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Índice.

6 Platón. ........................................................................................................................................................ 2

6.1 La teoría de las Ideas. ..................................................................................................................... 2

6.2 Relación causal entre el mundo sensible y el de las Ideas ......................................................... 3

6.3 El conocimiento .............................................................................................................................. 5

6.3.1 La teoría de la reminiscencia. .................................................................................................... 5

6.3.2 Las distintas clases de conocimiento. ...................................................................................... 6

6.3.3 El método filosófico: la dialéctica ............................................................................................ 8

6.4 El hombre en la filosofía platónica. ...........................................................................................11

6.4.1 La reencarnación .......................................................................................................................11

6.4.2 El alma y la virtud. ....................................................................................................................12

6.4.3 La ética .......................................................................................................................................13

6.4.4 La política...................................................................................................................................13
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6 Platón.

6.1 La teoría de las Ideas.

Platón hereda de Sócrates ese afán por la búsqueda del eidos a través de la
definición.

Y además de esto, hereda los dos problemas fundamentales de la época. Uno


respecto al conocimiento y otro respecto al ser, que la tradición filosófica
había elaborado a través de Heráclito y Parménides.

El que se refiere al conocimiento, y que se origina en Heráclito, diría: ¿cómo


es posible el conocimiento si todo se encuentra en perpetuo cambio?

El que se refiere al ser, y que procede de Parménides, señala: ¿cómo es


posible el cambio si el ser es y no puede dejar de ser?

Platón responderá a ambos problemas a través de la teoría de las Ideas.


Platón
Esa teoría divide la realidad en dos mundos. Sobre las entidades que
conforman uno de ellos, al que denomina mundo sensible, no será posible el
conocimiento ya que todo lo que haya en él se encontrará en perpetuo cambio; pero del
segundo de ellos, denominado mundo de las Ideas, sí será posible el conocimiento ya
que sobre los seres que lo componen no transcurre el cambio.

El mundo sensible es el mundo que podemos percibir por los sentidos en lo que
denominamos experiencia. Los seres que lo integran se encuentran en el tiempo y en el
espacio, es decir, son seres que poseen una extensión, y además se encuentran sometidos
a un perpetuo cambio por el cuál dejan de ser lo que son y pasan a ser otra cosa; es
decir, se encuentran deviniendo, y con esto se quiere decir que no son algo ya hecho
sino que consisten en estar siendo,

Y por eso mismo no pertenecen a lo que Parménides denomina el ser, ya que ellos
no son algo, sino que están siendo; deviniendo.

Esta característica suya de estar en continuo cambio impide que sobre ellos pueda haber
conocimiento atemporal; es decir ciencia.

El conocimiento atemporal, que es a lo que Platón denomina “ciencia”, no consiste


en tener una mera opinión sobre las cosas, sino en un conocimiento que sea
absolutamente cierto en el sentido de eterno e inmutable.

Si alguien dice, por ejemplo, que cierto sillón es de color rojo vivo, y esa afirmación
pretendiera ser ciencia, tendría que ocurrir que por siempre ese sillón fuera de color
rojo vivo. Pero la propia experiencia muestra que, con el tiempo, ese sillón deja de
tener un color rojo vivo, el color se va apagando, e incluso, con algo más de tiempo
veríamos que el propio sillón deja se ser sillón; es decir, que en realidad, nunca hubo
un sillón, sino una realidad que estaba deviniendo sillón, es decir aparentaba serlo,
pero sólo lo estaba siendo sin serlo completamente. Y así, cualquier conocimiento
que pudiéramos tener de esa realidad que estaba deviniendo no sería ciencia, ya que
nada eterno podríamos decir de ella, sino mera opinión, algo que parece ser y no ser,
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porque ahora parece serlo y mañana parece no serlo.

El mundo de las Ideas, por su parte, no es un mundo mental. Las Ideas -escritas con
mayúscula- no son las ideas mentales. Las Ideas son seres objetivos, que existen de una
forma independiente de nuestra mente, incluso aún más de lo que pudiera existir
cualquier ser que, como por ejemplo una montaña, vemos en la experiencia; por eso se
dice de ellas que son autónomas; es decir que existen con autonomía respecto a cualquier
otro ser, pensamiento o mente. Sólo que sabemos de su existencia no a través de los
sentidos sino a través de la razón.

Las Ideas tienen características contrapuestas a los seres del mundo sensible. Las Ideas
existen fuera del espacio, por lo que no tienen extensión y son simples, y del tiempo,
por lo que no tienen duración; son eternas1.

Además, y sobre todo, las Ideas no cambian; son incorruptibles, y por tanto no están
“siendo”, sino que ellas son.

Son el verdadero y profundo ser del que hablaba Parménides; el que es y no puede
no ser, sólo que mientras Parménides concebía al ser como único, Platón lo
fragmenta en las Ideas.

Y es esa propiedad suya de la incorruptibilidad la que permite que sobre ellas sí pueda
haber conocimiento, es decir ciencia, ya que al no cambiar nunca las Ideas lo que se diga
de una de ellas, de ser cierto, será eternamente cierto, y si falso, eternamente falso.

Platón concibe el mundo de las ideas como un mundo ordenado jerárquicamente, Es


decir, en él hay un orden que se expresa a través de una jerarquía. La Idea más
importante es la del Bien, la cual regula y fundamenta a las demás ideas y sus relaciones,
y así, todo lo que ella fundamente será bueno, por fundarse bajo esa Idea. Posterior-
mente se encuentra la Idea de Justicia, luego la de Belleza.

