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La unidad monetaria de la nación ha sufrido transformaciones

tanto en su valor como en su diseño desde que fue creada. El má


s reciente ejemplar, de una denominación de $100.000, circula
desde el jueves.

Doce kilos de monedas antiguas de Colombia, por un valor de $250.000 pesos,


estaban siendo comprados por Juan Castrillón en uno de los pocos
establecimientos del Centro de Barranquilla que aún resguarda estos objetos
de papel y metal, todo un tesoro para los coleccionistas.

El objetivo de Castrillón con su compra fue buscar entre cientos de piezas las
monedas que albergaran errores, para luego agregarlas a su particular colecció
n, en la que lleva trabajando más de 35 años.

Los ejemplares adquiridos por este coleccionista, quien lleva 20 años viviendo
en Barranquilla, se suman a los miles que han circulado por todo el país durante
sus más de 400 años de historia monetaria, a la que hace cuatro días se le añadi
ó un nuevo integrante: el billete de $100.000, la denominación más alta de la
moneda de Colombia hasta el momento.

¿Qué dice la historia?. Al ser dejado atrás el período del trueque con la llegada
de los colonizadores españoles, los indígenas que habitaban el territorio se
vieron en la necesidad de sumarse al sistema económico que ellos traían de su
natal España. Así fue como los nativos comenzaron a intercambiar objetos y
alimentos con los nuevos pobladores a cambio de pequeñas piezas hechas en
oro, cobre y plata, como mecanismo de pago. Ese es el comienzo de la gran
reseña de la historia de la moneda nacional, según el Banco de la República.

Dichas piezas, llamadas macuquinas, eran traídas desde el Viejo Continente.


Pero, al ser la Nueva Granada una de las naciones de mayor producción de oro
del mundo, los reyes de España deciden, para 620, fundar la Casa de la
Moneda de Santafé. Felipe III fue el encargado de inspeccionar las primeras
elaboraciones de las valiosas piezas, a las que se le siguieron las monedas de
cordoncillo, en los siglos XVIII y XIX.
Las monedas republicanas de varias denominaciones, entre ellas las de 20
pesos, conocidas como morrocotas de oro, también comenzaron a elaborarse
en Colombia, producto de la colonización española. Y, en 1657, empiezan a
fabricar piezas de plata de gran rareza, como las macuquinas de 8 reales, y por
último, los patacones de Cordoncillo, de 1762 y 1771.

Y fue en esa época en la que surgió la moneda colombiana más antigua que
posee el coleccionista Castrillón. Entre los más de 5.000 ejemplares que
integran su tesoro, se encuentran tres monedas macuquinas de 8 reales que,
según cuenta, heredó de familiares.

“Las monedas que poseo, que son de 1610, las heredé de mis tíos y abuelos.
Esas fueron unas de las primeras que se fabricaron en Cartagena”, asegura el
hombre, de 50 años de edad, exhibiendo una.

Sin embargo, este aficionado, oriundo de Montería, prefiere para su colección


las monedas que tengan errores. Según afirma Castrillón, estos ejemplares
defectuosos adquieren un valor diferente y más alto del que tendrían en su
estado normal. “De las 400 o 600 mil monedas que fabrican, unas 15 salen con
errores. Asimismo, los billetes pueden venir sin serie o sin la tinta de un lado, y
encontrarlos es muy valioso”, reitera.

Nace el peso en Colombia. Pero fue solo hasta 1810 que la oleada de revolució
n que produjo la Guerra de Independencia trajo consigo una gran inestabilidad
económica y un aumento en la emisión de las monedas, obligando a los
dirigentes de la Nueva República a reestructurar la unidad monetaria de la naci
ón.

Durante este período de la historia colombiana, conocido como la Patria Boba,


la Casa de la Moneda, en medio de difíciles circunstancias causadas por la baja
producción de oro, se vio obligada a fabricar monedas para que ambos bandos
de la revuelta pudieran financiar el conflicto. Entonces, el bando realista produc
ía unas y el bando patriota otras, lo cual generó una gran confusión en la
población, que no entendía la equivalencia de unas monedas respecto a las
otras.
Tras la victoria en la Batalla de Boyacá, y dos años después de que Simón Bolí
var asumiera el poder como presidente de la nación, en 1821, se acordó que la
moneda del nuevo país sería el peso, el cual equivalía a la moneda española en
cantidad y material metálico.

Mabel Díaz, administradora del establecimiento del centro de la ciudad en el


que Castrillón siempre adquiere los ejemplares, cuenta que actualmente el
valor a la moneda antigua varía según su estado de conservación.

Las monedas ordinarias se venden por kilos, pero las de metales finos, como las
de plata, que poco se consiguen en Latinoamérica –según ella–, se venden de
forma individual, y su precio varía de acuerdo a su estado, explica Díaz. “Por
ejemplo, este billete tiene un valor de 30 mil pesos en buen estado”, explica la
vendedora mientras toma un billete de un valor de 100 pesos oro, elaborado en
1991 por el Banco de la República.

Después de varios intentos fallidos en la creación de un Banco Central y de la


instauración del papel moneda, la gobernación de Colombia dio autorización a
los bancos privados para que emitieran sus propios billetes. En 1870 se fundó el
primer banco privado, denominado Banco de Bogotá, y de ahí en adelante
empezaron a surgir otros como el Banco de Antioquia, el Banco de Colombia y
el Banco Popular, y poco a poco sus billetes empezaron a ganar la aceptación
de la población.

Desde 1871 hasta 1886 –cuenta la historia monetaria nacional del Banrep–, 36
bancos privados emitían cada uno diferentes tipos de billetes, lo cual llegó a su
fin con la presidencia de Rafael Núñez, quien inició un proceso de regeneració
n económica nacional. En este período se consolidó la nación y se unificó las
regiones bajo unos mismos símbolos patrios: una bandera, un himno y una sola
moneda, por ello se prohibió a los bancos privados que produjeran sus propios
billetes.

A pesar de que en 1880 se crea el Banco Nacional y en 1886 se implementa el


curso forzoso de los billetes oficiales, las personas tenían más confianza en los
emitidos por los bancos privados, ya que estaban respaldados por casas
comerciales de prestigio y habían alcanzado circulación local y regional.
El Banco Nacional se excedió en la cantidad de billetes que producía para
financiar la guerra de los Mil Días, por lo que entre 1899 y 1903 la cantidad de
dinero en circulación se multiplicó 21 veces. Esta producción desmesurada de
billetes generaría un desequilibrio en la economía nacional.

Castrillón, quien además de ser coleccionista es militar retirado de la Fuerza Aé


rea de Colombia y hace parte de Asociación de Numismáticos del país, toma
voz por los integrantes de su gremio y asegura que “los verdaderos
coleccionistas no venden las monedas, intercambian unas que ya tienen
repetidas por otras que hacían falta a la colección”.

El Banco de la República. El Banco Nacional fue reemplazado por el Banco de la


República, creado en 1923. Con este, se impuso la utilización de nuevos billetes
convertibles en oro. Sin embargo, en 1931 Colombia se vio obligada a
abandonar el respaldo en oro debido a la gran depresión económica mundial
que se desató en 1929. Desde entonces, el dinero ya no tiene valor por su
respaldo en oro, sino por la credibilidad misma de la moneda y de quien la
emite.

