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Mi Filosofía de vida de vida

ÁNGEL ALEGRE • 40 COMENTARIOS

«¿QUÉ QUIERES de la vida?» Con esta pregunta empieza A Guide


to the Good Life, el libro de William B. Irvine sobre el estoicismo.
«De todas las cosas a las que podrías dedicar tu vida, ¿cuál de ellas
crees que es la más valiosa?» continúa. «Si vives sin un gran
objetivo, no tienes una filosofía de vida coherente. ¿Y por qué es
importante tener una filosofía tal? Porque si no la tienes, corres el
riesgo de malvivir –de que, a pesar de todo lo que hagas, a pesar
de todas las cosas placenteras de las que disfrutes, acabes viviendo
una mala vida.»

Las palabras de William me hicieron reflexionar. Llevaba varios


días dándole vueltas a cuál va a ser el siguiente paso en mi viaje, y
la idea de «un gran objetivo vital» me hizo detenerme. Al fin y al
cabo, tenía sentido empezar clarificando ese gran objetivo para
poder alinear el resto de mis planes con él. Saqué un cuaderno, un
bolígrafo y me puse a pensar.

Empecé descartando el vivir para ganar dinero o para acumular


cualquier tipo de riqueza material. Sencillamente, no le veo el
sentido a dedicar mi vida a algo así sabiendo que al morir lo voy a
perder todo. Además, millonarios como Bill Gates o Warren
Buffett, que ya han logrado ese objetivo, ahora se dedican por
completo a la filantropía, lo que deja claro que el dinero no es un
buen objetivo vital.

El siguiente «gran objetivo» que consideré fue la felicidad. ¿Era


una buena idea dedicar mi vida a ser feliz? Cuando me puse a
pensar en esto, me di cuenta de que no tenía muy claro qué era
exactamente la felicidad. Sentía que el concepto de felicidad
englobaba muchas emociones positivas, pero que unas eran muy
diferentes de otras. Por ejemplo, soy feliz cuando me como un
helado (placer físico) o cuando completo un proyecto importante
para mí (satisfacción). En ambos casos siento felicidad, pero son
dos tipos de felicidad muy diferentes.

Con la intención de resolver mis dudas, me puse a investigar más


sobre el tema, y así es como encontré esta charla TED de Daniel
Kahneman que me aclaró muchas cosas sobre cómo vivir la vida
alineado a una filosofía que encajara conmigo al 100%.

Experiencias y recuerdos: dos tipos de felicidad


Es muy complicado pensar sobre la felicidad porque es una
palabra con demasiados significados. El principal problema es
que, tanto a nivel personal como a nivel académico, tendemos a
confundir experiencias y recuerdos, a confundir el ser
feliz EN tu vida con el ser feliz CON tu vida.

Por ejemplo, imagínate que tienes una cita con tu pareja. Salís a
cenar a vuestro restaurante favorito, bailáis, dais un paseo…
Regresas a casa de madrugada sintiendo que la noche ha sido
perfecta. Entonces, cuando te metes la mano en el bolsillo para
sacar las llaves, te das cuenta de que has perdido el iPhone.
«¡Mierda!» –exclamas. «Con lo bien que iba la cita, y al final se ha
echado todo a perder.»

No es cierto que TODO se haya arruinado. La noche ha salido


perfecta, la has disfrutado, y el que hayas perdido el móvil no
cambia eso en absoluto. Lo que realmente se ha estropeado ha
sido TU RECUERDO DE LA NOCHE.

El motivo por el cuál en el ejemplo anterior sentimos que la cita ha


ido fatal (a pesar de no ser cierto) es que procesamos el mundo,
nuestra vida, a través de dos «yos» diferentes:
 El «yo experimentador», que sólo conoce el presente. Vive
momento a momento, y es el que responde cuando el doctor
te pregunta «¿te duele si te toco aquí?»

 El «yo recordador», que lleva la historia de nuestra vida. Para


este yo, todo son recuerdos de experiencias. Es el que
responde cuando el doctor te pregunta «¿cómo te has sentido
los últimos días?»

Cada uno de estos yos está interesado en un tipo diferente de


felicidad:

 Felicidad de bajo orden: El yo experimentador quiere que


seamos felices EN nuestra vida. Sólo le preocupa que cada
momento sea lo más agradable posible, y por eso siempre está
buscando el placer e intentando evitar el dolor.

