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“GARANTÍAS CONSTITUCIONALES EN EL PROCESO EN CHILE”

KAMEL CAZOR ALISTE

Mi exposición consta principalmente de dos partes: La primera de ellas aborda,


desde una perspectiva teórica y dogmática, las garantías constitucionales en el
proceso en nuestro país, para lo cual trataré de abordar la necesaria vinculación
que se da en esta materia, entre la esfera del Derecho internacional y el Derecho
interno nacional, especialmente el Derecho constitucional. A su vez, en la segunda
parte, analizaremos los elementos del debido proceso en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional de Chile, particularmente haremos mención a la
configuración que ha hecho de este concepto. Finalmente plantearemos algunas
conclusiones de lo expuesto.

I) PRIMERA PARTE:

Dicho esto, quisiera partir mi exposición mencionando las fuentes que integran el
derecho fundamental al debido proceso, concepto fundamental que engloba, en su
conjunto, las diversas garantías de orden procesal. Que en el plano local se
encuentra configurado en el art. 19, n° 3, de la Constitución chilena; y en el plano
internacional habría que citar la Convención Americana de Derechos Humanos,
especialmente sus art. 8° (garantías judiciales) y art. 25 (protección judicial), como
asimismo, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, particularmente
su art. 14 (garantías judiciales)1.

Hablar de las garantías constitucional en el proceso, no sólo es hablar de las


garantías normativas, sino también de las garantías jurisdiccionales. Entendiendo
por las primeras, esto es, las garantías normativas, aquellas que, por una parte,
están consagradas tanto en los sistemas constitucionales de los Estados (que en
Chile genéricamente se denomina “debido proceso”), como en el sistema
internacional; y, por la otra, aquellas cuya configuración le corresponde al
legislador (mediante la reserva legal), el cual debe establecer en su regulación,
como lo señala la Carta chilena, las “garantías de un racional y justo
procedimiento” (art. 19 n° 3, inciso 6°). Asimismo se debe entender por garantías
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Tres sentencias de la Corte Interamericana de DDHH, hacen responsable al Estado de Chile por vulnerar el
art. 8.1, de la Convención Americana de DDHH: “Caso Palarama Iribarne”, “Caso Almonacid Arellano” y “Caso
Atala Riffo”; este último, con fecha 12 de febrero de 2012, hace responsable al Estado de Chile de la violación
del derecho a ser oído y violación de la garantía de la imparcialidad.
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jurisdiccionales, a aquel conjunto de medios jurisdiccionales dirigidos a asegurar la


observancia y efectividad de los derechos fundamentales, y que, como algo
explicaremos más adelante, en ordenamiento jurídico nacional existen tanto
instancias constitucionales como legales.

Desde esta perspectiva y teniendo el concepto del debido proceso o tutela judicial
un carácter universal, lo podemos encontrar consagrado en diversos textos
constitucionales. Así, por ejemplo, la Carta fundamental chilena exige, en su art.
19 n° 3, inciso 6°, que “Toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción, debe
fundarse en un proceso previo legalmente tramitado, correspondiendo al
legislador establecer siempre las garantías de un procedimiento e investigación
racionales y justos”. Es importante indicar, igualmente, que este precepto distingue
entre proceso y procedimiento, debiendo ser ambos racionales y justos, esto es,
legítimos. Asimismo, en el ámbito Iberoamericano, la Constitución peruana, en
su art. 139, señala que “Son principios y derechos de la función jurisdiccional: 3.
La observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional. Ninguna persona
puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a
procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos
jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera sea su denominación”. Igualmente la Constitución española, en su
art. 24.1, a propósito de la protección judicial de los derechos, expresa que “Todas
las personas tienen el derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y
tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún
caso, pueda producirse indefensión”.

Si nos situamos en el plano jurisprudencial, la Corte interamericana de DDHH ha


precisado que el proceso “es un medio para asegurar, en la mayor medida posible,
la solución justa de una controversia”. Asimismo, ha establecido que para que el
proceso sea debido le corresponde abarcar “las condiciones que debe de
cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquellos cuyos derechos u
obligaciones están bajo consideración jurisdiccional”.

La Sala Constitucional de la Corte Suprema de Costa Rica, en un fallo


conceptualiza el debido proceso señalando que es “el proceso que envuelve
comprensivamente el desarrollo progresivo de prácticamente todos los derechos
fundamentales de carácter procesal o instrumental, como conjunto de garantías de
los derechos de goce –cuyo disfrute satisface inmediatamente las necesidades o
intereses del ser humano-, es decir, de los medios tendientes a asegurar su
vigencia y eficacia”.

