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SEMISUD.

CURSO: ETICA CRISTIANA


Unidad II: Hacia una ética en tensión y desafíos de actualidad.

Aprendiendo a vivir bajo una ética en tensión.


Las iglesias y los cristianos nos hemos polarizados alrededor de tres temas: Lo
restrictivo y lo constructivo, lo contextual y lo universal, lo personal y lo social.
Veamos cada tema y descubramos la necesidad de aprender a vivir con una ética en
tensión, o sea, no de soluciones fáciles, sino que aprendamos a conservar las relaciones
y las interacciones entre ambos aspectos, sin olvidar lo esencial de la fe y de la ética.
Intentar conformar una ética que responda a paradigmas complejos y no simplistas en
sociedades de complejidad y a construir comportamientos no “cerrados o dogmáticos”
pero sin olvidar las verdades esenciales de la fe. En fin, el intentar proponer una ética
que responda a una misión con sentido actualizado en el mundo de hoy.

2.1 Ética restrictiva y constructiva.


Se ha considerado a la ética como una disciplina restrictiva, con una serie de reglas a
seguir. La ética restrictiva se centra en códigos y normas que implican un estricto
cumplimiento de los mismos, sin atender a matices o realidades contextuales. Lo moral
se juzga por el cumplimiento de esas restricciones. Es una ética que prioriza el
establecimiento de los límites de la conducta humana. Sin embargo, la ética es mucho
más que un conjunto de preceptos y regulaciones a cumplir. Es importante que la ética
restrictiva establezca criterios y regulaciones que permitan una vivir organizado y
responsable, pero eso no es suficiente, se necesita ser complementada con una ética que
nos ayude a construirnos como personas a fin de ser mejores. Veremos cómo en el
Antiguo Testamento se pasa de leyes negativas, “no”, a leyes propositivas-afirmativas.

Junto al aspecto restrictivo se desarrolla también la ética constructiva. La ética es la


disciplina que tiene que ver con el proceso de edificar a la humanidad, no sólo con la
prescripción de normas que regulan la vida. La ética pone las bases para las reglas
sociales, que nos dicen no sólo como las “cosas no deben ser”, sino “cómo deben ser o
tienen que ser”. Es decir, ordena, prescribe y da sentido de futuro a las acciones. Se
parte de que la ética siempre está en construcción y no es posible encerrarla en límites
legales, ya que las circunstancias varían en la vida.

Los evangélicos hemos sido conocidos por una ética restrictiva, es la “ética del NO”.
Nos identifican por lo que no hacemos. En un sentido es correcto que seamos
conocidos como los que no siempre viven bajo los moldes o comportamientos de la
sociedad en pecado, pero también el cristiano tiene que ser propositivo. No se niega el
papel importante de establecer límites y restricciones, pero hoy somos demandados a
proponer, a construir nuevos estilos de vida ante dilemas que no podemos ignorar.

El poner límites es importante (restrictivo), el proponer pautas de comportamiento de


significado es relevante (constructivo). Dos caras de una realidad que no debe
polarizarse. No es necesaria la ruptura entre lo prescriptivo y lo constructivo, pero es
necesario tomar en cuenta ciertas consideraciones:
 La ética restrictiva con sus normas viene a ser como una guía, como un
camino a seguir. Pero esta guía no está dada de manera absoluta de antemano,
sino que se va construyendo y generando en el decurso mismo de vivir. La ética
es un proceso que se va construyendo.

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 Es importante que tengamos normas o referencias de cómo hacer el bien o
evitar el mal. Es necesario que existan reglas, como las civiles y religiosas, pero
no son suficientes. Éstas vienen dadas a las personas desde afuera, pero las
morales proceden desde nosotros mismos. No basta con reglas externas, hay que
apelar a las normas y valores internos de los sujetos, en nuestro caso dados por
nuestro encuentro con Cristo.
 La tradición y la innovación. Las normas se han forjado en el transcurso de la
historia con las culturas, dando lugar a un sistema de reglas que descansan en el
respeto de la persona al tejido cultural al cual pertenece. Eso es la tradición.
Cada cultura va construyendo sus normas que le dan sentido y esas
construcciones culturales demandan obediencia. La ética es en parte un
aprendizaje y forma parte de la transmisión de la cultura. Esto no significa que
caemos en un tradicionalismo de obediencia ciega. La ética vive la tensión entre
tradición e innovación, que es parte de la evolución cultural, en donde creencias
y reglas, formas de respeto y obediencia, pueden ser cambiadas o sustituidas por
otras. Esta tensión es lo que nos permite vivir la utopía de un mundo mejor. La
utopía como una idea que regula nuestro actuar cotidiano, pero que nos inspira
un ideal a trascenderlo, son las prescripciones que abren el camino para la utopía
de construir algo diferente y mejor.

Por lo anterior, no podemos tener solamente un concepto restrictivo de la ética a la hora


de actuar. Una decisión correcta deberá tomarse en función de las circunstancias y la
necesidad de ser propositivo. El poner límites se hace necesario, el proponer pautas de
comportamiento da significado a nuestro actuar. Propongo algunas pautas para una
mejor comprensión de las relaciones entre lo restrictivo y lo constructivo:
1. La ética no es algo estático o una receta que se aplica siempre al pie de la
letra. La ética se construye con cada decisión. La ética es más cómo escribir y menos
cómo leer. Al leer aprendemos un concepto que aceptamos o rechazamos; al escribir
creamos nuestros propios conceptos a través de reflexiones y decisiones sobre cada
palabra que escribimos.
2. El tema de la ética sugiere distinguir entre los términos coacción,
conveniencia y convicción. No hay ética a partir de la coacción, ni se genera ética en
el ambiente de la conveniencia; la ética nace y prospera en un ambiente de convicción.
Es en este punto donde confirmamos que la ética existe “a pesar de las circunstancias”.
3. La ética es individual, pero se aplica y se construye a través de las
relaciones con la sociedad, el medio ambiente y con nosotros mismos. La ética
cobra sentido cuando nos relacionamos con otros. Al construir una ética en comunidad
debemos cuidarnos de que no sea simplemente restrictiva que nos conduce al
sectarismo, sino que sea constructiva que aporte al significado de la vida en comunidad.
4. La ética no existe para juzgar o condenar, para ello están las leyes.
La ética se concibe como un medio de evaluación propia, a través de la cual buscamos
encontrar la forma de ser mejores personas, mejores trabajadores, mejores patronos,
mejores hijos/as de Dios, etc. “No juzguéis para que no seáis juzgados…” (Mt. 7:1-6).
5. La ética es la suma de las intenciones, las decisiones que tomamos,
las circunstancias donde actuamos y la evaluación que hacemos de las
consecuencias de nuestras decisiones. Nuestras buenas intenciones no sustituyen
nuestras decisiones, ni nuestras buenas decisiones sustituyen nuestras acciones. Todo
está inter-relacionado.

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6. Existen valores y competencias que complementan la ética. La ética
no es todopoderosa, existe el amor, la espiritualidad y nuestras habilidades, las cuales
sumadas y puestas en acción determinan nuestra ética en el diario vivir.
7. La ética no puede ser una aspiración a que todo el mundo esté de
acuerdo sobre lo que es bueno y lo que es malo. Es más bien un llamado a que en el
momento de decidir, cada quien reflexione acerca de las diferencias entre lo bueno y lo
malo y actúe según su mejor concepto de lo que es correcto, a pesar de las
circunstancias o en función de ellas. Recordemos el pensamiento de Pablo: “Todas las
cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no
me dejaré dominar de ninguna” (I Cor.6:12). La ética es un llamado a la responsabilidad
personal y social.

