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Promesas
del
Apocalipsis
Marcelo J. Solís M.
TÍTULO DE LA OBRA: 7 Promesas del Apocalipsis.
Serie 7 de 7
Email: marcelosolis_2000yahoo.com
Las citas bíblicas que se usan en esta obra son de Reina Valera 95 ® de ©
Sociedades Bíblicas Unidas, 1995.
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Marcelo J. Solís M.
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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN 5
PRIMERA PROMESA 6
Comer del Árbol de la Vida 7
SEGUNDA PROMESA 20
La segunda Muerte no te Dañará 21
TERCERA PROMESA 31
El Maná y la Piedrecita Blanca 32
CUARTA PROMESA 40
Autoridad Sobre las Naciones 41
QUINTA PROMESA 54
Vestiduras Blancas y el Libro de la Vida 55
SEXTA PROMESA 68
Protección, Esperanza y Fortaleza Divinas 69
SÉPTIMA PROMESA 82
Vencedores como Cristo 83
PALABRAS FINALES 97
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INTRODUCCIÓN
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Primera
Promesa
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Deja que el Espíritu El mundo, que no conoce a Dios ni
Santo, que es el “otro tampoco lo quiere recibir, odia a los hijos
Consolador” te enseñe de Dios, por lo cual, el cristiano y el
“todas las cosas”
mundo no son compatibles. Y esta
porque Él es “el
Espíritu de verdad” realidad es ineludible, porque en primer
lugar, el mundo no es nuestra morada
final, “nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:20). Y
también, el mundo odia y persigue al Hijo de Dios con el propósito
final de matarlo. Por eso Jesús dijo: “Si a mí me han perseguido,
también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra,
también guardarán la vuestra. Pero todo esto os harán por causa de
mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado” (Juan 15: 20-
21).
En esos momentos de pruebas, el fiel hijo de Dios necesita con
mayor urgencia la presencia del Espíritu Santo. El Consolador
divino es como un Padre que cuida y guía a sus hijos; es como un
Maestro que enseña las más sublimes lecciones a sus alumnos. Es el
Espíritu “de verdad” que nos protegerá de todos los engaños finales
que se han profetizado en el Apocalipsis así como en Mateo 24 entre
otros pasajes bíblicos. Necesitamos su permanente presencia que nos
inspire a perseverar hasta el mismo fin aunque el conflicto se torne
con grandes corrientes contrarias a nuestra fe. Necesitamos que el
Espíritu nos hable y nos enseñe “todas las cosas” y nos hará recordar
todas las palabras de Jesucristo (ver Juan 14: 26).
Entre todas las cosas que nos hable y enseñe, el Espíritu Santo nos
pronuncia constantemente las más ricas promesas que registra el
Apocalipsis, las cuales, son gradualmente importantes a medida que
transcurre el tiempo hasta el fin de todas las cosas.
¿Te sientes tentado? Deja que el Espíritu Santo te hable, Él es quien
convence al mundo “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16: 8).
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Tampoco puedo caer en el error de competir contra mis semejantes,
porque si ellos me ganan, me sentiré frustrado; si ellos pierden, se
levantará mi ego de modo tal que me crea mejor que los demás, y a
los demás los veré con desdén como si fueran inferiores a mí.
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Lamentablemente, nuestros primeros padres, comieron del fruto que
Dios nunca les permitió comer (Génesis 3:1-6) y de esa forma entró
el pecado con sus funestas consecuencias y finalmente la muerte.
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Cuando Adán y Eva pecaron, Dios mismo los expulsó del paraíso
terrenal, del huerto del Edén, para que no comieran del árbol de la
vida y vivieran para siempre en su condición pecaminosa y maldita.
Esto significa para mí dos cosas: (1) del fruto del árbol de la vida
NO puede comer ningún pecador en su condición maldita y
condenada. Y, (2) del fruto del árbol de la vida le es permitido comer
sólo a personas que han vencido el pecado.
Por esa razón, la promesa apocalíptica es para los vencedores. Para
los que vencieren el pecado, las tentaciones del enemigo y para
quienes salieren airosos y victoriosos en el gran conflicto.