 Felicidad de alto orden: El yo recordador quiere que


seamos felices CON nuestra vida. Evalúa los recuerdos y
determina si son positivos o negativos de acuerdo a nuestras
creencias. Busca congruencia entre lo que creemos y lo que
hacemos.

Ambos tipos de felicidad apenas están relacionados entre sí –los


estudios demuestran que la correlación entre ambas es sólo de .5–
y, de hecho, a menudo entran en conflicto. Un buen ejemplo es la
temporada que estuviste hecho polvo después de dejarlo con tu
pareja (yo experimentador), y cómo ahora consideras lo que pasó
algo positivo e incluso fundamental en tu vida (yo recordador).

¿Vivir para ser feliz?


Ahora que entendía la diferencia entre los tipos de felicidad, podía
volver al tema inicial: ¿merecía la pena dedicar toda nuestra vida a
perseguir la felicidad?
En el caso de la felicidad de bajo orden, estoy convencido de que
NO.

Emociones como el placer o la alegría no son más que una mezcla


de sustancias químicas en nuestro cerebro que nos hacen sentir
bien durante una serie de momentos, y que se pueden generar
fácilmente haciendo ejercicio o con drogas como la cocaína. Pero
esos momentos de felicidad no son permanentes; cada uno dura
unos 3 segundos, pasa y desaparece para siempre. Piensa en el
último helado que te comiste. Sí, lo disfrutaste durante los 5
minutos que te duró… ¿y qué? ¿Qué importancia tiene eso?
Posiblemente ya no recuerdes ni el sabor.

Dicho esto, pienso que es fundamental mantener la felicidad de


bajo orden en unos niveles aceptables, del mismo modo que es
importante mantener la salud en unos niveles aceptables. Si no
tenemos suficiente felicidad de bajo orden, no funcionaremos
correctamente, y entonces dará igual cuál sea nuestro «gran
objetivo vital» porque no nos sentiremos dispuestos a llevarlo a
cabo.

La felicidad de alto orden es diferente, porque no se puede


conseguir directamente. No puedes experimentar satisfacción,
triunfo, camaradería, realización personal o paz interior a partir de
estímulos externos de la misma manera que puedes experimentar
placer físico. Son emociones duraderas que sentimos como
resultado de vivir de acuerdo a nuestras creencias, como resultado
de «hacer las cosas bien.»

Creo que vivir de la que creemos que es la mejor manera posible es


muy importante. La insatisfacción es la distancia entre
cómo vivimos y cómo creemos que deberíamos vivir, y si
queremos sentirnos en paz con nosotros mismos tanto en nuestro
día a día como al final de nuestros días, debemos esforzarnos en
reducir esta distancia.

Sin embargo, me resisto a hacer de «vivir de la que creo que es la


mejor manera posible» el objetivo de mi existencia por un motivo
muy simple: nuestras creencias pueden estar equivocadas. Por
ejemplo, un yihadista islámico puede creer que inmolarse en un
atentado suicida y matar a todos los «pecadores» que pueda es la
mejor manera de vivir. Posiblemente abandonaría este mundo
totalmente satisfecho, pero eso no quiere decir que haya vivido
correctamente.

Una filosofía de vida correcta


Aunque vivir de la que creemos que es la mejor manera posible es
un paso en la dirección correcta, parece que todavía tenemos que
hilar más fino y hacernos otra pregunta importante: ¿cómo
DEBERÍAMOS vivir? Es decir, ¿existe una manera de vivir que sea
objetivamente, universalmente, la mejor manera de vivir?

Alguien podría argumentar que NO, que es algo totalmente


subjetivo; sin embargo, ejemplos como el del yihadista me
impiden pensar de esa manera. Aunque creo que la mejor manera
de vivir varía de persona a persona, también opino que para sea
válida tiene que cumplir una serie de requisitos.

Después de darle muchas vueltas a estos “requisitos universales


para vivir correctamente», llegué a la conclusión de que son dos:

1. Vivir virtuosamente. Existe una serie de valores


universalmente buenos (honestidad, generosidad,
compasión…) y otros universalmente malos (venganza,
egoísmo, engaño…). Uno de los requisitos para que tu filosofía
de vida sea correcta es que implique vivir un subconjunto de
los primeros. Puedes elegir los que quieras, los que tengan un
mayor significado para ti o los que consideres más
importantes, pero deben ser valores buenos.