En un orden inferior se sitúan Ideas como Multiplicidad, Unidad e Identidad;


después ideas matemáticas como par e impar; en último lugar Ideas de cosas como
la de Hombre, Caballo, etc.

6.2 Relación causal entre el mundo sensible y el de las Ideas

Aunque ambos mundos son independientes uno de otro ocurre que los seres que
constituyen el mundo sensible son una imagen de los seres del mundo de las Ideas.

Para explicar esta relación Platón hace aparecer un ser de carácter mítico el
Demiurgo que realiza la labor de ser intermediario entre los dos mundos.

Algunos filósofos considerarán que Platón no cree que exista el Demiurgo, sino que
sólo es una figura mítica que le sirve a modo de parábola para explicar las relaciones

1
“Eterno” significa que no tuvo principio ni tendrá fin. Lo cual debe distinguirse de
“sempiterno” que significa que durará siempre; es decir, aquello habiendo tenido principio,
no tendrá fin.
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entre uno y otro mundo.

El Demiurgo sería el ser que transporta el orden jerarquizado del mundo de las Ideas al
mundo sensible. Para hacer esto el demiurgo capta con la mente el mundo de las Ideas,
tras lo cual traslada la perfección y el orden de ese mundo al mundo sensible haciendo
imágenes en el espacio de las Ideas del mundo inteligible, intentando mantener y reflejar
el orden que unas Ideas llevan con otras.

En cualquier caso hay que resaltar que para Platón son de mayor importancia las
Ideas que el demiurgo; de hecho, si el demiurgo es bueno, es porque capta con la
razón la Idea del Bien. Sin la Idea del Bien nada puede ser bueno, ya que todo bueno
lo es por imitar o participar de ella.

Y así, las realidades que en el mundo sensible agrupamos bajo un mismo concepto
reflejan en modo de ser de una misma Idea.

Sin embargo, Platón no es claro al explicar cómo se produce ese proceso, a veces, sobre
todo en los primeros diálogos, usa la palabra mímesis, o copia, otras, sobre todo en los
diálogos de madurez, utiliza la palabra methexis, o participación. La diferencia entre
ambas alternativas es que la mímesis viene a ser la copia en la apariencia externa de lo
mimetizado; en la methexis la relación serían más interna, más de ordenación; pero en
ninguno de los dos casos se diría que las Ideas, o en todo o en parte, se encuentran en
el mundo sensible.

Algunos autores piensan que Platón estaba pensando en un procedimiento distinto


que a veces llama copia y a veces participación2.

Por cada clase de entidades existentes en el mundo sensible hay una Idea que explica
que esa clase de cosas del mundo sensible sea lo que es.

Por ejemplo, en el mundo sensible podemos ver que hay muy distintos caballos; los
hay blancos, negros, grandes, pequeños, veloces etc.; pues bien, todos ellos serían
imágenes, copias, de la Idea de Caballo.

En la medida en que el objeto sensible es una copia más o menos fiel de la Idea de
Caballo, será un caballo más o menos perfecto; aunque la perfección total no la
podrá alcanzar ya que la Idea de Caballo, de la que ella es copia, ni es espacial ni
cambia.

Así, por ejemplo, todas las cosas blancas del mundo sensible copian la “blancura”
de la Idea de Blanco; algunas lo hacen mejor que otras, y de ellas decimos que son
“más blancas”. En realidad, el blanco perfecto no es de este mundo sensible y, según
Platón, ni siquiera es espacial, sino que sería la Idea de Blanco, de la cual no
podemos hacernos una imagen sensorial porque la estaríamos desvirtuando al
imaginarla espacial; es decir, la Idea de blanco no tiene color, de igual modo que la
Idea de triángulo no tiene extensión y por eso vale para cualquier cosa triangular de

2
En cualquiera de los tres posibles casos el Demiurgo tomaría las Ideas de los triángulos y
con ellos, bien poniéndolos en el espacio o bien en una materia prima los interpretes
disienten sobre lo que Platón quiso decir haría aparecer los cuatro elementos agua, tierra,
fuego, aire, sobre éstos pondría, organizándolos, otras Ideas que darían lugar a las cosas
sensibles
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este mundo, sea cual sea su extensión.

A la hora de trasladar el orden de las Ideas al mundo sensible el Demiurgo se encuentra


con la dificultad insuperable de que el mundo sensible es un mundo espacial en el que
habita el devenir. En cambio las Ideas ni son espaciales ni devienen, por eso no podrá
realizar una copia perfecta, necesariamente habrá una imperfección en el origen que
impida que las cosas del mundo sensible puedan captar de forma perfecta el ser de las
Ideas. Y esa imperfección es la que se traduce en el mundo sensible como el mal.

Es parecido a cuando intentamos reflejar un objeto tridimensional en una fotografía


o dibujo. Por mucho que la imagen quiera ser fiel no puede captar la
tridimensionalidad del objeto que copia; necesariamente la fotografía no puede
alcanzar a copiar perfectamente la cosa; ya que copia en dos dimensiones lo que
tiene tres.

Algunas cosas de este mundo, como la suciedad, la codicia, o el mal en general, no son
copias de seres del mundo de las Ideas, no hay una Idea de ellas, sino que son
deficiencias que aparecen necesariamente ya que, el mundo copiado y el mundo en el
que se hará la copia, son mundos radicalmente distintos.

