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1ª Estación.

JESÚS ES CONDENADO A Lo condenaron a muerte


MUERTE su silencio y mi silencio.

Y no respondió a ninguna Escupieron las gargantas


acusación. alaridos a mi miedo.
(Mt. 27,14)
Al oleaje de gritos
Te condenaron a muerte debí levantar mi pecho
tu silencio y mi silencio. -dique de amor y diamante-
contra el torrente protervo.
Las gargantas en tumulto
ante el Pretor somnoliento, Pero fui arena medrosa
lapidaron con sus gritos que no supo defenderlo.
el mármol de tu silencio.
Debí gritarles:
Tu mutismo era una estatua “¡Judíos, yo soy,
de blancura y de misterio... yo soy el perverso;
a mí la hiel, las espinas,
“¡Habla, Jesús, que te matan! a mí la cruz y el flagelo!”,
Arropada en tu silencio pero se anudó a mi voz
la muerte viene volando la vil serpiente del miedo.
entre graznidos de cuervos.
¡Pastores, por cobardía
¡Habla, Señor, tu palabra, me mataron mi Cordero:
como un huracán de fuego, fue más fuerte que mi amor
salga de tu boca el ladrido de los perros...!
y queme lo falso de los
denuestos! Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio
¿Por qué te quedas callado : uno, silencio de amor;
si eres el Divino Verbo...?” otro, silencio de miedo.

La boca de Dios
quedó baldía como el desierto.
2ª Estación. en holocausto humeante,
JESÚS SE ABRAZA CON LA CRUZ transverberados de fuego,
una nueva epifanía
Levántate, Amiga mía, hermosa mía, y ven. alumbrará tierra y cielo.
(Cant. 2,13)
Serás llamada Señora
Acércate, Bienamada, y Madre de muchos pueblos.
la de los brazos abiertos.
Vendrán a ti con sus dones
A ti corro enamorado los reyes del mundo entero.
con un ciclón de deseos.
Con tus brazos extendidos
Tengo sed de tu regazo serás rosa de los vientos
para morir en silencio. que conduzca caminantes
a mi Corazón abierto.
Amada, la presentida
desde los montes eternos, Los que a Mí quieran venir
la elegida por el Padre tendrán que amarte primero...
para el Varón Unigénito,
eres morena de sol Salgamos ya, Bienamada,
y tienes olor a cedro; la de los brazos abiertos.

yo pondré sobre tus hombros


el lino en flor de mi cuerpo
y un rojo manto prendido
con cinco rosas de fuego:

¡divino traje de bodas


en el abrazo supremo!
Ven a mis brazos, Amada,
la de los brazos abiertos.

Bajo la noche del odio


iremos por el sendero
relampagueante de gritos
y enraizado de tropiezos:

¡que el amor siempre camina


por sendas de sufrimiento!

Cuando estemos en la cumbre


unidos los dos y quietos,
3ª Estación. constelado con sus besos,
BAJO EL PESO DE LA CRUZ JESÚS CAE y mis arenas febriles
Y DA CON SU BOCA EN TIERRA ungidas de refrigerio!

Béseme con el beso de su boca. ¡Qué triste el beso de otoño,


(Cant. 1,1) cuando, al impulso del viento,
besa con sus hojas secas
¡Decidme quién me besó la planta de mis senderos
con unos labios de fuego...! y me deja en la garganta
Muchas veces he sentido sabor a muerte y a duelo!
el ósculo del invierno.
Pero nunca conocí un beso
Sus labios -copos de nieve- como este beso:
al caer blancos y lentos tan lleno de suavidades,
me visten con la pureza de tristeza y de misterio...
de los glaciares eternos:
Eternos labios heridos,
son un bautismo de gracia divinos labios de fuego
que me renueva por dentro. que, quemando, purifican
y sirven de refrigerio;
Al llegar la primavera
florida por los oteros, labios de Cristo,
la fecundidad despierta caído en el camino tremendo,
en mis ateridos senos. ¿a la Tierra, vuestra esclava,
así la tratáis, a besos...?
Con sus rojas amapolas
¡cómo me cubre de besos ¡OH labios, yo no soy digna,
y cascabeles de espigas pero... besadme de nuevo!
y música de jilgueros!

Pero nunca conocí


un beso como este beso:
¡si me ha dejado más blanca
que los altos ventisqueros
y me ha vuelto más fecunda
que los jardines del cielo!

