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POESÍA, MÍSTICA Y EROTISMO
Manuel Ángel Vázquez Medel
Catedrático de Literatura Española
Universidad de Sevilla
A Rafael Mírquez y a Carlos Peinado Elliot
inspirada por los dioses; pero, al utilizar palabras para imitar o reflejar el
mundo material, a su vez pálido reflejo de la verdadera realidad de la Idea,
nos aleja un grado del que ha de ser el objeto último y destino (esencial) de
la existencia. Sin embargo, ejerce sobre nosotros su fuerza magnética y,
como los anillos o círculos de Heraclea, deja pasar la última vibración hacia
sus receptores, hacia sus oyentes, pues hablamos de poesía en un mundo de
tradición oral.
Si el poeta nos aleja un grado de la verdadera realidad, el crítico que
glosa al poeta nos sitúa aún más lejos. Por ello, en la ciudad ideal, en la
República, el crítico no debe ser recibido con honores y ungido como el
poeta, para expulsarle luego (ya sabemos que los poetas son peligrosos).
Simplemente, no debe dejársele entrar. La acción crítica es, en principio,
una acción extramuros de la ciudad ideal, en la que sus servicios no deben
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ser requeridos. En la República perfecta cada cual debe tener la capacidad
de analizar, interpretar y valorar los discursos que recibe.
Los críticos somos, pues, seres subsidirarios y parásitos. Nuestros
discursos con pocas excepciones no se sostienen en sí mismos, aunque
validan por su función mediadora, reveladora (y no veladora, como suele
ser frecuente) del discurso poético. Por ello, todo lo más, la crítica
obstáculos que impiden que el magnetismo del poeta nos imante y nos haga
Alonso: se trata de limar el óxido, la pátina que ha ido cubriendo la obra, o
suscitar en nosotros la capacidad de establecer las relaciones necesarias
para que surja la experiencia poética; para que se dé la comunión de esos
dos ámbitos (horizonte creativo y horizonte de recepción) que se funden en
interpretaciones o, más bien, la interpretación de un poema debe ser hecha
no por el poeta sino por el lector” [OP: 821]. Por otra parte, como decía
sustitución del mythos por el logos: “Presocrático en el sentido más osado
de un término que hará sonreír a aquellos que se bañan demasiado en el río
de la historia y del “progreso”, el pensamiento de Paz asciende hacia el
canto total del ser, así como su poesía es una búsqueda obstinada del
sentido extremo de las cosas: mujer, pájaro, destino mexicano, porvenir de
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América Latina”. Habría que añadir que Paz, como otros pocos grandes
creadores e intelectuales del siglo XX busca, obstinadamente el sentido de
la existencia desde la situación concreta y tangible; que pocos como él han
sabido calibrar el peso de la circunstancia en la evolución de la vida y de la
poesía, para apuntar siempre mucho más allá de ella. Canto total del ser,
desde nuestra experiencia tangible de los entes.
Hoy decimos –creo que acertadamente que para captar la poesía,
palabras que se tejen en el poema (esas que Lotman asignaba al sistema
“competencia lingüística”, sino que es necesaria la “competencia literaria”
competencia, que tal vez tenga algo de innato, pero mucho de adquirido, es
concreta y precisa, sobre todo para quien, como Mallarmé, busca dar un
sentido más profundo a las palabras de la tribu: hay que haber adquirido
paciencia y la atención simpatética son las más importantes). El poeta ha
secundaria) que, sin embargo, no tiene por qué alejarnos de los misterios de
incrementar (cuando no a adquirir casi enteramente) nuestra competencia
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lectora, desvelándonos qué relaciones hemos de activar para que el discurso
poético adquiera en la limitada medida de lo posible su más preciso y
pleno sentido que, en todo caso, será ya tarea de cada lector en cada
explica, sino que nos implica: nos hace entrar en su espacio, en su plexo. Y
de él salimos transformados y renovados. He aquí la profunda capacidad
dimensiones de lo humano: memoria, entendimiento, voluntad y fantasía.
