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1

La sinuosa senda

Carlos Liscano
2

¡Qué descansada vida


la del que huye el mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Fray Luis de León

Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,


y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma


3

La cabeza contra el muro


4

Escribir sin saber, escribir ignorando, ciego de luz,


de claridad, viéndolo todo sin ver.
Sólo ver la lucidez que anula la capacidad de
entender y permite sólo saber, de una sola vez, el
Todo, lo que es, lo que fue, lo que será, el centro, los
contornos, lo que nunca podrá ser.

2
Escribir para ser y sólo ser eso que se escribe, el
chorro de voz que dice, que nombra cada cosa, cada
instante, lo que nadie ve, lo que no es visible y
existe, lo que no existe y es nombrable y entonces,
nombrado, se hace visible.

3
Nombrar y ser en lo que se nombra; nombrar hasta
que no quedan palabras y el chorro de voz se hace
grito, susurro, puro aire tibio de animal perplejo, y
sigue nombrando, regresado al origen, al asombro, a
la primera vez, cuando era uno con la naturaleza:
era naturaleza.

4
Ser en lo que se nombra. Querer ser sólo en lo que
se nombra.
Volverse lo nombrado, volverse sólo palabra.
Volverse aire tibio de la voz.
Ser el vaho que se diluye en el aire frío de la
madrugada, los ojos abiertos, ciegos de lucidez,
sabiendo todo, sin pronunciar palabra, para anular la
maldición, la que persigue al animal hablante.

5
Apartarse de lo que se es para poder nombrarse;
verse de fuera; inventar al que es capaz de verme,
de nombrarme, de juzgarme.
5

6
Inventar con infinito esfuerzo al que me verá. Eso
sólo puede hacerlo la palabra.
Ser un ser que sea sólo eso, la voz que nombra
para que, cuando todo esté nombrado, quedar ciego
de luz, mirando sin ver, concentrado en el punto que
todo lo es, y así saberlo todo, sin entender.

7
Inventar para poder ser. Inventar no para dejar de
no ser sino para poder saber, para llegar a ser, lo
que fue, promesa que acabó en maldición.

8
No esforzarse, no mirar, no ver, no oír. Sentarse y
dejarse hundir, descender al centro, ir hacia atrás y
hacia adentro, volver a la madrugada en que el
chorro de aire tibio que marcó la niebla era todavía
promesa y no maldición.

9
Descender hasta lo más hondo, lo más oscuro;
viajar en lo oscuro hasta el puntito de luz que brilla
en el centro de la cabeza.

10
Descender más, todavía más: desde el ser apenas,
desde el ser que entiende pero no sabe, al ser que
todo lo supo, que le bastaba nombrar para saber.

11
Dejar el ser apenas. No ser el ser apenas. Dejar de
querer entender para querer sólo saber.
6

12
Caminas de pared a pared como un condenado, un
loco, un lúcido.
De pared a pared como uno que no es un lúcido
sino un condenado a buscar la luz, la lucidez.

13
Estás condenado y estás loco, de a ratos, y estás
solo. Siempre que estás loco estás solo.
¿Horas son? ¿Son días? ¿Son sólo minutos?

14
¿Cuánto dura la locura, la condena, la busca de la
lucidez?
No hay nadie para decírtelo, porque si estás loco
es porque estás solo, porque sólo estás solo cuando
estás loco.
¿Eres otro entonces? ¿Eres el mismo?

15
Recoger los trozos, las circunstancias, los
pedacitos de vida que se pierden en distracción, en
nada, y hacer de todo eso uno.

16
Juntar las palabras del instante, de cada cosa, de
lo nimio, de lo olvidado. Unirlo todo de una sola vez,
y verse.

17
Verse de un solo golpe: Ese soy yo, soy lo que he
dicho, lo que he nombrado.
¿También el error y la mentira soy?
7

18
Recorrer los campos, las ciudades, los siglos, los
minutos. De la cuna al pudridero.
Ser el torrente de palabras y a la vez estar fuera del
torrente, observando a ese que es, a ese que pasa,
a ese que corre, que ha nombrado, que sólo existe
porque se nombra.

19
¿Ser el que observa y lo observado? ¿Cercar la
presa, aproximarse a ella, cazar la caza? ¿Quemar
el fuego? ¿Mojar el agua?