El árbol de la vida en la Ciudad celestial
En el Apocalipsis se presenta nuevamente el árbol de la vida en la
Nueva Jerusalén. Pero antes de empezar la descripción de éste, se
dice que “no entrará en ella ninguna cosa impura o que haga
abominación y mentira, sino solamente los que estén inscritos en el
libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis
Recordemos que la
obediencia de Cristo
21: 27). Jesús dijo a sus discípulos que
acreditada a nuestro debemos regocijarnos de que nuestro
favor es nuestro nombre esté “escrito en los cielos” (Lucas
derecho al cielo, pero 10: 20). Esto significa que los vencedores
su obediencia estarán inscritos en el libro de la vida.
también se nos
imparte o comunica
Pues, para comer del árbol de la vida,
para adecuarnos a la nuestro nombre debe estar inscrito en el
vida del cielo. libro de la vida del Cordero. Porque, “el
que no se halló inscrito en el libro de la
vida, fue lanzado en el lago de fuego” (Apocalipsis 20: 15), que es
“la muerte segunda” (versículo 14). La que sigue a la resurrección al
final del milenio, y constituye la penalidad permanente del pecado,
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No tienes por qué estar en la lista negra de los que no podrán entrar
por las puertas de la ciudad celestial. Dios no te ha traído al mundo
para fracasar. Él te ha llamado para ser un vencedor. A diferencia de
las demás victorias, ésta se gana en humildad, de rodillas, postrado
a los pies de Jesucristo. Debes caer rendido a los pies de Jesucristo,
humillarte delante de su magnífica presencia y derramar tu corazón
en oración sincera y confesión de tus pecados. “Él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados”. No vaciles en hacerlo. Dios quiere verte
en el grupo de los vencedores. Recuerda la preciosa promesa:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice
a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del
árbol de la vida, que está en medio del paraíso
de Dios” (Apocalipsis 2:7)
¡Qué Dios te bendiga en tu lucha cristiana!
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Segunda
Promesa
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La Segunda Muerte
no te Dañará
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Los muertos duermen en los sepulcros hasta oír la voz del Arcángel,
el Hijo de Dios, vencedor de la muerte, quien los llamará a la vida.
Será una resurrección física al fin de los tiempos. En estos dos
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versículos se habla de la resurrección para vida y de la resurrección
para condenación. De acuerdo a Apocalipsis 20:4-10, estas
resurrecciones están separadas por mil años. Los escritores bíblicos
a menudo agrupan los sucesos futuros sin distinguirlos claramente
en cuanto a su tiempo.
Por su parte, el apóstol Pablo, escribió:
“El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en
Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
Milenio
Mil Años o Mil
o Milenio años
Primera resurrección Todos los impíos siguen muertos Resurrección y muerte de impíos
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“Convertíos, volveos deComo lo hemos leído ya en la Santa
Palabra de Dios, la segunda
vuestros ídolos y apartad
vuestro rostro de todasresurrección ocurrirá inmediatamente
vuestras abominaciones” al finalizar el milenio para sentencia
(Ezequiel 14:6).
eterna de los impíos. Resucitarán “para
ser condenados” (ver Juan 5:28-29) a muerte eterna. Esta es la
“muerte segunda”.
Con justa razón, el apóstol Pablo dijo que “la paga del pecado es la
muerte” en Romanos 6:23. Él habla de la muerte eterna como
consecuencia final del pecado. Esto contrasta con la idea común,
pero antibíblica, de que el pecado y la condenación resultan en una
vida o existencia eterna de tormento consciente.
Podemos leer en Mateo 10:28 que el alma no es inmortal. La muerte
mencionada aquí es la pena definitiva por el pecado al fin del tiempo.
Por su parte, el profeta Ezequiel, registra las palabras de Dios: “He
aquí que todas las almas son mías: como el alma del padre, así el
alma del hijo es mía. El alma que peque, esa morirá” (Ezequiel 18:4).
Y más adelante, agrega: “El alma que peque, esa morirá. El hijo no
llevará el pecado del padre ni el padre llevará el pecado del hijo; la
justicia del justo recaerá sobre él y la impiedad del impío recaerá
sobre él” (versículo 20). El alma (heb. Néfesh) es mortal; aquí
equivale a la persona, el individuo. Y para entenderlo mejor, hay
versiones que usan las siguientes palabras en sustitución de “alma”:
“ustedes”, RVC; “persona”, CI/NVI; “ser humano”, DHH; “el que”,
BJ/NBE.
