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A DIOS HAY QUE TENERLE MIEDO


(porque es débil)
Pbro. Samuel Gallegos

INTRODUCCIÓN
Permítanme “jugar” con una idea. No en el sentido del juego burlón, sino en el sentido
lúdico, pedagógico, recreativo, propio del buen juego. La idea es “a Dios hay que tenerle
miedo”. Se dice que hay que tener temor de Dios, en el sentido de respeto, pero quiero que hoy
pensemos en el miedo que provoca Dios, ése otro miedo que nos da otra experiencia, de la cual
quiero hablarles hoy. Curiosamente éste Dios, al que digo que hay que tenerle miedo, nos dice
que no temamos.
Durante mucho tiempo, sobre todo en la Edad Media, la manera que tuvo la iglesia de
“acercar” a Dios a las personas, era el miedo. La “Santa Inquisición” se encargó muy bien de eso.
De tal suerte que a la época medieval se le conoce como la “edad del oscurantismo”. Y es que
Dios, en ésa época, era una especie de monstruo al que no le gustaba nada de lo que hacían y
pensaban los seres humanos y a todos los enviaba al infierno a la menor provocación. Todavía
quedan reminiscencias de ése Dios, pero yo no quiero hablar de ése, sino de otro Dios, del Dios
de Jeremías, del de Pablo, del de Jesús, que es el mismo. Entonces, no se trata de temerle a
Dios porque nos vaya a enviar al infierno, de hecho tal idea no es bíblica, porque según Jesús,
en el pasaje del evangelio, uno llega al infierno de otro modo. Hasta podemos decir que el que
piensa que Dios lo va a enviar al infierno, por el sólo hecho de ése pensamiento, ya ha perdido
la verdadera relación con el Dios verdadero y se ha fabricado un Dios al estilo medieval. Dios no
invita a entrar a su reino con amenazas, ni por medio del terror.
¿Porqué digo entonces que a Dios hay que tenerle miedo? Por la misión que nos confía.
Es una misión que nos pone en las zonas de conflicto humanas. Es una misión que nos mete a
las trincheras de la guerra humana. Dios nos dice que no tengamos miedo, pero al mismo
tiempo nos lanza a situaciones muy intranquilizadoras. Nos dice, “no tengan miedo”, pero nos
va metiendo en situaciones que nos dan miedo.

Jeremías 20
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Cuando Pashur, hijo de Imer, que era sacerdote e inspector mayor en el templo, oyó a Jeremías pronunciar esta
profecía, 2mandó que lo golpearan y lo sujetaran en el cepo que estaba en la Puerta Superior de Benjamín, junto al
templo. 3Un día después mandó que quitaran a Jeremías del cepo, y entonces Jeremías le dijo: “El Señor te ha cambiado
el nombre de Pashur por el de Magor-misabib. 4Porque el Señor dice: ‘Te voy a convertir en terror para ti mismo y para
todos tus amigos; ante tus propios ojos, tus amigos caerán bajo la espada de sus enemigos. Entregaré a todos los
habitantes de Judá en manos del rey de Babilonia, el cual los llevará desterrados a Babilonia o los pasará a cuchillo.
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Entregaré también en manos de sus enemigos todas las riquezas de esta ciudad, todas sus posesiones y objetos de
valor, y todos los tesoros de los reyes de Judá, para que se los lleven a Babilonia. 6Y tú, Pashur, serás desterrado a
Babilonia, junto con toda tu familia. Allí morirás y allí te enterrarán a ti y a todos los amigos a quienes profetizabas
cosas falsas.’ ”
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Señor, tú me engañaste,
y yo me dejé engañar;
eras más fuerte, y me venciste.
A todas horas soy motivo de risa;
todos se burlan de mí.
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Siempre que hablo es para anunciar
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violencia y destrucción;
continuamente me insultan y me hacen burla
porque anuncio tu palabra.
9
Si digo: “No pensaré más en el Señor,
no volveré a hablar en su nombre”,
entonces tu palabra en mi interior
se convierte en un fuego que devora,
que me cala hasta los huesos.
Trato de contenerla,
pero no puedo.
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Puedo oir que la gente cuchichea:
“¡Hay terror por todas partes!”
Dicen: “¡Vengan, vamos a acusarlo!”
Aun mis amigos esperan
que yo dé un paso en falso.
Dicen: “Quizá se deje engañar;
entonces lo venceremos y nos vengaremos de él.”
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Pero tú, Señor, estás conmigo
como un guerrero invencible;
los que me persiguen caerán,
y no podrán vencerme;
fracasarán, quedarán avergonzados,
cubiertos para siempre de deshonra inolvidable.
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Señor todopoderoso,
tú que examinas con justicia,
tú que ves hasta lo más íntimo del hombre,
hazme ver cómo castigas a esa gente,
pues he puesto mi causa en tus manos.
13
¡Canten al Señor, alaben al Señor!,
pues él salva al afligido del poder de los malvados.
14
¡Maldito el día en que nací!
¡Que el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito!
15
¡Maldito el que alegró a mi padre
con la noticia de que un hijo varón le había nacido!
16
¡Que ese hombre sea como las ciudades
que Dios destruye para siempre!
¡Que oiga de mañana gritos de dolor,
y alarma de guerra a mediodía,
17
pues Dios no me hizo morir en el seno de mi madre!
Así ella hubiera sido mi sepulcro,
y yo nunca habría nacido.
18
¿Por qué salí del vientre
solo para ver dolor y penas,
y para terminar mi vida cubierto de vergüenza 1?

