

En la actualidad, la formación de los sociólogos continúa produciéndose en el contexto de una clara ima-
gen de pluralismo, e incluso se detecta cierta vocación por defender y presentar tal pluralismo como una de las
características fundamentales de esta disciplina, considerándolo, no como un elemento de subdesarrollo discipli-
nar, sino como un rasgo de la singularidad de su propio objeto de estudio. Como observa Robert Merton, las
diversas orientaciones teóricas resultan eficaces para enfrentarse con distintos tipos y aspectos de los proble-
mas sociales, dado que la pluralidad de cuestiones, estudiadas mediante diferentes perspectivas y desde dife-
rentes enfoques, origina una diversidad de teorías sociológicas frecuentemente complementarias más que con-
tradictorias.

Algo que Robert Nisbet consideró un rasgo diferenciador respecto a las ciencias naturales radica en la
peculiar característica de considerar la historia teorética de la Sociología en un mismo plano de significativi-
dad, equiparando las teorías más actuales a las originarias o las clásicas, lo que origina que los profesores consi-
deren que el estudiante deba conocer con detalle todas las principales corrientes teóricas a fin de poder realizar
sus propias valoraciones y fraguarse sus propios criterios. Ello conlleva dos problemas: ciertos efectos des-
orientadores si el estudiante no se sitúa en la perspectiva temporal adecuada que envuelve cada teoría, y un pro-
blema práctico en tanto es difícil ofrecer una visión general común de la Sociología a través del conocimiento
preciso de todos sus diversos antecedentes.

Todo ello nos lleva a preguntarnos por los límites y extensión del pluralismo sociológico, pues parece
apreciarse que no tiene más límites que los que impone el desarrollo del quehacer práctico. Así, Walter Wallace
diferenció once enfoques diferentes, Ken Menzies inventarió dieciocho, y no faltan quienes consideran que sólo
existen dos bloques paradigmáticos: la Sociología del consenso (funcionalismo) y la Sociología del conflicto
(marxismo), observándose tanto partidarios de la tendencia poliparadigmática como de la monoparadigmática.

En la búsqueda de la identidad de la Sociología, hay quienes observan la pluralidad teórica como algo se-
cundario, señalando a los instrumentos o sistemas metodológicos como sus elementos de identidad. Así, Bor-

56
dieu, Chamboredon y Passeron no dudan en afirmar que lo único que aúna a Marx, Weber y Durkheim es la perte-
nencia de sus investigaciones a la ciencia sociológica, esgrimiendo la aplicación de los principios fundamentales de
la teoría del conocimiento sociológico como la única herramienta capaz de vincular autores cuyas oposiciones doc-
trinales ocultan un acuerdo epistemológico.

En la búsqueda de un marco paradigmático o corpus teórico integrado, George Ritzer reivindicó la inter-
pretación de Kuhn del concepto de paradigma como “matriz disciplinal”, es decir, como un paradigma que com-
prenda un abanico de subparadigmas, proclamando la existencia de un paradigma sociológico metateórico. Así,
diferenció cuatro niveles de realidad social en un eje de coordenadas entre los continuos objetivo/subjetivo y
macroscópico/microscópico, englobando un paradigma sociológico integrado:
Niveles de la realidad so-
Paradigmas sociológicos
cial
Nivel Macro-subjetivo Paradigma de los hechos socia-
Nivel Macro-objetivo les Paradigma
Sociológico
Nivel Micro-subjetivo Paradigma de la definición social
Integrado
Nivel Micro-objetivo Paradigma de la conducta social
S
in embargo, la propuesta de Ritzer no recoge todo el pluralismo de la Sociología actual, y su imagen pa-
radigmática integrada no ofrece otra cosa que proporcionar la simple descripción de un campus profesional co-
mún a los principales enfoques teóricos.