Está claro, entonces, que la muerte eterna es para toda persona que
no logre experimentar la verdadera conversión a Jesucristo mediante
su Evangelio.
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La voluntad de Dios
Sin embargo, es importante contestar la pregunta: ¿Cuál es la
voluntad de Dios para con la humanidad? Dejemos que él mismo
nos responda en Ezequiel 18:32:
“Porque yo no quiero la muerte del que muere, dice Jehová, el
Señor. ¡Convertíos, pues, y viviréis!”
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Tercera
Promesa
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El Maná y la
Piedrecita Blanca
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vida eterna. Es que cuando el La Biblia dice que el maná
Espíritu de Dios nos habla hay paz y era como “una cosa menuda,
verdadera seguridad. redonda, menuda como
escarcha sobre la tierra”
Si las personas prepararan su (Éxodo 16: 14).
corazón para escuchar más al
Espíritu de Dios, sus vidas serían distintas pero no inferiores.
Escalarían a una nueva dimensión espiritual. Su conducta alcanzaría
la excelencia. Serían cristianos más gozosos y productivos en la obra
misionera. Trabajarían con mayor entusiasmo por la causa del Señor.
Evidentemente, necesitamos escuchar constantemente la voz del
Espíritu Santo. En Apocalipsis tiene las más fervientes promesas que
no sólo sirven de consolación, sino también de paciencia y
esperanza. Por eso, el apóstol Pablo, refiriéndose a las Escrituras
inspirada por el Espíritu Santo, dijo: “Las cosas que se escribieron
antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la
paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”
(Romanos 15: 4).
Entonces, veamos la promesa del Espíritu a las iglesias que registra
la Escritura en Apocalipsis 2:17:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al
vencedor le daré a comer del maná escondido, y le daré una
piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual
nadie lo conoce sino el que lo recibe”.
Básicamente, esta promesa tiene dos elementos: (1) comer del maná
escondido y, (2) recibir una piedrecita blanca con un nombre nuevo
escrito en ella.
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cualquier adversidad hemos de recordar que la mano del
Todopoderoso siempre actuará a nuestro favor.
Muchas veces nos quejamos de nuestros infortunios y de los
momentos de pruebas que pasamos en esta vida. Es normal que nos
desesperemos cuando no hay fe en la intervención del Invisible.
Pero, si tan solo tuviésemos presente en nuestro corazón la
permanente presencia de Dios,
“El que tiene oído, oiga lo que el
nuestras fuerzas no Espíritu dice a las iglesias. Al
flaquearían, nuestro corazón vencedor le daré a comer del maná
no se agobiaría, nuestra mente escondido, y le daré una piedrecita
no se tornaría negativa y blanca y en la piedrecita un nombre
nuestra esperanza siempre nuevo escrito, el cual nadie lo
conoce sino el que lo recibe”.
estaría en Jehová, de quien
viene toda ayuda y socorro
celestial.
El maná fue un alimento que mantuvo con vida a los hijos de Israel
en el desierto. Era verdadero “pan del cielo” (Éxodo 16:4, cf. 16: 15
úp.). Así mismo, en el desierto de nuestro peregrinaje, entre tanto
nos dirigimos a la Canaán celestial, Dios nos alimenta
constantemente con su Palabra, la Santa Biblia.
Si tan sólo dedicáramos una hora cada día para el estudio de la
Palabra de Dios y a reflexionar sobre todo aquello que Dios nos
comunica por medio de los escritos sagrados, tendríamos mayor
vitalidad espiritual y sobreviviríamos ante los ataques siniestros del
enemigo de las almas. No cederíamos jamás a las tentaciones de
Satanás y nuestra experiencia espiritual sería verdaderamente
enriquecedora.
Muchas personas perecen por falta de la Palabra de Dios en sus
corazones. Muchos están cada vez más débiles porque no están
nutriendo sus almas con la Santa Palabra que da vida a quienes la
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“Entonces verán las naciones tu justicia y todos los reyes tu gloria;
y te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová te pondrá”
(Isaías 62:2).
“Y dejaréis vuestro nombre por maldición a mis escogidos. Jehová,
el Señor, te hará morir, y a sus siervos llamará por otro nombre”
(Isaías 65:15).
