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Marxismo

conjunto de doctrinas políticas y


filosóficas derivadas de la obra de Karl
Marx

Karl Marx
Friedrich Engels

El marxismo es el modelo teórico


explicativo de la realidad, compuesto
principalmente por el pensamiento
desarrollado en la obra de Karl Marx,
filósofo, sociólogo, economista y
periodista revolucionario alemán de origen
judío,[1] quien contribuyó en campos como
la sociología, la economía, el derecho, y la
historia; así como también la serie de
pensadores que complementan o
reinterpretan este modelo, tradición que va
desde el coeditor de Marx, Friedrich
Engels, hasta otros pensadores como
Lenin, Stalin, León Trotski, Rosa
Luxemburgo, Antonio Gramsci, Georg
Lukács o Mao Zedong. Por lo tanto es
correcto hablar de marxismo como una
corriente del pensamiento humano. El
marxismo se asocia principalmente al
conjunto de movimientos políticos y
sociales que surgieron durante el siglo XX,
entre los que destacaron la Revolución
rusa, la Revolución china y la Revolución
cubana. Para estos movimientos sociales
el nombre correcto es «comunismo» o
«socialismo». Es incorrecto plantear estos
movimientos como sinónimo de
«marxismo», porque ni todo su
componente humano ni toda su doctrina
política se basó en el marxismo como tal.

Los componentes centrales del modelo


teórico explicativo marxista son
esencialmente cuatro elementos:

En primer lugar, el concepto de «lucha de


clases», que es formulado por primera vez
en el Manifiesto comunista y que
progresivamente se va transformando en
el método de análisis de la historia
humana en torno a los conceptos de
«clase social», «contradicción» y «división
social del trabajo». Este método está a la
vez basado en la lógica hegeliana
comúnmente llamada «dialéctica»
(aunque en términos estrictamente
hegelianos se trata de una «lógica
ontológica», modelo que a la vez
sobrepasa al concepto hegeliano de
dialéctica). Curiosamente, Marx nunca
especificó en una obra en particular cuáles
eran los límites globales de este método,
ni cuál era el concepto que él tenía de
dialéctica, sin embargo se cita el prólogo
de la Crítica de la economía política, de
1859, como su formulación más precisa.
El segundo punto central del modelo
teórico marxista es la crítica a la
economía capitalista, el cual es
desarrollado extensamente en su obra El
capital, compuesta por tres tomos
oficiales y un cuarto tomo editado de
manera póstuma bajo el nombre de
Historia crítica de la teoría de plusvalía. En
esta obra Marx desarrolla, entre otras
cosas, un modelo alternativo para calcular
el concepto de «valor» de la economía
capitalista, basado en el «tiempo de
trabajo socialmente necesario» para la
producción de «mercancías». Esta
investigación tiene directas
consecuencias políticas, pues la hipótesis
marxista probaría que en realidad la
sociedad capitalista se funda en torno al
robo del trabajo humano a través del
concepto de «plus valor», legitimado en el
estado de derecho a través de la
propiedad privada sobre los medios de
producción y el libre usufructo de esas
ganancias.

El tercer punto central es el concepto de


«ideología», que es desarrollado por Marx
en sus primeros libros como La ideología
alemana (en coautoría con Engels) y que
intenta explicar las formas de dominación
mental de la sociedad capitalista y su
relación con la composición económica de
esta. Este concepto es abandonado
durante algunos años por Marx para
centrarse en el análisis político. Sin
embargo, vuelve a aparecer con fuerza en
su libro El capital, bajo el concepto de
«fetichismo de la mercancía», que sería
una forma de explicar la incapacidad
psicológica de una persona de percibir el
«valor de uso» de una mercancía. Este
concepto es extremadamente importante,
porque describe todas las consecuencias
de las formas de producción de la vida
dentro del capitalismo.

El cuarto punto central del modelo teórico


marxista es el concepto de «comunismo»,
el cual es una teórica y utópica sociedad
humana que puede sobrepasar los límites
de la sociedad capitalista fundada en la
explotación humana. Marx utilizó muchas
veces la palabra, pero jamás explicó
cuales eran sus alcances y características
(salvo algunas referencias relativamente
cortas pero lúcidas, como por ejemplo las
que pueden encontrarse en su Critica del
programa de Gotha de 1875). Un análisis
crítico de la obra de Marx demostraría que
él no habría estado dispuesto a describir
algo que todavía no existe; por lo tanto, el
significado de «comunismo» se encuentra
en una síntesis, tanto como de los
problemas económicos fundamentales
encontrados de manera explícita en El
capital como un análisis de la crítica
política-jurídica hecha por Marx a las
instituciones capitalistas.

Engels acuñó el término socialismo


científico para diferenciar el marxismo de
las corrientes socialistas anteriores
englobadas por él bajo el término
socialismo utópico. También se emplea el
término socialismo marxista para referirse
a las ideas y propuestas específicas del
marxismo dentro del marco del
socialismo.
El objetivo que se propone es que los
trabajadores tengan acceso a los medios
de producción en forma institucionalizada;
es decir, utilizando las instituciones
públicas del Estado para que los
trabajadores obtengan medios de
producción y evitar que «la burguesía vaya
concentrando cada vez más los medios de
producción, la propiedad y la población del
país. Reúne a la población, centraliza los
medios de producción (principalmente, las
fábricas) y concentra en pocas manos la
propiedad».[2]

Marx propone la abolición de la


apropiación privada (un concepto más
amplio que el de propiedad, que es
meramente jurídico) sobre los medios de
producción, esto es, «la abolición del
sistema de propiedad burguesa», tal y
como lo menciona en su Manifiesto
comunista: «Lo que caracteriza al
comunismo no es la abolición de la
propiedad en general sino la abolición del
sistema de propiedad burgués»,[3] ya que
la burguesía no solamente se apropia del
producto social mediante la ley, sino que
también corrompe las instituciones u
otros mecanismos legales para apropiarse
de la propiedad de los trabajadores. Un
ejemplo de ello ha sido el robo (despojo)
de tierras a indígenas y campesinos para
la instalación de agroindustrias y
proyectos minero-energéticos.

Con el acceso a los medios de producción


por parte de los trabajadores, el marxismo
concluye que se logrará una sociedad sin
clases sociales donde todos vivan con
dignidad, sin que exista la acumulación de
propiedad privada sobre los medios de
producción por unas cuantas personas,
porque supone que ésta es el origen y la
raíz de la división de la sociedad en clases
sociales. Esto implicaría una enorme
competencia y eficiencia en la economía;
además, el trabajador no se podría
explotar a sí mismo ni tampoco podría
explotar a otro trabajador porque ambos
tendrían medios de producción. Lo que
dicho panorama podría ocasionar es que
los trabajadores se organizarían para crear
empresas más grandes a través de
asociaciones justas; por tal motivo Marx
expresa que «el precio medio del trabajo
asalariado es el mínimo posible. Es decir,
el mínimo necesario para que el obrero
permanezca vivo. Todo lo que el obrero
asalariado obtiene con su trabajo es, pues,
lo que estrictamente necesita para seguir
viviendo y reproduciéndose. Nosotros no
aspiramos en modo alguno a impedir los
ingresos generados mediante el trabajo
personal, destinados a adquirir los bienes
necesarios para la vida». Y recalca en su
Manifiesto: «Solo aspiramos a destruir el
carácter ignominioso de la explotación
burguesa, en la que el obrero solo vive
para multiplicar el capital». Así, entonces,
el trabajador o trabajadores serán dueños
de sus propios negocios, iniciando un
elevado comercio; por esa razón, en el
Manifiesto especifica que «el comunismo
no priva a nadie del poder de adquirir
bienes y servicios».

Marx considera que cada país tiene sus


particularidades y, por tanto, las medidas
para proveer a los trabajadores de medios
de producción pueden ser diferentes, y
que al principio parecerá que no son
suficientes. Marx tiene en clara la ley de la
escasez y por ende la distribución de
medios de producción en forma
institucionalizada y legal se dará poco a
poco en una transición lenta pero efectiva;
por tal motivo concluye en su Manifiesto:
«(...) por medio de medidas que, aunque
de momento parezcan económicamente
insuficientes e insostenibles, en el
transcurso del movimiento serán un gran
resorte propulsor, y de las que no puede
prescindirse, como medio para
transformar todo el régimen de
producción vigente».
En conclusión, Marx propone el uso de las
instituciones del Estado, como por
ejemplo el uso de los impuestos para
financiar la compra y distribución de los
medios de producción a los trabajadores,
que al paso del tiempo formará un
mercado de competencia perfecta.