Decidme quién me besó


con unos labios de fuego.
¡Qué dulce, cuando el estío
con sus labios de aguacero
deja el cauce de mis trenzas
4ª Estación ¿Por qué vas con esos hombres
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE y a mí me dejas gimiendo?
Yo, por Tí, diera mi vida, ellos...
¿A dónde se te fue el amado, oh tú, la más ¡dan treinta dineros!
hermosa de las mujeres?
(Cant. 5,17) Cristo, Niño mío;
¿para dónde vas?
Cristo, Niño mío, Pobre María, Mar de lágrimas,
¿para dónde vas? no te canses de llorar.
María, Mar de lágrimas,
¿quién te lo dirá?

Piececitos como lirios


que en mi regazo crecieron,
¿por qué lleváis a mi Niño
por tan ingratos senderos:

alfombras: charcos de sangre,


sandalias: llagas de fuego?
Manecitas de jazmines
que en diciembre florecieron,

¿por qué os alejáis crispadas


sobre ese oscuro madero
y ni podéis despediros de mí,
perfumando al viento?

Cristo, Niño mío,


¿para dónde vas?
María, Mar de lágrimas,
¿quién te lo dirá?

¡Oh cabeza de mi Niño


que durmió sobre mi pecho,
negras espinas te ciñen,
ya no dulcísimos besos;

dolor y llanto te arrullan,


ya no cantares maternos!
¡Oh puñadito de mirra
que perfumaste mi seno!
5ª Estación. como maduro racimo;
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA y los dos, compenetrados,
CRUZ hechos de harina y de vino,
en la cumbre amanecida
Mi Amado para mí, y yo para Él. seremos un Sacrificio.
(Cant. 2,16)

Yo seré tu cirineo,
Tú, Jesús, serás el mío,
Eres de mi mismo barro,
Dios sudoroso y herido,
te faltan muchas caídas
para llegar al patíbulo.

Tu vida puede quebrarse


a la mitad del camino,
y si mueres a deshora
nos dejas sin crucifijo,
sin testamento, sin Madre,
sin el Refugio Divino de tu Corazón,
abierto por la lanza de Longinos...

Tienes que llegar al ara muerto de dolor..,


y vivo; si te abruma mucho
el peso de tu amor y mis delitos,
yo seré tu cirineo...

¡Vayamos al Sacrificio!
Y después, cuando en la vida
se cambien nuestros destinos,
cuando Tú, resucitado todo balsámico
y limpio me esperes en los trigales viviente
pero escondido, y yo cruce ante tus ojos
hecho temblor y martirio,
llevando mi cruz a cuestas,
de dolor desmorecido,
Tú serás el cirineo
que me lleve al Sacrificio.

Eres, como yo, de barro;


hazme, como Tú, de trigo;
exprímeme sobre el monte
6ª Estación.
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESUS Con tal que a Tí me parezca,
sufrir me parece poco.
Como una marca de fuego sobre el corazón.
(Cant. 8,6)

Así quiero que me pintes


sobre mi pecho tu rostro.

En el pesebre, de niño,
eras estrellita de oro;
de joven, entre los lirios,
el más fragante de todos;

bajo los soles maduros


pareciste el más hermoso;
mas hoy, cuando todos dicen
que no tienes ni decoro,
es cuando me gustas más:
eres ¡el Divino Rostro!

Así quiero que te pintes


en mis entrañas muy hondo,
con pinceladas de sangre,
de salivas y de polvo;
morado de bofetadas,
palidecido de oprobios.

Me enamoras como nunca


porque en tu cara conozco
todo el amor que me tienes
encendido y doloroso.

Mi corazón es el lienzo
para que pintes tu rostro.
En Tí quiero retratarme
como un espejo en el otro.

¡Que no me falten espinas


ni lágrimas en los ojos,
ni sudor, ni bofetadas,
ni manchas de sangre y lodo!
7ª Estación. Yo soy el pobre perrillo
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ punzado de hambre y de miedo.

