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12.

LA METODOLOGIA DE INVESTIGACION Y SU ENSEÑANZA

VERDADEROS CONSEJOS METODOLOGICOS

Bibliografía

Capítulo 1

EL CONOCIMIENTO CIENTIFICO

Para abordar con provecho el estudio de la metodología científica es


necesario situarse, previamente, en el contexto en que ésta adquiere su
sentido. La metodología, como veremos más adelante, [V. infra, 2.3.] no es
realmente una ciencia, sino un instrumento dirigido a validar y a hacer más
eficiente la investigación científica. Esta, a su vez, es la actividad que
alimenta un singular tipo de conocimiento, la ciencia. Por tal razón no es
posible estudiar la metodología como disciplina si no se posee una
comprensión mínima sobre ciertos problemas relativos al conocimiento en
general y a la ciencia en particular.

A este objetivo dedicaremos en consecuencia los dos primeros capítulos


de esta obra: revisaremos aunque muy sucintamente algunos
conceptos y nociones básicas del complejo campo filosófico que suele
llamarse epistemología, o teoría del conocimiento, procurando dar una
perspectiva razonada del conjunto de la materia que tratamos. De este
modo esperamos que los problemas metodológicos que se desarrollan más
adelante se comprendan mejor en su auténtico significado y puedan
estudiarse con menor dificultad. [V., para una exposición mucho más
completa, Los Caminos de la Ciencia, Op. Cit., especialmente sus cinco
primeros capítulos.]

1.1 El conocimiento como problema

En nuestra vida cotidiana, en el trabajo, los estudios o la constante


interacción social, adquirimos y utilizamos una inmensa cantidad de
conocimientos, tan variados como el universo mismo: sabemos cual es la
llave que abre la puerta de nuestra casa y cómo cambia el semblante de
la persona que amamos, aprendemos cuantos electrones orbitan en un
átomo de helio o la fecha en que fue fundada nuestra ciudad. El
conocimiento se nos presenta como algo casi natural, que vamos
obteniendo con mayor o menor esfuerzo a lo largo de nuestra vida, como
algo que normalmente aceptamos sin discusión, especialmente cuando lo
adquirimos en la escuela o a través de medios escritos de comunicación.

Pero en algunas ocasiones, o con respecto a ciertos conocimientos,


percibimos que las cosas no son tan simples, que hay afirmaciones
discutibles o sencillamente falsas. Encontramos que, en una conversación
cualquiera o en una polémica determinada, hay aseveraciones que tienen
diverso valor, que son más o menos confiables que otras y que dicho valor
depende en buena medida del modo en que se ha llegado hasta ellas.
Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando descubrimos que una persona
relata hechos que no ha tenido ocasión de comprobar o cuando
comprendemos que se han sacado inadvertidamente conclusiones
erradas, ya sea por haberse confundido los términos de un problema o por
basarse en datos incompletos, aproximados o directamente equivocados.

Si reflexionamos sobre estos casos encontraremos que es posible hacerse


una pregunta, una pregunta tal que cambia por completo nuestra actitud
ante los conocimientos que tenemos: cómo sabemos lo que sabemos?


podemos inquirir en qué nos basamos para afirmar o para aceptar una


determinada afirmación? Cómo sostener que algo es verdad, por




ejemplo, si no hemos podido comprobarlo directa y personalmente, o si


tenemos sólo una información parcial al respecto? Y más todavía, aun
cuando nuestros sentidos parezcan indicarnos claramente una respuesta
podremos siempre estar seguros de lo que vemos, oímos y sentimos?


Porque el sol parece girar alrededor de nuestro planeta, y sabemos que


eso no es cierto, la materia presenta un exterior inerte, y sin embargo está
cargada de una tremenda energía, las personas afirman que han hecho
esto o aquello, pero pueden estar confundidas o faltar a la verdad.

Al llegar a este punto podemos entonces vislumbrar que existe un


problema alrededor de lo que es el conocer, el saber algo acerca de los
objetos que nos rodean o de nosotros mismos. Y este problema radica en
que la verdad no se muestra directa y llanamente ante nosotros, sino que
debe ser buscada más o menos activamente por medio de un trabajo
indagatorio sobre los objetos que intentamos conocer. Todo conocimiento
supone un cierto esfuerzo para adquirirlo y este esfuerzo puede ser hecho
de una manera más o menos completa o efectiva.
Surge entonces una primera distinción que es preciso resaltar y tener
siempre en cuenta: no debemos confundir una afirmación respecto a un
hecho o a un objeto, con el proceso mediante el cual se ha obtenido tal
conocimiento, es decir, que nos ha permitido llegar a dicha afirmación. En
otras palabras, aquello que dice un profesor o que dice un libro o un
periódico digamos, por ejemplo, que la economía de cierto país ha
crecido 4% en el año es una afirmación que, cierta o falsa, nosotros
podemos recordar y utilizar; es, por tanto, un conocimiento, que recibimos
si se quiere de un modo pasivo, y que incorporarnos y relacionamos con
otros que poseemos de antemano. Pero resulta evidente que alguien, una
o más personas, son los responsables de esa afirmación; alguien, de algún
modo, en algún momento, ha estudiado la economía a la que nos
referimos y ha determinado por algún medio que su crecimiento anual ha
sido del 4% y no del 3% o del 5%. Cómo lo ha hecho? de qué recursos se
 

ha valido para saberlo?: éste es el punto que nos interesa destacar.

Cuando comenzamos a preocuparnos acerca del modo en que se ha


adquirido un conocimiento, o cuando intentamos encontrar un
conocimiento nuevo, se nos presentan cuestiones de variada índole,
muchas de las cuales integran el campo de estudio de la metodología.
Algunos de estos problemas, los más generales, serán apenas esbozados
en las páginas siguientes, por cuanto son el tema de la epistemología y de
la filosofía del conocimiento en general y no podemos desarrollarlos en
profundidad; otros, más específicos, son los que abordaremos a partir del
capítulo 3 de este libro.

1.2. El conocimiento como proceso

El hombre parece haber estado siempre preocupado por entender y


desentrañar el mundo que lo rodea, por penetrar en sus conexiones y en
sus leyes, por atisbar hacia el futuro, descubriendo las relaciones y el
posible sentido de las cosas que existen a su alrededor. No podemos aquí
discutir por qué ocurre esto, ni resumir tampoco las varias teorías que se
han adelantado sobre el tema. Puede resultar útil, al menos, intentar una
breve digresión.

Desde que la especie humana empezó a crear cultura, es decir, a


modificar y remodelar el ambiente que la rodeaba para sobrevivir y
desarrollarse, fue necesario también que comprendiera la naturaleza y las
mutaciones de los objetos que constituían su entorno. Tareas que a
nuestros ojos resultan tan simples como edificar una choza, domesticar
animales o trabajar la tierra, sólo pudieron ser emprendidas a luz de infinitas
y cuidadosas observaciones de todo tipo; el ciclo de los días y las noches,
el de las estaciones del año, la reproducción de animales y vegetales, el
estudio del clima y de las tierras y el conocimiento elemental de la
geografía fueron, indudablemente, preocupaciones vitales para nuestros
remotos antecesores, por cuanto de esta sabiduría dependía su misma
supervivencia.