Permanece la duda, pues, sobre si la inexistencia en Sociología de un corpus teórico integrado se co-
rresponde con un rasgo coyuntural de la Sociología contemporánea, o bien un componente constitutivo que suscita
dudas sobre su cientificidad. En ese sentido, Salvador Giner ha sugerido que aceptar la dualidad de la naturale-
za humana, racional y afectiva, conlleva reconocer el carácter plural a la Sociología, pues ésta posee un doble
enraizamiento en ambas esferas: en la racional, que hace posible la ciencia, la cuantificación y el tratamiento
objetivo de la experiencia; y en la afectiva, que nos proporciona un saber vivencial y credencial sobre esa expe-
riencia en formas estéticas y morales.

Quizás, como señala John Urry, no se trate tanto de debatir el carácter científico de la Sociología en los
términos paradigmáticos que apunta Thomas Kuhn, como de debatir si dichos términos son los adecuados para
determinar dicha cuestión.

57
TEMA 13. LA SOCIOLOGÍA Y LOS VALORES.

1. EL DEBATE SOBRE LA SOCIOLOGÍA COMO CIENCIA LIBRE DE VALORES.


Los criterios metodológicos generales de toda ciencia imponen a la Sociología la diferenciación de dos
planos: los hechos objetivos y las opiniones o criterios. Pero, frente a la exigencia científica de una inequívoca
disposición a la objetividad, la Sociología arrastra una clara vocación de reconstrucción y consolidación del
orden social que a menudo ha puesto en entredicho su cientificidad. Ello se evidencia en la compleja dialéctica
entre el objeto y el sujeto en la investigación sociológica, es decir, entre el sociólogo como observador y como
parte de lo observado, lo cual propicia riegos de subjetividad y de deformación.

Para paliar o contrarrestar dichos riesgos se han sugerido ciertos mecanismos autocorrectores, es de-
cir, propuestas metodológicas orientadas a garantizar la máxima objetividad. Alfred Schutz, por ejemplo, acen-
tuó la necesidad en el sociólogo de distinguir entre el científico, distanciado y racional, y el ciudadano, emocional
e involucrado. Sin embargo, esta posibilidad de desdoblamiento de personalidad resulta problemática, no sólo
porque la objetividad e imparcialidad del científico no vienen garantizadas “per se”, sólo por desempeñar en un
momento dado ese papel, sino porque los prejuicios y elementos valorativos pueden penetrar en el mundo científi-
co de muchas formas, no siempre suficientemente explicadas.

La discusión sobre la relación de la Sociología con los valores arranca del postulado de la “neutralidad
valorativa” de Max Weber, que, como señala Alvin Gouldner, se ha convertido en un “mito de grupo”, en base a
que los sociólogos actuales aluden a cosas muy diferentes al concebir una ciencia como libre de valores. Sin em-
bargo, Weber no lo planteó en el sentido de que se obviase el aspecto valorativo, sino de que en toda exposición
se distinguiera claramente entre las cuestiones objetivamente empíricas y las valoraciones personales, en una
separación de esferas que catalogó como de “honestidad intelectual”.

En esa línea, Gouldner catalogó la dualización hechos-valores como un desgarro de la realidad: una mala
solución a la dialéctica histórica entre las dos actitudes tradicionales del pensamiento occidental: la razón y la
fe. Ello le llevó a plantear dos reflexiones:
− La adopción de una Sociología exenta de valores, basada en un método racional y objetivo,
propiciaría consecuencias negativas: antes de Hiroshima, también los físicos hablaban de una
ciencia libre de valores, algo que ya no resulta tan verosímil.
− El desarrollo de la “Sociología comprometida” y la práctica de tomar partido por determinados
agentes sociales alertan sobre las consecuencias negativas de ciertas formas exageradas de
compromiso, dado que los sociólogos deben dar su adhesión básica a valores, no a facciones.

Los criterios morales, por tanto, deben jugar un papel en el desarrollo de toda ciencia, y la cuestión es-
triba en determinar los límites de esa relación, algo no exento de complejidades y matices.

