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SOCIALISMO MILITAR EN BOLIVIA

Y SU TRANSCENDENCIA
HISTORICA Y EL CINGRESO INDIG

Socialismo militar
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“Socialismo militar” es una expresión utilizada en Bolivia para referirse a los gobiernos
militares de David Toro (1936-1937) y Germán Busch (1937-1939).
El régimen militar socialista boliviano erigió una alianza tripartita entre el Ejército, el
movimiento obrero y los partidos de izquierda.1 Se ensayó una incipiente experiencia de
“cogobierno” con los sindicatos obreros, con la creación del Ministerio de Trabajo y la
designación, a cargo de éste, del líder sindicalista Waldo Álvarez.1
Entre los principales logros del régimen estuvieron el establecimiento del Ministerio de
Trabajo, la creación del Ministerio de Minas y Petróleo, la nacionalización de la Standard
Oil, la Constitución de 1938, el Código del Trabajo, la creación del Banco Minero y el
decreto que obligaba a las empresas mineras a entregar sus divisas al Banco Central.
A nivel internacional, el régimen estuvo atravesado por una atmósfera antiliberal, que
implicó, internamente, la convivencia desde marxistas hasta filo-fascistas.1 A diferencia de
lo que ocurriría una década más tarde (con la emergencia del antifascismo), en
la Bolivia de los años ’30, las fronteras entre las diferentes figuras del “socialismo” (desde
el nacionalsocialismo hasta el marxismo, pasando por el socialismo moderado), aunque
evidentemente existían, no impedían que estas tendencias se expresaran, y lucharan por
imponer sus puntos de vista, al interior de un mismo espacio político.1

Gobierno de Toro[editar]

Cnel. David Toro.

Posteriormente a la derrota en la Guerra del Chaco, el sistema político tradicional de


Bolivia entró en crisis, y el viejo liberalismo fue desplazado por nuevas ideologías.2
El Ejército, que había estado apartado de la vida política durante la era liberal, pronto se
rebeló contra el viejo orden. Tras el fin de la Guerra del Chaco, la oficialidad joven emergió
del conflicto sin la culpa de haber llevado al país a desastre, y portadora de un discurso de
“regeneración nacional” que establecía alianzas con el sindicalismo y la intelectualidad
inconformista.1
Los veteranos que volvían de la guerra en 1935 produjeron un estallido de actividad en la
izquierda moderada.2 A medida que los partidos tradicionales iban perdiendo apoyo,
comenzaron a aparecer en escena todo un conjunto de nuevos clubs y asociaciones
políticas autodenominadas “socialistas”.2 Rápidamente, en los primeros meses de 1936, se
formó un “Partido Socialista”, dirigido por Enrique Baldiviesoy Carlos Montenegro, antiguos
militantes del Partido Nacionalista, que había sido creado para apoyar la presidencia
reformista de Hernando Siles Reyes (1926-1930).2 El Partido Socialista pronto encontró un
aliado en la Legión de Ex Combatientes para sus aspiraciones de reforma y revuelta contra
el liderazgo tradicional.2 La figura clave y líder del grupo de oficiales jóvenes con
mentalidad revolucionaria era el Tte. Cnel. Germán Busch, que sin embargo, no
sintiéndose preparado aún para gobernar, pondría al frente del movimiento revolucionario
al Cnel. David Toro.2
El 17 de mayo de 1936, Busch, entonces Jefe del Estado Mayor, dio un golpe de
estado contra el gobierno del liberal José Luis Tejada Sorzano, en medio de una huelga
general llevada a cabo por la FOT (Federación Obrera del Trabajo) que Busch se negó a
reprimir.21 El golpe de estado fue sostenido por una coalición de oficiales jóvenes,
socialistas de Baldivieso y republicanos socialistas de Saavedra.21 El 20 de junio, el
Cnel. David Toro arribó desde el Chaco y se estableció una junta militar presidida por él.2
Se constituyó así el nuevo régimen, con una base político-social tripartita constituida por el
Ejército, dos partidos políticos (el Socialista y el Republicano Socialista) y el movimiento
obrero.1 Toro señaló que el propósito del Ejército era hacer “un gobierno de justicia social,
que ponga fin a los antiguos métodos y sistemas políticos”, y definió al proyecto como un
“Socialismo de Estado”.1
“El golpe de estado (…) [ocurre] con el consenso unánime del Ejército, cuya ideología está en
armonía con la nueva ideología del país. Su firme intención es implantar el socialismo de Estado con
la ayuda de los partidos de la izquierda.”
Discurso inaugural de Toro a la nación.2

