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El movimiento bíblico
El Movimiento ecuménico
En el siglo 19 y principios de siglo 20, surgió entre las iglesias protestantes un movimiento
de apoyo mutuo en el campo de las misiones, en territorios coloniales. Esto dio pie a
unos esfuerzos ecuménicos de cada vez mayor envergadura con el paso del tiempo. En
tierras extrañas, en sociedades hasta abiertamente hostiles, como en la China, la India,
Japón, África, los misioneros cristianos unían esfuerzos en una causa común, la difusión
del Evangelio. En ese momento caían en cuenta de que en el fondo se trataba de ser
buenos cristianos y el resto son detalles. También Durante los años de guerra surgió de
nuevo la necesidad de una acción concertada entre católicos, protestantes y judíos en
defensa propia y de los valores evangélicos. En ocasiones esto se dio en los campos de
prisioneros y en los campos de concentración
En la Conferencia Mundial de las Misiones de Edimburgo de 1910 se adelantó la idea de
unas conversaciones. En 1920 el Sínodo Ortodoxo de Constantinopla publicó una
encíclica en la que sugirió una “comunidad de iglesias”, similar a la Liga de Naciones
(similar a las Naciones Unidas). Por su parte el Vaticano prohibió todo tipo de
cooperación con los no católicos. En 1927 el papa Pío XI publicó la encíclica Mortalium
Animos, en que sugirió que parecía ver una herejía nueva en esos esfuerzos
ecuménicos, “la herejía del pan-cristianismo”.
Con este documento se prohibió todo contacto con las iglesias no católicas para
propósitos ecuménicos. No obstante, el Papa Pío XI se dejó persuadir para establecer
un grupo de estudio sobre la unificación con las iglesias orientales. Esto animó al
entonces muy conocido cardenal Mercier de Bélgica para intentar un diálogo de
cooperación cristiana con la iglesia católica inglesa, o iglesia anglicana. Roma no
comentó sobre esto, a pesar de haber mostrado antes hostilidad hacia la Iglesia
anglicana. De inmediato el Santo Oficio del Vaticano impuso una orden tajante de no
cooperar con esa organización.
El Vaticano se mantuvo alejado de todas las iniciativas ecuménicas que se dieron. Sin
embargo, ya a nivel personal laicos y clérigos y seminaristas habían participado en
acciones y actividades en conjunto con miembros de otras denominaciones, durante la
Guerra y en los años de la postguerra.
Por su parte, Monseñor Roncalli (futuro papa Juan XXIII) que por aquellos años fue
nuncio apostólico en Bulgaria, Turquía y Grecia, participó en varias acciones en defensa
de miembros de otras iglesias, particularmente, iglesias orientales. Más tarde, cuando
fue nuncio en Francia, se cuenta que en una actividad diplomática coincidió con un grupo
de no católicos. Les invitó a reunirse para dialogar y ellos entonces objetaron, “porque
hay tantas cosas que nos separan…”. Monseñor Roncalli les dijo, “Nos separan muchas
ideas, pero qué son las ideas entre amigos…”.
El futuro papa Juan tenía claro que el cristianismo no es una doctrina, sino un camino,
una vivencia, un pertenecer al “Pueblo de Dios en marcha”, que es como lo definiría el
Concilio luego. De esta manera SS Juan XXIII recibió con buenos ojos la propuesta del
cardenal Agustín Bea para fundar el Secretariado para la promoción de la unidad de los
cristianos. Nótese que no se le llamó Secretariado para la “reunificación” de los
cristianos. Esto hubiera implicado que para poder “reunificarse” cada iglesia tendría que
someterse al Papa. La “unificación” de los cristianos implica que no hay que perder la
propia identidad como iglesia para estar en comunión con las demás iglesias. Fue
solamente después del Concilio Vaticano II que la Santa Sede comenzó a establecer
contactos oficiales con el Consejo Mundial de Iglesias, a partir de 1966.
El movimiento litúrgico
En las primeras décadas del siglo 20 el movimiento litúrgico se desarrolló sobre todo en
el monasterio benedictino de Maria Laach, en Alemania. A través de sus investigaciones
cayeron en cuenta que el modelo litúrgico no podía ser la Edad Media y que las
tradiciones medievales. Dos monjes de María Laach que se destacaron por sus
publicaciones fueron Odo Casel y Romano Guardini. Odo Casel asoció la liturgia a los
cultos mistéricos de la Antigüedad, y en esa línea desarrolló reflexiones en torno al
sentido de la liturgia como celebración de los sagrados misterios. Su trabajo abrió el
camino para la comprensión del misterio del cuerpo místico de Cristo en los fieles. Por
su parte Romano Guardini publicó El espíritu de la liturgia en 1923, que de inmediato se
convirtió en un clásico.
Y este no es el único caso en que se dan este tipo de innovaciones, es más, fueron con
el beneplácito de la santa sede, en 1947 se empezó a dar los rituales bilingües en
Bélgica, Suiza, Canadá; para 1950 en Estrasburgo; 1950 en india; portugués en Brasil;
Maratí también en india. En 1958 se da el misal totalmente en chino, en 1949
proclamación de las lecturas en lengua moderna, en Agra, 1958 Polonia, 1962 en
Francia, 1957 Alemania y más. Lo anterior se debe a la encíclica Mediator Dei, la cual
da paso al uso de la vernácula, claro con la aprobación de la santa sede, éste mismo
apartado se encuentra en la SC.
SS Pío XII alentó el movimiento litúrgico mediante dos encíclicas, Mystici Corporis en
1943, y Mediator Dei en 1947. Esta última reconoció el movimiento en cuanto tal y,
aunque con precauciones, alentó la innovación. En 1947 la Conferencia episcopal de
Bélgica solicitó permiso para la celebración de misas vespertinas los domingos y días de
fiesta, lo que le fue concedido. En 1953 esto se amplió a la iglesia universal. De igual
modo los obispos de Francia, Alemania y Austria pidieron en 1950 la restauración de la
vigilia pascual para el sábado por la tarde/noche. Ello les fue concedido y la medida fue
ampliada a la iglesia universal en 1955. En 1957 también se acortó el tiempo del ayuno
eucarístico.
Valga señalar que tanto la Iglesia Episcopal como la Iglesia Luterana de los Estados
Unidos también tuvieron sus movimientos litúrgicos, sobre todo a partir de la década de
1940. Casos similares se dieron en otras iglesias de la Reforma. Téngase presente
también que el Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica ha tenido un impacto entre las
Iglesias cristianas. Por ejemplo, la Iglesia Episcopal, lo mismo que la Iglesia Metodista
adoptaron el ciclo de lecturas bíblicas que se estableció en la Iglesia Católica, repetido
cada tres años. Igualmente, más de una denominación de corte calvinista (como en
algunas congregaciones de la Iglesia Bautista estadounidense) ha optado por celebrar
con mayor frecuencia el servicio de la Cena del Señor, cosa que antes se daba
esporádicamente o sólo una vez al año, el Jueves Santo.