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1. Presenta un análisis crítico sobre los aspectos planteados.

Incluye sugerencias para mejorar la educación ciudadana.

Sin lugar a dudas, La Educación Ciudadana ocupa un rol fundamental en aquellas


sociedades en las que se goza de libertades civiles, sociales, políticas y
económicas. En éstas, los ciudadanos son sujetos “fruto” de la democracia y
asimismo “para” la democracia por lo que es preciso aprender a vivir en ella.
Asimismo, el importante déficit en la participación política y la deserción de los
compromisos sociales colectivos, justifican el imperativo ético de la Educación
Ciudadana como una necesidad básica para el sostenimiento y fortalecimiento de
la democracia.

En tanto vivimos en una sociedad, si existe un rol que compartimos todos los
seres humanos es el de “ciudadanos y ciudadanas”. Éste no sólo es común a
todas las personas, sino que es connatural a su esencia: somos seres “para” el
encuentro, que nos completamos en la vinculación con los demás, y con ese ser
comunitario que conocemos como “sociedad”. Rol indelegable que se materializa
en la conciencia de cada cual, y que necesariamente nos acompaña mientras
tengamos vida. Rol que implica una responsabilidad fundamental de cara tanto al
proyecto personal, como al proyecto comunitario, en los que se teje la democracia
como un estilo de vida.

El ciudadano de la democracia no nace sabiendo cómo debe desempeñar su rol.


Tampoco le es fácil aprenderlo de su entorno, dada la ambigüedad que caracteriza
el discurso y la práctica de sus referentes políticos y sociales. La sociedad
demanda que participe y se responsabilice de los asuntos comunitarios, pero éste
desconoce qué hacer y cómo debe participar. Aprendemos a ser ciudadanos y
ciudadanas de forma gradual, en la práctica. La ciudadanía se vive y aprende
desde el seno de la familia, en la interacción continua entre padres y hermanos.
Se desarrolla y practica en la escuela, mediante los procesos de socialización,
participación reflexión, y resolución de conflictos. Y se fortalece y ejerce en el
ámbito de la sociedad, donde encuentra su máxima realización. Familia, escuela y
sociedad, por tanto, están llamadas a ser grandes maestras en el ámbito de
ciudadanía.

Gracias a la Ordenanza 3-99, la Educación Cívica en la República Dominicana


tomó un nuevo rumbo. Mediante ella, en 1999 la Secretaría de Estado de
Educación incluyó la asignatura Educación Moral y Cívica como parte del currículo
oficial para todos los grados (1ero-12mo) de las escuelas públicas y privadas de
nuestro país. Esto implicó un importante paso de avance. Durante las cuatro
décadas anteriores la Educación Cívica quedó a merced de la formación del
hogar, o bien de las escuelas que la asumían como parte de su currículo
particular. Los intentos de incluir la Educación Ciudadana como un Eje Transversal
a partir de la Transformación Curricular del Plan Decenal (1992) no fue asumida
del todo por los docentes.
2. Analiza la situación social y democracia que se vive en América
Latina y El Caribe. Mediante un croquis, presenta los países que
viven en democracia en América Latina.

La transición democrática en América Latina ha hecho progresos importantes a lo


largo de las últimas dos décadas. Sin embargo, en toda la región subsisten
marcados déficits sociales. En este artículo se analiza el papel de la desigualdad
en la debilidad de las democracias del subcontinente latinoamericano.

En los últimos treinta años América Latina ha experimentado la transición y la


consolidación democrática. Se han producido grandes avances para garantizar el
derecho universal al voto, elecciones libres y transparentes y el acceso y la
permanencia en el poder de los cargos elegidos; sin embargo, estos elementos no
son suficientes para garantizar la solidez de los regímenes democráticos. Los
acontecimientos recientes de Honduras son emblemáticos del riesgo de un
retroceso autoritario y cómo éste puede materializarse de manera repentina.

La democracia en América Latina presenta elementos de debilidad relacionados


con la incapacidad del Estado de extender los derechos humanos fundamentales
a toda la población, requisito fundamental para convertir a los habitantes de un
estado en ciudadanos a todo efecto y para garantizar la cohesión social, la
participación, el sentido de pertenencia de la población hacia el Estado y el apoyo
estable de la población a esa democracia, es decir, como elemento legitimador.

Pese a las diferencias entre todos los países de América Latina, algunas
características comunes explican la debilidad democrática; la desigualdad es la
más relevante, pues los mayores niveles de concentración de la riqueza mundial
se encuentran en esa región. Las implicaciones son muy relevantes, pues la
desigualdad que caracteriza a los países latinoamericanos se relaciona con la
subsistencia de bolsas de pobreza e indigencia que chocan con los valores
medios de riqueza de los países, siendo la mayoría de ellos de renta media y, en
algunos casos, alta.
Se trata de una pobreza y de una desigualdad multidimensional, que a la escasez
económica agregan la falta de acceso a las necesidades y a los servicios básicos,
la falta de oportunidad, la exclusión social y la discriminación. La discriminación
social afecta a una pluralidad de grupos sociales (pobres, indígenas, campesinos,
mujeres), creando así una masa enorme de excluidos.