Para llevar a cabo su programa de “socialismo de Estado”, se hicieron propuestas clave


como el establecimiento de la sindicalización obligatoria y un parlamento corporativo,
mostrando así cierta influencia de los sistemas corporativistas entonces en boga
en Europa.21
A la alianza entre oficiales y partidos de la izquierda moderada, se sumó también el
movimiento obrero.1 El 22 de mayo de 1936, se estableció por primera vez en la historia
boliviana un Ministerio de Trabajo, y se puso a cargo de él al líder de la huelga
obrera, Waldo Álvarez.21 Alrededor de él se establecerían algunos elementos de una
izquierda más extrema, como por ejemplo los marxistas Ricardo Anaya, José Aguirre
Gainsborg y José Antonio Arze.21 Así, el sindicalismo ya no sólo actuaría en el terreno de
la protesta social, sino que ahora sería también parte de las funciones estatales.1
El Ministerio de Trabajo estableció varias comisiones de estudio para elaborar la
legislación sobre seguridad social y ahorro obrero, más un completo Código del Trabajo.2
También se creó el Ministerio de Minas y Petróleo, que anunció planes para la creación de
un Banco Minero.2
El nuevo régimen buscaba alinear a Bolivia con las teorías del Estado social moderno, con
capacidades de regulación e intervención en la economía.1
El gobierno, sin embargo, mostró también una faceta de autoritarismo cuando prohibió a
los empleados públicos hacer huelga, y cuando redactó un decreto anticomunista y
antianarquista.21 También dio muestras de una política errática cuando intentó
reconciliarse con el recientemente formado y opositor Partido Centralista, de derecha
liberal, dirigido por el magnate del estaño Carlos Víctor Aramayo, iniciando conversaciones
sobre la posible entrada de este último en el gobierno como ministro.2
El gobierno militar tuvo que enfrentarse al problema de la inflación. Se decretaron varias
leyes de control de precios y contra la especulación, y se establecieron tiendas de
alimentos subsidiadas por el Estado para vender artículos de primera necesidad.2
El proyecto de sindicalización obligatoria, presentado al gabinete por el Ministro de
Gobierno, Tte. Cnel. Julio Viera, reflejaba los deseos de los oficiales de orientación
filofascista de establecer un Estado corporativo, aunque el proyecto también gozó del
apoyo de Waldo Álvarez y el movimiento obrero, que esperaba sacar provecho de él.2
Según palabras de Toro, este proyecto estaba diseñado para establecer una “democracia
funcional”.2 El plan era efectuar una reforma del parlamento, en el que el 50% de la
representación provendría de los nuevos sindicatos, y el otro 50% provendría de los
procesos electorales tradicionales.21
Desde los sectores conservadores se veía al proyecto de sindicalización obligatoria como
“peligroso y ridículo” y se convocaba a “limpiar al país del grupito de sovietizantes”.1 Toro
negó que con este proyecto el gobierno estuviera buscando agudizar la “lucha de clases”:
“Simplemente se quiere sacar provecho de esta fuerza, encauzarla dentro de ciertos límites,
sujetarla al control del Estado [y] volverla un elemento de disciplina y educación para las masas.” 2

