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La palabra “Cristo” (del griego Khristos, del
latín Unctus y del hebreo Mashiah), significa
ungido o elegido, y hace referencia a la
persona elegida por Dios para convertirlo en
el rey que gobernará al mundo durante mil
años. Los discípulos de Jesús de Nazaret
creemos que precisamente fue él el elegido
por el Padre para asumir el poder sobre todo
el mundo como rey en una teocracia
mesiánica milenial que está a punto de ser
instaurada. Ahora bien, “Anticristo” no
significa “el no ungido”, sino “el que está en
contra del Ungido”, es decir, el que se le
opone, el que quiere destruirlo para que el
gobierno del mundo no lo pierda Satanás, “el
dios de este mundo” (2 Corintios 4:4), sino
que lo conserve.
Actualmente, Satanás es el dios de este
mundo, él lo gobierna con mano de hierro;
mantiene a la mayoría temblando y sometidos
con la amenaza de matarlos, porque él tiene una
mala fama mundial e histórica de ser “un asesino
y un mentiroso desde el principio del mundo”
1
(Cfr. Juan 8:44). Dice Apolos en su Carta a los
Hebreos que “por temor a la muerte toda la
gente se halla sometida a la esclavitud de Satán
durante toda la vida” (Cfr. Hebreos 2:15). Pero
Satanás es un ángel espiritual, y aunque ha
gobernado como dios sobre todas las
civilizaciones pasadas y presentes, no lo hace
desde algún sitio específico de la Tierra, sino
desde el cielo, en las llamadas “regiones
espirituales de maldad” (Efesios 6:12),
saturadas de ángeles malvados que se
suscribieron a su proyecto. Ahora bien, Satanás,
el “dios de este mundo” (2 Corintios 4:4), quiere
poner un avatar de sí mismo en la Tierra: alguien
que lo represente completamente. Ese alguien
asumiría delegadamente el poder mundial
positivo y efectivo como rey: Satán, sería el dios
del mundo, pero el Anticristo sería el rey del
mundo. Eso sería y haría el Anticristo, y su
pretensión es emular la medida que pronto va a
tomar Dios mismo: Jehová Dios va a poner un
avatar de sí mismo que lo represente en la Tierra
por mil años: Dios será el rey del universo,
Cristo Jesús será el rey del mundo.
 Jesús de Nazaret, debido a su obediencia
hasta la muerte, y a pesar del rechazo y del
sufrimiento que experimentó a manos de esos
seguidores e hijos de Satanás, precisamente
por haber permanecido fiel a Dios hasta que lo
mataron —y también por haber resucitado de
los muertos—, ha sido elegido por Dios para
gobernar sobre todos los seres humanos de
todas las naciones, y sobre todos los ángeles
del cielo y de la tierra, por un periodo de mil
años. Ese es el llamado “reino de los cielos”.
Ahora bien, es reino “de los cielos” no porque
se vaya a efectuar “en los cielos”, como lo
enseñan los católicos medievales y los
católicos reformados, sino porque “viene de
los cielos” a la Tierra. El “reino de los cielos”
(al cual nos referimos cuando decimos
“Venga a nosotros tu Reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra” (Lucas 11:2), también se puede leer
como “el reino que viene de los cielos a la
tierra”. Cristo ha sido elegido por Dios para
que reine en representación (como avatar) de
Dios; por eso también se le conoce al reino de
los cielos como “el reino de Dios”, porque
después de todo es Dios, el rey del universo,
quien gobernará sobre todas las naciones
mediante un rey que lo representa totalmente
a Él: Cristo Jesús. Será una teocracia
mesiánica representativa milenial. Así será,
pero Satanás el diablo no quiere que así sea.
Él quiere seguir gobernando como “dios de
este mundo” a través de representantes
(avatares) suyos: es decir, todos aquellos
gobernantes y gente de poder, despiadados,
asesinos y violentos, que han mantenido
sometido al mundo con dolor, angustia y
garras y dientes ensangrentados por miles de
años: esos son los anticristos del diablo; fieles
representantes de su voluntad egoísta y
orgullosa.
Satanás ya sabía que el Señor Dios iba a
escoger a alguien para arrebatarle el poder que
él mismo antes le había arrebatado a Adán en
Edén, cuando fornicó adúlteramente con Eva,
la esposa de aquel primer hombre, y que
aparte cometió sodomía homosexual con el
2
mismo Adán. Siempre supo que venía ese
“Alguien” que le aplastaría la cabeza y le
quitaría su reino usurpado. Por eso, siempre
quiso matar a ese Elegido hijo de Eva
(Génesis 3:15), o impedir que naciera. Ese fue
su método desde el principio. Por ejemplo,
Satán sabía que el Primer Adán había sido
elegido para gobernar el mundo, y que como
rey haría de sus hijos reyes, sacerdotes,
príncipes y gobernantes de las diversas
regiones del planeta y del Sistema Solar,
mientras la humanidad continuaría
multiplicándose hasta llenar el “mundo”. Pero
le arrebató esa posición a Adán haciendo suya
a la esposa y sodomizándolo a él. Después,
una vez que Adán perdió su autoridad y la
gloria que lo cubría, y que Satanás dejó
embarazada a Eva de su propio hijo (Caín), el
malvado se quedó contento porque desde
entonces él sería el rey del mundo y
gobernaría mediante su avatar, Caín,
inicialmente, y después mediante los
descendientes de Caín. Y exactamente así ha
sido desde entonces hasta el día de hoy. El
mundo es, de hecho, de Satanás y de sus hijos,
los descendientes de
Caín/Naamá/Cam/Canaán.