20
Buscar, andar, buscar. Hacerse el distraído, mirar
para otro lado. Ni estar ni ser.
Diluido en el aire, fundido en las cosas, esperar el
momento de sorprenderse: ¡Ese soy!
Y la presa ya no está allí. Ni presa hay.

21
Cazar la caza para cazarse.
¡Te tengo! ¿Ocurrirá una vez? ¿Habrá palabras
para nombrarlo? Una palabra que lo diga todo,
¿existe? Las seis letras de mi nombre, ¿dicen quién
soy?

22
Una vez encontré a un hombre que hablaba una
lengua que yo no entendía. Era un hombre grande
que quería decirme quién era pero no tenía palabras
más que las de su idioma.
Yo también era un hombre grande y quería
escucharlo y también quería decirle quién yo era y
tampoco tenía palabras para decírselo en una
lengua que él entendiera.
Como éramos dos hombres grandes que
conocíamos miseria y golpes y fríos y hambre,
sabíamos que basta tomarse de la mano para
decírselo todo.
8

Para decir: Esta es mi mano, yo sé quién eres, he


bebido de la misma agua y me han dolido tus
huesos cada vez que te golpearon.
Yo sé quién eres y sé que mis huesos te dolieron
cada vez que me golpearon. Dormí en tu jergón
tirado en el suelo húmedo cuando dormías en mi
jergón tirado en el suelo húmedo.
Tus hermanos perdidos que nunca volverás a ver
son mis hermanos perdidos que nunca volveré a ver.
Entonces, dos hombres grandes sentados a la
mesa de un café en Estocolmo, se tomaron las
manos, se miraron a los ojos, y se contaron sus
vidas sin decir palabra.

23
Ando, ando, te busco, te encuentro. Creo saber
dónde estás. Te pongo nombres provisorios para
fijarte, para que no te escapes.
Merodeo tu ser, tu sitio. Me acerco. Que no me
veas, que no me oigas, no te des cuenta.

24
Me muevo apenas. Me quedo quieto para
observarte. ¡Te tengo, te tengo! Me hundo,
¿milenios, segundos?; la claridad, la luz, la ceguera.
Miro y no estás.

25
La palabra es un muro.
La palabra alza un muro entre el que nombra y lo
nombrado. Lo que tiene nombre se vuelve
incognoscible.
Para saber hay que demoler la palabra, ir más allá,
donde reside lo nombrado.

26
Buscar la bestia, lo oscuro. Ir a lo oscuro.
Buscar la luz en la oscuridad. Llegar con la palabra
a lo anterior a la palabra, al lado de allá, donde
estuvo la bestia, donde la bestia está, vive, clama en
silencio que se la deje ser.
9

27
La bestia no es culpable sino el otro, el que todo lo
ha nombrado.
Juntos, la bestia y el otro, capaces de lo mejor.
Solo, el que todo lo nombra, capaz de lo peor.

28
Eras un muchacho y ya estabas petrificado.
Eras un muchachito y ya te habían puesto nombre,
lugar, fecha, día y hora.
Eras casi un niño y ya estabas condenado.

29
La destrucción salva la vida.
Es imposible salvarse si no se destruye lo
heredado, el nombre que te dieron, el lugar que te
asignaron, el camino ya marcado.

30
Muchachito poca cosa, nombrado, marcado y ya
vendido, si una vez y muchas veces destruir fue tu
salvación, ¿por qué no habría de serlo a los 51 años,
estos más que marcados días del camino a la vejez,
la enfermedad, la muerte, el pudridero?

31
Volver a la destrucción a cualquier precio.
Desmontar las palabras que te nombran, te
señalan, te hacen ser éste y no otro, uno de tantos,
la mayoría inmensa, los otros, los mejores.

32
Volver al hacha de la lucidez que rompe y libera,
que desnombra, que desanda.
Volver al débil muchachito que, de frente al camino
señalado, abandonó todo y marchó a campo
traviesa.
10

33
Volver a darse la cabeza contra el muro, si es
necesario, para saber.
11

La senda
12

Mejor que haya sido así

A los 50 años uno ya sabe que es tarde para todo y


que no hay esperanza de modificar lo que fue.
Lo peor: uno sospecha que la vida vivida no fue
una elección sino algo inexplicable que ocurrió por
su cuenta.
Pero también entiende que es mejor que fuera así,
porque uno tampoco habría sabido elegir lo que
debía.
Y como las dos cosas vienen juntas, de a ratos es
más fácil cargar lo que fue.
13

La salvación por M

Pienso en M. Le hago preguntas, le pido ayuda.