El billete de un peso oro, de 1960, fue el primero emitiado por el banco, que
acaba de lanzar el billete de mayor denominación de la historia nacional: el de
$100.000.

Peso colombiano

La unidad monetaria de curso legal en Colombia ha sido el peso desde el año


1810, y desde entonces su circulación es controlada por el Banco de la Repú
blica, instaurado por Simón Bolívar. La moneda del país es la segunda más
devaluada de Latinoamérica, según el portal Valora Inversiones.

Los billetes en la historia de Colombia


1884: Billete de $10 del Banco Internacional

1950: Billete de $5 con José María Córdoba

1959: Billete de $1 con Bolívar y Santander


1970: Billete de $50 con Camilo Torres

1980: Billete de $10 con Antonio Nariño


1992: Billete de $200 con José Celestino Mutis

1995: Billete de $1.000 con Simón Bolívar


2000: Billete de $1.000 con Jorge Eliécer Gaitán

2005: Billete de $2.000 con Francisco de Paula Santander

También las monedas


1627: Primera moneda macuquina de oro acuñada en Santafé.

1816: Moneda de dos reales con la efigie de Fernando VII.

1792: Moneda de oro de ocho escudos, con la efigie de Carlos IV.

Las actuales, de 2012

Algunas de las monedas especiales

La moneda de 1.500 pesos oro. Fue acuñada por el cincuentenario del Banco de
la República, es de color dorado y en el sello lleva el Poporo Quimbaya, sí
mbolo de la misma comunidad indígena del Cauca. Se hicieron 50.000
ejemplares.

La monedas de 100.000 y 50.000. Fueron acuñadas en el primer centenario del


natalicio del ex presidente conservador Mariano Ospina Pérez, hecha en oro y
viene en dos versiones: una con valor de 50.000 y otra de 100.000 pesos.

La moneda de 10.000. Fue creada para el quinto centenario del descubrimiento


de América en 1992. En ella, está la figura del escudo de armas de cada país
latinoamericano emisor, rodeada de los 13 escudos del resto de naciones
participantes. Existen solo 50.000 piezas numeradas y certificadas.

Los datos
•En 1997 salió de circulación el billete de $1000 pesos (azul con rostro de Simó
n Bolívar) para ser reemplazado por la moneda de igual denominación. Luego
volvió la versión del billete de $1.000 en 2006, con Jorge Eliécer Gaitán como
figura.

•En 2006, se rediseñó la moneda de $20 pesos para menguar la costumbre de


redondear los precios a $50 pesos. Aún así, la moneda solo es utilizada
regularmente por almacenes de cadena.

•Para 2008, las monedas de $50 cambiaron de acero revestido de níquel a


alpaca.

•Hasta 2006, todos los billetes tenían la misma medida: 140X70mm. El 17 de


diciembre del mismo año, el Banco de la República puso en circulación los
nuevos billetes de $1000 y $2000 pesos, que miden 130X65mm.

• En 2009, el Banco de la República anunció que dejaría de fabricar las


monedas de $5, $10 y $20 pesos, debido a su baja circulación.

•Actualmente circulan las nuevas y viejas monedas de los valores: 50, 100, 200,
500, y únicamente la nueva 1.000 pesos.

El nuevo billete de $100 mil

El billete que rinde homenaje al expresidente Carlos Lleras Restrepo tiene


tintas e hilos de seguridad en colores intensos, con cambios de color y
movimiento para facilitar su identificación. De acuerdo con José Darío Uribe,
gerente del Banco de la República, la producción del billete le costó al país 90
mil millones de pesos, pues tendrá mejores características para evitar la
falsificación.

Nuevos billetes

De acuerdo con el cronograma del Banco de la República, para el segundo


trimestre de este año entrará el nuevo billete de 20 mil pesos, mientras que en
el tercer trimestre el turno será para el de 50 mil pesos, y en el cuarto y último
trimestre del año le corresponderá a los billetes de 10 mil, 5 mil y 2 mil pesos. El
billete de mil pesos se reemplazará por la moneda que ya está circulando.
Barranquilla: Ciudad emblemática de la
república

 Barranquilla
© Derechos Reservados

Autor: Sourdis Nájera, Adelaida


Sobre el autor: Adelaida Sourdis Nájera. Miembro de número de la Academia
Colombiana de Historia y correspondiente de las de Bogotá, Cartagena de
Indias, Real Academia de la Historia de España y Salvadoreña de Historia.

Barranquilla, Sabanilla y el Canal de la Piña , el Río; siempre el río y sus


tormentosas Bocas de Ceniza. Ganaderos, agricultores, artesanos, comerciantes
y transportadores de tabaco; colombianos, extranjeros, católicos, protestantes,
masones y judíos. Una comunidad de aluvión diversa y multicultural, que surgi
ó enfrentando tremendas dificultades con un espíritu nuevo y ajeno a la
mentalidad colonial y que a fuerza de técnica y tesón se abrió camino al mar y
se convirtió en ciudad. De allí, en alas de hidroaviones, remontó los aires y llev
ó al país a la modernidad. Navieros y braceros que amansaron el río;
industriales, banqueros y dirigentes visionarios que construyeron un puerto a
través del cual entraron a Colombia las máquinas, los barcos de vapor, los
ferrocarriles y los automóviles, el telégrafo, la radio y también el fútbol, la moda
europea y el confort norteamericano. Todo esto en menos de un siglo. La
"Puerta de Oro de Colombia" la bautizó la historia. Sus cantos y sus danzas en
frenética alegría acompasan el carnaval de comparsas y tambores, patrimonio
intangible de la humanidad, mientras en exquisito concierto el Carnaval de las
Artes se saborea con música, poesía, literatura y finas voces del Gran Caribe.

POBLAMIENTO PREHISPÁNICO
El poblamiento inicial del norte de Sur América se hizo en la costa septentrional
y en las tierras bajas, en las riveras de los ríos. La presencia humana en el
territorio en donde se formar í a Barranquilla es muy temprana. Reichel
Dolmatoff presenta fechas entre 3100 y 3500 a . C. en los concheros de Puerto
Hormiga y de Monsú, en el canal del Dique1 y entre 600 y 1500 a . C. en la cié
naga de Momil y en el sitio de Barlovento cerca de Cartagena2. De allí la
población prosiguió a los espacios interfluviales y a las tierras altas. Carlos
Angulo Valdés ha demostrado que la tradición "Malambo", originaria de la Regi
ón Caribe en el actual departamento del Atlántico se remonta al año 1130 a .C.3

