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El curioso efecto Dunning-Kruger: cuanto menos sabemos, más creemos

saber

El Efecto Dunning-Kruger, nos muestra que las personas con pocas capacidades
o conocimientos, creen que tienen más capacidades y conocimientos de los que
efectivamente poseen, y viceversa: quienes son más competentes, tienden a
subvalorarse. ¿A qué se debe?

El caso del inepto delincuente "invisible"

En 1995, McArthur Wheeler, robusto hombre de 1,70 metros y 130 kilos, robó dos
bancos a plena luz del día, sin máscara alguna que ocultara su rostro y fue
arrestado una hora después que su imagen fuera mostrada en las noticias de ese
mismo día. Wheeler, al parecer, confiaba en que aplicar jugo de limón sobre su
rostro, le haría invisible a las cámaras. “Pero si usé el jugo”, dijo Wheeler al
momento de ser arrestado.

La idea fue sugerida por dos amigos del ladrón, quien, precavido, primero probó
su eficacia: se aplicó jugo de limón en toda la cara y luego se tomó una fotografía.
Nada apareció, posiblemente porque la cámara terminó apuntando al techo. Por lo
tanto, Wheeler asumió que permanecería invisible mientras no se acercase al
calor, al igual que la “tinta invisible” hecha con jugo de limón.

Un año después, David Dunning, profesor de sicología social de Cornell, no daba


crédito a sus ojos tras leer esa noticia. Intrigado ante esta muestra de credulidad,
incompetencia o ambas, decidió investigar qué había detrás. ¿Sería posible –se
preguntó– que mi propia incompetencia, me hiciera inconsciente de esa misma
incompetencia?

Para averiguarlo, embarcó a su estudiante Justin Kruger en una investigación, con


el fin de hallar una respuesta. Lo que encontraron, les dejó sorprendidos.

El experimento

Se realizaron cuatro estudios distintos, con estudiantes de psicología de Cornell.


Específicamente, en las áreas de Humor (“habilidad para reconocer lo que es
gracioso”), Gramática y Razonamiento Lógico.

El estudio consistió en lo siguiente: Se le preguntó a cada participante cómo


estimaba su competencia en cada uno de los campos, y luego, se le sometió a un
test, para poner a prueba su competencia real. Entonces, se compararon los
resultados, para ver si había algún tipo de correlación. Y efectivamente, la había.
Se dieron cuenta que mientras más incompetente era la persona, menos notaba
su incompetencia, y que mientras más competente era, más subvaloraba su
competencia.

Dunning y Kruger publicaron en 1999 sus conclusiones, en el paper “Unskilled and


Unaware of It: How Difficulties in Recognizing One’s Own Incompetence Lead to
Inflated Self-Assessments”(“Sin habilidades e ignorante al respecto: cómo las
dificultades en reconocer la propia incompetencia conducen a una autoimagen
exagerada”).

Las conclusiones básicas de dicho paper se resumen que, para cierta habilidad o
área de conocimiento, los individuos incompetentes:

Son incapaces de reconocer su propia incompetencia.

Son incapaces de reconocer las genuinas habilidades del resto.

Son incapaces de reconocer hasta qué extremo son incompetentes en el tema.

Si se les entrena para mejorar sus habilidades, pueden reconocer y aceptar su


falta de habilidades previa.

Por lo tanto, esa persona que alardea de sus capacidades vocales, mientras nos
irrita los oídos, está obedeciendo a este fenómeno. O cuando los expertos
entregan opiniones mesuradas sobre los problemas, mientras la gente
desinformada cree tener soluciones absolutas y rápidas al mismo (¿alguien dijo
"Twitter"?). O cuando los clientes de especialistas en disciplinas como medicina,
diseño o programación, les hacen perder la paciencia al intentar guiar su trabajo
basados en incorrecta noción de que ellos también saben de lo que están
hablando. (¿Te has auto medicado últimamente?)

¿A qué se debe esto?

Como los investigadores señalan en el estudio, esta percepción se debe a que las
habilidades necesarias para hacer algo bien, son justamente las habilidades
necesarias para poder evaluar correctamente cómo lo estoy haciendo .

Por ejemplo, si mi ortografía es pésima, el conocimiento necesario para reconocer


que mi ortografía es pésima y corregirla es, justamente, saber de ortografía. Sólo
me entero de mi incapacidad cuando alguien más me lo hace ver explícitamente,
poniendo en evidencia el contraste entre mi escritura y la ortografía correcta. Y
aún así, eso no la corregirá automáticamente, sólo me dará conciencia general de
que mi conocimiento es insuficiente. Lo mismo en el resto de áreas del
conocimiento.
Respecto a las personas que se subvaloran, esto se debe al efecto de falso
consenso: creen que todo el mundo “lo hace igual”, por lo que asumen que sus
capacidades son promedio, cuando en realidad, son superiores.