No existe M, pero yo lo pienso. M es alto (¿por qué
tiene que ser alto?), es tímido, es plebeyo, es duro.
M se resiste a envejecer, a abandonar el juego, a
aceptar no que ya no puede, sino que nunca pudo.
M se inventa diferente cada día, se miente. Yo lo
sigo.
M sabe que lo escribo, que lo invento, que me
miento.
M no es, pero me salva de ser solo yo, que nunca
he sido.
14

La vida depende de una sola pregunta

1
Fría la mañana en el aire de Estocolmo.
En Högtorget los turcos y los kurdos instalan sus
puestos de frutas y verduras Algún sueco, para
defender el territorio, exhibe flores o artesanías en
cuero de reno.
La mañana avanza normal y nevará en cualquier
momento sobre la nieve vieja.
En media hora estaré hablando sobre la diferencia
entre los pretéritos españoles.
Compro tomates y pepinos. La lengua sueca sufre
al grito de los verduleros extranjeros.
Un turco me saluda: "¡Barato, todo barato, amigo!"
Me ha contado que aprendió español con su padre
que aprendió con los sefarditas en una imprenta de
Estambul.
Camino entre los puestos mirando no sé qué. En
veinte minutos estaré improvisando una explicación
que nunca es completa. Quizá tampoco sea
correcta.
La estatua de Orfeo domina la Casa de Conciertos.
Doscientos metros más allá una bala mató a Olof
Palme.
La plaza de Högtorget arma su pequeño bullicio.
Miro la agenda. Contestar una carta: alguien me
pregunta por qué escribí una frase tan rara. Mañana
lavadero. Compro tomates y naranjas.
Vida perfecta. Bastaría una sola pregunta para
desmontarlo todo (¿qué hago yo aquí?) Pero no me
la haré.

2
Recorro el centro hacia mi casa a las dos de la
madrugada.
Ahora tengo casa en dos continentes, yo, que
nunca tuve donde caerme muerto.
Hay pozos en las calles y en las veredas. Alguien
vende chorizos en una esquina. Coreanos borrachos
y prostitutas jóvenes. La noche de Montevideo
dominada por asiáticos y putas.
Atravieso la plaza. Frente al Teatro Solís una mujer
me saluda. No sé quién es.
Sube el viento por la calle Brecha. Se dice que por
aquí invadieron los ingleses hace casi dos siglos. A
las tres debo llamar a Estocolmo.
15

Me siento a esperar y acabaré de emborracharme.


Miro la agenda. Domingo: almuerzo en casa de mi
hermana. Lunes: editorial.
Vida perfecta. Bastaría una sola pregunta para
desmontarlo todo (¿qué hago yo aquí?). Pero no me
la haré.
16

El laberinto

El 1º. de setiembre de 1904 Segundo Liscano fue


herido en la batalla de Masoller. Con la infinita
derrota a cuestas se internó en Brasil, y enseguida le
quitaron el caballo y las armas.
Días después, muerto su Jefe, la guerra estaba
perdida. Segundo Liscano inició el camino inverso
hacia sus pagos. Caminó de fogón a fogón, herido y
harapiento, hasta Santa Clara de Olimar.
Segundo Liscano era domador y tropero. Vivió 84
años, y se negaba a contar lo que había vivido.
(“Mucho degüello.”)
La mancha negra del grillo que una vez había
cargado le rodeaba el tobillo.

Evaristo Fleitas fue ferroviario y constructor. Entre


las paredes que levantó en Treinta y Tres todavía
vive gente anónima como él.
Yo vi la indignidad de la muerte en el asilo rondar
su cama entre los más desheredados.