UN ASENTAMIENTO URBANO
ESPONTÁNEO
Barranquilla no tuvo una fundación española como si ocurrió con Santa Marta,
Cartagena o Santa María de los Remedios, luego Riohacha, sino que se formó
espontáneamente a mediados del siglo XVI en la orilla de una antigua cié
naga4 paralela a la ribera occidental de r í o Magdalena, cercana a su
desembocadura, por la conjunción de un asentamiento indígena y varias
encomiendas. Sus pobladores se dedicaban a la fabricación de canoas, al
transporte por el río a la agricultura y a la ganadería. Según el censo de 1778
contaba apenas con 2.676 habitantes. No tenía mayor compromiso con un
pasado de abolengo colonial y su importancia administrativa como una capitan
ía aguerra5 en la provincia de Cartagena era muy menor. Antes bien, por estas
circunstancias fue lugar de tr á nsito de contrabandistas y tratantes que
fondeaban en la cercana ensenada de Sabanilla y pasaban al poblado para
embarcar por el Magdalena sus mercanc í as hacia el interior del reino,
constituyendo el dolor de cabeza de las autoridades provinciales. De haber
seguido el régimen español probablemente el devenir de Barranquilla no
hubiera sido tan brillante, pero la república le señaló una trayectoria sin par.
Constituido el Estado cartagenero en 1811, la capitanía aguerra se convirtió en
guardián del límite norte del río que marcaba la frontera con la Provincia de
Santa Marta, y en sitio donde Cartagena colocó fuerzas sutiles para proteger su
tránsito fluvial. Al sur, Mompox principal puerto sobre el Magdalena hacia el
interior del país y segunda ciudad del Estado, completaba la protección de la
frontera fluvial. Fue tal la adhesión y el compromiso de los barranquilleros con
la independencia que en 1813, el 7 de abril, el Presidente Manuel Rodríguez
Torices la elev ó a la categor ía de "villa" y le otorg ó escudo de armas,
facultades para elegir Cabildo, Alcalde y otras prerrogativas. Aunque recibió un
severo castigo por las tropas pacificadoras que la incendiaron hasta sus
cimientos en 18156, lograda la independencia la pequeña poblaci ó n de
Barranquilla comenzó un desarrollo acelerado que no tuvo parang ón en
ninguna otra parte del país.

LA CIUDAD A COMIENZOS DEL SIGLO


XIX
El trazo urbano de la población respondió al asentamiento espontáneo de sus
gentes. La cuadrícula de las fundaciones coloniales estaba allí ausente, no hubo,
por lo tanto, una plaza central. Existía la plaza de la iglesia de San Nicolás de
Tolentino, patrono de la villa, situada en la Calle Ancha. En 1824 se compró un
terreno de 30 varas de frente a orillas de la ciénaga, para construir una plaza pú
blica7 donde pudiera celebrarse el mercado de los productos traídos en canoas
desde diferentes puntos de la comarca, y una casa cercana a la plaza de San
Nicolás se organizó como cárcel8.
Creció en semicírculos concéntricos a partir del núcleo original, la hacienda de
San Nicolás, de donde partían tres caminos reales que conducían uno a
Sabanilla, la ensenada en donde estaba el puerto marítimo, otro a Galapa y
Baranoa, y el tercero a Soledad y Malambo. Estos últimos se unían a la altura
de Sabanalarga y se dirigían a Cartagena. El primero bordeaba el litoral y tambi
é n se enrutaba hasta la ciudad amurallada9. Las calles, m á s o menos
perpendiculares a la ci é naga, distinguidas con sugestivos nombres, se
conectaban entre sí a través de otras más angostas llamadas callejones.
Documentos notariales de las décadas de 1830 y 1840 y otros, hablan de la
Calle Real la principal de la villa, la de la Soledad (hoy calle 17) la m ás
importante, en la cual tenían sus viviendas los notables, la calle Ancha (hoy
Paseo Bolívar) donde se levantó la primera iglesia, la de San Nicolás de
Tolentino que fue la principal de la ciudad hasta la construcción de la catedral
en los años setenta del siglo pasado; las de la Amargura , del Camposanto, de
San Roque, de San Antonio, de Sitio Nuevo y de Jesús. Los callejones de
Tumbacuatro, la Caimanera , Torices y el de La Prensa10.
Dos barrios componían la villa: el más antiguo de San Nicolás y el de San Roque,
donde fijaron su morada grupos de emprendedores extranjeros que se
asentaron en la poblaci ó n. En uno de sus callejones se residenciaron
prominentes miembros de la comunidad sefardí por lo cual se le conoció
como el Callejón de los Judíos.
Las gentes en su mayor í a no eran ricas, sus casas eran generalmente
construcciones de una planta en bahareque con techos de paja, situadas en
solares más largos que anchos, lo que indica la existencia de amplios patios
traseros. Seguramente estarían plantados con árboles de sombra y frutales de
la región: totumos, corozos, guayabos, limoneros, especies como el achiote y
plantas medicinales como el toronjil y la borraja Habría también flores que no
necesitaran riego constante. Gallinas y otras aves de corral estar í an
acompañadas por traviesos micos, atados por la cintura con una correa o una
cabuya a una estaca para que no escaparan. No faltarían los loros parlanchines,
una que otra guacamaya de vistosos colores y las pacientes y calladas
morrocoyas.11
Las costumbres y el control social no eran tan rígidos como en otros lugares lo
cual en buena parte se debía a la débil presencia de la Iglesia. La villa era un
curato dependiente de la diócesis de Cartagena, al cual el Obispo nunca
visitaba, atendido por un octogenario presbítero, el padre Antonio María Muñí
z, que poca influencia tenía sobre sus feligreses. Las pautas de comportamiento
parecían regirse más por las conductas de sus dirigentes que por las normas
eclesiásticas. En 1842, Esteban Márquez, prominente concejal, proponía al
Cabildo que:
…se pida al Ilustre Obispo y al Gobernador de la Provincia, se nombre otro cura
para esta parroquia que coadministre la Iglesia, dado que: 1º Que lo vasto de la
población que alcanzando a mas de nueve mil almas no es posible sea bien
desempeñado por un solo cura, como prácticamente se está viendo. 2º Que
con solo la mitad de las obenciones que produce el curato puede subsistir
cualquier clérigo con decencia y comodidad. 3º Que en los domingos y días
festivos la mayor parte de la población se queda sin Misa, por que el actual cura
la dice de madrugada. 4º …que la religión es el único medio para contener la
corrupción de las costumbres…12.

CRECIMINTO DEMOGRÁFICO
En comparación con el resto del país, la región del Caribe, organizada durante
algunos años como el extenso departamento del Magdalena - integrado por
las antiguas provincias de Cartagena, Santa Marta y Riohacha - , sufrió un
desplazamiento en cuanto a concentraci ó n de poblaci ó n, lo cual debe
atribuirse en buena parte a la destrucción de Cartagena su centro de poder.
Mientras en 1778 la región era la tercera entidad territorial con el 22% de la
población total del virreinato, en 1851 había pasado al cuarto lugar, y aunque en
términos absolutos su población aumentó, su participación en el total del país
disminuyó a un 13%. Esto se debió no sólo a las pérdidas humanas en las
guerras de independencia, sino a que el ritmo de crecimiento fue más lento que
en otras regiones, lo cual puede asignarse a las condiciones de pobreza y a las
escasas oportunidades econ ó micas que prevalecieron despu é s de la
independencia, lo que favoreció la emigración a otras regiones.
Barranquilla fue la excepción pues dadas sus condiciones y su persistencia
como puerto fluvial y marítimo atrajo a grupos de inmigrantes nacionales y
extranjeros (ingleses, franceses, norteamericanos y jud í os sefard í es que
portaban la nacionalidad holandesa, danesa o alemana), quienes con las elites
locales impulsaron un crecimiento y un desarrollo industrial sin precedentes,
colocándola a finales del siglo XIX como la tercera ciudad del país después de
Bogotá y Medellín. De 5.359 habitantes en 1835 pasó 40.111 en 1905, frente a
9.681 de Cartagena y 9.568 de Santa Marta.