Con todo, el demiurgo, debido a que el mundo sensible es necesariamente temporal por
el devenir, aprovecha esta característica para hacer que, ya que todo necesariamente
tiene que cambiar, que lo haga en dirección al bien. Y así el hecho de que en el mundo
inteligible la Idea del Bien sea el fundamento de todas las demás Ideas, se reflejará en el
mundo sensible haciendo que todo cambie ya que necesariamente debe devenir
pero que lo haga en dirección a lo mejor; al bien.

6.3 El conocimiento

6.3.1 La teoría de la reminiscencia.

Es evidente, piensa Platón, que disponemos de conocimientos sobre las Ideas, y como
ejemplo de esto pueden señalarse las proposiciones matemáticas.

Las cuales no versan sobre triángulos de este mundo; en el mundo sensible no habría
triángulos, sino cosas triangulares. El teorema de Pitágoras, por ejemplo, no se
refiere a seres de este mundo, sino a la Idea de Triángulo, y por eso su verdad es
eterna.

Ahora bien, si las Ideas no son seres de éste mundo sensible ¿cómo disponemos de tales
conocimientos? Platón responde a esa pregunta con la teoría de la anamnesis
(ἀνάμνησις) o reminiscencia.

Piensa Platón que necesariamente tenemos que haber existido en un mundo, distinto del
mundo sensible, en el cual pudiéramos acceder a captar ese mundo de las Ideas. Tras esa
visión –que no es una visión sensible sino mental- nacemos en este mundo sensible, y al
nacer lo visto se nos olvida. Sin embargo, al ocurrir que las cosas del mundo sensible copian
las Ideas, al verlas –ahora sí, a través de los órganos sensoriales- su visión nos recuerdan las
Ideas de las que son copia; y ese recuerdo es la reminiscencia.
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El concepto que nos hacemos en la mente cuando vemos un objeto sensible no lo


construimos nosotros a partir de abstraer propiedades comunes de los seres que
vemos en la experiencia, sino que el objeto que vemos por la vista nos hace recordar
la Idea de la que el objeto es copia, y es entonces cuando se nos viene a la mente el
concepto, que no es más que la copia mental de la Idea que vimos en ese otro mundo
no sensible3.

Según Platón, por tanto, ya hemos nacido con el conocimiento, y lo único que nos cabe
hacer es recordarlo. Nada que venga de fuera de la persona, ya sean las lecciones de un
maestro o lo que se recibe por la sensación, podrán enseñar un sólo conocimiento
nuevo; lo único que podrá hacer, como mucho, es que la persona recuerde lo que ya
estaba en ella pero olvidado4.

6.3.2 Las distintas clases de conocimiento.

Conocimiento en sentido estricto, con certeza, sólo puede haberlo de las Ideas, y no
sobre las cosas sensibles.

Sin embargo es claro que también hacemos juicios acerca de las cosas sensibles, a los
que damos cierta validez.

Por ejemplo como cuando se dice que un cierto libro es blanco. En este caso, el
juicio hecho, no se refiere a las Ideas, ya que no habla sobre la Idea de Libro, sino
sobre ese libro en concreto, pudiendo haber otro libro que fuera rojo. Ni tiene validez
eterna, el libro que veo, con el tiempo, dejará de ser blanco y de ser libro. Ni por lo
tanto puede justificar la verdad de lo que dice; es decir, es particular, temporal e
inseguro.

Sin embargo, y en ocasiones, podemos hacer juicios que sí hablen sobre las Ideas,
aunque debido a que nuestro juicio se basa en nuestras experiencias, no podemos
estar seguros de su verdad; como por ejemplo cuando se dice “El placer es un bien”.

Pues bien, a esa clase de conocimiento que, debido a que se establecen a través de la
experiencia, no tiene garantías de ser verdadero Platón lo llama opinión (doxa).

La opinión puede ser verdadera pero como no es verdadero conocimiento, si se acierta,


no es porque en realidad se sepa sino por otras causas.

Por ejemplo los egipcios pensaban que frotar las ranas contra las verrugas tenía el
efecto de eliminarlas; lo que en realidad ocurría era que había minas de plata en el

3 Si ocurriera que tras ver una serie de individuos formásemos el concepto abstracto quedaría por explicar
qué razón nos llevó a abstraer esas propiedades en concreto, para formar el concepto abstracto, y no otras.
Por ejemplo, supongamos que hay tres caballos y una vaca; dos de los caballos son negros y el tercero,
como la vaca, es de color blanco. Cuando vemos a los cuatro animales, antes de tener ningún concepto
formado, no sabemos que son tres caballos y una vaca; sin embargo, nos damos cuenta que podemos
agrupar los animales por rasgos parecidos que abstraemos de ellos; pero ¿por qué no agruparlos por colores
mejor que por la forma? ¿por qué diríamos que las propiedades más importantes y que debemos abstraer
para formar conceptos son en este caso esas y no las otras? Platón diría que ya sabemos, antes de abstraer
nada de la experiencia, que hay tres que pertenecen a la misma clase y otro que no, y es después, al darnos
cuenta de cuáles son los parecidos, que extraemos sus propiedades comunes. En otro caso, cada vez que
producimos una clase de objetos por abstracción lo haríamos de forma arbitraria.
4 Tesis que se ilustra en el siguiente párrafo del Menón: “¿Y de qué manera vas a investigar, Sócrates, lo

