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Primer control de lectura

Literatura Moderna Europea y Estadounidense


Cristóbal Ignacio Vargas San Martín

Ilustración: Cándido o El Optimismo

El Cándido o El optimismo de Francois Marie Arouet, más conocido como Voltaire, fue
escrito en 1759. Narra la historia de Cándido, educado por el maestro Pangloss en un castillo
de Westfalia del cual es expulsado por besar a Cunegunda, la hija del Barón de Thunder-ten-
trock. De su maestro aprendió que todo existe y tiene razón de existir o de ser, es decir,
vivimos en “el mejor de los mundos posibles” (Voltaire, 2) e incluso luego de “ser arrojado
del paraíso terrenal” (Voltaire, 3) tomó este axioma como verdadero. Aún así, es de suma
importancia esta expulsión ya que da el pie para que Cándido se someta a experiencias que
intentarán poner a prueba esta verdad. Aquella expulsión del ‘paraíso’ al mundo terrenal en
donde el mal y el bien se mezclan y entrecruzan relatos es el paso necesario para que el
individuo reflexione y tome más valor a lo hechos que a los dogmas, “es posible que el
público se ilustre a sí mismo, algo que es casi inevitable si se le deja en libertad” (Kant, 2).

Al principio en su viaje, nuestro personaje vive una cadena de eventos, la mayoría


desafortunados para él, pero sin embargo, la enseñanza de su maestro -en tanto este ‘es el
mejor de los mundos posibles’-, sigue resonando en él como cierto ya que aún no logra formar
y recrear un sentido crítico propio, a lo que Kant llamaría ‘minoría de edad’, es decir, una
edad cultural y también mental, en que el individuo no piensa por sí mismo y no reflexiona.
No obstante, los posteriores acontecimientos, primero, la muerte de Pangloss y segundo, el
reencuentro con su amada Cunegunda, provocan un giro en las reflexiones de Cándido. De
la muerte de su maestro se desprende el lamento de este frente a su ahorcamiento, “Si éste es
el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?” (10) mostrando una grieta en su
‘enseñanza primera’ y en este mundo en que el mal es preponderante. Este hecho deja ver
que Cándido sigue estando en su ‘minoría de edad’ al decir estas palabras: “si Pangloss no
hubiera sido ahorcado nos aconsejaría como salir de este aprieto” (14) recalcando que aún
no logra la madurez de una reflexión crítica para dirigir sus empresas.
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De su reencuentro con Cunegunda se desprende su historia, víctima de la trata de personas
durante la guerra, en la que se convirtió en moneda de cambio y compartida sexualmente por
muchos hombres, siendo los últimos, un judío llamado Isachar y un inquisidor, muertos a
manos de Cándido, provocando su huida de la justicia y comenzando nuevamente un periplo
que lo llevaría, junto a un criado llamado Cacambo: al Dorado, lugar que encarna los
máximos valores de la Ilustración, en donde el respeto y sentido común son preponderantes,
sin instituciones eclesiásticas, con un dios que no castiga y al que se le agradece y en donde
no existe la avaricia y el acaparamiento de oro. Por todo lo visto en esta ciudad, Cándido
dice: “¿si nuestro amigo Pangloss hubiera conocido El dorado, no habría podido afirmar
que el castillo de Thunder-ten-tronckh era lo más perfecto de la tierra; cierto es que hay que
viajar para aprender?" (Voltaire, 30), demarcando por fin una diferencia con su maestro y
demostrando que es a través de la propia experiencia y la vivencias del bien y el mal de las
cuales uno puede formar un criterio y un discurso.
A pesar de lo maravilloso que es el Dorado, es sumamente aburrido y estático, no existe
novedad ya que no hay más nada que mejorar, siendo este, un tópico moderno en este
problema filosófico de la concepción y vivencia del mal en el mundo, ya que a pesar de ser
el Dorado, un lugar idílico, el individuo se desconecta desde su ‘dimensión ciudad ‘y se
desborda en una razón que a la postre, estanca la reflexión individual. Es por esto que nuestro
personaje, junto a su criado, deciden irse, no sin antes llevando gran cantidad de riquezas a
sus hombros. Al rechazo de quedarse en el Dorado, su rey acomete: “Cometen una tontería
-les dijo el rey-; ya sé que mi país no es gran cosa; pero, cuando se está relativamente
cómodo en un sitio, se debe quedar uno en él. (Voltaire, 31) dejando en claro que la búsqueda
de lo nuevo, de la sorpresa y el conomiento empírico son valores indispensables y que
mueven el motor de crecimiento, tanto personal como en comunidad. El rey prosigue: “todos
los hombres son libres; partan cuando gusten, pero la salida es muy difícil. Es imposible
remontar los rápidos por los que milagrosamente llegaron. Las montañas que bordean mi
reino tienen diez mil pies de altura y son verticales como murallas” (31), esta es una metáfora
que nos simboliza lo dificultoso que es llegar a ese estado cultural, y la alusión a la altura nos
refleja esta separación de la persona (en griego; máscara) en su calidad de ciudadano, medido,
controlado y limitado en oposición a la naturaleza, es decir, los instintos animales y el viaje
como rito de florecimiento y de avance horizontal y vertical.
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Luego de su travesía en el Dorado llegan a Surinam, en donde se encuentran con un esclavo