EL CAMINO HACIA EL MAR


La apertura del puerto de Sabanilla para el comercio de exportación, decretada
por el gobernador Pedro Gual en 1820 porque Cartagena estaba aún en poder
de los españoles, fue el despegue hacia el desarrollo. En razón de la destrucció
n y pérdida de preeminencia de la ciudad amurallada Santa Marta se convirtió
en el principal puerto del pa í s, pero los emprendedores dirigentes
barranquilleros junto con el grupo de extranjeros dedicados al comercio y al
transporte lograron en 1842 que Sabanilla fuera habilitada también para las
importaciones. En estas circunstancias el auge de las exportaciones de
productos agrícolas desde mediados del siglo (quina, añil, tagua y tabaco) y el
aumento de las importaciones favoreció a la ciudad sobre las anteriores, dada
su localizaci ó n sobre el Magdalena por donde bajaban del interior los
productos de exportación y entraban los bienes importados. La canalización y
limpieza del río era tarea continua de los gobiernos que demandaba cuantiosos
recursos.
Mejorar la salida al mar se convirtió en el firme propósito de la pujante ciudad
cuya población aumentaba aceleradamente. Hasta entonces la comunicación
con su puerto marítimo de Sabanilla se hacía por el Canal de la Piña , una
tortuosa vía que se transitaba en bongos y con carros de mula en los trayectos
más secos. Dos empresarios alemanes, Julio Hoenigsberg y Martín Wessels,
construyeron una vía férrea y en 1871 partió desde la estación Montoya el tren
que unió a Barranquilla con el mar Caribe en la vecina ensenada de Salgar. Fue
el segundo ferrocarril que se construyó en el país, después del de Panamá. A
partir de ese momento la ciudad se convirtió en el principal puerto nacional a
expensas de Santa Marta. Cartagena sufría por entonces el desplome demográ
fico y económico causado por la independencia del cual aún no se recuperaba.
En 1872 seis compañías internacionales de vapores arribaban a Sabanilla y a
Salgar, tres inglesas y una francesa13.
EL SIGLO XX, PUERTO AÉREO, MARÍTIMO Y FLUVIAL
A medida que avanzó el progreso las condiciones de Sabanilla, Salgar y luego
de Puerto Colombia, donde se construyó el muelle más largo del mundo en su
momento, resultaron poco satisfactorias dadas su insuficiente profundidad y la
necesidad de transportar pasajeros y productos desde y hasta la ciudad. Los
barranquilleros comenzaron a pensar entonces en un mejor puerto. En 1874 la
barra de sedimento que se formaba en la desembocadura del r ío en la
confluencia con el mar se desplomó naturalmente y dio acceso a un canal
profundo por donde entraron barcos de gran calado durante varios años. La
canalización de las Bocas de Ceniza para habilitar las condiciones portuarias de
la ciudad se puso sobre el tapete.
En 1906 Comerciantes locales financiaron estudios que presentaron al gobierno
nacional mostrando las ventajas que esto traería para el país. En 1914 el
gobierno contrat ó con la firma alemana Julios Berger Consortium nuevos
estudios que fueron aprobados pero los trabajos no se llevaron a cabo por el
estallido de la primera guerra mundial. Terminada la contienda, en 1919 la
ciudad se convirtió en la cuna de la aviación comercial en América. Aviadores
alemanes que hab í an luchado en la guerra y capitalistas barranquilleros
fundaron la Sociedad Colombo Alemana de Transporte A éreo, la famosa
SCADTA que fue el origen de AVIANCA. Transportaba pasajeros, correo y
diversas mercancías. En sus aviones por primera vez un presidente de la repú
blica, Alfonso López Pumarejo, visitó los Llanos Orientales.
La construcción del puerto enfrentó obstáculos mayores. En 1919 el presidente
Marco Fidel Suárez dispuso que los fondos de las juntas de canalización del
Magdalena se destinaran a la construcción del ferrocarril del Tolima y buena
parte de los millones de dólares obtenidos por el despojo de Panamá los
empleó el gobierno de Pedro Nel Ospina en la construcción de ferrocarriles en
la región central. El país entraba de lleno en la era de las vías férreas, el gran rí
o se abandonaba a su suerte y Barranquilla decaía como principal puerto.
Además, la apertura del Canal de Panamá en 1914 le dio gran impulso a
Buenaventura, en el Pacífico, ciudad que se consolidó como puerto en los años
veinte mediante la conexión con Cali, Popayán, Ibagué y Bogotá a través del
ferrocarril del Pacifico. Las exportaciones de caf é y otros productos se
desviaron hacia allá.
Los barranquilleros liderados por Tomás Surí Salcedo, fundador en 1919 de la
Liga Costeña, no se arredraron. Las fuerzas vivas de la ciudad, entre ellas los
sindicatos de trabajadores y de braceros del Magdalena, los primeros que se
constituyeron en el pa í s, fuertemente politizados, organizaron sucesivas
campañas en pro de la apertura de Bocas de Ceniza. Precisamente, para
promover el proyecto durante la visita del ministro de obras p úblicas a
Barranquilla, Ernesto Cortissoz, fundador y presidente de SCADTA, y el piloto
Hellmuth Von Kron que sobrevolaban la ciudad arrojando hojas volantes
alusivas a las obras, fallecieron cuando el hidroavión "Tolima" se precipitó a
tierra, el 8 de julio de 1924. La ciudad perdía a uno de sus más connotados
dirigentes.
Despu é s de fallidas gestiones para contratar con el consorcio alem á n
mencionado antes - a lo cual se opusieron los Estados Unidos - , en 1925 el
gobierno contrató la construcción con la empresa Ullen and Company . Ésta no
sólo incumplió plazos sino que incurrió en cuantiosos sobrecostos. Las obras
se dilataban y el gobierno no tomaba una decisión. Se constituyeron juntas de
notables para defender el proyecto y presionar acciones en Bogot á , sin
resultados positivos. El 22 de octubre de 1931 la ciudad en pleno protagonizó
un paro cívico general que duró varios días. Personas de todos los estratos y
oficios, incluso un grupo de distinguidas damas, se volcaron a las calles para
pedirle acción al ejecutivo14. Finalmente, después de años de tropiezos en 1933
se firmó un contrato con la "Compañía del Puerto y Terminal de Barranquilla" y
dos empresas norteamericanas para que se encargaran de canalizar las bocas
del Magdalena. En diciembre de 1936 el moderno puerto fue dado al servicio.

DESARROLLO URBANO
A la par con el mejoramiento portuario la ciudad acometi ó un notable
desarrollo urbano. Con créditos externos de bancos de Illinois se construyó un
moderno acueducto que llevó agua potable a todos los habitantes. Por otro
lado se mejoró el alumbrado público y se instalaron las primeras líneas telefó
nicas. El perímetro urbano se amplió. Los hermanos De la Rosa en asocio con el
norteamericano Karl Parrish emprendieron en su hacienda de "El Prado" la
construcción de una moderna urbanización. Parrish diseñó un barrio al estilo
de los suburbios residenciales de los Estados Unidos con grandes avenidas,
parques, zonas verdes y amplios solares donde se levantaron hermosas quintas,
el cual constituyó un hito arquitectónico hoy declarado de interés cultural para
el país. El casco urbano de la ciudad se multiplicó 2.6 veces entre 1920 y 1947.
De 590 hectáreas se extendió a 1.541. De 18.050 edificaciones que tenía en 1930
llegó a sumar 34.440 en 195115.

