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El pensamiento decolonial en “Nuestra América”

El pensamiento nos exhorta de como fue la colonia y quienes fueron


conquistados y de que manera y como fue, con que intención si bien sabemos
que la colonia americana en un continente que tiene minerales como oro,
plata, etc.

América latina era un continente con mucha vegetación y animales


,recordemos que la colonización fue con la llegada de los españoles con una
ruta equivocada ala india en busca de las especies ,pero llegaron a un mundo
nuevo ,donde la población no podía como defenderse y en ello fueron
sometidos por los europeos no solo como guía sino también con la religión
ya que ellos no entendía eso de religión por que ellos daban ofrenda al sol
tierra y agua ,los hombres americanos veían como dios a esos elementos .

De esta manera, la conveniencia política y económica determina para el


poeta cubano la colinealidad del poder en manos del aldeano americano que
en resumidas cuentas se traduce como un subterfugio que maquilla
discursivamente un interés individual en términos de beneficio colectivo. Es
así como la creencia en la bondad del orden universal funciona como
coartada del movimiento anterior y profundiza su falsedad ya que el “bien”,
en el contexto de la reflexión axiológico, no puede sino beneficiar a la
totalidad de la humanidad; nunca a uno a costa de otros.

Para Martí no solo la vanidad crédula del aldeano se define por lo que
enuncia y omite, sino también por lo que ignora. Así el equívoco no solo
sucede por asignar un valor positivo a un orden no analizado, sino por la
consecuencia principal de lo anterior: desconocer las amenazas que ese
mismo orden entraña. Desconocer significa no contextualizar el peligro que
se cierne sobre la soberanía política y económica de
América. Desconocimiento expresado mediante la metáfora de los gigantes
que llevan siete leguas en sus botas. En rigor, constituyen un elemento
mágico que permiten que su usuario se desplace a gran velocidad y realice
una hazaña heroica. Así la poética Martiniano metaforiza la hegemonía
yanqui y europea mediante la hipérbole organizada en dos miembros:
gigantes + siete leguas. Por ende, frente a este poder inmenso, la conciencia
americana -anti aldeana- debe despertar y armarse.

En ellos también nos da conocer que no solo la religión si no también las


costumbres europeas es lo que ahora tenemos en nuestros días.

América Latina en el bicentenario: pobres, desiguales y divididos

Desarrollo Humano 2009 Namibia es el país más desigual del mundo con un
coeficiente de Gini4 de 74.3. Haití es el cuarto país con 59.5, quinto
Honduras con 59.4, sexto Angola con 58.6, luego Colombia con 58.5.
Bolivia tiene un coeficiente de 58.2. Le siguen Brasil con 55.0, Panamá con
54.9, Guatemala con 53.7, Paraguay con 53.2, Nicaragua con 52.3, Chile con
52.0, Argentina y República Dominicana con 50.0, El Salvador con 49.7,
Perú con 49.6, México con 48.1, Uruguay con 46.2, Venezuela con 43.3 y
Ecuador con 43.2

Todos los países de América del Sur, menos Bolivia y Paraguay, los únicos
dos países americanos entre los 43 países mediterráneos del mundo5 , están
dentro del grupo de países con Desarrollo Humano Alto mientras los países
de América Central y el Caribe están en el grupo de países con Desarrollo
Humano Medio. Brasil, miembro del BRIC, con un PBI de 1.3 billones de
dólares, ocupa el puesto 75 en la clasificación de países del IDH. China,
miembro central del BRIC, futura potencia hegemónica, segunda potencia
económica mundial, ocupa el puesto 92, con un PBI de 3.2 billones de
dólares. Si la tasa Gini fuera 0, cada brasileño tendría un ingreso anual de
6.855 dólares y cada chino un ingreso anual de 5.383 dólares, tasas de
ingreso per cápita que no avalan la posibilidad de que estos países se
conviertan en grandes potencias en el corto plazo.