También se estableció una comisión para preparar una nueva Constitución, y el gobierno
se comprometió a convocar a una asamblea constituyente tan pronto como la Comisión de
Reforma Constitucional hubiera terminado su trabajo.2 En medio de estos acontecimientos,
Waldo Álvarez y la camarilla de extrema izquierda fueron expulsados del Ministerio de
Trabajo (Arze y Aguirre Gainsborg fueron deportados a Arica1) y Toro reemplazó a Álvarez
por el abogado Javier Paz Campero, ligado a los intereses mineros de Hochschild.2 Pero a
pesar de este giro a la derecha, gran parte de los códigos de seguridad social y ahorro
obrero iniciados por Álvarez fueron continuados por el nuevo ministro.2
Mientras tanto, la Comisión de Reforma Constitucional, bajo el liderazgo de Vicente
Mendoza López, estaba avanzando en el diseño de la proyectada nueva Constitución. Se
contempló una suerte de Estado sindicalista-corporativo mezclado con el viejo sistema de
partidos políticos.2

Gobierno de Busch[editar]

Tte. Cnel. Germán Busch.

El régimen de Busch se inició de manera contradictoria. Por un lado nombró Ministro de


Finanzas a Federico Gutiérrez Garnier, un derechista ligado a los intereses oligárquicos
como jefe de la asociación de grandes mineros,3 que inició una política de recorte
económico.3 Así se revirtieron algunas políticas sociales de la era de Toro, como por
ejemplo las tiendas de alimentos subsidiadas por el Estado.3 Pero, por otro lado, en el
plano político el gobierno se radicalizó.3 En agosto de 1937 se anunció que se convocarían
elecciones para una Convención constituyente para redactar una nueva Constitución
(medida que había sido reiteradamente demorada en la era Toro).3 Las elecciones se
realizaron finalmente en marzo de 1938,3 y, en línea con los proyectos de
representación corporativa, se les permitió a la Legión de Ex Combatientes y a
la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia presentarse a las elecciones como
tales.3 Ambas organizaciones concurrieron a las elecciones unidas en un “Frente Único
Socialista”, junto con partidos de izquierda moderada e incluso de izquierda radical.34
Las elecciones a la convención constituyente fueron las primeras en las cuales las nuevas
fuerzas políticas de posguerra (la “generación del Chaco”) pudieron expresar su poder.3
Los partidos políticos tradicionales se retiraron de la contienda, y el “Frente Único
Socialista” obtuvo 96 diputados de un total de 103.5 Rechazando las
doctrinas liberales de laissez-faire y gobierno limitado que habían inspirado a las
Constituciones Nacionales hasta entonces, la convención adoptó el concepto
revolucionario de “constitucionalismo social”.3 Se le daba al Estado un rol activo en proveer
el bienestar social y económico de los ciudadanos, y se abandonaba la tesis de la
inviolabilidad de la propiedad en favor de la doctrina sobre la “función social” de la misma.3
En octubre de 1938 finalmente se sancionó la nueva Constitución. Esta proclamaba
formalmente los derechos del trabajo, el salario mínimo, y la justicia social para todas las
clases y razas del país.3
Sin embargo, más tarde Busch terminó clausurando la Convención, siguiendo el consejo
de su nuevo Ministro de Finanzas, Alberto Palacios, también derechista como el ministro
anterior.3 Al mismo tiempo fue designado como Comandante en Jefe del Ejército el
conservador Gral. Carlos Quintanilla, quien comenzó una purga de oficiales con
mentalidad radical.3 Pero la purga de Quintanilla fue frenada por presión de la izquierda
civil, y Palacios fue forzado a salir del gabinete.3 A principios de 1939, siguiendo los pasos
de Toro con su intento de formar un “Partido Socialista del Estado”, se intentó desde el
gobierno la creación de una “Unión Socialista Democrática”, reuniendo a los elementos
más moderados de la izquierda, como el Partido Socialista Independiente, y liderada por el
antiguo presidente de la Convención constituyente, Renato Riverín y el asesor de
Busch, Gabriel Gonsálvez.3
También las fuerzas políticas tradicionales (el Partido Liberal, el Partido Republicano
Genuino y el Partido Republicano Socialista) se estaban reorganizando. Estos antiguos
rivales se reunieron en un nuevo frente unido, la Concordancia, que hizo un llamamiento al
retorno del gobierno civil y a la abolición del sistema de entrega de divisas al Estado por
parte de la industria minera, tachándolo de anticuada medida de guerra.3 La formación de
la Concordancia era la respuesta inevitable a la necesidad de las clases altas de un frente
político unido que representara y defendiera sus intereses ante la descomposición del