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Cuarta
Promesa
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Autoridad Sobre
las Naciones
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“Perseverancia hasta el La maldad impera por todas partes de
fin”, este es el lema de los
este mundo, que es malo y perverso,
verdaderos siervos de aun dentro de las iglesias. Porque
Dios, pese a las pruebas a Satanás se ha empeñado en traer
las que tendrán que ser
sometidos.
miseria, sufrimiento y dolor. La
injusticia y el sufrimiento de los
inocentes son realidades incomprensibles en la mayoría de los casos.
La mentira, la apostasía y el error están dentro de las religiones
populares del mundo. Le acompañan el fanatismo y el libertinaje que
han estropeado el pensamiento correcto respecto de Dios y de su
Ley. Como consecuencia, muchos viven confundidos y sumergidos
en el mar de engaños que inunda el pensamiento del cristiano
moderno.
Estas son razones por las que muchas personas débiles en la fe se
han dejado arrastrar por las corrientes frías del descontento y del
escepticismo. Están, paulatinamente, perdiendo la fe y el amor, y
aún la esperanza en su Señor. Cada vez, la mentalidad moderna se
vuelve más indiferente a la espiritualidad y a la fe. Muchos están
anegando sus mentes de materialismo o del fanatismo religioso. Y
peor aún, muchas personas se están apartando de Dios sin apartarse
de sus iglesias en las que profesan fe, pero en realidad, sus actos
niegan esa fe que creen tener. Como dijo el apóstol Pablo: “niegan
su eficacia” con sus comportamientos irreverentes y desobedientes
a la Ley santa de Dios.
Y aún hay cosas peores que acontecerán. Sucesos malos y malas
acciones de parte de los entenebrecidos corazones de las personas
que viven en este mundo.
Sin embargo, en medio de las turbulentas aguas de la maldad que
inunda los corazones de quienes no se consagran en obedecer a Dios
y dejan de creer en el Único que es poderoso para “guardarlos sin
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“Al vencedor que guarde mis obras hasta el
fin, yo le daré autoridad sobre las naciones; las
regirá con vara de hierro y serán quebradas
como un vaso de alfarero; como yo también la
he recibido de mi Padre. Y le daré la estrella
de la mañana” (Apocalipsis 2:26-28).
La recompensa de los fieles
Jesús ha prometido: “Yo le daré autoridad sobre las naciones; las
regirá con vara de hierro y serán quebradas como vaso de alfarero”.
Las naciones están gobernadas por mentes impías. La superpotencia
mundial, es decir, Los Estados Unidos de Norteamérica, quien tiene
la hegemonía actual, actuará con sus legislaciones contra la libertad
de conciencia imponiendo leyes que violen la libertad de culto,
estableciendo una ley dominical. Pronto, se dará a conocer a todas
las naciones un Nuevo Orden Mundial, en el cual todos los países y
religiones del mundo se unan como un solo cuerpo y juntos luchen
contra la sagrada y divina Ley del cielo. Cuando esto ocurra, el
pueblo de Dios será perseguido y sometido a pruebas terribles que
no ha experimentado jamás.
La hegemonía de las naciones viene a través de una cadena histórica
desde la antigüedad. Y esto ha sido así, porque el hombre quiere
gobernar al hombre; naciones hacen guerras para someter a otras
naciones.
De acuerdo con las profecías dadas a Nabucodonosor mediante su
sueño en Daniel 2, se presenta un cuadro histórico-profético de estas
hegemonías mundiales, a saber: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y
Roma. Del último imperio, ocurriría una división de diez naciones
(Europa Occidental), de las cuales, más tarde, de entre ellas surgiría
un poder extraño: político-religioso, que en su hegemonía y
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ímpetu contra la estatua en sus pies, logrando derribar y pulverizar
la estatua majestuosa que representa a todas las naciones del mundo
a lo largo de la historia. Y a partir de allí, la piedra se transforma en
un gran monte. Es el monte de Dios, que representa a su reino
sempiterno que les será concedido “a los santos del Altísimo”.
El texto bíblico dice:
“En los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que
no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo;
desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá
para siempre, de la manera que viste que del monte se desprendió
una piedra sin que la cortara mano alguna, la cual desmenuzó el
hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado
al rey lo que ha de acontecer en lo porvenir; y el sueño es verdadero,
y fiel su interpretación” (Daniel 2: 44-45).