Las raíces filosóficas del


marxismo
Primera edición del Manifiesto del Partido Comunista.

Marx tuvo grandes influencias filosóficas,


la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su
visión materialista de la historia, y la de
Hegel, que inspiró a Marx para la
aplicación de la dialéctica al materialismo.
Aunque para su trabajo de disertación
doctoral eligió la comparación de dos
grandes filósofos materialistas de la
antigua Grecia, Demócrito y Epicuro, Marx
ya había hecho suyo el método hegeliano,
su dialéctica. Ya en 1842 había elaborado
su Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel desde un punto de vista
materialista. Pero a principios de la
década de 1840, otra gran influencia
filosófica hizo efecto en Marx, la de
Feuerbach, especialmente con su obra La
esencia del cristianismo. Tanto Marx como
Engels abrazaron la crítica materialista de
Feuerbach al sistema hegeliano, aunque
con algunas reservas. Según Marx, el
materialismo feuerbachiano era
inconsecuente en algunos aspectos, por
ello lo llama «contemplativo». Es en las
Tesis sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La
ideología alemana (Marx y Engels, 1846)
donde Marx y Engels ajustan sus cuentas
con sus influencias filosóficas y
establecen las premisas para la
concepción materialista de la historia.

Si en el idealismo de Hegel la historia era


un devenir de continuas contradicciones
que expresaban el autodesarrollo de la
Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo
de las fuerzas productivas y de las
relaciones de producción las que
determinan el curso del desarrollo socio-
histórico. Para los idealistas el motor de la
historia era el desarrollo de las ideas. Marx
expone la base material de esas ideas y
encuentra el hilo conductor del devenir
histórico.

Influencias intelectuales en
Marx y Engels
Marx y Engels se basaron en la filosofía
alemana de Hegel y de Feuerbach, la
economía política inglesa de Adam Smith
y de David Ricardo, y el socialismo y
comunismo francés de Saint-Simon y
Babeuf respectivamente, para desarrollar
una crítica de la sociedad que fuera tanto
científica como revolucionaria. Esta crítica
alcanzó su expresión más sistemática en
la obra más importante dedicada a la
sociedad capitalista, El capital: crítica de la
economía política. Además de las raíces
mencionadas, algunos pensadores
marxistas del siglo XX, como Louis
Althusser o Miguel Abensour, han
señalado en la obra de Marx el desarrollo
de temas presentes en la obra de
Maquiavelo o Spinoza. También diversos
sociólogos y filósofos, como Raymond
Aron y Michel Foucault, han rastreado en
la visión marxista del final del feudalismo
como comienzo del absolutismo y la
separación del Estado y la sociedad civil,
la influencia de Montesquieu y Tocqueville,
en particular en sus obras sobre el
bonapartismo y la lucha de clases en
Francia.

Karl Marx.

La concepción materialista de
la historia
Véase también: Materialismo histórico
Marx resumió la génesis de su concepción
materialista de la historia en Contribución
a la crítica de la economía política (1859):

El primer trabajo emprendido para


resolver las dudas que me
azotaban, fue una revisión crítica
de la filosofía hegeliana del
derecho, trabajo cuya introducción
apareció en 1844 en los Anales
francoalemanes, que se publicaban
en París. Mi investigación me llevó
a la conclusión de que, tanto las
relaciones jurídicas como las
formas de Estado no pueden
comprenderse por sí mismas ni por
la llamada evolución general del
espíritu humano, sino que, por el
contrario, radican en las
condiciones materiales de vida
cuyo conjunto resume Hegel
siguiendo el precedente de los
ingleses y franceses del siglo XVIII,
bajo el nombre de “sociedad civil”,
y que la anatomía de la sociedad
civil hay que buscarla en la
economía política.

En Bruselas, a donde me trasladé a


consecuencia de una orden de
destierro dictada por el señor
Guizot, proseguí mis estudios de
economía política comenzados en
París. El resultado general al que
llegué y que una vez obtenido sirvió
de hilo conductor a mis estudios
puede resumirse así: en la
producción social de su vida los
hombres establecen determinadas
relaciones necesarias e
independientes de su voluntad,
relaciones de producción que
corresponden a una fase
determinada de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. El
conjunto de estas relaciones de
producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base
real sobre la que se levanta la
superestructura jurídica y política
y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia
social. El modo de producción de la
vida material condiciona el proceso
de la vida social política y
espiritual en general. No es la
conciencia del hombre la que
determina su ser sino, por el
contrario, el ser social es lo que
determina su conciencia.

Al llegar a una fase determinada de


desarrollo las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en
contradicción con las relaciones de
producción existentes o, lo que no
es más que la expresión jurídica de
esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se
han desenvuelto hasta allí. De
formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se
convierten en trabas suyas, y se
abre así una época de revolución
social.

Al cambiar la base económica se


transforma –más o menos
rápidamente– toda la inmensa
superestructura erigida sobre ella.
Cuando se estudian esas
transformaciones hay que
distinguir siempre entre los
cambios materiales ocurridos en
las condiciones económicas de
producción y que pueden
apreciarse con la exactitud propia
de las ciencias naturales, y las
formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas,
en una palabra las formas
ideológicas en que los hombres
adquieren conciencia de este
conflicto y luchan por resolverlo. Y
del mismo modo que no podemos
juzgar a un individuo por lo que él
piensa de sí, no podemos juzgar
tampoco a estas épocas de
transformación por su conciencia,
sino que, por el contrario, hay que
explicarse esta conciencia por las
contradicciones de la vida material,
por el conflicto existente entre las
fuerzas productivas sociales y las
relaciones de producción.
Ninguna formación social
desaparece antes de que se
desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de
ella, y jamás aparecen nuevas y
más elevadas relaciones de
producción antes de que las
condiciones materiales para su
existencia hayan madurado dentro
de la propia sociedad antigua. Por
eso, la humanidad se propone
siempre únicamente los objetivos
que puede alcanzar, porque,
mirando mejor, se encontrará
siempre que estos objetivos sólo
surgen cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando, las
condiciones materiales para su
realización. A grandes rasgos,
podemos designar como otras
tantas épocas de progreso en la
formación económica de la
sociedad el modo de producción
asiático, el antiguo, el feudal y el
moderno burgués.

Las relaciones burguesas de


producción son la última forma
antagónica del proceso social de
producción; antagónica, no en el
sentido de un antagonismo
individual, sino de un antagonismo
que proviene de las condiciones
sociales de vida de los individuos.
Pero las fuerzas productivas que se
desarrollan en la sociedad
burguesa brindan, al mismo
tiempo, las condiciones materiales
para la solución de este
antagonismo. Con esta formación
social se cierra, por lo tanto, la
prehistoria de la sociedad humana.

[4]

La economía marxista

Adam Smith
David Ricardo

Los economistas burgueses criticados por Marx.

La economía política es esencial para esta


visión, y Marx se basó en los economistas
políticos más conocidos de su época, los
economistas políticos clásicos británicos,
para posteriormente criticar su forma de
pensar. La economía política, que es
anterior a la división que se hizo en el siglo
XX de las dos disciplinas, trata las
relaciones sociales y las relaciones
económicas considerándolas
entrelazadas. Marx siguió a Adam Smith y
a David Ricardo al afirmar que el origen de
los ingresos en el capitalismo es el valor
agregado por los trabajadores y no
pagado en salarios.[cita requerida] Esta teoría
de la explotación la desarrolló en El capital,
investigación dialéctica de las formas que
adoptan las relaciones de valor.

En su labor política y periodística, Marx y


Engels comprendieron que el estudio de la
economía era vital para conocer a fondo el
devenir social. Fue Marx quien se dedicó
principalmente al estudio de la economía
política una vez que se mudó a Londres.
Marx se basó en los economistas más
conocidos de su época, los británicos,
para recuperar de ellos lo que servía para
explicar la realidad económica y para
superar críticamente sus errores.

