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Su objetivo es evitar la muerte inmediata del paciente detectando las situaciones que
ponen en riesgo su vida, resolviéndolas de inmediato. Lo realizamos siguiendo la clásica
regla del A, B, C, D, E, donde A representa la vía aérea y control cervical bimanual, B la
ventilación, C la circulación, D el estado neurológico y E la exposición corporal completa
y control ambiental. Se iniciará con la A y finalizará con la E; no se pasará de una letra a
otra sin haber resuelto previamente la anterior.
Se deberá garantizar una vía aérea (VA) permeable, con control bimanual y ligera
tracción de la columna cervical, maniobra fundamental para la supervivencia del paciente,
al proporcionar una ruta expedita para el intercambio de aire entre los pulmones y el medio
externo, sin descuidar la columna cervical. Permite reconocer la obstrucción al paso de
aire en las vías aéreas superiores y solucionarlo. La causa más común de obstrucción de
la vía aérea en el paciente inconsciente es la caída del paladar blando y la lengua, sin
embargo, no hay que olvidar la posibilidad de que el vómito, sangrado, secreciones y otros
objetos extraños puedan ocluirla. Se procederá a la remoción del casco en caso de que el
paciente lo llevase puesto.
Ventilación y oxigenoterapia suplementaria. Una vez lograda una vía aérea permeable
evaluaremos si existe un correcto intercambio de aire entre el medio ambiente y los
pulmones; escuchamos, vemos y sentimos si el paciente ventila, y se valorarán signos de
hipoxemia y trabajo respiratorio. En caso de que exista paro respiratorio iniciaremos el
protocolo con ventilación de rescate. Si la ventilación está presente debemos enriquecer
el aire inspirado con oxígeno suplementario (el oxígeno es la medicación fundamental del
traumatismo), administrado a través de la mascarilla con bolsa reservorio a 15 litros por
minuto; debemos administrar oxígeno suplementario para garantizar una FIO2 mayor a
0,85. Posteriormente se valora la forma, la simetría en la expansión y la integridad de la
pared torácica con objeto de detectar la presencia de neumotórax hipertensivo (en cuyo
caso se efectúa punción torácica descompresiva), neumotórax abierto (sellando con un
dispositivo de válvula), o tórax inestable (procediendo a fijar el segmento afectado, en
caso necesario). Con la finalidad de monitorizar al paciente se indica la colocación de un
oxímetro de pulso y/o un capnógrafo.
E
Exponer la totalidad del cuerpo para constatar lesiones, evitando la hipotermia
(cuidado especial en niños). Este punto es decisivo porque permite determinar la
localización y extensión de las lesiones. Una situación a considerar es que la evaluación
en la calle debe circunscribirse sólo a aquellas áreas donde se sospeche lesión, cuidando
en todo momento la integridad y pudor del paciente. En todo paciente con traumatismo
multisistémico se debe proceder al empaquetamiento integral, realizando sólo aquellos
procedimientos de estabilización que sean estrictamente indispensables; no se debe perder
tiempo valioso para el paciente intentando procedimientos que no hayan demostrado su
efectividad o que retrasen el traslado. El manejo definitivo del paciente y de sus lesiones
sólo puede llevarse a cabo en el hospital adecuado.
Tras finalizar la evaluación inicial, diagnosticando las lesiones de que producen riesgo
vital y tratándolas de inmediato, el médico de urgencias procederá a una evaluación
sistemática de cabeza a pies, buscando lesiones asociadas al trauma.
Siempre estará presidida la actuación del médico, por la máxima de trabajar con
paciente estable.
Será una fase más lenta en tiempo, aproximadamente de dos minutos y en ella se
descubrirán lesiones no vitales y además otras lesiones de carácter vital no descubiertas
en valoración inicial; por ejemplo neumotórax evolutivos, roturas esplénicas etc.
En pacientes estables, el examen físico será seguido por una evaluación radiológica
focalizada basada en la sospecha clínica. En general, las radiografías de tórax PA y pelvis
son efectuadas de rutina. La evaluación radiográfica sistemática de las extremidades es
también útil y conlleva mínima morbilidad.
