Sei sulla pagina 1di 7

Una mirada retrospectiva sobre el golpe del 76

Configurar alguna idea acerca de las repercusiones del golpe militar de 1976
en nuestra provincia, se liga a un imaginario social que podría traducirse en la
siguiente frase:"menos mal que estábamos en La Pampa y que acá no pasó
nada"
Idea que, sometida a un análisis más profundo, queda plasmada simplemente en
eso: en parte de un imaginario social, que debería ser sometido con mayor asiduidad
a revisionismo.
En primer lugar, porque un golpe de estado conlleva para un país todo, la
interrupción de una legítima forma de vida y de gobierno: la democracia
Por ende, el golpe del '76 ha influido en la vida cotidiana de todos los
habitantes de La Pampa, al igual que en el resto del país.
La transformación provocada en 1976 en el campo político, implicó una
transformación social con influencia directa sobre la participación como individuo y
como ciudadano con la disolución y destrucción de todo canal de participación: se
suspenden las actividades de los partidos políticos en todos los niveles de gobierno:
nacional, provincial, municipal; como también las actividades gremiales; las
agrupaciones estudiantiles, etc. .
Este cambio provoca, inevitablemente, una situación de desequilibrio y
reacomodación a las nuevas circunstancias.
En segundo lugar, porque si bien en la República Argentina ( y podría decirse
en todo latinoamérica) para 1976 existía una "tradición golpista" desarrollada a
través de los años por parte de las fuerzas armadas en alianza con grupos civiles,
este golpe de estado tuvo sus particularidades, que, número más, número menos,
puede traducirse en 30.000 personas con la categoría que creara el Teniente
General Jorge Rafael Videla, uno de los gestores del golpe: "Desaparecido". Eso.
Estuvo, pero no está. Ni vivo, ni muerto. No existe.
Pero... qué pasó en La Pampa ?
Partamos de la vida cotidiana de los hombres y mujeres, adultos que vivían en
este suelo, y bajo este cielo, el 24 de marzo de 1976. Imaginémoslos insertos en el
mundo del trabajo: Periodistas, docentes, médicos, locutores, abogados...
 ¿Cuantos de ellos perdieron su fuente laboral, al ser declarados prescindidos, y no
pudieron incorporarse nuevamente a la esfera estatal hasta después de octubre de
1983?
Se puede continuar pensando en los estudiantes de la época.
¿Cuántos de ellos fueron detenidos y puestos a disposición del PEN, debiendo
abandonar sus estudios, sin posibilidad incluso de terminarlos nunca más? ¿Cuántas
personas fueron torturadas salvajemente en nuestra provincia? ¿Cuántos de ellos
iniciaron aquí, su trayectoria hacia la categoría de “desaparecido”?
O los otros estudiantes, aquellos que debieron regresar, con pena pero sin gloria,
de otras ciudades del país, abandonando sus estudios ante el temor de sus padres
-o el propio- por sus destinos.
Todas ellas, vidas que, profesionalmente, quedaron truncas.
Se puede pensar, en fin, en una vida privada de libertad. Sin libertad para salir a
la calle, sin libertad para pensar, para leer lo que se quisiera, para vivir, para soñar
con el futuro.
El golpe militar de 1976, también afectó a los adolescentes pampeanos de esa
época.
Aquellos que habíamos nacido -año más, año menos- en el '60 y que
estábamos transitando esa etapa de la vida definida por los entendidos como tan
particular, de transición o pasaje entre la niñez y la adultez, ( el " segundo gran salto
hacia la vida", después del nacimiento, según lo consideró Eduardo Kalina-1985-),
etapa de pérdida y elaboración de duelos (por el cuerpo perdido, por los padres de la
infancia, por la identidad y el rol infantil. En fin, por el seguro mundo de la niñez,
aunque en ese momento, ni siquiera la niñez era un seguro), y de búsqueda de
identidad.
Todo individuo, se desarrolla en un contexto espacio-temporal que va a influir