DESARROLLO INDUSTRIAL

El crecimiento de la ciudad abrió un importante mercado que estimuló el


desarrollo industrial. En 1916 en la ciudad se producían pastas alimenticias,
cigarrillos, cerveza, bebidas gaseosas, hielo, harina, mosaicos, piedra artificial,
calzado, sombreros de paja y de fieltro, perfumería de lujo y textiles en la
Fabrica de Tejidos Obregón, la primera textilera del país inaugurada en 1909. En
1920 la ciudad tenía cerca de 3.000 obreros industriales y estaba firmemente
establecida como el primer puerto marítimo, fluvial y aéreo del país16. En 1934,
sin incluir el sector bancario, las industrias, entre ellas las metal mecánicas, habí
an aumentado a 153 con un capital de 15.723.673 pesos y generaban 6.334
puestos de trabajo entre obreros y empleados17. El censo industrial de 1945
contabilizó 11.449 empleos industriales en 580 empresas. Cali, su más cercana
competidora tenía 7.987 empleos. Pero, como lo anota Adolfo Meisel, "lo que el
censo de 1945 no podía revelar es que el motor industrial de Barranquilla
estaba quedándose sin combustible"18.

SE PIERDE EL IMPULSO
En efecto, en 1942 Buenaventura era ya el principal puerto de importación. El
declive de Barranquilla como primer puerto generó un estancamiento del
desarrollo industrial y el crecimiento demográfico se desaceleró. Su aumento
estuvo por debajo del de Bogotá, Medellín y Cali, ciudad que la desplazó a un
cuarto lugar. Pero el declive del monopolio portuario no fue la única razón de
la pérdida de dinamismo de la ciudad. Meisel, antes citado, estudia dos
situaciones más que contribuyeron al fenómeno: el tipo de vinculación entre la
ciudad y la economía rural de la región y el impacto de las políticas seguidas
por el gobierno central.
La base de la economía agraria de la región Caribe fue siempre la ganadería,
actividad que a mediados del siglo aún utilizaba técnicas rudimentarias de
producción y generaba pocos empleos por lo cual las zonas rurales ofrecían un
mercado muy limitado. Barranquilla evolucionó como un enclave industrial en
la región impulsada por el auge de las exportaciones y la demanda de su propia
población y de las ciudades vecinas como Cartagena y Santa Marta, diferente a
lo sucedido con Cali, Medellín o Bogotá que eslabonaron fuertes relaciones agr
ícolas con su entorno. Creció como puerto y al perder su posición principal
frente a Buenaventura no pudo depender de sus mercados regionales para
continuar su expansión. Por otro lado, las políticas económicas del gobierno
central profundizaron la situación pues tuvieron un impacto negativo en la
producción de algodón, el producto agrícola que absorbía la mayor cantidad
de mano de obra en la región y hubiera podido ser el motor para ampliar el
mercado. A pesar de que se establecieron algunos mecanismos para fomentar
su cultivo é stos se vieron anulados por la pol í tica cambiaria con tasas
sobrevaluadas y por las bajas tarifas para importar algodón. A esos factores
adversos se sumó el no haber construido a tiempo el gobierno central las vías
de comunicación esenciales para sacar el producto a los mercados.
Las décadas de 1950 y 1960 fueron de estancamiento económico, crecimiento
demográfico menor que otras ciudades - a pesar de la llegada de numerosa
población pobre de otros lugares de la Costa que venía en búsqueda de
mejores oportunidades - , pérdida del vigor industrial y poca generación de
empleos formales, lo que llevó a un aumento de la economía informal. Como
resultado la ciudad entró en una fase de pauperización y vio la proliferación de
tugurios a su alrededor19. Análisis de la situación parecen mostrar que estos
resultados en parte pueden achacarse a la acci ón de una clase pol ítica
emergente comprometida ante todo con intereses 'clientelistas' locales, no
exentos de corrupción, que no tuvo la claridad ni la preparación para plantear
políticas y soluciones innovadoras y fue desbordada por la aguda crisis que
atravesaba la ciudad20.
RECUPERACIÓN
La recuperación se inicia en la última década del siglo pasado en un contexto
regional diferente. El r í o Magdalena ha perdido importancia frente a la
comunicación por carreteras y sufre el abandono estatal. La Costa Caribe entra
en la era de la minería y lidera las exportaciones nacionales con el producto de
los grandes yacimientos carboníferos de la Guajira y el Cesar y los depósitos de
ferroníquel en Córdoba. Cartagena logra una recuperación sin precedentes
gracias a la industria petroquímica y sus derivados, a la refinación y exportación
de petróleo y al turismo. Las ciudades menores crecen y cinco zonas portuarias,
dentro de las siete que tiene el país, se consolidan en la región en razón del
valor de las exportaciones mineras, industriales y pecuarias: la Guajira
(Carbocol), Golfo de Morrosquillo, Santa Marta, Cartagena y por ú ltimo
Barranquilla que contin ú a siendo el principal puerto de importaci ó n. Su
eslabonamiento con la región se afirma gracias a su mayor población que
constituye el principal consumidor de los productos agropecuarios de la Costa
y de los bienes manufacturados en sus fábricas21. En 1993 fue elevada a la
categoría de Distrito Especial, Industrial y Portuario.

GENTES Y CULTURAS
La Puerta de Oro mantiene su liderazgo regional como cuarta ciudad del país
con 2.350.753 habitantes según datos actualizados a febrero de 2009 por la
alcaldía distrital. El nivel educativo de la población es alto dentro del contexto
nacional y frente a la región con una tasa de alfabetismo del 95.2%. Es sede de
importantes universidades, centros culturales, teatro, orquesta y grupos de mú
sica sinfónica, folclórica y popular, bibliotecas públicas, estadios deportivos,
zoológico y parques recreacionales. De sus tertulias, grupos literarios y de otra
índole han surgido personajes que han puesto en alto el nombre del país en
diversos campos, entre ellos Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio,
Alejandro Obregón, Evaristo Sourdis, Gustavo Bell, Luís Biava, Pacho Galán,
Shakira y Silvia Scherasy.
Su fiesta tradicional, el Carnaval cuyo origen se pierde en la historia de cuando
Barranquilla era apenas una pequeña población ribereña, es una simbiosis de la
m úsica, los bailes y las tradiciones folcl óricas de la regi ón, con danzas,
comedias, letanías, alegorías y disfraces. En 2003 fue declarado por la UNESCO
patrimonio oral intangible de la humanidad, porque, en palabras de la entonces
ministra de cultura María Consuelo Araujo:
…reúne la expresiones emblemáticas de la memoria y la identidad del pueblo
barranquillero, del Caribe colombiano y del Río Grande de la Magdalena; es
mezcla de lo que somos como nación. Porque su convocatoria está en el coraz
ón mismo de la gente. Porque su capacidad de movilización es capaz de
superar todo tipo de diferencias. Por su poder de hacer de la diversidad un
motivo de fiesta y de celebración. Porque alienta el arte popular.