Lo que veremos en los años por venir es
una lucha a muerte entre una Serpiente
antigua, que ya ha sido herida mortalmente en
“la cabeza” por un Segundo Adán, a quien
Satanás mató pero que volvió a vivir por el
poder del Espíritu de Dios. Este “Segundo
Adán” está a unos pocos años de recuperar el
reino que Satán le arrebató al Primer Adán
mediante engaños y tremendos pecados
sexuales. Estamos a punto de asistir al último
intento de Satanás por quedarse con el
gobierno del mundo para siempre jamás. Pero
es obvio que no quiere hacerlo volviendo a
matar al que ya mató una vez (a Jesús), quien
resucitó de entre los muertos al tercer día.
Jesús ahora es inmortal, pues “sabemos que
Cristo, por haber sido levantado de entre los
muertos, ya no puede volver a morir; la muerte
ya no tiene dominio sobre él” (Romanos 6:9).
Lo que Satanás quiere hacer es engañar por
segunda vez a la “Segunda Eva”: la Novia del
Segundo Adán (la Iglesia). Quiere volver a
tentarla, seducirla y mostrarle que se puede
vivir sin Dios. Como a la Primera Eva, a esta
también quiere volver a convencerla de que
puede decidir por ella misma lo que es bueno
y lo que es malo; pero lo peor de todo es que
quiere volver a “penetrarla”: quiere volver a
depositar su “semilla” dentro de ella para
seguir teniendo más y más “caines”, es decir,
más hijos malvados dentro del sistema
mundial en general, y de la Iglesia en
particular. Satanás quiere todavía más hijos
suyos dentro de los ministerios, del pastorado,
del sacerdocio, de las misiones, los
seminarios, etc. para seguir engañando como
siempre, y para extraviar, de ser posible, aún
a los elegidos de Dios. Satanás es un seductor
“irresistible”, y viene con todo.
Así pues, cualquier persona que actúa
como avatar representante de los intereses
egoístas, orgullosos, malvados y destructivos
de Satanás, es un “anticristo” en sentido
amplio, y a lo largo de la historia humana
Satanás ha tenido muchos. Pero la Biblia
menciona a un Anticristo concreto: una
persona histórica que, hacia el final de los
tiempos, no sólo representará a Satanás, sino
que lo encarnará y será el vehículo mediante
el cual el maligno desatará toda su ira contra
la Iglesia en particular, y en general contra
todo individuo o grupo que no acepte su
señorío mundial. El llamado Anticristo
desatará sobre la tierra “un periodo de
angustia como no lo ha habido jamás desde
que las naciones existen” (Daniel 12:1), un
tiempo de “fuego de prueba” sobre los pocos
verdaderos creyentes que aún queden (1 Pedro
4:12), un “tiempo de juicio que comienza por
nosotros, la casa de Dios” (v. 17), cuando se
le dé acceso a los creyentes, trayendo sobre
“los escogidos” de Dios una “gran
tribulación, cual no la ha habido desde el
principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”
(Mateo 24:21-22). Jesucristo aclara con
respecto a este periodo final que “si aquellos
días no fuesen acortados, nadie sería salvo;
3
mas por causa de los escogidos, aquellos días
serán acortados.” Y es que Satanás entiende
perfectamente que todo aquel que se niegue a
someterse a su señorío se convierte en
ciudadano potencial del reino milenial del
Cristo. Así pues, todo habitante de la tierra sin
excepción que no pueda esconderse con éxito
del Anticristo y de sus seguidores alrededor
del planeta, debe pasar la prueba de Satanás o
morir. Aclaración: La llamada Gran
Tribulación no es una expresión de la ira de
Dios, sino una expresión del “gran furor” del
diablo y de su persecución que lleva a cabo
mediante el Anticristo (Apocalipsis 12:12).
Así las cosas, se nos plantea una pregunta
bastante buena y válida: ¿es posible
determinar con relativa o absoluta precisión la
identidad del Anticristo? De ser así, ¿de qué
podría servirnos saber quién es o será el
Anticristo? Todo mundo parece tener su
hipótesis sobre la identidad exacta del “Hijo
de perdición” que muy pronto nos perseguirá
a todos. Los invito a que no se pierdan la
siguiente lección de esta serie de estudios
escatológicos, en la que se sorprenderán con
la hipótesis más inverosímil e inesperada de
todas…
“Por una fe cristiana inteligente...”
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