2.2 Relativismo y universalismo.


El “universalismo moral” es la teoría que defiende la existencia de normas y valores
universales. Parte de decir que hay valores universales o principios fundantes válidos
para cualquier contexto y en cualquier lugar. Estos principios universales son normas a
ser observadas sin exclusiones. Es decir, válidos para todas las personas,
independientemente de la cultura a la cual pertenezcan.

El “relativismo” niega la existencia de realidades absolutas, considerando que todas las


cuestiones son relativas, es decir, su realidad depende del punto de vista particular del
sujeto que las considere. El “relativismo moral” consiste en la actitud de negar la
existencia de normas, leyes o valores morales que posean el carácter de absolutos, ya
que cada uno depende de las circunstancias personales o históricas de la persona. Se
cree que cada contexto tiene el derecho a determinar sus normas.

En la actualidad se dan tres tipos de respuestas, desde lo relativo y lo universal, a las


problemáticas éticas que experimentamos en la cotidianidad:
1) Absolutismo ético: Todo valor ético es necesariamente universal y como tal
vincula de manera obligatoria a todos los seres humanos, y lo hace con total
independencia de su preferencia personal, contexto socio-cultural o su
conocimiento. Se buscan valores universales que nos den seguridad en nuestro
actuar y evite una contextualización indefinida. El cumplimiento es imperativo
y su incumplimiento sancionado. Se establecen códigos de estricto
cumplimiento. Una expresión clara de la aplicación de este tipo de ética en las
iglesias es la tendencia a “disciplinar”, más que acompañar. No negamos la
importancia de la disciplina cristiana, pero hay que recordar que la dimensión
ética de Jesús no es el juzgar, sino el amar
Aspectos positivos: Aspectos negativos:
a) Búsqueda de universalidad a) Una seguridad no siempre crítica.
b) Búsqueda de lo perenne. b) El imperio del legalismo.
c) La ley como función pedagógica. c) Una moral individualista: salva tu
d) Ofrece solidez de respuesta en alma, lo demás no es tan importante.
tiempos de relativismos confusos. d) Se pierde la perspectiva pastoral.
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2) El relativismo ético: Todos los valores que orientan la conducta humana están
referidos exclusivamente al consenso social, al contexto y a la preferencia
individual. Todo predicado ético es relativo. No hay nada que vincule a los seres
humanos más allá de sus contextos culturales.
Aspectos positivos: Aspectos negativos:

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a) Toma en consideración el contexto. a) Individualismo: Gustos/intereses.
b) Escucha las necesidades humanas. b) Subjetivismo (No hay referentes).
c) Es más flexible. c) Iglesia pierde fuerza moral.
d) Reconoce el pluralismo. d) Peligro de acomodarse al mundo
(Rom. 12).
Nota: En ambas posiciones encontramos valores importantes, pero cuando se polarizan
haciéndose "sectarias" o excluyentes nos conducen a veces a callejones sin salida.

3) La ética analógica o la “libertad del Espíritu”: Los seres humanos somos


una unidad en la diversidad, en donde lo que nos une es tan importante como lo
que nos hace diversos. Este tipo de ética responde a la pregunta socrática:
"¿Cómo hemos de vivir?". Bíblicamente es la pregunta: ¿Cómo hemos de vivir
responsablemente delante de Dios y de nuestros prójimos? Una pregunta que
prioriza la condición humana, pone como centro al ser humano para convertirlo
en persona. Algunos aspectos de esta ética:
Se vive una tensión creativa:
 Ética individual y ética social.
 Lo central es el ser humano y el cómo contribuir a su humanización: Más que
disciplinar acompaña.
 Si hay primacía, la tiene lo social y las relaciones: convivencia y relaciones.
 Se reconoce que estamos pasando de sociedades cerradas a abiertas, de
paradigmas simples a paradigmas de mayor complejidad: Las realidades y
respuestas son más complejas.
 Desacraliza algunos temas que se imponen por el legalismo o por lo doctrinal y
se prioriza la vida cotidiana con sus dilemas y oportunidades.
 Se funda en el principio de historicidad donde hoy vivimos una etapa de
transición hacia una nueva época: Una historia que cambia. Es la visión del
Reino entre el “ya” y el “aún no”.
 Se vive la tensión entre libertad y responsabilidad "Ama y haz lo que quieras"
(Agustín).

No confundir relativismo con contextualidad.


La contextualidad tiene que ver con la encarnación, la necesidad de encarnar el
Evangelio en cada realidad concreta. Lo contextual no ignora el valor de las culturas,
pero no las sacraliza. El problema es cuando la contextualidad se vuelve relativismo.

La complejidad creciente de las relaciones sociales provoca situaciones que suscitan


perplejidad. Es lo que se identifica en ocasiones como la “doble moral”: Las tensiones
entre valores declarados y las prácticas cotidianas, el decir y el hacer; las pretensiones
de igualdad social originan nuevas diferencias; el derecho a la indiferencia tiende a
producir incomunicación e individualización; las diversidades culturales tienden a
fragmentarnos; la postmodernidad pierde fe en la razón y todo lo relativiza; la cultura
dominante está dominada por el placer, la belleza, el consumismo y el éxito rápido.

El relativismo es un problema acuciante en nuestro tiempo, lo cual nos viene, entre


otros aspectos, de dos situaciones concretas entre otras: la secularización y la
pluralidad cultural. Esas son fuentes para el relativismo moral, el cual postula que cada
quien tiene su propia moral, haciendo la moral una cuestión de opción a veces
sumamente subjetiva e individualista. Esta posición tiende a reducir las normas
universales a meras convenciones sociales a las que algunos se adhieren o no.

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Este relativismo, como ideología y no como preocupación por lo contextual, surge con
fuerza sustentado en varios aspectos:
 No debemos ni podemos juzgar como errónea a otras personas que tienen
valores totalmente diferentes o intentar que se adecúen a los nuestros, ya que sus
valores diferentes son igualmente válidos. No hay espacio para la conversión.
 Negar que existe un único código moral con validez universal, ya que la verdad
moral es relativa.
 Afirmar que más que una respuesta común ante conflictos morales profundos,
debemos impulsar las decisiones u opciones individuales de acuerdo a gustos, al
contexto, o conductas de grupos específicos. Se ignora la responsabilidad social
y se prima el individualismo ético.
 Creer que las creencias éticas de cualquier sociedad son funcionalmente
necesarias para esa sociedad.

David Wong sostiene que cuando se habla de relativismo moral debemos atender a dos
tipos de relativismo: el metaético y el normativo. El metaético sustenta que no existe un
único código universal que sea verdadero y justificable, sino que la moralidad es
relativa a las culturas y a las realidades históricas. El normativo se basa en cómo se debe
actuar frente a quienes aceptan comportamientos diferentes a los nuestros. Este
relativismo, en su versión más extrema, afirma que nadie puede juzgar a otro con
valores diferentes ni tampoco imponerles los propios.