sistema tradicional.3
En medio de este clima, el gobierno se vio fuertemente sacudido por un escándalo de
corrupción que involucraba a funcionarios de las embajadas bolivianas en Europa. Según
los críticos del gobierno, el cónsul boliviano en París había estado cobrándoles a los
inmigrantes judíos europeos que querían llegar a Bolivia entre diez y veinte mil francos
para la emisión de una visa.3 Este problema tenía su raíz en la anterior decisión del
gobierno de quitar toda restricción a la inmigración de los judíos europeos en julio
de 1938.3
Este escándalo, conocido como “affaire de la inmigración”, conmovió fuertemente a Busch,
quien concluyó en que el país necesitaba de una profunda purificación moral. A raíz de
ello, el 24 de abril de 1939 anunció el establecimiento de una dictadura personal. El
inminente congreso fue suspendido y las elecciones parlamentarias, planeadas para mayo,
canceladas. Aunque la Constitución de 1938 seguía nominalmente vigente, el gobierno se
arrogó el derecho de gobernar por decreto.3
Uno de los decretos más importantes de este período fue la creación del Código del
Trabajo el 24 de mayo de 1939.3 Este Código del Trabajo (o “Código Busch”, como
también se lo llamaría) fue una de las pocas reformas exitosas y duraderas del régimen de
Busch.3 Proporcionaba regulaciones gubernamentales sobre contratos de
trabajo, seguridad en el trabajo, vacaciones pagas, compensación por accidentes,
sindicalización obligatoria y negociación colectiva.3 Según el historiador estadounidense
Herbert S. Klein, la sanción de este Código fue una importante victoria para el movimiento
obrero boliviano y la culminación de muchos años de luchas populares a favor de la
legislación social, y fue elogiado incluso por los críticos del régimen.3
Otro de los decretos más importantes posteriores a la declaración de la “dictadura” por
Busch fue el del 7 de junio de 1939 acerca de la entrega de divisas al Estado por parte de
los propietarios mineros.3 Los términos del decreto establecían que los dueños de minas
debían entregar al Banco Central la totalidad de sus ganancias en divisas extranjeras
resultantes de la venta bruta de sus exportaciones de estaño antes de recibir el permiso de
una aduana para exportar sus minerales.3 Según los términos del decreto, el Estado les
pagaría a los propietarios mineros la mitad de sus ganancias en bolivianos a la tasa legal
de cambio, mientras que podrían disponer libremente de la otra mitad en oro o divisas,
bajo ciertos controles.3 El artículo 38 del decreto establecía que “toda resistencia pasiva al
cumplimiento del presente decreto-ley: sabotaje, lock out (…) o cualquier medida [que trate
de perturbar la normal operación de las minas], será considerada como un crimen de alta
traición contra la Nación [es decir, sujeta a la pena de muerte]”.3
Este decreto fue inspirado por el quinto y último Ministro de Finanzas de Busch, Fernando
Pou Mont, un funcionario joven sin afiliación política, y debe ser entendido dentro de un
contexto en el que la minería del estaño en Bolivia estaba dominada por el oligopolio de
los “tres grandes” magnates: Patiño, Aramayo y Hochschild,3 popularmente conocidos
como “la rosca minera”.
En un discurso radiofónico del 10 de junio, Busch justificaba la medida y proclamaba el
derecho del Estado a intervenir para “evitar la fuga de capitales y el empobrecimiento de la
nación”. Por demasiado tiempo, afirmaba, el Estado había sido pobre, a pesar de la
riqueza de la industria minera, y ahora ese desbalance sería corregido. “Por primera vez
en Bolivia [se establece] un sistema de defensa de la riqueza nacional”. Los sacrificios de
la nación en el Chaco, declaró, demandaban una nueva era que hiciera de Bolivia una
nación rica.3
Pero antes de que ese decreto pudiera ser puesto en efecto, Busch se enteró de los
planes de Hochschild para evadir sus medidas. En un ataque de rabia, ordenó el arresto y
ejecución del magnate. Pero ante las presiones de las embajadas extranjeras y de los
propios ministros del gobierno, Busch tuvo que ceder. Liberó el empresario minero
apresado y abandonó la idea de ejecutarlo.3
“Yo, Germán Busch, les demostraré a esos Patiños, Aramayos, Hochschilds… que aquí hay un
presidente que hará respetar a su país”.3
Germán Busch pocas semanas antes de ordenar apresar a Hochschild. Citado por un testigo
anónimo, tomado de Herbert S. Klein, “Germán Busch y la era del ‘socialismo militar’ en Bolivia”,
en: The Hispanic American Historical Review, volumen 47 (edición mayo 1967), 166-184, Duke
University Press, 1967.