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Estos sabios tendrán luz espiritual y una vida radiante. Por esa razón,
el profeta Isaías, hablando de la restauración y de la gloria futura de
Sion, registró las siguientes palabras inspiradas:
“¡Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de
Jehová ha nacido sobre ti! Porque he aquí que tinieblas cubrirán la
tierra y oscuridad las naciones; mas, sobre ti amanecerá Jehová y
sobre ti será vista su gloria. Andarán las naciones a tu luz y los reyes
al resplandor de tu amanecer” (Isaías 60: 1-3).
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Jehová es la luz eterna
“Jehová es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? Jehová es la
fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmo 27: 1).
“Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la
luz” (Salmo 36: 9).
“Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová.
No quitará el bien a los que andan en integridad” (Salmo 84: 11).
“Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me
levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Miqueas
7: 8).
“Su resplandor es como la luz. Rayos brillantes salen de su mano;
allí está escondido su poder” (Habacuc 3: 4).
“Este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: Dios es
luz y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1: 5).
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“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo, el que
me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”
(Juan 8: 12).
Al recto…
“Resplandeció en las tinieblas luz para los rectos; es clemente,
misericordioso y justo” (Salmo 112: 4).
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Al justo…
“La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en
aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4: 18).
Al benevolente…
“¿No es que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres
errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo lo cubras y
que no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el
alba y tu sanidad se dejará ver enseguida; tu justicia irá delante de ti
y la gloria de Jehová será tu retaguardia” (Isaías 58: 7-8).
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Quinta
Promesa
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Vestiduras Blancas y el
Libro de la Vida
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Vestiduras blancas; ropas celestiales
Ahora, analicemos de cerca la quinta promesa de Apocalipsis.
“El vencedor será vestido de vestiduras blancas, y
no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre y delante
de sus ángeles” (Apocalipsis 3: 5).
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“Te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame del libro
que has escrito. Jehová respondió a Moisés: Al que peque contra mí,
lo borraré yo de mi libro” (Éxodo 32: 32-33).
Para cuando se levante Miguel, la etapa del juicio que emplea libros
o registros (Daniel 7: 10) ya habrá terminado y lo que restará será
aplicar los veredictos favorables o desfavorables que describen
Daniel 12: 2; Mateo 25: 31-46 y Apocalipsis 22: 11, 12).
Necesitamos santificarnos a la obediencia de la verdad, y nuestros
nombres permanecerán inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Pero si es lo contrario, seremos borrados. Dios anhela vernos entrar
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con las vestiduras blancas a las moradas celestiales y en el mar de
cristal, recibir las coronas de la vida eterna.
Con justa razón, el Señor dijo a sus discípulos:
“Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino
regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”
(Lucas 10: 20).
Estos son los libros que han de usarse en el juicio (cf. Daniel 7: 10;
Malaquías 3: 16-18; Filipenses 4: 3; Apocalipsis 3: 5 y 20:12).
Desde los tiempos de Pablo, se registra que ya los nombres de los
cristianos fieles estaban inscritos en el libro de la vida.
“Así mismo te ruego también a ti, compañero fiel que ayudes a estas
que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente
también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el
libro de la vida” (Filipenses 4: 3).
El día de la glorificación
Con claridad, las Escrituras nos señalan que es necesario vivir en paz
con todos y en santidad, sin las cuales nadie verá al Señor el día en
que él aparezca en la gloria de su Padre y en la gloria de sus santos
ángeles.
La santificación, así como la justificación, es una experiencia
necesaria en el plan de salvación de los hijos de Dios. Ambas
ocurren por medio de la gracia de Cristo y las recibimos por la fe en
el Señor Todopoderoso. Así mismo, por la fe, creemos que
recibiremos también la glorificación cuando Cristo se manifieste en
gloria y en majestad.
Vuelvo a las palabras escritas por el apóstol Pablo:
“Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. Él transformará nuestro
cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al suyo, por el poder
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con el cual también puede sujetar así mismo todas las cosas”
(Filipenses 3: 20, 21).
Para los tiempos del apóstol Pablo, los primeros cristianos gentiles
eran personas ajenas a su propio medio, rechazados por casi todas
las culturas. No podían tener ciudadanía entre Israel terrenal, la cual
se accede a través de la circuncisión (cf. Filipenses 3: 5, 6), ni la de
Roma, por nacimiento poder político o dinero. ¡No! Pero el apóstol
los conforta con las palabras inspiradas, asegurándoles que “nuestra
ciudadanía está en los cielos”. Y así es. Esta es la realidad para todos
aquellos cuyos nombres están inscritos en el libro del cielo de Dios.