que les cuenta sus desgracias y vejámenes a manos de su amo , a lo que Cándido dirigiéndose
a Pangloss, exclama: “se ve que no tendré más remedio que renegar de tu optimismo”
(Voltaire, 32) y al ser preguntado por Cacambo a qué se refiere, Cándido remata que el
optimismo es “obstinarse en defender con vehemencia que todo está bien cuando está mal”
(Voltaire, 32). Cándido vuelve a Europa y conoce a Martín, al que le plantea sus dudas y del
que saca nuevas reflexiones sobre el problema del mal en los individuos y el mundo. Martín
representa el corte del cordón umbilical en nuestro protagonista para con una figura de
autoridad, ya no sigue dogmas, sino que se nutre de las experiencias, de los consejos y puntos
de vista.
La obra termina con todos trabajando en comunidad, Cándido, Cacambo, Cunegunda,
Martín, labrando la tierra y cultivando la huerta, siendo esta la conclusión de la obra. La
semilla del trabajo personal, de la reflexión, para dar paso a un entendimiento en comunidad.
La imagen de Cándido labrando la huerta, es la imagen del proceso ilustrativo, como diría
Kant también como conclusión a su ensayo: “Una vez que la naturaleza, bajo esta dura
cáscara, ha desarrollado la semilla que cuida con extrema ternura, es decir, la inclinación
y vocación al libre pensar; este hecho repercute gradualmente sobre el sentir del pueblo
(con lo cual éste se va haciendo cada vez más capaz de la libertad de actuar)” (Kant, 5)

Como reflexión personal a través de lo que deja la obra es la mirada del bien y el mal como
una bi-unidad más que una dualidad opuesta, es decir, es el mal inherente al ser humano, pero
esta afirmación no como un referente para resignarse y no hacer nada para mejorar una
comunidad, sino como pie para la reflexión crítica de las instituciones, pero en primera
circunstancia, a nuestro actuar y nuestro papel en sociedad.

Bibliografía
Kant, Inmanuel. “¿Qué es la Ilustración?”.
https://geografiaunal.files.wordpress.com/2013/01/kant_ilustracion.pdf 2007.
Voltaire. Cándido o el optimismo. Barcelona: Círculo de Lectores, 1994.
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Romanticismo