La desigualdad En Bolivia el 10% más pobre solo participa del 0.5% del
PBI nacional, la tasa más baja del mundo, un extremo que no depende de las
políticas sociales del gobierno o de las características democráticas del
régimen político. En Venezuela el 10% más pobre de la población participa
del 1.7% del PBI, en México del 1.8%, en Chile del. 1.6%, en Uruguay del
1.7%, en Perú del 1.5%, en Nicaragua del 1.4%, en Guatemala del 1.3%, en
Ecuador y Argentina del 1.2%, en Brasil y Paraguay del 1.1%, en Haití del
0.9%, en Colombia y Panamá del 0.8%. En Estados Unidos esta
participación es del 1.9%, la más baja participación de los pobres en la renta
nacional entre los países de Desarrollo Humano Muy Alto, aunque ningún
país de América Latina la supera. Los niveles de participación en el PBI del
10% más pobre de la población crecen a medida que el país tiene un IDH6
más bajo. En Burundi y Etiopía el 10% más pobre de la población participa
con el 4.1% del PBI nacional. En Egipto y Pakistán con el 3.9%, en Armenia
con el 3.7%, en Kirguistán con el 3.6%, en Camboya y Togo con el 3.3%, en
Vietnam y Tanzania con el 3.1%, en Burkina Faso, Malawi y Jordania con
el 3.0%.
La relación entre desigualdad y pobreza No parece sencilla establecer una
comparación entre los indicadores complejos de la PNUD y los indicadores
sencillos de la CIA. La intervención del Estado ha permitido que la población
pobre de varios países latinoamericanos tenga un mejor acceso a la salud, la
educación y el agua potable, mejorando su calidad de vida sin afectar la
estructura social abiertamente desigual. Altos indicadores de pobreza de
ingresos pueden convivir armoniosamente con bajos indicadores de pobreza
multidimensional. El país más equitativo del mundo es Ucrania, con un
coeficiente de Gini de 28.2 donde el 10% más rico tiene un ingreso apenas 6
veces superior al 10% más pobre. Este participa con un 3.8% del PBI
nacional mientras el 10% más rico apenas tiene un 22.5% del PBI nacional.
Con un PBI per cápita de apenas 3.035 dólares es un país pobre y equitativo
donde el reparto menos desigual de la renta configura una población
homogénea. Ocupa el puesto 85 en el IDH y está agrupado en el nivel de
Desarrollo Humano Medio.

A diferencia de Ucrania, los países latinoamericanos están doblemente


condenados por ser al mismo tiempo pobres y desiguales, una combinación
cuyo mejor exponente son los países centroamericanos. En Bolivia los planes
sociales del gobierno producen la baja de la tasa de pobreza y el crecimiento
de la pobreza extrema. En el reparto notoriamente desigual de la riqueza
disminuyen la cantidad de pobres gracias a las políticas sociales de los
gobiernos progresistas, pero la estructura económica modificada del país
empobrece aún más a los pobres; mientras algunos escapan de la pobreza
otros la profundizan.
Es cierto que, a pesar de su historia, situación e intereses comunes, América
Latina está muy fragmentada, y los vínculos económicos y políticos entre
sus países y gobiernos se debilitan debido a las imposiciones de los
organismos multilaterales y el predominio de sus relaciones bilaterales de
dependencia con Estados Unidos. Pero esta fragmentación latinoamericana
está asistiendo a una nueva situación: “paso a paso, por la vía electoral y la
protesta social, surgen gobiernos nacionales y locales en América Latina que
se oponen a los efectos más nocivos del patrón de crecimiento vigente en el
mundo y de su inequitativa globalización, proponen caminos distintos de
acción y políticas diversas para el desarrollo de sus naciones. Estas
experiencias emergentes entrañan un enorme potencial para fortalecer la
tendencia al cambio en México y la capacidad de negociación conjunta frente
a los países desarrollados y los organismos internacionales”. La extensa
frontera común con Estados Unidos, las ataduras que implica el inequitativo
y desfavorable Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)
y la política de los gobiernos mexicanos de la alternancia, han aislado cada
vez más a México del resto de América Latina .Las propuestas apuntan al
centro del proyecto latinoamericano: “la promoción activa del proyecto para
erigir la Comunidad de naciones de América Latina y el Caribe, como
instrumento regional de integración para el desarrollo económico y social,
con una política de elección por voto nacional, universal y directo de los
miembros de un Parlamento Latinoamericano.