REFERENCIAS
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ública , Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales.
(4)Hoy quedan de ella los caños del mercado.
(5)La Capitanía Aguerra era un corregimiento que mantenía fuerzas para
enfrentar un ataque enemigo y cuyo corregidor tenía mando militar y llevaba el
título de Capitán Aguerra. Se establecía sobre todo en puertos y lugares que
podían sufrir invasiones.
(6)Sourdis, Adelaida. Cartagena de Indias durante la Primera República 1810 -
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(8)Ibíd., escritura 13, del 13 de mayo de 1823.
(9)Solano de las Aguas, Sergio Paolo. “Notas inéditas para : La Modernización
de Barranquilla, 1905 – 1930” . En : Historia General de Barranquilla, Sucesos .
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Historia de Barranquilla, 1997.
(10)A.H.A., Notaría 1ª. de Barranquilla, protocolos de 1827- 1840. En: Sourdis. El
Registro Oculto, op. cit.
(11)A.H.A., Notaría 1ª de Barranquilla, escritura 3, del 25 de junio de 1823. Citada
en Ibíd.
(12)Archivo del Consejo Municipal de Barranquilla. Libro de Actas de 1843 . Acta
del 22 de mayo. En: Ibíd .
(13)Posada Carbó, Eduardo. Una invitación a la historia de Barranquilla . Cámara
de Comercio de Barranquilla - CEREC, 1987. p. 21.
(14)Sobre el paro cívico ver: Colpas Gutiérrez, Jaime. Ensayos de Historia Política
y Social de Barranquilla 1905 - 1935. Barranquilla, 1995. Ediciones Barrranquilla.
(15)Posada, op. cit . pp. 108 y 115.
(16)Meisel Roca, Adolfo y Posada Carb ó , Eduardo. Por qu é se disip ó el
dinamismo industrial d Barranquilla? Y otros ensayos de historia económica de
la Costa Caribe. Bogotá, 1993. Ediciones Gobernación del Atlántico. pp. 18-19.
(17)Ibíd. p. 22
(18)Ibíd. p. 23
(19)Meisel Roca, Adolfo. “ Evoluci ó n de la Industria Manufacturera de
Barranquilla 1953- 1988 ” . En: Historia de Barranquilla . Jorge Villal ó n,
compilador. Barranquilla, 2000, Ediciones Uninorte.
(20)Ver: OBSERVATORIO DEL CARIBE, Cuadernos Regionales , No. 4,
noviembre de 1999. “ Relatoría del taller ¿Cómo es Barranquilla al final del
siglo XX?”.
Bell Lemus, Carlos y Villalón Donoso, Jorge. “El período del Frente Nacional y la
crisis de los años sesenta (1957-58- 1974-75)” En En: Historia de Barranquilla .
Jorge Villalón, compilador. Barranquilla, 2000, Ediciones Uninorte.
(21)Ver: BANCO DE LA REPÚBLICA. Boletín Económico Regional, Costa Caribe .
María M. Aguilera Díaz, Directora. Años 2003 - 2008.
LOS JUDIOS DE BARRANQUILLA UNA
HISTORIA INTERESANTE DEL PROGRESO
QUE LOS SEFARDITAS DE CURAZAO
TRAJERON AL PAIS ENTERO
ENERO 7, 2014

Se sabe que los judíos sefarditas de las Antillas, especialmente Curazao, apoyaron econó
micamente la gesta libertadora de Simón Bolívar y entre ellos se destacan Abraham de Meza y
Mordechai Ricardo. Por ello, en 1819 el gobierno de Colombia les entregó a «los miembros de
la nación hebrea» el derecho de radicarse en el país, así como la garantía de su libertad
religiosa y los mismos derechos políticos del resto de los ciudadanos. Sin embargo, estos
derechos se confirieron con una gran ambivalencia, ya que establecieron restricciones y bá
sicamente a estos judíos sefardíes se les permitiría residir únicamente en la costa del Caribe.
Sinagoga Sefaradí Shaare Tzedek
En las primeras décadas del siglo XIX, Curazao padeció los efectos de una grave depresión
económica, acompañada de sequías y una epidemia de viruela, muchas familias judías sefarditas
emigraron hacia otras islas del Caribe y a Suramérica; algunos partieron hacia Coro en
Venezuela y otros llegaron a Barranquilla un puerto sobre el río Magdalena al pie de la
costa Caribe de Colombia.

Es importante señalar que el desarrollo y la importancia de Barranquilla están directamente


ligados y se debe fundamentalmente a las diversas inmigraciones que encontraron albergue en
esta ciudad durante el siglo XIX

Al final de la Colonia, Barranquilla era una aldea poblada por humildes pescadores, artesanos y
agricultores. En 1775 Barranquilla fue incorporada como corregimiento de la Provincia de
Cartagena, sólo se transformó en Villa el 7 de abril de 1813.

En 1823, el libertador Simón Bolívar le entrega al judío alemán Juan Bernardo Elbers la primera
concesi ó n para navegar en barcos de vapor por el r í o Magdalena, luego algunos
correligionarios siguieron sus pasos y formaron compañías de transporte fluvial.

Sinagoga Sefaradí Shaare Tzedek


En 1832, Abraham Isaac S é nior establece el cementerio hebreo de Barranquilla, que
posteriormente va a ser incorporado al cementerio Universal de dicha ciudad.
Durante este período se van a establecer pequeñas comunidades judías de origen sefardita,
tanto en Santa Marta como en Riohacha.
En 1835 Barranquilla contaba 5.359 habitantes y comenzó a transformarse en un puerto
importante en la región. En 1844 se establece un cementerio judío en Santa Marta y en 1850, se
consolida una pequeña, pero significativa comunidad sefardita en Barranquilla. Poco a poco,
Barranquilla comienza a superar la población de Santa Marta, aun cuando el puerto principal de
la Costa Atlántica continua siendo Cartagena. No sabemos mucho sobre las actividades de los
primeros sefarditas en Santa Marta, Riohacha o Barranquilla, pero es claro que varias firmas de
sefarditas como fueron los Salas, los Sénior, los Correa, le pidieron permiso al gobierno nacional
para importar mercancías a través del puerto de Sabanilla. Así, el comercio, las importaciones y
exportaciones que se van a efectuar a partir de dicho puerto van a marcar un auge que impulsó
el desarrollo de Barranquilla.

Según el interesante e importante libro de Adelaida Sourdis Nájera, titulado: El Registro Oculto:
los sefardíes del Caribe en la formación de la nación colombiana 1813-1886, va a ser en la casa
de Abraham Isaac Sénior, donde se van a reunir los judíos sefarditas de la ciudad en minian para
rezar y leer el Pentateuco. En dicho período el rabino de la comunidad es don Moisés De Sola.
Según los testimonios de Rodolfo Cortizzos, la comunidad se reunía todos los sábados y se
celebraban las fechas de año nuevo y el día del perdón. Y en 1867 se establece un comité local
de la Alliance Israelite Universelle.

Para 1871, Barranquilla cuenta con 11.595 habitantes y es el puerto más importante de la región
superando a Cartagena que en ese momento contaba con 8.603 habitantes y a Santa Marta con
5.702 almas.

El papel que vino a desempeñar la comunidad judía sefardita en el desarrollo de la ciudad tambi
én fue documentado en el cuidadoso estudio: árabes y judíos en el desarrollo del Caribe
colombiano, 1850-1950 realizado por Louise Fawcett y Eduardo Posada Carbó. Es claro que la
llegada de inmigrantes jud í os de origen sefardita, sirio-libaneses, alemanes, entre otros,
transformó a ciudad y la convirtieron en la urbe más cosmopolita de país. Entre el grupo de
familias sefardíes se destacan los apellidos: Sénior, Salas, Álvarez-Correa, Cortizzos, De Sola, Ló
pez-Penha, Sourdis, Juliao, Salzedo y Heilbron, por mencionar algunos.