Hasta los perrillos comen las migajas que Si no te hubieras caído,


caen de la mesa. como lluvia, en mi desierto,
(Mt. 15,27) lleno de angustia y miseria
yo moriría sin remedio.
¿Quién tiró el Pan de los hijos
para dárselo a los perros? ¡Estabas, oh Dios, tan alto
y yo tan vil y pequeño!
Viviente Copo de harina Bajo tu disfraz de polvo escondido,
caído sobre el sendero, te presiento tan lleno de resplandores
Pedazo de pan cocido como en la gloria del cielo.
en hornos de sufrimiento,
Si los hombres no te quieren,
Migajita resbalada ven, y descansa en mi pecho.
desde el regazo paterno,
Migaja de pan,
¿para caer en el polvo caído para el hambre de los perros:
descendiste de los cielos? ¡el amor que me tuviste
te puso en tales extremos!
Escándalo de los hijos,
Ludibrio de todo el pueblo,
¿así quieres que te coman
los ricos, los opulentos?

Eres tan poquita cosa,


estás tan sucio y tan feo
que ni el hijo más humilde
ni el mendigo más hambriento
se dignarían inclinarse
por recogerte del suelo.

¿Quién tiró el Pan de los hijos


para dárselo a los perros?

Yo bendigo tu caída
que me infunde atrevimiento.

Con lágrimas y temblores


de ternura a Tí me acerco.
8ª Estación. de mis ojos doloridos
JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES caigan las gotas de llanto,
y laven con su blancura
No lloréis por mí, llorad sobre vosotras. lo negro de mis pecados.
(Lc. 23,28)
Tu amor y yo, frente a frente,
No quiero llorar por Tí: a solas, los dos estamos;
quiero llorar mis pecados. y mis dos ojos te dicen
lo que no puede mi labio.
Las almas vienen siguiendo
la púrpura de tus pasos; Mira quebrado a tus pies
todas quieren consolarte mi corazón de alabastro,
¡y todos vienen llorando!,
¡tan duro para quererte,
yo, Señor, aunque te miro para olvidarte, tan blando!
todo del Amor llagado, mira cómo, de la herida mana
no quiero llorar por Tí, el olor de mis nardos...
oh divino Enamorado.
Tu amor y yo, frente a frente,
Yo sé que por fuera sufres, a solas, los dos estamos.
mas, por dentro, estás gozando,
porque el Amor, cuando hiere, Los dos, con el alma rota;
es como aroma de bálsamo los dos, transidos de bálsamo.
que mientras más nos traspasa
es más suave y delicado. ¡Y tus dos ojos me dicen:
“Mucho se te ha perdonado”!
Las heridas de amor saben
a miel y huelen a nardo.

¿Por qué entonces, sin quererlo,


van mis lágrimas brotando?

¡Señor, no lloro por Tí:


que lloro por mis pecados!

No lloro de verte herido,


lloro de haberte olvidado.
Déjame llorar, Señor,
para siempre, sin descanso.

Déjame llorar, Señor,


-lluvia de pétalos blancos-
9ª Estación. por eso mi voz te grita:
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ “Jesús, levántate y anda.