Llegamos a la conclusión de que, como señala Jürgen Habermas, una Sociología libre de valores descansa
en un “dualismo de hechos y decisiones”, es decir, en diferenciar el plano de los hechos del de los juicios, el
conocer del valorar, dado que los juicios de valor jamás podrán asumir la forma de enunciados teoréticos. Sin
embargo, la separación de ambos ámbitos no siempre es posible ni aparece tan delimitada, pues los valores pue-
den influir de muchas y muy diversas maneras en el proceso investigador. Como afirma Robert Merton, el
investigador también tiene sus valores, tácitos o explícitos, que influyen desde en la elección del objeto de estu-
dio hasta en la forma y alcance de la investigación, pasando por excluir aquellos cursos de acción que violen sus
propios valores. Por ello, se ironiza que el sociólogo con frecuencia sólo ve lo que quiere ver y está ciego para lo
que no quiere ver.

Sin embargo, la confianza existente en la alta capacidad depuradora garantizada por la correcta aplica-
ción del método científico propicia que algunos sociólogos, como Ralf Dahrendorf, no consideren como problemá-

58
tica la incidencia de los valores en la Sociología. Aunque se acepta su influencia en la selección de problemas o en
la formulación de hipótesis, se considera que ni los valores ni el proceso reflexivo del científico deciden sobre
la validez de las teorías e hipótesis, pues en este punto sólo cuenta la consideración empírica.

Dado que los valores pueden influir por mecanismos muy sutiles, el dilema reside en cómo lograr que la
investigación se desarrolle con escrupulosa objetividad, y al mismo tiempo queden explicitados los posibles
juicios de valor. En ese sentido, Gunnar Myrdal opina que los prejuicios no pueden eliminarse simplemente “ape-
gándose a los hechos”, pues los datos son a menudo más susceptibles de ser influidos por tendencias prejuiciadas
que los propios pensamientos. Lo importante es tomar conciencia del modo latente u oculto en que pueden influir
los prejuicios, y adoptar una serie de cautelas y “métodos lógicos” que permitan conocer y purgar su influencia
mediante el cuidado escrupuloso del proceso investigador. Esta escrupulosidad, sin embargo, no debe llevar hacia
un nihilismo moral, pues abocaría la Sociología a una ciencia absolutamente desinteresada y sin ninguna proyec-
ción práctica.

En suma, la Sociología debe afrontar dos aspectos básicos y complementarios: la necesidad de una
práctica investigadora lo suficientemente objetiva como para evitar la deformación ideológica, y ser lo bastante
explícita y transparente como para que sea posible identificar los elementos valorativos o ideológicos. En la co-
rrecta concurrencia de ambos extremos se evitará la conversión de la Sociología en una mera ideología, y quedará
salvo el legítimo compromiso práctico de los sociólogos con la sociedad.

2. EL COMPROMISO DE LA SOCIOLOGÍA.
De toda lo expuesto se deduce que una de las dimensiones fundamentales de la problemática sociológica
es el modo de entender su compromiso práctico. Entre una Sociología absolutamente neutra y una Sociología
alineada con una ideología, el dilema consiste en situar las fronteras en las que puede ser situado legítimamente
el quehacer sociológico.

Aunque ya Durkheim estableció como primera regla de su método sociológico la independencia de toda la
filosofía y teorías ideológicas, a las cuales el sociólogo no debía reconocer ningún valor científico, el sociólogo
debe asumir ciertas responsabilidades añadidas:
 Como científico, el sociólogo debe practicar la moral de la objetividad; sin embargo, es obvio que el
científico social debe asumir un compromiso metaprofesional o metateórico orientado a garantizar
y defender un determinado contexto socio-político en el que sea posible el libre ejercicio del queha-
cer científico, y por tanto sociológico.
 Dado que la Sociología, como toda ciencia, debe tener una proyección y un sentido práctico, el modo de
ejercerlo es prestando su apoyo a ideales pragmáticos.
 El carácter dinámico de los hechos confiere al ámbito sociológico un carácter dialéctico muy especial.
Por ello, el sociólogo debe ser capaz de trascender la inmediatez de lo dado, y saber interpretar la
dinámica de los procesos situándolos en una perspectiva histórica de largo alcance para dotar a la
realidad de un significado potencial.
 La responsabilidad del sociólogo no se acaba en su práctica profesional, sino que, como agente social,
se extiende lógicamente a su condición de ciudadano.