Por ende, los pacientes con lesiones significativas deben ser trasladados, una vez que
hayan sido estabilizados, a centros de mayor complejidad y con disponibilidad de
especialistas. En la unidad de emergencia, los pacientes deben ser monitorizados con
control de signos vitales periódico y electrocardiográfico continuo, buscando arritmias.
Por otro lado, en los pacientes estables y despiertos que pueden orinar por sí mismos,
la sonda nasogástrica puede inducir vómitos, y deja el esfínter esofágico inferior abierto
aumentando el riesgo de aspiración. Los estudios de laboratorio recomendados incluyen
la clasificación de grupo sanguíneo y pruebas cruzadas, pruebas de coagulación,
hemograma, glicemia y test de embarazo en mujeres en edad fértil. Exámenes más
específicos como pruebas hepáticas o bioquímicas, exámenes toxicológicos y de orina,
deben ser evaluados en cada caso particular.
El consenso internacional sobre paro cardíaco, conocido como «estilo Utstein», define
el paro como el cese de la actividad mecánica cardíaca, confirmado por la ausencia de
conciencia, pulso detectable y respiración (o respiración agónica entrecortada). La muerte
súbita cardíaca se define como la que ocurre de modo inesperado, dentro de la primera
hora del comienzo de los síntomas, en pacientes cuya situación previa no hacía previsible
un desenlace fatal. Muerte súbita y paro cardiorrespiratorio (PCR) suelen usarse como
sinónimos. Ambos son conceptos de límites arbitrariamente establecidos en torno a un
mismo fenómeno. El concepto de muerte súbita tiene un enfoque fundamentalmente
epidemiológico, y el de PCR es de orientación clínica.
Aunque las causas del paro respiratorio y cardíaco son diversas, desde el punto de vista
asistencial se tiende a considerar como una entidad única denominada PCR. La
interrupción de una de las dos funciones vitales lleva rápida e indefectiblemente a la
detención de la otra, por lo que su manejo se aborda de forma conjunta. El conjunto de
medidas aplicadas para tratar el PCR ha sido denominado «resucitación».
Resucitación
Las decisiones en la RCP deben estar basadas en los principios básicos de la ética. Las
situaciones de emergencia vital hacen más difícil la toma de decisiones. En los menores
de edad son determinadas por sus padres y/o tutores considerando el mejor interés del
menor. Existen situaciones en las que está claramente indicado el inicio de la RCP y otras
en las que está justificado suspender las maniobras. Otros aspectos éticos incluyen:
posibles donantes y el aprendizaje de maniobras. Su objetivo es la supervivencia y no la
restauración de funciones vitales.
Al menos los tres últimos objetivos tienen directa relación con el tema que
desarrollamos, siendo el último punto el de mayor cercanía. En aquellos pacientes
recuperables las maniobras de RCP, sin duda pueden evitar una muerte prematura; el
potencial conflicto, está en también buscar una muerte tranquila, para aquellos que sufren
de alguna condición letal.
− Preservar la vida
− Restablecer la salud
− Limitar las secuelas y discapacidades
− Respetar las decisiones individuales, derechos y privacidad
Las Guías de la American Heart Association publicadas en 2010 hacen mención a dos
principios éticos elementales en la atención al paciente, autonomía y futilidad, en
referencia a la capacidad del paciente de decidir sobre la terapéutica que desea o no recibir
como parte de su atención de salud, así como la utilidad de determinada medida. La
decisión de iniciar, limitar o suspender procedimientos de sostén vital, plantea profundos
problemas clínicos y éticos al médico, equipo de salud, paciente y su familia.
En resumen:
Fase Prehospitalaria
Al paciente durante esa fase inicial se le asigna un nivel de prioridad de atención, así:
Emergente
a. Urgente.
b. Requerimiento de cuidado médico pero no emergente ni urgente.
El objeto del cuidado prehospitalario, es entregar el paciente vivo para que sea
sometido a un cuidado definitivo.
Son preferibles los catéteres periféricos a los centrales que pueden constituirse en
verdaderas armas mortales, colocados a pacientes ya comprometidos con riesgos de lesión
vascular, que eventualmente conducen a un hemo o neumotórax, contribuyendo de esta
forma a incrementar su gravedad.