2.

El monopolio del poder político

Cuando se quiere hacer un recuento sobre los rasgos

generales de los sistemas comunistas se destaca que cons-
tituyen tipos de sociedades en las cuales el nivel político
se representa como el germen totalizador formativo y
definidor de la sociedad en su conjunto. Con esta aseve-
ración no quiero decir -como lo sostenía la llamada
escuela totalitaria-50 que toda la problemática del
comunismo puede ser resumida en una variable única,
de causalidad uniforme, para explicar el enmarañado
tejido económico, social y político de esos países. Con
ello simplemente quiero dejar constancia de que histó-
ricamente, bajo circunstancias específicas de la sociedad
rusa que después se replicaron en los otros Estados
comunistas, por la manera en que estas fuerzas llegaron
al poder y las interpretaciones habituales del marxismo,

50
Véase, Stephen F. Cohen, Rethinking the Soviet Experience, Oxford,
Oxford University, 1986, capítulo l.
56 RUSIA Y C HI NA
el partido se fusionó con el Estado convirtiéndose en la
instancia modeladora de la sociedad. De acuerdo con ese
tipo de circunstancias la política desempeñó el papel de
plataforma organizativa de todo el tejido social. No deja
de ser paradójico el hecho de que estos sistemas consti-
tuyan una inversión de uno de los axiomas principales
del marxismo, pues la superestructura se constituyó en la
base que ha definido y otorgado un sentido y una direc-
cionalidad a la infraestructura. Es más, ha sido la política
y no la economía el gran articulador del sistema.
En efecto, un primer rasgo característico de todos
estos Estados consistió en el ejercicio del monopolio del
poder político por parte del Partido Comunista. La elevada
concentración del poder en el partido se convirtió en un
elemento tan característico de estos regímenes, fue una
práctica tan extendida y, además, esta situación fue vista
como algo tan consustancial del nuevo sistema, que las
élites políticas no vacilaron a la hora de consagrar dicha
condición en sus respectivas cartas magnas. En Vietnam,
por ejemplo, la Constitución afirma: "El Partido Comu-
nista de Vietnam, la vanguardia y cuartel general de la
clase obrera vietnamita, armado con el marxismo-leni-
nismo, es la única fuerza conductora del Estado y de
la sociedad y representa el factor principal que deter-
mina los éxitos de la revolución vietnamita''. De la
misma manera, el artículo 5° de la Constitución cubana
sostiene: "El Partido Comunista de Cuba, martiano y
. 5'
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO 57
marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación
cubana, es la fue rza dirigente superior de la sociedad y
del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes
hacia los altos fines de la construcción del socialismo y
el avance hacia la sociedad comunista''. El artículo 6°
de la Constitución soviética de 1977 rezaba: "La fuerza
que dirige y orienta la sociedad soviética, el núcleo de
su sistema político, de las organizaciones estatales y
sociales, es el Partido Comunista de la Unión Sovié-
tica [. . .] Armado con la doctrina marxista-leninista,
el Partido Comunista define la perspectiva general del
desarrollo de la sociedad, da la línea en la política inte-
rior y exterior de la Unión Soviética'' .51
Esta práctica tan inconfundible de esos regímenes
posee una larga historia y, como ocurre con los demás
componentes en que ha sido disgregado analíticamente
el sistema, sus orígenes se remontan a los años formativos
de la Unión Soviética. En la historia de este país se puede
observar que, de hecho, el monopolio del poder fue un
atributo consustancial del régimen soviético que sobre-
vivió sin mayores tropiezos, desde los inicios de dicho
Estado, hasta finales de la década de los ochenta, cuando
el reformismo gorbachoviano decidió patrocinar la sepa-
ración del partido y el Estado con el ánimo de prevenir
la eventualidad de que se desencadenara una "revolución
Konstitutsia SSSR, Moscú, lzdatelstvo lzvestia, 1988, p. 7.
58 RUSIA Y CHINA
palaciega'', análoga a la que había depuesto a Niki ta Jrus-
chov en octubre de 1964. Frente al imprevisto de que las
fuerzas "antirreformistas" se organizaran para destituir
o bloquear al secretario general del partido, es decir, a
Mijaíl Gorbachov, quien se encontraba además al frente
del Soviet Supremo de la URSS, este podría salvar la
prolongación del curso reformista iniciado valiéndose de
la institucionalidad del aparato estatal.
