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capitalista
Antonio Romero Reyes[1]
Rebelión
Presentación
Desde hace más de una década existe en América Latina una disputa
ideológica y política sobre el nuevo rol del Estado, pero que aún no
concluye. Bajo el contexto de las reformas estructurales y los procesos
de ajuste, impuestos por el Banco Mundial y el FMI, la reducción del
tamaño del Estado iba frecuentemente acompañada por la menor
asignación de recursos para los llamados "sectores sociales" (educación,
salud, vivienda, seguridad social). Cualquier intento de propugnar una
gestión pública del presupuesto más sensible hacia las necesidades
sociales urgentes, era y es vista como sinónimo de intervencionismo
estatal y rebrote inflacionario. Por eso, mantener a raya el déficit fiscal
ha sido desde entonces el caballo de batalla de los tecnócratas,
cualquiera fuese el régimen político, que más bien oculta una
preocupación central (la cara oculta de la moneda): asegurar para el
capital una tasa de ganancia y brindar condiciones favorables para la
inversión, como mecanismo sine qua non de la ansiada integración de
los estados latinoamericanos en la globalización.
«La cuestión apenas comienza a ser abierta. Con todo, es probable que
eso se deba, en lo fundamental, a que en especial desde el fin del siglo
XIX hasta entrados los años 60 del actual, entre esos movimientos y en
particular entre sus grupos más exitosos, la hegemonía del
eurocentrismo -el patrón fundamental de la racionalidad capitalista-
permaneció incontestada. Es decir, no solo no alcanzaron a liberarse de
ella, sino que nunca la pusieron realmente en cuestión, ni en su teoría ni
en su práctica.
«Dicho de otro modo, toda la historia del siglo XX, incluidas las
revoluciones, transcurrió dentro de y como parte del desarrollo del
capitalismo. Y las revoluciones sociales, triunfantes sobre todo, pero no
mucho menos las derrotadas, sirvieron a la plena y final realización y
universalización de las principales tendencias y virtualidades del capital
y de su orden de dominación.»[9]
En los países de AL, donde sobre todo se han aplicado con dureza el
mismo recetario, lo que han emergido son sociedades de sobrevivencia
o fracturadas en su tejido social ya que los impactos del ajuste
agravaron y aun comprometieron las condiciones de reproducción de la
misma existencia. A diferencia del famoso relato bíblico, quienes
pudieron salvarse de ese diluvio no han sido precisamente los
trabajadores de la ciudad y del campo, ni los más pobres y necesitados.
Hasta no hace mucho se había vuelto vox populi postular una economía
de mercado “con rostro humano”. En los hechos significaba combinar el
recetario neoliberal con un nuevo contenido de la política social: mayor
asignación del gasto gubernamental para salud, educación y seguridad
social en el presupuesto + programas de lucha contra la pobreza y el
desempleo. Es lo que recomiendan tecnócratas sensibilizados por la
cuestión social como Nancy Birdsall y Augusto de la Torre (2001). Se
trata de una política social que a fin de cuentas permita poner un poco
más de dinero en el bolsillo de los pobres para que puedan consumir y
participar en el mercado, pretendiendo reducir así los niveles de pobreza
crítica y salir paulatinamente de la exclusión (si es que salen). Si esta
política reactiva la demanda agregada lo hará pero con un breve plazo
de duración, ya que entre otras limitantes depende del dinero del Estado
y los fondos de ayuda (no reembolsables) que se puedan conseguir en el
exterior, además de someter a los pobres a esta (nueva) dependencia.
REFERENCIAS
NOTAS