Paulatinamente, la idea de compromiso ha ido penetrando en la Sociología contemporánea, y uno de las


posiciones más destacadas es la de quienes reclaman la práctica metodológica de la empatía, es decir, la capa-
cidad de ponerse en la posición del que está siendo estudiado, como la única forma de dotar de significación a la
investigación.

Algunos sociólogos sostienen que no es suficiente con afirmar la vocación práctica de la Sociología, sino
que lo decisivo son la forma y las garantías en que ésta se produzca. En ese sentido, Tom Bottomore determinó
que las preocupaciones fundamentales de la Sociología deben ser: criticar las teorías sociales, investigar las

59
desigualdades en la estructura social, y examinar el carácter de los movimientos sociales contestatarios. De ese
modo, la Sociología sería al mismo tiempo teórica, empírica y política.

La aplicación práctica de los resultados científicos de la Sociología también ha encontrado dificultades


respecto a las estructuras de poder establecidas, entablando una singular y difícil dialéctica que comprende
dos dimensiones: la política, en tanto al propio juego y reparto del poder, y la socio-profesional, en tanto a las
posibilidades del sociólogo para desarrollar su actividad sociológica.

Para finalizar, Gouldner recordará que un elemento fundamental en la aspiración a conectar la teoría y la
práctica es el componente organizativo de la Sociología, pues los teóricos sociales no pueden tener verdades
sobre la sociedad sin tener verdades sobre sí mismos. Y no pueden tener verdades sobre sí mismos sin saber
cómo organizarse para el fomento del discurso racional, y sin aplicar este conocimiento.

60
TEMA 14.OBJETO Y TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA.
1. LOS GRANDES TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA.
Dado el carácter dinámico del objeto de la Sociología, su desarrollo corre paralelo a la emergencia de
nuevas problemáticas sociales, de modo que los grandes campos y temas de atención sociológica continúan en un
período de desenvolvimiento, e irán evolucionando con el tiempo en su continuo ajuste a las realidades sociales
concretas.

Desde su gestación, una de las principales problemáticas de la Sociología ha consistido en la delimitación


de un campo temático específico comúnmente aceptado. Ello ha presentado dos clases de dificultades: las ori-
ginadas respecto a las disciplinas de las que la Sociología se desagregó, al haberse originado a partir de un con-
glomerado de ciencias sociales poco diferenciadas inicialmente, y respecto a las especialidades sociológicas más
desarrolladas, dada la tendencia progresiva hacia la especialización. Así, las dificultades más destacables para la
delimitación de un campo temático común serían:
• Aunque la tesis habitual es que la Sociología vino a llenar un hueco en el conjunto de saberes, origina-
do por la insuficiencia de la Economía para ocuparse de la “cuestión social”, también existen tesis dis-
tintas. Según Paul Lazarsfeld, el papel de la Sociología consistió en llenar los espacios vacíos del
mapa intelectual, formándose a partir de los campos temáticos desechados por otras disciplinas. Es
el punto de vista de quienes consideran que lo propio de la Sociología es el matiz social que introduce
en la consideración de cualquier tema concreto, de modo que no existiría una Sociología, con un con-
tenido temático específico, sino un conjunto diverso de sociologías.
• Aceptado el origen de la Sociología a partir de la Economía, y que además recibió influencias de otras
ciencias (Filosofía, Historia, Estadística, Biología...), una gran dificultad para definir su campo temá-
tico reside en la diversidad de influencias nacionales, con diferentes tradiciones culturales y cir-
cunstancias socioeconómicas, de modo que en cada país recibió un tipo de influencias específicas que
la desarrolló con matices propios, propiciando un aspecto más de su carácter plural.
• Otra fuente de discrepancias para aceptar un objeto temático común en Sociología radica en las dis-
tintas orientaciones dadas en las diferentes etapas de su desarrollo. Así, mientras el período fun-
dacional se caracterizó por ambiciosas pretensiones globalizadoras, desarrollando amplios y comple-
jos sistemas teóricos, una segunda etapa reorientó los trabajos sociológicos hacia metas más realis-
tas y objetos de estudio más concretos, paralelo a la progresiva institucionalización y profesionaliza-
ción de la Sociología, y en la actualidad se observa una acusada tendencia hacia la especialización,
traduciéndose en la formalización de comunidades profesionales de especialistas. Es decir, que en lu-
gar de converger en un objeto, la especialización propicia la divergencia.
• Por último, el hecho de tener que compartir la sociedad como objeto general de estudio con otras
disciplinas sociales plantea dos problemas: que la delimitación del campo temático propio implica la
delimitación del de las demás ciencias sociales, y la obligación de establecer relaciones y vías de mu-
tua influencia con ellos.