EL MIEDO DEL PROFETA


Acerquémonos a Jeremías. Experimentado en el sufrimiento que causa la misión de Dios. Es un
tipo sensible, vulnerable pero también apasionado, entregado, miedoso, que ha querido rechazar el
llamado de Dios a la misión, ha querido huir, porque ha sentido el miedo que le causa la misión que se le
encomendaba. Se sentía un bebé, balbuciente, indefenso. Como cualquiera, desea vivir tranquilo. Vivir la

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Todas las citas han sido tomadas de la versión Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio,
(Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998
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tranquilidad que da tener un trabajo y realizarlo, mantener relaciones cordiales con todos, pasear de vez
en cuando, comer sin prisas, en fin, realizar todo aquello que en su tiempo significaba tranquilidad. Pero
he aquí que Dios le habla. Y su vida de tranquilidad se viene abajo. Por eso es que quiere huir de Dios.
Le da miedo el resultado de vivir el estilo de vida al que Dios lo ha llamando.
Y es que Dios le confía una palabra que quema. Le da a pronunciar una palabra que corta, que
interpela, que cuestiona. Le dice que con ésa palabra tiene que acusar, que con ésa palabra tiene que
exponer los pecados de un pueblo, le encarga que con su palabra arranque las seguridades de su gente
rebelde, que eche por tierra las previsiones optimistas, que denuncie, que amenace... ¿Quién no se
intranquilizaría con una misión como ésta? Es una palabra que, antes de que llegue a sus destinatarios,
ya ha trazado laceraciones en el profeta, ya lo ha cimbrado, lo ha conmovido de tal forma que se siente
atemorizado y es que Dios da miedo... a pesar de que Dios le dice que no lo tenga.
Así, Jeremías, muy a pesar suyo, se convierte en el aguafiestas de la vida del pueblo de Israel. Es
visto como un ave de mal agüero, del que hay que deshacerse. Se convierte en el centro de los escarnios
de muchos, de sus hostilidades, de sus calumnias, de acusaciones infames, de rechazo de la propia
familia, de persecuciones. Es tal su vida intranquila, que ni siquiera puede formar una familia propia,
amar a una esposa, abrazar un hijo. Y es que cuando la misión de Dios consiste en intranquilizar la vida
ajena, se hace añicos el sueño de la vida tranquila, regular, sin sobresaltos, que se busca en nuestra
sociedad y que quisiéramos llevar. Entenderemos mejor, lo que Jesús dice en el sermón de la montaña:
Felices los que son perseguidos por mi causa, los que sufran toda clase de vituperio y sean objeto de
calumnia, porque así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.
Lo que más da miedo, es que Dios no promete que eliminará de nosotros las consecuencias de
hablar y vivir su palabra. Ciertamente el profeta Jeremías considera que Dios está con él como un
guerrero invencible, pero no libró a Jeremías de que lo golpearan, ni de que lo encarcelaran. Pareciera
que Dios tiene las armas descargadas y que al único que no pueden vencer es a Él porque no lo ven. De
todos modos, lo mismo le sucede a Cristo y grita su desamparo en la cruz. Pero lo mismo ha de
sucederle al verdadero discípulo de Jesús. A ningún seguidor de Dios se le concede alguna especie de
inmunidad divina contra los peligros. Eso es claro, desde que el Padre, no se apareció a arrancar al Hijo
de la cruz, ni a destruir a los verdugos. Jesús cargó con la consecuencia de vivir la palabra de su Padre y
lo hizo voluntariamente.
Llama la atención que el profeta se siente engañado por Dios y así se lo reclama. Y claro que se