Hoy es importante lo que se conoce como “saber utilitario”, o sea, las cosas tienen valor
por su utilidad y de acuerdo a mis intereses o gustos individuales.

¿Por qué debemos hablar de principios fundamentales o universales?


La ética tradicional reflexionó sistemáticamente sobre el principio principal para los
seres humanos: el bien, la felicidad, la justicia, el placer (Aristóteles); también Dios, la
naturaleza, el libre albedrío (San Agustín); el sentimiento moral (David Hume); la ley
moral, de los juicios morales y de los imperativos éticos (Emmanuel Kant); la
conciencia, del bien, del deber y del derecho (Hegel). Sobre todo, se reflexionó cómo
probar, si lo que consideramos como el “bien”, “lo justo”, “la felicidad”, o lo “santo”,
pueden expresar categorías universales.

La propuesta de la modernidad tuvo la confianza de que la razón podría ofrecer una


explicación universal de la realidad que vivimos y que era capaz de establecer límites de
actuación para todos. Pero este proyecto no fue capaz de encontrar el fundamento para
un proyecto universal de sociedad.

Hoy ocurre que la tradición ética de buscar universales queda al margen. La moral o la
ética se dice no responden a categorías universales y ni a una sola idea general rectora.
Las costumbres, las ideologías, la cultura, las relaciones familiares, el poder de la
ciencia, la influencia de los medios de comunicación, etc., están dando lugar a códigos
de conducta diversos y distintos a los que usamos hasta hace un ayer reciente. Surge un
fuerte relativismo moral.

Sin embargo, también, ante la anonimia moral que se vive, se percibe que la
sociedad reclama a la iglesia por nuevos valores significativos para enfrentar el
desarraigo moral actual. Es un reclamo por encontrar valores que orienten las
acciones, muy especialmente cuando en la globalización los hechos han dejado de tener

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sólo relevancia local y han pasado a tener como referente al mundo. La globalización, el
hedonismo, el individualismo, el relativismo moral son fenómenos a escala global.

Javier Sábada, en “Relativismo moral” critica al relativismo dice: “Dijimos que el


relativismo moral produce de entrada una atracción. Pero hay que añadir que si el
relativismo fuera verdadero la moral desaparecería. … en el momento en el que
concediéramos carta de ciudadanía al relativismo todo podría valer, lo que implica que
nada es bueno o malo. Cualquier canon para distinguir lo correcto de lo incorrecto
desaparecería de nuestro horizonte”.

La doctrina católica en el documento “Pluralismo ético trae decadencia”, afirma sus


posiciones desde dos razones básicas: La dignidad de la persona y la moral natural. Se
aboga por el universalismo argumentando que debe haber una moral válida para todos.

Hacia una ética que viva en tensión lo contextual con los valores universales.
El problema es que cada lado, relativistas y universalistas, se polarizan mutuamente
asumiendo posiciones extremas. Una de las tareas arduas para la ética es buscar la
formulación de principios universales que trasciendan las prácticas morales culturales,
como asimismo el reconocer el valor de lo contextual desde la perspectiva que la
función principal ética es la de construir a la persona humana.

Victoria Campos en su artículo “El derecho a la diferencia”: “En ética, o en cuestiones


culturales, hay que negar y proclamar sin miedo que no toda vale igual. Existen algunos
valores éticos universales, y existen, a su vez unos valores culturales que merecen ser
conservados porque valen por sí mismo. Lo que cuanto antes hay que hacer, pues, es
tratar de precisar esa exigencia de universalidad. Sobre todo hoy, cuando aplaudimos el
empeño de la filosofía en olvidarse de absolutos”.

El problema del universalismo ético no debe dejar de reconocer la diversidad cultural


que depende del contexto cultural. El libro de Jean-Pierre Changuex nos dice: “Una vez
reconocida la diversidad moral, cualquier posición ética universal se hace impensable
sin topar enseguida con la paradoja del imperativo kantiano que se plantea como
aplicable a todos los casos. Si, por el contrario, admitimos que cualquier verdad es
relativa a su contexto moral y cultural, entonces se impone el relativismo ético en el
cual no habría posibilidad de una posición ética universal”.

Hay tres cuestiones desde la fe que debemos discutir:


(1) ¿Cómo definir esos valores universales? Definición de valores y principios
universales. No podemos igualar como principio universal la obligatoriedad
de vestirnos de acuerdo a determinados estereotipos como determinan ciertas
normas legalistas cristianas, con el valor universal del amor o la justicia.
(2) ¿Qué significa el respetar y tolerar las diferencias? ¿Es que la moral siempre
es relativa a las culturas? Esto nos lleva a recordar que si son importantes los
valores culturales, la cultura siempre está sujeta a la conversión.
(3) ¿Cómo relacionamos la identidad de nuestra fe sustentada en valores
inclaudicables, con la tarea misionera del acompañamiento pastoral al ser
humano que vive su realidad contextual? Es necesario que ambos se
encuentren: La necesidad de principios fundantes y el valor de la labor
pastoral y misionera contextual.

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Estos esquemas hay que comprenderlos en sus interrelaciones. Hay que vivirlos en
tensión creativa. Asumir la dinámica que encontramos en Miqueas 6:6-8: Búsqueda de
la justicia, centralidad del amor y fidelidad a Dios.

2.3 Ética social y ética personal.


Hemos vivido polarizados entre una ética personal y una ética social. La tendencia es
ser conservadores en lo personal y social o, viceversa ser liberales en ambos aspectos.
Por mucho tiempo hemos estado envueltas en tensiones totalmente polarizadas entre
una ética personal y una ética social. Por suerte hemos avanzado en la vinculación entre
el Espíritu que da testimonio a mi espíritu y los valores del Reino. Miroslav Volf nos
dice: “Tanto la Teología de la Liberación como la teología pentecostal recalcan lo que,
en vista de una palabra mejor, quisiera llamar materialidad de la sanación. La sanación
no sólo es una realidad espiritual que toca el lado interior de cada persona individual,
sino también tiene que ver con la existencia humana corporal”.

Me permito citar dos ejemplos personales para ilustrar este falso dilema entre lo social
y lo personal en el campo de la ética:
A los pocos días de la elección de Barak Obama como presidente de los EE.U., cuando
reinaban las expectativas, la televisión reportaba de la presencia de un pequeño grupo
de activistas “pro-vida” y de evangélicos radicales que enarbolaban un cartel que decía:
“Obama asesino”. Sorprendía la rudeza del lenguaje, aunque no es de extrañar el
dogmatismo de esa radicalidad.

Unos días antes un padre de familia mataba a su esposa, tres hijos y se suicidaba a sí
mismo por la crisis económica que confrontaba. Llama la atención que esos mismos
activistas evangélicos no hubieran pronunciado ni una palabra ante el desastre de la
crisis económica y financiera, de alcances globales, producida por la corrupción, la
irresponsabilidad y el ansia de poder de un grupo de economistas, financieros y
banqueros. ¿Cuáles son los criterios para esas actuaciones éticas?

Estaba predicando un domingo en la mañana, en El Alto, Bolivia, cuando recibimos la


noticia de un deslizamiento de tierra en La Paz sepultando varias viviendas. En la época
de lluvia son frecuentes estos deslizamientos en La Paz, donde casas y edificios son
construidos en laderas de alto riesgo.