Levántate y anda. Levántate aunque el cansancio


(Mt. 9,5) se desploma en tus entrañas
Levántate, aunque el suplicio
Triplicaste tu caída con vivas lumbres te aguarda.
entre sollozos y lágrimas.
Levántate, que la meta
La magnolia de tu veste yace en tierra, se mira ya muy cercana”
deshojada y el caudal de tus cabellos
hontanar de limpias aguas Enséñales a los hombres
sobre las piedras desnudas esa ciencia necesaria
dormido se desparrama... de resurgir varoniles
cuando en el camino caigan.
¡Qué desfallecer del cuerpo,
qué desaliento en el alma! Si Tú te quedas caído
¡Cuánta sed de abandonarse derrumbas nuestra esperanza.
y no proseguir la marcha,
suspender eternamente Somos flores de los campos
el ritmo de las pisadas! que hasta un soplo desarraiga,
y ¡es tan fácil que en la vida
¿Por qué un grito se me sube se quede caída el alma,
tembloroso a la garganta cuando ha sentido el abrazo
un grito para gritarte: cenagoso de las charcas
“Jesús, levántate y anda”? que ofrecen lotos de oro
y víboras anidadas!
Porque otras muchas caídas
tus tres caídas retratan: ¡Y es tan duro levantarse
el azoro de los niños para proseguir la marcha
caídos de madrugada; cuando en las venas hay frío
y anochece en las entrañas...!
el derrumbe de los jóvenes
desde las cumbres nevadas; Jesús, por los pecadores
las caídas de los viejos mi voz te grita angustiada,
tan negras y tan amargas... por nosotros pecadores,
Jesús, ¡levántate y anda!
Porque mil negras pupilas
ansiosas en Tí se clavan
por ver si quedas caído
o mirar sí te levantas
10ª Estación. de la luminosa noche;
JESÚS ES DESNUDADO Y dónde los lirios del valle y, ante los ojos del mundo,
ABREVADO CON HIEL Y que tejen túnicas blancas tan crueles y tan cobardes,
VINAGRE sin ruecas y sin telares; ser pecador descubierto
es ser dos veces culpable.
Revestíos de Cristo dónde están los corderitos
(Rom. 18,14) vestidos de lana suave ¡Cómo duelen las miradas
que te ven a Tí desnudo que en mí vienen a
Así, desnudo, Dios mío, y no corren a abrigarte? clavarse!
¡qué pena me da mirarte, ¡Qué amargas son estas
escultura de vergüenza Pero, bien visto, culpas
cincelado en nieve y ¿qué importa Si los de ceniza y de vinagre!
sangre! soldados
reparten entre sí tus ¿Y cómo entraré desnudo
Tienes todo el desamparo vestiduras a tus festines nupciales?
de nuestros Primeros llenas de sudor y sangre?
Padres, Si viene el Rey y me mira
al esconderse llorosos Tienes oh Dios, me arrojarán a la calle...
y desnudos tras los árboles una túnica que nadie podrá
con el sabor del pecado arrancarte: Cuando tú subas glorioso,
amargándoles las fauces. la túnica de tu cuerpo por los caminos del aire,
que te tejiera tu Madre revísteme con tu veste de
También hay entre tus en el telar de su seno fuego santificante;
labios con el lino de su carne. revísteme con la túnica
sabor a hiel y vinagre: inconsútil de tu sangre.
amargura de pecados que, ¡De esa veste,
sin beberla, probaste. ni la muerte podrá jamás Y así, vestido de Cristo,
despojarte! ceñido de claridades,
Las saetas de los ojos mientras los ángeles
y de las risas procaces Mira, Señor, cantan
sobre tu cuerpo desnudo a mi alma también el cantar de los cantares,
volando van a clavarse. desnuda y sangrante: iré a hundirme en el regazo
se jugaron a los dados oceánico de tu Padre.
¡Oh si pudieras correr, entre el Demonio y la
como un niño, hasta tu Carne
Madre, mi túnica de la gracia
y esconderte entre sus en frenético aquelarre,
brazos,
y en su regazo anidarte! mientras el Mundo miraba
mi angustia sin inmutarse...
¿En dónde estarán ahora ¡No me dejaron ni el manto
aquellos limpios pañales para cubrir mis maldades!
11ª Estación.
JESÚS ES CLAVADO EN LA Así, sin vino, sin rosas, Cuando en tus miembros
CRUZ sin pan y sin azucenas, exangües
y con este fuego oscuro caiga la noche suprema,
Y golpearás la Roca, y que se arrastra por las un amanecer de lirios
brotará de Ella el agua para venas, alumbrará las praderas.
que beba el pueblo.
(Exod. 17,6) ¿qué vida puede vivirse? Y nacerás repetido en las
¿Qué muerte será más castas azucenas,
Eres la Roca de la luz negra?... y estarás en cada rosa,
con entrañas de agua cuando las rosas florezcan,
nueva; Eres la Roca que guarda y cuando el dulce racimo
nosotros somos el barro torrentes de vida eterna; su jugo en el cáliz vierta,
amasado con tinieblas. nosotros somos la sed
coagulada de la tierra. allí beberán los hombres
Hay en tus claros abismos sorbos de tu sangre nueva;
veneros de vida eterna; Será preciso que el y cuando el trigo maduro
nosotros tenemos sed hombre, se triture entre las piedras,
en nuestras áridas venas. en un rato de demencia
taladre en cada pan hallaremos
Nuestra sed es infinita, sin compasión la noble el sabor de tu presencia.
nuestra sequedad, Roca serena...
tremenda; Porque tu sangre ha
el ardor de los desiertos ¡Si no podemos vivir, corrido
en nuestras almas llamea. sí están nuestras almas por nuestros cauces de
secas... tierra;
Espejismos de locura, Extiende tus pies y manos se eterniza entre los
en la mente reverberan en cruz hombres
y sube un grito de fuego sobre la madera y deja tu invisible permanencia: ¡
desde las entrañas secas. que nuestros golpes nosotros en Tí vivimos,
penetren en tus arterias. Tú vives en nuestras venas!
En los íntimos jardines
se requemó la azucena, ¡Ya sale huyendo tu sangre
y la rosa enamorada, a los cauces de la tierra,
de sed, ha quedado en divina transfusión
muerta. de tus venas a sus venas!