Pero a pesar de todas estas importantes medidas, el presidente sentía que el gobierno no
avanzaba.3 Su gobierno estaba dominado por los mismos hombres que habían colaborado
con todos los gobiernos previos en Bolivia, como por ejemplo, sus ministros de finanzas.
Seguía dependiendo de la vieja oligarquía incluso para llevar a cabo la administración de
rutina.3 No está del todo claro si Busch fue asesinado o se suicidó. Lo cierto es que el 23
de agosto de 1939 murió de un disparo en la sien. Un viejo partidario de su gobierno, y
autor del libro El dictador suicida sobre el mismo, el escritor Augusto Céspedes apoya la
tesis del suicidio.3
Con la muerte de Busch, el experimento del “socialismo militar” llegó a su fin. Lo sucedió
interinamente el Gral. Quintanilla, que gobernó con apoyo de
la Concordanciaconservadora,3 y, más tarde, desde abril de 1940, el Gral. Peñaranda,
elegido presidente constitucional en las elecciones de ese año, apoyado por la
misma Concordancia.
Si bien la muerte de Busch puso un freno temporal al experimento del Ejército con la
reforma política, el período del “socialismo militar” tuvo efectos duraderos, marcando el fin
de un importante era en la historia política boliviana e inaugurando otra, dominada por la
polarización creciente entre los partidos tradicionales y la nueva generación política
de posguerra con mentalidad de reforma.3

Relaciones e influencias internacionales[editar]