Tan pronto terminamos el culto nos dirigimos al lugar de la tragedia. El cuadro era
desolador: familias cavando entre el fango y la tierra para recuperar a sus familiares y
bienes sepultados. En pocos segundos habían perdido lo poco que habían podido
conservar como patrimonio. Entre el llanto y el dolor de los afectados nos pusimos a
ayudarles, a cavar con ellos, a consolarles a expresar solidaridad ante el sufrimiento.

En una pequeña colina, unos pocos metros más arriba, estaba un templo evangélico.
Ellos sacaron los altoparlantes y en alta voz oraban y enviaban mensajes condenatorios
diciendo que lo acontecido era un castigo de Dios por sus pecados. Esos altoparlantes
eran tan fuertes que apenas se podía escuchar los altavoces de los servicios de socorro.

Ante esa situación fuimos a ver a los hermanos de aquella congregación. Fue un diálogo
difícil. Les preguntamos. ¿No creen que orar es también ir y ayudar a esas personas en
su tragedia? ¿No creen que es cruel, en medio de tanto sufrimiento, culparlos por su

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problema? ¿Creen que Dios puede agradarse de esta actitud sin compasión de ustedes?
Estas actitudes tienen una alta implicación ética y espiritual.

Estos ejemplos nos ayudan a introducir el dilema polarizante para algunos entre lo
personal y lo social. Abordemos primeramente, con cierta paciencia, la posición de dos
teólogos que representan dos interpretaciones diferentes, para intentar al final llegar a
conclusiones más interactivas.

Enrique Stobb, eticista reformado, en su obra “Reflexiones éticas”, establece un


contraste marcado entre la ética como fenómeno individual y la ética estrictamente
social. La tesis central de Stobb es que la ética es un asunto individual; “La ética se
enfoca sobre el individuo porque sólo el individuo es verdaderamente personal y por lo
tanto un auténtico agente moral”. Tratando de eludir la crítica de un individualismo en
su pensamiento, aclara: “A veces se hace una distinción entre la ética personal y la
social, pero no debe permitirse que esta distinción oscurezca el carácter personal y la
orientación individual de toda la ética”. Claro, este argumento podría aplicarse a los que
enfatizan lo social, ya que puede decir que no podemos permitir que la distinción entre
la ética personal y social oscurezca el carácter social de toda ética. Stobb se inclina por
el individualismo ético.

Para él, la ética individual se ocupa principalmente de la auto-disciplina, de la


formación del carácter, del cultivo y desarrollo de las virtudes que nos capacitan para el
desempeño de las responsabilidades religiosas y sociales. La ética social se ocupa de la
conducta moral de los individuos, ya que es real que en la sociedad se dan una serie de
relaciones que no pueden negarse, tales como: El individuo y el Estado, la relación
individuo y organización o comunidad, las relaciones entre organizaciones. Es decir, es
obvio que se dan relaciones de convivencia, pero las respuestas dependen mucho de los
valores individuales que se cultivan. Para Stobb todo el acento recae en lo individual.
Hay relaciones sociales normales que nos posibilitan vivir en comunidades, pero lo
central son las respuestas individuales.

Una posición diferente es la del teólogo norteamericano Reinhold Niebuhr. El


pensamiento suyo se nutre de su experiencia de vida, ya que como pastor en Detroit,
1915 a 1928, tomó contacto con las realidades sociales de los obreros en la industria
automotriz. De ahí se produce su obra “El Hombre Moral en la Sociedad Inmoral”.

La tesis central de esta obra consiste en enfatizar la necesidad de trazar una distinción
entre la conducta social y moral de los individuos y la de los grupos sociales,
nacionales, raciales y económicos. Esta distinción hace necesaria el establecer normas
políticas que son difíciles de desarrollar desde una ética puramente individualista.

Aunque el autor reconoce que es artificial la distinción entre el ser humano individual y
la sociedad, cree que esta distinción nos sirve para criticar la ingenuidad de algunos
eticistas moralistas que desechan la necesidad política en la lucha por la justicia dentro
de la sociedad humana. Niebuhr es categórico cuando dice, “la injusticia social no
puede ser eliminada por la persuasión moral o racional solamente, como lo cree
generalmente el educador y el científico social. El conflicto es inevitable, y en este
conflicto hay que hacer frente al poder con el poder”. Y agregaba lo que puede ser
considerado el fundamento de su argumentación a favor de la ética social: “Lo que les
viene faltando a todos estos moralistas, sean religiosos o racionalistas, es una

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comprensión del carácter brutal que posee el comportamiento de todas las
colectividades humanas, y el poder que tienen dentro de todas las relaciones inter-
grupales el interés propio y el egoísmo colectivo”.

Niebuhr critica la posición teológica, que considera una ilusión, de los que creen que
todas las relaciones sociales serán traídas progresivamente a la “ley de Cristo”. Este
pensamiento liberal está influenciado por el progresismo y el evolucionismo optimistas,
no reconociendo problemas sistémicos y estructurales de la injustica.

En el capítulo 3 titulado “Los recursos racionales del individuo para la vida social”,
critica a los que creen que la injusticia puede ser superada por la educación. “La
creencia de que el aumento de la inteligencia humana habría de eliminar
automáticamente la injusticia social, data del siglo XVIII y de la Ilustración”.

Niebur critica tanto a los que detectan el poder económico y gozan de privilegios
promoviendo desigualdades e injusticias, como a las posiciones ideologizadas de
interpretación mesiánica sobre las clases proletarias. Critica al determinismo marxista,
al considerar una ilusión, al creer que se cambia la naturaleza humana por la destrucción
de determinado modelo económico.

Niebuhr contrasta entre los males de una situación y sistema social y los individuos que
están incorporados a esa realidad. Mantiene una tensión cuando dice: “Los individuos
no son tan inmorales como las situaciones sociales en que se ven envueltos y que ellos
simbolizan”. Agregando, “… no podemos construir escaleras individuales al cielo, y
dejar irredenta de sus excesos y corrupciones a la totalidad de la empresa humana”. La
posición de Niebuhr no oculta la tensión entre lo social y lo individual en nuestras
decisiones éticas, aunque se inclina definidamente por lo social y pretende liberarnos
de falsas ilusiones de autonomía entre una y otra ética.

Las posiciones de estos dos autores, Stobb y Niebuhr, nos ayudan a comprender un poco
mejor la diversidad de enfoques. Para algunos eticistas, como Stobb, la ética es un
asunto esencialmente individual, sólo en un segundo momento se reconoce lo social.
Este pensamiento es propio de los seguidores del liberalismo político, que afirman que
si cada individuo hace lo que quiere y lo que puede, la sociedad marchará por un
camino de ascenso y progreso, dando lugar al individualismo de las sociedades actuales.
Igualmente, es propio del pensamiento teológico fundamentalista que minimiza las
responsabilidades y las estructuras de opresión sistémicas y sociales. Se concentra en
salvar al individuo, ignorando las implicaciones sociales del pecado. Así surge el lema:
“salvemos uno por uno y el mundo cambiará”. Esta teoría no siempre hace justicia entre
el crecimiento de las iglesias en determinados países y las persistentes situaciones de
injusticias que no cambian. Un caso: Guatemala, crecimiento de iglesias y profundas
injusticas y desigualdades sociales que no se resuelven, parece se agudizan.