El rápido crecimiento y el desarrollo económico se explica en parte por la favorable ubicación


de la ciudad, pero también debido a que se generó una sociedad atractiva, libre de barreras
sociales, donde estos grupos de inmigrantes encontraron la posibilidad de interactuar sin
problemas ni dificultades porque no enfrentaron las convenciones que hicieron a Medellín y a
Bogotá ciudades difíciles y cerradas. Barranquilla como ciudad nueva, pujante, abierta a mú
ltiples costumbres, más generosa que las ciudades tradicionales, tenía que transformarse en la
urbe de mayor crecimiento con un 38 por ciento, algo hasta ese momento nunca visto en la
historia demográfica del país.
Faucett y Posada Carbó señalan que la elección de David Pereira como Gobernador de la
provincia de Barranquilla en 1854 era ya un indicativo de la integración alcanzada por la
comunidad judía durante la segunda mitad del siglo XIX. Por ello, la historia de este grupo de
inmigrantes está íntimamente ligada a la transformación de la ciudad que llegará a ser el
puerto más importante del país.

Es diciente que, en 1871, siete de las veintidós contribuciones más elevadas de impuestos fueron
pagadas por firmas originarias de Curazao. Es evidente que estos inmigrantes tenían unos
contactos comerciales y un conocimiento económico que no había en la región.

En 1871 en Riohacha se instala un comité local de la Alliance Israélite Universelle.

Fueron múltiples los logros destacados en el ámbito social y cultural que se pueden atribuir a
esta ola inmigratoria. Entre los más relevantes hay que señalar el acueducto de Barranquilla,
dado al servicio en 1880 y construido gracias al impulso de Jacobo Cortizzos y Ramón B. Jimeno,
asociados con miembros de la comunidad sefardí. Según Adelaida Sourdis Nájera, el grupo judí
o controlaba 255 de los 406 votos. Jacobo Cortizzos fue nombrado presidente del acueducto.

Así mismo un buen número de inmigrantes judíos fundó el Club Social de Barranquilla. El
primer banco de la ciudad, Banco de Barranquilla, fue establecido por don Jacobo Cortizzos y
17 accionistas judíos que controlaban el 31% de las acciones.

También cabe resaltar que en 1919, Ernesto Cortizzos tuvo un papel determinante en el
establecimiento de la primera compañía comercial de transporte aéreo que funcionó en el
Nuevo Mundo, SCADTA. Por cierto, para honrar su memoria el aeropuerto internacional de la
ciudad de Barranquilla fue bautizado con su nombre.

Barrio Judío. Curazao


El mundo cultural y las artes no les fueron ajenos a estos judíos sefardíes. La obra literaria de
Abraham Zacarías López-Penha, quien nació en Curazao en 1865 y vivió en Barranquilla desde
muy joven, representa una bocanada de aire fresco para la época y aun cuando se pierde en las
brumas literarias del país, merece ser redescubierta y reconocida como una de las obras que
inaugura una época y una nueva tendencia en la literatura del país. En el estudio titulado
Historia de la poesía colombiana, se le reconoce el mérito de ser el primer escritor que estableci
ó contacto con los modernistas franceses. En su publicación Flores y Perlas, un quincenario,
tradujo por primera vez a Mallarmé, Baudelaire y Rimbaud. Mantenía correspondencia con Rub
én Darío y con Max Nordau, entre otros. Fue amigo del poeta modernista colombiano Luis
Carlos López. Y con «el tuerto» López y Manuel Cervera publicaron una antología de poemas
titulada Varios á varios. Su poemario Cromos fue prologado por Nicanor Bolet Pedraza y
editado por la Biblioteca Azul de París en 1895. Dos años después publica su primera novela
Camila Sánchez y en 1898 otro volumen de versos con el título Reflorecencias.

A pesar de las referencias a sus publicaciones en el Diccionario Espasa de 1915, podríamos decir
que en Colombia sus poemas y novelas se han olvidado y desconocido. La suya es una
cripto-obra dentro de la literatura colombiana. De acuerdo con Alfredo de la Espriella,
historiador barranquillero, este judío sefardita goza, entre otras cosas, del mérito de ser el autor
de la primera novela esotérica de Colombia titulada La desposada de una sombra,que fue
editada por la librería de la Vda. de Ch. Bouret en 1902 en México.

En una nación gobernada en aquellos días por conservadores, que se consagraba todos los
años al Sagrado Corazón de Jesús, las composiciones de López-Penha fueron un desafío por su
tono escéptico y agnóstico. Vale la pena ver un ejemplo:

¿Presumís dudar que descendemos


de los gorilas y otras bestias asno de Dios?
No; si no aprended a mirar en redor vuestro,
y, luego, contemplaos en un espejo vos…de fijo os convenceréis al cabo, ¡es lógico!
que el mundo, en suma, es un jardín zoológico;que el hombre es un piteco mentecato
con un poco más vicios que el primato;que, tras inventar a Dios á imagen suya,
entre luces, incienso y beatíficas fanfarrias,le exige un cielo en cambio de salmos y aleluyas,
puesto en h`pócrita actitud de parias…en verdad os digo: el templo está desierto,
y el Dios del hombre-mono está bien muerto!

La irreverencia del poeta sefardí impidió que las páginas literarias de los diarios capitalinos, lo
reconocieran. Alfredo de la Espriella, en una conferencia que le dictó a la comunidad judía con
motivo de los 500 años del Descubrimiento de América y expulsión de los judíos de España,
explicó: «No comulgaba con el laurel fachendoso de los poetas bogotanos, o su poesía patrió
tica o los juegos florales que tanto caracterizaron la producción literaria de su época.»
David López Penha, su hermano, era el dueño de un café llamado La Estrella (tenía grabada en
la puerta la estrella de David). Ahí, Abraham Zacarí as se deleit ó en la lectura de los
modernistas. Y por cierto fue uno de sus precursores, como bien lo indican Dino Manco Bermú
dez y Paulina Santander Guerra en su tesis sobre el poeta. También los López-Penha, entre sus
múltiples negocios, tuvieron a bien establecer el primer el cinematógrafo de la ciudad y fueron
dueños de librerías prestigiosas.

El poeta Clímaco Soto Borda, refiriéndose a la actividad periodística y divulgadora de Ló


pez-Penha, solicitó que: «se estableciera un cordón sanitario en redondo de nuestra Atenas? La
pretenciosa denominación con que se tildaba y todavía se tilda a Bogotá para que librase a
nuestros bardos de aquel terrible contagio». ¿Cuál era el temor de Soto Borda? ¿Sería que intu
ía que López-Penha y los modernistas, el cine y las nuevas artes marchitarían el romanticismo
floral de los poetas de la Gruta Simbólica?

A pesar de la polémica que despertó en su momento López-Penha, hoy ha caído en total


olvido. Siempre me ha extrañado que Colombia, un país de poetas, tan atento a cualquier vate,
se descuide y desconozca la obra de López-Penha con tanta pasión. Es inexplicable el olvido al
que someten a este poeta sefard í enterr á ndolo en las b ó vedas de la historia literaria
colombiana. Me atrevo a pensar que se debe al desconocimiento de sus escritos. Pero,
sorprende y resulta sospechoso el desdén y amnesia del mundo poético por sus obras. Tal vez
por ello sea apropiado recordar uno de sus versos que dice:

«En un rincón de la casa / la araña teje que teje, / y el sol alumbra que alumbra, / y el hombre
miente que miente.»