El conocer, entonces, surgió indisolublemente ligado a la práctica vital y


al trabajo de los hombres como un instrumento insustituible en su relación
con un medio ambiente al que procuraban poner a su servicio. Pero,
según las más antiguas narraciones que poseemos, el pensamiento de esas
lejanas épocas no se circunscribió exclusivamente al conocimiento
instrumental, aplicable directamente al mejoramiento de las condiciones
materiales. Junto con éste apareció simultáneamente la inquietud por
comprender el sentido general del cosmos y de la vida. La toma de
conciencia del hombre frente a su propia muerte originó además una
peculiar angustia frente al propio destino, ante a lo desconocido, lo que
no se posible abarcar y entender. De allí surgieron los primeros intentos de
elaborar explicaciones globales de toda la naturaleza y con ello el
fundamento, primero de la magia, de las explicaciones religiosas más
tarde, y de los sistemas filosóficos en un período posterior.

Si nos detenemos a estudiar los mitos de los pueblos ágrafos, los libros
sagrados de la antigüedad o las obras de los primeros filósofos veremos, en
todos los casos, que en ellos aparecen conjuntamente, pero sin un orden
riguroso, tanto razonamientos lúcidos y profundos como observaciones
prácticas y empíricas, sentimientos y anhelos junto con intuiciones, a veces
geniales y otras veces profundamente desacertadas. Todas estas
construcciones del intelecto donde se vuelcan la pasión y el sentimiento
de quienes las construyeron pueden verse como parte de un amplio
proceso de adquisición de conocimientos que muestra lo dificultoso que
resulta la aproximación a la verdad: en la historia del pensamiento nunca
ha sucedido que alguien haya de pronto alcanzado la verdad pura y
completa sin antes pasar por el error; muy por el contrario, el análisis de
muchos casos nos daría la prueba de que siempre, de algún modo, se
obtienen primero conocimientos falaces, ilusiones e impresiones
engañosas, antes de poder ejercer sobre ellos la crítica que luego permite
elaborar conocimientos más objetivos y satisfactorios.

Lo anterior equivale a decir que el conocimiento llega a nosotros como


un proceso, no como un acto único donde se pasa de una vez de la
ignorancia a la verdad. Y es un proceso no sólo desde el punto de vista
histórico que hemos mencionado hasta aquí, sino también en lo que
respecta a cada caso particular, a cada persona que va acumulando
informaciones de todo tipo desde su más temprana niñez, a cada
descubrimiento que se hace, a todas las teorías o hipótesis que se
elaboran.

A partir de lo anterior será posible apreciar con más exactitud el


propósito de nuestro libro: presentar una visión de conjunto del proceso
mediante el cual se obtiene el conocimiento científico, es decir, de un tipo
particular de conocimiento que se alcanza, como decíamos ya, por medio
de una actividad que denominamos investigación científica.

1.3. Diferentes tipos de conocimiento

Hemos hecho alusión, en líneas anteriores, a sistemas religiosos y


filosóficos, al pensamiento mágico y a otras creaciones culturales del
hombre que no se pueden desestimar pese a sus posibles errores, puesto
que deben ser comprendidas como parte de un proceso gradual de
afirmación de un saber más riguroso y confiable. Pero no se trata sólo de
distinguir entre los aciertos y los errores: existe también una diferencia entre
el pensamiento racional y las emociones, las intuiciones y otros elementos
del discurso que se diferencian bastante claramente de éste.

Si concebimos al hombre como un ser complejo, dotado de una


capacidad de raciocinio pero también de una poderosa afectividad,
veremos que éste tiene, por lo tanto, muchas maneras distintas de
aproximarse a los objetos de su interés. Ante una cadena montañosa, por
ejemplo, puede dejarse llevar por sus sentimientos y maravillarse frente la
majestuosidad del paisaje, o bien puede tratar de estudiar su composición
mineral y sus relaciones con las zonas vecinas; puede embargarse de una
emoción indefinible que le haga ver en lo que tiene ante sí la obra de Dios
o de un destino especial para sí y el universo, o también puede detenerse
a evaluar sus posibilidades de aprovechamiento material, considerándola
como un recurso económico para sus fines.

El producto de cualquier de estas actitudes será, en todos los casos,


algún tipo de conocimiento. Porque un buen poema puede decirnos tanto
acerca del amor o de la soledad como un completo estudio psicológico, y
una novela puede mostrarnos aspectos de una cultura, un pueblo o un
momento histórico tan bien como el mejor estudio sociológico. No se trata
de desvalorizar, naturalmente, el pensamiento científico, ni de poner a
competir entre sí a diversos modos de conocimiento. Precisamente lo que
queremos destacar es lo contrario: que hay diversas aproximaciones
igualmente legítimas hacia un mismo objeto, y que lo que dice el poema
no es toda la verdad, pero es algo que no puede decir la psicología
porque se trata de una percepción de naturaleza diferente, que se refiere
a lo que podemos conocer por el sentimiento o la emoción, no por medio
de la razón.

Lo anterior tiene por objeto demostrar que el conocimiento científico es


uno de los modos posibles del conocimiento, quizás el más útil o el más
desarrollado, pero no por eso el único, o el único capaz de
proporcionarnos respuestas para nuestros interrogantes. Y es importante, a
nuestro juicio, distinguir nítidamente entre estas diversas aproximaciones
para procurar que ningún tipo de conocimiento pueda considerarse como
el único legítimo y para evitar que un vano afán de totalidad haga de la
ciencia una oscura mezcla de deseos y de afirmaciones racionales. Porque
cuando el campo del razonamiento es invadido por la pasión o la
emoción éste se debilita, lo mismo que le sucede a la intuición religiosa o
estética cuando pretende asumir un valor de saber racional que no
puede, por su misma definición, llegar a poseer. Por este motivo es que
resulta necesario precisar con alguna claridad aun cuando lo haremos
someramente las principales características de ese tipo de pensar e
indagar que se designa como científico.

1.4. El conocimiento científico y sus características

La ciencia es una vasta empresa que ha ocupado y ocupa una gran


cantidad de esfuerzos humanos en procura de conocimientos sólidos
acerca de la realidad. Tratar de elaborar una definición más precisa sería
tarea evidentemente ardua, que escapa a los objetivos de estas páginas.
Pero interesa señalar aquí que la ciencia debe ser vista como una de las
actividades que el hombre realiza, como un conjunto de acciones
encaminadas y dirigidas hacia determinado fin, que no es otro que el de
obtener un conocimiento verificable sobre los hechos que lo rodean. [V.
Bunge M., La Ciencia, su Método y su Filosofía, Ed. Siglo Veinte, Bs. Aires,
1972; N. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía; Nagel, Ernest, La Estructura
de la Ciencia, Ed. Ariel, Barcelona, 1978, y nuestro ya citado Los Caminos
de la Ciencia, entre la mucha bi- bliografía existente.]