que sabes en absoluto qué es? Porque ¿qué es lo que, de entre cosas que no sabes, vas a proponerte como
tema de investigación? O, aun en el caso favorable de que lo descubras, ¿Cómo vas a saber que es
precisamente lo que tú no sabías?”.
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Nilo y la plata se adhería a la piel de las ranas siendo la plata la que eliminaba las
verrugas; lo que los egipcios tenían era opinión verdadera sobre el efecto de las ranas
en las verrugas pero no conocimiento en sentido estricto. Otro ejemplo podría ser el
de una persona virtuosa que tiene opinión verdadera sobre la justicia pero no
conocimiento estricto; si le preguntamos sobre qué es la justicia dará una respuesta
que, si indagamos sobre ella, nos daremos cuenta que es falsa por ser contradictoria.
Luego aunque la persona sea justa por la opinión verdadera no es capaz de dar
razones de la justicia, es decir en realidad no sabe qué es ser justo.

Dentro de la opinión Platón distingue a su vez dos formas de conocimiento. Al mejor


de ellos lo llama pistis (Πίστις), o creencia y se produce a través de la experiencia con
los objetos sensibles que, como ya sabemos, son imágenes de las Ideas.

Pero aún es posible que formemos conocimientos en ausencia de las mismas cosas
sensibles; a partir de imágenes suyas.

Por ejemplo, si formo mi conocimiento de las aves a través de mirar el reflejo de su


vuelo en un lago, o en un espejo, entonces, lo estaría formando a partir del reflejo
que me llega de la cosa sensible. Es decir, cabe adquirir un conocimiento a partir de
la copia de la Idea – lo llamamos creencia- pero también se puede formar a partir de
la copia de una copia.

Pues bien, al conocimiento que se tiene por estas imágenes de las cosas sensibles lo
llama eikasia (εἰκασία), o conjetura y será el grado menor del conocimiento.

Estamos en la conjetura cuando formamos conocimiento por lo que nos cuentan de


algo, o cuando lo hacemos a partir de fotografías y demás medios de representación;
es decir, cuando ni siquiera tenemos experiencia del objeto, sino sólo experiencia de
la representación de ese objeto.

En el lado opuesto a la doxa se sitúa el conocimiento denominado Inteligencia5, y que


se distingue del anterior en que podemos dar razón de su verdad; es decir, podemos
demostrarlo, fundamentarlo.

El conocimiento denominado Inteligencia también se divide en dos.

El menos perfecto se llama dianoia (διάνοια), o pensamiento discursivo, y se utilizaba


para demostraciones en el ámbito de la matemática, la música y la astronomía, que en
tiempos de Platón formaban un conocimiento de una misma clase basado en el número.

Lo que hace menos perfecto al pensamiento discursivo son sus dos características; el
uso de signos sensibles y de hipótesis.

El uso de signos sensibles consiste en el uso de una representación gráfica que ayuda a
formar las demostraciones.

En tiempos de Platón cuando un matemático demostraba un teorema geométrico


decía "Sea ABC un triángulo...", este coger un triángulo en concreto para hacer las
demostraciones, aunque ésta luego sea válida para todos los triángulos, es utilizar

5
A veces se lo denomina episteme, reservando la palabra nous para lo que aquí llamamos
episteme o ciencia.
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signos sensibles.

En aritmética los números se representaban con algo parecido a dados o figuras de


dominó, donde los puntos eran el número. También había, pues, signos sensibles.

La hipótesis, por su parte, venía a ser un conocimiento que se aceptaba sin crítica y bajo
su supuesto se ofrecía la demostración.

Por ejemplo, podría iniciarse diciendo: “suponiendo que todo número natural es par
o impar –y esa es la hipótesis que no se demuestra- entonces el número x será par o
impar....”; o “Si la virtud es enseñable –esa es la hipótesis- entonces tendrá que ser
conocimiento... “

El uso de las hipótesis da lugar a un modo hipotético de investigación, que se distingue


por partir de una serie de axiomas, que son las hipótesis, y a partir de los cuales se
deducen los teoremas, es decir otras proposiciones que están siendo demostradas y
fundamentadas suponiendo la verdad de las hipótesis. Pero la verdad de esas hipótesis
no las demuestra el matemático, no es algo que éste estudie, y por esa razón el
pensamiento discursivo, es incompleto.

En la siguiente clase de conocimiento no se da esa limitación, lo que lo convierte en la


forma más perfecta de conocimiento. Platón lo llama episteme, o ciencia, dialéctica y
filosofía, aunque dialéctica significará también el método para llegar a adquirirla.

Lo que se conoce con él son las Ideas inmutables y esto se hace sin partir de supuestos
de ningún tipo.

Conocer las Ideas es conocer qué son, y así si yo conozco la Idea de Justicia podré decir
qué es la justicia. La Idea más importante es la Idea de Bien, por eso ella es el objetivo
del filósofo, hasta el punto que Platón llega a decir que conocerla es la propia ciencia.

6.3.3 El método filosófico: la dialéctica

La cuestión que se trata ahora es cómo conseguir ese conocimiento denominado ciencia.

Para conseguir ese objetivo Platón ideará un método denominado dialéctica. Ese
método tiene dos fases. La primera fase es la mayéutica, que coincide punto por punto
con la socrática, y consiste en pedir al interlocutor que diga qué es algo, que lo defina
preferiblemente no en forma de discurso sino brevemente.