Vale aclarar que la economía política de


entonces trataba las relaciones sociales y
las relaciones económicas
considerándolas entrelazadas. En el siglo
XX esta disciplina se dividió en dos.

Marx siguió principalmente a Adam Smith


y a David Ricardo al afirmar que el origen
de la riqueza era el trabajo y el origen de la
ganancia capitalista era el plustrabajo no
retribuido a los trabajadores en sus
salarios. Aunque ya había escrito algunos
textos sobre economía política (Trabajo
asalariado y capital[4] de 1849, Contribución
a la Crítica de la Economía Política[4] de
1859, Salario, precio y ganancia[4] de 1865)
su obra cumbre al respecto es El capital.

El capital ocupa tres volúmenes, de los


cuales sólo el primero (cuya primera
edición es de 1867) estaba terminado a la
muerte de Marx. En este primer volumen, y
particularmente en su primer capítulo
(Transformación de la mercancía en
dinero), se encuentra el núcleo del análisis
marxista del modo de producción
capitalista. Marx empieza desde la
«célula» de la economía moderna, la
mercancía. Empieza por describirla como
unidad dialéctica de valor de uso y valor
de cambio. A partir del análisis del valor
de cambio, Marx expone su teoría del
valor, donde encontramos que el valor de
las mercancías depende del tiempo de
trabajo socialmente necesario para
producirlas. El valor de cambio, esto es, la
proporción en que una mercancía se
intercambia con otra, no es más que la
forma en que aparece el valor de las
mercancías, el tiempo de trabajo humano
abstracto que tienen en común. Luego
Marx nos va guiando a través de las
distintas formas de valor, desde el trueque
directo y ocasional hasta el comercio
frecuente de mercancías y la
determinación de una mercancía como
equivalente de todas las demás (dinero).

Así como un biólogo utiliza el microscopio


para analizar un organismo, Marx utiliza la
abstracción para llegar a la esencia de los
fenómenos y hallar las leyes
fundamentales de su movimiento. Luego
desanda ese camino, incorporando
paulatinamente nuevo estrato sobre nuevo
estrato de determinación concreta y
proyectando los efectos de dicho estrato
en un intento por llegar, finalmente, a una
explicación integral de las relaciones
concretas de la sociedad capitalista
cotidiana. En el estilo y la redacción tiene
un peso extraordinario la herencia de
Hegel.

La crítica de Marx a Smith, Ricardo y al


resto de los economistas burgueses reside
en que sus análisis económicos son
ahistórico (y por lo tanto, necesariamente
idealista), puesto que toman a la
mercancía, el dinero, el comercio y el
capital como propiedades naturales
innatas de la sociedad humana, y no como
relaciones sociales productos de un
devenir histórico y, por lo tanto,
transitorias. Junto con la teoría del valor, la
ley general de la acumulación capitalista, y
la ley de la baja tendencial de la tasa de
ganancia, son otros elementos
importantes de la economía
marxista[cita requerida].

Análisis de clases
Los marxistas consideran que la sociedad
capitalista se divide en clases sociales, de
las que toman en consideración
principalmente dos:

La clase trabajadora o proletariado:


Marx definió a esta clase como «los
individuos que venden su mano de obra
y no poseen los medios de producción»,
a quienes consideraba responsables de
crear la riqueza de una sociedad
(edificios, puentes y mobiliario, por
ejemplo, son construidos físicamente
por miembros de esta clase; también
los servicios son prestados por
asalariados).
La burguesía: quienes «poseen los
medios de producción» y emplean al
proletariado. Constituyen la clase
mercantil por excelencia: su riqueza
proviene de la administración intelectual
de los negocios. Se apropian del
excedente económico de toda la
sociedad por el mecanismo de la
plusvalía, capaz de confiscar de forma
no coercitiva (mercantil, racional) el
valor trabajo, pilar de todo valor y
riqueza.

Existen otras clases que integran aspectos


de las dos principales, o que estando
asociadas a alguna, manifiestan nuevos
rasgos propios particulares.

El lumpenproletariado: los que viven en


pobreza extrema y no pueden hallar
trabajo con regularidad. Abarca desde la
amplia masa de indigentes
desocupados y/o con trabajos
precarios, hasta sectores en extremo
marginales como las prostitutas y los
soldados del crimen organizado, etc.
La pequeña burguesía: forma parte del
pueblo trabajador, pero en menor o
mayor medida su trabajo crea capital y
encuentra en él su sostén, aunque en
niveles de acumulación siempre muy
inferiores al de la gran burguesía. Este
capital genera los más diversos
segmentos sociales, según sea
principalmente intelectual
(profesionales), o mercantil (pequeños
comerciantes), o inmobiliario (pequeños
y medianos campesinos, rentistas
urbanos) o financiero (pequeños
especuladores) o directamente
industrial (pequeños empresarios).

El marxismo y la religión
El marxismo ha sido tradicionalmente
opuesto a todas las religiones. Marx
escribió al respecto que "«el fundamento
de la crítica irreligiosa es: el ser humano
hace la religión; la religión no hace al
hombre» y la frase cuyo final se haría
célebre:

La miseria religiosa es, por una


parte la expresión de la miseria
real y, por la otra, la protesta
contra la miseria real. La religión
es el suspiro de la criatura
oprimida, el corazón de un mundo
sin corazón, así como es el espíritu
de una situación carente de
espíritu. Es el opio del pueblo.[5]

La referencia al opio ha prestado a una


interpretación vulgar ya que éste no es –
como suele suponerse– un estupefaciente
ni tampoco un alucinógeno, sino un
narcótico analgésico. Este equívoco del
lector contemporáneo ha derivado en una
confusión frecuente respecto de la
sentencia marxista, según la cual
parecería que Marx despreciaba la
religión.[6] La cita completa revela el
porqué de la referencia a un opiáceo:
jamás pretende que la religión se
considere una forma de degradación
intelectual ni tampoco una mera ilusión
generada por las clases dominantes
(interpretación no marxista que suprimiría
la idea que éste tenía de la ideología, esto
es, la ilusión de universalidad dentro de
cada clase), sino que la religión sea, por el
contrario, el anestésico necesario de la
sociedad entera frente a la alienación
social y de las clases oprimidas frente a
sus condiciones materiales de existencia.