en la conformación de su subjetividad, o particular visión de mundo.
Vale decir que el proceso adolescente debe ser considerado en sus
dimensiones física, psíquica y socio-cultural.
El adolescente de la época del '70,- a diferencia del modelo adolescente del
presente- es descripto como un individuo que vive en crisis, inseguro, introvertido,
ambivalente, en busca de su identidad, idealista, rebelde, enfrentado al mundo del
adulto, interesado en la construcción verbal de utopías.
Puede considerárselo aún dentro del modelo de adolescente moderno,
entendiendo a la modernidad como una época de grandes ideales, utopías,
verdades universales en torno a los principios de igualdad, libertad, justicia...que los
teóricos posmodernos denominan, tal vez peyorativamente, "mitos" modernos.
Inserto en un contexto de efervescencia, precisamente, en torno a ideales
modernos, que propugnaban a principios del '70 el restablecimiento de la
democracia en el país y en la provincia, vale decir, un contexto de movilización social
tendiente al logro de un bienestar general (otra de las utopías modernas),
movilización que en La Pampa se manifestó, por ejemplo, en la lucha de diversos
sectores para la nacionalización de la universidad que tenía, en ese momento,
carácter provincial.
Puede decirse que quienes nacimos en la década del '60, transitamos nuestra
adolescencia en un contexto semejante a un péndulo, oscilante entre los últimos
coletazos del gobierno de facto de Lanusse; el restablecimiento de la democracia en
1973; para volver a un gobierno de facto en la madrugada del 24 de marzo de 1976.
Madrugada trágica, en la que - según la Proclama- "...agotadas todas las
instancias del mecanismo constitucional, superada la posibilidad de rectificaciones
dentro del marco de las instituciones y demostrada, en forma irrefutable, la
imposibilidad de la recuperación del proceso por sus vías naturales, llega a su
término una situación que agravia a la Nación y compromete su futuro (...) las
fuerzas armadas -en cumplimiento de una obligación irrenunciable- han asumido la
conducción del estado (...) Esta decisión persigue el propósito de terminar con el
desgobierno, la corrupción y el flagelo subversivo y sólo está dirigida contra quienes
han delinquido o cometido abusos de poder (...) Las fuerzas armadas han asumido
el control de la República. Quiera el país todo comprender el sentido profundo e
inequívoco de esta actitud para que la responsabilidad y el esfuerzo colectivo
acompañen esta empresa que, persiguiendo el bien común, alcanzará -con la ayuda
de Dios- la plena recuperación nacional..."i
Madrugada que en lo personal, y como adolescente de un pueblo de La Pampa
del '70, puedo definir como un duelo aún no elaborado.
Tenía -recién cumplidos- quince años. Tiempo de amigos adolescentes, de
sueños, de escuela secundaria en un tranquilo pueblo de campaña, que debí
abandonar intempestivamente una triste mañana de otoño.
Y aquí cuento la historia, reservada a mi intimidad y la de mi familia durante
veintinueve años, porque recién ahora, se da tratamiento público a este tema en la
provincia. ¿Qué nos pasó para que transcurrieran casi tres décadas en dar a
conocer en profundidad estos hechos, los nombres, los rostros de los protagonistas
de uno y otro lado? Acaso, la creencia de que en esta provincia no había pasado
nada.
Nací en el año 1961 en el seno de una humilde familia de chacareros, hijos de
inmigrantes italianos, residentes en la zona rural de Winifreda, hogar compuesto por
mis padres y seis hermanos, uno de ellos fallecido a temprana edad.
Cursé, como mis hermanos, mis estudios primarios en la escuela rural de la
colonia, a la que asistía de “a caballo” con mi hermano más chico. En el año 1973,
terminé séptimo grado, y según la utopía de la época, debía seguir estudiando tal