Por su parte, el llevar la ética social a un extremo hace del Evangelio una doctrina
política más y debilita la responsabilidad de cada persona ante el pecado. (Jeremías 31
en el nuevo pacto se apela a la responsabilidad personal).

Una pregunta que puede resolver este dilema es la que se formula el eticista Lehmann:
“¿Qué he de hacer yo como creyente y miembro de la iglesia ante sociedades
individualistas? Esta pregunta levanta dos dimensiones. Una, la personal, mi testimonio

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ético como miembro de una comunidad de fe que ha sido transformado, Y otra, la
dimensión social, nuestra responsabilidad por transformar las condiciones de nuestras
sociedades como parte del Reino que “ya está y aún viene”.

EL libro de Levíticos con su llamado a “Sed santos” (Lev. 19:1), es un llamado a


nuestra santidad personal y el buscar frente a los males sociales la santidad social. Es
decir, la ética cristiana es personal, pero no privada. Es personal porque depende de
nuestras decisiones por la libertad que Dios nos ha dado, pero nunca es un acto privado
o individualista. Siempre es un testimonio público y tiene proyecciones sociales por
ser seres humanos que vivimos en constantes relaciones, somos lo que somos por estas
relaciones. El concepto de ética privada nos quiere decir, que la moral privada es asunto
de cada uno siempre que no moleste a los demás. Nos niega como cristianos la misión
de evangelizar y testimoniar a la sociedad. No hay dudas del llamado central de
Evangelio por transformar y elevar nuestra condición de persona, por cultivar nuestra
espiritualidad y nuestros valores. Lo ético implica la conversión personal, pero el ser
humano siempre es social, un ser que se realiza en sus relaciones.

El peligro de una inclinación unidimensional por una ética social es que nos
proyectamos como activistas sociales o, podemos caer en un relativismo contextual,
creando la ilusión que cambiando las estructuras se cambia automáticamente la persona
humana. Se desconoce la realidad del pecado y sus consecuencias. No se hacen claras
la responsabilidad personal, ni la necesidad del testimonio, ni la santidad de cada uno.

Samuel Escobar nos propone, en este campo, avanzar a lo que él llama una ética
contextual de fundamentos evangélicos, que implica:
 Un acercamiento integral: No se descuida lo evangélico personal ni la obra
social.
 Un discipulado que expresa una teología integral: Labor educativa personal con
sentido de responsabilidad social.
 Poder transformador de lo personal y lo social: El poder del Espíritu Santo.
 Es lo central del ministerio de reconciliación: Reconcíliate contigo mismo y con
tu prójimo.

La ética cristiana se sustenta en el poder transformador de Cristo en la persona humana


y sus implicaciones para la sociedad y en el ministerio de la reconciliación, donde
Cristo nos reconcilia con Dios, conmigo mismo, con mi prójimo, con la sociedad y con
la naturalezajjzxcd. Hay indicios que nuestras iglesias están superando este falso
dilema de tener que optar por una ética personal o una social.

TEMAS DE ACTUALIDAD.
2.4 Determinismo y libertad: El discernimiento.
Dios nos hizo libres y en libertad, ese es una de las primeras aseveraciones que
encontramos en el Génesis. La libertad es una cualidad fundamental del ser humano, por
medio de la cual se le responsabiliza de realizar su propio destino. Es de los atributos
del ser humano, uno de los que tiene menos derecho a renunciar. Pero la noción de
libertad da espacio a equívocos: No debe confundirse con la arbitrariedad o el capricho;
como tampoco quiere decir derecho a disponer de uno mismo y de los demás a su
antojo; ni gozar de una independencia absoluta: No hay libertad sin afirmar la verdad y
sin reconocer mi responsabilidad en las relaciones.

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Bíblicamente la noción de libertad está estrechamente vinculada a otras tres nociones:
verdad, relaciones y responsabilidad. La libertad no es el individualismo exacerbado,
siempre la libertad se ejerce en el plano de las relaciones. Los caminos de la libertad no
son como se los imagina el yo egoísta y egocéntrico, sino que la libertad se construye en
el depender, en darse uno mismo a los demás.

Al mismo tiempo, la libertad es la voluntad de ejercer un control responsable sobre lo


que normalmente nos domina y nos impide relacionarnos con los demás. El grado de
libertad es proporcional al grado de responsabilidad. Bernard Shaw decía: "La libertad
quiere decir responsabilidad".

Negar la libertad es "determinismo" con sus varias variantes: cultural, social, genético,
psicológico, económico, etc. El determinismo ignora la responsabilidad moral, ya que
todo lo que ocurre se rige por leyes necesarias, incluyendo la conducta humana.
Apelando a este criterio todo puede justificarse. Por ejemplo, se justifican las acciones
recurriendo al determinismo psicológico: "se sabe que todo terrible criminal ha tenido
una terrible infancia". Bajo ese criterio se justifica el hecho.

Para Pablo la ética se funda en la libertad (Gal. 5:13). En el Génesis el pecado es la


pérdida de la libertad que Dios nos dio por el rompimiento de las relaciones con Dios,
el prójimo, conmigo mismo y con la naturaleza. Juan es muy claro lo que nos hace
libres es la verdad: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. La persona actúa
no por obligación, sino por compromiso: el compromiso del amor.

Filosóficamente, en el campo de la ética, la vida humana responde a tres verbos: deber,


poder y querer: ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué quiero hacer? Son las
tres preguntas que definen el campo de la moral y conlleva la responsabilidad. Decidir y
obrar en una situación dada es un problema moral. Decidir es optar por una de las
alternativas que se me presentan, opto en función de una valoración y siempre en
libertad, aún cuando esté condicionada. Obrar es actuar asumiendo los costos de
decisiones siempre frágiles y a veces hasta inseguras. En el caso cristiano, obrar siempre
está regido por la fidelidad a Dios.

Pasos para el discernimiento ético.


El verdadero problema es cómo tomamos decisiones éticas. ¿Cuáles son los criterios
para discernir? No existe una "receta" prehecha, ni “fórmulas fáciles” para nuestras
actuaciones. Nuestra calidad de vida cristiana se define en muchos sentidos por nuestros
comportamientos éticos, por nuestra conducta, por lo que hacemos. Algunas reflexiones
que nos ayuden en el camino del discernimiento desde la fe cristiana.

El discernimiento se apoya en la experiencia, la inteligencia y la razón. Desde nuestra


fe, la presencia del Espíritu Santo es un tema central: El Espíritu da testimonio a nuestro
espíritu. En el discernimiento influyen desde la realidad del momento, hasta mi propia
perspectiva. Roy May propone tres pasos para realizar un adecuado análisis ético:
 El socio histórico: Es el análisis del problema que incluye sus características,
dimensiones personas involucradas, etc. En este análisis entran la razón, la
experiencia y la tradición.
 El hermeneútico: ¿Cómo la Biblia, la Teología y la historia de la iglesia me
iluminan? Aquí entran la Biblia, la teología y la tradición eclesial.

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 El práctico: Es la búsqueda de la mejor manera de responder al problema. Se
apoya en la experiencia y en la centralidad del valor de la persona.
 El testimonio del Espíritu: Desde la fe, agregaría, que es el Espíritu Santo el
que da testimonio a la vida de lo que es bueno y justo.