En Marx, la crítica de la religión no es una


defensa del ateísmo, sino la crítica de la
sociedad que hace necesaria a la religión.
La supresión de estas condiciones y la
realización plena de la comunión humana
se desvincula de la condición biológica,
proyectándose «al cielo» como
intervención divina en una parusía futura,
particularmente en el especial caso del
cristianismo,[7] en vez de construirse
políticamente mediante la abolición de la
propiedad privada y la división del trabajo.
El fundamento filosófico del rechazo
marxista de la religión ha estado vinculado
al desarrollo del materialismo dialéctico
por parte de Engels y Lenin.
En cualquier caso, ha habido diversos
teóricos que consideran que ser marxista
y religioso es compatible. Dentro de ellos
se puede señalar al irlandés James
Connolly y a diversos autores dentro de la
teología de la liberación como Camilo
Torres y Leonardo Boff. Pero la crítica
teórica hacia cualquier religión se basa en
que ésta es concebida como el resultado
de la producción de la superestructura de
la sociedad, es decir, de la fabricación de
ideas ideológicas que se hace una
sociedad sobre sus propios modos de
producción económicos. Así, la religión
siempre es una concepción de ideas
políticas que tienden a reafirmar la
estructura económica existente. Los
textos marxistas donde se puede
encontrar información sobre la
concepción marxista de la religión son: La
ideología alemana de Marx y Engels, y La
filosofía como arma de la revolución de
Louis Althusser. Marx describe a la
religión como un ente alienador, el cual le
pone como meta alcanzar a Dios,
situación imposible para un humano pues
Dios es la esencia humana deificada, es
decir: la humanidad le ha dado sus
mejores características a Dios. La religión
haría conformista al hombre y lo obligaría
a no luchar en este mundo, pues este es
solo un preludio del verdadero. La síntesis
cristiano-marxista de los teólogos de la
liberación replica que el marxismo no
implica este aserto y que, de ser así,
también las clases dominantes
impregnadas de espíritu religioso serían
conformistas respecto de su existencia
material e incluso serían pasivas frente a
un conflicto con otras clases sociales.
Para estos, en cambio, la religión –y en
particular la cristiana– siempre exige una
lucha en este mundo en función de una
comunidad religiosa: sea con o sin clases
dependiendo de cómo se la entienda
políticamente. Debe recordarse que para
el catolicismo la resurrección es el regreso
al edén en la tierra y que, aunque dependa
de Dios, ningún esfuerzo individual tendría
sentido si estuviera coronado por una
muerte sin retorno (incluso si la
realización plena de la humanidad pudiera
hacerse sólo socialmente y no
biológicamente como en la resurrección
cristiana), ya que la salvación de cada
hombre de acuerdo a su esfuerzo dentro
del alienado mundo presente sólo puede
ser asegurado con la eternidad y la
participación en el mundo venidero. Esto
es igualmente cierto tanto para el ideario
de autorrealización personal de la derecha
cristiana (calvinista o al menos
reconciliada con la burguesía), como para
la lucha de clases de la izquierda cristiana
(marxista o no), como para las originarias
posiciones ascéticas y apolíticas del
cristianismo primitivo. Estas últimas en
particular dieron forma estamental a la
dicotomía interna entre la vida económica
y la religiosa del occidente medieval
extramundano y a su peculiaridad
histórica de fusión entre «sociedad civil» y
«sociedad política» descrita con atención
por Marx en su obra Sobre la cuestión
judía, cuya visión llegaría, junto con la
opuesta de Nietzsche, a Max Weber, y que
entroncaría en el debate marxista-
weberiano sobre la influencia económica
de la religión.
En su versión más ortodoxa, la
interpretación marxista de la religión sería
la de una forma de alienación cuya
consecuencia para el hombre sería perder
sus virtudes para adjudicárselas a un
inventado ser supremo. Según Karl Marx,
esto es lo que ocurriría en particular con la
religión monoteísta: el hombre toma toda
virtud que posee y toda idealización
metafísica posible, y se la atañe a un ser
supremo de su propia creación,
devaluándose a sí mismo y dedicando su
ser y propio destino a su voluntad y una
trascendencia irreal posibilitada por su
existencia.
Conceptos y nociones
abstractas principales de Karl
Marx
Marx, observador de la
evolución de las sociedades
humanas

El concepto de clase social no fue


inventado por Karl Marx, sino por los
fundadores de la economía política (Adam
Smith…), los fundadores de la tradición de
la historia política francesa (Alexis de
Tocqueville), y de la historia de la
revolución francesa (Guizot, Mignet,
Thierry). Para los teóricos ingleses, los
criterios de identidad de una clase social,
se encuentran en el origen de los ingresos:
los tipos de ingresos, la renta de la tierra,
las ganancias y los salarios. Estos tres
grupos son los principales para la nación;
terratenientes, trabajadores y empresarios.

Entre los pensadores franceses, el término


de “clase” es un término político. Por
ejemplo para autores como Tocqueville,
existen diferencias entre clases cuando
los diversos grupos sociales compiten por
el control de la sociedad.

Por lo tanto, Marx toma prestado de los


economistas clásicos la idea implícita de
clases como un factor de producción, la
historia de las clases y el conflicto como
productor de la historia. A todas estas
teorías, Marx aporta el concepto del
estado de la clase social como su lucha
intrínseca: sin lucha no hay clases. Las
clases sociales se consiguen con las
luchas perpetuas históricamente
determinadas. Marx señaló su
contribución a la comprensión de las
clases sociales:

Ahora, para mí, que no soy yo


quien merece el mérito por el
descubrimiento de la existencia de
las clases en la sociedad moderna,
al igual que de la lucha que se
dedica a ella. Los historiadores
burgueses habían puesto delante de
mí, el desarrollo histórico de esta
lucha de clases y, algunos
economistas burgueses me
describieron la anatomía
económica. Lo que yo aporto es: la
demostración de que la existencia
de las clases sociales sólo va unida
a las fases históricas a través del
desarrollo de la producción, que la
lucha de clases conduce,
necesariamente, a la dictadura del
proletariado y que esta misma
dictadura no representa sino una
transición hacia la abolición de
todas las clases y hacia una
sociedad sin clases.
Carta a J. Weydemeyer. 5 de marzo
de 1852.

Para Marx, las clases sociales son parte la


realidad social. Las luchas de estas clases
sociales, señalan el cambio social como
un fenómeno duradero. Estas clases son
el resultado de un mecanismo de división
del trabajo, que se desarrolló al mismo
tiempo que la privatización de los medios
de producción. Las clases sociales surgen
cuando la diferenciación de las tareas y
las funciones dejan de ser cosa del azar
para convertirse en una herencia. Hay una
tendencia hacia la polarización entre las
dos clases más antagónicas entre sí. Este
antagonismo es la base de toda
transformación que afecte al
funcionamiento de la organización social y
que modifique el curso de la historia. Para
Marx, el proceso de producción capitalista
crea dos posiciones: la de los
explotadores (empresarios) y los
explotados (trabajadores). Los
comportamientos individualistas y
colectivos se explican a través de estas
posiciones en la reproducción de un
sistema. El conflicto de clase es un rasgo
cultural de la sociedad. Estos conflictos
son el motor de los grandes cambios
sociales. Marx se interesa por los cambios
endógenos, es decir, aquellos que nacen
del funcionamiento de la sociedad.
Las fuerzas productivas,
relaciones sociales de
producción y el modo de
producción

Cada etapa de la sociedad que se ha dado


a lo largo de la historia se puede
caracterizar a través de un modo de
producción diferente.

Un modo de producción se basa en el


conjunto formado por las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de
producción que se dan en la sociedad. En
cada una de las etapas de la evolución, el
modo de producción demuestra un estado
de la sociedad. Este es tomado como algo
social, ya que sin fuerzas productivas, no
puede haber ninguna duda sobre la falta
de producción. Dichas fuerzas productivas
son: los instrumentos de la producción, la
fuerza de trabajo de los hombres, los
objetos de trabajo, los conocimientos y las
técnicas, la organización… Con motivo de
todas estas actividades de producción y a
través de ellas, los hombres entran en las
relaciones sociales. El modelo de
producción no puede ser reducido a un
simple aspecto técnico, ya que es uno de
los conceptos más importantes para
Marx.
La sucesión de modos de producción a lo
largo de la historia se puede resumir de la
siguiente manera: se pasa de un
comunismo primitivo al modo de
producción esclavista, de este al feudal,
después al capitalista y finalmente al
socialista/comunista (ambos son
sinónimos). En la sociedad
comunista/socialista, la contribución
productiva será aplica al principio
resumido en la frase: “de cada cual según
su capacidad, a cada cual según su
necesidad”.

Sin embargo, Marx forma parte de un


pensamiento dialéctico, en contraposición
al mecanismo que está presente en el
materialismo anterior, ve la convivencia
entre clases, como un papel determinante
en el desarrollo de la historia. A través de
esta visión, el proletariado se transforma
en una clase en sí y para sí, se vuelve
consciente de sus intereses de clases, que
son: socializar los medios de producción
(socialismo) con el fin de maximizar las
fuerzas productivas, la extinción de las
diferentes clases sociales y la existencia
de un estado político (comunismo). La
historia sigue siendo la suma de las
contingencias sujetas a los vaivenes de
las luchas sociales de clases. La historia
no es una evolución lineal entre los modos
de producción, sino que es una
transformación dialéctica de tomar
conciencia de clases que experimentan
fluctuaciones de lucha de clases en
determinados momentos de la historia. En
este desarrollo, las fuerzas productivas
son cada vez más contradictorias con
respecto a las relaciones sociales de
producción, ya que no evolucionan al
mismo ritmo.

Más allá de un cierto nivel de producción,


los sistemas sociales se bloquean. Una
época de revolución social que comienza
a funcionar, permite eliminar las viejas
relaciones de producción para dar paso al
desarrollo de relaciones más coherentes
al nivel alcanzando por las fuerzas
productivas.