siente engañado, pues escuchó la palabra del Dios vivo, pero no entendió lo vivo de ésa palabra hasta
que la pronunció y la experimentó en carne propia. Creía que ésa palabra era otra cosa, se imaginaba a
otro Dios, creía haberse encontrado con un Dios tranquilo. Aún cuando sentía miedo por la palabra de
Dios, no se imaginaba todas las consecuencias que le traería pronunciarla. A tal grado llega su
desesperación, que hasta maldice el día en que nació. Desea nunca haber nacido. De pronto ésa palabra
pronunciada no tiene sentido para él. No encuentra razón en pronunciarla. Sí, Dios da miedo. Tanto es
para el profeta que hasta dice: no pensaré más en el Señor, no volveré a hablar en su nombre. Pero
descubre con dolor, descubre con ganas de no descubrir, que la palabra de Dios lo quema, que es más
poderosa que él.
Debemos tener claro que Dios no es el héroe que llega en el momento justo, como en las
películas. Que la experiencia real de Dios no es la emocionalmente agradable de los cultos o la de las
actividades religiosas. Creer en Dios así, es construir un ídolo. Dios no interviene al modo del héroe o del
mago. Tampoco su misión ni su salvación es un amor romántico. Ciertamente Dios es amor, pero el
riesgo del amor es la debilidad, la soledad, el rechazo. Cuando se recurre a la fuerza para hacerse valer
entonces se deshace el amor. Cuando nos refugiamos en nuestra falta de compromiso humano ponemos
en contradicción el amor, se desmiente el amor. La única razón de ser del amor, es el amor mismo y su
única fuerza es no usar la fuerza.

Mateo 10:16-31
16
“¡Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como
serpientes, aunque también sencillos como palomas. 17Tengan cuidado, porque los entregarán a las
autoridades, los golpearán en las sinagogas 18y hasta los presentarán ante gobernadores y reyes por
causa mía; así podrán dar testimonio de mí delante de ellos y de los paganos. 19Pero cuando los
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entreguen a las autoridades, no se preocupen ustedes por lo que han de decir o cómo han de decirlo,
porque cuando les llegue el momento de hablar, Dios les dará las palabras. 20Pues no serán ustedes
quienes hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.
21
“Los hermanos entregarán a la muerte a sus hermanos, y los padres a sus hijos; y los hijos se
volverán contra sus padres y los matarán. 22Todo el mundo los odiará a ustedes por causa mía; pero el
que se mantenga firme hasta el fin, se salvará. 23Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; pues
les aseguro que el Hijo del hombre vendrá antes que ustedes hayan recorrido todas las ciudades de
Israel.
24
“Ningún discípulo es más que su maestro, y ningún criado es más que su amo. 25El discípulo debe
conformarse con llegar a ser como su maestro, y el criado como su amo. Si al jefe de la casa lo llaman
Beelzebú, ¿qué dirán de los de su familia?
26
“No tengan, pues, miedo de la gente. Porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse, ni
nada escondido que no llegue a saberse. 27Lo que les digo en la oscuridad, díganlo ustedes a la luz del
día; y lo que les digo en secreto, grítenlo desde las azoteas de las casas. 28No tengan miedo de los que
matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede hacer perecer alma y
cuerpo en el infierno.
29
“¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que el
Padre de ustedes lo permita. 30En cuanto a ustedes mismos, hasta los cabellos de la cabeza él los tiene
contados uno por uno. 31Así que no tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos”.

