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LA PRINCESA DE LOS XINKAS Y LA PILA

DE SANTA CATARINA
Que pase adelante Güi-Güic-Taguo (Piscoy del Aire), gran jefe de los fle-
cheros dijo Cane Pococo Taglá (Príncipe Mapache Dorado), que era el llamado
a heredar el reinado de los Xinkas de Chiquimulilla; hijo del rey Sama Na-Suma
(Noche muy Oscura).

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Aquí estoy a sus órdenes mi gran señor contestó “Piscoy del Aire”
-Escucha Güi-Güic-Taguo: Quiero que le preguntes a mi padre Sama Na-
Suma, ¿cuándo dispondrá que se case mi hermana, la bella princesa Mime-
Rurume (Ardilla Voladora)?.
-Si, mi señor; cumpliré fielmente sus órdenes dijo Piscoy del Aire
Haciendo un obligatorio y respetuoso saludo militar, se retiró para entrevis-
tarse con el jefe general de los Xinkas.
Ya en presencia de él, hace la pregunta a nombre del príncipe “Mapache
Dorado”; pero ante el rango de Sama Na-Suma, se hincó y muy sumiso, dobló
la cabeza.
-El rey le ordena:
Levántate gran jefe de los flecheros Güi-Güic-Taguo y dile a mi hijo que
para que la princesa se case, faltan muchas lunas y que además tengo que
reunir al Consejo de
Ancianos para que ellos lo determinen, en qué forma y cuándo debe de ser.
A la noticia de que ya se acercaba el casamiento de la princesa “Ardilla
Voladora”, todos los Xinkas la recibieron con gran alegría y dispusieron pedir
permiso al gran señor para hacer un baile de máscaras en honor a la princesa.
El permiso les fue concedido y se realizó el baile, para lo cual encendieron
una gran hoguera por ser de noche. La fiesta fue iluminada con gruesas an-
torchas que portaban muchos hombres, bailando al compás de pitos y tam-
bores, no faltando desde luego una marimbita hecha de madera de bambú y
guarumo. Todos, dando grandes saltos de alegría, se emborracharon con el
fermento de jocote jobo y otras frutas que producían aguardiente.
Mientras esto sucedía en el corazón de la tribu, en un lugar apartado y so-
litario, hincado al pie del chorro de “Uchapí”, con muchas lagrimas que resba-
laban a torrentes por sus tostadas mejillas de guerrero, lloraba sollozando de
dolor, de tristeza e inconformidad, un soldado de la guardia real de los Xinkas,
que se llamaba Tuma Tosnay (Venado Brincador).
Este era uno de los hombres más valientes con que contaba la tribu. Pero
desgraciadamente el muchacho había tenido la mala suerte de haberse enamo-
rado de la princesa “Ardilla Voladora” y ella también le correspondía amándolo.
Pero estaba el inconveniente de que un plebeyo no podía aspirar a casarse

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con una persona de sangre real, porque según las leyes, éstos sólo se casaban
con los de su clase social, además si alguno de los príncipes a casarse, no
cumpliera o no quisiera cumplir con lo instituido por la ley, sería condenado a
morir a pedradas a la vista del novio, o la novia desairada. En ese caso, desde
luego, el esposo de su amada sería algún príncipe de los reinados vecinos, y
a Tuma Tosnay le preocupaba todo eso, pues no deseaba que le sucediera
nada a su princesa.
El soldado caminaba dolorido, mirando hacia el cielo en dirección de la luna,
que iluminaba cristales de lágrimas en sus mejillas, las cuales como perlas caían
confundiéndose con las burbujas de la fuente, la que con música divina, lloraba
también la tristeza Xinka, que lentamente moría al compás de un concierto de
grillos, llenando de misterios y de imponencia la noche rasgada lindamente por
las bengalas de millares de luciérnagas fosforescentes, alternando la quietud,
en un coqueteo de lentejuelas. Con la cabeza calenturienta y tembloroso de
su cuerpo, dio algunos pasos sobre la alfombra verde de la grama, para es-
cuchar mejor el cántico del búho, que le anunciaba la cercanía de la muerte,
la que muy pronto llegaría a él, para darle el abrazo frío y el último beso que
él deseo; pero ahora, nomás era el viento gélido que soplaba sus labios con
suave abanicar, transmitiéndole perfumes de montaña y olores místicos de la
madre tierra.
Ya casi inconsciente llamó a los dioses les expuso su queja, pero ellos no
le querían oír. Su voz ronca, vibrante y quejumbrosa, se perdía en la región
inmensa del vacío de la montaña.
Los dioses por fin se llenaron de ternura y para calmarle sus penas, le en-
viaron la fulminante centella, que en figura de enorme serpiente de fuego, le
partió el corazón, dejando el cuerpo ya inerte, resbalando suavemente sobre
la fuente, la que con dulzura le lavó la sangre para abono de la tierra, en donde
después nacieron muchos lirios blancos, perfumados jazmines de montaña y
lindos pensamientos bicolores.
También el musgo de la peña goteaba agua por todas partes, como lágri-
mas de tristeza por la muerte del soldado.
Al amanecer recibió como bendición del cielo, el último calor del padre sol,
que enrojeció entristecido por la muerte del enamorado de la princesa que
nunca podría su amor ser correspondido. Desde ese entonces en las noches
de luna negra se ve una serpiente de fuego caminar cerca de la ladera, y en
las noches de luna sazona se puede ver a ese guerrero llorando en la piedrona
donde la fuente nace.

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Recopilación investigación -Consejo del Pueblo Xinka de Guatemala,
Equipo año 2009, con apoyo de Ibis de Dinamarca.
Sistema Nacional de Formación del Recurso Humano del Ministerio
de Educación
Guía de Educación Multicultural e Intercultural

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