Ese día glorioso, cuando Cristo vuelva, seremos transformados en
un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta… los muertos en Cristo
resucitarán primero con sus cuerpos transformados. Todos habremos
de recibir un cuerpo glorificado, semejante al “cuerpo glorioso de
nuestro Señor Jesucristo”.
Nuestros languidecentes cuerpos ya no estarán ni enfermos, ni
viejos. Los dolores de los años y el cansancio de la vida de pecado
habrán terminado. “Todas las cosas serán hechas nuevas”.
Recibiremos la perfección y la vida eterna. También, tendremos una
perfecta conformidad con la soberana voluntad de Dios.
En ese día glorioso, las Escrituras sagradas nos hablan de la
resurrección corporal de los muertos justos:
“Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y
cantad, moradores del polvo! Porque tu rocío es cual rocío de
hortalizas, y la tierra entregará sus muertos” (Isaías 26: 19).
“Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos
transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la
final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán
resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues
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Sexta
Promesa
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Protección, Esperanza
y Fortaleza Divinas
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Como en otras ocasiones se ha dicho, las promesas de Dios son
condicionales, fieles y verdaderas. Ninguna de ellas quedará sin
cumplimiento, porque Fiel es el que las prometió. Nosotros, creemos
y confiamos en el Dios Todopoderoso. “Cielos y tierra pasarán”,
pero su Palabra “no pasará”. Estas palabras son “ciertas y
verdaderas”.
“Te guardaré de la hora de la prueba”
“Por cuanto has guardado la palabra de mi
paciencia, yo también te guardaré de la hora de la
prueba que ha de venir sobre el mundo entero para
probar a los que habitan sobre la tierra. Vengo
pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome
tu corona. Al vencedor, yo lo haré columna en el
templo de mi Dios y nunca más saldrá de allí.
Escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el
nombre de la ciudad de mi Dios, y mi nombre
nuevo” (Apocalipsis 3: 10-12).
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evidencias bíblicas de la existencia de ese gran tiempo de angustia
los presentan los siguientes textos bíblicos:
“Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Éstos que están
vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? Yo
le dije: Señor, tú lo sabes. Él me dijo: Estos son los que han salido
de la gran tribulación; han lavado sus ropas y las han emblanquecido
en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios y
lo sirven día y noche en su templo. El que está sentado sobre el trono
extenderá su tienda junto a ellos” (Apocalipsis 7: 13-15).
“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de
parte de los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, cual nunca
fue desde que hubo gente de entonces; pero en aquel tiempo será
librado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro”
(Daniel 12: 1).
“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde
el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24: 21).
“Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol
se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del
cielo y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mateo 24:
29).
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Tanto la Biblia como los libros escritos por Elena G. de White, nos
hablan de la realidad futura en cuanto al tiempo de angustia.
Debemos prepararnos para estos acontecimientos. Ciertamente todo
esto ocurrirá, pero el pueblo de Dios será “guardado” de la hora de
prueba “que ha de venir sobre el mundo entero”.
Estamos en vísperas del tiempo de angustia y nos esperan
dificultades apenas sospechadas. —Joyas de los Testimonios 3:306
(1909).
Nos hallamos en el mismo umbral de la crisis de los siglos. En rápida
sucesión se seguirán unos a otros los castigos de Dios: incendios e
inundaciones, terremotos, guerras y derramamiento de sangre. —La
Historia de Profetas y Reyes, 208 (1914).
Tiempos tormentosos están delante de nosotros, pero no profiramos
una palabra de descreimiento o desánimo. —Servicio Cristiano
Eficaz, 169 (1905).
Sin embargo, podrán venir tormentas, fuego y una gran prueba, pero
los que guardan la Palabra de Dios, permanecerán firmes y fieles.
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“Todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las obedece, os
indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que, al
edificar su casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la Roca;
y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella
casa, pero no la pudo mover porque estaba fundada sobre la roca”
(Lucas 6: 47, 48).
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Prometió venir pronto
“Vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu
corona” (Apocalipsis 3: 11).