¿QUÉ ES NO TENER MIEDO, SEGÚN JESÚS?


¿Entonces qué significa no temer a Dios? ¿En dónde hemos de buscar el motivo para no tenerle
miedo puesto que en vez de librarnos milagrosamente de las dificultades, su palabra nos impulsa a las
dificultades? Éste es un misterio que nos rebasa. Pero necesitamos encontrar alguna respuesta. Tal vez
en el evangelio la encontremos. Aunque, ¿no es cierto que el pasaje elegido, está dicho en el mismo
tenor de lo que estamos reflexionando? ¿No es cierto que Jesús no desmiente la dinámica a la que nos
impulsa la palabra, sino que la afirma contundentemente? ¿No es verdad que su causa la describe en
términos de que es motivo de enemistad a muerte entre hermanos? Sí, Jesús afirma que por su causa
habrá enemistad de hijos y padres, habla de ser aborrecidos por su causa. Asegura persecuciones. Y
también dice a sus discípulos que no tengan miedo... Así envía Jesús a sus discípulos a la misión...
¡Qué cosa! Después de ver la vivencia del profeta, la vivencia de Jesús, la descripción que hace
del efecto de la palabra en la vida de la gente, no podemos menos que preguntarnos, con miedo ¿así
estamos cumpliendo la misión? ¿Es igual de fuerte nuestra vivencia de la palabra de Dios? ¿Podríamos
decir con el profeta, que hasta evitamos pensar en Dios y no volver hablar en su nombre por causa de la
experiencia tan intranquilizadora de su palabra? ¿Podríamos decir que nuestra experiencia de Dios es tal
que maldecimos el día que nacimos? ¿Podríamos decirle a Jesús que somos felices porque nos persiguen
por su causa? Incluso ésta falta de vivencia de la palabra, es para dar miedo. ¿Cómo no tener miedo?
¿Qué significa no tenerlo? Intentemos una respuesta. Y digo intentemos, porque la experiencia de Dios,
es tan fuerte, que seguramente la respuesta quedará corta. Pero intentémosla. Tal vez nos ayude a
mitigar el miedo o a explicárnoslo o a vivirlo de otro modo.
Intentemos entender un poco la respuesta del propio Jesús. Está diciéndoles a sus discípulos
que no tengan miedo de hacer las cosas por su causa, a pesar de que el panorama que les pinta no es
nada agradable ni tranquilizador. Entonces pronuncia las palabras que siguen. Se entiende que con eso
está tratando de animar a sus discípulos a la misión. Está ahuyentando su miedo. Él les dice:
29
“¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que el
Padre de ustedes lo permita. 30En cuanto a ustedes mismos, hasta los cabellos de la cabeza él los tiene
contados uno por uno. 31Así que no tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos”.