En medio de la crisis económica y social de 1929-1930, que había puesto en crisis las
ideas liberales, Alemania, Italia y la URSS aparecían como casos emblemáticos de
renacimiento nacional a través de un Estado centralizado.1 sin embargo, la ideología oficial
de la URSS de “lucha de clases” resultaba poco atractiva para unos militares bolivianos
que, justamente, estaban en busca de un renacimiento nacional basado en la “unidad
nacional” en un país que históricamente había estado fragmentado étnica, regional y
socialmente.1 Alemania e Italia, al contrario de la URSS, representaban alternativas
atractivas al basarse en un “Estado fuerte” que permitiera “abolir” la lucha de clases.1 Uno
de los principales objetivos del movimiento del 17 de mayo, declaraba Busch, había sido
terminar con la lucha de clases entre capital y trabajo y reemplazarla con una cooperación
nacional armoniosa, que salvaría a la nación de los extremistas en la izquierda y la
oligarquía en la derecha.3 El Estado, sostenía, debe actuar como moderador y regular la
justicia social en la esfera económica, superando todos los extremos.3
En la posguerra del Chaco, los paralelismos entre Alemania y Bolivia aparecían, a simple
vista, poderosos.1 Si, luego de su amarga derrota en la Primera Guerra Mundial, Alemania
parecía renacer de sus cenizas mediante una revolución totalitaria liderada por
los nacionalsocialistas, parecía lógico mirar hacia allí en busca de inspiración.1 Las
relaciones con Alemania se materializaron en 1938, cuando Busch envió a ese país, en
misión de estudio, a un grupo de jóvenes estudiantes y militares, que partieron en una
intensa gira por todo el territorio alemán para imbuirse de la “educación del carácter y del
cuerpo”, invitados por las Juventudes Hitlerianas.1 También viajaría al Reich el Gral. Carlos
Quintanilla en 1939.1
Sin embargo, como lo demuestran los informes del diplomático alemán Félix Tripeloury, los
alemanes eran escépticos acerca del régimen boliviano, no creían tener en él una réplica
de su propio régimen, y su interés radicaba principalmente en la posibilidad de obtener allí
materias primas para su esfuerzo bélico, particularmente el estaño.1 En la era Busch se
llegó a discutir la posibilidad de que Bolivia se desvinculara del Pool Internacional del
Estaño, y pasara a vender este material, en su totalidad, a Alemania y sus aliados del Eje.1
No obstante, a pesar de estos contactos con el nazismo, el gobierno “socialista militar” fue
también, curiosamente, uno de los primeros del mundo en quitar las restricciones a la
inmigración judía en julio de 1938, con el objetivo principal de establecer una comunidad
judía en el Chaco, y, a pesar de que esta política inmigratoria se vio manchada por un
caso de corrupción que involucraba al consulado boliviano en París, no dejó de ser, al
decir del historiador norteamericano Herbert S. Klein, una acción valiente.3
Los vínculos con Italia se desarrollarían principalmente en la era de Toro, y se
materializaron en el desembarco de una comisión para modernizar a la Policía nacional
siguiendo los lineamientos del cuerpo italiano de Carabinieri.12
En las relaciones internacionales del régimen también tuvo un papel destacado el
embajador mexicano Alfonso Rosenzweig-Díaz.1 Concretamente, la influencia
del Méxicocardenista se pudo ver en el intercambio de misiones entre ambos países para
estudiar la educación indígena y enriquecerse con el conocimiento mutuo de la experiencia
desarrollada en ese terreno.1 Una de las expresiones de esa influencia fue la escuela
de Warisata.1 Según un informe reservado de la embajada argentina en 1939, el
embajador Rosenzweig-Díaz realizaba “continuos paseos y visitas a esa región”

PRIMER CONGRESO INDIGENA DE 1945

Hace 63 años, la ciudad de La Paz fue testigo de un hecho histórico y trascendental


