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Fontecilla Garcés Vicente

Core101: Civilización Contemporánea, sección 47

Ensayo N°1

Epicuro y Epicteto

La filosofía de Epictecto se basa en las representaciones y entendimientos que se


otorgue del destino de cada persona. En mano de los dioses, a cada individuo se le designa
un rol en la vida, el cual debe ser llevado a cabo a plena conciencia y con gozo. De la dicha
de esto se despliega la tranquilidad y felicidad que pueda lograr. “Sábete que lo más
importante en cuanto a piedad para con los dioses es el tener juicios correctos respecto a que
existen y lo gobiernan todo bien y con justicia y que tú mismo has de someterte a ello, a
obedecerles y a que te parezca conveniente todo lo que suceda y a seguirles de buen grado
por actuar ellos movidos por el más noble parecer.” (Manual, p. 20)

Epicuro por su parte no otorga tal crédito a los dioses. Según su filosofía, a los cuerpos
celestes no se les debe ver como directores de la vida del individuo, ni menos tenerles miedo
por el posible castigo de cometer algún acto que no siga la estructura de comportamiento
divino, instaurado ya en la sociedad. Dice, Epicuro, que la primera actitud del hombre para
el buen vivir debe convenir “[…] estimando al dios como un viviente incorruptible y dichoso
[…]” (Carta a Meneceo, p. 12) y en base a esto atribuir el hecho de que ellos no intervienen
en los sucesos del mundo pues sería caprichoso y distorsionaría su esencia de
incorruptibilidad.

Epicteto era consciente y enfatizaba en lo efímero de la vida, esto sobre la base de las
decisiones de los dioses y el destino que le espere a cada individuo. De esta manera, y no es
de extrañarse, instruía a sus discípulos a mantener siempre presente aquella condición y regir
las acciones en torno al bien. “Ten presente a diario la muerte y el destierro y todo lo que
parece terrible, pero, sobre todo, la muerte. Y nunca pensarás en nada vil ni desearás nada en
exceso.” (Manual, p. 13)

De manera completamente contraria y también bajo el pensamiento de la


incorruptibilidad de los dioses y su desinterés en los sucesos del mundo, Epicuro proponía
un total desapego al pensamiento de la muerte como concepto de miedo y espanto. Decía:
“Acostúmbrate a considerar que la muerte no es nada en relación a nosotros. Porque todo
bien y todo mal está en la sensación; ahora bien, la muerte es privación de sensación.” (Carta
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a Meneceo, p. 12). Mientras el individuo vive y goza de la felicidad de vivir en su virtud, la


muerte no existe, y por ello, no debe considerarse siquiera. Al momento de fallecer será
momento de considerarla, no obstante, el individuo no será capaz ya de sentir algo al
respecto.

Los estoicos se fundamentan en el accionar cohesionado y racional sobre los


requerimientos de los sucesos naturales, determinados por los dioses. Identificar la naturaleza
de cada objeto y suceso es crucial, y en función de eso, Epicteto otorga principal cuidado a
la manifestación de los placeres. “Cuando tengas la representación de algún placer, como con
las demás representaciones, ten cuidado, no vaya a ser que se apodere de ti.” (Manual, p. 25).
Y es que esta ideología, dirigida por la manifestación más noble del individuo: su simpleza,
guía a una vida fundamentada en la conformidad con la persona, saber sus necesidades y las
facultades que posee y que le permitirán llevar una vida plena. Esto es la felicidad. Es en este
objetivo último que el uso de la razón se convierte en la virtud moral base de todo accionar
y el placer es manejado y evitado por ella, con el fin de no distorsionar la simpleza que
característica al individuo.

Para los epicuristas en cambio, el placer es el fundamento de la felicidad. “Y por esto


que decimos que el placer es principio y fin del vivir venturoso.” (Carta a Meneceo, p. 14).
Pero no el sentido del gozo vicioso ni el derroche de las facultades y virtudes del individuo,
sino bajo la premisa de que “solo en el placer se da la patencia de la vida en el sentido de esa
presencia presente para sí, sin falta, mientras en el estado álgido la vida está en falta respecto
de su propia presencia: así se dice que es “a partir de la no presencia (ek toû mè pareînai) del
placer [que] padecemos dolor.” (Carta a Meneceo, p. 33). Es así, que no se debe interpretar
como la búsqueda de placer particular para cada situación, sino la búsqueda del placer de la
vida en sí. Epicuro, fundamentaba esto en la búsqueda de la Ataraxia, la ausencia de toda
perturbación en el alma y del Pónos, la ausencia de padecimiento del cuerpo.

En las filosofías de Epicteto y Epicuro se pueden encontrar marcadas diferencias en


distintos aspectos particulares, pero a la vez ciertas semejanzas que quedan expuestas en su
manejo de la virtud, de la búsqueda de la felicidad y del desarrollo pleno de la persona como
sujeto y pieza dentro de una sociedad. Lo que permite diferenciar de manera general a la
corriente estoica con la epicurista es principalmente el valor que le entregan al humano.
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Mientras una vive por y para la naturaleza, viviendo el destino de los dioses, desarrollándose
en lo básico (otorgado por divinidad) y con temor a la muerte; la otra por su parte invita a un
desarrollo más amplio del individuo, bajo las necesidades y deseos naturales propios, aún así
sujeto a la simplicidad y la satisfacción de lo básico, pero con un uso de la razón que le otorga
mayor discernimiento en sus decisiones.

Referencias

1. Epicuro. (2017). Carta a Meneceo, Máximas Capitales y Sentencias


Vaticanas. Santiago de Chile: Ediciones Tácitas - Universidad Adolfo Ibáñez.
2. Epicteto. (desconocido). Manual, disertaciones por Arriano.
Biblioteca Básica Gredos [Formato PDF, facilitado por Universidad Adolfo Ibáñez,
Santiago de Chile].

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