Pocos teóricos y críticos del siglo XX han cumplido con esta noble
tarea tan admirablemente y con tanta conciencia como Octavio Paz. Resulta
difícil si no imposible encontrar mejor intérprete de la evolución de la
poesía en la modernidad y en la contemporaneidad: en él encontramos no
sensibilidad para arrancar los últimos matices de la comunicación poética,
sino también una riqueza de expresión crítica que en algunos momentos nos
acerca a la pura fruición estética. En el prólogo a ese excelente ensayo
afirma:
Pocas veces en la historia de la lengua española se ha dado
el caso de una obra como la de Octavio Paz, que haya alterado no
sólo el curso de la literatura escrita en castellano, sino también el
totalidad, es fundamental para entender el camino que ha seguido
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la poesía y el pensamiento literario de este siglo. Posiblemente,
uno de los motivos que han hecho que esa obra tenga la
importancia que tiene ha sido su carácter universal.
Por ello no creo que pueda ofrecerle mejor tributo de admiración y
gratitud que aproximarme a su poesía, al núcleo de su poesía, desde su
irrepetible). Cada vez que sea posible, dejaremos que su palabra surja en
interés de estas reflexiones.
Nadie que conozca la obra de Octavio Paz puede extrañarse de que
estas tres palabrasclave (Poesía, Mística, Erotismo) que articulamos en el
título de esta aportación aparezcan asociadas para caracterizar la esencia
porque existe también una dimensión cultural, social y política en el más
amplio de los sentidos que acompaña constantemente su creación. Pero sí
armonía pasión y paradoja) a los que Rachel Philips se refería, al analizar
la creación de Paz hasta finales de los sesenta, en su conocida obra, cruzan
constantes, por encima de las variables de temas y estilos, de matices y
preferencias, en cada una de sus estaciones poéticas, y se acentúan en su
producción última. Su baudeleriana creencia en la analogía universal, su
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constante anhelo de armonizar los contrarios sin disolverlos, su propia
formación en la que apreciamos la conciliación de una pluralidad de voces,
y a la que no es ajena su experiencia de la India, son los motores mismos de
su palabra poética.
Ya desde el comienzo poético sancionado por el autor más allá del
diciéndonos: “Allá donde terminan las fronteras, los caminos se borran.
estrellas, de palabras, de la respiración de un agua remota que me espera
comienzo del alba. “Todo desemboca dirá más adelante en esta eternidad
que no desemboca”. Y finaliza el prólogo con el que se ha convertido en su
lema poético: “Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad
que se inventa y me inventa cada día” [OP: 1718]. Pero Palabra con
mayúsculas; palabra esencial que acalla todo rumor y que se levanta en el
silencio para poblarlo de plenitud de sentido, de un sentido irreductible a
cualquier construcción social del significado. Búsqueda de sentido como
heideggeriano), clave del decir y anhelo nunca dicho, que se aleja cuando lo
toca la palabra.
Nos dice Paz en El arco y la lira, a propósito de Mallarmé:
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“Todo silencio humano contiene un habla. Callamos, decía
sor Juana, no porque no tengamos nada que decir, sino porque no
sabemos cómo decir todo lo que quisiéramos decir. El silencio
sentido latente. El silencio de Mallarmé nos dice nada, que no es
lo mismo que nada decir. Es el silencio anterior al silencio” (OC,
I: 79).
incisiones en la carne del tiempo:
¿Quien canta en las orillas del papel?
Inclinado, de pechos sobre el río
de imágenes, me veo, lento y solo,
de mí mismo alejarme: letras puras,
constelación de signos, incisiones
en la carne del tiempo, ¡oh escritura,
raya en el agua! (“Arcos”, OP: 42)
Es la visión heraclitiana de una poesía que se concibe –tal es la visión
machadiana como palabra en el tiempo, pero herida por lo que trasciende
al tiempo.
En el arranque de su peculiar recorrido dialógico por la vida de Paz,
incluido en Libertad bajo palabra:
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Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias.
El sexo de la amada aparece expresado, en efecto acumulador, por
imágenes que harían las delicias de la psicocrítica freudiana: pozo y bahía,
caballo de espuma.
dondesehacenlashostias...” Y añade a este verso que, obviamente, no
aparece silabeado en el texto de Paz: "Repetía la frase despacito, no la he
olvidado, la repetía absolutamente segura de condenarme. ¿Cómo podías
haber cometido semejante sacrilegio?" (E. Poniatowska, 1998: 11). Pero
no: no se trata de un sacrilegio, de una profanación de lo sagrado. Muy al
contrario es el fulgurante descubrimiento de la presencia de lo sagrado en el
espacio mismo de la carne. En el sexo. Una vía (la sacralización de lo
profano) nada ajena a alguna de las formas más elevadas y ricas de las
tantrismo).