La gravitación de las tradiciones zaristas en los
niveles constitutivos de lo político, la perpetuación de
procedimientos burocráticos que se encontraban bien
anclados en el sistema organizativo del imperio, la fragi-
lidad de la sociedad civil, el peso desmedido de la pobla-
ción campesina, con sus formas típicas de organización
de tipo comunitario, fueron algunos de los elementos
que permearon la Constitución del Estado soviético y
singularizaron el sistema que se estaba creando. A estos
elementos que se proyectaron de una sociedad a otra se
le suman otras circunstancias específicas, entre las cuales
un lugar especial le correspondió a la forma en que se
realizó la Revolución de Octubre.
Como ha sido bien documentado, el advenimiento
de los bolcheviques al poder no representó la "marcha
triunfal" que suponía una larga tradición historiográfica
comunista. Larevol ución se consumó sobrela base de varios
procesos revolucionarios (agrarios, obreros, de reivindi-
cación nacional y de exigencia de una paz inmediata).
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO 59
La revolución socialista que estalló en octubre de 1917
fue solo una vertiente más de este cúmulo de procesos
globales, los cuales parcialmente convergían en asuntos
específicos, sin ser la mayoría de ellos portadores de
ideales socialistas. 52
A estas circunstancias connaturales a la historia rusa
se le sumaron otras de carácter más general. La construc-
ción de la sociedad socialista, a diferencia de la capita-
lista, no se forjaba en las entrañas de la sociedad anterior,
sino que se diseñaba a partir de la consumación de la
revolución, la que, con ayuda del poder político, creaba
y transformaba la sociedad.
Varios acontecimientos y situaciones participaron en
el origen y la difusión de esta práctica. El primer indicio se
presentó durante la inauguración del Segundo Congreso
de los Soviets de toda Rusia, el 25 de octubre de 1917.
Aquel día los bolcheviques se habían apoderado de los
sitios estratégicos de Petrogrado, 53 incluido el Palacio
de Invierno, donde sesionaba el gobierno provisional.
Ante esta situación, los delegados de los otros partidos
socialistas condenaron el asalto del poder por parte de
52
M¡rc Ferro, Des Soviets au communisme bureaucratique, París,
Gallimard, 1980.
53
Pedro el Grande fundó la ciudad con el nombre de San Petersburgo.
Durante la Primera Guerra Mundial fue rebautizaba como Petrogrado.
Después de la muerte de Lenin pasó a llamarse Leningrado y finalmente,
luego de que se desintegrara la Unión Soviética, reromó su nombre
original.
60 RUSIA Y CHINA
los bolcheviques y abandonaron el Congreso. Desde ese
momento el partido de Lenin comenzó a gobernar en
solitario; solo contó con el apoyo de una fracción del
partido eserista, agrupación conocida en aquel entonces
bajo la denominación de eseristas de izquierda. Esta
convivencia, que no cuestionaba el papel dirigente de los
bolcheviques, tuvo una vida efímera, pues finalizó pocos
meses después, a mediados de 1918, cuando los socios
menores en el poder organizaron un levantamiento en
contra de los bolcheviques y atentaron, en dos hechos
aislados, contra Lenin y el embajador de Alemania, pero
que se encadenaban en el rechazo a los términos en que
se había suscrito el acuerdo de la paz de Brest Litovsk
con Alemania y como protesta contra el uso desmedido
de la violencia que estaban ejerciendo los destacamentos
armados contra la población rural durante las requisas
forzosas de granos.
Si los hechos anteriores fueron un par de antece-
dentes que apuntaban en esta dirección, el aconteci-
miento propiamente fundacional de esta práctica que
consagró el monopolio político se presentó cuando
los bolcheviques decretaron la disolución de la Asam-
blea Constituyente en enero de 1918. Dicha medida de
fuerza estuvo motivada porque el partido de gobierno se
encontraba frente a una adversa correlación de fuerzas,
no podía imponer su agenda y no estaba dispuesto a la
conformación de una institucionalidad distinta al poder
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO 61
de los soviets, pues ello habría implicado entregar el
poder a las organizaciones políticas que contaban con
una mayoría de delegados.