Aquellos dos hombres que no se conocieron, y una


larga columna de peonas de estancia, sirvientas,
lavanderas, cocineras, gente que me precedió y es
mía, ha determinado mi existencia más allá de lo
que puedo comprender.
Yo soy ellos. Están en mí esta noche en que se
encontraron en el cuaderno de notas de un individuo
confundido al borde de los 50 años.
17

La fila interminable

A Jordi Gabarró

En algunos momentos soy el imbécil que siempre


se deja mandar por mediocres.
En otros momentos soy el mediocre que siempre
encuentra imbéciles que van pidiendo a gritos que
se los mande.
Mis imbéciles a su vez son mediocres que tienen
imbéciles propios.
En un tiempo esta reflexión estuvo a punto de
perderme.
Sentía que de ese modo la Humanidad no iba por
buen camino.
Llegué a pensar que tal vez si yo me salía de la fila
dejaría de ser imbécil y mediocre.
Convertido en un ser diferente y divino, los salvaría
a todos.
Un día dejé mis dos papeles y me largué a campo
traviesa.
Enseguida vino un mediocre y me mandó volver a
la fila. Obedecí y regresé a mi puesto.
Mis mediocres me esperaban en su sitio. Y también
mis imbéciles, que echaban de menos a su
mediocre, que se les había perdido de vista.
Nunca más intenté fugarme.
Desde entonces marcho, no feliz, pero sin
preguntas: pim pam, pim pam, pim pam. Como debe
ser, con mis hermanos, por el sendero circular.
18

Escribir no espanta la soledad de la carne

Conmueve la infinita tristeza de los supermercados,


el paisaje de largas filas de mercaderías esperando
la mano que las recoja y las deposite en el carrito.
He sentido el polvillo blanco del tedio que carcome
las horas libres de la familia que pasa la tarde del
sábado haciendo las compras.
He notado la pérdida de color de las pupilas de las
cajeras viendo desfilar ante sí la serie sin fin de las
cremas de afeitar y las papas chips.
No es fácil mantener los ojos abiertos todo el
tiempo sin que la realidad se vuelva indiscernible.
Vista de lejos, la realidad es una inacabable
repetición que tiende al color gris. De cerca, está
compuesta de esos pedruzcos sin significado que se
supone constituyen la materia de la vida.
La felicidad estaría en la vida retirada, hemos
creído desde no se sabe cuándo.
Está demostrado, desde la misma fecha, que
tampoco allí es posible aquel estado total del cuerpo
y el alma.
Se sabe que, al final de la escondida senda, basta
un instante de distracción para que de un solo golpe
se vuelva a presentar la misma pregunta que quedó
sin responder en el momento de la huida.
Para mantener la máquina funcionando hay que
dejar la atención ligeramente concentrada en nada.
De lo contrario el ojo comienza a discernir la lluvia
de polvo que cubre las ciudades del color de la
soledad.
Somos muchos, estamos juntos, y eso es lo cierto.
Y lo único útil. Aunque la ropa secándose en el
balcón, una mujer paseando el perro, una niña que
juega y habla sola, nos pongan de pronto otra vez
frente a la pregunta.
La vida es una cuestión de punto de vista. Sin
punto de vista se disuelve el ser. Atención, mucha
atención al elegir punto de vista porque es el que
genera el ser, y es para toda la vida.
El punto de vista se encarga de mantener la
pregunta en su sitio. No respondida, pero quieta.
Evitar como sea la nostalgia. Antes la carne que la
nostalgia. Entregarse a la carne. Aunque después
del sexo vuelva la nostalgia.
Porque hay que saber: escribir no espanta la
soledad de la carne, que es inderrotable.
19

La sospecha y el instante

Mientras la conversación avanza, las palabras van


cubriendo el mundo y lo importante queda bajo la
interminable superficie de lo superfluo.
No es que no nos demos cuenta, ni que hayamos
aceptado que es mejor así, que las cosas tengan tan
poco espíritu como han llegado a tener. Es que, si lo
hubo, ya no hay otro modo. Y por eso, sin que nadie
lo proponga, se deja que todo adquiera ese aire
banal y la charla transcurra sin que alguien llegue a
decir concretamente nada.
Cuando lo doloroso ocurre dura sólo un instante, y
ocurre cuando se tiene la sospecha de que no todo
fue siempre así. La inapresable sensación no de que
fuimos otros, sino de que la vida tuvo un año, un día
o una hora en que decir no era indiferente.
Pero es nada más que eso, una sospecha, un
instante.
20

Relato para una hija sobre su padre

Una noche viniste de mujer a mi casa y me


preguntaste cómo era tu padre.
Yo ya tenía casi cincuenta años y me había
preparado un cuarto de siglo para contestarte.
"Tu padre, recuerdo que empecé, para mí todavía
tiene veintitrés y sigue siendo mi amigo.
Era un muchacho que fumaba mucho. Andaba por
la ciudad como un campesino entre terrones y a
veces le dolían las muelas.
Le gustaban los niños y tenía la pura pasión de la
dignidad.
Recuerdo exactamente cómo y dónde lo mataron:
vos tenías seis días.”