Se trata de que se diga qué es lo común a todas las entidades que tienen tal propiedad,
por ejemplo la belleza. Una vez dada la definición se inicia un diálogo de preguntas y
respuestas cortas para aclarar el sentido de la definición.

Invariablemente Sócrates hace llegar al interlocutor a una contradicción, a la que sigue,


en su caso, redefiniciones del término pedido que acaban del mismo modo.

Al final el interlocutor no es capaz de dar nuevas definiciones y entra en el estado de


perplejidad, que viene a consistir en el estado de reconocimiento de la propia ignorancia
acerca de lo que se le pregunta aunque, por otra parte, uno piensa que sí debería de
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saberlo.

Por ejemplo desconocer qué es la belleza y sin embargo estar viendo cosas bellas.

Alcanzar el estado de perplejidad es una condición necesaria para la segunda fase. Ya


que sólo si la persona es liberada de falsas concepciones, y admite su ignorancia, se
encuentra en la disposición real de aprender la verdad libre de prejuicios.

Antes de enseñar, es necesario que la persona esté con el ánimo limpio y atento,
porque enseñar, como ya nos dijo Platón, no se produce porque el maestro dé la
nueva información al discípulo; al contrario, conocer es recordar, y por tanto, el
discípulo, debe ser el que saque de sí mismo la verdad, a lo que el maestro solo asiste
como partero; y nadie alumbra la verdad si cree que ya la tiene.

La segunda fase representa la fase positiva del método dialéctico y la fase que más
propiamente se denomina dialéctica.

Aquí se trata de encontrar la correcta definición del término que se busca, y la manera
de hacerlo sigue siendo el diálogo. Pero ahora el diálogo se orienta a tratar de separar lo
que se está definiendo de todo lo demás, y a esto se le denominará división6.

La estrategia para conseguirlo es ir separando todo lo que pertenezca a la sensibilidad


del término que se busca ya que para Platón esa definición lo es de una Idea, y por tanto
no tiene nada que ver con la sensibilidad.

Por ejemplo, si estamos buscando la definición de la belleza, en nuestro búsqueda,


-que para el que busca es una búsqueda interior, ya que la verdad está dentro de sí-
la persona tendrá que ir separando lo que no es belleza de la belleza que muestran
los seres, pero dado que la definición de la belleza no es sobre los seres bellos del
mundo, sino sobre una Idea, tendrá que eliminar en su búsqueda, todo rasgo que
pertenezca a la sensibilidad –a los sentidos- de la definición de belleza, hasta
encontrar, en una visión interior, la belleza pura, el recuerdo de la Idea de Belleza,
sin intermediarios sensibles que puedan distraerle, y al verla en esa intuición
intelectual, poner en palabras lo visto, decirla, y así tener el conocimiento de qué es
la belleza y, por el cuál conocimiento, ahora puede juzgar que cosas de los sentidos
participan en mayor o menor grado de ella.

La dialéctica, por tanto, intenta un examen radical, que no se para en supuestos como
el pensamiento discursivo, sino que sigue su camino ascendente hasta las Ideas sin dejar
ninguna cuestión sin examen.

El fin último es llegar a la Idea de Bien, porque ésta es la Idea reina, la que ilumina a
todas las demás Ideas.

Una vez que se llega a las Ideas el filósofo puede iniciar un camino descendente, como

6 Una novedad de Platón, respecto a la dialéctica, y que posteriormente será seguida por
Aristóteles, es la forma sistemática propuesta para exponer las definiciones, que consiste en
decir su género, es decir la clase de cosas que son semejantes y después dividir el género en
especies diciendo que diferencia a cada una, incluido el término que se quiere definir en
cuestión. Así p.e. el hombre tendría el género de animal y la diferencia específica de racional.
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se narra en el mito de la Caverna, e intentar decir a sus conciudadanos cómo organizar


una ciudad si se quiere que sea justa, porque sólo el que ha visto la Idea de Justicia
conoce qué es la justicia, y sólo éste puede garantizar que la polis que se organice con
sus principios será una polis justa.

Tanto el ascenso al mundo de las Ideas, su visión, como el regreso del filósofo es
narrado por Platón en el mito de la Caverna. En él, también se pone de manifiesto,
cómo aquellos que no saben qué es el Bien, ni conocen las Ideas, se oponen y juzgan
disparate el testimonio de quién sí las ha visto y les dice cómo son.

Y este es el drama de la sociedad, que a quien sabe de verdad no se le escucha, más


bien se escucha al que grita mucho y nada sabe; aunque todo esto al filósofo, dice
Platón, apenas le importa, porque el que ha visto las Ideas es feliz viéndolas y no
desea mandar, porque no desea mirar las cosas del mundo sensible que sólo le
distraen del espectáculo de las Ideas, y para que sea él el que mande hay que
obligarle a que se fije en las cosas de la polis y deje de admirar las Ideas, porque
sólo contemplarlas es lo que quiere el filósofo.

“Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que
anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de
la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del
sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con
el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo
que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto;
en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al
final, y con dificultad, es la idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que
es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado
la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la
verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con
sabiduría tanto en lo privado como en lo público.7“

El método dialéctico que Platón propone es un método que se basa en la razón y que
se explica en La República, que es uno de sus libros
fundamentales. Sin embargo, en otro de sus libros, El
Banquete la dialéctica es caracterizada de una forma distinta,
como un impulso erótico, adquiriendo un carácter más vital
que racional.