Las actividades tanto comerciales, industriales como artísticas de estos inmigrantes le dieron a la
comunidad judía sefardita una eminente posición dentro de la vida social y económica de
Barranquilla. Es bueno destacar que la presencia de estos inmigrantes judíos lejos de producir
celos, fue recibida con entusiasmo y de manera cordial.

Sin embargo, el desarrollo que fomentó esta comunidad y el impacto que tuvo en la ciudad
caribeña no ayudó para que el gobierno colombiano tuviera una actitud más tolerante y una
mirada más benévola hacia la nueva ola inmigratoria de judíos ashquenazitas que vendrían de
Europa oriental y judíos sefarditas provenientes de los países árabes durante la década de los
treinta y cuarenta del siglo XX quienes huían de la depresión, la guerra mundial y la persecución
Nazi.

Colombia siempre fue y continúa siendo un país cerrado a la inmigración. Y las prohibiciones a
la venida de judíos durante la década de los treinta cobijaron tanto a las comunidades
ashquenazitas como a las sefarditas. Para los antisemitas son iguales unos y otros a pesar de sus
marcadas diferencias culturales. Y por consiguiente los que vinieron a Colombia, al comienzo lo
hicieron de contrabando (parece ya un patrón histórico en el país).

Durante la preguerra surgió un pequeño tráfico de visas, resultado de las prohibiciones que se
establecieron en torno a la inmigración. Los inmigrantes judíos sefarditas y ashquenazitas que
ya habían logrado asentarse y que vinieron a Colombia durante la década de los veinte y
principio de los treinta, ante las dificultades que vivían sus familiares tanto en Europa como en
los países árabes, hicieron lo imposible por traerlos legalmente. El gobierno los obligó a
depositar en el Banco de la República la elevada suma de mil pesos para empezar las diligencias
legales (en otras palabras, unos once mil dólares de hoy día) lo que hacía particularmente difícil
y onerosa la traída de cualquier pariente al país. La angustia los llevó a trabajar en forma
tesonera y a ahorrar para pagar la suma que demandaba el Estado para comenzar unos trá
mites que no necesariamente garantizaban la admisión de los suyos. Los que llegaban debían
jurar que eran mecánicos agrícolas o expertos en aguas o riego, cualquier profesión o práctica,
pero nunca la del comercio, la única que en verdad podían ejercer.

El Ministro de Relaciones Exteriores del Presidente Eduardo Santos, Luis López de Mesa, quien
gozaba entre los círculos de poder de una extraña fama de «sabio» fue el artífice de esta visión
discriminatoria. Estudios como el del sociólogo Carlos Uribe Celis, titulado Luis López de Mesa,
aproximación crítica a su obra, permite entrever las concepciones racistas y xenófobas de este
personaje. Era claro que López de Mesa consideraba inconveniente la inmigración de judíos
dadas «sus costumbres invertebradas de asimilación de riqueza por el cambio, la usura, por el
trueque y el truco, sin arraigar en las actividades de su producción y transformación.»

Las absurdas teorías racistas de López de Mesa, que en alguna ocasión afirmó que la mezcla
entre los indígenas y los judíos daría la peor de las condiciones «un usurero zalamer», lo
llevaron a emitir una circular el 30 de enero de 1939 a todas las embajadas donde subrayaba:
«Considera el Gobierno que la cifra de 5.000 judíos actualmente establecida en Colombia
constituyen [sic] ya un porcentaje [sic] imposible de superar […] opongan todas las trabas
humanamente posibles a las visas de nuevos pasaportes a elementos judíos.»

Y sin embargo, aun cuando existió un antisemitismo oficial en Colombia que dificultó su
entrada y la de sus familiares al país, también hay que decir que Colombia, desde los días de la
Conquista, acuñó y volvió propia la famosa frase del conquistador español Sebastián de Belalc
ázar: «se obedece pero no se cumple». Y por más que los decretos prohibieran la entrada de
jud í os o que llegar á n con papeles falsos no se registraron denuncias, devoluciones o
extradiciones de quienes consiguieron ingresar al territorio nacional.

Colombia siempre ha mantenido una actitud ambivalente y discrepante con sus propias leyes, y
los colombianos se mueven sin problemas entre un país legal y otro real. Por lo tanto, los judíos
de Colombia, a pesar de su ilegalidad, en el siglo XX pudieron desarrollar una vida judía sin
mayores dificultades y crearon instituciones como sinagogas, colegios, revistas, clubes, carnicerí
as para sus dietas religiosas, cementerios que todavía persisten y pudieron crecer y prosperar
dentro de la cultura que traían de Europa y el Medio Oriente, en un país xenófobo que nunca
les dio la bienvenida, pero les permitió refugiarse en silencio en sus tierras.

Sin embargo, su silencio no les sirvió de mucho cuando comenzaron a ser víctimas del flagelo
que látigo a los industriales y comerciantes durante la década de los setenta, ochenta y noventa:
el secuestro y extorción. La comunidad judía, al igual que la clase dirigente colombiana, vino a
ser uno de los sectores afectadas por esta práctica criminal que terminó a financiando a todos
los grupos armados del conflicto colombiano.

En el caso de la comunidad sefardita, el secuestro, extorsión y posterior asesinato en 1998 del


joven Benjamín Khoudari, miembro de dicha comunidad de Bogotá, por parte de personas
vinculadas a los organismos de seguridad del Estado haciéndose pasar por guerrilla, asustó y
precipitó la salida de buena parte de esta judería colombiana.

Se calcula que el Centro Israelita de Bogotá ( la comunidad asquenazi) la institución más


numerosa de la ciudad, perdió en dicho año un 25% de sus miembros; la Comunidad Hebrea
Sefardita de Bogotá cerca de un 30% y la Asociación Israelita Montefiore, la comunidad más
liberal y de origen alemán, un 15% de sus miembros. Ahora bien, el 60% de los afectados que
salieron del país emigraron a Miami o a la Florida; el 25% a Israel; el 10% a Costa Rica y el 5% a
otros países como Panamá y Canadá.

Para concluir, es importante tener en cuenta en este cuadro sobre los sefarditas en Colombia,
que fue solo hasta 1991 que el país, ante la crisis y los dilemas de su falta de apertura tanto polí
tica como cultural, expide una nueva Constitución en la cual por primera vez acepta y oficializa
la libertad de cultos en el territorio nacional.

Azriel Bibliowicz

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Salazar, Cincuenta años de Inquisición en el Tribunal de Cartagena de Indias 1610-1660,
tomo I-IV, Bogotá: Centro Editorial Javeriano CEJA, 1997.
 Carlos H. Uribe Celis. «Luis López de Mesa, Aproximación Crítica a su Obra» en Vida y
obra del profesor Luis López de Mesa. Medellín: Editorial U. de Antioquia. 1985.
 Nuestra Tribuna. Revista mensual, consagrada a los intereses nacionales, culturales,
sociales y económicos de la colectividad hebrea en Colombia. Bogotá. 1933-1935.

Fuente: Amerique Latine, Histoire y Memoire y Centro Virtual Cervantes

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