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Neville Goddard

Neville Lancelot Goddard, conocido también simplemente como “Neville”, fue uno de los
divulgadores y estudiosos de las corrientes filosóficas del Nuevo Pensamiento más
carismáticos e influyentes del siglo XX. Mediante sus sencillas pero elegantes conferencias
de no más de una hora de duración, Neville fue capaz de transmitir a sus seguidores una
nueva visión sobre las relaciones entre el hombre y Dios. Escribió más de diez libros y
pronunció miles de conferencias desde el año 1930 hasta el año de su muerte en 1972.

Conocemos más de su obra que de su vida, y prácticamente todo lo que se sabe de su


biografía es gracias a sus conferencias.

Neville Goddard nació el 19 de febrero de 1905 en St. Michael, Barbados (Antillas


Británicas), hijo del comerciante Joseph Nathaniel Goddard y su esposa Wilhelmina Nee
Hinkinson. Neville era el cuarto hijo en una acomodada familia de nueve niños y una niña.

De niño, jugando con dos de sus hermanos mayores en la playa se encontraron con una
anciana que vivía sola sobre las dunas de arena. Ella era conocida por sus dotes de
adivinación, así que se acercaron a ella para que les pronosticara el futuro. A los
hermanos mayores les auguró que se convertirían en influyentes profesionales: uno sería
médico, otro sería un gran empresario… pero cuando le tocó el turno a Neville, cambió su
tono de voz y le dijo que en el futuro viajaría a una tierra lejana en la que se quedaría a
vivir para siempre pues allí tenía que completar una misión especial ordenada por Dios.
En 1922, a los diecisiete años, Neville Goddard viajó a los Estados Unidos a bordo del SS
Vasari con la intención de estudiar teatro y ser actor en Nueva York. Sus comienzos
fueron duros, trabajando en diversos comercios y grandes almacenes de la ciudad
ganando no más de 15 dólares semanales, hasta que al fin, tuvo la oportunidad de trabajar
en el teatro como bailarín, formando pareja profesional y sentimental con una bailarina de
origen inglés, con la cual se casó y tuvo un hijo.

En 1925, el matrimonio viajó a Inglaterra y recorrieron el país durante todo un año, gracias
a su profesión. Allí, Neville conoció algunos fundamentos de la investigación
psíquica. Tras regresar en 1925 a los Estados Unidos, su interés por el misticismo
aumentó a medida que disminuía su pasión por el mundo del teatro. Así pues, cuando la
Gran Depresión de 1929 arruinó el país y la gran mayoría de teatros cerraron, la carrera
profesional de Neville como bailarín se acabó para siempre, y con ella también finalizó su
primer matrimonio.
En esos tiempos se hizo íntimo amigo de un aspirante a sacerdote católico, el cual iba a
influir de manera notable en su vida. Mientras este amigo estudiaba para sacerdote, su
padre, el cual era un rico hombre de negocios, falleció repentinamente, dejándole en
herencia una fortuna de miles de dólares. El amigo de Neville, de repente abandonó sus
estudios religiosos y su vocación sacerdotal para dedicarse a gastar su dinero en todo tipo
de placeres y caprichos. Neville perdió la admiración y el respeto que sentía por este
amigo, debido a esos excesos inapropiados para aquellos tiempos de crisis ya que el país
y muchos de sus ciudadanos estaban pasando grandes necesidades.

Así que cuando este amigo le pidió en reiteradas ocasiones que lo acompañara a unas
clases místicas a las que estaba asistiendo, Neville siempre encontraba excusas para
negarse a hacerlo. Pero un día Neville no pudo excusarse más, y tuvo que asistir a
regañadientes a una de esas clases, impartida por un excéntrico rabino etíope llamado
Abdullah.

Cuando la clase finalizó, el maestro Abdullah se acercó a Neville y, tomándole la mano, le


dijo:

«¿Dónde has estado? Llegas con seis meses de retraso.»


Muy sorprendido, Neville le preguntó de qué le conocía y cómo sabía que él iba a venir. A
lo que Abdullah respondió: “Los hermanos me lo dijeron hace seis meses”.

Desde ese momento, Neville se dedicó en cuerpo y alma a recibir las enseñanzas de
Abdullah. Con él, aprendió hebreo, estudió la cábala, el significado simbólico oculto de las
Sagradas Escrituras y la ley de la conciencia, estableciendo las primeras bases
de la filosofía del pensamiento creativoque más tarde Neville desarrollaría más
profundamente.

El maestro Abdullah le enseñó a vivir como si sus objetivos se hubieran cumplido, y a


mantenerse fiel a una idea. Decía que no atraemos lo que queremos, sino lo que
creemos que es verdad. Siguiendo estas ideas, Neville Goddard afirmaba haber
experimentado importantes cambios en su vida.

En 1930, Neville Goddard comenzó a dar conferencias en una pequeña habitación de un


edificio público Nueva York. Al principio reunía a muy poca gente pero, gracias a su
carisma y a su don de palabra, poco a poco fue calando su mensaje, ganándose la
confianza del público y consiguiendo finalmente grandes audiencias. En una de sus
conferencias conoció a una joven diseñadora que asistía como público, la cual acabaría
siendo su segunda esposa con quien tuvo una hija llamada Victoria.
Durante años viajó por todos los Estados Unidos transmitiendo sus ideas a quien quisiera
escucharlas, hasta que, en 1950, decidió establecerse finalmente en Los Ángeles,
California. Allí daba conferencias regularmente en el Wilshire Ebelle Theatre, recinto que
siempre abarrotaba de fieles seguidores. En las décadas de 1960 y 1970, impartía sus
conferencias prácticamente sólo en las ciudades de Los Ángeles, Nueva York y San
Francisco.

Neville nunca alcanzó la inmensa fama o reputación de algunos de sus contemporáneos,


como Norman Vincent Peale o Ernest Holmes. Aun así, en el apogeo de su carrera su
mensaje llegó a muchos cientos miles de personas, si no a millones.

Neville Goddard murió a los 67 años de edad el 1 de Octubre de 1972, en Los Ángeles. En
sus últimos años de vida él dijo: “Yo sé que me queda poco tiempo. He acabado la misión
que se me había encomendado y ahora estoy listo para partir. Sé que no regresaré más a
este mundo tridimensional porque La Promesa se ha cumplido en mí. En cuánto al lugar al
que voy, ya conoceré lo que hay en él de la misma forma que os he conocido aquí,
porque todos somos hermanos, unidos en un amor infinito.

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