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Las personas orgullosas son muy corazón. Y tu puerta está
desagradables y tienen más enemigos que cerrada con llave, y
amigos. Los orgullosos humillan e nadie la puede abrir,
intimidan. Su presencia, para algunos,
solamente tú.
tiene efectos de pánico. Los orgullosos son
egoístas, no piensan en las necesidades Por su parte, Jesús tiene
ajenas, y siempre miran las cosas para sí
la puerta de su casa
mismos. Son insensibles y casi nunca
desarrollan una sensibilidad humana ante abierta para que tú
las necesidades de los demás. entres. Es la puerta de la
gracia y de la salvación.
La salvación es por la gracia de Jesús y está al alcance de todas las
personas. Jesús es nuestro amante Salvador.
Él dice:
“Yo conozco tus obras. Por eso, he puesto delante de ti una puerta
abierta, la cual nadie puede cerrar, pues aunque tienes poca fuerza,
has guardado mi palabra y no has negado mi nombre” (Apocalipsis
3: 8).
Esa puerta está en el cielo, y está abierta para que entres. Pero la
puerta de la tierra está cerrada, y es la puerta de tu corazón.
La séptima promesa del capítulo tres del Apocalipsis fue dada a la
iglesia de Laodicea, la cual representa el último período de la iglesia
en esta tierra antes de la Segunda Venida, es decir, representa el
período de la iglesia de nuestro tiempo. Por lo cual, eso significa que
es un mensaje y una promesa directamente para nosotros, que
vivimos en este último tiempo de la historia de este mundo.
Los laodicenses tenían un serio problema. Aunque ellos eran ricos y
prósperos económicamente, eran muy pobres espiritualmente. Pero
lo peor no era eso, sino que no reconocían su miseria espiritual y
tampoco sabían que estando en esa condición habían caído en el
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¿Puede usted imaginarse sentado Esta persona tiene que ser
en el trono celestial que Dios Cristo, el divino Hijo de Dios.
tiene para usted? Y no sólo un La Biblia dice: “Pero Jesús
trono, también la corona de la callaba. Entonces el Sumo
vida eterna, con ropas blancas y
con una piedrecita blanca en la
sacerdote le dijo: —Te conjuro
cual tenga su nombre nuevo. por el Dios viviente que nos
¿Puede imaginarse cómo será ese digas si eres tú el Cristo, el Hijo
día ante la presencia del mismo de Dios—. Jesús le dijo: —Tú lo
Salvador Jesucristo? ¡Oh, cuánto has dicho. Y además os digo que
anhelo que ese día llegue y poder
contemplarlo cara a cara!
desde ahora veréis al Hijo del
hombre sentado a la diestra del
poder de Dios y viviendo en las nubes del cielo” (Mateo 26: 63-64).
“El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el
terremoto y las cosas que habían sido hechas, llenos de miedo
dijeron: —Verdaderamente este era el Hijo de Dios” (Mateo 27: 54).
“Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Marcos 1: 1).
Jesús habló de sí mismo como “Hijo del hombre” y que regresará a
la tierra para establecer su reino eterno. “Porque el Hijo del hombre
vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará
a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16: 27). “Jesús les dijo: —
De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del hombre
se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido,
también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus
de Israel” (Mateo 19: 29).
Por sí misma, la expresión “hijo de hombre” puede referirse a un ser
humano ordinario (Ezequiel 2: 1, 3, 6, 8), pero la persona de Daniel
7 es especial. Cuando Cristo venga a la tierra por segunda vez su
reino ya estará determinado en cuanto a sus integrantes:
“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los santos
ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán
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“En medio del cielo vi volar a otro ángel que tenía el evangelio
eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación,
tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: ¡Temed a Dios y dadle
gloria, porque la hora de su juicio ha llegado! ¡Adorad a Aquel que
hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!”
(Apocalipsis 14: 6, 7).
final del versículo cuatro se dice que reinarán “con Cristo” durante
ese período en el cielo.
El apóstol Pablo, escribió:
“¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo
ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar asuntos
tan pequeños? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?
¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (1 Corintios 6: 2-3).
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El Señor dice:
“Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así
como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”
(Apocalipsis 3: 21).
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lino fino representa las acciones justas de los santos)” (Apocalipsis
19: 7, 8).
“Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del
cielo, de parte de Dios, ataviada como una esposa hermoseada para
su esposo” (Apocalipsis 21: 2).