En ese marco, el impulso de una nacionalidad latinoamericana común, del


libre tránsito de sus ciudadanos, y en su caso, de la doble o múltiple
ciudadanía y nacionalidad. Con ese objetivo, México debe vincularse a la
discusión y ejecución de la iniciativa en curso para formar la Comunidad de
Naciones de América del Sur, y promover que se amplíe para incluir a todos
los países latinoamericanos y del Caribe” .En la puesta al día de la definición
de los intereses nacionales “México debe trabajar por la recuperación de su
capacidad negociadora en el escenario internacional” .Si México diera este
paso adelante, toda América Latina podrá cerrar su ciclo bicentenario de
dependencia y festejar el inicio de su segunda independencia.

La construcción política de las sociedades latinoamericanas y su talon de


Aquiles: el régimen político

Partiendo, entonces, de la coyuntura de mediados del siglo XIX,


cuando América Latina ingresó a (o comenzó a trasponer) la modernidad, se
sucedieron tres etapas en este “itinerario”: 1) la de la segunda mitad del siglo
XIX --que se extendió hasta comienzos de la Primera Guerra Mundial—que
estuvo centrada en la construcción del Estado-nación; 2) la de incorporación
de las masas a la política que se inauguró con la Revolución Mexicana y la
experiencia batllista uruguaya y que tuvo su último hito con la experiencia
de la Unidad Popular en Chile --estas dos etapas conformaron lo que
podríamos bautizar como “el siglo XX largo” en la región y 3) la de la
estabilización de regímenes democráticos inaugurada con las transiciones de
la década de 1980; estabilización que en sus primeras dos décadas fue, como
veremos, más una etapa de cierre que de apertura de algo nuevo. Es decir, la
estabilización democrática puso fin a los autoritarismos fundacionales de la
década de 1970, además de clausurar el ciclo de procesos revolucionarios
iniciados con la experiencia cubana, pero durante el resto del siglo XX no
generó mecanismos alternativos a los heredados de la etapa estado-céntrica.
En la primera parte de este artículo repaso algunos rasgos del par inicial de
etapas con un doble propósito: el de revisar argumentos previos sobre el
período 1870-1970 y el de analizar cómo se conformaron los legados
recibidos por la etapa contemporánea. En la segunda parte reviso, primero,
los fracasos de las panaceas democratitas y neoliberales de las dos décadas
finales del Siglo XX, para luego concentrarme en el análisis de los rasgos
preliminares de las "democracias del siglo XXI”, refiriéndome a la etapa más
reciente abierta en los turbulentos años de lo que José Antonio Ocampo
designó como la "media década perdida", es decir 1998-2002. La hipótesis
que exploro, en ese sentido, es la de que, en el siglo actual, después del paso
de las "tormentas perfectas" de dicho lustro, parecen comenzar a desplegarse
los rasgos de una nueva matriz económico-política, es decir de una
modalidad diferente de imbricación entre la economía, el Estado y el régimen
político. En esa vena, resulta pertinente replantearse la cuestión del régimen
político para lo cual conviene ampliar el conjunto de casos a tener en cuenta
revisando también los cambios que han experimentado Venezuela y las
naciones andinas -- es decir, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.

Como adelanto en la introducción, en las próximas secciones examino


la etapa contemporánea; en primer lugar, el final del Siglo XX y a
continuación, el comienzo del actual. Las últimas dos décadas del siglo
pasado fueron más bien de cierre que de apertura; en ellas se produjo un
verdadero ocaso: el de la matriz construida desde la política. Este desenlace,
en buena medida fue resultado de las contradicciones y cuellos de botella
que aquejaban a la matriz y se materializó en el marco del despliegue de dos
panaceas fallidas --la democrática y la neoliberal. La impotencia de los
demócratas de la década de 1980 y los desatinos de los neoliberales de la
década siguiente no hicieron más que profundizar la debacle preanunciada
por la instauración de las dictaduras fundacionales de la década de 1970 que
fue coronada por la crisis de la deuda de 1981-1982. Durante las dos décadas
finales del Siglo XX, las vicisitudes de los regímenes políticos fueron poco
más que un ornato del arrasamiento de la “sociedad industrial construida
desde el Estado” durante el siglo previo.