¿Cómo podrían ahuyentar éstas palabras el miedo de alguien al que se le envía a la intranquilidad
de la misión? Tratemos de entender. Iniciemos aclarando algunas cosas. Lo que se traduce por “un
cuarto”, es en realidad la palabra griega “ assarion”, que se refiere al “ as”, moneda que valía un
dieciseisavo de “denario”. El denario, era una especie de salario mínimo diario para los jornaleros
agrícolas. Así pues, con un dieciseisavo de un denario se compraban dos pajaritos. Ahora bien, el hecho
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de que Jesús hable de pajaritos que caen a tierra, es porque dichos pajaritos se vendían muertos, era el
alimento más barato, especialmente para los pobres. También dice la traducción que ninguno de ellos se
muere sin el “consentimiento del Padre”. Otras traducciones dicen “sin que el Padre lo permita” o “sin
que el Padre lo quiera”. La pregunta que nos surge ante ésta traducción es ¿será el deseo del Padre que
mueran ésos pajaritos? ¿Será que Dios quiere que los maten y vendan dos por un “as”? Algo más o
menos parecido se puede decir de los cabellos de nuestra cabeza. Parece que Jesús está diciendo que
Dios tiene contados nuestros cabellos y que no se cae ninguno, sin que Dios lo quiera. ¿Dirá esto
realmente? ¿Querrá decir que Dios quiere que se nos caigan los cabellos?
El texto griego no dice que todo esto se haga porque Dios da su “consentimiento” o porque
“quiera” o porque “lo permite”. El texto griego dice simplemente “ sin el Padre”. Entonces una traducción
más directa diría: “Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el Padre ”. Creo que en todo caso, si hemos
de añadir algo para hacer más comprensible lo que Jesús dice aquí, no es decir que el Padre lo
“consiente” o lo “permite”, sino decir que un ave no cae muerta “a parte del Padre”, “prescindiendo del
Padre”, “sin que el Padre esté implicado”. Así, tendríamos una traducción que se leería: Con todo, ni uno
de ellos cae a tierra sin que el Padre esté implicado” O también: Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin
que le importe al Padre”. Esto cambia radicalmente todo el significado. El enviado, el discípulo de Cristo,
el profeta, ha de entender que lo que le sucede no es porque Dios lo permita, como si él diera el permiso
para que suceda o porque esté de acuerdo con lo malo que le suceda a su seguidor. Lo que sí ha de
entender es que lo que le sucede, afecta a Dios porque Él no quiere que suceda, pero está implicado, le
afecta.
Así que no se trata de tener a Dios de pararrayos, de refugio, de blindaje. Incluso desde ésta
perspectiva ha de entenderse los Salmos que describen a Dios como escudo o como roca; no están
diciendo que no les va a pasar nada en el cumplimento de la misión, están aceptando que la convicción
de seguir a Dios, puede ser destruida si Dios no la protege. De eso habla Jesús cuando dice:

28 No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar al alma. Más bien, temed a aquel
que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno.

En donde hay que entender “alma” como “convicción”, para que el texto adquiera su significado.
Entonces diría a sí: No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar su convicción. Más bien,
temed a aquel que puede destruir tanto su convicción como el cuerpo en el infierno.
Podemos decir con toda certeza, que lo que Jesús nos dice con el ejemplo de los pajaritos, es
que cuando un pajarito se muere para ser vendido, Dios cae con él, es decir, Dios está implicado”, “a
Dios le importa”, lo mismo sucede con nuestros cabellos. Entonces se entiende lo que Jesús dice: si Dios
cae con los pajaritos, con mucha más razón caerá con los que lo siguen para hacer su voluntad. ¿Esto
quita el miedo? Probablemente no, pero cambia la perspectiva. Esto quiere decir, que Dios tiembla junto
conmigo, que Dios se sacude con mi miedo, que a Dios le importa mi miedo. Dios está comprometido
conmigo de tal manera que, a pesar de que le diga que ya no quiero predicar su palabra, que maldigo el
día que nací por las consecuencias, incluso que me ha engañado, descubriré como el profeta Jeremías,
que la fuerza de su palabra quema y que a pesar de mi miedo y con mi miedo, Dios tiembla conmigo y
está conmigo más allá de lo que puedo explicar, porque le importo.
Desde éste punto de vista, Dios es débil. Incluso hablar de la soberanía de Dios, ha de hacerse
desde ésta perspectiva. En realidad, su soberanía consistiría en sostener a hombres que con todo y su
miedo, se entregan a él. Por eso el mensaje de la cruz es una locura, porque presenta a un Dios, que a
los ojos humanos, aparece como débil, como un crucificado sin fuerza y sangrante, pero con convicción.
Sin embargo, es ahí donde Dios despliega todo su poder, es desde ahí donde tenemos que entender que
todo el poder se le ha entregado a Cristo y que por lo tanto nos envía a la misión. No se trata de un
poder fantasioso, ni de un poder imaginario ni mágico, se trata del poder del amor, del poder que dá
estar vinculado fuertemente a alguien porque nos importa, del poder que da la convicción de que lo que
hacemos es lo que Dios quiere, aunque eso se dé en el miedo y la debilidad; es el poder que hace que el
profeta Jeremías siga profetizando aunque no quiere, porque tiene un vínculo con el pueblo que no
puede romper, porque viene de Dios. Es el poder que hace que Jesús, aunque en el desierto y
hambriento, pueda vencer la tentación, porque está vinculado con la humanidad en amor. Es el poder
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que puede hacer que alguna persona, a pesar de su miedo, se comprometa radicalmente con seguir a
Jesucristo. Es el poder que sostiene cuando las cosas se ponen mal, trayendo golpes y calumnias.