Ahora bien, adentrándonos en el estudio de las garantías constitucionales del


proceso en Chile y situados en el plano de la doctrina, cabe recordar que en este
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tema se distingue, por una parte, entre el derecho a la jurisdicción o tutela judicial
efectiva de los derechos o intereses legítimos (que tiene su origen en el sistema
europeo continental); y, por otra parte, el debido proceso legal (de origen
anglosajón, Due Process of Law, que consagra las Enmiendas Quinta (1791) y
Decimocuarta (1868) de la Constitución de los EEUU). La pregunta que surge por
si sola es la siguiente: Cuál de estos conceptos se acerca más a nuestra
perspectiva constitucional? En estricto sentido, habría que responder que nuestro
texto constitucional no utiliza ninguno de estos conceptos.

En efecto, como señala en nuestro medio Julián LÓPEZ, el principio del debido
proceso quedó incorporado a la Carta de 1980 de un modo particular, y cuya
discusión se consigna en las Actas Oficiales de las sesiones –de la Comisión de
Estudios de la Nueva Constitución- 101, 102 y 103 (celebradas entre el 9 y el 16
de enero de 1975). Una somera revisión de dichas actas evidencia que los
comisionados entendieron el debido proceso como un principio que comprendía
múltiples otras garantías y consideraron favorablemente la posibilidad de que su
consagración cumpliera una función integradora de los derechos. Buscaron, sin
embargo, la forma de evitar que, junto con el principio, se incorporara a la
Constitución el desarrollo que éste ya tenía en el Derecho de los EEUU. Para
lograr esto, como igualmente indica Julián LÓPEZ, tomaron dos decisiones: “la
primera, fue la de preferir una “expresión escueta” a un catálogo de garantías
procesales mínimas que debieran ser consideradas como integrantes del principio.
La segunda, fue que esa “expresión escueta” no fuera “debido proceso” sino “justo
y racional procedimiento”.

Sin embargo, tan clara como la intención de que el contenido del “procedimiento
racional y justo fuera objeto de un desarrollo posterior de la jurisprudencia, fue la
decisión de que ese desarrollo no se hiciera a través de un proceso de
creación de reglas al modo de la jurisprudencia de los EEUU (en donde, cabe
recordar, la jurisprudencia constitucional de la Corte Suprema Federal se abocó a
la definición de los alcances y contornos del debido proceso, el cual cumplirá, en
ese sistema, una función integradora de los derechos fundamentales de las
personas, a partir de la Enmienda XIV de la Constitución), sino a través del
control de reglas creadas legalmente, por la vía exclusiva del recurso de
inaplicabilidad (que en esa época era de competencia de la Corte Suprema y
actualmente del Tribunal Constitucional). Ello se expresa en la decisión de evitar
que el principio del debido proceso pudiera ser usado como un estándar contra el
cual contrastar la legitimidad de las sentencias, prefiriendo, en cambio, convertirlo
en un estándar de legitimidad de las leyes. Porque si se acuerda que toda
sentencia debe emanar de un proceso legalmente tramitado que sea justo y
racional, se abren las compuertas para interponer un sinnúmero de recursos, que
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no están cuestionando si la tramitación del pleito se ajustó o no a la ley, sino si


éste fue o no justo y racional.

La posibilidad de un desarrollo jurisprudencial frente a esta particular consagración


eran escasas, sobre todo si este inciso 6° no estaba amparado por la acción de
protección o amparo constitucional, que es de competencia de los Tribunales
Superiores de Justicia y confinada a servir de parámetro de las leyes cuya
constitucionalidad solamente podía ser impugnada por vía del recurso de
inaplicabilidad (que en esa época, como ya dijimos, conocía la Corte Suprema y
actualmente es de competencia del Tribunal Constitucional).

De ahí la escasa significación de este principio en la jurisprudencia previa al


Código Procesal Penal. Una vez entrada en vigor este nuevo procedimiento (2000)
y la especial consideración de los tratados internacionales de Derecho Humanos
(particularmente importantes son el art. 8° de la CADDHH y el art. 14 del PIDCP),
que incorporaron al Derecho chileno un extenso catálogo de garantías procesales,
desarrollado con precisión y especificidad que los constituyentes habían evitado al
optar por la “expresión escueta”. Sobre el particular hay que hacer presente, que
el actual art. 5°, inciso 2°, de la Constitución, reformado en el año 1989,
establece como límite al ejercicio de la soberanía los derechos contenidos en los
tratados internacionales de DDHH, además prescribe, el deber de los órganos del
Estado chileno de respetar y promover tales derechos.