como lo estaban haciendo mis dos hermanas mayores, en el colegio secundario del
pueblo. Para 1974, estaba cursando primer año del bachillerato.
En 1976, luego de haber estado durante el verano en Santa Rosa con un
hermano, vivía en Winifreda con una hermana mayor en parte de una vivienda que
ésta alquilaba a una señora de edad.
El 24 de marzo, como todas las mañanas, mi hermana se levantó temprano y
partió hacia sus actividades laborales que desempeñaba como administrativa, en el
hospital de Winifreda.
A los pocos instantes, siendo alrededor de las ocho de la mañana...alguien muy
conocido llama a la puerta. Se trataba del comisario del pueblo, padre de una de mis
mejores amigas, con la cual compartía todas las tristezas y alegrías propias de esa
etapa. Alcanzó a decirme algo así como que él no tenía nada que ver en ese
asunto, que eran los militares, y al mirar hacia la calle, advertí que algo extraño
ocurría, ya que habían móviles de los que bajaron soldados y rodearon la casa, al
tiempo que varios efectivos, fuertemente armados, ingresaron a la vivienda, me
indicaron que me sentara en una silla frente a la mesa, y apuntando con sus armas,
me realizaban todo tipo de preguntas sobre mi hermana, otras personas, e insistían
en ver dónde guradábamos los libros. Yo señalé el lugar: una pequeña biblioteca
armada con ladrillos de techo pintados y madera aglomerada. Uno a uno, fueron
revisando los libros, que tiraban luego sobre la mesa, hasta que se retiraron sin
explicaciones.
Así, soporté sola y con quince años, en la vivienda que habitaba, sin respeto hacia
mi minoría de edad, ni exhibición de orden alguna, el allanamiento e interrogatorio en
búsqueda de cosas que me resultaban absurdas e incomprensibles y que además,
eran inexistentes. Para esto, mi hermana ya estaba detenida (había sido trasladada
desde General Pico a la Seccional Primera de Santa Rosa)
Luego se dirigieron a la casa de mi abuela, para proseguir hacia el campo donde
vivían mis padres, efectuando igual procedimiento. Los días y meses subsiguientes,
el nuevo comisario del pueblo me retiró en varias oportunidades del colegio
secundario en horario escolar, por intermedio de agentes de policía, para
interrogarme acerca de mi hermana, mis padres, a los que mandaba algún mensaje,
como por ejemplo, “...Bueno, decíle que me traiga huevos...”.
El 24 de marzo de 1976, inicié un largo camino de pérdidas... no del cuerpo
infantil, no de los padres de la infancia...
Perdí, como adolescente del '70 en La Pampa, seguridad.
Certeza en un mundo de estímulos externos que se nos presentaba sin reglas de
juego claras.
Amigos. Quedaron pocos. Se fueron alejando bajo diversos pretextos: hoy no
puedo, mañana tampoco, pasado no sé.
Vivienda.
El terruño. Emigramos los cuatro hermanos que quedábamos en Winifreda.
Poco nos quedaba por hacer allí, (Por algo será...)
Visto desde mi perspectiva actual, El 24 de marzo de 1976, algunos adolescentes
en La Pampa perdimos el rumbo. Nos introyectamos hacia adentro, hacia un mundo
interior donde imperaba, paralizante, el miedo. Algunos habíamos sentido en carne
propia los efectos del golpe, teníamos familiares detenidos, sabíamos de las torturas,
veíamos sufrir a nuestros padres, sabíamos que no podían dormir de noche...
Mi madre sufrió taquicardias, debió ser tratada...Se extraviaba en el pueblo en el
cual había pasado toda su vida.
Después vino el tiempo de proseguir estudios en la universidad, en la cual nadie
hablaba, existían libros prohibidos, y estudiantes que (sabíamos) no eran tales, sino
simplemente, ojos que miraban y oídos que escuchaban. Estaban un tiempo, y
luego, desaparecían.
Perdimos mucho, los adolescentes de ese tiempo, claro. Y siempre me pregunto:
 ¿Que ganamos? ¿ Serán algunos de los propósitos explicitados en el Acta del