La disolución de la Asamblea Constituyente fue
un atentado contra la libertad y la legalidad que tuvo
grandes implicaciones. No solo sirvió de chispa que
avivó la llamarada de la Guerra Civil (1918-1920)5 4 y
enterró la posibilidad de construir en Rusia un régimen
democrático, sino que constituyó la demostración
más evidente de que los bolcheviques55 se arrogaban el
monopolio del poder político y se atribuían la intención
de fortalecer las tendencias centralizadoras, en contravía
incluso de la famosa consigna de "todo el poder a los
soviets", que, con gran celo, habían defendido pocas
semanas antes, lema que había hecho posible concitar
un significativo apoyo ciudadano durante los sucesos de
octubre de 1917. Aquí se produjo una involución que
54
"En una situación de casi completa ignorancia campesina, de pésimos
medios de comunicación, etcétera, los bolcheviques fueron incapaces
de sacar provecho de su confrontación con la Asamblea Constituyente.
Por el contrario, se crearon serias dificultades políticas. En el verano y
otoño. de 1918 la principal consigna esgrimida en la lucha contra los
bolcheviques, que desembocó finalmente en la Guerra Civil, fue la
defensa de la Asamblea Constituyente y la restauración de su autoridad".
Roy Medvedev, The October Revolution, Nueva York, Columbia
University, 1970, pp. 92-93.
55
Esta fracción del antiguo Partido Obrero Socialdemócrata Ruso fue el
partido que organizó la Revolución de Octubre y que después cambiaría
su nombre por el de Comunista.
62 RUSIA Y CHINA
terminó siendo un rasgo característico de los sistemas
comunistas: se abandonó la lucha por la democracia y
se privilegió un monopolio de gobierno, con lo cual el
ideal socialista fue estatizado.
Esta maniobra constituyó una demostración de que
los dirigentes consideraban a su partido como la única
organización capaz de identificarse con el radiante futuro
del socialismo y de sacar adelante y llevar a feliz término
el proceso revolucionario. La decisión tuvo consecuen-
cias nefastas para el desarrollo ulterior del país y del
naciente sistema: la legalidad quedó confinada en los
deseos y en las veleidades de los dirigentes; la legitimidad
perdió su anterior sustento social y quedó prisionera de la
"verdad" promovida por la clase dirigente; la revolución
y la consiguiente transformación social devino en asunto
interno del partido; el aparato de Estado y las organi-
zaciones sociales y políticas "oficiales" solo pudieron
funcionar como correas transmisoras y ejecutoras de las
decisiones de la única organización política en el poder;
por último, la libertad se transformó en el privilegio de
unos cuantos, hasta que sus estertores finales se consu-
maron a un ritmo proporcionalmente inverso al de la
consolidación del poder unipersonal. 56
56 Evgueni Preobrazhenski justificó esta práctica de la siguiente manera:
"El Estado proletario se encuentra ya en embrión en el partido, que dirige
la lucha por el poder, y en las organizaciones de masas del proletariado,
que, al comienzo, tienen como tarea la supeditación del proletariado a sí
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO 63
En la década de los años veinte otras dos situa-
ciones participaron de esta consolidación de las tenden-
cias centralizadoras en la política. La primera consistió
en que para hacer frente al creciente malestar social se
presionó a los militantes del partido para que cerraran
filas en torno a los dirigentes. La segunda fue que para
hacer efectiva la construcción de la nueva sociedad se
requería de una poderosa organización partidista auto-
nomizada con respecto a la sociedad. Este doble proceso
fueron las dos caras de una misma moneda: por una
parte, para vencer el descontento social en aumento se
necesitaba de una organización que actuara como susti-
tuto de aquellas clases llamadas a edificar la nueva
sociedad y, por la otra, el autoritarismo y el centralismo
del partido inhibían cualquier posibilidad de actuación
social por fuera de los estrechos cauces establecidos por
dicho partido.
La afirmación de este tipo de prácticas en el partido,
que era la única organización política oficial, tuvo impor-
tantes consecuencias en el desarrollo de la vida política
mismo, es decir, ayudan a formarse como clase, con fines determinados,
así como a subordinar a estos fines la actuación de diferentes grupos.
Cuando el proletariado constituido en unidad de determinada clase
vence a la burguesía y conquista el poder, todas sus organizaciones
se transforman en organizaciones gubernamentales". Anarquismo y
comunismo, Barcelona, Fontamara, 1976, p. 41. De manera bien escueta,
Lenin fue aún más categórico: "Como partido gobernante no podíamos
menos que fundir las 'altas esferas' del partido con las de los soviets".
Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1976, t. XlI, p. 12.