A las cinco de la mañana, después de hablarte toda


la noche, me di cuenta de que no te había dicho lo
más importante.
Porque las ideas por las que un día estuvimos
dispuestos a morir, aquellas por las que algunos de
los nuestros murieron, dejaron de ser las ideas por
las que hoy estaríamos dispuestos a morir.
Aunque debí, no pude decírtelo.
21

Pasajera duda de un profesional

El Hombre Convencido es, nada más, un


profesional que trabaja para una causa digna e
intenta hacerlo lo mejor que puede.
Ahora el Hombre Convencido ha hecho una pausa
en la noche.
Tiene una hija a la que ama, recuerda el cariño con
que lo quiso su madre. Su padre, que todavía vive
en la casa en que él fue niño, es un buen vecino.
Esta noche, como le pasa a todo el mundo, el
Hombre se hace preguntas, lo agobia su trabajo,
bebe demasiado.
Enseguida la duda pasa. El Hombre Convencido
vuelve renovado de la cena y dice: "Bien, ¿dónde
habíamos quedado?" al prisionero que cuelga del
techo.
22

Para no pasar la noche solo

1
No hay oscuridad más poblada que la noche
desierta del que intenta dormir.
Pasan caras, ilusiones, fracasos. Toda la noche.
Amanece, y el desfile no ha terminado.

2
Acurrucado, con la cara vuelta a la pared, los ojos
cerrados, ¿qué cosa se le pide a la noche que no
pueda dar el día?

3
Salir a la noche y caminar.
Caminar, caminar sin sueño, caminar buscando no
respuestas sino la respuesta a la única pregunta:
¿para qué?
Avanzar hacia la madrugada hasta encontrar una
pared, una parecita cualquiera de cualquier barrio de
esta ciudad.
Mirarla y preguntarle, ¿para qué?

4
Saber que la pared es muda y aún así hacerle la
pregunta.
Quedarse de pie toda la noche y esperar la
respuesta.
Rascar la pared con las uñas ya en la madrugada y
la pared en silencio.
Volver a la pared, noches, años, con la misma
pregunta.
Dejar lugar junto a la pared para nuevos
preguntadores.
No decirles que la pared no habla.
No decirles que la misma pregunta se le ha hecho
millones de veces.
Así los otros volverán. Así no habrá que pasar la
noche solo, preguntando para qué para qué para
qué.
23

El enemigo

El enemigo le incendió la casa. Él también se la


incendió. El enemigo le violó la mujer. Él también se
la violó. El enemigo le mató los hijos. Él también se
los mató.
Un día se encontraron.
El enemigo le dijo: “Ahora no nos diferenciamos”.
“Eso no es cierto”, dijo él.
Y la guerra recomenzó.
24

Motivo banal para no cambiar de sitio

Camino ciudades, pueblos que no conozco, y de


los que nunca recordaré el nombre porque no sé ni
me interesa aprender cómo se llaman.
Lejos, allá muy lejos, hay una ciudad donde yo sé
todo, una ciudad donde vivo de memoria, donde
nunca nadie, excepto yo mismo, me pregunta qué
hago en ese sitio.
Aquí, en estos pueblos, me muevo lento, y tengo la
desventaja de estar casi siempre desorientado por
no saber. Pero también la liviandad de sentir que
puedo dejarme ir, porque aquí no soy.
Es una tentación: en un lugar desconocido se
puede ser ligeramente irresponsable,
desentenderse, mirar el mundo como si fuera ajeno.
Pero al tiempo, meses o años después, el individuo
inventado para poder vivir aquí también habrá
inventado nuevas preguntas. Entonces los
problemas se duplican. Porque las antiguas, las del
otro, también siguen esperando su respuesta.
Ese es el motivo por el que uno regresa y no quiere
moverse nunca más del sitio: para no ser dos.
25