El oro dulce del trigo ¡Ya se apagan nuestros


vuela al aire hecho pavesas fuegos
y las viñas bajo un cielo en estas aguas eternas,
de lumbre crujen ya vuelve a lanzar la vida
sedientas... su canción en las arterias!
12ª Estación. sobre las tierras baldías...
JESÚS MUERE EN LA CRUZ ¿qué esperas para que
Ya estás ahí, manirroto, salga,
Me levantaré e iré a mi en cruz sobre la colina; de tu corazón, la vida?
Padre ¿qué te queda ya por dar ¡Vuelve ya a tu casa,
(Lc. 15,18) de Pródigo el de las manos
tus riquezas divinas? heridas!
Vuelve ya a tu casa,
Pródigo el de las manos Por tener las manos rotas En su palacio tu Padre,
vacías. se te quedaron vacías. el Gran Anciano de días,
escrutando los senderos
¿A dónde vino a parar Junto a tu Padre, con sus eternas pupilas,
toda tu gloria: divina, en la luz inaccesible vivías;
oh mi Dios, encarcelado hoy estás entre tinieblas espera ya tu retorno
en una cárcel de arcilla? como una estrella caída. por las sendas florecidas.

Tú que colmas los abismos En tu palacio, Las lámparas del Paráclito


con tu presencia infinita un enjambre de arcángeles orladas de siempre vivas
cabes entre cuatro clavos te servía; para iluminar tus pasos
y una corona de espinas. hoy estás entre mujeres también están
que lloran y hombres que encendidas....
Dejaste el seno del Padre gritan.
por el seno de María; Pero, ya sé lo que esperas
del cielo huiste trayendo Antes eras el Ungido para que vuelva tu vida,
toda tu herencia divina: con bálsamo de alegría; por el túnel de la muerte,
hoy navegas en un mar a las mansiones divinas:
la diste a los pecadores de tristeza sin orillas.
y a las mujeres perdidas. buscas a quien regalar
Dijiste que entre los tus clavos y tus heridas;
El mosto de las granadas, hombres y buscas otra cabeza
coronó tus sienes limpias vivir era una delicia; para poner tus espinas.
con su locura de fuego y no hay dolor comparable
bajo la huerta sombría a tu tremenda agonía... ¡Dámelas a mí, Señor,
ansiosos, por recibirlas,
y así saliste, embriagado, ¡Pródigo de manos rotas ... esperan mis pies,
por la clara mañanita, y eres la Sabiduría! mis manos y mis sienes
a derrochar tus tesoros doloridas!
con amor y sin medida. Oh Cisne de Dios ante tu suprema dádiva
Tus manos fueron que cantas a la muerte está mi fe de rodillas.
sembrando presentida:
su lluvia de rosas finas ya van tus siete palabras Yo subiré sobre el monte
en el surco azul del aire cantando en la lejanía... al quedar tu cruz vacía,
y dormiré mis ensueños De mañanita, llorando,
sobre tu lecho de mirra. por los caminos del cielo, las nubes le acariciaban
salió mi niño a buscar con devoción los cabellos..
Ahí dejaré que irrumpan su rebaño de corderos. Dormidito lo encontraron
mis cataratas dormidas, en el camino del cielo,
por completar en mi Todos andaban perdidos y dormidito, a mis brazos,
cuerpo entre los barrancos de noche, me lo trajeron.
tu pasión interrumpida. negros....
En un bosque de alaridos Tiene en sus pies dos
Pero ya vuelve, Dios mío, y brazos en alto tensos, claveles,
a las mansiones divinas. entró mi Niño temblando y en sus manos dos luceros
Vuelve a encender de soledad y de miedo... y en su Corazón un sol
en los labios de tu Padre, la tres veces santo y abierto.
sonrisa. Las flores eran de sangre,
las ramas eran flagelos, Hijito, que entre mis brazos
Ve a desatar las hogueras, las maldiciones volaban, yaces cansado y deshecho,
del Paráclito, cautivas. como pájaros, al viento. duérmete sin ansiedades
Ve a devolver a los cielos por tus perdidos corderos.
su inextinguible alegría: ¡Era tan largo el camino,
¡si todo está consumado, estaba el aire tan negro, En esta noche de luna
si ya tienes otra víctima! que mi Niño se cayó los has juntado en el cielo;
tres veces en el sendero; por la inmensidad azul
13ª Estación.
JESÚS ES DESCLAVADO DE y cuando a los ojos de agua vagan cándidos,
LA CRUZ se acercó a beber sediento paciendo entre rosas
Y PUESTO EN LOS BRAZOS le dieron a beber mirra inmortales
DE SU MADRE aquellos crueles veneros! y remansos de luceros.