Citando nuevamente al profesor López, “el resultado de lo anterior es evidente:


incorporado a nuestro derecho interno un extenso catálogo de garantías de este
orden, que se sitúan a la par de la fórmula del “justo y racional procedimiento”, la
función integradora de este último se convierte en superflua. Allí donde las
garantías judiciales que podrían ser integradas tienen un reconocimiento
autónomo, el aporte que puede hacer la cláusula del debido proceso resulta
prácticamente nulo”.

Especial importancia hay que darle a la anterior conclusión, pues “la reforma
procesal penal ha asignado al principio del debido proceso la función de generar
reglas de persecución penal, a través de la jurisprudencia de los tribunales de
justicia, entre las cuales la más importante es la que produce la Corte Suprema a
través del recurso de nulidad”.

-Así, en el Código Procesal Penal se establece lo siguiente: Artículo 373.-


Causales del recurso. Procederá la declaración de nulidad del juicio oral y de la
sentencia:
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a) Cuando, en la cualquier etapa del procedimiento o en el pronunciamiento de


la sentencia, se hubieren infringido sustancialmente derechos o garantías
asegurados por la Constitución o por los tratados internacionales ratificados
por Chile que se encuentren vigentes, y b) Cuando, en el pronunciamiento de la
sentencia, se hubiere hecho una errónea aplicación del derecho que hubiere
influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo.

-Igualmente, en el actual Código del Trabajo, se contempla un recurso de


nulidad:

Artículo 477. Tratándose de las sentencias definitivas, sólo será procedente el


recurso de nulidad, cuando en la tramitación del procedimiento o en la
dictación de la sentencia definitiva se hubieren infringido sustancialmente
derechos o garantías constitucionales, o aquélla se hubiere dictado con
infracción de ley que hubiere influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo. En
contra de las sentencias definitivas no procederán más recursos.
El recurso de nulidad tendrá por finalidad invalidar el procedimiento total o
parcialmente junto con la sentencia definitiva, o sólo esta última, según
corresponda.

-Finalmente, hay que destacar que en el proyecto de ley de 2012 (Boletín 8197-
07), que establece el nuevo Código Procesal Civil y en lo que sin duda
constituye una de las innovaciones más importantes que contempla el Código, se
reemplaza el actual recurso de casación en el fondo, por un recurso
extraordinario a través del cual se fortalece el rol del Corte Suprema como
máximo tribunal de la República encargado de preservar los derechos
fundamentales y de dar coherencia y unidad a los 24 criterios de decisión de los
tribunales del país. La Corte podrá avocarse al conocimiento de un asunto siempre
que concurra un interés general que haga necesaria su intervención y ello con
base en un sistema amplio de tipificación de causales que justifiquen ese interés
general.

Art. 405.- Objeto. El agraviado por una sentencia podrá ocurrir excepcionalmente
ante la Corte Suprema con los propósitos que en este Título se señalan y
cumpliéndose los requisitos que se indican, para solicitarle que se avoque al
conocimiento del asunto por estimarse afectado un interés general.

Art. 409. Interés general. La Corte Suprema determinará avocarse al


conocimiento del asunto cuando la mayoría de los miembros de la sala respectiva
estime que concurre un interés general que haga necesaria su intervención.

Sólo podrá estimarse que concurre un interés general para avocarse al


conocimiento del asunto en los siguientes casos:
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a) Cuando se hubiere infringido en forma esencial, en la sentencia o en el


procedimiento del cual ella emanare, un derecho o garantía fundamental
contemplado en la Constitución Política de la República o en los tratados
internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes y;

b) En caso que considere pertinente fijar, uniformar, aclarar o modificar, una


doctrina jurisprudencial.