protagonizado por los sectores mayoritarios de este país, cuando el 10 de mayo de 1945, una
marcha indígena recorrió por las calles para inaugurar el PRIMER CONGRESO INDIGENAL que
deliberó durante 4 días con la participación de más de mil delegados de todo el país,
compuesto principalmente por aymaras, quechuas, así como representantes de pueblos
indígenas del oriente, además de indígenas citadinos, entre los que estuvieron vecinos,
vendedoras, los primeros preceptores indígenas, que ahora se denominan maestros o
educadores, entre otros sectores. El Primer Congreso Indigenal, fue el resultado de un proceso
de larga preparación y coordinación de los movimientos indígenas de ese entonces, liderado
por caciques y líderes de los ayllus y markas como: Luís Ramos Quevedo (Quechua de
Cochabamba), Francisco Chipana Ramos (del Ayllu Ch’alla-Provincia Camacho), Antonio Álvarez
Mamani (del Ayllu Mamillón, Laguna Verde-antes Provincia Muñecas), Miranda y otros, que
convocaron A TODOS LOS AYLLUS, TENTAS y COMUNIDADES con una representació n de
hombre y mujer (Chacha- Warmi) a ese Primer Congreso, donde los idiomas oficiales fueron el
Aymara, Quechua y castellano. Uno de los principales líderes e ideólogos que promovió la
realización del Primer Congreso Indigenal fue Luís Ramos Quevedo, más conocido como RUMI
SUNQU (Corazón de Piedra), quién de acuerdo a versiones de Antonio Álvarez Mamani, logró
la venia del Presidente Gualberto Villarroel para realizar el Congreso el 2 de febrero de 1945,
pero por la acción de los terratenientes y hacendados que temían un levantamiento indígena,
algunas autoridades vinculados a estos grupos dominantes y poderos, desterraron a Quevedo
a la república del Brasil. En estas circunstancias, el Comité Indigenal que había sido organizado
por Luís Ramos Quevedo, se desintegraba por las presiones y persecuciones de los
terratenientes, sin embargo Antonio Álvarez Mamani, retomó la tarea y responsabilidad de
llevar adelante la realización del Primer Congreso Indigenal, organizando y coordinando todas
las acciones como emitir una manifiesto convocando a participar del congreso, la publicación
de 50 mil volantes, viajes, reuniones, etc. Principales resoluciones y conclusiones Entre las
principales resoluciones y conclusiones que emanaron del Primer Congreso Indigenal, se
destacan: • Prohibición de los servicios de pongüeaje y mit’anaje • Prohibición de los trabajos
personales en forma gratuita • Abolición de los trabajos y diezmos • Otorgación de tierras a
favor de los indígenas • Obligación de los patrones de implementar escuelas para la educación
de los hijos de los indígenas que trabajan la tierra. • Leyes y autoridades para la protección del
indio Estas resoluciones y conclusiones fueron reconocidas mediante un Decreto Supremo por
el gobierno de Gualberto Villarroel, que fue uno de los motivos por los que la oligarquía
colonialista arremetió contra el gobierno, llegando con el colgamiento del presidente Villarroel
un año después. Asimismo, al concluir el Primer Congreso Indigenal, fue elegido Presidente
FRANCISCO CHIPANA RAMOS. Opinión de la prensa en 1945 con relación al Primer Congreso
Indigenal El periódico “ La Calle ” en su editorial de fecha 11 de mayo de 1945, vale decir, al día
siguiente del Primer Congreso Indigenal, destaca este tema de forma muy relevante en su
página editorial que lo titula: “Algo que pudo parecer insólito”, luego se refiere a la
inauguración del evento “con asistencia del Poder Ejecutivo en pleno… el cuerpo diplomático y
otras autoridades de elevada significación en la vida nacional. Hubo asimismo honores
militares y la clásica salva de 21 cañonazos. Todo este despliegue de solemnidad y grandeza
por la inauguración de un congreso de indígenas, ha debido parecer insólito e inexplicable a
mucha gente. Algo que denota trastorno de lo consuetudinario y lo tácitamente aceptado
como normal…” Dos congresos regionales anteceden al Primer Congreso Indigenal Los años
1941 y 1943, en la ciudad de Sucre del departamento de Chuquisaca, se realizaron dos
congresos indígenas de los ayllus y markas quechuas y aymaras, al que asistió el conocidísimo
cacique SANTOS MARCA TOLA, de Pacajes, quién posteriormente implementó las principales
resoluciones de estos congresos regionales que fueron: Primero, realizar huelgas de brazos
caídos en el medio rural y segundo pactar con los obreros de las ciudades, para formar una
alianza insureccional. Estos dos congresos regionales motivaron la organización y realización
del Primer Congreso Indigenal de 1945 en la ciudad de La Paz.

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