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Poniatowska temía condenarse al repetir las palabras mágicas que,
por otro lado, acudían excitantes a sus labios. Pero salvarse o condenarse,
virtuales, diríamos hoy, porque la palabra pone entre paréntesis sus propios
referentes, al reclamar la atención sobre sí misma (no olvidemos que en
ello, precisamente, consiste la función poética según Roman Jakobson) y
desde allí nos remite a un espacio otro. Yo mismo me permití decir en el
poema "La luz de tu mirada" de Pájaro de la noche:
Y cuando te presiento,
la luz de tu mirada
me conduce al abismo.
Una palabra tuya
bastaría para perderme.
Pero no. Todos intuimos que no sólo es cuestión de palabras; que aquí este
abismo puede ser la cumbre luminosa del mismo cielo; que esta perdición
significativos versos:
Patria de sangre,
única patria que conozco y me conoce,
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única patria en la que creo,
única puerta al infinito.
Puede ser y así es cuando se vive en una dinámica de conjunciones y
disjunciones la experiencia erótica, el sexo mismo de la amada, una puerta
al infinito; el único cobijo posible; una llamada a la plenitud. Por eso nos
dejó dicho en otro poema anterior que:
Un cuerpo, un cuerpo solo, sólo un cuerpo,
un cuerpo como día derramado
y noche devorada
es fusión de contrarios y puede ser contemplado en cada uno de sus detalles
que revelan la plenitud del todo; finalmente,
Esto que se me escapa,
agua y delicia oscura,
mar naciendo o muriendo;
estos labios y dientes,
estos ojos hambrientos,
me desnudan de mí
y su furiosa gracia me levanta
hasta los quietos cielos
donde vibra el instante:
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la cima de los besos,
la plenitud del mundo y de sus formas. (OP.: 2930)
erotismo, cada una de ellas, a su vez, formas de fusión (de palabras, de
entes en el ser, de cuerpos) y por tanto de intuición de la realidad última,
del orden implicado que lo sostiene todo, del Uno.
Solórzano, en un interesante artículo, ha analizado la relación entre
amor y poesía en Paz desde la perspectiva de la analogía, y concluye:
Hemos tratado de tender los puentes para iniciar el análisis
de la poética de Octavio Paz como una fusión el discurso poético
metapoesía, avanzan más allá de sus postulados para ubicarnos
en una atmósfera particular, única. Son maneras de ver el mundo
y de entender el mundo: son el mundo, un universo, un conjunto
conjunción de los géneros, de los estilos, de las filosofías: La
llama doble y “Carta de creencia”, por ejemplo, son una y la
misma, dos caras de una moneda, dos extremos que en el tiempo
circular se confunden y se tocan, se trastocan: el ensayo paciano
es poético y es una apuesta por la dimensión del ser humano en
su coyuntura existencial y social; su poesía es reflexión y una
manera de entendernos y aceptar la comunión de los opuestos.
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Octavio Paz ha reunido en el volumen décimo de sus Obras
Completas, titulado Usos y símbolos, los ensayos que más tienen que ver
con nuestro tema y que, a decir del propio autor, son algunos de los que
doble, Conjunciones y disjunciones siente debilidad: "los quiero dice
porque expresan ciertas preocupaciones que me han acompañado a lo largo
de mi vida y porque exploran temas que han sido el teatro, a veces diurno y
otras nocturno, de mis reflexiones". El asunto de estas reflexiones aclara,
"a pesar de su diversidad, es invariablemente los otros (...) La otredad no
pluralidad" (OC. 10: 1920). Es, precisamente ese juego entre identidad y
diferencia je est un autre, nos dejó dicho Rimbaud, entre unidad y
pluralidad la esencial heterogeneidad del ser de que nos hablaba Machado
o la pluralidad de yoes en el juego heteronímico pessoano que tan bien
entendió Paz el que cruza toda la buena poesía de nuestro siglo. Pero es
también Vislumbres de la India la multiplicidad de las cosas que, como
velo de Maya, encubren la única realidad del nirvana, de la suprema unidad
de todo, o más bien, de la Nada.