Todas estas dificultades llevaron a Huntington Cairms a considerar que, hasta que los sociólogos no se pon-
gan de acuerdo en la definición del objeto de su estudio, no queda otro recurso que suponer que la Sociología es
aquello que hacen los que se dicen sociólogos. Desde una perspectiva más reflexiva, Alex Inkeles propuso tres
criterios concretos:
 Criterio histórico. Consiste en delimitar el objeto de la Sociología en base a los problemas
centrales que por tradición histórica más han preocupado a la Sociología, haciendo especial
énfasis a lo expresado por los padres fundadores. Sin embargo, ello puede derivar en un mero
recurso a un criterio de autoridad, desembocando en una concepción petrificada y desfasada
de la Sociología que obvia el carácter dinámico del decurso histórico.
Este criterio plantearía, además, una nueva dificultad a causa de las discrepancias entre los
sociólogos respecto a quienes deben ser considerados como padres fundadores, pues entre
los cuatro propuestos por Inkeles y los veinticuatro de Timothy Raison se abre un amplio

61
abanico de sociólogos ilustres, raramente coincidentes en sus apreciaciones. Por tanto, la vi-
sión que ofrece Inkeles de la Sociología, en virtud a las coincidencias entre los cuatro padres
fundadores por él elegidos, es a todas luces parcial y limitada. Como puso de manifiesto Nel
Smelser, el pluralismo teórico de la Sociología da lugar a una diversidad de ópticas respecto a
los temas a considerar, propiciando la aparición de un buen número de escuelas según los mé-
todos empleados en describir su campo de estudio.
 Criterio analítico. Delimitar el objeto de la Sociología de acuerdo a lo que nos sugiera un aná-
lisis lógico-racional de la problemática social. Sin embargo, en su aplicación este recurso re-
sulta inviable, dado que en la práctica cada sociólogo puede construir su propio esquema temá-
tico según su propio enfoque teórico particular, abocando de nuevo al pluralismo temático.
 Criterio empírico. Delimitar el objeto de la Sociología en base a los problemas que preferen-
temente preocupan a los sociólogos contemporáneos. Esta imagen práctica de lo que hacen los
sociólogos en su actividad profesional concreta puede captarse desde varias instancias:
― Clasificaciones de la Sociología provenientes de diversas fuentes documentales. Desta-
can la Clasificación de la Sociología de Durkheim (1909), actualizada en el “Année So-
ciologíque” (1925), ya algo desfasada, que divide a la Sociología en siete capítulos con
diversos subcapítulos; y la Clasificación de la Sociología del “American Journal of So-
ciology”, de diez capítulos con diversos subcapítulos.
― Clasificación de la Sociología según el contenido de los libros de texto. Así, Inkeles se
refirió a la Sociología enumerando doce temas fundamentales en los que, según un estu-
dio de Hornell Hert, coinciden la mayoría de los manuales.
― Clasificación de la Sociología según el contenido de las publicaciones. De acuerdo a ello,
William Dobriner la clasificó en cuatro áreas temáticas: los sistemas de relación, las
instituciones sociales, la organización social y los sistemas societarios. También destaca
la clasificación de la publicación “Sociological Abstracts”, la cual recoge y ordena de
acuerdo a criterios clasificatorios internacionales el contenido temático de todas las
publicaciones que realizan los sociólogos.
― Clasificación de la Sociología según los temarios de los Congresos Internacionales de
Sociología. Éstos proporcionan unos elementos de juicio muy relevantes sobre la manera
en que se está produciendo en la práctica la actividad de los sociólogos, reflejando las
principales áreas de actividad investigadora, así como lo que los sociólogos enseñan en
los centros docentes.