El Romanticismo nace a partir del fracaso sangriento del sueño ilustrado (Paz, 75), y está
marcado por la búsqueda de lo absoluto por parte del ser humano, quién se encuentra solo
frente al mundo. Este mundo es representado por los poetas románticos, quienes concebían
a la poesía como el lugar de la inmortalidad.
Friedrich Holderlin fue un poeta alemán, cuya obra posee elementos clásicos mezclados con
elementos del romanticismo. Él como poeta tiene la facultad de representar el mundo a través
de la romantización, es decir a través del embellecimiento, de los elementos que este posee.
Al Éter, es un poema romántico escrito por Holderlin en donde el hablante lírico se dirige al
Éter, lo cual es considerado por la mitología griega como un elemento más puro que el aire
y más brillante que el cielo, de hecho, Éter puede ser traducido como “aire” o “cielo”. Utilizar
un mito implica mitologización, es decir, un proceso romántico en donde renace la identidad
de una cultura, esto es una Nueva Mitología definida como “radicalmente innovadora en el
sentido de que, lo único que quiere salvar es el antiguo mito en su función de legitimación
trascendente” (Frank, 190).
A pesar de que el Éter no es un dios si es comparado con los dioses y personificado en un
Padre por el hablante haciendo referencia de esto al comienzo del poema: “Tan animoso y
fiel como tú, ¡oh Padre Éter!, ninguno entre los dioses” (v. 1). Esta primera actitud lírica es
apostrófica debido a que el hablante se dirige directamente al Éter y a lo que este hizo antes
de que el hablante naciera.
Ya teniendo en cuenta que Éter no es un dios, sino un elemento y/o sustancia en el espacio,
el hablante lírico expresa que fue vertido en él la “bebida celestial” (v. 4) de este Padre la
cual, como es dicho a continuación, es el “aliento sagrado” (v. 5), es decir lo que da vida a
esta persona; posteriormente especifica que este “néctar” es dado a todos los seres (v. 6-7),
por lo que el Éter da vida a la naturaleza.
Comienza la tercera estrofa con una pregunta retórica “¿No te busca la planta con sus ojos, y
bajo el matorral tiende hacia ti sus brazos tímidos?” (v. 12-13), la cual sirve para reafirmar
lo que se dice anteriormente sobre que al Éter lo “aman los seres” (v. 10); y además hay
presente una personificación, debido a que a la planta mencionada se le atribuyen
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características físicas propias de los seres humanos. Posteriormente es mencionada la semilla
en el proceso de crecimiento para ser planta, la nieve que el bosque se sacude aludiendo al
cambio de estación, los peces que saltan en el río y los animales terrestres; cuyo amor al Éter
“los arrebata y los exalta” (v. 21), este elemento es buscado por estos seres de la naturaleza
a los cuales, como mencioné anteriormente, les da la vida y además como es mencionado
aquí provoca buenos sentimientos. Esta búsqueda refleja el anhelo de la naturaleza por este
elemento, siendo el anhelo una característica del sujeto romántico, personificado en ella
misma.
Pero ¿qué ocurre con la naturaleza en el romanticismo? Un mito es un sistema universal de
representaciones a través del simbolismo, el cual “tiene que partir de una visión de la
naturaleza [...] puesto que la naturaleza es el reino de todo lo real” (Frank, 204). La naturaleza
en la poesía romántica es un elemento fundamental debido a que el poeta la utiliza dotándola
de símbolos y de significados para representar su interioridad.
En la quinta estrofa del poema, tras haber nombrado en la tercera estrofa esos seres, menciona
que el Éter tiene una especie favorita: los pájaros, que ocupan “las eternas mansiones del
Padre. Espacio muy sobrado hay para todos [...] y grandes y pequeños se mueven libremente
en su morada” (v. 27-9), refiriéndose al mundo, al inmenso mundo en el cual el Éter da la
vida y donde el sujeto romántico busca el absoluto de manera incansable. Y es esta especie
su favorita debido a que se encuentra cercana a él en el cielo.
Los favoritos del Éter, es decir, los pájaros; “brindan alegría” (v. 31) al hablante y él también
“anhela el corazón la maravilla de ascender hacia ellos” (v. 32) quien considera su vida
terrestre una patria y la de las aves otra, separando el mundo terrenal del mundo que habita
el Éter: el cielo, donde espera que “Zeus me lleve de esta cárcel al palacio del Éter” (v. 35-
6), continuando con este constante anhelo frente al absoluto del mundo y frente a lo que
puede llamarse un ideal de mundo.
Y es en la sexta estrofa donde se deja entrever la melancolía1 del hablante lírico, pasando a
presentarse una actitud carmínica, donde expresa que andan por la tierra en vano movidos
por el deseo de estar en el reino de Éter, en el cielo. El romanticismo no expresa sentimientos
románticos, sino que embellece o intensifica elementos del mundo, como la naturaleza, los

1
La melancolía es el sentimiento que se da con una dolencia presente, es una eterna carencia.
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mitos y los sentimientos; por lo que sentimientos como la tristeza, el anhelo, el dolor, entre
otros, son expresados por el hablante.