Avanzando un poco más, sigamos el pensamiento de Yattenciy Bonilla en su libro:


"Hacia una ética de la vida", donde establece las fuentes cuando vamos a discernir:
 Objeto: El hecho que produce la experiencia: El objeto de acción.
 Las circunstancias: Determina la moralidad de la acción.
 El fin o la finalidad: El por qué obro: Mi intencionalidad y los resultados.

Hay otros aspectos importantes al tomar una decisión:


(1) La vinculación entre ética y teología. La ética no es algo aparte, está relacionada
con los diversos momentos del quehacer teológico.
(2) La Normativa: la norma para el cristiano es el seguir e imitar a Cristo. La norma
es Cristo.
(3) El contenido concreto: Tenemos la tendencia de actuar influenciados por el
fundamentalismo tradicional, el enfatizar la “ortodoxia”, la doctrina correcta. Lo
esencial en el Evangelio es la “ortopraxis”, el actuar correcto. Pero corremos el
peligro del liberalismo de justificar lo que hacemos por santificar lo contextual.

Yattenciy también propone una serie de pasos para el discernimiento: Conciencia,


experiencia, razón y espiritualidad de la humildad.
Conciencia: Propiedad del espíritu humano de reconocer aspectos esenciales y
reconocerse a sí mismo. Un conocimiento interior del bien y del mal, un conocimiento
reflexivo de las cosas. En la conciencia influyen: la educación, el ambiente socio-
cultural y la epistemología (el dinamismo del conocimiento).
Tenemos también la conciencia psicológica en la que influyen la emoción y los
sentimientos. Todo esto nos lleva a la conciencia moral, que es la capacidad del ser
humano por dar juicios de valores sobre las acciones de los actos humanos.
Experiencia. Tiene varios aspectos: La percepción, se percibe la realidad externa a
través de datos: la imaginación, la combinación mental de los datos; la memoria, la
capacidad de traer al presente una imagen del pasado; el sentimiento, la reacción
emotiva ante la imagen. Hay 7 tipos de experiencia, según Yattenciy: biológica, estética,
práctica, dramática, experiencia afectiva, intelectual y religiosa.
La razón: Es la parte del razonamiento, del uso del conocimiento y de la experiencia y
del intelecto. Tiene dos partes esenciales: lo efectivo y la justicia.
La espiritualidad que se humilla.- Es el espacio que damos a la libertad y al
discernimiento del Espíritu. Todo accionar del cristiano debe tomarse bajo el espíritu de
la vida en comunidad y en oración, destacando la importancia de la edificación de la
persona humana como sujeto central del amor de Cristo.

Hay varias formas de razonamiento, según Roy May:


 Consecuencialista: Las consecuencias o los resultados como la prioridad.
 No consecuencialista: Se interesa por las obligaciones que se deben cumplir.
 Contextualista: Se preocupa por las circunstancias y los contextos.

En la práctica, ¿cómo analizar una cuestión ética?


(1) Los aspectos socio históricos: ¿Cuál es el problema? ¿Por qué el problema?
Participan: La razón, la experiencia y la memoria.

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(2) Hermenéutica: La interpretación o búsqueda de significado. ¿Qué dice la Biblia?
El lugar de la Biblia y la experiencia de la iglesia.
(3) Práctico: ¿Cuál es nuestra conclusión? ¿Cuáles son los resultados a alcanzar?
No hay recetas. Entender y desafiar la realidad humana.
(4) Humildad: Estar abiertos a la realidad del Espíritu Santo.

2.5 Ética y postmodernidad.


No podemos evadir las preguntas: ¿cómo vivir la fe cristiana en estos tiempos? ¿Cuáles
son los desafíos para la misión en un mundo que tiene marcos de referencias distintos?
¿Cómo actualizar el mensaje ético de las iglesias cuando hay una pérdida de relevancia?
¿Cuáles son los desafíos que la postmodernidad le presenta a la ética cristiana?

Sentimos un “cierto sabor amargo”, el sentir que nos faltan palabras y dinámicas
pastorales para responder a los nuevos desafíos para la misión. Me pregunto: ¿Hasta qué
punto el poco crecimiento numérico actual de las iglesias refleja una falta de significado
ético en nuestras respuestas a problemas actuales complejos? Veamos algunas
caraterísticas desde la ética de la posmodernidad:

 Lyotard define a la postmodernidad como la incredulidad hacia los “grandes


relatos” de la modernidad. Diría aún más, las dudas hacia los grandes sistemas
o modelos sistemáticos. Esos proyectos aspiraban a verdades absolutas, análisis
sistémicos y el colocar la emancipación del ser humano como centro de la
historia. Es la caída de las certezas, que significa un cierto quiebre de la
modernidad. De ahí surgen sentimientos postmodernos alrededor de la
relativización de las normas éticas, la pluralidad de creencias, la importancia de
la subjetividad.
 Hay una tendencia marcada a rechazar la trascendencia y la culpa humana. Jorge
E. Dotti dice: “el hombre libre de culpa y de sujeción a lo trascendente, pierde su
misma historicidad. Su existencia se ha secularizado plenamente”.
 Wolfang Günther (En “Postmodernism”, An International Review of Mission,
1997, No.86, p. 425-431) define a la postmodernidad como aquel fenómeno que
tiene que ver con la relativización de las normas éticas y de lo que
anteriormente constituía las certezas. Esto da como resultado una pluralización
de la conducta social y ética, que deriva en la dificultad de alcanzar una
legitimación obligatoria de la verdad y la justicia sobre la base de la razón. Las
aparentes y “viejas” certezas acerca de casi todo (valores éticos, religiosos,
costumbres, normas, ciencia, etc.) se están resquebrajando y resulta difícil
ponerse de acuerdo en algún fundamento o principio universal.
 En su obra “La sociedad transparente”, Vattino sostiene que el nacimiento de una
sociedad postmoderna está marcada por la influencia del papel preponderante de
los medios de comunicación (mass media). Estos medios caracterizan a la
sociedad no como más transparente, más consciente de sí misma, más
informada, sino como una sociedad muy compleja y caótica.
Una sociedad dominada por los medios ya no recibe los valores de la religión o
de las iglesias. Peor aún, en muchas ocasiones las iglesias para hacerse presente
en los medios adoptan los patrones de consumo y mercado que la desnaturalizan.
 Las iglesias dejan de ser instancias decisivas, fundamentales, rectoras del
pensamiento humano y de lo que está bien o mal. Los que dictan lo que está bien
o mal son los formadores de la opinión de turno. Se instala como premisa
fundamental el hecho de que no hay nada que sea bueno o malo en si mismo.

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 Una zona gris domina el escenario del mundo de las ideas morales y éticas. Es
como dice Peter Berger cuando habla de la “contaminación cognoscitiva”: es el
hecho que la gente se asoma a la ventana de su propia realidad, dialoga con el
vecino y entra, pero no se da cuenta que al hacer un intercambio de ideas se van
modificando las propias, muchas veces por influencias de afuera casi impuestas.
Peor aún, esa “contaminación cognoscitiva” en el postmodernismo va más allá
del nihilismo, que promueve “voluntariamente” un creer o no, sino que se
caracteriza por la promoción militante de una ética humanista secularizante.
 No sólo la satisfacción de las necesidades sino la búsqueda de los deseos, la
centralidad del hedonismo, las respuestas rápidas y mágicas, lo virtual sobre lo
real, la apatía, la resignación y al agnosticismo, el mimetismo en los
comportamientos.