Sin embargo, el criterio de definir el campo temático en base a lo que hacen los sociólogos nos remite a
debatir hasta qué punto son plenamente autónomos para regular su actividad. Como observa Richard Ofshe, los
sociólogos nunca han tenido el poder necesario como para implementar los experimentos sociales que a ellos les
hubiera gustado realizar, los cuales son seleccionados por las grandes entidades y grupos de interés que los
financian. Por ello, lo que realmente hacen los sociólogos en la práctica no tiene por qué coincidir con lo que los
sociólogos consideran más prioritario. Esta dependencia financiera es uno de los mayores peligros para el desa-
rrollo de la “imaginación sociológica”. Es decir, que el criterio empírico sólo reflejaría la “Sociología posible”,
excluyendo la “Sociología necesaria”.

2. MACROSOCIOLOGÍA Y MICROSOCIOLOGÍA.
El escaso éxito de los intentos clasificatorios propicia cierta impresión de que la labor de los sociólogos
se desarrolla generalmente en torno a una casuística poco sistematizada, lo que ha intentado solucionarse me-
diante su delimitación en grandes campos de referencia. En esa línea, Pitirim Sorokin diferenció entre la Socio-
logía general (subdividida en estructural y dinámica) y ciertas sociologías especiales, mientras que Morris Gins-
berg dividió la Sociología entre estructura social, control social y cambio social.

Sin embargo, el gran criterio clasificatorio con más éxito corresponde al de Georges Gurvitch, quien di-

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ferenció entre Macrosociología y Microsociología. Según él, los ingredientes más elementales de la realidad so-
cial son las manifestaciones de sociabilidad, es decir, las múltiples maneras de estar ligados por el todo, que,
aunque se trata de manifestaciones dependientes de la macrosociología, son fenómenos sociales totales en es-
cala microsociológica. De ese modo, macrosociología y microsociología representan dos modos de aproximación al
fenómeno de la sociabilidad: si el análisis está bien realizado, la una conduce a la otra.

En realidad, la distinción entre macro y microsociología tiene más bien un valor clasificatorio que analíti-
co, y así se expresa Duncan Mitchel, quien lo adopta por la conveniencia de distinguir entre el estudio de las so-
ciedades totales y el estudio de los aspectos a pequeña escala de la vida social. En consecuencia, podemos decir
que:
• La Macrosociología comprende las actividades orientadas a estudiar y comparar las sociedades
globales, así como sus principales aspectos a través de sus aspectos globales: instituciones socia-
les, estratificación, clases sociales, familia, sistema político...
• La Microsociología se orienta al estudio de los grupos sociales (pequeños) y las agrupaciones de ta-
les grupos, o los ámbitos inmediatos en que se desenvuelven: escuela, empresa, pequeñas comuni-
dades...

Dado el carácter inmanejable e inabarcable de las sociedades globales, el sociólogo no puede pretender
empezar por el estudio de realidades tan amplias, viéndose obligado a iniciar su tarea investigadora abordando
aspectos concretos y delimitados. Por ello, el análisis microsociológico ha sido visto como insoslayable, dado que
la dinámica de cualquier explicación causal debe ser micro-situacional, en base a que, en definitiva, cualquier ma-
crocondición produce sus efectos sobre las situaciones concretas de los actores. Así, el “manejable” análisis mi-
crosociológico estaría encaminado a inscribirse en el marco macrosociológico, al cual se llegaría irremediablemen-
te a partir del primero. La distinción entre macro y microsociología queda reducida, pues, a una cuestión de gra-
do y de óptica.