Romanos 5:1-5
1
Puesto que Dios ya nos ha hecho justos gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo. 2Pues por Cristo hemos podido acercarnos a Dios por medio de la fe, para gozar de su
favor, y estamos firmes, y nos gloriamos con la esperanza de tener parte en la gloria de Dios. 3Y no solo
esto, sino que también nos gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento nos da
firmeza para soportar, 4y esta firmeza nos permite salir aprobados, y el salir aprobados nos llena de
esperanza. 5Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por
medio del Espíritu Santo que nos ha dado

PARA TERMINAR ÉSTA REFLEXIÓN (porque la conclusión tendremos que irla fabricando en
el trayecto de la vida)
Jesús dice que no viene a traer paz, sino espada. Hay que entender sus palabras en el contexto
de lo que hablamos. Se trata de que la misión de Dios consiste en intranquilizar la vida ajena, y con eso
la nuestra. No por que queramos molestar, sino porque queremos cambiar la realidad de nuestra
existencia. Se trata de querer que la gente tenga paz con Dios, aunque con eso logre echarse de
enemigo al mundo. De eso habla Pablo, también. Aunque él lo hace desde otra perspectiva. Lo que nos
dice, es que ésa paz se consigue por mediación de Jesucristo, lo cual, en el contexto de ésta reflexión
significa, hacer lo que Jesús nos encarga, eso que él nos advierte que nos llevará inevitablemente al
rechazo del mundo, pero que nos lleva a la justificación de Dios .
¿Qué es justificación? Δικαιωθεντες (dikaiotentes = habilitar). Como verán no se trata de la fe
sola, se trata de la fe mediada por Jesucristo. Es una fe que, según Pablo, tiene repercusiones en el
sufrimiento. Es una fe que en el sufrimiento se fortalece, que en el sufrimiento se prueba. De hecho, es
en el sufrimiento donde el creyente se “gloría”, donde realmente se hace presente y hace presente a
Dios. Por eso dice Pablo que, quien sale aprobado, y podríamos añadir, quien vence el miedo a sufrir por
la causa de Cristo, alimenta la esperanza de que es posible un mundo nuevo, de que de verdad Dios
reina en el amor. Recordemos que Dios es amor, y que el riesgo del amor es la debilidad, la soledad, el
rechazo, el sufrimiento. El amor se prueba ahí. El amor del profeta, con todo y su miedo, con todo y sus
ganas de dejar a Dios, es aprobado en los golpes que le propina Pashur, en el cepo que lo encarcela. Lo
mismo pasa con Jesús. Su amor es probado en la cruz, en la debilidad de la cruz. Repito: Cuando se
recurre a la fuerza para hacerse valer entonces se deshace el amor. Cuando nos refugiamos en nuestra
falta de compromiso humano ponemos en contradicción el amor, desmentimos el amor. La única razón
de ser del amor, es el amor mismo y su única fuerza es no usar la fuerza.
¿Qué es no tener miedo? Es una respuesta que no encontraremos, más que en practicar la
palabra, tal como Jeremías lo hacía, es decir, vincularnos al prójimo de tal manera que de verdad nos
importe, aunque eso nos saque de la comodidad de la vida. Se trata en realidad, no de que no nose dé
miedo, sino de que le miedo no nos paralice. Es tener la convicción de que, cuando caigamos como los
pajaritos de los cuales habla Jesús, es decir, cuando caigamos a favor de otros, Dios caerá con nosotros,
como ya nos lo ha mostrado en Jesucristo, porque está totalmente comprometido con nosotros. Es una
respuesta que encontraremos en la debilidad de Dios, la cual dice Pablo, es más fuerte que lo más
poderoso de éste mundo.

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