Para conseguir la paz

Hacer cada día menos cosas diferentes. Vestirse


como todo el mundo. Olvidar un gesto propio. No
usar un lenguaje que se distinga. No provocar
conversaciones que llamen la atención. Elegir una
vida simple y transformarla en estilo. Despojar los
días de todo hecho que se destaque. Hacerse del
color del aire. Ser absolutamente idéntico a los
demás.
Tal vez así se consiga la paz.
26

Continuidad de la vida

Uno deja un sitio por otro buscando un alivio. Se va


a otra ciudad, otro país. Donde nadie lo conoce la
vida puede llegar a ser fácil y, con suerte, quizá
también bella.
Pasan semanas, meses. Un día, caminando por
una calle de nombre extraño, en una ciudad de
nombre impronunciable, donde se habla un idioma
inaprendible, ocurre la sorpresa. Uno ve venir a un
individuo de cara conocida, que carga viejas cosas
conocidas todavía por hacer, viejas preguntas
conocidas todavía por responder, antiguos errores
conocidos todavía sin explicar.
Es él, el que abandonamos, que no se ha olvidado
de uno. Se acerca, y ni siquiera necesita decir que
viene porque la vida no sólo continúa, sino que sigue
siendo lo que era.
27

La voz

A donde voy llevo conmigo la palabra.


Es una voz, tenue voz, tímida voz que he hecho
crecer en muchos años.
Casi siempre el diálogo con la voz es trivial,
menudencias al inicar el día, al elegir camisa, qué
diría a la mujer que nunca me llamará si de pronto
sonara el teléfono y fuera ella.
Pero hay días y noches en que pido a la voz que
me ayude a encontrar el nombre de tantas cosas de
mi vida que no tienen nombre.
Lo intenta, la oigo un instante. Nunca me lo dice.
Se queda horas en silencio.
28

Ilusión de movimiento

El enemigo confirma la validez de la vida. En su


función se organizan las cosas, la familia, las ideas.
Mientras él exista no habrá paz ni tregua.
De pronto el enemigo definido y nítido, que todo lo
amenazaba, deja de ser visto.
Al cabo de unos días se descubre que está a
nuestro lado y entonces hay una comprensible
confusión de la mente.
El tiempo se encargará de aclarar si el enemigo se
rindió, o fue uno que cambió de sitio.
29

La infidelidad

Si alguien dice que no hay nada peor que la


infidelidad, no se lo creas.
Ella me lo dijo cuando apenas nos conocíamos.
Tres meses después se lo recordé. Eran las dos de
la madrugada en mi cama, su marido estaba de
viaje, el niño con la abuela.
Ella había olvidado todo lo concerniente a la
fidelidad.
“Lo que pasa es que venir a tu casa hace feliz a mi
familia”, explicó.
“¿Y yo qué?, ¿quién me hace feliz a mí?”, no le
dije.
30

Nadie puede ser sólo palabras

Escribo, me incorporo, doy vueltas en silencio, abro


un libro. Palabras.
La casa está llena de palabras. Las horas, los días
se van. Envejezco entre palabras.
El pasado es lo que dije, que escuché, leí.
Palabras.
El presente está hecho de palabras.

Pero también hay un cuerpo de mujer, la tarde


sobre el río, el cielo borrascoso de la tarde sobre el
río, una historia de noches más borrascosas que el
cielo de la tarde, y está su cuerpo junto al mío, y yo
sin encontrar ni una palabra que pueda explicar la
historia, las noches, la borrasca, y la mujer que me
dice que me he dedicado a destruirlo todo,
minuciosamente.
“Ya quisieras vos, dice ella que yo quiero, que la
vida fuera sólo palabras. Entonces, dice, habría una
salvación para vos. Pero está el alma, y eso jamás
vas a solucionarlo con palabras.”
También está el alma. Yo he cuidado todo en mi
vida, dice, menos el alma.
Y eso es lo que me inquieta, que ella pueda llegar a
tener razón, y yo acabe por tener un alma.
31

Las noches exactas

Una noche sola es insuficiente, y dos noches solas


son insuficientes, y cualquier cantidad de noches es
también insuficiente
Cuando uno comienza a aburrirse, una noche más
destruye todas las anteriores.
32