64 RUSIA Y CHINA
soviética: contribuyó a la burocratización de las estruc-
turas partidarias y administrativas e intensificó el adelga-
zamiento de la vida política hasta un punto tal que esta
se redujo a las actividades que tenían lugar dentro de
los órganos directivos del partido. El historiador Moshé
Lewin explicaba esta tendencia hacia la burocratización:
[... ]como el crecimiento incesante del número de funcio-
narios y su influencia en el país alimentada por los factores
inherentes a un país atrasado y de una necesidad real de
nuevas administraciones o de administraciones adicionales,
engendrada por la economía en desarrollo y por la planifica-
ción centralista. Por ello -y Lenin se dio cuenta- la buro-
cracia se convirtió en una auténtica base social del poder. No
es posible la existencia de un poder político puro, privado de
toda base social. El poder debe encontrar una base social que
no esté constituida únicamente por los aparatos de coerción.
El "vacío" en el que parece sostenerse el régimen soviético
se colmó con rapidez, aunque los bolcheviques no se dieron
cuenta o no quisieron darse cuenta.57
Con respecto al desarrollo de la otra tendencia que
caracterizó la vida política soviética, se observa que la
década de los años veinte fue, en efecto, el período durante
el cual se personalizó la lucha por el poder, y ello fue tribu-
tario de este estrechamiento del escenario político así como
del carácter "delegativo" de la actuación y la representación
57Moshé Lewin, Lenin's Last Strugg!e, Londres, Wildwood, 1973, pp.
124-125.
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO 65
política en los grandes líderes. Las primeras fisuras que
fueron adelgazando la dinámica política se presentaron al
comienzo de esa década. Los grandes contendores fueron
Lenin y Stalin y el problema quedó irresuelto por el falle-
cimiento prematuro del primero y porque, con su desapa-
rición, Lenin no pudo materializar sus iniciativas para
despojar a Stalin de su inmenso poder. Después sucedieron
los conflictos que escalonadamente libró el líder georgiano
contra Trotsky, luego contra Zinóviev y Kámenev y, final-
mente, contra Bujarin. En los años treinta, luego de la
misteriosa muerte del líder del partido en Leningrado,
Serguéi Kirov, el escenario se estrechó tanto que se volvió
unipersonal. Formalmente el partido gozaba del mono-
polio del poder político, pero en los hechos este solo rara
vez era convocado, y cuando lo hacía era para pronunciar
alabanzas al máximo dirigente; más importante aún es que
las decisiones las tomaba Stalin indiscriminadamente y
que el partido se encontraba bajo la estrecha vigilancia de
los órganos de seguridad. Valga recordar que de los 1.966
delegados que estuvieron presentes en el XVII Congreso
del Partido, 1.108 fueron encarcelados.
Solo después de la desaparición del líder georgiano el
partido restableció su legitimidad y su legalidad y pudo
volver a monopolizar el poder político. Como veremos
más adelante, para reconstruir su estabilidad política
tuvo que crear dispositivos que le permitieran contra-
rrestar la tendencia a la concentración del poder en
66 RUSIA Y CHINA
una sola persona, la cual, precisamente, debido a dicho
monopolio, no era una situación anómala.
En China las circunstancias que le dieron materia-
lidad a esta práctica fueron distintas a las de la Unión
Soviética, pero el resultado fue el mismo. En la China
comunista el estatismo fue un proceso que avanzó de
la mano con el nacionalismo, con el propósito de dejar
atrás los "cien años de frustraciones acumuladas", ubicar
a China entre las naciones ricas y poderosas y construir
una nación progresista y fuerte. "Tanto la revolución
republicana como la comunista adquirieron ímpetu por
su promesa de producir un renacimiento y una grandeza
nacionales, y es este hecho, más que cualquier elemento
de una tradición 'despótica oriental' o tendencia tota-
litaria comunista, lo que explica el predominio de una
variante específica de estatismo en el orden político
contemporáneo de China" .58 El nacionalismo no era de
aquellos que pretendían preservar la vieja cultura y las
tradiciones, sino que se planteaba como un fenómeno
moderno que debía propiciar la renovación de la polí-
tica. Esta primera etapa revolucionaria tenía propósitos
más nacionales que sociales.
Siguiendo el precedente soviético, el Partido Comu-
nista Chino (PCCh) proclamó en 1949 que las tareas
de la revolución burguesa y la preparación de las condi-
58
Lin Chun , óp. cit., p. 55.