Como toda actividad humana, la labor de los científicos e


investigadores está naturalmente enmarcada por las necesidades y las
ideas de su tiempo y de su sociedad. Los valores, las perspectivas culturales
y el peso de la tradición juegan un papel sobre toda actividad que se
emprenda y, de un modo menos directo pero no por eso menos
perceptible, también se expresan en la producción intelectual de una
época el tipo de organización que dicha sociedad adopte para la
obtención y transmisión de conocimientos y el papel material que se
otorgue al científico dentro de su medio. [V., entre otros, a Bernal, John D.,
Historia Social de la Ciencia, Ed. Península, Barcelona, 1976; Merton, Robert
K., La Sociología de la Ciencia, Ed. Alianza, Madrid, 1977; Geymonat,
Ludovico, El Pensa- miento Científico, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1972, y
Kuhn, Thomas, La Estructura de las Revoluciones Científicas, Ed. FCE,
Madrid, 1981.] Considerando estos factores será preciso definir a la ciencia
como una actividad social y no solamente individual, para no correr el
riesgo de imaginar al científico como un ente abstracto, como un ser que
no vive en el mundo cotidiano, con lo que perderíamos de vista las
inevitables limitaciones históricas que tiene todo conocimiento científico.

Entrando más de lleno en la determinación de las características


principales del pensamiento científico habremos de puntualizar que éste se
ha ido gestando y perfilando históricamente por medio de un proceso que
se acelera notablemente a partir de la época del Renacimiento. La
ciencia se va distanciando de lo que algunos autores denominan
conocimiento vulgar", [Nos referimos a Bunge, Op. Cit.] otros


conocimientos práctico" y otros el mundo del manipular"; [Kosic, Karel,


 

Dialéctica de lo Concreto, Ed. Grijalbo, México, 1967, pp. 26 a 37, passim.]


se va estableciendo así una gradual diferencia con el lenguaje que se
emplea en la vida cotidiana, en la búsqueda de un pensamiento riguroso y
ordenado.

Al igual que la filosofía, la ciencia trata de definir con la mayor precisión


posible cada uno de los conceptos que utiliza, desterrando las
ambigüedades del lenguaje corriente. Nociones como las de crisis


económica", vegetal" o estrella", por ejemplo, que se utilizan


 

comúnmente sin mayor rigor, adquieren en los textos científicos un


contenido mucho más preciso. Porque la ciencia no puede permitirse
designar con el mismo nombre a fenómenos que, aunque aparentemente
semejantes, son de distinta naturaleza: si llamamos crisis" a toda


perturbación que una nación tiene en su economía sin distinguir entre los
diversos tipos que se presentan, nos será imposible construir una teoría que
pueda describir y explicar lo que son precisamente las crisis: nuestro modo
de emplear el lenguaje se convertirá en nuestro principal enemigo. De allí
la necesidad de conceptualizar con el mayor rigor posible todos los
elementos que componen nuestro razonamiento, pues ésta es la única vía
que permite que el mismo tenga un significado concreto y determinado.
De allí también la aparente oscuridad de algunos trabajos científicos, que
emplean conceptos específicos, claramente delimitados, utilizando
palabras que confunden al profano.

Otras cualidades específicas de la ciencia, que permiten distinguirla con


bastante nitidez del pensar cotidiano y de otras formas de conocimiento
(según veíamos en 1.3), son las que mencionaremos a continuación:
Objetividad: La palabra objetividad se deriva de objeto, es decir, de
aquello que se estudia, de la cosa o problema sobre la cual deseamos
saber algo. [V. Infra, 2.1.] Objetividad significa, por lo tanto, que se
intenta obtener un conocimiento que concuerde con la realidad del
objeto, que lo describa o explique tal cual es y no como nosotros
desearíamos que fuese. Ser objetivo es tratar de encontrar la realidad del
objeto o fenómeno estudiado, elaborando proposiciones que reflejen sus
cualidades. Lo contrario es la subjetividad, las ideas que nacen del
prejuicio, de la costumbre o de la tradición, las meras opiniones o
impresiones del sujeto. Para poder luchar contra la subjetividad es
preciso que nuestros conocimientos puedan ser verificados por otros, que
cada una de las proposiciones que hacemos sean comprobadas y
demostradas en la realidad, sin dar por aceptado nada que no pueda
sufrir este proceso de verificación.

Si una persona sostiene: hoy hace más calor que ayer" y otra lo niega,


no podemos decir, en principio, que ninguna de las dos afirmaciones sea


falsa o verdadera. Probablemente ambas tengan razón en cuanto a que
sienten más o menos calor que el día anterior, pero eso no significa que en
realidad, objetivamente, la temperatura haya aumentado o decrecido. Se
trata de afirmaciones no científicas, no verificables, y que por eso deben
considerarse como subjetivas. Decir, en cambio, ahora la temperatura es


de 24oC", es una afirmación de carácter científico, que puede ser


verificada, y que en caso de que esto ocurra podemos considerar
como objetiva.

El problema de la objetividad no es tan simple como podría dar a


entender el ejemplo anterior, sacado del mundo físico. En todas nuestras
apreciaciones va a existir siempre una carga de subjetividad, de prejuicios,
intereses y hábitos mentales de los que participamos muchas veces sin
saberlo. Este problema se agudiza cuando nos referimos a los temas que
más directamente nos conciernen, como los de la sociedad, la economía
o la política, en todos los cuales puede decirse que estamos involucrados
de algún modo, que somos a la vez los investigadores y los objetos
investigados. Por eso no debemos decir que la ciencia es objetiva, como si
pudiese existir un pensamiento totalmente liberado de subjetividad, sino
que la ciencia intenta o pretende ser objetiva, que trata de alcanzar un fin
que, en plenitud, en términos absolutos, resulta inaccesible.