Entonces, ¿Cómo sé si soy incompetente?

En general, comparándose con medidas objetivas de conocimiento (en el caso de


la ortografía, son las normas ortográficas directas, no “lo que dicen mis amigos y
mi mamá").

Además, debo poner atención a la forma en que tomo decisiones sobre cierto
tema. Si tomo mis decisiones u opiniones basándome en: lógica binaria (las cosas
son buenas o malas, sin términos medios), primeras impresiones, ausencia de
empatía, sin documentación o sin utilizar modelos rigurosos que fundamenten mis
conclusiones, probablemente estoy sobrevalorando mi conocimiento.

También es posible evitar problemas derivados de una posible incompetencia,


aplicando la sana autocrítica y fijándose en los errores: si algo sale mal, no
necesariamente es culpa del resto, se puede deber a un error en los propios
procedimientos o métodos.

Esto también tiene que ver con un sesgo cognitivo muy interesante en las
personas que se especializan en una sola área: creen que por manejar bien un
aspecto de las cosas, manejan bien todos los aspectos de muchas cosas distintas.
Así que ojo, cuando estemos opinando fuera de nuestra área de especialidad, y
todo el mundo pareciera estar en nuestra contra, es posible que nos estemos
equivocando.

Y en ese sentido, la mejor forma de ahorrarse vergüenzas y prevenir errores que


muchas veces salen caros (financiera y humanamente), es ser receptivo ante la
crítica y las opiniones de los demás. Por lo tanto, es importante trabajar en equipo
y escuchar al otro.

Y naturalmente, este síndrome se puede superar… ¡aprendiendo más del tema!


Como dijo Will Durant: “La educación es el progresivo descubrimiento de nuestra
propia ignorancia”. En la medida que aprendemos más de un tema, rápidamente
vamos descubriendo un mundo de sutilezas de cosas que aún quedan por saber.
Cualquiera que se haya lanzado a una aventura (sea estudiar una carrera,
emprender, liderar un equipo o cargo público) sabe perfectamente que "otra cosa
es con guitarra".

Conclusiones para la vida


En primer lugar, lo que podemos aprender de todo esto, es a tomar con pinzas la
opinión de alguien que dice ser “bueno” en algo… puede ser malísimo o excelente,
pero casi nunca es simplemente “bueno”, debido a este efecto psicológico. Esto es
especialmente delicado cuando se trata de contratar a un experto en un área que
no dominamos (por ejemplo, un abogado), pues no contamos con las
herramientas para evaluar su competencia, por eso es recomendable consultar la
opinión de sus colegas y anteriores clientes.

Lo interesante (y quizás algo peligroso), es que además, quienes son


incompetentes, “no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones
desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello”, nos
indican Dunning y Kruger.

Por lo tanto, y como segundo corolario, muchas veces la culpa de nuestras


desgracias no es el resto ni la mala suerte, sino nosotros mismos y nuestras
decisiones, y correspondería hacer un sano ejercicio de autoanálisis al momento
de fracasar o experimentar dificultades en nuestras actividades o proyectos. Todos
tenemos un grado de incompetencia, porque todos somos perfectibles y podemos
mejorar siempre. El error consiste en olvidar ese hecho.

Es importante, entonces, cultivar la empatía y trabajar en el propio orgullo, de


modo que no nos ciegue a las opiniones de otros, o nos haga reaccionar de
manera exaltada o furiosa ante las críticas. También, en línea con eso, resulta
importante no asignar a priori segundas intenciones a quienes nos dan su opinión,
sino que evaluar lo que nos dicen de la manera más objetiva posible, y ver en sus
reales méritos lo que nos están diciendo, dejando a un lado nuestra opinión sobre
la persona que lo dice.

Además, es posible ver que quienes son abiertamente incompetentes y dicen ser
mucho mejores de lo que son, no lo hacen por completo debido a una suerte de
vanidad o egolatría, sino a que también son víctimas de este interesante
fenómeno psicológico. Estas personas, muchas veces, permanecen sin
evolucionar ni mejorar, pues ya consideran que están bien y que el resto se
equivoca. Esto hay que evitarlo, cosa que tampoco nos puede llevar al otro
extremo, que sería la falsa modestia. Debemos conocer nuestros méritos, pero
observarlos siempre con una mirada crítica, pues todo siempre es perfectible.

En conclusión, lo importante es trabajar sobre nosotros mismos cada día y


esforzarnos por aprender más, para ser mejores. Porque al final, no son más
exitosos quienes se “duermen en sus laureles”, sino quienes se imponen a su
propia desidia y van mejorando cada día.
Dunning y Kruger ganaron el Premio IgNobel del año 2000 por este
descubrimiento.

¿Has experimentado el efecto Dunning-Kruger o lo has visto en otras personas?

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