Desde estas reflexiones de la postmodernidad, caracterizo algunos de sus dinámicas:


1) Fin de las ideologías y de los meta-relatos.
2) Ansiedad e incertidumbre que produce una mayor búsqueda de lo
espiritual, lo místico y lo trascendente. Resquebrajamiento de las
lealtades tradicionales (ideologías, religiones, sindicatos, etc.).
3) Banalidad, hedonismo y nihilismo secularizante.
4) Rompimiento de valores morales y éticos del pasado.
5) Desigualdades profundas: pobreza extrema y riqueza insultante.
6) Búsqueda del placer momentáneo como meta de vida.
7) Pluralismo de ideas y tolerancia.

Frente a estas realidades no podemos asumir un espíritu “escapista”. La postmodernidad


nos invita a una contextualización de la fe, a una búsqueda de sentido de vida en lo
cercano, a un afirmar la intimidad. A pesar de lo que expresamos, desde la fe es
imposible vivir sin absolutos éticos, sin marcos referenciales y sin metas morales. Peter
Berger dice:
“El pluralismo crea un estado permanente de incertidumbre con respecto a lo que debe
creerse y a cómo hay que vivir, pero el espíritu humano aborrece la incertidumbre, sobre
todo en lo que se refiere a las preocupaciones vitales realmente importantes. Cuando el
relativismo ha llegado a una cierta intensidad, el absolutismo vuelve a convertirse en
muy atractivo. El relativismo libera, pero la libertad resultante puede ser muy dolorosa;
entonces, la gente trata de liberarse del relativismo”.

Más que escapar, debemos afirmar que el volver a los valores éticos significa
comprender que nuestro mundo es mucho más complejo del que vivieron y aún viven
nuestros padres. Volver a postular los valores éticos en el mundo postmoderno implica
un respeto a la persona humana, independiente si se trata de un sujeto religioso o no.
(Romanos 1:19-20; 2:14-15).

Tillich distingue entre moralismos y moralidad. Establece cuatro claves entre estas dos
realidades: Una, los moralismos son condicionados, mientras la moralidad es
incondicional. Dos, los moralismos se afirman partir de la autoridad, la moralidad es
riesgo. Tres, los moralismos surgen de la ley, la moralidad surge de la gracia. Cuatro,
los moralismos afirman el legalismo, la moralidad afirma el amor.

¿Qué lectura teológica podemos hacer de esta realidad? ¿Cuál es el perfil del ser
humano post moderno? ¿Cuáles son sus implicaciones éticas? Propongo algunas

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caracterizaciones didácticas e incluyo algunas ideas de Daniel Tomasín que presenta sus
críticas teológicas a esta posmodernidad desde lo psicoanalítico:
 Los sujetos consumidores son consumidos y aplastados por las demandas
del mercado. La vida se consume en ese intento por obtener artículos que
sostienen la ilusión de la “plenitud”. Jung Mon Song nos dice que hoy el ser
humano se mueve más por los deseos que por las necesidades.
Ejemplo eclesial: lo religioso como consumismo. Se pasa de la gracia a la
prosperidad y lo religioso se vuelve un producto a consumir.
 El ilusionismo de la ética de los bienes, del consumo., la “felicidad light”: El
hedonismo de buscar lo bello y lo superficial, lo ligero.
Ejemplo eclesial: Una competencia religiosa y el ofrecimiento de lo religioso
“light” sin compromiso
 “La era del vacío” (Lipovesky): El ser psicológico, la psicología se constituye
en religión, se sustituye el pastor por el “coaching” y es como un catalizador de
una nueva cosmovisión. Se enfatiza vida privada sin muchas complicaciones: el
cuidado de la salud y la apariencia, las energías positivas, preservar lo material,
la auto-estima, desprenderse de los complejos y esperar por las vacaciones.
Ejemplo eclesial: Más que el acompañamiento pastoral, se favorecen los
ejercicios que potencian el “yo” y las energías positivas, el “coaching”.
 “Resultados rápidos.- Se busca lo efímero, lo instantáneo y los resultados a
corto plazo. No se aprecia la planificación a mediano y mucho menos a largo
plazo.
Ejemplo eclesial: Los métodos de evangelización o modelos de iglesia que
buscan resultados y que sean rápidos, la búsqueda de lo numérico como fin.
 “Cultura del simulacro” (Baudilard): Se vive en el mundo de la realidad virtual
y del simulacro. La virtud casi se hace real y a veces lo real queremos
transformarlo en lo virtual.
Ejemplo eclesial: Se buscan las emociones y se evaden la realidad.
 Los refugios hedonistas: Se trata de una ética nihilista cuya convicción
subyacente es que lo único que le puede advenir al ser humano es la muerte. Se
trata de la antigua máxima de Epicuro: “Comamos y bebamos que mañana
moriremos”. En la ética hedonista se apela a la ley del menor esfuerzo, se
evaden los problemas, se busca el beneficio propio y cualquier dificultad se ve
como algo demoníaco de la que hay que escapar. Algunos símbolos:
Tarjeta de crédito: Satisfacción inmediata del deseo.
IPOD, celulares: Desconexión electrónica.
Comunicación: Acelerando la vida y vendiendo lo superfluo.
Productos de belleza: Buscando lo bello como valor central.
Ejemplo teológico y eclesial: “Pare de sufrir”
 La apatía del “new look” (Lipovesky): No tiene referentes ni
compromisos, no intenta cambiar el mundo, sino su mundo; posee una moral
individual sin sustancia. Ante la proximidad del goce y de la muerte se ha
desarrollado un mecanismo bastante generalizado, que no es ni la desesperación
ni la angustia, sino la apatía. Las ideologías mueren, los grandes fines se apagan,
pero a nadie parece importarle mucho. El ser humano postmoderno se parece
más bien a un espectador de televisión, quien indiferentemente hace “zapping”,
pasando de un canal a otro, por simple curiosidad. La resignación y el
agnosticismo caracterizan a la sociedad postmoderna.
Ejemplo eclesial: Los cristianos sin compromiso.

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A pesar de estas realidades que se promueven por un secularismo en crecimiento, en el
mundo de hoy hay un retorno a lo sagrado y a la espiritualidad postmoderna: El retorno
a lo sagrado no significa necesariamente un retorno a lo cristiano. El hombre/mujer
actual siente la necesidad de creer, pero no siempre se reintegra a su religión
institucionalizada, a la cual ve como parte del “viejo orden”. Mariano Corbi dice: “Las
religiones históricas aparecen como burocráticas y esclavistas”.

Características de esta espiritualidad:


Secularizada: Valores humanistas basados en los derechos sin referente
cristiano. Papel importante de las ONGs en esa tendencia.

Subjetiva: Prevalece el individualismo religioso. Se privatiza la fe como


algo subjetivo, que no depende ni de lo institucional ni de las
tradiciones.

Emocional: La adhesión personal y los lazos afectivos entre los


(Daniel Hervieu individuos y la comunidad son fuertes. Primacía de
Legar, En lo emocional y la subjetividad.
“Comunidades
Emocionales “:

Tribal: Lazos afectivos entre personas que piensan igual.