Racionalidad: es otra característica de suma importancia para definir la


actividad científica, que se refiere al hecho de que la ciencia utiliza la
razón como arma esencial para llegar a sus resultados. Los científicos
trabajan en lo posible con conceptos, juicios y razonamientos y no con
sensaciones, imágenes o impresiones. Los enunciados que realizan son
combinaciones lógicas de esos elementos conceptuales que deben
ensamblarse coherentemente, evitando las contradicciones internas, las
ambigüedades y las confusiones que la lógica nos enseña a superar. La
racionalidad aleja a la ciencia de la religión, y de todos los sistemas
donde aparecen elementos no-racionales o donde se apela a principios
explicativos extra o sobre-naturales; y la separa también del arte donde
cumple un papel secundario, subordinado a los sentimientos y
sensaciones.
Sistematicidad: La ciencia es sistemática, organizada en sus búsquedas y
en sus resultados. Se preocupa por organizar sus ideas coherentemente y
por tratar de incluir todo conocimiento parcial en conjuntos cada vez
más amplios. No pasa por alto los datos que pueden ser relevantes para
un problema sino que, por el contrario, pretende conjugarlos dentro de
teorías y leyes más generales. No acepta unos datos y rechaza otros, sino
que trata de incluirlos a todos dentro de modelos en los que puedan
tener ordenada cabida. La sistematicidad está estrechamente ligada a
la siguiente característica que examinaremos.
Generalidad: La preocupación científica no es tanto ahondar y
completar el conocimiento de un solo objeto individual, como en
cambio lograr que cada conocimiento parcial sirva como puente para
alcanzar una comprensión de mayor alcance. Para el investigador, por
ejemplo, carece de sentido conocer todos los detalles constitutivos de un
determinado trozo de mineral: su interés se encamina
preponderantemente a establecer las leyes o normas generales que nos
describen el comportamiento de todos los minerales de un cierto tipo,
tratando de elaborar enunciados amplios, aplicables a categorías
completas de objetos. De este modo, tratando de llegar a lo general y
no deteniéndose exclusivamente en lo particular, es que las ciencias nos
otorgan explicaciones cada vez más valiosas para elaborar una visión
panorámica de nuestro mundo.
Falibilidad: la ciencia es uno de los pocos sistemas elaborados por el
hombre donde se reconoce explícitamente la propia posibilidad de
equivocación, de cometer errores. En esta conciencia de sus limitaciones
es donde reside su verdadera capacidad para autocorregirse y
superarse, para desprenderse de todas las elaboraciones aceptadas
cuando se comprueba su falsedad. [Recomendamos, para todo este
punto, consultar a Mario Bunge, La investigación Científica, su Estrategia
y su Filosofía, Ed. Ariel, Barcelona, 1969, así como a Popper, Karl, La
Lógica de la Investigación Científica, Ed. Tecnos, Madrid, 1980.] Gracias a
ello es que nuestros conocimientos se renuevan constantemente y que
vamos hacia un progresivo mejoramiento de las explicaciones que
damos a los hechos. Al reconocerse falible todo científico abandona la
pretensión de haber alcanzado verdades absolutas y finales, y por el
contrario sólo se plantea que sus conclusiones son provisoriamente

definitivas", como decía Einstein, válidas solamente mientras no puedan
ser negadas o desmentidas. En consecuencia, toda teoría, ley o
afirmación está sujeta, en todo momento, a la revisión y la discusión, lo
que permite perfeccionarlas y modificarlas para hacerlas cada vez más
objetivas, racionales, sistemáticas y generales.

Este carácter abierto y dinámico que posee la ciencia la aparta de un


modo nítido de los dogmas de cualquier tipo que tienen la pretensión de
constituirse en verdad infalible, proporcionándole así una enorme ventaja
para explicar hechos que esos dogmas no interpretan o explican
adecuadamente, para asimilar nuevos datos o informaciones, para
modificarse continuamente. Es, de algún modo, la diferencia crucial que la
distingue de otros modelos de pensamiento, sistemáticos y racionales
muchas veces, pero carentes de la posibilidad de superarse a sí mismos.

1.5. Clasificación de las ciencias

Siendo tan vasto el conjunto de fenómenos que nos rodea, tan


polifacéticos y diversos, y teniendo en cuenta que la actividad científica
tiende por diversas razones a especializarse pues cada tipo de problema
requiere el empleo de métodos y técnicas específicas y el investigador
individual no puede dominar bien una gama muy amplia de temas es
comprensible que se hayan ido constituyendo, a lo largo de la historia,
diferentes disciplinas científicas. Estas ciencias particulares, que se
caracterizan por tratar conjuntos más o menos homogéneos de
fenómenos y por abordarlos con técnicas de investigación propias, se
pueden clasificar de diversas maneras para su mejor organización y
comprensión.

Las ciencias que se ocupan de objetos ideales, y en las que se opera


deductivamente, como las matemáticas o la lógica, son las llamadas
ciencias formales. Las ciencias que se ocupan de los hechos del mundo
físico, en cualquiera de sus manifestaciones, son las que llamamos ciencias
fácticas, para distinguirlas así de las anteriores, incluyéndose entre ellas a la
física, la química, la biología, la sociología, etc.

Las ciencias que tratan de los seres humanos, de su conducta y de sus


creaciones son, en principio, también ciencias fácticas. Entre ellas cabe
mencionar a la psicología, la historia, la economía, la sociología y muchas
otras. Pero, como cuando estudiamos las manifestaciones sociales y
culturales necesitamos utilizar una conceptualización y unas técnicas de
investigación en parte diferentes a las de las ciencias físico-naturales, se
hace conveniente abrir una nueva categoría que se refiera
particularmente a tales objetos de estudio. Se habla por eso de ciencias
humanas, ciencias sociales o de ciencias de la cultura, como una forma
de reconocer lo específico de tales áreas de estudio y para distinguirlas de
las que suelen llamarse ciencias naturales (llamadas también ciencias
físico-naturales o, con menos propiedad, ciencias exactas).

Conviene aclarar que la clasificación de las ciencias, así como la


existencia misma de disciplinas separadas, posee siempre algo de
arbitrario. Se trata de distinciones que se han hecho para la mayor
comodidad y facilidad en el estudio de la realidad, pero no porque ésta se
divida en sí misma en compartimientos separados. Por eso, históricamente,
han aparecido nuevas ciencias, y se han ido modificado también las
delimitaciones que se establecen corrientemente entre las mismas.

Se comprenderá, por ello, que toda clasificación es apenas un intento


aproximado de organizar según ciertas características a las disciplinas
existentes y que muchos problemas reales no admiten un tratamiento
unilateral sino que sólo pueden resolverse mediante un esfuerzo
interdisciplinario. Así el desarrollo económico, por ejemplo, sólo puede
comprenderse a través de conocimientos económicos, históricos,
sociológicos, políticos y culturales; los problemas de la genética requieren
un abordaje doble, químico y biológico, y las matemáticas, que se
incluyen dentro de las ciencia formales, resultan un componente
indispensable en muchas investigaciones que desarrollan las ciencias
fácticas.