Proceso, tales como la restitución de los valores esenciales, enfatizando el sentido
de moralidad, idoneidad, eficacia, o la promoción del desarrollo económico, o la
posterior instauración de una democracia republicana, representativa y federal
adecuada a la realidad y progreso del pueblo argentino ?ii).
Resta pensar (tal vez como motivo de análisis más profundo), considerando las
características del adolescente descriptas, como podíamos construir nuestra
identidad en este contexto, represivo social e individualmente, y en los mecanismos
de defensa, que segura e inconscientemente, habremos desarrollado, para superar
una etapa de la vida caracterizada por un contexto de crisis política, social y
económica.
No todo terminó en lo acontecido el 24 de marzo. Finalmente, mi hermana
recuperó su libertad. En mi memoria, tengo congelada la “foto” de cuando la vi
después de este suceso. Su estado era deplorable, y su deterioro físico y moral
inocultable. Estaba parada en la cocina de mi abuela, con un pantalón oxford piel de
durazno color violeta manchado de barro en las piernas, y lo que es más inolvidable
para mí, eran esas manchas...esas manchas violáceas que cubrían su abdómen, y
sus ojos, que siempre fueron inmensos, desde los cuales se podía percibir el horror.
Desde allí, a cumplir la sentencia dictada por los pseudo restauradores del orden:
“Su hija es un elemento no recuperable para la sociedad argentina –le dijo Baraldini
a mi madre- Se la llevan al campo, de ahí no sale, ni recibe a sus amistades. Si
nosotros la encontramos de nuevo en General Pico, no la ven más”
Y fue como la libertad de un pájaro en una jaula: cada vez que entraba o salía de
Winifreda hacia el campo donde estaba con mis padres, debía pasar a avisar por la
comisaría del pueblo.
Cuando nos vinimos a Santa Rosa, para alivianar la discriminación y la
segregación de nuestro “pago chico”, en donde éramos señaladas como “las
guerrilleras”, siguió la misma historia: siempre había algún “viejo conocido” policía
detrás de nuestros pasos.
Me llevó muchos años comenzar a encontrar respuestas a los porqué. Lo
triste es que en este tiempo, a excepción de personas que hicieron su tarea en
soledad, nadie se preocupó por tratar este tema en profundidad, ni se contempló
que detrás de cada caso planteado, hay una persona y un entorno familiar y social
que pudo o no, haber recompuesto su vida. Para la justicia, son treinta y cinco
víctimas en La Pampa. Yo sostengo que fuimos muchas más.
Al fin he comprendido, que debo buscar la explicaciones en el living de mi tierra
provinciana, pero también, en las grandes antesalas del mundo, donde unos pocos,
olvidados de muchos, acuerdan decisiones que influyen en el destino de todos.
En marzo de 1996, cuando se cumplían veinte años de estos hechos, escribí en
homenaje a mi hermana y toda mi familia, lo que sigue a continuación:

EN MARZO.

Nos podaron, hermana,


tantas rosas... allá en Marzo,
y van a hacer veinte años.
Nuestras flores quedaron, retoñando.

Amaneció inerte el aire, y en los cielos,


nubarrones oscuros se veían.
Y nuestra madrugada anochecía
con todos los sentidos, en silencio.

Nos quedamos allí... en marzo,


y ciertas noches nos llegan los recuerdos:
olores de las rosas de otros tiempos,
temblores en el cuerpo.
¡Cómo extraño tanto, hermana mía!
el tiempo anterior aún con risas;
la piel sonrosada; el alma clara;
los retoños de rosa reventando en pimpollos.

Nos tocó, y aquí estamos:


tratando de olvidarlo.
Pero suenan, y suenan las campanas
de tanto en tanto...y en las madrugadas.

MARIA ROSA BARABASCHI (Marita)

Foto de quien suscribe, tomada poco tiempo antes de los hechos relatados.
."Documentos Básicos y Bases Políticas de las Fuerzas Armadas para el Proceso de
i

Reorganización Nacional" Bs As, 1980.-


ii
.Ibíd.

Potrebbero piacerti anche