“Entonces vino a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete
copas llenas de las siete plagas postreras y habló conmigo, diciendo:
Ven acá, te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Me llevó
en el Espíritu a un monte grande y alto y me mostró la gran ciudad,
la santa Jerusalén, que descendía del cielo de parte de Dios. Tenía
la gloria de Dios y su fulgor era semejante al de una piedra
preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”
(Apocalipsis 21: 9-11).
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PALABRAS FINALES
C
OMO HEMOS VISTO, el Apocalipsis no es un libro de
tragedias ni de catástrofes, como lo cree la mayoría de las
personas. Es un libro de esperanza, de consuelo y de
fragantes promesas. Este libro contiene las promesas más
hermosas que se puedan leer en la Biblia. Y sólo quienes aprecien el
valor de las promesas de Dios contenidas en el Apocalipsis serán
capaces de permanecer firmes y de pie aun en medio de las más
terribles pruebas que tendrán que pasar los seres humanos sobre la
tierra.
En estas promesas Dios demuestra su comprensión, su compasión y
el cuidado hacia su más valioso tesoro en esta tierra, que es la iglesia.
Y aunque no deja en secreto los acontecimientos caóticos que
tendremos que sufrir en este planeta, nos proporciona las más
sublimes promesas para que aprendamos a confiar en él.
En medio de todo el drama humano, con sus funestos sucesos que
no hacen más que acrecentar el dolor, el sufrimiento y el
derramamiento de sangre, Cristo Jesús está en medio de su iglesia
para protegerla y otorgarle la victoria.
Las palabras proféticas de Daniel 11: 32 se vuelven más valiosas en
este contexto: “pero el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y
actuará”. La actitud de la iglesia del Señor en medio de la crisis
venidera será una actitud positiva, llena de confianza en su amante
Salvador; será una actitud de dependencia de la mano del
Todopoderoso.
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Ahora, para repasar y no olvidar, te transcribo las siete promesas que
hemos analizado en este libro:
Primera promesa:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al
vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del
paraíso de Dios” (Apocalipsis 2: 7).
Segunda promesa:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El
vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2: 11).
Tercera promesa:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al
vencedor le daré a comer del maná escondido, y le daré una
piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual
nadie conoce sino el que lo recibe” (Apocalipsis 2: 17).
Cuarta promesa:
“Al vencedor que guarde mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad
sobre las naciones; y las regirá con vara de hierro y serán quebradas
como un vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi
Padre. Y le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído oiga lo
que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2: 26-29).
Quinta promesa:
“El vencedor será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su
nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi
Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3: 5, 6).
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Sexta promesa:
“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te
guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo
entero para probar a los que habitan sobre la tierra. Vengo pronto;
retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al vencedor
yo lo haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá de
allí. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la
ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo,
con mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3: 10-13).
Séptima promesa:
“Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé
que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he
sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3: 20-22).
Y para concluir con todo lo dicho hasta aquí, deseo citar lo que Elena
G. de White, escribió acerca de la naturaleza de las promesas
divinas:
Toda promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si estamos
dispuestos a hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece.
Cualquier don que nos prometa se encuentra en la promesa misma.
“La semilla es la palabra de Dios” (Lucas 8:11). Tan ciertamente
como se encuentra la semilla del roble en la bellota, se encuentra el
don de Dios en su promesa. Si recibimos la promesa, recibimos el
don (La Oración, pág. 372).
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Procuremos mantenernos firmes en la fe. Perseveremos hasta el fin
y veremos la gloria de Dios manifestarse en nuestra vida.
Nuestro Señor Jesucristo muy pronto volverá a esta tierra, y es de
grande importancia y urgencia que permanezcamos velando y
preparándonos para ese portentoso acontecimiento.
Que el mismo Dios que estuvo con Daniel en la fosa de los leones,
esté con nosotros en el gran tiempo de angustia.
¡Maranatha!
El Señor Jesús volverá pronto.
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Serie 7 de 7
1. 7 Promesas del Apocalipsis
2. Las 7 Bienaventuranzas del Apocalipsis
3. 7 Semblanzas de Jesús en el Apocalipsis
4. Las 7 Iglesias del Apocalipsis
5. Los 7 Sellos del Apocalipsis
6. Las 7 Plagas del Apocalipsis
7. Las 7 Trompetas del Apocalipsis.
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