Por otra parte, según el tipo de interés que prevalece en la búsqueda de


conocimientos, estos pueden dividirse en puros y aplicados, hablándose en
consecuencia también de ciencias puras y ciencias aplicadas. Las
primeras son las que se proponen conocer las leyes generales de los
fenómenos estudiados, elaborando teorías de amplio alcance para
comprenderlos y desentendiéndose al menos en forma inmediata de las
posibles aplicaciones prácticas que se puedan dar a sus resultados. Las
aplicadas, por su parte, concentran su atención en estas posibilidades
concretas de llevar a la práctica las teorías generales, encaminando sus
esfuerzos a resolver las necesidades que se plantean los hombres. De estas
últimas ciencias surgen las técnicas concretas que se utilizan en la vida
cotidiana. De tal manera, por ejemplo, tenemos que de la física y la
química surgen las diversas ramas de la ingeniería, de la biología y la
química deriva la medicina, y así en muchos otros casos. No hay ciencia
aplicada que no tenga detrás suyo un conjunto sistemático de
conocimientos teóricos puros", y casi todas las ciencias puras son


aplicadas constantemente, de un modo más o menos directo, a la


resolución de dificultades concretas.
La división entre ciencias puras y aplicadas no debe entenderse como
una frontera rígida entre dos campos opuestos y sin conexión. Una ciencia
es pura solamente en el sentido de que no se ocupa directamente por
encontrar aplicaciones, pero eso no implica que sus logros puedan
disociarse del resto de las inquietudes humanas. Entre ciencias puras y
aplicadas existe una interrelación dinámica, de tal modo que los adelantos
puros nutren y permiten el desarrollo de las aplicaciones, mientras que
éstas someten a prueba y permiten revisar la actividad y los logros de las
ciencias puras, proponiéndoles también nuevos desafíos.

Ejercicios

Los siguientes ejercicios pretenden constituir una guía para que el lector
vaya poniendo a prueba su capacidad de asimilación de los contenidos
que sucesivamente van desarrollándose en el texto. Pueden plantear
algunas dificultades en su resolución que, con la ayuda de docentes
especializados y con una cierta dosis de inventiva y de creatividad, serán
superadas por una mayoría de los lectores. Se encuentran al final de cada
capítulo.

1.1. Distinga, para algunos de los siguientes conceptos, la forma diferente


en que los definen el lenguaje científico y el lenguaje cotidiano:

Precio
Cultura
Metal
Energía
Arbol
Peso

1.2. Imagine que en una región determinada se produce una sequía.


Cómo encararía el problema un científico, un hombre práctico, un


pensador religioso o un poeta? Trate de escribir un párrafo que represente


la visión de cada uno y de relacionarlos luego en un comentario final.

1.3. Busque, en la bibliografía mencionada en este capítulo, algún ejemplo


de la falibilidad de la ciencia.

1.4. Exprese cómo la Geografía alcanza generalidad y sistematicidad en


sus enunciados.
1.5. Dentro de la clasificación de las ciencias dónde ubicaría Ud. la


Ingeniería de Sistemas? Dónde la Psicología, la Lógica, la Lingüística, la




Geología?

1.6. Cuáles son las ciencias puras de que se alimenta la Medicina? Cuáles
 

aplicaciones cree Ud. que tienen la Psicología y la Historia?

1.7. Mencione alguna novela que haya leído donde pueda haber
encontrado una aproximación literaria a los conflictos políticos
latinoamericanos. Trate de analizar el texto y compararlo con algún
trabajo científico que trate el mismo tema.

       
                

                      

 
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Hasta que punto las diferencias encontradas se explican por razón del
–

tema tratado?
Cuáles de ellas se refieren a aspectos instrumentales y cuáles
–

corresponden a los distintos puntos de vista filosóficos que poseen los


autores?

2.3.
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Atomo
Vibración electromagnética
Eter
Gravedad
Combustión

Selección natural
Gen
Humor
Célula
Inconsciente
Generación espontánea

Desarrollo económico
Eficiencia
Clase social
Equilibrio económico
Liderazgo
Cultura

2.5 Investigue, mediante la bibliografía que aparece al final de este libro,


las similitudes y diferencias entre los siguientes conceptos:

Verificación
Falsación (según Popper)
Demostración
Contrastación
Argumento de Fe
Capítulo 3

LA INVESTIGACION CIENTIFICA

La perseverancia trae buena fortuna

I Ching

3.1. El proceso de investigación y sus momentos

Llamamos investigación científica, de un modo general, a la actividad


que nos permite obtener conocimientos científicos, es decir, conocimientos
que se procura sean objetivos, sistemáticos, claros, organizados y
verificables. El sujeto de esta actividad suele denominarse investigador, y a
cargo de él corre el esfuerzo de desarrollar las distintas tareas que es
preciso realizar para lograr un nuevo conocimiento. Los objetos de estudio
son los infinitos temas y problemas que reclaman la atención del científico,
que suelen agruparse y clasificarse según las distintas ciencias o
especialidades existentes.

La investigación científica se desarrolla de acuerdo a los lineamientos


generales del proceso de conocimiento que ya analizamos en los dos
capítulos precedentes. En ella se asiste, por lo tanto, a ese acercamiento
del sujeto hacia el objeto del que ya hablábamos, por un lado, y a la
verificación de las teorías que se elaboran al confrontarlas con los datos de
la realidad, por el otro.

A pesar de que el proceso de conocimiento, en la vida real, es continuo


y a veces bastante desorganizado pues, no lo olvidemos, se trata de una


experiencia creativa donde no pueden excluirse ni la intuición ni la


subjetividad existe la posibilidad de distinguir en el mismo algunas grandes


fases o momentos que, desde un punto de vista abstracto, muestran las


sucesivas acciones que va desarrollando el investigador mientras trabaja.
Los presentaremos seguidamente, en términos todavía bastante generales,
para luego ir definiéndolos de un modo más concreto.
Existe un primer momento en que el científico ordena y sistematiza sus
inquietudes, formula sus preguntas y elabora organizadamente los
conocimientos que constituyen su punto de partida, revisando y asimilando
lo que se ya se conoce respecto al problema que se ha planteado. Es el
momento en que se produce la delimitación o distinción entre sujeto y
objeto, ya que allí el investigador se ocupa por definir qué es lo que quiere
saber y respecto a qué hechos. Igualmente puede considerarse como la
fase en que se plantea explícitamente la teoría inicial , el modelo
‚

teórico del que partimos y que se habrá de verificar durante la


investigación. Es en este momento cuando se formulan los problemas
básicos de toda indagación y cuando hay que atender
preponderantemente a la racionalidad de lo que proponemos y a la
coherencia lógica de nuestro marco teórico (v. infra, cap. 5). Por estas
‚

razones hemos adoptado la denominación de momento del proyecto, o


momento proyectivo, para referirnos a esta parte inicial del proceso.

A partir de este punto el investigador debe tratar de fijar su estrategia


ante los hechos a estudiar, es decir, debe formular un modelo operativo
que le permita acercarse a su objeto y conocerlo, en lo posible, tal cual es.
Del mismo modo debe indicarse que, en este segundo momento, es
preciso encontrar métodos específicos que permitan confrontar teoría y
hechos. La preocupación mayor durante toda esta fase es la de elaborar
sistemas de comprobación lo más confiables posibles, y el nombre con que
la designamos es, por todo lo anterior, momento metodológico.