La desigualdad afecta también, de manera directa, a las dinámicas políticas y la


posibilidad de acceso al poder por la población. De hecho, la concentración de la
riqueza y del poder implica el uso de instrumentos que permiten a los grupos
privilegiados reproducir el statu quo. Esos instrumentos están representados
principalmente por la violencia y la corrupción, fenómenos que alcanzan niveles
elevadísimos en la región.

La inseguridad social es una de las mayores preocupaciones de la población


latinoamericana, que además desconfía de la capacidad del Estado de
desempeñar su función clave de protección.

Por otro lado, la corrupción debilita la cohesión social y reduce la posibilidad de


construir un pacto social sólido entre la población. La desigualdad, a través de
múltiples canales, impide la creación y consolidación de una base social bastante
amplia capaz de sustentar el desarrollo de democracias sólidas y efectivas.

En las siguientes líneas, se tratarán algunos de estos temas, pues el objetivo de


este artículo es evidenciar como, sin una acción decidida sobre las desigualdades,
la democracia en América Latina tiene un destino muy incierto.
Países que viven en democracia en
Latinoamérica
Se divide en

Perfecto Imperfecta
Hibrido

Chile (7,80)
Uruguay
Ecuador
8,03
(5,87)
Brasil (7,38)
Costa
Rica 8,17 Honduras
(5,84) Panamá (7,24)

Guatemala
(5,81) Argentina
(6,84)

Bolivia (5,79) México (6,68)

Nicaragua
Colombia (6,55)
(5,32)

Venezuela Perú (6,54)


(5,07)

El Salvador
(6,53)

Paraguay (6,26)
3. Resuma en qué consiste la Ordenanza 3-99.

ORDENANZA No. 3’99. Que modifica los artículos nos. 19,23 y 24 de la


ordenanza no. 1’95 que establece el currículo para la educación inicial, básica,
media, especial y de adultos del sistema educativo dominicano. Considerando.
que la sociedad dominicana requiere fortalecer su sistema de valores éticos,
morales y ciudadanos, a fin de contrarrestar conductas negativas que en
diferentes modalidades y desde diferentes ámbitos afecta a las familias
dominicanas. Considerando. que el sistema educativo y particularmente la
escuela, debe realizar ingentes esfuerzos para fortalecer la formación moral y
ciudadana de nuestros jóvenes, a fin de evitar que en éstos se produzca un
proceso de pérdida de valores, como consecuencia de la transculturación y
difusión de modismos que entrena en contradicción con nuestros principios y
costumbres. Considerando. que diferentes sectores de la sociedad y en
especial los participantes del dialogo nacional requieren de amanera permanente
que se incorpore a la enseñanza la educación moral y cívica, la cual había
desaparecido como asignatura de los planes de estudios.

Gracias a la Ordenanza 3-99, la Educación Cívica en la República Dominicana


tomó un nuevo rumbo. Mediante ella, en 1999 la Secretaría de Estado de
Educación incluyó la asignatura Educación Moral y Cívica como parte del currículo
oficial para todos los grados (1ero-12mo) de las escuelas públicas y privadas de
nuestro país. Esto implicó un importante paso de avance. Durante las cuatro
décadas anteriores la Educación Cívica quedó a merced de la formación del
hogar, o bien de las escuelas que la asumían como parte de su currículo
particular. Los intentos de incluir la Educación Ciudadana como un Eje Transversal
a partir de la Transformación Curricular del Plan Decenal (1992) no fue asumida
del todo por los docentes. Cuarenta años sin Educación Cívica nos marcaron de
manera radical. ¿Cómo podrá un docente enseñar a sus discípulos el arte y las
destrezas para ser un “ciudadano responsable” si no fue formado para tal? De ahí
que lamentablemente nuestro pueblo aún está en una fase inicial de alfabetización
moral y social en materia de ciudadanía.

En nuestro país urge el aumento de nuestro “capital cívico”. Este capital está
compuesto por las virtudes cívicas, los conocimientos las actitudes y las
competencias de los ciudadanos y las ciudadanas. Y es la escuela la que
constituye el lugar idóneo para el desarrollo de este capital, tanto a través del
ámbito curricular como del institucional. La vida del centro educativo, como un
grupo que comparte normas y valores, es la que genera una genuina Educación
Cívica. Para el logro de las competencias ciudadanas es necesario desarrollar
prácticas innovadoras en los gobiernos estudiantiles, así como aprender a vivir en
un mundo compartido con otros. Es impensable formar en ciudadanía sin asumir
como escenario la interacción natural entre los miembros de una comunidad. La
escuela es, por tanto, un nido de cultura democrática y el contexto ideal para la
formación ciudadana.

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