En realidad, a nivel de investigación empírica la distinción entre macro y microsociología es irrelevante,


dado que ambas se encuentran asociadas como se acaba de exponer, o bien en ambos casos se encuentran orien-
tadas, una hacia la confección de “grandes teorías globales” (macro), adoptada por la corriente metodológica
holística (enfoque objetivo-estructural de la sociedad), y la otra hacia “teorías de alcance medio” (micro), adop-
tada por la corriente metodológica individualista (enfoque subjetivo-simbólico).

También ambos enfoques han sido víctimas de diversas críticas. De los enfoques macrosociológicos se ha
afirmado que dan lugar a una formulación tan vaga y general de las hipótesis que resulta imposible su verifica-
ción, suponiendo una interpretación predeterminada de la configuración real de la sociedad. De los microsocioló-
gicos, que no permiten situar adecuadamente los análisis en sus contextos sociales, dando lugar a la paradoja de
una “sociología sin sociedad”.

3. LA SOCIOLOGÍA Y OTRAS CIENCIAS SOCIALES.


El hecho de compartir el mismo objeto general de estudio propicia que las relaciones de la Sociología con
las demás ciencias sociales observe una dialéctica peculiar. Por una parte, las fronteras entre ellas no son siem-
pre fáciles de trazar, y por otra algunas disciplinas sociales ya se han desgajado del tronco común de la Sociolo-
gía, aunque aún sea difícil diferenciar lo que conservan de común y de específico.

En general, las conexiones entre las distintas ciencias sociales ha atravesado dos períodos. El primero o
fundacional fue de un gran esfuerzo por marcar enfáticamente las fronteras, delimitando objetos de estudio en
búsqueda de un reconocimiento en el edificio científico. En la actualidad la tendencia se ha invertido, constatán-
dose el énfasis en señalar los puntos de conexión, con intercambio de técnicas, complementariedad de enfoques y
la práctica de estudios multidisciplinares.

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La Clasificación de las Ciencias Sociales también ha sido objeto de diversas versiones. Georges Gur-
vitch, por ejemplo, las clasificó del siguiente modo:
 Ciencias Sociales particulares (vertical). Ciencias que estudian los diversos aspectos de la vida
social dentro de un mismo grupo:
− Particulares de morfología social: Geografía humana y Demografía.
− Particulares específicas: Economía, Ciencia Política, Sociología del derecho, de la religión, de
la moral y del arte..
 Ciencias Sociales globales (horizontal). Ciencias que estudian las diversas categorías de grupos
sociales:
− Sociología de los grupos elementales. Estudian los grupos sociales aislados en medio de
grupos más vastos: Sociología de los partidos, de los grupos intermedios en general, de
las ciudades, de las comunidades...
− Sociología de las colectividades. Estudia los grupos sociales complejos que constituyen con-
juntos más o menos autónomos: Etnología, Historia...
− Sociología general. Estudia todos los grupos sociales en todas las comunidades: sociología
general histórica, del conocimiento, filosofía de la historia...

Por su parte, Cazenueve, Akoun y Baile han propuesto su propia clasificación:


1. Instrumentos de análisis: Matemáticas, Estadística, Informática, Lenguas Vivas...
2. Disciplinas auxiliares, aquellas que pueden dar o recibir aportaciones: Filosofía, His-
toria, Geografía, Economía, Ciencia Política, Derecho, Psicología y Lingüística.
3. Disciplinas sociológicas: Sociología, Etnología, Psicología de los Pueblos, Psiquiatría
social, Psicología social y Demografía.
Para concluir, sólo reafirmar el postulado de que la Sociología no es la ama, ni la sirvienta, sino la herma-
na de las restantes ciencias sociales.

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