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO 67
dones del socialismo se realizarían bajo la égida del prole-
tariado. Pregonar la hegemonía proletaria era un recurso
discursivo bastante sencillo, pero ponerlo en funcio-
namiento, hacerlo realidad, era una cuestión bastante
complicada debido a dos razones fundamentales.
Por una parte, porque el proceso revolucionario en
China se había realizado con el concurso mayoritario del
campesinado, grupo social que, de acuerdo con la jerga
comunista, carece de "conciencia proletaria", y no con la
actuación de la clase obrera. En efecto, en 1949, cuando
los comunistas tomaron control del poder, apenas el
tres por ciento de los miembros del PCCh eran obreros.
Con el paso del tiempo la situación mejoró, pero no de
manera sustancial: en 1957 los obreros representaban
solo el catorce por ciento del total de miembros de la
colectividad.
Por la otra, las clases trabajadoras urbanas no habían
hecho gala de un gran fervor revolucionario y su compro-
miso con el comunismo era relativamente escaso. No
está de más recordar que su liberación de las garras de
los capitalistas ocurrió gracias a la acción que llevó a
cabo un ejército de revolucionarios, en cuya composi-
ción predominaban ampliamente los campesinos y los
intelectuales.
Con esta composición social bastante particular y
debidoaestainversióndefuncionesentreobrerosycampe-
sinos, los comunistas chinos, como buenos leninistas,
68 RUSIA Y CHINA
se ajustaron a h idea de que la única organización que
podía asumir la realización de las tareas de la revolu-
ción burguesa y conducir a China por la senda del socia-
lismo y del comunismo era el Partido Comunista. De
tal suerte, fue en medio de esta situación bastante par-
ticular que el partido se colocó por encima de la sociedad,
utilizó las reformas económicas, sociales y políticas para
ampliar el radio de acción y decisión de su organización,
lo cual lo convirtió de hecho en el primer partido de
gravitación nacional y asumió la dirección de todas las
instituciones administrativas del Estado.
Así fue como el partido, en calidad de organización
que "define desde un punto de vista doctrina y vislumbra
la concreción de la línea correcta'', quedó encargado de
la realización de la acción del poder y tuvo que sustituir
a todas las clases y organizaciones sociales y políticas en
la construcción de la nueva sociedad.
Al igual que en la Unión Soviética, el partido ejercía
un dominio completo sobre la sociedad, controlaba
todas las organizaciones económicas, administrativas y
civiles más importantes, incluido el poderoso Ejército,
y se valió de las tr~nsformaciones en curso para incre-
mentar su presencia. Dentro de este espíritu fueron
muy importantes, por ejemplo, la reforma agraria
- que extendió las células del partido por la campiña-
y las campañas de los "tres anti" y de los "cinco anti" de
los años 1951y1952 que se utilizaron para garantizar
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO
69
la presencia del partido entre los trabajadores, la admi-
nistración urbana, las asociaciones y las organizaciones
industriales. Como ha sostenido Tang Tsou, desde los
mismos orígenes de la revolu~ión se fue construyendo
un "estado dentro del Estado" compuesto por las redes
comunistas en los distintos niveles.59
Una peculiaridad que comportó el monopolio polí-
tico ejercido por el partido en el caso chino consistió en
que el aspecto doctrinal y organizativo de esta concen-
tración del poder se combinó con una tradición confu-
ciana, convergencia que, a la postre, permitió fortalecer
aún más su protagonismo en la sociedad. Como señalara
la sinóloga francesa Marie-Claire Bergere:
Los principios de la ortodoxia estalinista se conciliaron
en esto con la tradición confuciana, que hacía de una élite
culta el intérprete y el árbitro de los intereses comunes, al que
debían subordinarse todos los demás intereses. A través del
partido, único habilitado para formular e interpretar la línea
correcta, se realizaba la fusión entre la ideología y la organiza-
ción. Para los comunistas chinos, como para sus precedentes
soviéticos, era esta fusión la que permitía a los aparatos ejer-
citar el propio poder al servicio de la causa socialista, y era lo
que distinguía los regímenes revolucionarios de los simples
regímenes autoritarios. 60
59
TangTsou, "Interpreting che Revolution in China", en Modern China,
vol. 26, núm. 2, abril de 2000.
60
Marie-Claire Bergere, La Cina da! 1949 ai giorni nostri, Boloña, II
Mulino, 2000, pp. 28-29.