Luego, ya elegidos los métodos o estrategias generales que han de servir


para ejecutar nuestro trabajo, se hace necesario abordar las formas y
procedimientos concretos que nos permitan recolectar y organizar las
informaciones que necesitamos. A esta tercera fase la denominamos
momento técnico y, aunque es apenas una proyección y continuación del
momento anterior, decidimos considerarla separadamente por cuanto
supone la realización de trabajos que en la práctica son bastante
diferentes a los anteriores. En esta fase suele incluirse también el trabajo
práctico de la obtención de los datos, pues durante éste se redefinen y
ponen a punto las técnicas y los instrumentos que se emplean en la
investigación.

Finalmente, cuando el investigador ya dispone de los datos que le


proporcionan los objetos en estudio, se abre una nueva fase, que tiene por
cometido elaborar los nuevos conocimientos que es posible inferir de los
datos adquiridos. Se vuelve así de los hechos a la teoría, del objeto al
sujeto, cerrando el ciclo del conocimiento, aunque no definitivamente,
pues la nueva teoría alcanzada sólo puede concebirse como un superior
punto de arranque para el desenvolvimiento de nuevas investigaciones. El
nombre que mejor se adapta a esta fase de la investigación es, por lo
tanto, el de momento de la síntesis, aunque puede también llamarse
momento teórico o momento de la redacción final.

Estos cortes efectuados en la continuidad del proceso que analizamos


son útiles para ver cómo los problemas epistemológicos generales
reaparecen en la práctica concreta de la actividad científica. Pero no son
todavía apropiados, por lo muy amplios y generales, para servir de guía a
quien se ve frente a la necesidad de efectuar un trabajo concreto de
investigación. Por tal motivo encararemos ahora la tarea de fijar etapas
más específicas dentro de este proceso.

3.2. Un modelo del proceso de investigación

Adoptando la descripción anterior como un punto de partida genérico,


nos ocuparemos seguidamente de delimitar las operaciones concretas
que usualmente se realizan en todo proceso de investigación, para lo cual
hemos confeccionado el esquema que proponemos al lector (v. pág.46).
Cabe advertir aquí que un esquema sobre las actividades que implica la
investigación no puede ser más que una abstracción, una construcción
teórica que intenta representar de algún modo los procesos de
conocimiento que efectivamente se producen. No hay nada de
sacrosanto en un esquema de esta naturaleza, desde luego, ni tampoco
existe la pretensión de que el mismo sea seguido obligatoriamente por
investigadores o estudiantes.

Para entender mejor el valor y las limitaciones de cualquier esquema


que intente servir como modelo al proceso de investigación es
conveniente que reflexionemos acerca del origen que poseen tales
modelos. Los mismos no pueden sino surgir de dos fuentes: por un lado, de
la observación y sistematización de la práctica científica que en diversos
campos se realiza o se ha realizado; por otra parte, de la necesaria
organización lógica de los contenidos que en la misma intervienen, de
modo de construir un modelo internamente coherente. Visto lo cual se
comprende perfectamente el carácter aproximativo que posee todo
esquema de pasos o etapas , y se entienden mejor las discrepancias
Í Î Í Î

que en los textos sobre el tema se suelen presentar. Par evitar que el
Ï Ï

esquema que proponemos se interprete erróneamente haremos además


otras dos consideraciones previas:

1) Todo esquema sobre el proceso de investigación corre el peligro,


especialmente para quien no ha realizado todavía labores científicas
prácticas, de convertirse en una especie de modelo formal restrictivo, en
un molde rígido de procedimientos que puede adquirir hasta un carácter
burocrático. En realidad la labor científica es un trabajo donde la libertad y
la creación cumplen un papel central: no hay, ni puede haber, ninguna
receta que nos garantice un resultado positivo para nuestro trabajo, por
cuanto las dificultades y los imprevistos son tantos que impiden alcanzar
una planificación completa del proceso. La práctica nos enseña que
investigar es una tarea casi artesanal [Cf. C. Wright Mills, La Imaginación
Sociológica, Ed. Fondo de Cul- tura Económica, México, 1967, capítulo
sobre la artesanía intelectual.] en la que es preciso unir el pensamiento
riguroso a la imaginación, la disciplina de trabajo a la inspiración , en
Í Î

dosis variables según las circunstancias. Por eso cualquier esquema que se
presente no tiene más que el valor de una simple sugerencia encaminada
a estimular el pensamiento sistemático, de una especie de indicación
general, que sólo pretende ser una guía para que el estudiante que se
inicia en este campo pueda tener en cuenta los principales factores y
aspectos que intervienen en el proceso.

2) Revisando la bibliografía que existe sobre el punto se advierte que en


cada caso los diferentes autores confeccionan diversos esquemas de
pasos sucesivos que intentan describir las etapas del proceso. Varían, eso
sí, en la cantidad de pasos, aunque la secuencia general manifiesta casi
siempre una cierta similitud, inevitable por la misma lógica de la
investigación. Diferencias importantes se encuentran, en esta
comparación, en lo relativo al número de pasos, al énfasis puesto en cada
uno y, a veces, en el orden establecido. La clasificación que ofrecemos
enseguida al lector no pretende ser la única ni la mejor posible: es
simplemente el resultado de nuestra observación en este campo e intenta
poner de relieve algunos aspectos fundamentales que hemos percibido en
nuestra práctica. Se distingue de la que presentan casi todos los autores
por una carac- terística específica: no es lineal. Pretendemos con ello
poner en relieve el carácter dinámico y procesal de la investigación, de
modo que no se conciba al proceso como teniendo un principio y un fin
definitivos, sino más bien como un trabajo continuo, donde cada
investigación particular es parte de un esfuerzo mucho mayor en el
desarrollo de los conocimientos científicos. Por otro lado se observará que
el modelo plantea etapas paralelas en su desenvolvimiento. Esto tiene por
objeto mostrar que no hay verdaderamente un orden único en el trabajo
sino que existen tareas que se desarrollan de un modo simultáneo, que se
complementan y determinan mutuamente.

Hechas estas advertencias, veamos, ya más de cerca, el modelo que


proponemos al lector. El primer elemento anotado, la definición de un área
temática, implica la selección de un campo de trabajo, de la especialidad
o problemática donde nos situamos. Para explicarnos mejor
ejemplificaremos diciendo que áreas temáticas son las migraciones
internas, los semiconductores, las partículas subatómicas, la inflación, las
enfermedades contagiosas, etcétera. Es decir, se trata de campos del
saber que tiene unidad interna pero que abarcan una problemática
mucho más reducida que las disciplinas, y aún las especialidades, en las
que suelen ubicarse. No son áreas temáticas, pues, la sociología, el
derecho penal o la ingeniería mecánica, dado que son demasiado
amplias como para definir el campo de estudio de una investigación en
particular, y ni siquiera especialidades como la sociología política, la
anatomía patológica o la mecánica de fluidos.

