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PRIMERA JORNADA:
En los epégrafes 50-53 de Ser y Tiempo, Heidegger intenta esclarecer una visión total del
Dasein, frente a una visiñon pedreste, cotidiana. Esta se situa en la relación del Dasein con la
muerte como su posibilidad “más indeterminadamente cierta e insuperable”. Teniendo en
cuenta lo inevitable de su muerte y teniendo conciencia de esta (el Dasein es ante todo, el
mortal, esto es, el que es capaz de experiencia la muerte como muerte, frente al animal, que
simplemente, cesa de vivir), la estructura del Dasein es la de un ser-para-muerte, esta es su
fin, su menta, y en consecuencia, la anticipa constantemente, llegándola a vivir ficticiamente
antes de la muerte fáctica/real.
Sin añadirle nada a nivel ontológico, es decir, sin que esta anticipación continua de su
muerte, le aporte nada en sí, le permite abrirse por otro lado a una dimensión más auténtica
y comprenderse como un todo (notar la influencia de Hegel: comprenderse viviente->
anticipar la muerte -> comprenderse mortal (síntesis total)).
Heidegger escribe que “en la anticipación de la muerte […] el Dasein se abre a una amenaza
que proviene de su Da mismo”. Tenemos que preguntarnos entonces por la determinación
misma del hombre como Dasein. El Da constituitivo del Dasein es su ser-en-el-mundo, su
estar allí. Sin embargo, este mundo no es algo exterior, pre-dado, al Dasein. Él lo constituye,
como su fundamento. El mundo, como espacialidad que permite el situarse, el ahí o allí, es
el Dasein en su apertura, es la apertura del Dasein. “El Dasein es su apertura”, dice
textualmente Heidegger en el epígrafe 18 de Ser y Tiempo. Por tanto, más que traducir Ser-
ahí, deberíamos traducir Ser-el-ahí, ser el mundo, pues este aparece desde la apertura
iluminadora (Lichtung) propia del Dasein.
Ahora bien, es precisamente este mundo que abre el Dasein, de donde le proviene su mayor
amenaza, la imposibilidad de su existencia. “La negatividad le proviene al Dasein de su
mismo”. Ahora bien, “¿de dónde le proviene al Da su poder nulificante?”.