Sabemos que el origen de La llama doble se encuentra en su ensayo de
1960 Un más allá erótico: Sade, en el que se propone trazar las fronteras
entre la sexualidad animal, el erotismo humano y el amor. Desde aquellas
primeras páginas deja su posición muy clara:
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“nada más natural que el deseo sexual; nada menos natural
que las formas en que se manifiesta y satisface (…) el erotismo
no se deja reducir a la pura sexualidad animal. Entre uno y otra
hay una diferencia que debo llamar esencial (…) El erotismo es
esencia propia (…) El erotismo no es una simple imitación de la
imaginación erótica. El erotismo es imaginario: es un disparo de
la imaginación frente al mundo exterior” (OC, 11: 43 y 47).
imperativo, que el erotismo humano, que lleva más allá (por eso es metá
fora), a través de la imaginación lo que inicialmente era puro instinto, puro
deseo material.
convergentes, a la recuperación de una Unidad perdida: la palabra poética
acto de decir; porque persigue el silencio fundante de toda palabra y, desde
él, desea decirlo todo en un gesto que no degrade ni el decir ni lo dicho; la
experiencia mística, porque en ella se transcienden todas las dualidades y se
franquean las simas que separan lo Uno y lo múltiple, lo subjetivo y lo
objetivo, el día y la noche; el erotismo (tallo) porque, como sublimación y
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humanos no conocemos en plenitud, aunque nos sentimos llamados hacia
él.
Amor:
reconciliación con el Gran todo
y con los otros,
los diminutos todos
innumerables.
Volver al día del comienzo.
Al día de hoy.
[“Carta de creencia, OP: 777778]
Poesía, mística y erotismo apuntan, pues, de diversas maneras hacia ese
amor fundante y hacia ese amor fundente que sólo puede surgir de una ética
uterum, de un vaciarnos en el foco mismo de nuestro plexo, en el que lo
acogemos todo. Por ello, el impulso poético, místico y erótico, cuando se
poder más que del ser, se desvirtúan como retórica hueca y vacía, como
pornografía.
En el Liminar a La llama doble. Amor y erotismo, obra en la que se
nos ofrece el fuego primordial de la sexualidad como llama doble de la vida
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(llama roja de erotismo y llama azul y trémula de amor), Octavio Paz nos
recuerda que comenzó a escribir realmente ese libro en su adolescencia
(OC., 10: 211):
Pasaron los años. Seguí escribiendo poemas que, con frecuencia,
eran poemas de amor. En ellos aparecían, como frases musicales
cristalización de mis reflexiones. No le será difícil a un lector que
correspondencias entre ellos y estas páginas. Para mí la poesía y
el pensamiento son un sistema de vasos comunicantes. La fuente
de ambos es mi vida: escribo sobre lo que he vivido y vivo. Vivir
es también pensar, y a veces, atravesar esa frontera en la que
sentir y pensar se funden: la poesía.
concepción de la palabra poética para Octavio Paz, que tiene su raíz y
fundamento en la vida misma, que nos ofrece la posibilidad de sentir y de
pensar, de experimentar la verdad, la bondad y la belleza. Pero todo ello es
siempre contemplado bajo la mirada profunda del amor, como si este fuera,
en última instancia, el fundamento mismo de esa voluntad de vida y de esa
voluntad de sentido, que experimentamos pero que, en última instancia, son
inefables:
Amante, todo calla
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bajo la voz ardiente de tu nombre.
Amante, todo calla. Tú, sin nombre,
en la noche desnuda de palabras. [“Raíz del hombre”, Bajo tu clara
sombra, OP: 32].
El silencio, la noche, la desnudez… lo reconocemos bien: estamos en
el ámbito mismo de la experiencia mística. Una experiencia cuyas alas nos
las proporciona la imaginación (en su sentido más auténtico y fuerte, pues
la imaginación es también parte de la vida: es vida) una vez que hemos
soltado el lastre de un lenguaje que nos ata, y el lenguaje apunta más allá de
sí mismo (metàforein), nos lleva al límite de lo indecible para rozar la otra
orilla, los afueras del lenguaje (Wittgenstein, Foucault).
Por ello, continúa Paz:
decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y
mismo al acto erótico que al poético es la imaginación. Es la
potencia que transfigura al sexo en ceremonia y rito, al lenguaje
en ritmo y metáfora" (OC. 10, 213).
Por ello puede establecerse una cierta proporcionalidad entre poesía
y lenguaje, por un lado; entre erotismo y sexualidad, por otro: "La poesía
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reproducción" (OC. 10, 214). Y yo añadiría pues Paz no lo formula con la
misma proporcionalidad que la experiencia mística pone entre paréntesis la
transcendencia: el erotismo transciende el sexo; la poesía transciende el
lenguaje; la mística transciende las religiones. Todas requieren de la Gracia
Transcendencia absoluta; hacia la búsqueda de la unidad perdida; y hacia el
Amor ("somos seres incompletos y el deseo amoroso es perpetua sed de
compleción" [OC: 10, 234]).