Se sigue tratando de ascender desde el plano sensible al


inteligible, pero el motor del ascenso es el impulso erótico,
y el proceso no acaba en la idea de Bien, sino en la de
Belleza, ya que el objeto del amor es, según Platón, la belleza.

En el Banquete la filosofía se muestra como una


especie de "amor", de "locura divina" que conduce a la
captación de la belleza en sí. Este impulso erótico sigue
un proceso que pasa del amor al cuerpo bello del amado al amor de la belleza de
todos los cuerpos bellos; de ahí a la belleza moral de las almas, de ésta a la belleza
de las normas de conducta y de las leyes, de aquí a la belleza de las ciencias y por
último a la Belleza en sí, causa ejemplar de todo lo bello.

7
Texto 1 de la PAEG. PLATÓN, La República, Libro VII, 517a-d, en PLATÓN, Diálogos
IV. La República, trad. De Conrado Eggers, Madrid, Gredos, 1986, p. 342.
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6.4 El hombre en la filosofía platónica.

6.4.1 La reencarnación

Platón distinguirá radicalmente entre cuerpo y alma, entendiendo que lo que es


propiamente el hombre es su alma.

El alma del hombre; es decir, el propio hombre, está inmerso en un proceso cósmico
de perfeccionamiento, que se produce a través de sucesivas reencarnaciones en las
cuales el hombre adquiere un cuerpo, una materia, que le lastra y hace la función de
cárcel del alma. El final exitoso del proceso terminaría con el ciclo de reencarnaciones
y con una vida eterna y feliz sin el cuerpo, aunque también es posible que el hombre
acabe en una especie de infierno donde sería eternamente castigado.

En todo este proceso cósmico de perfeccionamiento, el enemigo a quien hay que


vencer, es la materia representada por el cuerpo.

El cuerpo es un mal no sólo por la repercusión que tiene en el alma sus necesidades,
deseos, temores, y enfermedades, sino porque existe el riesgo de que el alma adopte
como suyos los deseos, placeres y dolores del cuerpo, en vez de buscar los bienes
propios del alma, adquiriendo entonces un carácter material. Si eso ocurre se
dedicará a buscar y conseguir aquellas cosas sensibles que satisfacen los deseos del
cuerpo, incluso con guerra y violencia.

Por el contrario, si el alma consigue resistirse al cuerpo y dominarlo, entonces se


dedicará a buscar su bien propio, que es la verdad, y que conseguirá obteniendo poco
a poco un mayor acceso a la reminiscencia y a la contemplación de las Ideas.
Fortalecida el alma en esa dirección, y tras morir, se reencarnará en una figura que
le permita seguir el ascenso al conocimiento hasta que termine por conseguir el fin
de las reencarnaciones y la liberación de la carne.

En cambio, si el alma ha perseguido y disfrutado de lo sensible su carácter queda


enturbiado por su trato con ello, y no sólo quiere reencarnar de nuevo en el mundo
sensible, que es donde está la fuente de su placer, sino que querrá hacerlo en una
figura que le permita conseguir de manera fácil y abundante el placer sensible al que
se ha aficionado.

En cualquier caso, tras la vida encarnada, el alma es juzgada por sus actos. Si fue buena
se la recompensa, y si mala, se la castiga. Y a no ser que el alma haya terminado por ser
perfecta, o por ser irrecuperablemente malvada, vuelve a encarnarse, pero con la
salvedad de que es la propia alma la que elige en qué lo hará.

Platón establece la posibilidad de que el alma se encarne en animales, posibilidad


que ya pensaron los pitagóricos, de modo que el animal elegido no sea más que una
representación del vicio que tuvo en la vida anterior; si fue violento quizá se encarne
en un león, si glotón en un cerdo... Con todo lo normal, parece ser, es que se
encarnase en un ser humano; y en este caso Platón establece una lista de figuras en
las que una persona elige encarnarse según se encuentra más o menos lejos de la
sabiduría -aunque duda sobre el orden, ya que lo cambia- y así, en el extremo
positivo estaría el filósofo, y en el extremo negativo el tirano.

En esas circunstancias, piensa Platón, la responsabilidad de la elección es de cada


uno. Platón, que como Sócrates es intelectualista moral, considera que el mal es la
ignorancia, y así el malvado que ignora lo que le conviene elegirá una mala vida,
aunque a él le parecerá la buena, y el bueno, que aún no tiene sabiduría pero cuya
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opinión se acerca a la verdad, elegirá una buena que le acerque cada vez más al
conocimiento y, por tanto, a la liberación.

6.4.2 El alma y la virtud.

Platón habla de tres partes del alma8 pero deben entenderse como "funciones", ya que
el alma no es material, es simple, y no tiene partes.

El alma racional es la propia identidad, lo que realmente somos, y sus funciones, que
consisten en el puro pensar, se realizarían en la cabeza. A través de esta función el alma
puede llegar a contemplar las Ideas.

Platón señala en el Timeo que la fabricó directamente el demiurgo y que por ello
sobrevive a la muerte9; en cambio, las dos siguientes partes del alma fueron
fabricadas por los dioses que creó el Demiurgo, con lo que resultan ser almas
mortales.