La acumulación de capital,
trabajo, mano de obra
excedente y la alienación

La acumulación primitiva de capital está


definida como: proceso de creación de las
condiciones para el nacimiento del
capitalismo. La creación del capitalismo
supone el uso de dos condiciones
anteriores: la existencia de un grupo social
(formado por hombres desprovistos de
medios de producción y obligados a
vender su fuerza de trabajo a cambio de
un salario) y la acumulación de la riqueza
indispensable para crear negocios
capitalistas. Esta creación requiere de la
unión de las condiciones necesarias para
el nacimiento de dos clases
fundamentales de la sociedad capitalista:
explotados (trabajadores) y explotadores
(empresarios).

La distinción entre trabajo y fuerza de


trabajo es central para el análisis de la
distribución. La retribución del obrero se
establece en un nivel correspondiente a
los gastos socialmente necesarios para
asegurar su renovación. Es una mercancía
cuyo valor está determinado por la
cantidad de trabajo social que pide la
producción de cada obrero.

Lo que afirma Marx se basa en la teoría


aristotélica de la materia prima que,
distingue el valor de uso (utilidad del
objeto) del valor de cambio (lo que el
objeto nos permite conseguir). En el
proceso de intercambio se produce tanto,
una inversión en el valor de cambio como,
una inversión en el valor de uso.

El diagrama de Adam Smith: ley de la


oferta y la demanda, informa de la
existencia de un valor añadido al producto
en el que los beneficios son obtenidos por
los capitalistas, pero no por el trabajador.
Los salarios a partir del valor social del
producto (el valor social del objeto
producido es una función de las materias
primas, las herramientas de producción y
la mano de obra necesaria para la
producción).

El valor de cambio de un producto es el


valor social que se aplica a una ganancia
como resultado de un exceso de trabajo.
Es en torno a los beneficios del valor
agregado, que está emergiendo la lucha
de clases, como proletarios capitalistas.
Marx va a demostrar que el trabajador
está en su derecho de reclamar el
beneficio de este valor añadido, ya que
este es un valor del mismo uso. Lo que
hará el empresario capitalista, es hacer del
trabajo un producto que cueste menos
que el que utiliza, o dar más trabajo del
que se requiere en la mano de obra. La
ganancia es el valor añadido producido
por el empleado, que el capitalista se
apropia gratuita y legalmente.

El aumento de la producción, por parte del


capitalista se puede obtener mediante la
ampliación de la jornada laboral,
aumentando la intensidad de trabajo o
reduciendo los salarios de desempleo, el
cual es la presión a la baja sobre los
salarios. Esta ganancia es la forma de
expoliación del proletariado en el
capitalismo. Es la ganancia modificada
que se produce como una forma
excedente, es la búsqueda del beneficio,
es el motivo principal del capitalismo. Una
actividad se desarrolla si es rentable, y
esta rentabilidad es la tasa de beneficio
obtenido (relación entre las ganancias y el
capital total invertido). La acumulación de
capital conlleva una disminución a largo
plazo de la tasa de beneficio y una bajada
en la tendencia de la tasa de provecho. Es
un índice de los límites históricos del
capitalismo.
Si la modernización se incrementa, se
trata de una sustitución creciente entre el
"trabajo muerto" y "trabajo vivo”. En este
momento sólo existe el trabajo vivo, que
está creando valor, el trabajo muerto no
anima al capital por medio de la fuerza de
trabajo. La acumulación excesiva de
capital dará como resultado el
empobrecimiento de la clase obrera.

El capitalismo es víctima de su propia


lógica. Hay cada vez menos capacidad de
manejar sus contradicciones y avances
hacia una crisis inevitable.

La teoría marxista del trabajo


El trabajo no se trata solo de la
transformación de una persona física
(puesto que también podemos encontrarlo
en los animales), esto implica una facultad
de representación por parte de las
personas.

La razón por la que Marx se dio cuenta de


que esta actividad es totalmente
aristotélica (ya que comienza por la
representación de un fin), fue mostrando
por lo que el fin es un mismo principio. El
trabajo es principalmente una
representación comprensiva que
comprende la finalidad del objeto y difiere
a este respecto al caso de los animales. El
producto del trabajo humano debe existir
en la representación ideal del trabajador,
es decir, el trabajo deseado es un objeto
que cumple perfectamente una de las
funciones de la vida humana. En el
capítulo VII de El capital, Marx toma el
esquema aristotélico en el que, es el
trabajador el que está subordinado al
mismo fin que el mismo da. El trabajo es
tal, que el individuo se identifica y se
reconoce con lo que hace: al realizar el
trabajo, el hombre también lleva a cabo su
propio poder, su poder de
conceptualización y puede mejorar, por lo
tanto, su capacidad de producción. La
Inteligencia, puesto que es relevada a
través de la realización del trabajo, en
tanto que el hombre actualice en su
trabajo las facultades que le son propias,
será conducido a un proceso de
identificación: en el producto del trabajo, el
individuo una parte de su identidad.

Como el trabajo participa en la identidad


de la persona, podemos decir que, el
trabajo no es solamente tener (la
producción), pero igualmente debe de ser
una dimensión ontológica adecuada al
trabajo.

Por eso Marx acusa al modelo de


producción industrial capitalista de alienar
a los trabajadores. En efecto, el trabajador
ya no se encuentra en este caso, en el de
la representación comprensiva, ya que se
ignora el producto final y por lo tanto, la
razón de su actividad. La cuestión relativa
a la identidad es entonces anulada porque
el único problema es el de la
remuneración. Lo humano se convierte en
animal, revelando un reflejo del
automatismo mecánico (véase la película
"Tiempos modernos" de Charlie
Chaplin).[8] En este sentido, se puede
entender la abolición de la esclavitud, no
como una cuestión ética, sino más bien
como un cuestión de interés económico,
ya que cuesta más mantener a la gente en
la servidumbre bajo el marco de la
esclavitud que en el del trabajo bajo marco
del asalariado (véase la película
“Queimada” de Gillo Pontecorvo con
Marlon Brando).

La lucha de clases

Para Karl Marx y Friedrich Engels, "La


historia de todas las sociedades humanas
hasta nuestros días es la historia de la
lucha de clases”[9] (aunque sea en una
nota posterior Engels califica esta
afirmación).[10]
La posición del individuo en las relaciones
de producción (trabajador o explotador) es
según él, es el elemento que permite la
definición de la clase. Marx considera que,
para que no haya una clase social, debe
haber una conciencia de clase: la
conciencia de tener un lugar común en la
sociedad. Marx señaló que no basta con
que muchos hombres estén del lado de un
solo plan económico para que se forme el
espíritu de clase. Según Marx, los
personajes principales en la lucha de
clases son, en la época capitalista, la
burguesía y el proletariado. El comunismo
constituye para él, el estado de la
sociedad sin divisiones de clase y por lo
tanto, es una sociedad sin lucha de clases.

Según el análisis marxista, la clase social


dominante organiza la sociedad mediante
la protección de sus mejores privilegios.

Para ello, se instaura el Estado,


instrumento político de dominación:
“policía y ejército responsable de
mantener la seguridad y el orden público,
el orden “burgués”. Marx también habla de
"la ideología dominante". En cualquier
sociedad, hay ideas, creencias y valores
que dominan la vida social y cultural.
Estas ideas dominantes son producidas
por la clase dominante, es decir, la
burguesía. Por lo tanto, estas ideas
expresan la opinión de estas clases, es
decir, la justifican y se esfuerzan en
perpetuarse. Estas ideas penetran la
mente, y a menudo funcionan como una
visión del mundo en contra de sus
intereses reales. Karl Marx no "inventó" el
concepto de la lucha de clases. En
realidad, la lucha de clases se ha teorizado
mucho antes que él, por historiadores de
la restauración, como François Guizot y
Augustin Thierry.

La contribución fundamental de Marx en


este concepto, en relación a estos
historiadores, es haber demostrado que la
lucha de clases no se extingue en la
Revolución Francesa, sino que se prolonga
en oposición burguesía/trabajadores en la
de era capitalista. Así, al final de la lucha
de clases se llegaría a una clase única,
una vez extinguidas las clases sociales en
el comunismo.