Memoria, cicatriz:
¿de dónde fuimos arrancados?,
cicatriz,
memoria: sed de presencia,
querencia
de la mitad perdida.
El Uno
es el prisionero de sí mismo,
es,
solamente es,
no tiene memoria,
no tiene cicatriz:
amar es dos,
siempre dos,
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abrazo y pelea,
dos es querer ser uno mismo
y ser el otro, la otra;
dos no reposa,
no está completo nunca,
gira
en torno a su sombra,
busca
lo que perdimos al nacer;
la cicatriz se abre:
fuente de visiones;
dos: arco sobre el vacío,
puente de vértigos;
dos:
Espejo de las mutaciones.
[“Carta de creencia”, Árbol adentro, OP: 776]
mistificada) y desde el erotismo, convertidos ahora en trayectos más que
en caminos, emprendemos nuestro camino al centro, al punto misterioso, al
instante. Abandonamos la rueda del Samsara y nos encaminamos por uno
de sus radios al punto generador que no tiene ni extensión ni tiempo, siendo
la matriz de ellos. Ese punto al que llamamos, desde la insuficiencia del
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lenguaje, plenitud o vacío, sin saber muy bien a qué nos referimos, pues
sabemos que se trata de experiencias que nos exceden.
En el sistema de Octavio Paz sólo se aprecia el amor como último
transformación en erotismo por obra y gracia de la imaginación creadora y
de la voluntad; pero yo creo que igualmente podría postularse el amor como
la consumación misma de la poesía y de la experiencia mística. ¿Qué otra
“Muchos textos religiosos, entre ellos algunos grandes poemas afirma Paz
[OC. 10, 221], no vacilan en comparar al placer sexual con el deleite
nuestra tradición es menos frecuente que en la oriental la fusión entre lo
sexual y lo espiritual". Y, aunque en otras tradiciones como en el sufismo
divina) y la erótica (como éxtasis), tenemos en nuestra tradición el caso
notable de San Juan de la Cruz: "Es imposible leer los poemas del místico
español únicamente como textos eróticos o como textos religiosos. Son lo
uno, lo otro y algo más, algo sin lo cual no serían lo que son: poesía" [OC.
10: 222]. Juan de la Cruz es, en efecto, el modelo más alto que podemos
proponer de esta conjunción entre poesía, mística y erotismo. Por ello quien
realiza sólo una lectura parcial, sesgada, del Cántico, pierde toda su fuerza,
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conjunción convocado en la palabra pero –tal es la imposibilidad de las
palabras frente al Verbum alejado en ellas.
Al hablar del erotismo como algo a la vez solar y nocturno; como
eternidad; como ritmo con acordes de separación y regreso a la naturaleza
reconciliada, Paz convoca nuestra atención hacia el fundamento mismo que
encontramos, también, en las experiencias poética y mística:
La experiencia que acabo de evocar es la del regreso a la
realidad primordial, anterior al erotismo, al amor y al éxtasis de
negación de los aspectos terribles del erotismo: es una tentativa
por comprenderlos e integrarlos a la totalidad. Comprensión no
intelectual sino sensible: saber de los sentidos. (OC. 10: 225)
sabor. Si abordáramos estas cuestiones desde la perspectiva de la Poética
Gilbert Durand, tendríamos muy claro que nos encontramos en el marco del
régimen nocturno de la imagen y de las imágenes: lo conjuntivo, lo unitivo.
Pero en el punto más alto de la escala: no tanto en el ámbito de lo digestivo,
sino en el de lo copulativo, que transmuta la palabra en poesía, el sexo en
erotismo y en amor, la voluntad de religación en unión mística inefable.
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Por ello se nos dice que "poesía y erotismo nacen de los sentidos
pero no terminan en ellos". Igual ocurre con la experiencia mística, que no
supone el abandono del cuerpo, sino su transcendencia; su incorporación .
En la experiencia poética, en la mística, en la erótica, como variantes de un
belleza y ansias de inmortalidad.