70 RUSIA Y CHINA
Desde un punto de vista doctrinal, al igual que en el
caso precedente de los soviéticos, la concentración del
poder en el partido arrancaba de la siguiente presun-
ción: el partido constituía la vanguardia y representaba
al sector más consciente y organizado de la clase obrera.
En condiciones en que esta clase era frágil en su compo-
sición, como resultado de los incipientes niveles de
industrialización y de urbanización, el partido tenía que
arrogarse la misión histórica de actuar en nombre de ella.
La dictadura del partido se asumía como una forma de
realización preliminar de la dictadura del proletariado.
Es sabido que en algunos países socialistas, junto a los
comunistas, existió una gama más o menos prolífica de
partidos menores. Este fue el escenario predominante en
las llamadas "democracias populares" de la Europa centro-
oriental. 61 También tuvo lugar en China. 62 Ahora bien, este
"multipartidismo" formal no contradecía el mencionado
principio del monopolio comunista porque en los hechos
estas organizaciones menores no eran más que simples
partidos que orbitaban en torno a los comunistas. De la
misma manera, existieron casos en los cuales el partido
poseía un nombre distinto al de comunista, sin que ello
lo convirtiera en una organización diferente de las otras.
61
Frani;:ois Fejtii, Histoire des démocraties populaires, París, Seuil, 1984.
62
En el 2003, ocho partidos contaban con seiscientos mil miembros en
China, de los cuales más de cien mil habían sido electos a instancias de
representación en los diferentes niveles.
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO
71
Esta doble situación se presentó, por ejemplo, en
la República Democrática Alemana (ROA), donde el
partido comunista se llamaba Partido Socialista Unifi-
cado Alemán (PSUA), debido a que fue recompuesto en
1946 a partir de la fusión del antiguo Partido Comu-
nista Alemán con el Partido Socialdemócrata Alemán en
la zona de ocupación soviética. En la ROA fue usual, en
la práctica política, la confección de una lista única a la
Cámara del Pueblo, conformada por representantes de
todos los partidos y organizaciones que hacían parte del
Frente Nacional de la Alemania Democrática (el PSUA,
la Federación Alemana de Sindicatos Libres, la Unión
Demócrata Cristiana, el Partido Liberal Democrático de
Alemania, etcétera). Era esta lista única la que garan-
tizaba la realización del monopolio del poder político
por parte de los comunistas, debido a que estos se reser-
vaban la mayoría, les permitía ejercer la nominación de
los funcionarios a los puestos claves y garantizar que las
demás fuerzas sociales y políticas siguieran el guion de
acción que definía el partido.
En general, el monopolio del poder político se iniciaba
en las altas esferas con la fusión y mimetización de los
órganos del partido con los correspondientes del Estado y
desde ese nivel el esquema se reproducía a lo largo y ancho
de todo el organigrama institucional. Por ello fue bastante
común que, una vez en el poder, el partido se dotara de una
institucionalidad análoga a la del Estado para reproducir
72 RUS IA Y CHINA
adecuadamente el mismo tipo de interrelación en los
ámbitos intermedios e inferiores del Estado.
Otro componente de e.ste monopolio se realizaba en
la función que se arrogaba el partido para designar a los
representantes y funcionarios principales de las diversas
ramas. Este procedimiento de designación de los estratos
superiores de la administración se hizo célebre en todo
el mundo comunista bajo la denominación de nomenkla-
tura. En el caso de la Unión Soviética eran 4.836 personas
en puestos directivos, abarcaba a un tercio de los 160.000
puestos superiores, de los cuales 105.000 se hallaban en el
aparato central del gobierno y 55 .000 en los ministerios y
demás servicios gubernamentales de las repúblicas.