Partidos, movimientos y
gobiernos inspirados en el
marxismo
Véase también: Categoría:Organizaciones comunistas
Mao Zedong (China)

Vladímir Ilich Lenin (URSS)


León Trotsky (URSS)

Desde la muerte de Marx en 1883, varios


grupos del mundo entero han apelado al
marxismo como base intelectual de sus
políticas, que pueden ser radicalmente
distintas y opuestas. Una de las mayores
divisiones ocurrió entre los reformistas,
también denominados socialdemócratas,
que alegaban que la transición al
socialismo puede ocurrir dentro de un
sistema pluripartidista y capitalista, y los
comunistas, que alegaban que la
transición a una sociedad socialista
requería una revolución para instaurar la
dictadura del proletariado. La
socialdemocracia resultó en la formación
del Partido Laborista y del Partido
Socialdemócrata de Alemania, entre otros
partidos; en tanto que el comunismo
resultó en la formación de varios partidos
comunistas; en 1918 en Rusia, previo a la
formación de la Unión de Repúblicas
Socialistas soviéticas, dimanan dos
partidos del Partido Obrero Social
Demócrata de Rusia: el Partido Comunista,
formación comunista, y el Partido Social
Demócrata de Rusia.

En la actualidad sigue habiendo muchos


movimientos revolucionarios y partidos
políticos en todo el mundo, desde el final
de la Unión Soviética, aunque el
internacionalismo obrero ha sufrido una
grave crisis. Aunque hay partidos
socialdemócratas en el poder en varias
naciones de Occidente, hace mucho que
se distanciaron en aspectos relevantes de
sus lazos históricos con Marx y sus ideas.
En la actualidad en Laos, Corea del Norte,
Vietnam, Cuba, la República Popular China
y Moldavia hay en el poder gobiernos que
se autoproclaman marxistas.

Muchos gobiernos, partidos políticos,


movimientos sociales y teóricos
académicos han afirmado fundamentarse
en principios marxistas. Ejemplos
particularmente importantes son los
movimientos socialdemócratas de la
Europa del siglo XX, el bolchevismo ruso,
la Unión Soviética (Lenin, Trotsky, Stalin) y
otros países del bloque oriental, Mao
Zedong, Fidel Castro, Ernesto "Che"
Guevara, Santucho, Kwame Nkrumah,
Julius Nyerere, Thomas Sankara y otros
revolucionarios en países agrarios en
desarrollo. Estas luchas han agregado
nuevas ideas a Marx y, por lo demás, han
transmutado tanto el marxismo que
resulta difícil especificar el núcleo de éste.
Actualmente las transformaciones socio-
económicas han obligado a repensar al
marxismo en una línea llamada
posmarxismo en la cual se encuentran
autores como Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe.

La Revolución de octubre de 1917,


encabezada por los bolcheviques (cuyas
figuras principales eran Vladímir Lenin y
León Trotsky) fue el primer intento a gran
escala de poner en práctica las ideas
socialistas de un Estado obrero.

Se suceden otra serie de gobiernos o


dobles poderes obreros de relativamente
breve duración, impulsados por revueltas
proletarias con activa participación de los
partidos comunistas locales, inspirados en
el modelo de república de consejos
obreros. La mayoría de estos son
aplastados por las fuerzas de la reacción
capitalista de las distintos gobiernos y
potencias burguesas y fracasan. Son el
caso de la Revolución de noviembre de
1918, encabezada por los espartaquistas
en Alemania, la República Soviética
Húngara de 1919, la República Soviética
Bávara de 1919, el bienio rojo o
movimiento de consejos de fábrica del
norte de Italia de 1919 a 1920, el Sóviet de
Nápoles, la República Socialista Soviética
Galiciana en 1920, la República Popular
Soviética de Bujará de 1920 a 1925, la
República Socialista Soviética de Persia o
República Soviética de Gilan, de 1920 a
1921, etc.

Tras morir Lenin, Iósif Stalin se había


hecho con una gran concentración de
poder en sus manos en el seno del Partido
Comunista y del Estado soviético, el cual
fue fortaleciendo en detrimento de los
propios soviets (ya de por sí debilitados
durante el hambre, la bancarrota
económica y las masacres ocasionadas
por la Guerra Civil Rusa). Hasta su muerte,
numerosas purgas se vivieron en la URSS,
bajo consignas tales como la "lucha
contra el trotskismo", "los sabotajes", o
"los agentes del fascismo", en las que se
logró inhabilitar a los principales
elementos críticos del PCUS y la sociedad
soviética, muchos de ellos comunistas,
testigos directos de la Revolución y
opositores en mayor o menor medida a la
deriva burocrática y la concentración de
poderes que se estaba generando en seno
de la URSS, encarnada en una casta de
funcionarios y burócratas del partido, cuya
divergencia de intereses respecto a la
clase trabajadora y el peligro que
entrañaban para la revolución obrera
comienzan a manifestarse desde la
primera mitad de los años 20, aún en vida
del propio Lenin. Dichas purgas sólo
logran fortalecer el poder de la nueva
dirección del PCUS, encabezada ahora por
Stalin, y pronto se extenderán a las
secciones nacionales del Komintern, que,
a nivel internacional, comienza a ser
dirigido desde el comisariado de asuntos
exteriores en Moscú.
Aunque llevaron a cabo pequeñas
aportaciones teóricas al marxismo, Stalin
y sus seguidores se caracterizan por haber
dado cobertura ideológica a sus métodos
y posicionamientos tácticos y políticos,
encaminados al fortalecimiento del
control sobre los medios de producción y
administración del Estado por parte de la
burocracia y dirección central del partido,
a través de la falsificación o la adaptación
de los principios ideológicos del marxismo
y del leninismo a sus propios fines. Esto
derivará en un sistema de gobierno y
pensamiento formulado bajo el nombre de
marxismo-leninismo (si bien sus críticos
dentro del leninismo rechazan que se lo
denomine de esta forma y reclaman para
sí esta denominación) y la teoría del
socialismo en un solo país, también
llamado estalinismo, considerado por sus
críticos marxistas como un alejamiento o
distorsión de los postulados y principios
de la tradición marxista y pensadores
como Marx, Engels o Lenin;
particularmente insistentes en esta
postura son aquellas corrientes basadas
en los planteamientos de Trotsky y Lenin
(trotskismo) y las del denominado
comunismo de izquierda, el marxismo
libertario o el comunismo de consejos,
también críticos en este sentido con la
denominada corriente del leninismo (y por
ende el trotskismo). A raíz de la muerte de
Stalin, esta burocracia termina por
acaparar el poder y afianzarse en la
llamada nomenklatura. Ésta comenzará a
medio plazo un proceso de progresiva
liberalización de la economía, que
culminará con la perestroika.

Al final de la II Guerra Mundial se produjo


una expansión, por la vía militar, del poder
político de la URSS, que se consolidó
mediante el establecimiento de los
llamados Estados satélites o del Pacto de
Varsovia, en los países del Este que
quedaron bajo su zona de influencia tras
los acuerdos de Yalta y de Potsdam. Estos
Estados reprodujeron estructuras políticas
y sociales y tipos de economía y de
gobierno muy similares a los de la Unión
Soviética. Fueron gobernados mediante la
formación de Partidos Comunistas,
encuadrados en la Komintern, y adscritos
a las fórmulas del marxismo-leninismo
oficial. Algunos de los partidos adscritos a
la Internacional Comunista que llegaron a
formarse por sí mismos, lograron a la
postre tomar el poder a través de
insurrecciones guerrilleras y, en algunos
casos, con bastante apoyo popular, y
establecer un estado que seguía el
modelo marxista-leninista oficial. Estas
naciones comprendían a la República
Popular China, Vietnam, Corea del Norte,
Yugoslavia, Albania, Etiopía, Yemen del
Sur, Angola, y otros. Después de la
invasión militar por parte de Vietnam de
Kampuchea Democrática, gobernada por
el Jemer Rojo, un gobierno de estructura
similar a aquél será establecido en
Camboya.