Toda investigación versa, naturalmente, sobre algún área del


conocimiento, aunque esta pertenezca a más de una disciplina científica
(en este caso se trata, obviamente, de un estudio interdisciplinario). Pero
una investigación puede definirse también como un esfuerzo que se
emprende para resolver un problema: no un problema cualquiera, claro
está, sino un problema de conocimiento. En este sentido conviene señalar
que un problema de conocimiento se plantea o presenta cuando
alcanzamos a precisar qué es lo que no sabemos dentro de un área
temática determinada, cuando establecemos una especie de frontera
entre lo conocido y lo no conocido y nos decidimos a indagar sobre esto
último.

La segunda etapa que hemos definido consiste, por lo tanto, en lo que


se denomina la formulación o el planteamiento del problema. Ella es,
quizás, la fundamental de todo el proceso indagatorio, la que distingue
una verdadera investigación de otros trabajos aparentemente similares,
como los de revisión bibliográfica, recopilación de información,
procesamiento de datos, etc. Porque, en ausencia de un problema no hay
verdadera búsqueda de conocimientos, no hay creación, aunque puedan
hacerse valiosos aportes pedagógicos o prácticos: si no hay algo de algún
modo desconocido o mal conocido no hay, en verdad, auténtica
Ï Ï

necesidad de investigar, de obtener nuevo conocimiento.

Conviene advertir a nuestros lectores que los problemas de


conocimiento no deben confundirse con los problemas de la vida
práctica, aunque ambos puedan estar estrechamente ligados. Así, por
ejemplo, no es un problema de investigación reducir los accidentes de
tránsito, pero en cambio sí lo es responder a la pregunta: cuáles son las
Ð

causas que producen los accidentes de tránsito? Con base a su repuesta


es que podrá resolverse el problema práctico, pero es preciso hacer la
distinción entre estas dos clases de problemas para disipar frecuentes
equívocos que luego se traducen en serios inconvenientes para el
investigador.
Como se habrá observado, la formulación de un problema asume
generalmente la forma de una pregunta, de algún interrogante básico
cuya respuesta sólo se podrá obtener después de realizada la
investigación. Dicho de otro modo, el objetivo fundamental de la
investigación es resolver precisamente dicho problema de conocimiento
(encontrar la respuesta) y su éxito deberá medirse entonces antes que
Ï

nada por la claridad pertinencia y precisión de dicha respuesta. Los


Ï

problemas prácticos, en cambio, se resuelven mediante la realización de


algún tipo de acción, no mediante la obtención de un saber nuevo,
aunque puedan a veces necesitarse de nuevos conocimientos para
desarrollar las acciones que hay que emprender.

La siguiente etapa, que llamamos delimitación de la investigación,


incluye la tarea de fijar los objetivos, generales y específicos, del trabajo a
desarrollar, aclarando qué fines se considera posible alcanzar
concretamente. Porque no puede hacerse investigación científica
estudiando todo a la vez, sin ningún orden ni disciplina y sin tener una idea,
aunque sea aproximada, de lo que se irá a alcanzar: es necesario contar
con un tema de estudio preciso y bien delineado que, por sus
proporciones, pueda ser investigado en correspondencia con nuestros
recursos teóricos y materiales. Sobre estas dos indispensables actividades
de toda investigación hablaremos más extensamente en el capítulo
siguiente.

Una vez precisado el objeto de nuestro trabajo habrá que abocarse a la


tarea de construir un referente teórico para el problema en estudio. Ello
significa asimilar el bagaje conceptual y las teorías ya elaboradas respecto
al tema, pero reenfocadas para los fines específicos de nuestro caso.
Implica por lo tanto la revisión y organización de los conocimientos previos
disponibles sobre el tema, en lo que se refieren particularmente al
problema que se ha planteado y al punto de vista que se ha asumido
acerca del mismo.

Conviene aclarar que la elaboración de este marco teórico está


estrechamente ligada al mismo planteamiento del problema, y en los
hechos ambas cosas se van desenvolviendo casi simultáneamente. Esto es
así porque no puede plantearse con seriedad un problema de
investigación delimitando lo que no se sabe sobre algo si no se revisa y
Ï Ï

asimila previamente lo que ya se conoce acerca del mismo, si no se


ordena y elabora la teoría existente. A los problemas referidos al marco
teórico dedicaremos por entero el capítulo 5.

Las primeras cuatro fases del trabajo de indagación que acabamos de


describir corresponden el momento proyectivo inicial del que hablábamos
en 3.1. Se observará que en nuestro esquema, a partir de la etapa No.3, se
produce una bifurcación que implica la realización de trabajos simultáneos
o, al menos, paralelos. Nuestro objetivo al presentar las cosas de este modo
ha sido remarcar que todo problema de investigación se presenta ante
nosotros bajo una doble faz: por un lado (línea de abajo) como una
colección de hechos, de fenómenos empíricos; por otra parte, como un
conjunto de conceptos y de proposiciones relativos a esos hechos o
fenómenos (línea de arriba). Con esto se rescata la circunstancia de que la
investigación debe atender a la doble naturaleza de lo que se construye
como objeto , en tanto éste no sólo es un elemento puramente
Í Î

empírico, un segmento de la realidad, sino que está precisamente


constituido como resultado de nuestra labor de conceptualización y de
elaboración teórica (V. supra, 2.2).

El elemento No.5, el que llamamos diseño concreto, cumple entonces la


función de complementarse al marco teórico: si éste proporciona el marco
conceptual y referencial para el problema, el diseño tiene por misión
determinar la forma en que el problema habrá de ser verificado:
establecerá el criterio general de comprobación, el sistema de
aproximación a la realidad específica considerada, la estrategia general a
utilizar. Junto con el paso No.6 pertenece a lo que antes hemos
denominado el momento metodológico de la investigación, que será
tratado en el capítulo 6.

Los aspectos No. 6 y 7 son la continuación operativa del marco teórico y


del diseño, respectivamente, tal cual se observa en nuestro gráfico. La
obtención de indicadores, llamada a veces operacionalización , tiene
Í Î

por objeto la búsqueda de elementos concretos, empíricos, que permitan


traducir y medir en la práctica los conceptos que se han definido
teóricamente; las técnicas de recolección de datos son la implementación
instrumental del diseño escogido. Ambos elementos se sintetizan en la
confección de determinados instrumentos de recolección de datos. Los
instrumentos (como, por ejemplo, cues- tionarios, pautas de observación,
etc.) tiene una forma y un contenido. La forma, es decir, si se trata de
entrevistas, cuestionarios, pautas, etc., estará determinada por las técnicas
concretas escogidas; el contenido es decir, qué preguntar, qué
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observar será el resultado de la operacionalización efectuada. De este


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modo ambas líneas, empírica y teórica, confluyen en este elemento, con el


cual nos dedicaremos a la labor de conseguir los datos capaces de
construir una respuesta para nuestro problema inicial. Los capítulos 7, 8 y 9
tratarán con bastante detalle lo relativo a estas etapas.

