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Antropología

Tarea No.5

Masha

María Trinidad Sánchez, República Dominicana


1- Investiga en la web acerca del regionalismo del lenguaje
dominicano e identifica las palabras de origen taíno y africano de
uso cotidiano en las diferentes regiones. Subir informe a la
plataforma virtual.

Es posible que muchos dominicanos que se describen a sí mismos como “indios”


se pregunten de vez en cuando si existe alguna otra cosa que, además del color,
los hace realmente “indios”.

La pregunta dista mucho de ser un tópico simplemente académico pues son


muchos los dominicanos que están convencidos de ser descendientes de los
pobladores originales de la isla aun cuando no puede definir o describir en qué
consiste su “indianidad”.

Los antropólogos y lingüistas tienen respuestas para esa pregunta cuando


señalan que los dominicanos han heredado un cuerpo de vocablos de uso
cotidiano procedente del idioma taíno, el cual ha pasado ya a la lengua española
como una supervivencia de la sociedad aborigen.

Mucha gente no sabe que esos vocablos son de origen taíno, a menos que lo
hayan aprendido en la escuela, en donde a veces se enseña que las palabras
maíz, yuca, casabe, bohío, batey, maní, caníbal, Caribe, lerén, entre otras, son
supervivencias de la cultura taína.

Existe todo un diccionario de indigenismos que penetra el lenguaje dominicano


contemporáneo.

Entre las palabras de ese diccionario hay muchas que no sólo son de uso
corriente porque describen cosas físicas, sino también las hay que nombran
fenómenos naturales, como es el caso de los ríos Ozama, Yuna, Yaque, Yuma,
Bajabonico; o lugares como Macorís, Neiba, Bahoruco, Jaragua, Jánico, Higüey,
Yaguana, y otros.

La toponimia y la geografía dominicanas están sembradas de términos


taínos que resistieron la avalancha de nombres europeos con que los
conquistadores impusieron una nomenclatura nueva a la geografía americana.
De la misma manera, también
sobrevivieron los nombres de
personas, tal vez por influencia del
indigenismo romántico que dominó la
literatura en la segunda mitad del siglo
19, y por ello hoy es tan común
encontrar gente que responde a los
nombres de Hatuey, Caonabo,
Guarionex, Anacaona, Guarocuya,
Cotubanamá y Tamayo, para sólo mencionar los más comunes.

No sólo han quedado las palabras taínas, también han quedado algunas
costumbres asociadas a ellas o descritas por ellas como es el uso de la coa, la
macana, la canoa (palabras taínas), la agricultura de tumba y quema, la
construcción de los bohíos campesinos.

Estas herencias taínas han sido bien estudiadas y existen varios estudios y
ensayos que las han descrito en detalle, lo mismo que otras herencias más
lejanas, como son muchas palabras y costumbres de origen africano que forman
parte de la cultura criolla.

El diccionario de palabras africanas que pasaron a las islas de Caribe es también


bastante amplio. La palabra ñame, por ejemplo, viene de África, lo mismo que la
planta que ella describe. También son africanas las palabras bembe y maco,
como lo es la práctica de construir viviendas campesinas en las zonas secas del
país con una tecnología muy apropiada llamada tejamaní.

Hace más de cuarenta años los antropólogos señalaron que entre las
supervivencias africanas más comunes en las sociedades caribeñas está la
costumbre de las madres de cargar en sus caderas a sus niños pequeños.

Se ha perdido entre las dominicanas la costumbre de sentarse en el suelo en


cuclillas, no así entre las mujeres haitianas en donde las supervivencias
africanas son más observables.
Podría disputarse si la costumbre universal de los dominicanos de hablar alto,
casi gritando, es también de origen africano, pero los que han viajado por África
tropical encuentran un claro paralelismo de esa costumbre en ambos lados del
Atlántico.

La toponimia dominicana también heredó algunas palabras africanas, como


Engombe (de ngonbe, que significa ganado, buey), con lo cual queda esclarecido
el origen del nombre de ese lugar a orillas del río Haina en donde hubo un
ingenio azucarero que utilizaba esclavos africanos a mediados del siglo 18.

La comunidad de Pedro Brand deriva su nombre de un grupo de esclavos


carabalíes que aportó sus brazos a la economía colonial dominicana.

Lo mismo ocurre con San Lorenzo de Los Mina, que se formó con esclavos
libertos procedentes de Mina, Angola, que escaparon de las plantaciones
francesas de la colonia de Saint-Domínguez.

Los ejemplos mencionados podríamos llamarlos supervivencias por resistencia


o implantación, dependiendo del caso, pero existen muchos otros que podrían
ser llamados supervivencias por difusión, como es el caso del uso de ciertas
plantas importadas de África y adaptadas al trópico americano.

El plátano es una de esas plantas (ya hemos mencionado el ñame), que aunque
no vino directamente de África, sino de las Islas Canarias, su origen africano es
indisputable, como lo es también el llamado monicongo, hoy casi en
desaparición pero todavía de consumo corriente en algunos campos de San
Cristóbal en ciertas épocas del año.

Hay supervivencias más sutiles, pero no por ello menos visibles o poderosas,
como son las creencias religiosas importadas de África y reprimidas desde un
principio por los amos esclavistas.

Para proteger sus creencias los esclavos aceptaron hacerse “cristianos” y se


disfrazaron de una religiosidad aparentemente católica que ocultaba una
santería más cercana a los panteones dahomeyanos y de Guinea que al santoral
católico romano.
En el caso de Haití, que a finales del siglo 18 hizo una revolución emancipadora
que eliminó la esclavitud y borró durante muchos años casi toda la influencia
europea sobre la sociedad rural haitiana, las religiones tribales africanas
confluyeron para constituir el vodú, una nueva religión americana.

No ocurrió lo mismo en la sociedad dominicana, en donde el catolicismo oficial


cubrió con un manto ritual la religiosidad africana y el vodú fue perseguido
durante más de un siglo como un rasgo de haitianidad que había que desterrar
para reafirmar no sólo la catolicidad sino la dominicanidad surgida de una
guerra contra Haití después de veintidós años de dominación política.

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