Amargo jueves santo

La ciudad está desierta y fría y yo camino. Camino


horas, calles, barrios, y no hay nadie.
Llevo un recuerdo. Es tarde en la noche. Hablamos
por teléfono y discutimos y nos peleamos y ella llora.
De pronto oigo un ruido detrás de su voz. Al
principio no identifico el ruido y me concentro, y
entonces entiendo que no está en la cama, que se
ha levantado y me habla desde el baño. (Éste es en
realidad el recuerdo que me agujerea el cerebro.) Y
está meando y oigo el chorro que cae sobre el agua
y ya no atiendo qué es que está diciendo.
Todo así, por horas, el recuerdo, en este jueves frío
y largo, por las calles.
33

Lugar de la Utopía

Este país no está mal. Simplemente no está hecho


porque en este sitio no se puede construir un país.
Entonces, estamos en el país que no existe, donde
reside la Utopía, lo que nos da a sus habitantes no
poca originalidad.
Este en un país que, como no existe, nadie sabe
dónde está, y de él sólo se puede decir que el viento
lo azota todo el año.
Este lugar produce gente gris y descreída con el
culo al viento, que apenas puebla el territorio donde
no hay un país. Gente que piensa cuatro veces lo
que tiene que hacer y no lo hace porque sabe desde
que nace que nada vale la pena y mucho menos
hacer.
Yo me fui diez años, y volví porque quería vivir en
la Utopía. Sentir el viento en aquella parte del
cuerpo.
34

Restos del naufragio

La inmarcesible recta vertical ya no es la vida. La


sinuosa senda se nos ha impuesto.
Nadie concede nada excepto el amigo que te
quiere como la madre que te parió y jamás sabrás
cómo devolvérselo.
Los otros son siempre más felices que tú, en algún
sitio.
El día de ellos está lleno de lo que nunca habrá de
ocurrirte.
Su amor, sus estímulos, su cuenta en el banco dan
testimonio de tu total fracaso.
Llegados al año 2000 ves que lo que creíste, tus
delirios, tus ansias de infinito, eran menos que la
caca del perro en el césped del parque de enfrente.
No queda nada, ni los sueños más íntimos. Todo se
lo ha llevado el agua sucia de la Historia.
Tu miseria, tu ignominia, son tan evidentes que ni
nacer de nuevo te salva.
Sin embargo, te niegas: algo habrá que merezca la
pena ser salvado del inmenso naufragio.
Sí, la fe, por lo menos la fe. Con la empedernida
solidez del creyente entrarás cada noche en el
sueño diciéndote tontamente que hay que salvar la
fe, porque si no nada tiene sentido.
35

Perdonen por creerlo

Antes de los treinta en el poder o muertos.


Éramos jóvenes, éramos muchos y habíamos
entrado en la vida solamente para cambiar el
mundo.
La vida pasó, y nada fue como decíamos. Fue la
cárcel, fue la tortura, fueron los miles de muertos.
Aún así, cuando nos encontramos, el recuerdo de
la ilusión de muchachos llena todavía el corazón,
que se animó un día a creer tanto.
Entonces siento que si hubo otro modo posible
para mí no lo quisiera.
Porque, y perdonen por creerlo, le debo a aquella
ilusión la alegría de haber conocido a algunos de los
mejores.
36

Índice
La cabeza contra el muro.......................................3
La senda...............................................................11
Mejor que haya sido así.............................................12
La salvación por M.....................................................13
La vida depende de una sola pregunta.......................14
El laberinto.................................................................16
La fila interminable.....................................................17
Escribir no espanta la soledad de la carne.................18
La sospecha y el instante...........................................19
Relato para una hija sobre su padre...........................20
Pasajera duda de un profesional................................21
Para no pasar la noche solo.......................................22
El enemigo.................................................................23
Motivo banal para no cambiar de sitio........................24
Para conseguir la paz.................................................25
Continuidad de la vida................................................26
La voz.........................................................................27
Ilusión de movimiento.................................................28
La infidelidad..............................................................29
Nadie puede ser sólo palabras...................................30
Las noches exactas....................................................31
Amargo jueves santo..................................................32
Lugar de la Utopía......................................................33
Restos del naufragio...................................................34
Perdonen por creerlo..................................................35

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