Pero esos datos se obtienen en bruto y necesitan, por tanto, de un


trabajo de clasificación y ordenación que habrá de hacerse teniendo en
cuenta las proposiciones sobre las que se asienta la investigación. Esta
tarea, el procesamiento de los datos (V. cap. 10), cierra la fase técnica del
proceso, que incluye también a las tres anteriores.

Finalmente, con estos datos ya procesados adecuadamente, habrá que


retomar la labor propiamente teórica para poder obtener de ellos la
respuesta al problema planteado: será preciso analizar críticamente la
información, proceder a sistematizarla y sintetizarla, y arribar a conclusiones
globales de acuerdo a los datos disponibles. Estamos, así, en el momento
final de la investigación, en el que llamamos de la síntesis.

Con esto se cierra aunque sólo en apariencia el proceso de


Ï Ï

investigación. Y decimos así por cuanto ninguna investigación resuelve


Í Î

completamente los problemas formulados. Generalmente la respuesta es


sólo parcial, o hay ciertos elementos de confusión o, en el mejor de los
casos, la respuesta eficaz de un problema implica la aparición de varios
otros nuevos problemas a investigar. El ciclo se reiniciará así a partir del
segundo elemento, de un modo circular e inacabable, como lo es en
verdad la tarea del hombre por resolver los interrogantes del mundo que lo
rodea y de su propia práctica.

Las breves explicaciones que acabamos de dar al lector seguramente


resultarán un tanto oscuras, especialmente para aquellos que se acercan
por primera vez a un texto de metodología. Hemos querido hacer una
presentación sumaria, para que pudiese captarse el sentido general del
proceso de investigación y su correspondencia con los problemas del
conocimiento tratados precedentemente. En los capítulos que siguen ire-
mos desarrollando, con mucho más detalle, cada una de las operaciones
que hemos esbozado en este punto. Rogamos al lector que las lea
cuidadosamente y que, ante cualquier duda, regrese a la presentación
sintética que acabamos de ofrecerle.

Antes de proceder con lo anunciado, sin embargo, nos detendremos


brevemente en otro aspecto de la práctica científica que responderá, sin
duda, a las inquietudes de algunos de nuestros lectores.

3.3. El sujeto investigador


Generalmente se presta poca atención, en los escritos sobre
metodología, a las dificultades y trabas que surgen del lado del sujeto.
Cuando las cosas se presentan de este modo los autores tratan de resolver
los problemas que plantea la complejidad inherente a todo objeto de
estudio, pero olvidando que el sujeto investigador también tiene
limitaciones y se enfrenta a dificultades sobre las que es preciso reflexionar.
Recomendamos, para evitar este equívoco, la lectura de una obra clásica
de Gastón Bachelard, [La Formación del Espíritu Científico, Ed. Siglo XXI,
México, 1976, especialmente pp. 7 a 22 y 248.] quien se ha preocupado
especialmente por ver los obstáculos epistemológicos que el mismo sujeto
incorpora a su trabajo científico, obstáculos que surgen de su psicología y
de su modo de ver el mundo.

Ahora bien, en cuanto a nuestra particular visión de las cualidades que


todo investigador principiante o no requiere para desplegar un trabajo
Ï Ï

efectivo y de calidad, diremos primeramente que el investigador no es una


clase especial y diferente de hombre, con algo así como una inspiración
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genial o cosa semejante. Por el contrario, aunque hayan existido y


Î

existan verdaderos superdotados que se ocupan de la ciencia, la mayoría


de los buenos investigadores y muchos de los excelentes, no son otra cosa
que hombres largamente educados en la disciplina de la ciencia, gente
que se ha hecho investigadora mediante la voluntad y el estudio, cuya
Í Î

tarea es la de proponer teorías y ponerlas a prueba . [Popper, Op. Cit.,


Í Î

pág. 5.]

Naturalmente, quienes poseen una inteligencia más brillante o una


intuición más aguda tienen mayores posibilidades de alcanzar resultados
de importancia. Pero eso no cierra las puertas a la mayoría de los que, día
a día, van levantando el edificio de la ciencia. Y aun aquellos que tienen a
su favor mayores dotes naturales no pueden escapar a esa necesidad de
trabajar sistemáticamente, con paciencia, perseverancia y continuidad,
porque sin ello no es posible llegar a ningún resultado provechoso. Muchas
investigaciones son lentas y dificultosas, plagadas de tareas tediosas y de
inconvenientes que pueden producir el desánimo; sólo una firme
determinación por conocer la verdad y exponerla, una voluntad sin
desmayos orientada hacia ese fin, nos convierte en verdaderos
investigadores.

Pero, complementándose con lo anterior, es necesario poseer y cultivar


un espíritu libre, una mentalidad creadora y abierta a todas las
posibilidades, porque el conocimiento científico se opone a las posiciones
dogmáticas y porque los hechos son muchas veces más fantásticos que
cualquiera de nuestras expectativas. Sólo una inteligencia que duda de
todo y se pregunte ante todo, una imaginación libre, nos prepara para
construir teorías e hipótesis que muchas veces resultan verificadas por la
realidad. Una síntesis entre un despiadado espíritu crítico y una
imaginación sin trabas parece ser el modelo que nos ofrecen los más
grandes científicos y pensadores de todos los tiempos.

Existen también ciertos hábitos y capacidades que ayudan sobremanera


a un investigador: los conocimientos generales sobre muchas ramas del
saber, la capacidad para trabajar en equipo, el placer siempre presente
por conocer, el entrenamiento en la lectura sistemática, crítica y
cuidadosa, son cualidades valiosas que todo estudioso debe cultivar y
tratar de desarrollar en sí mismo. Por último diremos que la experiencia
práctica en la misma acción investigadora resulta una ayuda
importantísima, por lo que nunca debemos abandonar este campo
apresuradamente, como si no estuviésemos dotados para desen- volvernos
en él, sino insistir en nuestro trabajo hasta obtener lo que realmente
podemos alcanzar por nosotros mismos.

Ejercicios
3.1. Siguiendo el esquema propuesto en 3.2 trate de imaginar qué ocurriría
con los resultados de la investigación si:

a) No existe un marco teórico que organice las ideas previas del


investigador.

b) Las técnicas de recolección de datos no se adecuan al diseño


formulado.

c) El tema no ha sido delimitado con precisión.

d) Los datos no se procesan adecuadamente.

3.2. Si al procesar los datos nos damos cuenta que éstos son insuficientes
para responder a las preguntas iniciales, cuál o cuáles fallas en las tareas
Ð

previas cree Ud. que está en el origen de este inconveniente? Cómo lo


Ð

resolvería?

3.3. En qué cree puede perjudicar la impaciencia a un investigador?


Ð

3.4. Busque alguna tesis o trabajo de investigación y trate de identificar


cada una de las etapas que se representan en el esquema de la página
46. En el caso de no encontrar alguna de ellas trate de determinar hasta
qué punto eso ha afectado la calidad de los resultados obtenidos.

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