Y así está la función irascible, que se refiere a las pasiones nobles, entendiendo por tales:
valor, ira, esperanza, ambición...; esa función se realizaría en el tórax.

Por último se encuentra la función concupiscente, que se refiere a las pasiones innobles,
como son el instinto de conservación –comida y bebida- y el instinto sexual; estas
funciones se realizarían en el abdomen.

Al realizar el alma sus distintas funciones del modo adecuado y conveniente se


consiguen las virtudes; que viene a significar el dominio del alma sobre las distintas
funciones que realiza.

Y así, cuando la persona domina la función concupiscente, y por tanto es capaz de


contenerse frente al placer, el alma adquiere la virtud de la templanza. Cuando domina
la función irascible, y por tanto es capaz de dominarse frente al dolor físico o anímico,
adquiere la virtud de la fortaleza. Y cuando domina la función racional, y por tanto es

8
Timeo
9
Platón intenta probar la inmortalidad del alma de varios modos. El que le parece más
concluyente se basa en la reminiscencia, y vendría a decir que si tenemos conocimiento, para
explicar esto, hace falta pensar que las almas tienen una vida anterior a la del cuerpo. Sin
embargo esto sólo mostraría que vivimos antes de nacer pero no que sigamos viviendo
después de morir. Por ello da distintas argumentaciones. La prueba de los contrarios dice
que a las cosas sensibles les debe suceder lo contrario: de lo fuerte lo débil, de lo rápido lo
lento, a la muerte la vida. Luego a la muerte del cuerpo le debe seguir la vida del alma. La
prueba por la simplicidad viene a decir que sólo lo compuesto puede corromperse, se
corrompe en tanto que se separan sus partes simples. A continuación intenta mostrar que el
alma es más afín a las Ideas que a lo sensible. Las Ideas son simples y no pueden corromperse,
en ese caso si el alma fuera simple, como Platón intenta mostrar, no sería corrompible. Por
supuesto que se refiere a la función racional, las otras partes del alma son mortales. La
siguiente prueba manifiesta que el alma se entiende como principio de movimiento, de vida
y vitalidad de los seres, pero este movimiento no procede de nada exterior al alma sino de si
misma, luego por sí misma estará siempre en constante movimiento, siempre tendrá vida
luego será inmortal. La última no es del Fedón y se basa en un argumento ético. Viene a decir
que si el alma muere con el cuerpo entonces las personas malvadas quedan perdonadas al
morir de sus maldades; pero que el bien y el mal queden sin premio ni recompensa es injusto.
Si hay justicia, y la hay, es necesario que el alma sea inmortal.
Platón. Página 13 de 13

la razón la que manda y dirige al alma entera hacia el bien que la misma razón descubre,
sin que ocurra que sea cualquiera de las otras dos partes del alma la que utilizando la
razón como un mero instrumento dirija al alma entera en dirección a conseguir sus fines
propios, se obtiene la virtud de la prudencia, que hay que entender además como
sabiduría, ya que entonces el alma racional no sólo manda sobre las demás, sino que
vislumbra el bien y dirige al hombre hacia él.

Cuando cada una de las distintas funciones del alma se realizan con virtud entonces
ocurre que el alma entera queda “ajustada”, y eso hace que una nueva virtud aparezca,
y es la virtud de la justicia.

La justicia ocurre por la armonía que se produce en el alma cuando las distintas partes
realizan de forma óptima la función que tiene asignada sin invadir las funciones de las
demás; frente a eso, la injusticia, no es más que un desarreglo, un desajuste en las
funciones del alma que provoca la enfermedad del alma conocida como vicio.

6.4.3 La ética

Platón, como su maestro Sócrates, se sitúa en el intelectualismo moral.

El intelectualismo moral es una teoría que relaciona el conocimiento con la moralidad.


Según esta teoría ser bueno consiste en saber qué es el bien en concreto; ser malo
consiste en ignorarlo, entendiendo que bien sería aquello que satisface nuestras
necesidades y deseos, algo que se relaciona, en última instancia, con la felicidad.

El intelectualismo afirma que nadie hará el mal sabiendo que es el mal, ya que el mal es
aquello que impide que obtengamos lo que necesitamos y deseamos.

El que obra el mal se hace a sí mismo un perjuicio, en tanto que se convierte en malo,
y como nadie se perjudica a sí mismo voluntariamente, el que comete un mal lo hace
por ignorancia. Y así, el mal sólo se hace por ignorancia; y de hecho es la ignorancia de
lo que realmente conviene.

Cuando una persona hace el mal es siempre bajo la apariencia de que eso es un bien
para ella, luego es la ignorancia de qué cosa sea realmente buena y qué cosa mala lo
que le lleva a realizar el mal y hacerse malvada.

Cuando se hace el mal es mejor ser castigado que no serlo ya que el castigo se entiende
como una cura, un beneficio que hace que el alma mala deje de serlo; una enseñanza,
por tanto.

Cabe añadir que para Platón la felicidad no es equivalente al placer sensorial, pero
tampoco es contraria, y así cierta dosis de placer es correcta para ser feliz. Aunque el
ideal del hombre, su real felicidad, está en la contemplación de la Idea del Bien.

6.4.4 La política

La concepción platónica de la sociedad y de la política reflejan la posición contraria a la


mantenida por los sofistas, y que terminará por desarrollarse completamente en su
Platón. Página 14 de 13

discípulo: Aristóteles.