2. Ser útil. Como seres humanos, necesitamos sentirnos útiles,


sentir que nuestro paso por la tierra ha servido para algo. Por
ello, la idea de pasarnos toda la vida en una playa del Caribe
tumbados en una hamaca bebiendo piñas coladas no nos
resulta atractiva, porque sentimos que habríamos malgastado
nuestra existencia.

Ok, tenemos que vivir virtuosamente y ser útiles, pero… ¿útiles


para qué?

Para responder a esta pregunta, observé mi vida desde el contexto


de la historia de la humanidad. ¿Qué soy dentro de la historia? Un
ser humano de entre otros 7 billones seres humanos que viven en
este momento en el planeta tierra. Nuestra raza lleva existiendo
desde hace 200.000 años, y desde entonces no ha parado de
evolucionar. Llevamos recorrido un largo camino: hemos pasado
de cazar y vivir en cuevas a construir rascacielos, crear arte y hacer
increíbles avances científicos. Ahora, yo formo parte del presente
de esa cadena evolutiva, y sólo tengo tres opciones: ir en contra de
la evolución, no participar o contribuir. Las dos primeras serían
una falta de respeto hacia toda esa gente que nos ha llevado hasta
donde estamos hoy (en ocasiones sacrificando su propia vida), así
que la única opción que me parece válida es intentar sumar, ser de
utilidad a la evolución de la raza humana.

Para mí, la evolución de la raza humana tiene dos aspectos. El


primero es mi propia evolución. Desarrollar mi consciencia y mi
potencial. Llegar a ser el mejor ser humano posible. El segundo es
la evolución del resto de seres humanos y de la vida en general. El
desarrollo de la raza en su conjunto, incluyendo consciencia
global, inteligencia, valores y todos los nuevos avances científicos y
sociales que todavía están por inventar. Ambos conceptos están
íntimamente relacionados entre sí, y se retroalimentan
mutuamente. Trabajar en mi propia evolución me permitirá
contribuir más a la evolución del resto de seres humanos y, a su
vez, cuanto más evolucione mi entorno, más me ayudará eso a
evolucionar a mí.
Combinando todo lo anterior
Al juntar todas las partes de mi reflexión, llegué a la siguiente
filosofía de vida:

Fortalezas + Valores + Servicio + Desarrollo personal =


Filosofía de vida

Fortalezas: las cosas que se me dan bien naturalmente. Aquellas


facetas de la vida en las que destaco. [¿No sabes cuáles son tus
fortalezas? Haz el cuestionario VIA de fortalezas personales]

Valores: las prioridades que me indican cuál es la mejor manera


de invertir mí tiempo. Determinan lo que es importante para mí
en la vida. [¿No sabes cuáles son tus valores? Aquí tienes una lista]

Servicio: para sentirme útil, tengo que poner mis fortalezas al


servicio de la evolución.

Desarrollo Personal: desarrollar todo mi potencial me


permitirá maximizar mis fortalezas y mi capacidad de servicio.
[¿No sabes cómo desarrollar tu potencial? Te doy algunas ideas]

Es decir, mi filosofía de la vida consiste en poner lo mejor de mí


mismo (fortalezas) al servicio de la humanidad, pero siempre de
manera congruente con mis creencias. De esta manera, estaré
satisfecho con mi vida porque habré vivido de acuerdo a lo que
creo más importante (valores) y, al mismo tiempo, sabré que he
vivido correctamente porque he hecho el bien (valores virtuosos) y
he contribuido al proceso evolutivo (servicio).

Pienso que es una filosofía bastante sólida y aplicable a cualquiera,


ya que los valores y las fortalezas varían según la persona.
¿Cuál es tu filosofía de vida?
Si todavía no tienes claro qué es lo que quieres, te recomiendo
encarecidamente que te tomes unos minutos para pensarlo y dejar
de navegar entre diferentes filosofías de la vida. Personalmente, el
hacerlo me ha resultado tremendamente útil.

Puede que llegues a la misma conclusión a la que he llegado yo, o a


una totalmente diferente, pero estoy convencido de que en
cualquier caso el proceso será tremendamente beneficioso para ti.

Fuente:

https://viviralmaximo.net/mi-filosofia-de-vida/

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