II) SEGUNDA PARTE: Notas sobre los elementos del debido proceso en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional de Chile

El Tribunal Constitucional ha establecido jurisprudencialmente el contenido de las


garantías del racional y justo procedimiento, señalando que:

a) Concepto de debido proceso:

El Tribunal Constitucional chileno, en Sentencia rol 986, de fecha 30 de enero de


2008, ha indicado que “por debido proceso se entiende aquel que cumple
integralmente la función constitucional de resolver conflictos de intereses de
relevancia jurídica con efecto de cosa juzgada, protegiendo y resguardando, como
su natural consecuencia, la organización del Estado, las garantías constitucionales
y, en definitiva, la plena eficacia del Estado de Derecho. A este respecto, el debido
proceso cumple una función dentro del sistema, en cuanto garantía del orden
jurídico, manifestado a través de los derechos fundamentales que la Constitución
le asegura a las personas. Desde esta perspectiva el imperio del derecho y la
resolución de conflictos mediante el proceso son una garantía de respeto por el
derecho ajeno y la paz social. En síntesis, el debido proceso, más allá de
consagrar los derechos de los litigantes, y el poder-deber del juez en la forma que
el constituyente ha establecido para eliminar la fuerza en la solución de los
conflictos, genera un medio idóneo para que cada cual pueda obtener la solución
de sus conflictos a través de su desenvolvimiento” (…) “Desde una perspectiva
constitucional, y de derechos fundamentales, el debido proceso se traduce no sólo
en las garantías del imputado, sino también en el derecho a acceder a la justicia
de la víctima para perseguir la reparación del mal causado y el castigo a los
culpables, a través de los medios establecidos en la ley procesal y traducidos en el
proceso en contra del imputado”.

b) Elementos o principios informadores del debido proceso:


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En sentencia rol n° 986 de 2008 (“Caso Aarón Vásquez”), indica el Tribunal:

VIGESIMOSEXTO: Que, en el contexto jurídico ya enunciado, es


menester señalar que dentro de los principios informadores del proceso
penal, se encuentra la configuración del mismo en base a la única o a la
doble instancia, opción de política legislativa que corresponde al
legislador decidir, en el marco de las reservas legales específicas de las
garantías de legalidad del proceso y del racional y justo procedimiento,
contenidas en el artículo 19 número 3 de la Carta Fundamental, que deben
ser entendidas, además, limitadas por la garantía genérica de respeto a los
derechos fundamentales como límite al poder estatal, establecida en la
primera parte del inciso segundo del artículo 5º de la misma;
VIGESIMOSÉPTIMO: Que, dentro de los elementos del racional y
justo procedimiento, esta Magistratura ha señalado, en sentencias Roles
números 376, 389, 481, entre otras, que:
"conforme a la doctrina nacional, el derecho a un proceso previo,
legalmente tramitado, racional y justo, que la Constitución asegura a todas
las personas, debe contemplar las siguientes garantías: la publicidad de
los actos jurisdiccionales, el derecho a la acción, el oportuno
conocimiento de ella por la parte contraria, el emplazamiento,
adecuada asesoría y defensa con abogados, la producción libre de
pruebas conforme a la ley, el examen y objeción de la evidencia rendida,
la bilateralidad de la audiencia, la facultad de interponer recursos para
revisar las sentencias dictadas por tribunales inferiores"";

VIGESIMOCTAVO: Que el precepto impugnado establece, en principio, la improcedencia


del denominado recurso de nulidad en contra del juicio y la sentencia que se dicten en virtud de un
recurso de nulidad acogido. La impugnación planteada sostiene que ello atenta en contra de las
garantías del racional y justo procedimiento al impedir la revisión de dicha sentencia. Es necesario
precisar que, dentro del marco establecido acerca de dicha garantía constitucional, cabe determinar
si la misma es o no acorde con el precepto impugnado. En este sentido, es del caso precisar que el
precepto impugnado establece dos regímenes de procedencia del recurso, en función del resultado
del juicio respecto del cual se plantea el mismo:
1. si la sentencia dictada en el primer juicio fue condenatoria y el mismo fue
anulado, no es procedente el recurso de nulidad respecto del segundo juicio, pues estamos
en presencia del ejercicio del derecho a la interposición de recursos en contra de la
condena en única instancia, los que posteriormente son desestimados.
2. Si en el primer juicio no hubo condena, y en el segundo sí, al aplicarse la regla
anterior se está en presencia de una sentencia condenatoria que no puede ser recurrida de
nulidad, lo que podría, eventualmente, atentar en contra de la garantía en cuestión. Sin
embargo, para este caso el legislador ha establecido que respecto del segundo juicio
puede interponerse el recurso de nulidad;

Sentencia rol 478, de 8 de agosto de 2006 (en el mismo sentido, roles 429,
433, 596, 791 y 806):
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14°: Que el constituyente, como se expresó, se abstuvo de enunciar


las garantías del procedimiento racional y justo, ordenando al legislador
precisarlas en cada caso.