María guardaba todo esto


Por fin se subió mi Niño Innumerables y puros,
en su corazón. sobre las ramas de un como los copos de
(Lc. 2,19) cedro invierno,
por ver si de las alturas de todos los horizontes
Mi Jesús, tiene sueño, divisaba sus corderos. ascienden al firmamento
por el camino se me
durmió
Su séptuple canto Cuando la luz te despierte
tres veces el pobrecillo. triste rodó por el universo. ya sin dolor y sin sueño,
¡oh cómo habrás de
Hijito, duerme, duerme, Como un gorrioncito alegrarte
que en esta noche, herido por tus hallados corderos!
no habrá quien te -todo púrpura su pecho-
despierte. quedó dormido mi Niño Hijito, que entre mis brazos
sobre las ramas del cedro; yaces
desnudo y deshecho, con la semilla, llorando; resultará tan amargo?
sigue durmiendo en la cuna ya traen el cuerpo de Cristo
de mi amor y de mis blanco sobre el lino blanco. ¡Qué diluvio de silencio
besos.... se vació sobre los
¡Señora, yo no quisiera campos....
Estos besos son los últimos ni mirarte, ni mirarlo! La soledad, con sus aguas,
pero mi amor es eterno. cubrió los montes más
Tú me lo entregaste niño altos!
Sigue durmiendo en mis como manojo de nardos;
brazos, yo te lo devuelvo muerto Niña que llevas al pecho
aunque sabes que tu sueño como racimo pisado. siete puñales clavados:
es espada de dos filos bajo el sepulcro,
que me traspasa por Trae mucha noche en las dejaste tu corazón,
dentro... venas olvidado...
y mucha nieve en los
Duerme que, para velarte, labios. ¿Por qué florece el silencio
está mi dolor despierto. con un inaudito cántico?
Mi Jesús tiene sueño, Se le congeló la vida ¿Y quién se pone a cantar
por el camino se me en el Corazón quebrado... cuando los hombres
durmió lloramos?
tres veces el pobrecillo. ¡Señora, yo no quisiera
ni mirarte, ni mirarlo! ¡Señora, los muertos
Hijito duerme, duerme, cantan,
que en la alborada vendrá Ven y deshoja los muertos están
la luz divina que te la última flor de tu beso cantando!
despierte. en sus labios Entre las sombras agitan
y deja que lo sembremos el címbalo de sus manos:
14ª Estación. en este surco de llanto. que también para los
EL CUERPO DE JESÚS ES muertos
DEPOSITADO EN EL Quien sabe si ya mañana llegó el Domingo de
SEPULCRO cosechemos el milagro Ramos.
de que retoñen
De ida, llorando los dulces latidos Ya va el Señor
caminaban, arrojando la en su costado! descendiendo
semilla. por caminos subterráneos:
(Ps 125,6) ¿Si es un augurio de de todos los cementerios
espigas sube un clamor a su paso
Niña que llevas al pecho la muerte de cada grano, mientras se impregna de
siete puñales clavados, si está la resurrección vida la tierra,
Madre que vas a sembrar bajo la tumba esperando, con su contacto.
a Dios bajo los granados: por qué sembrar a los
ya vienen los sembradores, muertos Un soplo de primavera
sacude los huesos áridos
y retrocede la Muerte
entre las tumbas aullando.

¿En dónde está tu victoria,


oh Muerte de dedos
pálidos?
Ya van bajo los cipreses
las siemprevivas
brotando...

Madrecita que sembraste


a Dios bajo los granados:
sobre el surco de tus
lágrimas
han florecido los cánticos;
mañana, cuando el lucero
del alba
bese tus párpados,
la tierra dará su fruto
inmortal y perfumado...

Entonces, cierra tus ojos;


entonces, abre tus labios
para que bebas el vino
del Hijo resucitado.

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