Con el paso del tiempo, la élite del partido, autoelecta y
renovada mediante un sistema de nombramientos jerárquicos
personales, fue gozando cada vez de mayor poder, prestigio y
privilegios. Esta nomenklatura se componía de miembros y de
personal del politburó y del comité central, los primeros secre-
tarios de los comités regionales del partido y funcionarios con
dedicación plena y gestores a muy diversos niveles, hasta en los
distritos urbanos y rurales. Si caía el régimen, desaparecerían
sus distintos privilegios e inmunidades. Cuanto más exclu-
sivos y autoritarios pudieran mostrarse, a mejor resguardo
tendrían sus fortunas personales. Sin embargo, por otra parte,
nada permite pensar que no fueran al mismo tiempo verda-
deros creyentes del comunismo.63
63 Moshé Lewin, Lenin last, óp. cit., p. 31.
EL MONOPOLIO DEL PODE R POLÍTICO
73
En China también se reprodujo un sistema de
nomenklatura. El departamento central para la organiza-
ción del PCCh ha sido el encargado de la designación del
personal en el ámbito nacional. En sus instancias supe-
riores conformaba una lista compuesta por 2.500 altos
funcionarios del partido que ocupaban la posición de
ministros de gobierno a nivel central o provincial y secre-
tarios del partido en las provincias y en las cuatro muni-
cipalidades especiales chinas (Pekín, Tianjin, Shanghái y
Chongqing). En cuanto al rango intermedio, la nomina-
ción abarcaba a otros 3.900 funcionarios.
En síntesis, desde un punto de vista organizacional, el
monopolio ejercido por el partido consistía en la estructu-
ración de este como una organización que de manera
jerárquica iba englobando horizontalmente en cada
instancia a los representantes de las distintas dependen-
cias estatales y, de esa forma, se superponía a la organi-
zación ramificada y vertical del Estado. La superposición
en todos los niveles hizo que el Estado deviniera simple-
mente en la institución encargada de realizar las tareas
definidas y encomendadas por el partido. Este último,
por su parte, se transformó en una organización donde
se dirimían y resolvían las posibles tensiones y los even-
tuales choques de intereses.

74 RUSIA Y CHINA
La arquitectura política
durante la fase de transformación
En la manera como se organizó y se desarrolló el
monopolio del poder político en la Unión Soviética y
en China encontramos algunos elementos que ayudan
a entender la disimilitud de trayectorias que finalmente
siguieron ambos países en su etapa final. En páginas
anteriores hicimos mención al hecho de que una de
las medidas sustanciales adoptadas por el reformismo
gorbachoviano consistió en el rechazo a aquella práctica
histórica según la cual el partido sustituía al Estado en
sus funciones.
La medida, empero, no fue en un inicio lo sufi-
cientemente radical como para romper definitivamente
con el esquema anterior. Esta ambigüedad quedó clara-
mente ilustrada cuando se celebraron las primeras elec-
ciones libres, en marzo de 1989. Valga recordar que la
política electoral ocupaba hasta ese entonces un lugar
marginal dentro de estos sistemas, puesto que lo que
primaba era la designación. En dicha ocasión los dipu-
tados fueron divididos en tres grupos con igual repre-
sentación: el primero lo conformaban aquellos que eran
elegidos por sufragio universal en las circunscripciones
territoriales; los segundos eran elegidos en las circuns-
cripciones nacionales territoriales y, los últimos, no eran
objeto de elección, sino designados por las organiza-
ciones legalmente existentes, es decir, por el PCUS. Así
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO 75
que se trabajó con un esquema de cohabitación entre
representantes electos y nominados. No fue extraño que
los elegidos por sufragio universal gozaran de una legi-
timidad más alta ante la opinión pública, mientras que
los designados no tuvieron un reconocimiento similar
por parte de la ciudadanía. Con el paso del tiempo la
mayoría de la población se fue inclinando más y más en
favor de los electos, lo que ocasionó una profunda modi-
ficación del panorama político.
A pesar de las tensiones políticas en aumento,
durante dos años más se pudo mantener este esquema
dual. Su finalización se produjo cuando parte de la vieja
guardia del partido intentó recuperar la iniciativa polí-
tica en agosto de 1991 por medio de un golpe de Estado,
con la finalidad de recomponer una dirección central
fuerte, como declararan sus principales mentores. El
golpe resultó fallido. En alto grado ello obedeció a que
un grupo de altos dirigentes decidió suspender de sus
funciones a la máxima autoridad, tal y como había
ocurrido con Nikita Jruschov en 1964. Seguramente
la revuelta palaciega hubiera prosperado si el partido
hubiera gozado todavía del monopolio del poder polí-
tico. Sin embargo, en los noventa la ingeniería política
era muy distinta, porque se fundaba en la movilización
y en la politización de vastos sectores de la sociedad, los
que, en últimas, condenaron y ahogaron la intentona
golpista.