En Chile, el gobierno de la Unidad Popular,


encabezado por Salvador Allende, que
duró desde 1970 hasta el golpe de estado
de 1973, tenía una fuerte inspiración
marxista. Si bien cambió radicalmente las
formas de lucha conocidas al concretar un
gobierno por la vía electoral, la revolución a
la chilena buscaba la transformación de la
sociedad hacia el socialismo. Al mismo
tiempo, la coalición que llevó a Allende al
gobierno estaba construida por la unión
del Partido Comunista y el Partido
Socialista, ambos declarados marxistas-
leninistas en ese tiempo.

En 1991, la Unión Soviética se disolvió y el


nuevo Estado ruso ya no se identificó con
el marxismo. Otras naciones del mundo
siguieron el mismo camino. Actualmente
el socialismo científico ha dejado de ser
una fuerza política prominente en la
política mundial. China, donde gobierna el
Partido Comunista, relajó su concepción
económica del marxismo en 1978
avanzando progresivamente hacia un
sistema económico más cercano al libre
comercio. Este proceso continúa hoy en
día.

Desde el comienzo de la democracia en


España, en 1975, el PSOE se presentó a
las elecciones como un partido marxista,
proclamándose primera fuerza de
oposición en el gobierno. Posteriormente,
en 1982, con Felipe González a la cabeza,
el PSOE abandonó su postura marxista;
ese mismo año el partido ganó las
elecciones.
Corrientes surgidas del
marxismo clásico
Durante el siglo XIX y sobre todo en el
siglo XX, el marxismo se divide en varias
corrientes, entre otras:

Austromarxismo Marxismo-
Comunismo de leninismo
izquierda Marxismo
Freudomarxismo libertario

Luxemburguismo Marxismo
occidental
Maoísmo
Posmarxismo
Movimiento
autónomo Trotskismo
Situacionismo
Críticas al marxismo
El marxismo, tomado como cosmovisión,
implica por su propia naturaleza un
sistema de pensamiento y un sistema de
organización política dirigido a la
realización particular y socialmente
consciente de un orden social mediante la
planificación central de la economía (p.e.
un socialismo políticamente establecido)
que según éste es un necesario paso de la
historia del hombre. El marxismo funciona,
según su propia doctrina, a manera de
catalizador e impulsor de la transición
para la clase que de otra manera no podría
ver edificado para sí el socialismo y la
realización posterior del comunismo. Es
por esto que es difícil de separar a sus
más importantes críticos en categorías,
siendo que estos se han confrontado por
separado o a la vez con los regímenes
marxistas instaurados por diferentes
partidos únicos, usualmente comunistas,
con los movimientos que los llevaron al
poder y con la teoría marxista del mundo
(i.e., el materialismo dialéctico y el
materialismo histórico), sin que nunca
termine de quedar suficientemente claro si
estos tres aspectos del marxismo son
verdaderos corolarios. En términos
generales se puede, sin embargo,
diferenciar a efectos prácticos las críticas
al marxismo por las disciplinas de estudio
más comprometidas en ellas.

Antropológicamente, el marxismo se
confrontaría con el darwinismo quien
rechazaría que dicha teoría se analogara
con el materialismo histórico[11] y con
Sigmund Freud quien llegaría decir que
"las obras de Marx, como una fuente de
revelación, han tomado el lugar de la Biblia
y el Corán, a pesar de que éstas no están
más libres de contradicciones y
oscuridades que aquellos antiguos libros
sagrados"[12] En contraposición a la
antropología del americano Lewis H.
Morgan que Marx y Engels hicieran suya
en El origen de la familia y según la cual
todas las economías primitivas serían de
carácter comunista, la antropología
contemporánea de autores como
Bronisław Malinowski y Fustel de
Coulanges entre otros, presenta una visión
casi opuesta del origen de la propiedad
privada, que es resumida en la obra del
historiador Richard Pipes Propiedad y
libertad. Respecto de la noción marxista
de "ideología de clase", el autor liberal-
conservador Kenneth Minogue fue uno de
los primeros en invertirla en La teoría pura
de la ideología, volviendo contra las
propias doctrinas sistémico-clasistas (que
tratan de "ideológico" a todo pensamiento)
la acusación de reificación ideológica por
parte de intereses revolucionarios en una
lucha de clases cuya existencia no puede
ser puesta en duda sin apelar a una
instancia neutral.

El sociólogo clásico Max Weber


continuaría la afirmación de Engels acerca
de la evolución propia, autónoma e
interactiva de cada uno de los factores
determinantes del progreso histórico,[13]
pero insistiría en que no podría haber
entonces un determinante económico-
tecnológico de última instancia: si se
acepta, con Engels, que la historia es la
suma de todos estos factores entonces
necesariamente la influencia recíproca de
fuerzas en un todo debe implicar que, si la
religión y la cultura no se adaptan
necesariamente a la producción
económica, la economía como producción
debe adaptarse a estas. Implícitamente en
su obra La ética protestante y el espíritu del
capitalismo se demostró la independencia
de la superestructura ideológica respecto
a la infraestructura tecnológica, tesis
usualmente malentendida como una
suerte de reverso del marxismo, como sí
sería el caso del espiritualismo histórico
de Werner Sombart. Esta exposición
weberiana creó un cisma dentro de la
sociología académica respecto del
marxismo más dogmático, y la apertura a
posiciones más complejas como la del
historiador Eric Hobsbawm o las
amistosamente separadas del marxismo
como las esbozó el sociólogo analítico
Charles Wright Mills.

El economista y sociólogo austríaco


Joseph Schumpeter revisó los orígenes
del capitalismo y rechazó la noción
marxista de acumulación originaria como
una contradicción autorreferente que
requiere capital inicial para la actividad de
una supuesta burguesía violenta
originaria. A su vez, el institucionalista
Douglass North ha ofrecido en sus
estudios una revisión paralela de la
historia del capitalismo que ha sido tenido
muy en cuenta entre los historiadores
marxistas.

La deontología marxista respecto de la


praxis revolucionaria se enfrentaría a
serios problemas filosóficos que
intentarían ser resueltos por pensadores
como Sartre desde una vía existencialista.
Éticamente Marx llegó a considerar que
"un fin que requiere medios injustificables
no es un fin justificable",[14] sin embargo
dentro del marxismo como sistema la
moral es en sí misma consecuencialista
ya que en éste los fines juzgan a los
medios,[15] luego toda justificación
depende de su funcionalidad para un fin
determinado (fin que tampoco es juzgado
desde un set de principios morales salvo
el interés "históricamente determinado" de
un grupo de pertenencia: en su caso, una
clase social). Contra este historicismo
predeterminado (con sus contradicciones
éticas para un interés individual
enfrentado al interés del progreso
histórico), el epistemólogo y filósofo Karl
Popper realizaría sus más agudas críticas
en La sociedad abierta y sus enemigos,
obra que podría considerarse a su vez una
de las principales réplicas globales al
marxismo, y que junto con las objeciones
de Bertrand Russell sería la más
representativa de entre las críticas
epistemológicas al marxismo como un
"dogma reforzado" imposible de ser
puesto a prueba mediante falsación, lo
que llevaría a muchos marxistas a
volcarse a una posición epistemológica en
las ciencias en general cercana a la de
Thomas Kuhn por la cual las
contradicciones del marxismo deberían
ser probadas dentro de la misma teoría, y
no frente a hechos que serían en sí
expresiones de una carga teórica previa.

En lo económico, V. K. Dmitriev en 1898[16]


y Ladislaus von Bortkiewicz en 1906-07[17]
y subsecuentes críticos expusieron que la
teoría del valor de Marx y su ley de
tendencia a la baja en la tasa de beneficio
eran internamente inconsistentes. Como
contrapropuesta, los más importantes
economistas marxistas y/o sraffianos,
tales como Paul Sweezy, Nobuo Okishio,
Ian Steedman, John Roemer, Gary
Mongiovi y David Laibman, propusieron
sus propias versiones correctas de lo que
debería ser la economía marxista
abandonando como inadecuado el intento
de Marx en El capital para el mismo fin,
confrontándose así con los marxistas que
defienden a aquel y que en respuesta se
apoyan en una segunda teoría
desarrollada a fines del siglo XX para
interpretar, según ellos en forma más
adecuada, las últimas obras de Marx.[18]

En el ambiente académico las críticas a la


teoría económica de Marx derivaron
principalmente de su incompatibilidad
(nunca resuelta por ninguna de las partes)
con los descubrimientos
microeconómicos del marginalismo. El
conflicto con la visión marxista de la
producción tomó forma en la obra de dos
de los más importantes sistematizadores
del marginalismo, representantes de las
variantes austríaca y británica: primero
Eugen von Bohm-Bawerk, que dirigiría las
más conocidas críticas a la teoría del
valor-trabajo y con ésta la explotación por
adquisición de plusvalía, tanto dentro de la
teoría marxista[19] como desde el
subjetivismo austríaco (por el cual incluso
los costos dependen de la demanda); y
luego Alfred Marshall que insistiría en la
utilidad del capital y la gestión en la
creación del valor,[20] así como la
consideración de la demanda como
autónoma de la oferta aunque ésta se
reconozca determinada por los costos.