La Comisión de Estudio de la Nueva Constitución (sesiones 101 y


103) discutió extensamente esta materia, prefiriendo no enumerar los
requisitos del debido proceso, sino atribuir a la ley el deber de establecer
las garantías de un racional y justo procedimiento, dejándose constancia
que tales atributos se concretan, entre otros elementos, en principios como
el de la igualdad de las partes y el emplazamiento, materializados en el
conocimiento oportuno de la acción, la posibilidad de una adecuada
defensa y la aportación de la prueba, cuando ella procede.

En el mismo sentido se ha pronunciado este Tribunal Constitucional


(sentencias Roles números 376, 389, 481, entre otras) y la Corte Suprema,
estableciendo ésta (C.S., 5 diciembre 2001, R.G.J., 258 ) que “conforme a
la doctrina nacional, el derecho a un proceso previo, legalmente tramitado,
racional y justo, que la Constitución asegura a todas las personas, debe
contemplar las siguientes garantías: la publicidad de los actos
jurisdiccionales, el derecho a la acción, el oportuno conocimiento de ella
por la parte contraria, el emplazamiento, adecuada asesoría y defensa con
abogados, la producción libre de pruebas conforme a la ley, el examen y
objeción de la evidencia rendida, la bilateralidad de la audiencia, la facultad
de interponer recursos para revisar las sentencias dictadas por tribunales
inferiores…”

1.- Imparcialidad del Tribunal:

Fallo rol 46, de fecha 21 de diciembre de 1987:

“que todo juzgamiento debe emanar de un órgano objetivamente independiente y


subjetivamente imparcial, elementos esenciales del debido proceso que consagra
toda la doctrina procesal contemporánea". Es más, a juicio de este Tribunal, la
independencia e imparcialidad del juez no sólo son componentes de todo proceso
justo y racional, sino, además, son elementos consustanciales al concepto mismo
de tal.”
2.- Derecho al tribunal predeterminado por ley y prohibición de
comisiones especiales:
Causa rol 184, de 7 de marzo de 1994
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“Al otorgársele facultades jurisdiccionales al Banco Central, el Tribunal consideró


que ello “vulnera también lo dispuesto en el artículo 19, Nº 3, inciso cuarto, de la
Constitución, que reconoce a toda persona el derecho al juez natural y prohíbe el
ser juzgado por "comisiones especiales", como denomina el constituyente a todo
órgano que usurpa atribuciones jurisdiccionales y pretende asumirlas sin haber
sido atribuido de ellas conforme a derecho.”

3.- Derecho a la revisión de lo obrado y prohibición de la indefensión:


En la causa rol 198, relativa a la ley sobre tráfico de estupefacientes:
“facultades absolutamente discrecionales, como las de recoger e incautar
documentos o antecedentes probatorios de cualquier naturaleza pertenecientes a
personas objeto de una investigación de dicho servicio, o para requerir a terceros
la entrega de antecedentes o documentos sobre cuentas corrientes bancarias,
depósitos u otras operaciones sujetas a secreto o reserva pertenecientes también
a las personas investigadas”, el tribunal declaró que “Las facultades conferidas se
ejercen por el servicio sin contemplar su sometimiento a control o aprobación
judicial previa alguna, pues no se prevén recursos especiales u ordinarios que
permitan una revisión de lo actuado o decretado por una instancia superior, con lo
cual, salvo el ejercicio de acciones constitucionales, dejan en indefensión a las
personas naturales o jurídicas que directa o indirectamente se puedan ver
involucradas con una investigación”.
Declara también que “Vulnera también la disposición en análisis el artículo 19 de la
Carta Fundamental, en su N° 3, inciso quinto, que establece el debido proceso
legal, pues se está en presencia de un servicio público legalmente facultado para
ejercer jurisdicción pudiendo decidir sobre la conducta o bienes de las personas;
investigar hechos, recoger e incautar documentos y antecedentes que le
permitirán en definitiva, a su mero arbitrio, decidir si se ejerce la acción penal ante
la justicia del crimen tendiente a sancionar a los culpables de la comisión de los
delitos.”
En el mismo sentido, rol 349, ley adecuatoria de la reforma procesal penal, el
tribunal declaró que:
“35º. Que, en el artículo 43 del proyecto, se propone como nuevo artículo
62 del Código Tributario, el siguiente:

“El Director, con autorización del juez de letras en lo civil de turno del
domicilio del contribuyente, podrá disponer el examen de las cuentas
corrientes, cuando el Servicio se encuentre efectuando la recopilación de
antecedentes a que se refiere el artículo 161 N° 10 de este Código. El juez
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resolverá con el solo mérito de los antecedentes que acompañe el Servicio


en su presentación.”;

36º. Que, la facultad otorgada en la disposición que se plantea, se inscribe


dentro de las potestades administrativas del Servicio, la que queda
sometida al control jurisdiccional previo que allí se señala. El procedimiento
que se contempla para realizar este control, no hace necesario oír a quien
pueda ser afectado por la decisión, ni tampoco notificarlo de la resolución
judicial correspondiente. Se acepta, en consecuencia, la aplicación
irrestricta, en este caso, de la unilateralidad de la audiencia, lo que debe ser
objeto de particular examen, toda vez que la norma establece una
excepción al criterio general del secreto de la cuenta corriente bancaria;

37º. Que, si bien el principio de bilateralidad de la audiencia en materias


que son de competencia de los tribunales civiles, como ocurre en este caso,
acepta calificadas excepciones, ellas se explican por la urgente necesidad
de adoptar prontamente providencias cuya dilación podría acarrear graves
consecuencias. En la situación en análisis no concurre la circunstancia
anotada, toda vez que los registros y antecedentes de una cuenta corriente
bancaria se mantienen en el tiempo, bajo custodia y responsabilidad de un
tercero que es, a su vez, fiscalizado por la autoridad;

38º. Que, por otra parte, también debe precisarse que no sólo el juez debe
resolver “con el solo mérito de los antecedentes que acompañe el Servicio”,
sino que, además, el afectado por la decisión judicial que autoriza la medida
carece, de acuerdo con la propia disposición, de la facultad de interponer
cualquier recurso oportuno para enervar la resolución del juez que permite
el examen de sus cuentas corrientes;

39º. Que, de esta manera, en esta situación concreta, al no aplicarse el


principio de la bilateralidad de la audiencia ni concederse recurso alguno en
los términos previamente señalados en contra de la resolución antes
indicada, se opta por un procedimiento que no resulta ni racional ni justo, lo
que entra en colisión con el derecho establecido en el Nº 3, inciso quinto,
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del artículo 19 de la Constitución Política, lo que llevará a esta Magistratura


a declarar la inconstitucionalidad del precepto;”

4.- Derecho a la bilateralidad de la audiencia:

Sentencia rol 1200, de 10 de marzo de 2008:

“entre las bases del debido proceso, aludidas por el constituyente como las
garantías de un procedimiento y una investigación racionales y justos, se cita
generalmente el principio de contradicción o bilateralidad de la audiencia,
comprensivo del conocimiento oportuno de la acción, el derecho a formular las
defensas y de rendir y controvertir las pruebas.

Doctrinariamente se acepta que la contradicción tiene distintos grados, según la


naturaleza de la acción ejercitada, y que no se identifica necesariamente con un
momento determinado del proceso. Su intensidad no es la misma en un juicio de
lato conocimiento que en uno ejecutivo y su expresión aparece postergada en las
acciones propiamente cautelares”

Sentencia rol 478, de 8 de agosto de 2006 (en el mismo sentido, roles 429, 433,
596, 791 y 806):

“En particular, se ha sostenido que “nada se sacaría con la


consagración de un contradictorio en lo que dice relación con la defensa, si
no se otorga a las partes la posibilidad de rendir prueba dentro del proceso
para los efectos de acreditar los fundamentos fácticos de ella” (Cristián
Maturana, Derecho Procesal Civil I, página 20).”

5.- Derecho a la prueba:

Sentencia rol 596, de 12 de julio de 2007:


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“resulta evidente que el derecho a la prueba es eventual y dependerá de las


circunstancias del caso y de la pertinencia de la misma”

6.- Derecho a la tutela judicial efectiva de derechos e intereses:

Sentencia rol 815, de 19 de agosto de 2008:

“En este sentido, este derecho fundamental, que incluye entre sus
elementos esenciales el acceso a la jurisdicción, es definido por los especialistas
como “aquel que tiene toda persona a obtener tutela efectiva de sus derechos e
intereses legítimos ante el juez ordinario predeterminado por la ley y a través de
un proceso con todas las garantías, sin dilaciones indebidas y en el que no se
produzca indefensión” (Gregorio Cámara Villar, en Francisco Balaguer Callejón y
otros, “Derecho Constitucional”, tomo II, pág. 215, Ed. Tecnos, Madrid, 2005). Este
derecho incluye el libre acceso a la jurisdicción, el derecho a obtener una
resolución acerca de la pretensión deducida, el derecho a la ejecución de las
resoluciones judiciales, la interdicción de la indefensión y el derecho al debido
proceso, con la plena eficacia de todas las garantías que le son propias.”