76 RUSIA Y CHINA
El golpe produjo efectos totalmente distintos a los
esperados por sus promotores. El partido no se reorga-
nizó como columna vertebral del sistema político, sino
que fue suspendido; el Ejército y el Comité para la Segu-
ridad del Estado (KGB) no pudieron escapar de las
fuerzas centrífugas, que los desarticularon: la reconstitu-
ción de una Unión con un fuerte poder central quedó en
entredicho porque la mayoría de los líderes republicanos
declararon la soberanía de su respectiva república o la
independencia de la URSS. Como concluíamos en un
trabajo anterior: "El golpe, en este sentido, desarticuló a
los sectores ortodoxos y favoreció largamente a los radi-
cales, quienes no solamente monopolizaron la iniciativa
política, sino que además, obligaron al centro a plegarse
a sus procedimientos y objetivos. Esta nueva relación
cerró el último capítulo de la historia soviética''. 64
En China, por el contrario, el desarrollo siguió el
cauce inverso. Desde la década de los setenta, particu-
larmente luego de la desaparición de Mao, se asistió a
un fortalecimiento del monopolio del poder político
en manos del partido. Incluso un dirigente tan influ-
yente en los ochenta y los noventa como Deng Xiaoping
ocupó puestos estratégicos, pero nunca aspiró a emular
a su directo antecesor. A instituciones que en ciertos
momentos gozaron de una relativa autonomía y de gran
64
Hugo Fazio Vengoa, La Unión Soviética. De la perestroika a la disolución,
Bogotá, Ecoe y Ediciones Uniandes, 1992, p. 243.
EL MONOPOLIO DEL PODER POLÍTICO
77
ascendencia sobre el partido y el Estado, como el Ejér-
cito durante el período conocido como la Revolución
Cultural, las alas les fueron cortadas y perdieron buena
parte de las anteriores atribuciones.
En síntesis, la experiencia histórica de ambos países
muestra palmariamente la importancia que tuvo esa
condición para que estos sistemas pudieran ser definidos
como comunistas. El monopolio del poder en el partido
fue un atributo esencial que le dio coherencia, solidez y
proyección al sistema en su conjunto; empero, cuando
empezó a ser cuestionado y reformado, como ocurrió en
la Unión Soviética en las postrimerías de su existencia,
todo el andamiaje institucional empezó a crujir y final-
mente terminó sucumbiendo. Esto nos permite sacar
una importante conclusión preliminar: el monopolio
del poder político no fue simplemente un rasgo cosmé-
tico de estos sistemas, sino que representó un disposi-
tivo medular, del cual dependía su reproducción. Se
puede igualmente inferir que en este aspecto la Federa-
ción Rusa rompió completamente con este componente
del sistema comunista, pero no ha acontecido lo mismo
en el caso de China.
Puede que a veces algunos de los dirigentes rusos en
los inicios del siglo XXI recuerden a la distancia a sus
similares soviéticos, incluso en su pretensión de concen-
trar el poder. Pero el multipartidismo, la lucha entre
distintas corrientes políticas, el valor que ha adquirido
78 RUSIA Y CHINA

el suf rag10 . · al , son características que muestran

. un1vers ,
el gran trec h o tran scurrido entre ambos reg1menes.
China, como tendremos ocasión de documentarlo
más adelante, ha democratizado parcialmente sus filas
3. Del centralismo democrático
y algunos procedimientos, pero el monopolio sigue in-
al centralismo burocrático
maculado. El sistema institucional continúa inscrito
dentro del binomio partido-Estado y la autoridad de que
goza el primero explica por qué ha visto aumentar sensi-
blemente sus filas.
Otro atributo político característico de todos estos
sistemas comunistas consistió en el lugar central asig-
nado al principio organizacional conocido con la expre-
sión centralismo democrático. Este precepto fue una regla
partidista que, vía la fusión del partido con el Estado,
se trasplantó a la vida política de todos estos Estados.
En su origen fue un principio concebido por Lenin con
el propósito de dotar a su partido -el bolchevique-
de una estructura organizacional sólida, compuesta
por "profesionales de la revolución", que le permitiera
funcionar de manera adecuada en las condiciones de
clandestinidad, como eran las que imperaban en las
postrimerías de la época del zarismo.
Es axiomático que la propensión por el centralismo
pueda justificarse por las condiciones políticas propias
de la Rusia antes de la revolución. Pero equivocados esta-
ríamos si presumiéramos que este era un atributo priva-
tivo de ella, el cual se originaba en la estrechez de la