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HIMMELWEG DE JUAN MAYORGA

Verónica Jiménez Jiménez

Himmelweg o “Camino al Cielo” es una obra escrita por Juan Mayorga en 2002. Es una
pieza inspirada en el caso real de un campo de concentración nazi que recibió un
informe favorable de la cruz roja por sus atenciones a los internos. Juan Mayorga
escribe sobre muchas cosas como la querencia a las apariencias o la conformidad de lo
que te muestran. Pero sobre todo Himmelweg es una obra que habla del teatro dentro
del teatro en la medida en que el teatro que habita en esta obra no es un teatro creado del
pacto con el espectador sino del fingimiento, consiste en montar teatro para ocultar la
verdad.

A primera vista Himmelweg es una obra de teatro histórico pero acaba siendo más que
eso. Es un retrato del pasado y es un retrato del presente. Sobre todo no es un lavado de
conciencias sino que impide que se quede en el pasado heridas abiertas en el presente.
En Himmelweg se pretende hacer una ficción libre sobre la invisibilidad del horror.
Escribe Juan Mayorga esta obra para hacer visible una herida del pasado que la
actualidad no ha sabido cerrar. Se hace resonar el silencio de los vencidos invocando a
un pasado que haga incómodas preguntas. El objetivo es mirar hacia atrás para ser útil
hoy. Para ello se construye una experiencia presente que quizá pueda ayudar a algún
espectador a revisar un aspecto de su vida o el modo en que se organiza su sociedad.
Himmelweg es una obra acerca de las distintas maneras de afrontar la responsabilidad.
Para el autor trabajar en el teatro del holocausto es el deber que tenemos con los
muertos. También se nos habla de la responsabilidad de la búsqueda de representar lo
irrepresentable lo que está muy bien dibujado en la obra porque “Camino del Cielo” es
el camino de buscar representar el dolor de aquellas personas que ya no tienen voz y de
las personas que actualmente gritan sin que nadie las escuche.

Habla de un hombre universal, que podríamos ser cualquiera de nosotros. Un hombre


que quiere ser solidario y que le espanta el dolor ajeno. Un hombre que no es lo
suficientemente fuerte para desconfiar de aquello que le dicen y le muestran. ¿No es
acaso ese hombre un reflejo de nuestro yo pasado y un reflejo de nuestro yo actual?
¿Cuántas veces nos creemos a pies juntillas lo que nos cuenta la policía, las noticias o el
gobierno? Ante él, ante nosotros se presenta una mentira aceptable.

Por otra parte se nos presenta el comandante como un gran director de escena que
puede realizar la obra de arte total. Hacer de la vida una gran obra de arte. Una obra de
arte que consiste en reflejar cómo se llega a la realidad profunda de una situación
aparentemente normal. Así lo que el Delegado ve son escenas de una excepcional
normalidad: la pareja del banco o la niña junto al río con su muñeco. Esta “normalidad”
es lo que el comandante luego transformará en su obra de arte representada por unos
actores selectos. Se presenta cómo todas las vidas del campo están en sus manos, en
nuestras manos como si fuéramos el titiritero que maneja los hilos de los muñecos.

Hemos hablado de dos importantes personajes de la obra y del papel que tienen en la
trama y era necesario abordar a estos dos personajes para poder presentar a Gottfried, el
judío el cual no se sabe muy bien si está ayudando a su pueblo o está colaborando con
sus propios verdugos ya que en Himmelweg los judíos están representando una obra
escrita por su verdugo para enmascarar la horrible realidad en la que viven sus actores.
Podríamos considerarlo como escritura macabra de la cual consciente o
inconscientemente estaría colaborando Gottfried. Llegado a este punto nos preguntamos
¿qué grado de responsabilidad tiene Gottfried en la obra? ¿Tiene suficiente poder para
pararle los pies al comandante? ¿Eso supondría su muerte?

Así tenemos a tres personajes protagonistas lo cual es llamativo en la concepción de esta


obra.

Los temas más destacables de Himmelweg son en primer lugar, y como ya hemos
comentado anteriormente, el tema de la responsabilidad y en segundo y tercer lugar son
la invisibilidad del horror y la violencia “especial” que radica en obligar a las víctimas a
defender el relato de los verdugos. Es decir, en obligarles a colaborar en la mentira.

La estructura de la obra consta de cinco fragmentos o escenas en donde se alternan los


tiempos dramáticos del pasado (1944) y del presente. Se utiliza el tiempo dramatúrgico
de tal manera que en el monólogo inicial lo escuchamos en presente que es el tiempo de
los vencedores donde justifica el Delegado el informe que entonces escribió y que
correspondía a la voz del Comandante, creador de la gran mentira y el discurso de las
víctimas está también en presente porque es la voz del Comandante, la voz que él decide
darles no su voz verdadera ya que lo que se pretende resaltar no es la voz de las víctimas
sino su silencio. No se trata de un tiempo lineal, sino fragmentario y recurrente entre el
pasado de 1944 y el presente de cada lectura o representación lo que obliga al
espectador, tal y como quería Mayorga, a reconstruir la fábula con las informaciones
que se le dan en el texto. El espacio escénico es siempre el mismo: el supuesto campo,
un espacio único pero múltiple .El espacio se refiere al Terezín real pero el autor lo
desliga geográficamente creando un espacio imaginario que alude a un indeterminado
campo próximo a Berlín para evitar el documento, de manera que no se identifique con
el Terezín real garantizando así su carácter ficcional y su universalización de manera
que sea aplicable a cualquier campo actual. Existen otros espacios significativos de ahí
radica su multiplicidad. Son importantes el río de aguas heladas donde es obligada a
actuar la niña, el lugar donde se arrojan las cenizas de los actores judíos ya que como se
afirma en el texto ninguno es enterrado; o el despacho del Comandante nazi donde
destaca sobre todo su biblioteca.

El conflicto que se plantea en la obra es un conflicto social. Podría resumirse entre un


conflicto de la búsqueda de la verdad frente a asumir la falsa realidad, aquella que se
nos muestra. Como ya hemos comentado anteriormente se trata de un conflicto muy
actual. Aquí radica la belleza de la obra de Mayorga, en que permite actualizarse
permanentemente. Según iba leyendo me estremecía pensar lo mucho que se parecería
este campo de concentración a un campo de refugiados donde nos venden que se les
trata divinamente pero si tenemos la oportunidad de hablar con refugiados nos cuentan
las imposibilidades con las que viven, y que se limitan a sobrevivir como si estuviesen
encerrados. ¿Os extrañaría que a los refugiados les obligasen a realizar una obra o un
documental sobre lo bien que viven y lo bien que les tratan en esos campos? Porque a
mi no. Y resultaría algo espeluznante pero lo más horrible de todo es que aceptaríamos
esa “verdad” sin cuestionarnos absolutamente nada porque estamos mucho más a gusto
así, tragándonos las mentiras desde el sofá y eso cuando no miramos hacia otro lado.
Esta es la realidad que criticaba Mayorga. La realidad de 1944. La realidad de 2018. ¿Es
que la sociedad no ha aprendido nada de su historia? Yo diría que no y por eso yo
utilizaría el teatro y montaría esta obra porque cuenta una realidad de ayer pero también
una realidad de hoy y quizás, solo quizás haya conciencias que se remuevan y resuene el
silencio de los judíos que asesinaron y de los obligan a ser mudos hoy en día de una
forma mucho más refinada aunque no menos horrible.

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