En la última estrofa, el hablante lírico expresa que mientras añora llegar al cielo el Padre, que
rige la patria a la que quiere llegar, éste finalmente brinda paz a su corazón y él vive con las
flores que da la tierra. Con este cierre se puede interpretar que se debe morir para lograr estar

Friedrich Hölderlin

Al Éter

Tan amistoso y fiel como tú, ¡oh Padre Éter!, ninguno entre los dioses y los hombres

Me crió; antes incluso que mi madre me acogiera

Entre sus brazos y sus pechos me nutrieran,

Me asiste con ternura y vertiste bebida celestial,

El aliento sagrado, en mi pecho naciente.

No sólo de manjares terrenales se alimentan los seres;

Tú los nutres a todos con tu néctar, ¡oh Padre!,

Y desborda y avanza desde tu eterna plenitud,

Por todos los conductos de la vida, el aire vivificante.

A causa de esto te aman los seres y se esfuerzan y luchan


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Sin cesar hacia ti, en su crecer gozoso.

¡Celestial! ¿No te busca la planta con sus ojos,

Y el bajo matorral tiende hacia ti sus brazos tímidos?

Para poder hallarte, la semilla cautiva quebranta su envoltura;

Para, vivificada por ti, poder bañarse en tus ondas,

Se sacude la nieve el bosque, cual ropaje que le estorba.

Y los peces también se asoman y dan brincos, ávidos, sobre la luciente

Superficie del río, como si ellos también anhelasen

Salir de su cuna hacia ti; y a los nobles animales terrestres

Se les convierte en vuelo el paso, cuando un anhelo poderoso,

Aquel secreto amor a ti, los arrebata y los exalta.

Orgulloso, el corcel desdeña el suelo; cual arqueado acero

Tiende su cuello hacia la altura, apenas toca la arena con el casco.

Como en un juego, toca el pie del ciervo el tallo de la hierba,

Tal un céfiro, salta sobre el arroyo que, espumoso, se precipita,

Aquí y allá y apenas visible avanza, errante, entre las matas.

Pero los favoritos del Éter, los felices pájaros,

Habitan y, gozosos, juegan en las eternas mansiones del Padre.

Espacio muy sobrado hay para todos. A nadie se le marca su camino,

Y grandes y pequeños se mueven libremente en su morada.

Me brindan alegría, por sobre mi cabeza, y anhela el corazón


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La maravilla de ascender hacia ellos; y como de una patria amiga

Me llegan señas desde las alturas, y sobre la cima de los Alpes

Quisiera caminar y desde allí llamar al águila veloz,

Para que, como antaño al muchacho feliz a los brazos de Zeus,

Me lleve de esta cárcel al palacio del Éter.

Neciamente vagamos; como la vid extraviada,

Cuando la estaca que la guía hacia el cielo se le quiebra,

Nos esparcimos por el suelo y buscamos y andamos

Por las regiones de la tierra, ¡oh Padre Éter!, en vano;

Pues nos mueve el deseo de estar en tus jardines.

A las olas del mar nos arrojamos, a esos llanos más libres,

Para satisfacernos, mientras juega la onda infinita en torno

A nuestra quilla; el corazón se regocija ante el poder del dios del mar.

Mas no nos satisface: nos atrae el océano más hondo,

Desde donde se agita la onda más ligera... ¡Oh, quién pudiera

Conducir el errante navío a las doradas costas!

Pero, mientras añora crepusculares lejanías,

Donde con azuladas ondas vas envolviendo las riberas extrañas,

Desciendes susurrando de la copa en flor de los frutales, ¡oh Padre Éter!,

Brindas la paz a mi agitado corazón, y vivo ya gustoso,

Como antaño, con las flores que da la tierra.

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