En igual sentido, y citando al autor Argentino Juan Carlos Cassagne,


sentencia rol 946, de 1 de julio de 2008:

““Los principales matices diferenciales -señala-comprenden tres aspectos


ya que la tutela judicial efectiva apunta a la eliminación de las trabas que
obstaculizan el acceso al proceso, tanto como a impedir que, como consecuencia
de los formalismos procesales, queden ámbitos de la actividad administrativa
inmunes al control judicial y, por último, tiende a asegurar el ejercicio pleno de la
jurisdicción””.

7.- Principio de inocencia:

En el entendido que se trata de un derecho implícito del ordenamiento


constitucional, se reconoce, en las Sentencias roles 739, 993 y 1584, como un
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principio en tanto “trato de inocente”, por ello para el Tribunal “importa la obligación
de considerar al imputado como si fuera inocente, reduciendo las limitaciones y
perturbaciones en sus derechos al mínimo indispensable para el cumplimiento de
los fines del proceso”.

8.- Motivación de la sentencia:

En la Sentencia rol 1373, se razonó que “si la decisión judicial sólo puede recaer
sobre una solución legítima; para ser aceptable desde el punto de vista jurídico y
atribuirle validez, es evidente que la motivación de la sentencia es esencial. Ella es
la justificación –no la explicación- de la resolución; se trata de un discurso cerrado,
de clausura: una vez dictado el fallo, debe contener todos los requisitos de la
justificación, no pudiendo ser variado o modificado”.

III) CONCLUSIONES

1. En nuestra regulación constitucional del “debido proceso”, esta institución quedó


incorporada de un modo singular, ya que se prefirió utilizar la expresión
“procedimiento racional y justo”, sin enunciar las garantías mínimas que debieran ser
parte integrante de dicho principio, reservándole al legislador su precisión en cada
caso. Con ello, esta garantía, por regla general, más que un estándar de legitimidad
de las sentencias, es un estándar de legitimidad de las leyes. Por esta razón es que
la configuración misma del derecho al debido proceso, se encuentra dentro de una
esfera de libertad que la Constitución reconoce al legislador para regular los
procedimientos (así lo reconoció, recientemente, en sentencia 1994-2007 de 2011
del Tribunal Constitucional).

2. Dentro de esta conclusión general, se puede deducir asimismo que el principio


del debido proceso está llamado a cumplir dos posibles funciones normativas: la
primera, es una función integradora de otros derechos fundamentales y, la
segunda, es una función de generación de reglas de persecución penal. En Chile,
la función integradora de otros principios resulta superflua, porque el ordenamiento
interno chileno contempla, a través de los tratados internacionales de DDHH, un
catálogo suficientemente amplio de garantías judiciales de carácter autónomo, que
no requieren ser incorporadas a través del principio del debido proceso. Sin
embargo, este estándar a veces es difícil de compatibilizar con la capacidad
regulativa del legislador al establecer un procedimiento racional y justo (como por
ejemplo, ha acontecido con el caso rol 986, a propósito del derecho al recurso;
que actualmente está radicado en la Comisión Interamericana de DDHH), cuestión
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que sólo le corresponde al Tribunal Constitucional a través del requerimiento de


inaplicabilidad.

3. Finalmente, con el paso del tiempo se han ido creando instancias


jurisdiccionales, en la esfera de los Tribunales de justicia, en donde el principio del
debido proceso ha pasado de ser sólo un estándar de legitimidad de las leyes,
también, a un estándar de legitimidad de las sentencias y actuaciones judiciales,
como podemos constatar en los recursos de nulidad que contemplan el Código
Procesal Penal y el Código del Trabajo; igual tendencia ha sido confirmada con la
creación en el proyecto de Código Procesal Civil del recurso extraordinario, que
viene a reemplazar el recurso de casación en el fondo.

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