Si el erotismo es metáfora de la sexualidad y la poesía erotización del
erotización de la experiencia religiosa, aunque Octavio Paz nunca llega a
cerrar del todo el sistema por esta parte porque, si no puede ponerse en
duda la radicalidad de lo poético y lo erótico en Paz, lo místico queda
mucho más lejos en su horizonte creador y en su reflexión. No se trata de
que las grandes dimensiones de lo unitivo la luz y la llama, al tiempo que
la noche y la oscuridad; la anulación del espacio y del tiempo, a la vez que
su radical experiencia y su disfrute estén constantemente presentes en su
inefable; que no se produce en un despliegue, sino en un repliegue; no por
afirmación (y el lenguaje siempre lo es) sino por negación. Al poeta sólo le
queda horadar la palabra; cruzarla y negarla. Para que advenga el silencio.
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En su "Astilla" "¿Qué nombra la poesía?" Octavio Paz completa su
reflexión con aquello que diferencia unas experiencias de otras:
Se ha comparado la poesía con la mística y el erotismo.
Las semejanzas son indudables; no lo son menos las diferencias.
La primera y más decisiva es la significación o, mejor dicho, el
objeto: aquello que el poeta nombra. La experiencia mística sin
nombra a las palabras más que a los objetos que éstas designan.
No quiero decir que el universo poético carezca de significado o
inseparable de la palabra, es palabra, en tanto que en el discurso
ordinario, sea el del místico, el sentido es aquello que denotan las
palabras y está más allá del lenguaje. La experiencia del poeta es
adquiere inmediatamente una tonalidad verbal" [OC, 2: 443].
Creemos que es aquí donde Octavio Paz ha entendido muy bien y
vive la simultánea capacidad e impotencia del lenguaje. Pero esos afueras
del lenguaje, por decirlo con términos foucaultianos sólo se alcanzan desde
el impulso de la palabra. Desde su más radical capacidad simbólica. Mas no
basta extender la moneda o la medalla partida desde el más acá del lenguaje
para que coincida con la extraña e inexpresable vibración del Uno. Hace
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falta la Gracia. Y la Gracia ya lo sabemos es un regalo. El encuentro no es
un premio para el que busca, sino un regalo gratuito. Si no fuera así no
seríamos capaces de distinguir la ascética de la mística. Y Octavio Paz bien
merece, por sabiduría y por denuedo en su búsqueda, ser elevado a la gran
diferencia entre su poesía y, por ejemplo, la del Juan Ramón último el de
Piedra de sol es la misma que media entre Fray Luis de León y San Juan
de la Cruz. Para ambos hay un lugar de honor en el ámbito de la creación
unitiva, en la consumación de un anhelo que tiene idéntica raíz. Ahora que
podemos recordar las palabras de J. Rodríguez Padrón (1990: 120) y remitir
a su aproximación, desde esta perspectiva, al poema:
entender ese mundo impregnado de erotismo que es la poesía de
Octavio Paz. No sólo porque el poema tenga alusiones explícitas
al erotismo propiamente dicho, sino porque la construcción y la
sintaxis del poema se acomoda perfectamente al concepto cíclico,
de perfección matemática, astronómica y cabalística, y a la vez
constante regreso, en un movimiento espiral, mejor: concéntrico.
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Octavio Paz nos habla de la conciencia poética que trae la
antigüedad (es lo que nos permite diferenciar el hermetismo de un Góngora
del de Mallarmé o Joyce):
La poesía moderna es inseparable de la crítica del lenguaje
que, a su vez, es la forma más radical y virulenta de la crítica de
la realidad. El lugar de los dioses o de cualquier otra entidad o
realidad externa, lo ocupa ahora la palabra. El poema no tiene
objeto o referencia exterior; la referencia de una palabra es otra
palabra.
Las palabras son inciertas
y dicen cosas inciertas.
Pero digan esto o aquello,
nos dicen.
[“Carta de creencia”, Árbol adentro, OP, 772]
El sentido no está ya fuera del poema, sino dentro de él. "La poesía
porque ella misma se presiente como el significado último de la vida y del
Destruccción de las palabras y de los significados, reino del silencio; pero,
igualmente, palabra en busca de la Palabra. No faltará quien se encoja de
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hombros ante esta “locura”. Sin embargo, desde hace más de un siglo,
algunos espíritus solitarios, entre los más altos y ricos de dones que hayan
visto ojos de hombre, no han vacilado en consagrar su vida a esta empresa
insensata". Entre todos ellos corresponde a Octavio Paz uno de los lugares
más destacados.
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REFERENCIAS
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PreTextos.
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Diputación de Huelva /Col. Cuando llega Octubre, Huelva.
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