(Víctor Frankl) La sociedad se hace “tribal”, pierden fuerza los movimientos
sociales articulados. Crecen o proliferan sub- instituciones.
Ejemplo: Poco poder de comunicación de las iglesias con las
juventudes urbanas.

Pluralista: Gran variedad de opciones religiosas. Se produce el mercado


(Peter Berger, religioso y la tolerancia religiosa. González Carvajal habla de una
En “Mercado “tolerancia devaluada”. En el concepto moderno de tolerancia
Religioso”) como aceptación del otro/a, se devalúa en el postmodernismo, es
una tolerancia por indiferencia que conduce al sincretismo.
Estas realidades nos plantean desafíos éticos como iglesias.

2.6 Desafíos éticos para la iglesia.


 Hoy vivimos un momento crucial en el campo ético: O marcamos rumbos y
somos factores de cambio y así preparamos el camino para el Reino; o, nos
diluimos en las tendencias filosóficas y secularizantes actuales o, la iglesia
pierde significado y relevancia frente a las realidades postmodernas.
No estamos hablando solamente de hechos o actos heroicos o sorprendentes,
sino aprender a construir una ética relevante desde lo cotidiano y lo común. Vale
este pensamiento del canta-autor Facundo Cabral:
“Vuele bajo, porque abajo está la verdad.
Sueños grandes se van a lograr
de la mano de servicios chicos.”
 Es urgente enfrentar esta postmodernidad desde lo ético sin olvidar:
a) Nuestro mundo actual es más complejo que el de ayer. No insistir en esquemas
cerrados de pensamiento, sino aprender a vivir y resistir las tensiones propias de
sociedades abiertas,

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b) Postular los valores éticos cristianos implica el respeto por la persona humana.
Hablar de ética es hablar de la calidad humana de vida.
c) Debemos vivir conjugando los dos valores fundamentales del Evangelio: el
amor y la justicia.
d) La ética se manifiesta en nuestra espiritualidad y la espiritualidad siempre es
una realidad de relaciones sustentada en valores. Jesucristo es el fundamento y
meta de nuestra fe y de nuestra ética.
 Se dan varias respuestas éticas contemporáneas: Secularizante, fundacionalista y
la holística-contextual.
Secularizante: Crecimiento de la secularización.
Una visión humanista del ser humano y de la historia sin Dios.
Énfasis en los derechos individuales y la tolerancia devaluada.
Fundacionalista: Imposibilidad de vivir sin absolutos éticos, sin marcos
referenciales y sin metas morales. Hay fundamentos
esenciales irrenunciables de nuestra fe. Ante la ansiedad e
incertidumbre del ser humano contemporáneo, se requiere
de respuestas claras y fuertes.
Holística/contextual:No se basa en una epistemología fundacionalista, sino que
Nancy Bedford es integral, Interactúan las metáforas del “edificio” (Rom.
y James McClung 15:20; I Cor. 3:9…), con la imagen de la “familia” en
Efesios 2:19-22. Se enfatiza no solamente la piedra
angular como fundamento (Cristo), lo fundacional, sino el
propósito de la edificación ser morada de Dios. La fe no
sólo como catedral majestuosa, sino como tabernáculo en
movimiento. Se incluye el contexto y la pluralidad. Es una
lectura desde lo cotidiano. Se aceptan los desafíos éticos al
reconocer los dilemas actuales, la necesidad de tener
fundamentos centrales y la relevancia de vivir lo cotidiano
y lo contextual.

Destaco áreas de significado para las iglesias en su labor de promover una ética de vida
en las sociedades actuales:
(1) Ética y conversión: La conversión cristiana es una decisión y una ruptura, pero
es igualmente un proceso que toma toda la vida. En este proceso de crecimiento
hay crisis, rupturas y nuevas decisiones. Hay momentos fuertes y períodos de
debilidad. El itinerario de la conversión es el itinerario de cada persona
individual en su estilo de vida y en sus relaciones con la comunidad. La
conversión entre sus muchas características es un acto ético y el asumir una
responsabilidad moral frente al pecado.
(2) La iglesia como reserva ética y de sentido de vida: Vivimos no sólo una crisis
económica, sino una crisis de valores, una crisis sobre el futuro de nuestras
sociedades. Las iglesias están llamadas a ser “reservas éticas” de la sociedad, a
“liderear” la rebeldía ética que permita al ser humano contemporáneo
reencontrase con los valores de vida. La sociedad se vuelve con expectativas
hacia las iglesias buscando significados éticos.
(3) La ética como campo de misión: Entender la ética como sustento de la misión,
significa una iglesia que basa su misión en el testimonio ético de la comunidad
de fe, significa que el testimonio de la iglesia se nutre de valores éticos y
morales, significa la proclamación y búsqueda de una nuevo imaginario de vida.
Uno de los mayores reclamos de la sociedad actual a la iglesia es sobre valores y

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comportamientos éticos. Sin negar la importancia del trabajo social eclesial, el
requerimiento de sociedades que se fragmentan moralmente, es la búsqueda de
comportamientos centrados en los valores.
(4) La ética como espiritualidad para la vida. La espiritualidad implica un cierto
tipo de conducta que se asienta o se define por las relaciones: “Yo soy yo y mis
relaciones”. La ética cristiana no es un conjunto de normas y reglas morales
estáticas a cumplir (ética normativa), sino una ética que se hace en el camino. La
espiritualidad cristiana se centra en el amor: Ama a tu Dios y ama a tu prójimo.
Si quieres adorar y servir a Dios ama a tu prójimo.
La espiritualidad postmoderna es: subjetiva, lo que prevalece es el
individualismo, se privatiza y la verdad religiosa no se determina ni por la
tradición ni por la institución sino por la experiencia subjetiva. Esta
espiritualidad postmodernista cuestiona nuestra ética cristiana.
El llamado es a promover una espiritualidad que signifique: la expresión del
ágape, el salirnos de nosotros mismos para ir al encuentro del otro/a y no buscar
la espiritualidad solamente en lo subjetivo; el ser comunitario y encarnado; el
impulsar el sentido de misión; el buscar a Dios a través de Jesucristo, pero
también en el ser humano y en el amor al prójimo; lejos de separarnos del
mundo la espiritualidad nos conduce hacia el mundo.

La ética para la iglesia es un tema ineludible, a modo de resumen, señalamos algunos


ejes importantes en cuanto a la ética en la posmodernidad:
 El papel central de la ética de construirnos como personas.
 La dimensión fundamental de la ética en la edificación de comunidades.
 La definición de la ética como el espacio de relaciones con Dios, mi prójimo,
conmigo mismo y la naturaleza,
 Ni el moralismo absolutista, ni el dogmatismo fundamentalista, sin negar sus
aportes, son suficientes para responder con una ética significativa para el ser
humano contemporáneo y los retos que nos plantea la sociedad, la ciencia y los
propios desafíos del modelo económico impuesto.
 La necesidad de vivir una ética en tensión entre: Lo restrictivo y, lo
constructivo, lo contextual y lo universal, lo personal y lo social.
 El sentido pastoral de un curso de ética en un triple carácter: dar sentido y
significado moral a nuestras vidas como hombres y mujeres de fe, avanzar
juntos como personas e iglesias en el procesos de santidad y santificación y,
acompañar a la iglesia como “reserva ética” en nuestra sociedad.

Israel Batista.
Septiembre 2014

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