En cambio, a partir de principios del Siglo XXI la política pareció


recuperar algo de iniciativa. No sólo aparecieron nuevos liderazgos con la
capacidad de promover transformaciones significativas en las prácticas
políticas y encarnar verosímilmente la representación del “pueblo”, como
Chávez, Álvaro Uribe, Evo Morales, los Kirchner, Lula y Correa. Además,
la mayoría de dichos líderes –apoyándose en el descrédito en que estaban
sumidas las reformas neoliberales a raíz de la crisis de fines de siglo--
promovieron el cuestionamiento del curso que habían seguido las sociedades
latinoamericanas al someterse a los espasmos de los mercados y a las
orientaciones de las altas finanzas del capitalismo mundial. En la última
sección, precisamente, intento analizar estos fenómenos apartándome de un
par de modas teóricas que han tenido vigencia en los últimos años: la idea de
un giro a la izquierda, por un lado; la preocupación por medir la calidad de
la democracia, por el otro.

Analizo las transformaciones recientes, en cambio, a través de otros


ejes. El primer eje se organiza en torno a la descripción de los rasgos de cinco
rutas económico-políticas alternativas que se perfilan a partir del cambio de
siglo en la región. Tres de dichas rutas, las de mayor continuidad relativa,
están asociadas a casos en que las opciones prefiguran transformaciones
relativamente globales de las respectivas sociedades e implicaron estrategias
bastante definidas con respecto a la nueva configuración del capitalismo
mundial: estos son los casos de Chile, Brasil y México. La cuarta, adoptada
decididamente por Venezuela y Argentina y con matices por Bolivia y
Ecuador, la defino como la ruta de la “doble negación”; entendiendo como
tal la articulación de un camino político apoyado en la negación de la
economía de mercado y de la democracia de partidos. Y finalmente, una
quinta ruta --la de la heteronomía de la política-- agrupa a aquellos países,
entre los cuales se cuentan Colombia y Perú, en los cuales el curso adoptado
refleja respuestas meramente adaptativas con respecto a los vaivenes del
capitalismo mundial, si bien en el caso colombiano las alternativas del
conflicto con los grupos guerrilleros, especialmente las FARC, ha generado
una lógica muy particular que ha impregnado la política a partir de la década
de 1980. En estos países, ese curso ha quedado en buena medida atado a los
intereses de los “poderes fácticos” nacionales y extranjeros, tanto de los que
operan dentro de los marcos legales, como de los que lo hacen al margen de
ellos.

El segundo eje parte del análisis de los mecanismos del régimen


político que se perfilan en las sociedades analizadas durante la primera
década y media del Siglo XXI. Para ello recurro al mismo procedimiento que
utilicé en la Sección II al examinar los rasgos de dichos regímenes en la etapa
de incorporación de las masas a la política. Señalaba en aquella sección que
el derrumbe de los regímenes oligárquicos había abierto una Caja de Pandora
al producirse el surgimiento de carriles de representación y legitimación que
eran, a la vez, competitivos y complementarios, fenómeno que contribuyó
decisivamente a que los regímenes de esa etapa tuvieran un carácter
provisorio. A partir de las transiciones de la década de 1980, el sentido de la
democracia representativa ha variado; en este caso me refiero a que los
miembros de la ruling class que habitualmente habían recurrido a carriles
alternativos de representación para promover y defender sus intereses y sus
orientaciones valorativas, tornaron de modo más sistemático a utilizar los
carriles democráticos, sin ocluir o interrumpir los procesos electorales, ni
proscribir a los partidos políticos, ni asociarse a planteos militares.1 Esta
verdadera metamorfosis del régimen tiene dos caras; por un lado, los carriles
no democráticos del régimen político experimentaron profundas
transformaciones que no fueron del todo ajenas a la nueva fisonomía del
capitalismo y, en particular, a los diseños de los "domicilios arcanos" donde
los dueños del dinero se encuentran con los dueños del poder político,
parafraseando nuevamente a Arrighi. Por el otro lado, el carril de la
democracia de partidos “perdió peligrosidad” al reducirse, aún más, la ya
escasa importancia que tenían "los programas" y acentuarse la dependencia
de los partidos y de sus miembros con respecto a la financiación de la
dedicación a la política y de las campañas electorales; también influyó la
transformación de los políticos en meros cultores de imágenes, en desmedro
de la palabra, tal como Oscar Landi anotara sagazmente hace ya tiempo. Esta
metamorfosis facilitó que los titulares del poder económico lo ejercieran sin
necesidad de ir en contra de la democracia de partidos.

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