Desde la macroeconomía, John Maynard


Keynes llegaría a decir que El capital era
"un manual obsoleto" al cual no sólo
encontraba "científicamente equivocado
sino además sin interés o aplicación para
el mundo moderno", consideración que
Joan Robinson criticaría como
consecuencia de una pobre lectura de
Marx, así como de Say. Una aproximación
macroeconómica compatible con el
marxismo fue esbozada por el economista
polaco Michał Kalecki.

Respecto a la aplicación práctica del


método marxista y a sus resultados
políticos, las críticas usuales han sido
menos a la doctrina marxista y más a los
aspectos empíricos contra el movimiento
Comunista y sus regímenes. Estas críticas
se sostienen en términos humanistas y
objetan el sacrificio en vidas humanas en
persecuciones sociales y políticas, y
además sólo se han dirigido al fenómeno
totalitario como una situación
circunstancial impuesta deliberadamente
por los dirigentes marxistas, o sea, como
un fenómeno aislado o al menos aislable
de la teoría. Sin embargo algunas de estas
críticas han tenido una dimensión teórica
(especialmente por parte de liberales
clásicos como Mises, Hayek, Isaiah Berlin
y Raymond Aron, y anarquistas como
Proudhon, Bakunin, Piotr Kropotkin y
Noam Chomsky)[21] según las cuales el
fracaso político del totalitarismo, la
interdependencia entre la falta de
propiedad personal y libertad personal, el
colapso de la planificación centralizada de
la economía y la doctrina marxista-
leninista serían elementos inseparables y
codependientes, por lo cual, o la teoría
marxiana del progreso histórico debe de
estar equivocada y la dictadura científica
pasaría a ser una profecía autocumplida
con resultados perjudiciales para la clase
obrera, o bien la noción de un "necesario
progreso histórico" puede ser mayormente
verdadera pero sin embargo el marxismo
la habría malinterpretado a su favor: esta
última opción sería planteada por el
heredero de la crítica hegeliana al
marxismo de Alexandre Kojève, el
neoconservador Francis Fukuyama.

Finalmente, diversos autores de


orientación centrista y socialdemócrata
han hecho profundas reflexiones críticas
de las bases filosóficas del marxismo, a
saber Jürgen Habermas,[22] Hannah
Arendt,[23] Anthony Giddens, y
particularmente –por recordar las
implicancias de que las relaciones
sociales de producción no pueden
determinar la superestructura jurídico-
política ya que la presuponen– el jurista y
pensador político Hans Kelsen quien, en
su libro La teoría comunista del derecho y
el Estado, realizaría la que tal vez pueda
considerarse la objeción más incisiva a
casi todos los aspectos relevantes de la
doctrina marxista, tanto en sus facetas
políticas, su teoría jurídica e institucional,
social y económica.[24]

Algunas de las obras de Karl


Marx
Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel (1843)
Manuscritos (1844)
La ideología alemana (1845, con Engels)
El manifiesto comunista (1848, con
Engels)
El capital (1867)
La guerra civil en Francia (1871).
Salario, Precio y Ganancia (1898).

Véase también
Portal:Socialismo. Contenido
relacionado con Socialismo.
Portal:Marxismo. Contenido
relacionado con Marxismo.
Comunismo
Filosofía marxista soviética
Izquierda judía
Marxología
Economía marxista
Referencias
1. Álvarez Chillida, Gonzalo (2002). El
antisemitismo en España: la imagen
del judío, 1812-2002 . Madrid: Marcial
Pons, ediciones de Historia, S.A.
p. 173. ISBN 8495379449.
2. El manifiesto comunista
3. El Manifiesto Comunista
4. Marx, Karl (1859). Prólogo a la
Contribución a la Crítica de la
Economía Política . Consultado el 21
de octubre de 2018.
5. Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel, 1843
6. Hitchens, Christopher (2016). Los
derechos del hombre de Thomas
Paine. Barcelona: Ed. Debate. p. 166.
ISBN 978-8483067918.
7. Sobre la cuestión judía, 1844
8. https://web.archive.org/web/2011030
2112045/http://p2tpe.e-
monsite.com/rubrique,l-alienation-des-
travailleurs,139551.html
9. Manifiesto del partido comunista, K.
Marx et F. Engels, 1848
10. Engels dice que esta fórmula se limita
a "la historia escrita". Y agrega: "En
1847, la historia de la organización
social que precedió a toda la historia
escrita, la prehistoria, era casi
desconocido”. (Nota de Engels en el
Manifiesto Comunista 1888).
11. « "Darwin, Marx y las dedicatorias de El
capital» . Archivado desde el original
el 29 de julio de 2014. Consultado el
16 de enero de 2012.
12. "Lecture XXXV: A Philosophy of Life" ,
Sigmund Freud, New Introductory
Lectures on Psycho-analysis, Hogarth
Press, 1933, last lecture.
13. "Weber y Marx", Gianfranco Poggi,
Weber, Alianza Editorial, 2006, cap. 3,
§ 5, pp. 64-67
14. "Censorship" , Karl Marx, On Freedom
of the Press, May 15th 1842,
Rheinische Zeitung No. 135
15. "Dialectic Interdependence of End and
Means" , Leon Trotsky, Their Morals
and Ours, June 1938, The New
International, Vol.IV No.6, pp.163-173
16. V. K. Dmitriev, 1974 (1898), Economic
Essays on Value, Competition and
Utility. Cambridge: Cambridge Univ.
Press
17. "Value and Price in the Marxian
System", Ladislaus von Bortkiewicz,
1952 (1906–1907), International
Economic Papers 2, 5–60; Ladislaus
von Bortkiewicz, 1984 (1907),
Philadelphia: Orion Editions.
18. "A Temporal Single-system
Interpretation of Marx's Value
Theory" , Andrew Kliman y Ted
McGlone
19. Eugen von Böhm-Bawerk, Karl Marx
and the Close of His System , T.F.
Unwin, 1898
20. Todd Bucholz, New Ideas from Dead
Economists, New York: A Plume Book,
1998, pp. 166-167.
21. "Anarquismo, marxismo y esperanzas
para el futuro" , Noam Chomsky
22. "La crítica de Habermas a Marx"
Archivado el 20 de junio de 2015
en la Wayback Machine. Cristian
Guillen,
23. "Hannah Arendt (1906—1975)" , Majid
Yar, Internet Encyclopedia of
Philosophy, Lancaster University,
United Kingdom
24. "Sobre la crítica de Kelsen al
marxismo"
Archivado el 14 de febrero de
2012 en la Wayback Machine.,
Juan Ruiz Manero, Doxa:
Cuadernos de filosofía del
derecho, ISSN 0214-8676, Nº 3,
1986, art. 14
Bibliografía
Miller, David; Coleman, Janet (1991).
The Blackwell encyclopaedia of political
thought (en inglés). Wiley-Blackwell.
ISBN 9780631179443.
Stefan Gandler, Marxismo crítico en
México. Adolfo Sánchez Vázquez y
Bolívar Echeverría. FCE, México, 2007.

Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y otra
información sobre marxismo.
Wikiquote alberga frases célebres de o
sobre Marxismo.
Biblioteca general del pensamiento
marxista , Marxists Internet Archive en
español.
Página de entrada.
El capital , on-line en español

Datos: Q7264
Multimedia: Marxism
Citas célebres: Marxismo

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