Piensa Platón que las comunidades políticas, la polis o ciudad, no se establece


simplemente por un deseo convencional de sus integrantes, como pensaron los
primeros sofistas, sino que existen una serie de necesidades naturales, tanto materiales
como espirituales, que le llevan a necesitar la ayuda y cooperación de sus semejantes
para conseguir satisfacerlas plenamente, y eso le lleva a formar y a vivir en comunidad.

Por tanto, y en contraposición con los sofistas, Platón se pone al lado de los que
consideran que la formación de las sociedades humanas se asienta en la naturaleza
humana, aunque esa dependencia de la naturaleza humana se deba a que ésta tiene
necesidades naturales que sólo en sociedad pueden ser ampliamente satisfechas.

Desde ese punto de vista, y dado que son distintas las necesidades humanas, Platón
defenderá una organización social en la que se de una división social del trabajo de
acuerdo a las disposiciones naturales que se tengan.

Y así, el que por naturaleza se muestre hábil para un tipo de trabajo que satisface
una clase de necesidades –alimento, vestido, alojamiento, seguridad...- que se
dedique en exclusiva a ese, y el que esté naturalmente dotado para otro, pues que se
ocupe de ese otro en exclusiva, y que, al final, se intercambien entre todos los bienes
obtenidos.

Considerando las distintas funciones que pueden realizarse en la ciudad Platón la divide
en tres clases sociales: la de los artesanos, la de los guardianes y la de los gobernantes.

Los artesanos, incluyendo en esa clase a pastores, comerciantes, marinos…, son los
encargados de la producción, y resultan ser la clase más numerosa de la ciudad.

Los guardianes tienen como funciones características defender la ciudad de invasores y


controlar los conflictos internos que pudieran darse dentro de la ciudad. La clase de los
guardianes es una clase escogida por las aptitudes idóneas para la función que se les
pide, y que son la fuerza y la valentía. Una vez escogidos Platón considera que, haciendo
que se casen unos con otros, esos rasgos escogidos se mantendrán en la descendencia,
luego a la clase de los guardines se pertenecerá, aunque con excepciones, por
nacimiento. Para formar guardines no sólo hace falta aptitudes naturales, sino un férreo
control y educación. No tendrán bienes personales, para evitar que puedan ser
ambiciosos, vivirán en común, se les seleccionará la pareja matrimonial por parte del
Estado atendiendo a unir los mejores con los mejores.., y finalmente, de entre los
mejores, se extraerá a los gobernantes.

La función del gobernante es gobernar la ciudad en vistas a conseguir esos bienes


materiales, pero sobre todo espirituales, que dio lugar a la comunidad; es decir, se trata,
sobre todo, de hacer hombres buenos. A las personas que puedan llegar a ser
gobernantes se les someterá a pruebas rigurosísimas, para así seleccionar el mejor, el que
será el rey, y que coincide con aquel que de todos sea el más sabio, ya que siendo su
misión establecer el bien, sólo el que haya captado la Idea de Bien, podrá dirigir la ciudad
y a sus ciudadanos en esa dirección; y ese es el filósofo. El filósofo, en sus actuaciones,
tendrá en cuenta siempre que es lo mejor para el estado en su totalidad, no para una
Platón. Página 15 de 13

sola de las partes.

Análogamente a como ocurría con el alma, cuando las distintas clases sociales realizan
de modo perfecto la función que se les tiene encomendada adquieren una virtud. Y así,
la virtud de los artesanos es la de la templanza, ya que son ellos lo que producen los
bienes que serán consumidos por los demás y por tanto deberán ser moderados en su
consumo. La de los guardianes es la valentía, ya que deberán ejercitar sobre todo esa
virtud en el ejercicio de su función militar y policial. Y la de los gobernantes es la
sabiduría, ya que debe de conocer las Ideas para poder hacer buenos a sus
conciudadanos y eficaz a la ciudad.

Cuando las distintas clases sociales realizan su función de modo adecuado, de igual
modo que ocurría con el ser humano, aparece una nueva virtud, la justicia, que no es
más que expresión de la armonía social que tal hecho produce.

Con todo, y para que el Estado pueda llegar a esa justicia, Platón propondrá una serie
de medidas de control social de una rigidez extrema.

En principio no habrá gente ni rica ni pobre, lo cual impedirá la envidia. Además


estará vedada toda posible censura o crítica al sistema, incluso con la muerte. Se
crearán mentiras "nobles" que legitimen la situación social.

Platón propone el mito de las clases, según el cual, todos los ciudadanos han sido
creados y educados por la tierra que es su madre, por tanto todos son hermanos entre
sí; pero en la composición de algunos (los gobernantes) entró el oro, en otros la plata
(los guardianes) y en otros el bronce y el hierro (los artesanos); aunque puede ocurrir
excepcionalmente que uno de oro engendre uno de bronce; en cualquier caso deben
ser llevados a su posición social respectiva.

En el Estado platónico los niños serán educados por el Estado y no sabrán quienes
son sus padres, ni sus padres quienes son sus hijos. La mujer compartirá los mismos
trabajos y estará en las mismas posiciones que los hombres, e incluso podrá llegar a
ser gobernante. En La República, Platón, señala que se permitirá que las mujeres, o
los hombres, sean sexualmente comunes, aunque el estado velará porque los cruces
no sean entre clases; posteriormente, en Las Leyes, dará marcha atrás respecto a esta
idea..
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